03 / 10 / 2022
“El artista no es un cronista”, diario de un artista viajero
Andrea Mastrovito presenta Yo lo vi en PROA21.
El pasado viernes 16 de septiembre arribó a Buenos Aires el artista italiano Andrea Mastrovito en un vuelo proveniente de Nueva York, ciudad en la que reside hace al menos diez años. Artista multimedial abocado al dibujo, a sus tiempos, a su puesta en valor y difusión, se instala en una casona de la calle Suárez, típica del barrio de La Boca para estar cerca de su taller en PROA21.
Al día siguiente, llega su asistente Nicola Zanni, con quien comparte casa y taller.
Así como desde mediados del siglo XIX, La Boca vio llegar una oleada de inmigrantes que convirtieron al barrio en el primer asentamiento italiano de la ciudad de Buenos Aires, hoy en 2022, Mastrovito oriundo de Bérgamo, se instala gracias a un recorrido distante en el tiempo, pero similar en las sensaciones. El artista lleva a cabo la residencia de intercambio ON AIR, un programa creado a partir de la alianza entre GAMeC en Bérgamo y Fundación Proa en Buenos Aires, para construir una plataforma de colaboración que favorece el intercambio cultural entre Italia y Argentina.
Invitando a artistas de ambos países a viajar y realizar proyectos específicos para ser exhibidos al público al finalizar su estadía, el intercambio comenzó con la artista argentina Irina Kirchuk, quien viajó a comienzos de este año a Italia para producir su obra La fontana della città (2022) a partir de materiales desechados.
Con un guiño similar, el equipo de producción de Proa21 esperaba a Mastrovito con una serie de muebles usados que se ocuparon de recolectar, y a lo largo de esta residencia serán testigos de las derivas del dibujo de Nicola.
Su obra explora un espacio intermedio entre la reinvención del artista y la reinvención del dibujo en continuo diálogo con el ciclo de la vida. Él comienza la obra -pero como atestiguan muchos artistas que también desarrollan su práctica en torno al dibujo- no sabe cómo va a terminar. Casi como un hecho mágico, la línea encuentra su forma en el espacio y demanda su propio tiempo, distinto al de la ciudad, distinto al de internet, al de la tecnología.
El equipo de Prensa realiza una entrevista al artista a pocos días de comenzar su proyecto para compartirla con el público e invitar a su exposición en Proa21 una vez finalizada la residencia.
Entrevista al artista, septiembre de 2022
¿Cómo surge este proyecto que conecta Bérgamo, Nueva York y Buenos Aires?
En 2019 Fundación Proa junto con la GAMeC me propusieron formar parte de los intercambios de artistas entre Italia y Argentina. Así fue que conocí a Irina Kirchuk cuando se encontraba en Bérgamo realizando su residencia. Ella conoció mi taller y espacio sin fines de lucro The Drawing Hall, inaugurado en noviembre de 2021. Se trata de una pequeña galería dedicada al dibujo, el único espacio italiano de investigación sobre dibujo contemporáneo. Se dedica principalmente a hacer monografías sobre artistas italianos que en los últimos 20 años representaron la escena italiana en el mundo, mostrando que -incluso en la obra de grandes artistas- el dibujo está en la base de todo gran punto de partida.
¿Por qué pensás que en Italia no había hasta ese momento un espacio dedicado al dibujo como sí sucede en otras partes del mundo?
Sucede que, además de que en los últimos 20 años hubo una dificultad económica muy fuerte por la recesión en Italia, existen problemas con la crítica respecto a la consideración o valoración del dibujo por el mercado. En mis viajes entre Bérgamo, Milán y Nueva York tuve la posibilidad de conocer a muchos artistas que trabajan desde el dibujo y justamente el Drawing Center de Nueva York es el lugar en el que se trabaja con mayor calidad. Siempre hay muestras muy importantes que descubren lenguajes realmente inesperados. Al mismo tiempo en esa ciudad me acostumbré a la idea de tener espacios expositivos en contextos industriales y a los espacios autogestionados por artistas.
Por eso, en este espacio nuevo en Italia no solamente existen muestras sino textos críticos que indagan las distintas investigaciones y videos que registran la práctica del artista.
¿Cómo se relaciona esta experiencia con tu práctica actual?
Con los años aprendí que es fundamental compararse con otros artistas para entender más a fondo el trabajo propio y encontrarse con los errores o las cosas feas del propio hacer y entender. Los errores son comunes y permiten afianzar la calidad y la dirección del trabajo.
Mi modo de hacer es muy particular y no encaja en ciertas corrientes, voy por mi camino, esencialmente viendo lo que sucede. El medio con el identifico mi entorno es el lápiz. Gracias al tiempo del lápiz y del dibujo -que no es el tiempo en el que vivimos todos los días-, no es el tiempo de los celulares, ni de internet, tampoco el de la fotografía ni del cine, sino uno que no nos pertenece más, es que desarrollo mi práctica.
En el tiempo del dibujo suceden muchísimas cosas, mientras que por ejemplo la fotografía es instantánea. El tiempo del dibujo permite a la obra enriquecerse. El proyecto que estoy realizando aquí en PROA21, está naciendo lentamente, va creciendo en base a lo que encontramos. Crece así como el dibujo, que te da un tiempo tanto para hacer como para equivocarte. La parte del error es la parte fundamental porque es desde el error que surge la desviación -del latín clinamen– se llega a la novedad, que permite, a su vez, evolución del trabajo.
El dibujo se presta muchísimo a esto, sobre todo porque yo uso el dibujo -y lo veremos en la instalación que estoy realizando acá- como magia. Magia como algo que hago casi de manera automática y que después descubro que funciona de una manera completamente nueva, como es el caso del frottage, que se dibuja a través de un velo, el famoso velo de Maya, y después se corre y deja ver la realidad. Por lo tanto se descubre que lo que había debajo de la hoja era un objeto cotidiano: un plato, un sobrecito, un teléfono, o cualquier otra cosa. Estoy desarrollando esa técnica que se remonta también a otra técnica fundamental también para mí, y que lo fue para toda la comunicación del arte, que es el grabado. Mi modo de trabajar es muy afín al grabado, crear algo que sea una sorpresa también para mí, pero que sobre todo tenga una intervención externa, de otra persona o incluso de una máquina que logra que el dibujo parezca que nació solo, casi una cosa que tenía que estar ahí sólo porque tenía que estar ahí, no porque lo quisiera poner yo. Cuando llego a ese punto, entonces el trabajo funciona.
En tu proyecto específico para PROA21 estás trabajando con muebles ¿Por qué elegiste estos objetos?
Esta es una instalación que tenía en mente desde hace un tiempo y que amontona distintos objetos, como un ensamblaje que se refiere a una costumbre argentina o incluso neoyorquina -donde surge esta idea-, la de encontrar muebles u objetos en la calle que se recuperan para su uso.
En este caso se incluyen libros y valijas que están ligadas a la idea de viaje. La instalación justamente se llama “Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer” y se trata de una cita de un grabado de Goya, quien para mí es un maestro extraordinario.
Esta idea se refuerza por un lado con figuras de cabezas, que estarán entre los muebles, de forma cónica como símbolo de la ignorancia, pero no vista de manera negativa sino en relación a no saber hacia dónde vamos; y por otro con máscaras y tocados que se refieren a los orígenes. De alguna manera esta instalación se refiere al ser humano que siempre se destruye, desde los inicios, muta y por lo tanto se comporta como una pérdida.
Quería crear aquello que sucede en mi tiempo, con objetos. Mi idea de residencia es traducir en el taller aquello que vi afuera, como una referencia. El artista no es un cronista. La referencia de “Los desastres de la guerra” de Goya, alude al primer periodista gráfico de la historia que es Francisco Goya y que dibuja aquello que ve. El artista es aquel que junta los pedazos que encuentra aunque sea en distintos espacios de manera que tengan un sentido, un nuevo sentido. Y esencialmente es eso lo que estoy haciendo con los muebles.
Hablaste de las valijas, de la idea de mutar, de la diáspora. Incluso por tu trabajo te has mudado muchas veces, ¿esta obra es autorreferencial?
Yo siempre digo que odio viajar y siempre me encuentro viajando, aunque sea solo para ver los partidos de Atalanta (club de fútbol de Bérgamo). Yo no tengo un placard, tengo una valija, una valija grande abierta en mi cuarto, tal vez en Nueva York un poco menos, con algunos armarios pequeños que son lo que no soy, todo lo que no llego a ser: sedentario. Incluso mi alegría no es mi casa sino mi taller; mi taller en Nueva York, mi taller en Bérgamo y ahora mi taller aquí.
Gracias a la colaboración de Tenaris, la instalación de Andrea Mastrovito podrá visitarse en PROA21 una vez finalizada su residencia artística.