Ciudades Paralelas: música, cine y diálogos sobre la ciudad contemporánea en Proa
Cuartos de hotel, bibliotecas, shoppings, estaciones de tren, fábricas: espacios funcionales que existen en una realidad paralela, lejos de la inquietud de la mirada. Los dramaturgos Lola Arias y Stefan Kaegi eligieron a ocho artistas para que a su vez escogieran ocho lugares de Buenos Aires y los utilizaran como observatorios de situaciones urbanas. La experiencia, parte del proyecto Ciudades Paralelas, se realizó a fines de noviembre con la participación de Fundación Proa.
“Desde la exhibición de City Editings, curada por Catherine David en 1999, pasando por la obra de John Hejduk, Jenny Holzer y otros, hasta la que hicimos el año pasado de Espacios Urbanos (fotografía alemana), siempre está presente en la fundación la inquietud de revisar el papel que tiene la ciudad actual en el desarrollo de las distintas expresiones artísticas”, señaló Guillermo Goldschmidt, encargado de Proyectos Especiales de Proa. “En este sentido”, agregó, “Ciudades Paralelas se encuentra también en la búsqueda de interrogantes latentes en la diferentes capas que plantea la ciudad contemporánea”.
En el marco de la programación de sus “Domingos en Proa”, la fundación fue sede de cuatro de las actividades centrales de Ciudades Paralelas.
El domingo 28 se proyectó “Hacerme feriante”, documental de Julián d’Angiolillo sobre la feria de La Salada que se presentó por segunda vez, en exclusiva, luego de su estreno oficial en el BAFICI 2010. Luego, Ulises Conti realizó su concierto de piano intervenido por distintos relatos urbanos, “La ciudad portátil”, actualmente presentándose en Kassel, Suiza. El domingo siguiente, 5 de diciembre, Proa fue sede de la última jornada del festival. Hubo una mesa redonda, “Diarios de trabajo”, en la cual los participantes del proyecto debatieron impresiones de trabajo y distintas formas de intervención urbana. Coordinó Alan Pauls y estuvieron Lola Arias (Argentina), Cristian García (Suiza), Ant Hampton (Inglaterra), Dominic Huber (Suiza), Stefan Kaegi (Suiza), Grupo Linga (Alemania), Gerardo Naumann (Argentina) y Mariano Pensotti (Argentina). Pablo Dacal cerró el festival en la terraza con sus canciones sobre la ciudad que integran su nuevo disco, “El Progreso”, que próximamente se presentará oficialmente.
Definido como un “laboratorio de experimentación itinerante que subvierte las formas de mirar y usar la ciudad”, Ciudades Paralelas tuvo su primera sede en Berlín, en septiembre de este año, luego se realizó en Buenos Aires, y durante el año próximo continuará en Varsovia y Zurich.
En un texto sobre la iniciativa, señaló Alan Pauls que “no sólo se trata de un proyecto global, arraigado en cierto consenso contemporáneo sobre esos no lugares urbanos que se reproducen más o menos idénticos a lo largo del planeta, sino de un programa que busca hacer visibles y experimentables esas ciudades otras que se esconden en la ciudad de todos los días. Es la dimensión utópica de un proyecto que no busca lo mismo en lo otro (toda gran ciudad tiene su hotel, su fábrica, sus tribunales, etc), sin buscar, al mismo tiempo, lo otro en lo mismo: el otro hotel que se agazapa en el hotel, la otra ley amordazada bajo la Ley, la vida nueva que palpita en la vida de todos los días”.
En esta oportunidad, Ant Hampton realizó una performance susurrada para dos personas en la sala de lectura de la Biblioteca Nacional; Lola Arias invitó a los participantes a adoptar el rol y seguir la rutina de una mucama de un hotel internacional; Gerardo Naumann organizó una visita guiada por la estructura corporativa de la fábrica; el grupo que coordinó Christian García recorrió los pasillos de Tribunales cantando a capella obras renacentistas mezcladas con actas de juicios; el Grupo Ligna condujo por radio a un grupo de participantes a realizar una suerte de ballet conspirativo en un shopping center; Mariano Pensotti organizó una puesta en la estación Palermo en la cual los pasajeros podían ver en una pantalla gigante los textos que en el mismo lugar estaban escribiendo cuatro escritores; Dominic Huber desarrolló una suerte de dramaturgia coral que se desplegó en los distintos departamentos de un edificio para ser vistos por los vecinos de los departamentos de enfrente; Stefan Kaegi, finalmente, instaló un mirador en un torre, donde un músico ciego compartió sus visiones acústicas de la ciudad con los visitantes.
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