“Apuntes para una biografía imaginaria”, de Edgardo Cozarinsky. Estreno: sábado 10 de julio en el Auditorio de Proa
Durante el mes de julio, Proa Cine presenta el último film del cineasta y escritor, una biografía construida a partir de fragmentos de recuerdos y material reciclado por el director.
El director dialogará con el público al terminar la proyección
Sábados 10, 17, 24 y 31 de julio, a las 19.00 hs.
Auditorio de Fundación Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito)
Informes: auditorio@proa.org
Proa Cine presenta durante el mes de julio Apuntes para una biografía imaginaria (2010, 60’), el último film escrito y dirigido por Edgardo Cozarinsky, en cuatro únicas funciones los sábados 10, 17, 24 y 31 de julio, a las 19 hs.
Valorando su carácter experimental, esta biografía visual navega entre el ensayo, la cinematografía, la narración, sin poder precisar con exactitud un género. La presencia del Cozarinsky escritor es ineludible, proponiendo al guión y al montaje nuevos territorios de lectura, nuevas fronteras de búsqueda del recuerdo.
La “biografía imaginaria” se construye con fragmentos de obras anteriores y material que deshechó en el montaje de films como “La guerra de un solo hombre” (1982), “Boulevards del crepúsculo” (1992) y “El violín de Rothschild” (1996). Este viaje a través de la filmografía del autor se combina con piezas históricas recicladas pertenecientes al archivo personal de Cozarinsky (imágenes de Vietnam, Stalin al cabo de la Segunda Guerra y Francia ocupada por los nazis).
Apuntes para una biografía imaginaria se estrenó en la edición 2010 del BAFICI, en dos funciones y también el Festival dedicó la Sección Panorama al director en reconocimiento a su trayectoria cinematográfica y presentó el libro “Cinematógrafo”, que reúne sus ensayos sobre cine.
Ficha Técnica
Producción: Constanza Sanz Palacios
Escrita y realizada por Edgardo Cozarinsky
Música original: Ulises Conti
Diseño de montaje: Eduardo López López
Diseño de sonido: Gaspar Scheuer
Posproducción: Facundo Pires, Galel Maidana
Restauración de materiales: Juan José Stagnaro
Con el apoyo de la Ley de Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, Tenaris – Organización Techint y La Bestia Equilátera.
Apuntes para una biografía imaginaria se estrena el 10 de julio a las 19.00 hs. en el Auditorio de Fundación Proa, y se vuelve a proyectar los sábados 17, 24 y 31 de julio.
Cupos limitados / Admisión general: $10. Estudiantes y jubilados: $8
Telefónicamente, con American Express: [+54 11] 4104-1000
Sobre la película
Parafraseando a Borges, podría decirse que a lo largo de su vida Edgardo Cozarinsky ha ido reuniendo imágenes, palabras, sonidos. Un buen día, guiado por la música de Ulises Conti, advierte que esa colección de fragmentos, donde la Historia dialoga con el destino de los individuos y con su dolor mudo, dibuja la imagen de su cara.
Sobre el autor
Edgardo Cozarinsky nació en Buenos Aires, vivió más de treinta años en París y hoy pasa la mayor parte del tiempo en su ciudad nata. Es escritor y cineasta. Entre sus libro, destaca las novelas “El rufián moldavo”, “Maniobras nocturnas” y “Lejos de dónde”, los cuentos de “La novia de Odessa” y “Tres fronteras”, los ensayos “El pase del testigo” y “Blues”, y el inclasificable “Vudú urbano”. Entre sus films prefiere “La Guerre d’un seul homme”, “Boulevard du créspuscule”, “Le Violon de Rothschild” y “Ronda nocturna”.
Sobre la película
Sergio Wolf
http://www.bafici.gov.ar/home10/web/es/films/show/v/id/349.html
Las pequeñas historias que crecen en los márgenes de la Gran Historia fueron menos el tema que el tono que sobrevoló las películas -y los cuentos, y los ensayos, y las novelas- de Edgardo Cozarinsky. Pero aún así, siempre había una dimensión novelesca, un flujo de vidas y destinos y pasiones y convicciones cruzados e interferidos. Apuntes para una biografía imaginaria es, en ese sentido, tanto una continuidad como la apertura de un nuevo rumbo, ya que la microscopía de estas historias -filmadas, encontradas, citadas, amorosas, dolorosas, secretas- no tienen ni la más remota pretensión de iluminar ninguna totalidad. Son parte de una búsqueda -esa hermana siamesa del azar- que va en zigzag y encuentra y abandona, echa una luz tenue y se esfuma, dejándonos siempre con la gratificante sensación de que tras esos bellos y conmovedores textos, tras esas poderosas y desconocidas imágenes hay más, mucho más. En estos tiempos donde el cine se define por el exceso, Apuntes… produce un efecto extraordinario: su sobriedad es tan discreta y confesional que nos recuerda que el cine no es el rumor del mundo, sino que está hecho de -o mejor que es- el murmullo de los seres humanos.
Daniel Link
http://linkillo.blogspot.com/2010/04/ejercicios-espirituales.html
En la presentación de su último ejercicio cinematográfico, Apuntes para una biografía imaginaria, Edgardo Cozarinsky se corrigió y dijo que su trabajo, al que se resistía a llamarle “película” (con justa causa), no era propiamente íntimo, sino clandestino, y ningún otro adjetivo podría cuadrarle tan bien como ese, porque Apuntes para una biografía imaginaria parece hecho desde el mismo lugar (la emboscadura) que Ernst J¸nger, el protagonista de esa otra gran película de Cozarinsky, La guerra de un solo hombre, había definido como el único posible para tiempos como los suyos (y los nuestros).
Apuntes para una biografía imaginaria está hecha (como otros monumentos postcinematográficos: Hurlements en faveur de Sadeo Histoire(s) du cinÈma) con restos. Pero a diferencia de esas películas, Cozarinsky (que admitirá una de ellas, y otra no, al lado de su nombre) asume hasta las últimas consecuencias que en nuestro tiempo todos nos descubrimos en situación de resto.
No se trata, aquí, de la recuperación de desperdicios de otros films (secuencias que sobraron, o que pueden resignificarse en otro contexto), un footage guardado con manía de coleccionista, no. Porque Cozarinsky presenta sus Apuntes… (deliberadamente articulados en una espiral temporal que avanza y retrocede) no como cosa del pasado, no como unos recuerdos o testimonios que habría que salvar de no sabe bien qué olvido, sino casi como un tipo de vacación sabática: la suspensión del tiempo y de la actividad; no el trabajo, sino la inoperatividad y la descreación.
La situación de resto en la que Cozarinsky se pone y nos pone (como espectadores de su no-película, de su ejercicio postcinematográfico –sé que, en este contexto, la palabra “vanguardia” no serviría para nada) es, naturalmente, la de la inminencia y el llamado: Apuntes para una biografía imaginaria es el tiempo presente que llega después del último día, un tiempo en el cual nada puede suceder porque el novísimo está todavía en curso. He ahí la tensión temporal de una inminencia. Y en cuanto al llamado: ¿no es lo que han sido forzados a interpretar esos amores constantes de la cámara de Cozarinsky? Lo que ellos escuchan, y a lo que reaccionan (mejor o peor) es una musiquita, una musiquita que es todo el secreto de la película, lo que establece su cohesión interna y por la que danzan no tanto las rememoraciones sino las imaginaciones (¿qué piensa? ¿por qué llora?). Que ya no hay cine (al menos en su versión “cinematográfica”), Cozarinsky lo sabe y lo demuestra con estos Apuntes, no íntimos, sino clandestinos (como quien dijera: maniobras tácticas que conviene que no se conozcan). No una película, sino un ejercicio de esa clase que sirven para desarrollar una ascesis: un ejercicio espiritual.
Nada hay de pasado en estos Apuntes, porque la única temporalidad que reconocen es la del presente continuo. Y, por eso, no hay propiamente cineasta, detrás de este ejercicio, sino un superviviente, un escritor sin destinatario, un poeta sin pueblo. Son esas, creo, algunas de las razones que hacen de Apuntespara una biografía imaginaria una “obra maestra” postcinematográfica. Hasta ahora no ha habido muchas. No creo que haya muchas más con la intensidad que Cozarinsky supo imprimirle a la suya.
David Oubiña
(Comentario enviado al director)
Apuntes para una biografía imaginaria es un film melancólico e inteligente: como debe ser. Hay, en efecto, algo así como un retrato hecho con los restos de un naufragio. Es lo que dice la voz en off del cineasta: no habría que esperar que los apuntes de la propia biografía se constituyan a partir de los momentos más significativos sino, al contrario, con esos retazos o jirones que, de pronto, centellean ante la percepción en un instante de peligro, tal como quería Benjamin. Ese era, sin duda, el desafío de este film bello y fugaz. Y eso es lo admirable de sus apuntes: los momentos olvidados, secundarios, no estelares, se cargan de pronto con una vitalidad nueva (que no estaba y, a la vez, ya estaba -ahora lo sabemos- en el contexto original). Con esos materiales, Edgardo Cozarinsky da forma a un conmovedor retrato en escorzo.
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