Prensa Publicada
En medio de la agenda intensa que trae aparejado cada fin de año, vale la pena buscar un momento de calma y deleite para sumergirse en alguna de las múltiples exposiciones que por estos días ofrecen museos, galerías y espacios de arte porteños. Aquí, una guía de esculturas, pinturas, dibujos, collages, afiches y obras que fusionan arte y diseño conforman la variada oferta.
1) Afrodita de Capua en el MNBA
Imponente, bella y conmovedora. La escultura Afrodita de Capua, realizada en mármol durante el imperio Adriano (117 al 138 d. C.), proveniente del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, es una obra maestra del arte clásico que se exhibe en el hall del Museo Nacional de Bellas Artes.
De dos metros de alto, la escultura dedicada a la diosa griega del amor y la belleza, conocida como Venus en la mitología romana, aparece representada semidesnuda y sus brazos se elevan para sostener lo que se supone es el escudo del dios guerrero Ares. La figura ha sido relacionada con el mito romano de la victoria de Venus sobre Marte, una alegoría del triunfo del amor sobre la guerra.
Hasta el 17 de febrero en el Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473, en Recoleta, de martes a viernes de 11 a 20 y los sábados y domingos de 10 a 20.
2) Delia Cancela en el Moderno
"Nosotros amamos los días de sol, las plantas, los Rolling Stones, las medias blancas, rosas y plateadas, a Sonny and Cher…", el comienzo del emotivo y famoso Manifiesto que Delia Cancela escribió en 1965 junto a Pablo Mesejeán, por entonces su pareja, con quien formó un dúo artístico, se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. El texto forma parte de la exposición antológica Reina de corazones que recorre la trayectoria de Cancela (1940), quien abordó el arte, la moda y el diseño con la misma intensidad, desde los años 60 hasta la actualidad.
Pinturas, figurines de moda, ilustraciones, dibujos, diseños de patrones para tela, diseños de vestuarios para importantes obras de teatro, retratos, grabados sobre tela y trabajos artísticos que realizó en Nueva York, Londres y París para revistas como Vogue o Harper's Bazaar, se despliegan en la sala para dar cuenta del derrotero de una artista poco convencional.
Se destaca la instalación "Love and Life", una reconstrucción histórica de 1965 que tuvo lugar en la galería Lirolay, que invita al espectador a sumergirse en un espacio floral, colorido y pop, y que acompaña el famoso "Manifiesto".
*Hasta principios de marzo, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Avenida San Juan 350, San Telmo, de martes a viernes de 11 a 19 y los sábados, domingos y feriados de 11 a 20. Entrada general: $30. Martes gratis.
3) Pablo Suárez en el Malba
"Narciso plebeyo", la retrospectiva dedicada al artista Pablo Suárez (1937-2006), que se puede visitar en el Malba, repasa la producción imponente y magnética de una figura irreverente, a través de cien obras, entre pinturas, dibujos, objetos y esculturas, además de material de archivo inédito.
Rafael Cippolini y Jimena Ferreiro dieron cuenta de las vicisitudes de ser curadores de una muestra de un artista "antisistema", quien realizó obras como por ejemplo "Los que comen del arte", la escultura de un caballo en tamaño real, a punto de mordisquear unas ramas que sobresalen de una pintura sobre la pared, y que muestra un desolado paisaje.
"Voy a presentar mi pintura. He resuelto hacerlo yo mismo, porque prefiero ahorrar interpretaciones eruditas y confusas acerca de algo que fue concebido con simplicidad", son las propias palabras del artista que se pueden leer en la reproducción del afiche de una exposición que presentó en 1976 en una galería de la calle Florida.
*Hasta el 18 de febrero de 2019 en el Malba, Avenida Figueroa Alcorta 3415, Palermo, de jueves a lunes de 12 a 20 y los miércoles de 12 a 21 (martes cerrado). Entrada general $140.
4) Alexander Calder en Proa
El estadounidense Alexander Calder (1898–1976) es conocido como el inventor del móvil, un tipo de "escultura suspendida" hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes. La muestra Teatro de encuentros en Fundación Proa reúne más de sesenta obras -provenientes de la Calder Foundation de Nueva York-, desde esculturas de alambre hasta móviles y piezas de joyería, que abarcan seis décadas de producción del artista, con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez. "Calder rechazaba los significados rígidos: quería que sus obras fuesen experiencias, no objetos de consumo", se destaca en uno de los textos de sala.
*Hasta el 13 de enero de 2019 en Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929, en el barrio de La Boca, de martes a domingos de 11 a 19.
5) "Sweet for my sweet" en Mar Dulce
Artistas como Isol, María Luque, Powerpaola, Carla Colombo, El Topo Ilustrado, Decur y PumPum, entre muchos otros, participan de la exposición colectiva "Sweet for my sweet. Para los jóvenes de espíritu", que cada año da cierre al calendario de la galería Mar Dulce, en el barrio de Palermo. Obras coloridas y en pequeño formato de treinta artistas integran la novena edición de este ciclo que incluye trabajos en variadas técnicas como pintura, dibujo, bordado, grabado, cerámica, collage y objetos.
*Hasta el 16 de marzo de 2019, de martes a sábado 15 a 20 en la galería Mar Dulce, Uriarte 1490.
6) Juan Ranieri en el Panamericano
Espacios emblemáticos de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires, con sus trenes, autopistas, fachadas y monumentos, conforman el imaginario de Buenos Aires atmósfera, la exposición de pinturas del artista y arquitecto Juan Ranieri, desplegada en un hotel porteño.
Ranieri utiliza técnicas como el dibujo en grafito o la pintura acrílica pero también recurre a materiales y procesos de la construcción que la vía pública le proveen como chapas de hierro oxidadas, antióxido, trapos de descarte, pintura asfáltica en sus paisajes de clima tan cierto como irreal.
El Obelisco, la imagen de Evita en el edificio del Ministerio de Obras Públicas, la estación de trenes de Retiro, el puerto o las edificaciones de la Villa 31 son algunos de los lugares que integran sus pinturas de grandes dimensiones.
*Hasta el 18 de marzo de 2019, en el hotel Panamericano, Carlos Pellegrini 551, todos los días con entrada gratuita.
7) Afiches de 1968, en Espigas
Desde el anuncio de una muestra de dibujos de Renata Schussheim hasta el famoso poster ¿Por qué son tan geniales? de Carlos Squirru, Dalila Puzzovio y Edgardo Giménez, la exposición "Afiches 1968", en el Centro de Estudios Espigas reúne carteles publicitarios de la historia del arte argentino y latinoamericano, a 50 años de aquella emblemática fecha que revolucionó occidente.
Perteneciente al acervo de Espigas, esta producción gráfica alcanzó gran impacto al utilizar recursos visuales y materiales de la ilustración, el pop y la cultura psicodélica, explica la curadora Isabel Plante, investigadora del Conicet en la UNSAM.
*Hasta fines de febrero en el Centro de Estudios Espigas del Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural (TAREA-IIPC) de la UNSAM, Perú 358, con entrada gratuita.
Fundación Proa presenta Teatro de Encuentros, una exhibición que recoge los trabajos más destacados de Alexander Calder realizados a través de 60 años de destacada trayectoria artística.
Al menos una vez al año Fundación Proa presenta muestras internacionales que nos permiten conocer la trayectoria de figuras clave del arte moderno y contemporáneo. Este, sin dudas, es el caso de Alexander Calder. Teatro de Encuentros, exhibición curada por Sandra Antelo-Suárez, organizada en colaboración con Calder Foundation (Nueva York) y la Embajada de los Estados Unidos de América en Argentina. Con un diseño expositivo exquisito, la muestra permite conocer en profundidad la producción de Calder desarrollada a través de 60 años de destacada labor artística.
La primera sala nos introduce en la búsqueda de la acción y la interacción a través de sus primeros trabajos, como los dibujos a tinta pertenecientes al libro Animal Sketching, [Bocetos de animales], 1926, que recuerdan a ilustraciones de cuentos infantiles. En estos se evidencia el gran poder de síntesis y la asombrosa destreza manual del artista, que, con un mínimo de elementos plásticos y una riqueza gestual suprema, imprime a estos seres de una naturalidad y movimiento únicos. Se presentan, también, pequeñas esculturas de alambre, que, al igual que los animales, a través de pocas líneas parecen moverse y flotar en el espacio. Estos dibujos de alambre introducen ya elementos que serán la base de sus trabajos más reconocidos: los móviles y los stabiles. En estos verdaderos dibujos aéreos se ve el germen de la profunda innovación que Calder aportará a la escultura, a través de la introducción del vacío, la ingravidez, la liviandad y el movimiento.
La sala 2 presenta sus primeras esculturas y pinturas abstractas, creadas por el impacto que le causó una visita al estudio de Piet Modrian. También se pueden ver los primeros móviles de la década del ’30, que como muchos de los personajes de su mítico Cirque Calder (1926-1933), estaban motorizados o se accionaban a través de alguna manivela. Un mundo mágico y maravilloso, que deslumbraba tanto a grandes como a chicos. En 1931, su amigo y colega Marcel Duchamp, bautizó a estas esculturas “movibles”, muy fiel a su estilo, con un juego de palabras que, en francés, combina los términos mobile (móvil), y motif (motivo). Además de compartir su interés por el movimiento, otra coincidencia no menor, es la concepción acerca de la proyección de sombras de los objetos en el espacio. Duchamp solía decir que sus ready mades se completaban con su sombra, lo mismo pensaba Calder de sus móviles. Él creía que sus obras eran un todo con el espacio a su alrededor y sobre todo en diálogo con el espectador. Quería que sus obras fueran experiencias, no objetos de consumo, para Calder el espectador es la pieza clave de todo este engranaje, de ahí que toda su producción esté atravesada por una fuerte impronta lúdica.
En el centro de esta sala destaca una obra fundamental en la producción del artista, Small Sphere and Heavy Sphere [Esfera pequeña y esfera pesada], 1932-33. Su primer móvil colgante en el que ya se vislumbra la búsqueda de la acción, la interacción y la reacción de los elementos que componen sus obras. También incluye el sonido, algo que se repetirá en muchas de sus creaciones posteriores. Acompaña esta pieza una carta enviada a James Johnson Sweeney, curador de su primera muestra retrospectiva realizada entre septiembre de 1943 y enero de 1944, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. A pesar del pedido del artista ésta no fue incluida en la enorme exhibición de cerca de 100 obras, que, además de sus más conocidas esculturas y móviles, también presentaba retratos de alambre, dibujos, y diseños de joyas.
Al ingresar a la sala 3 nos deslumbra un universo lúdico, de constelaciones y formas aéreas danzantes, lleno de sonidos y colores vibrantes. Los móviles y esculturas, aquí reunidos, constituyen en conjunto una especie de gran ballet. Cada móvil es una muestra de la gran pericia de Calder a la hora de diseñar cada mecanismo. Se trata de verdaderas piezas de ingeniería, sus conocimientos en esta materia han sido fundamentales para este desarrollo tan minucioso. Cada elemento tiene una forma específica, el peso, el tamaño y la materialidad están pensados también según la acción y la reacción que se quiere provocar en cada objeto. Estos son los factores que provocan ese sutil movimiento que hace que todas las piezas cambien permanentemente frente a nuestros ojos. Esta gran cantidad de estímulos visuales y sonoros nos sumerge en una experiencia estética y sensorial extraordinaria, al ver danzar a estos objetos-ballet, al ritmo de una suave brisa imperceptible que muchas veces provocamos nosotros mismos.
Al fondo de la cuarta sala, cuelga imponente Black Widow, [Viuda negra], 1948, uno de los móviles de mayor escala de esta muestra, que por su peso y dimensión permanece prácticamente inmóvil. Calder disfrutaba hacer obras monumentales, sus Nubes flotantes instaladas en el techo del aula magna de la Universidad Central de Venezuela es un hito en este sentido. No solo es uno de sus proyectos de mayor envergadura, sino que además le permitió combinar el arte, el diseño y la acústica. Estos 31 paneles flotantes de acero y madera contra chapada contribuyen en la extraordinaria acústica de la sala. Por delante del gran móvil, y en diálogo con éste, se presentan dos “stabiles”, apodados de esta manera por otro de sus amigos, el también pionero de la escultura no-figurativa, Jean Arp. Estas critters, parecen invitarnos a bailar, ya que los facetados de las chapas de sus piernas dan una sensación de movimiento rítmico. El repertorio de esta última sala se completa con Crag [Risco], 1974, una escultura que combina el stabile y el móvil, junto con una serie de dibujos y algunas piezas de joyería.
Teatro de Encuentros nos permite conocer en profundidad la riqueza artística de Alexander Calder. Una propuesta creativa que revolucionó por completo la concepción misma de escultura, y colocó en el centro de la escena la experiencia del espectador. Hans-Georg Gadamer afirma, “[…] el juego es una función elemental de la vida humana, hasta el punto de que no se puede pensar en absoluto la cultura humana sin un componente lúdico”[1]. Calder nos propone participar de un juego en el que somos protagonistas, somos nosotros los que activamos los móviles en interacción con ellos. Calder nos sumerge sensorial y corporalmente en una experiencia estética y lúdica, en la que se despierta nuestra capacidad de disfrute.
Alexander Calder. Teatro de Encuentros
Curaduría: Sandra Antelo-Suárez
Del 08/09/2018 al 13/01/2019
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Caminito, Buenos Aires
De martes a domingo, de 11 – 19 hs hasta el 13 de enero.
[1] Gadamer, Hans-Georg; “El elemento lúdico del arte”, en La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y fiesta, Barcelona, Paidós, 1997. P. 67
mbre mostrará dibujos inéditos y matrices de sus grabados y, en noviembre, hará una exposición antológica de Salvador Zaino, artista identificado con la historia cultural rosarina de primeras décadas del siglo XX.
La Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat prepara para marzo una muestra sobre los años 90.
Algunas de las propuestas del Museo Nacional de Bellas Artes, por ejemplo, responderán a esta perspectiva, como también en otras instituciones. Posiblemente, la retrospectiva de Julio Le Parc, en el CCK, conjugue tanto una respuesta masiva del público con un lugar prominente en la historia del arte del país. Y Michelangelo Pistoletto también podría estar entre las figuras internacionales de mayor convocatoria. Pero, a su vez, hay un veredicto que siempre escapa y puede sorprender: el boca a boca de los visitantes a una muestra, tanto de los especializados como de los menos conocedores. La calidad de una obra o de una exposición, sea nacional o internacional, es algo que se siente y emociona, no sólo que se conoce de antemano.
"A la conquista de la luna", la muestra que visibilizó a las artistas mediante un apagón en Bellas Artes. Aquí obra de Graciela Sacco, activista por la igualdad de la mujer. Fotos Alfredo Martinez
“Hay dos maneras de hacer mover algo: suspenderlo del techo o balancearlo sobre un punto”
Alexander Calder
Organizada por Fundación PROA en colaboración con la Calder Foundation en Nueva York, se presenta en Buenos Aires hasta el 13 de enero de 2019 la exposición Teatro de encuentros, muestra que reúne en Latinoamérica -por primera vez desde 1971- la obra de Alexander Calder (1898-1976), escultor estadounidense que transformó los paradigmas tradicionales de la escultura. La muestra, curada por Sandra Antelo-Suárez, pone en vigencia el trabajo de uno de los artistas de mayor productividad del siglo XX, siguiendo el concepto editorial de PROA que desde hace algunos años busca poner en presencia las obras de los mejores exponentes del arte del pasado siglo, como ha sido el caso de Marcel Duchamp, Kasimir Malevich e Yves Klein.
Como lo señala Alexander S.C Rower, nieto de Alexander Calder y Director de la Calder Foundation, Calder se perfiló desde un principio como un artista internacional. Con el contexto del arte latinoamericano se vinculó tempranamente, ya que en 1948 participó en dos exposiciones en Brasil y en los años 70 realizó la exposición itinerante Escultura, acuarelas y dibujos, grabados, libros ilustrados y joyas de la colección del Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA), que se presentó en Argentina, Colombia, Uruguay, México y Chile. En su vínculo con el ámbito del arte latinoamericano es clave su estrecho lazo de amistad con el crítico de arte brasileño Mário Pedrosa, Fundador y Director del Museo de la Solidaridad Salvador Allende en Chile, con quien mantuvo una permanente colaboración artística y a través de quien donó, en la misma década, obras para el Museo de la Solidaridad y el Museo de la Resistencia Salvador Allende, la escultura Sin título, móvil de pie [1] realizado el año 1972, y Al museo de la Solidaridad, acrílico sobre papel del año 1973, ambas obras actualmente pertenecientes a esta colección.
La actual exposición en Fundación PROA permite volver a revisar la obra de este artista y situarlo en un contexto actualizado. La propuesta de la curadora Sandra Antelo-Suárez busca recuperar las ideas de teatro y de escena en una selección de alrededor de 60 piezas entre las que se encuentran dibujos, figuras de alambre, joyas y móviles, que comprenden la producción artística de Alexander Calder entre los años 20 y 70. A partir de un recorrido por cuatro salas, la exposición revisa la obra del artista no solo a través de su escultura móvil, sino a la luz de la amplitud de su concepción estética, la cual no solamente impactó el género de la escultura tradicional, sino que estableció cruces con la ingeniería mecánica, el teatro y la música contemporánea (como en el caso de las obras de los setenta, que muestran la etapa en que el artista participa activamente de la escena de la New York School, junto con John Cage, Marta Graham y Earl Brown), lo que Calder integró a través de un proceso imaginativo y experimental inagotable el cual desarrolló en permanente colaboración con sus contemporáneos, entre los que se encontraban Miró, Duchamp y Mondrian. A partir de esto, Sandra Antelo-Suárez propone:
“La obra de Alexander Calder sitúa el acto estético en el encuentro, en un juego mental sin límites ni guiones, pleno de colaboraciones en desarrollo, especulaciones y expectativas. La obra no es un producto sino un evento, un momento de la vida misma haciéndose, un becoming —un continuo devenir sin comienzo ni fin—. Es la existencia perpetua de las relaciones entre los elementos de la obra de arte y la imaginación del espectador, moderada solo por el azar y el tiempo [2]”.
La muestra se inicia en la primera sala bajo el título En busca de la acción y la interacción y revisa la obra de Calder de los años 20 realizada en distintos medios: dibujos a tinta y a lápiz, esculturas de alambre y el libro Animal Sketching (Bocetos de animales). La relación que aquí se propone establecer desde la mirada curatorial busca desplegar la serie de nexos existentes entre los medios utilizados por Calder y lo que subyace como un permanente interés del artista por hacer dialogar obra y espectador. Así, en el libro Animal Sketching Calder comparte una propuesta didáctica que pone a disposición del público algunas fórmulas de dibujo, dejando de manifiesto su voluntad por construir un diálogo abierto con éste. Esto se observa también en una serie de escritos en los que el artista dio a conocer algunos de sus referentes de creación, por ejemplo, Lo que el arte abstracto significa para mí y Una propuesta para medir un móvil (1951).
En los trabajos a tinta así como en sus esculturas de alambre, Calder representa líneas gestuales que buscan definir a través del trazo la acción del cuerpo en movimiento, lo que se encuentra en directa sintonía con los dibujos a lápiz, donde algunos elementos y personajes de circo como trapecios, trapecistas, acróbatas y equilibristas son antecedentes visuales de su temprana inclinación por desarrollar una observación plástica, física y estética de figuras suspendidas en el aire, lo que posiblemente lo conducirá a la realización de sus reconocidos mobiles [3], estructuras hechas de alambre y chapas de metal que suspendidas del techo o erguidas sobre bases-pedestales oscilan en el espacio. Los mobiles representan una ampliación en el campo de la escultura moderna al romper con la masa volumétrica de la escultura tradicional y porque son una de las primeras manifestaciones escultóricas que incorporan el movimiento, integrando la dimensión temporal como parte constitutiva de la escultura.
En la misma sala se exhibe también el film El cirque Calder, recreación del Circo Barnum y Barley creado por Calder en los años 20, el cual estaba conformado por diversos personajes realizados en corcho y alambre que Calder hacía actuar frente a la presencia de un gran público. Las figuras de circo constituyen la manifestación preliminar del artista por instalar las ideas de movimiento y equilibrio en su obra, siendo claves para la comprensión del concepto de acción que ésta lleva implícita. Bajo la mirada de esta muestra, el movimiento, entendido como un acto que se desarrolla en el tiempo, constituye el principio estético central que permite generar una lectura de la obra de Calder como un teatro-espectáculo que activa encuentros entre obra y público.
La segunda sala se abre bajo el título Una proposición (encontrada) y presenta una escultura fundacional, preliminar a la creación de los mobiles. La obra se titula Small Sphere and Heavy Sphere (Pequeña esfera y pesada esfera) [1932-1933] y está compuesta por varios objetos, entre ellos un cajón, una lata, una estructura de la cual pende un platillo amarillo (gong) y cinco botellas, todos estos elementos dispuestos sobre el piso. Completa la “escena” una barra suspendida desde el techo de cuyos extremos cuelgan un hilo y un alambre. Del hilo se suspende una esfera liviana de madera blanca y del alambre, que es más corto que el hilo, pende una esfera grande roja de acero fundido; ambas esferas equilibran la barra manteniéndola perpendicular al techo y al suelo. La esfera roja, luego de ser empujada por el propio espectador, realiza un movimiento circular que golpea los objetos, detonando el sonido concreto de éstos. “La esfera acaricia los objetos o los golpea fuertemente, creando un sonido seco -aunque la mayoría del tiempo no los toca, generando suspenso y expectativa-. La esfera se balancea del vidrio, a la madera, al gong. Entre estos objetos, puede detenerse en ciertos momentos. No existe guion. A veces, el móvil se enreda en la impedimenta, pero luego se recupera continuando su camino” [4].
Junto a la obra, se exhibe una carta escrita por Calder el 28 de agosto de 1943, que fue descubierta recientemente en los archivos de Sweeney. En ella, Calder solicita al curador James Johnson Sweeney que Small Sphere and Heavy Sphere fuese incluida en su retrospectiva de 1943 en el MoMA. En dicha carta Calder señala:
“Se me olvidó mostrarte este objeto. Uno hace que la esfera roja (de hierro) se mueva en un pequeño círculo -este movimiento + la inercia de la barra y la extensión del hilo crean un patrón de movimiento sumamente complicado. La impedimenta -cajas, platillo, botellas, latas, etc. contribuyen a la complicación, y además añaden sonidos de golpes secos, choques, etc.-. Ésta es una reconstrucción de la que tenía en París en 1933. Voy a bajarla e instalarla para que la puedas ver. La llamo ‘Small sphere + Heavy sphere’” [5].
Antelo-Suárez establece un vínculo entre la obra y la carta escrita por Calder, leyendo el conjunto como una “proposición” en la que el artista realiza una declaración al mismo tiempo que sugiere un plan de acción, lo que invita a la participación del público en su ejecución. Según ella misma señala:
“Esta obra es una proposición, con un programa abierto y colaborativo. Marcó un momento decisivo en la obra de Calder, no en relación a cuestiones formales sino en cuanto aclara su búsqueda del potencial en la acción, la reacción y la interacción” [6].
En Small Sphere and Heavy Sphere, la manera en la que el artista realiza una propuesta que “trae a la obra” elementos que son propios del mundo como materialidades, objetos y situaciones, señala la inscripción de la obra en la experiencia, como un acto estético que se pone en curso a partir de la activación del objeto-obra por parte del espectador. La escultura exige su “ejecución” para ser puesta “en movimiento”, operando como un dispositivo que, a la manera de un “llamado de atención”, cobra protagonismo al interior del propio espacio del sujeto.
En Calder, esta nueva relación que la obra establece con el espacio se debe -principalmente- a que, si bien éste integró motores mecanizados para dar movimiento a sus primeros mobiles, finalmente optó por que éstos dependieran del viento para activar su desplazamiento. Ello constituye un gesto de renuncia a la idea de ejercer un control sobre la obra, donde el movimiento es abandonado a merced de las condiciones del viento a la manera en que lo hacen las velas de un barco. Siguiendo una lógica de causa y efecto, en la mayoría de los casos, los elementos de los mobiles siguen una serie de trayectorias conectadas que se encadenan hasta haber completado la serie y volver al reposo. Los ritmos de las oscilaciones y su duración temporal dependen de las variables ambientales externas al cuerpo mismo de la escultura, haciendo ingresar en ésta un coeficiente de incertidumbre que escapa al orden estricto de la representación. En este sentido, como señaló Jean-Paul Sartre: “Calder no sugiere nada: atrapa auténticos movimientos vivos y les da forma. Sus móviles no significan nada, no nos remiten a nada que no sean ellos mismos: son, eso es todo. Son absolutos” [7].
Bajo este prisma, Small Sphere and Heavy Sphere ensayó en varios aspectos una propuesta expansiva de las manifestaciones tradicionales de la escultura, al operar como un sistema que transgrede los modelos escultóricos establecidos por la vanguardia, como lo fueron el uso del pedestal, la estabilidad y atemporalidad del objeto, insistiendo, por el contrario, en un ejercicio que Antelo-Suárez señala como “la proposición de una acción”, en el cual la esencia del movimiento traslada la obra hacia el orden del acontecimiento.
Small Sphere and Heavy Sphere, el primer móvil colgante de Calder, finalmente no fue integrado a la exposición del MoMA ni a ninguna otra exhibición hasta hoy, posiblemente porque su complejidad la desmarcaba de los modelos canónicos del arte moderno. En esta línea, la propuesta curatorial de Antelo-Suárez asume un riesgo crítico, pues propone redefinir nuestra relación con Calder, animando una serie de nuevas lecturas que amplían y complejizan la comprensión de su obra, sugiriendo pensar en nuevas rutas posibles si la obra se hubiera incluido en la exposición del MoMA. Al respecto, Antelo-Suárez reflexiona:
“Si Small Sphere and Heavy Sphere hubiera sido expuesta en 1943, ¿sería posible pensar la obra de Calder solo desde una visión constructivista o también habría que hacerlo desde una perspectiva dadaísta? ¿Qué influencia hubiera ejercido esta obra en las prácticas artísticas de los 60 a los 90? Integrando esta obra, ¿se ampliaría la comprensión crítica de Calder remitida casi exclusivamente a su visita al estudio de Mondrian en 1930?, ¿cómo podemos reescribir la historia para reintegrar la proposición sobre la obra y la carta de 1943 y así renegociar su existencia?”.
En continuidad y bajo el nombre de Años 1940 y 50: La esplendorosa era del objeto-ballet semi-autosuficiente, se inaugura la tercera sala, la cual contrapone al trabajo anterior obras en las que el público ya no participa activamente, pues el movimiento, especialmente en los mobiles colgantes, es generado por el viento. Por ello, estos mobiles son considerados como formas semi-autosuficientes y autónomas. En 1937, Calder escribe:
“Solía impulsar algunos de mis móviles con pequeños motores eléctricos, y aunque ahora he abandonado eso hasta cierto punto, me sigue gustando la idea, porque se puede producir un movimiento definido en vez de irregular… aunque en ocasiones también me gusta esto. Mediante la impulsión mecánica se puede controlar la cosa como la coreografía de un ballet” [8].
Esta última idea es retomada en la cuarta sala titulada Bailando entre el móvil y el stabile, donde se presentan algunas esculturas mobiles y stabiles que visibilizan, diversifican y reactualizan la comprensión de la obra de Calder en el presente, ampliando y sugiriendo lecturas que de algún modo buscan reflexionar sobre una tendencia de Calder hacia lo que constituye parte esencial de su obra: su condición de espectáculo.
Según escribe Arnauld Pierre: “Si el movimiento constituye la esencia y la condición del espectáculo, entonces el móvil, que integra tanto las causas como las manifestaciones, es espectacular en sí mismo y aún, por así decirlo, a pesar de sí mismo. Se ofrece, no para representar algo, sino para ser representación en sí misma: el móvil, para retomar un término forjado por Fernand Léger y que hubiéramos creído inventado por Calder, es sin duda el ‘objeto-espectáculo’ por excelencia” [9].
Así, el recorrido por las obras de Calder, desde sus dibujos, su Cirque Calder, las esculturas de alambre hasta los mobiles y stabiles, dan cuenta de una búsqueda del espectáculo, pero no entendido como un show mediático que encandila la conciencia, sino como un “arte de la presentación” que intenta nutrirse siempre en el diálogo entre obra y público, “en un esfuerzo de generar encuentros fortuitos con la materialidad fundamental del mundo: los objetos y sus propiedades, el espacio y el tiempo, la causa y el efecto, la posibilidad y la certeza”.
[1] Se conoce como ‘móvil de pie’ a las esculturas de Alexander Calder que poseen una base que se apoya sobre el suelo, a diferencia de los móviles que se suspenden del techo. Esta base es absorbida como parte integral de la escultura de tal manera que ésta adopta una forma escultórica pero, al mismo tiempo, continúa siendo un pedestal. En este sentido, Calder aborda el problema de la pedestalización la escultura moderna, poniendo en tensión la idea de la base tradicional y atribuyendo un significado estético y formal para ésta.
[2] Antelo-Suárez, Sandra. En Dossier de Prensa Teatro de Encuentros. PROA. P.9.
[3] Duchamp, en una dinámica de mutua colaboración con Calder, es quien otorga el nombre de mobile a las esculturas de Calder. El término hace referencia a un juego de palabras en francés que significa a la vez movimiento y motivo, o “la fuerza detrás de una acción”, lo que para Sandra Antelo-Suárez sugiere que desde sus inicios la obra de Calder salía al encuentro de generar una dialéctica entre causa y efecto.
[4] Antelo-Suárez, Sandra. En Dossier de Prensa Teatro de Encuentros. PROA. P.12.
[5] Alexander Calder. Carta de Calder a James Johnson Sweeney, 28 de agosto de 1943. Archivos Calder Foundation. Citado por Antelo-Suárez en Dossier de Prensa Teatro de encuentros. PROA. P.11.
[6] Antelo-Suárez, Sandra. En Dossier de Prensa Teatro de encuentros. PROA. P.10.
[7] Sartre, Jean-Paul, Les mobiles de Calder, catálogo de la exposición Calder, París, Galerie Louis Carré, 1946, pp. 9-19.
[8] Calder, Alexander. Mobiles. The Painter’s Object, Londres, Myfanwy Evans (ed.), 1937, pp. 62-67. En Teatro de Encuentros.
[9] Arnauld Pierre, citado por Adriana Rosenberg, en Dossier de Prensa Teatro de Encuentros. PROA. P.8.
Alexander Calder: Teatro de Encuentros aborda 60 años de la obra de este artista. Él fue un precursor en el arte y creía en la idea de que el público fuera protagonista de la obra. Su gesto, su participación la activaba. Luego, en sus móviles, la intención de la participación de la audiencia fue diluyéndose. Esa fue la era del objeto ballet semi autosuficiente. Como el de la foto. Pueden visitar la exhibición en Fundación Proa hasta mediados de enero.
Teatro de encuentros is a huge exhibition of around 70 works by US artist Alexander Calder, on exhibit through mid- January at Fundación Proa. The show covers six decades of work by the artist with a broad panorama, including his mystical mobiles and suspended sculptures made of sheet metal and wire that capture the movement and transform the works of art with every breath.
Una exposición de aproximadamente setenta obras de Alexander Calder (EE. UU., 1898 - 1976), que abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista. Constituyendo un amplio panorama, la exhibición es un testimonio de la contemporaneidad perdurable de Calder y la importancia de sus contribuciones artísticas.
“Así que lo que hago no es exactamente lo que pienso… sino una especie de esbozo, una aproximación hecha por la mano del hombre. Que otros capten lo que tengo en mente me parece accesorio, por lo menos mientras ellos tengan sus propias ideas.” Esta afirmación de Alexander Calder publicada en uno de sus libros en 1951 da algunos indicios de la manera en que AC concebía su producción. Interesante porque no se basa en certezas sino en obras que se abren a experiencias colaborativas donde el azar juega un plano interesante a pesar de que sus obras tenían previsión del movimiento que se produciría.
La convocatoria tiene menciones muy destacables, en parte porque su nieto y presidente de la Calder Foundation fue quien recorrió los espacios comentando y accionando las piezas que necesitaban el impulso; también porque la curadora Sandra Antelo-Suárez, quien viene estudiando su producción, nos acerca un plano muy amplificado de lo que realmente implica este singular artista, tan difundido que tiene obras en 38 países. Explica en su texto: “su obra se reactiva constantemente en un esfuerzo por generar encuentros fortuitos con la materialidad fundamental del mundo: los objetos y sus propiedades, el espacio y el tiempo, la causa y el efecto, la posibilidad y la certeza.” Y esto la lleva en parte al títuloTeatro de encuentros. Pero hay que citar también aquí al diseño expositivo porque magnifica la idea de presentar el aire como parte de lo que el propio artista consideraba como “una estética de la ingravidez”. El trabajo de Pablo Zaefferer con el asesoramiento del Estudio Federico Churba hicieron junto al equipo de montaje de Proa un gran trabajo.
Lo cierto es que una vez que tenemos un Calder delante es como experiencia que no olvidaremos jamás. Es el propio autor quien quedó fascinado con la representación del movimiento de los planetas y lo escribió: “¿Cómo nace el arte? De los volúmenes, el movimiento y los espacios cincelados dentro del espacio circundante, el Universo.” Su búsqueda siempre fue encontrar otra forma de hacer escultura “la necesidad desesperada de desconectarse del suelo para anular la obstinada conexión entre la escultura y su analogía: el cuerpo humano enraizado” - cito el texto curatorial-.
Hay una obra que sólo pudo reconstruirse cuando se halló la pieza que la explicaba, una carta de Calder dirigida a James Johnson Sweeney curador del MoMA proponiéndola para su retrospectiva de 1943, obra que no fue aceptada y tiene el germen de todas sus producciones posteriores. Se trata deSmall Sphere and Heavy Sphere, 1933cuyo plan de acción tiene la simpleza de una barra suspendida del techo y unos objetos en el piso. El vector es la barra de hierro y los objetos cotidianos cinco botellas de vidrio, un platillo (gong), una lata y un cajón de madera. “Los objetos no son importantes. Lo que importa es la proposición y su complicación: la impedimenta, la inercia, las distintas extensiones, los sonidos de golpes secos y choques que se generan cuando se activa la pieza. Calder llama “impedimenta” y también usa otro término para definir sus propósitos, la “disparidad contra el determinismo”, una situación que invoca lo lúdico de su obra y lo lleva a trabajar con una paleta restringida de blanco-negro, rojo como disonancia y los dos colores primarios que restan. De sus relaciones personales surgen ideas, de Marcel Duchamp quien bautiza como móviles sus piezas o de Jean Arp que indica como stábiles sus proyectos que no incluyen movimiento. Explicó Gilles Deleuze que para él Calder “se enfoca en la complejidad sensual de la realidad. Por realidad, quiero decir la realidad física y la fantasía, ‘es un caso de transición’, ‘de un cambio’, un becoming, un devenir, pero que perdura, un cambio que es la sustancia misma”.
En las cuatro salas de la Fundación Proa se desenvuelve el proceso de búsqueda que lleva a AC a ir encontrando una serie de parámetros que están tan bien profundizados en los textos que recomiendo leer y se encuentran accesibles en fragmentos en la página web, como en el bellísimo catálogo de referencia. Se leen una serie de interpretaciones ya que también es difícil clasificarlo como artista abstracto, dadá o surrealista, pues su singularidad descansa en una cierta absorción en un tema “que es fresco, una frescura que contiene y mantiene emoción…” tal como afirma de John Dewey.
This exhibition of approximately sixty works by Alexander Calder (USA, 1898-1976), comprises six diversely creative decades of the artist’s life. Constituting a broad panorama, exhibition is a testimony to the enduring contemporaneity of Calder and the importance of their artistic contributions.
Calder is known as the inventor of the ‘mobile’, a type of “suspended sculpture” made of sheet metal and wire that captures movement in a series of ever-changing forms, offering radical alternatives to the language of abstraction and art concepts existing; It is also famous for its “stabiles”, static implicit motion sculptures.
With the curatorship of Sandra Antelo-Suarez, the exhibition follows the vision and the relevance of Calder as one of the artists more pioneers in the last century. ‘Theatre of Encounters’ presents the diversity of his work, revealing their multifaceted artist approach.
Theatre of encounters is organized by Fundación Proa with the collaboration of the Calder Foundation, NY.
Curator: Sandra Antelo Suárez
Fundación Proa
Av. Pedro de Mendoza 1929 y Caminito
La Boca, Buenos Aires | Argentina
PROA inaugura este sábado 60 obras de Alexander Calder mayor escultor estadounidense de la historia.
En 1926 se radicó en París y vivió en Europa cerca de 15 años. Fueron sus amigos Piet Mondrian, Joan Miró y Pablo Picasso.
En 1930 queda deslumbrado al visitar el estudio de Mondrian y deja la figura por la abstracción para “dar movimiento a lo que hacía Mondrian”.
El gran Premio de la Bienal de Venecia en 1952 y le llueven encargos de todo tipo, sobre todo en los Estados Unidos donde había retornado vivir. También se destacó en la creación de joyas y juguetes. Su gran amigo fue Joan Miró con quien compartió sus ideas plásticas, siempre recuerda la maravillosa exposición en la Phillips Collection de Washington que los reunió a los dos y que fue una de las más bellas exposiciones que vio en su vida.
Se estima que realizo 22.000 esculturas en su vida. Unas 50 esculturas se venden en subastas cada año y su mayor precio fue “Pez Volador” vendida por Christie´s en U$S26 millones, triplicado su base. Unas 250 esculturas se han vendido en las últimas dos décadas en más de U$S 1 millón y también tienen buen mercado sus grabados, dibujos y tapices.
La nueva gran exposición de Proa abarca alrededor de 70 obras del artista Alexander Calder (EE. UU., 1898 – 1976). Se muestran en ella diversas décadas del artista, teniendo un amplio panorama de su contemporaneidad e importante contribución al arte.
Calder tuvo un impacto profundo en el arte del siglo XX con sus instalaciones y móviles abstractos. La exposición organizada por la Fundación Proa y Calder Foundation, NY intenta plasmar la diversidad de su trabajo. Como artista multifacético, Calder fue un gran intérprete y pionero del siglo pasado en el Arte.
En lo que respecta al trabajo de RotulArte, para esta exposición fué el de imprimir y montar las dos lineas de tiempo. Las cuales se imprimieron en vinilo ritrama mate; Realizado en paños. ( Cuándo se necesita abarcar una superficie muy grande, inevitablemente la gráfica se paneliza) El mural de una extensión de 400 x 230 cm y 320 x 220 cm se instaló en paneleria provista ya por el museo. En ellas se aprecian líneas de tiempo que describen los hechos más importantes en la vida del artista.
También como parte de la gráfica se colocó vinilo de corte blanco en una de las paredes de hormigón. Con el nombre de la exposición: “Alexander Calder” este pequeño detalle se destaca por sobretodo una estética industrial.
Para concluir, no resta más que decirles; No dejen pasar la posibilidad de ver esta increíble muestra en Proa hasta el 13 de Enero de 2019.
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Las obras, y en general el arte, fue creado para transmitir sentimientos y emociones como pueden ser la tristeza, el amor o incluso la alegría Pero , ¿alguna vez se han parado frente a una obra y han sentido incertidumbre?.
Pues Alexander Calder, uno de los artistas mas influyentes del SXXconsiguió transmitir este sentimiento a través de "Teatro de Encuentros", una exhibición realizada en el Proa que recoge 60 obras que abarcas 60 años de la producción del artista.
Calder perteneció a la vanguardia Abstraction-Création desarrollada en Europa y creada por Piet Mondrian, Jean Hélion, Jean Arp y Antoine Pevsner este movimiento surge para contrarrestar el movimiento surrealista de los años veinte.
Su objetivo es expresar sentimientos y transmitir sensaciones a través de la abstracción. es el caso de la obra de Calder "Small Sphere and Heavy Sphere". Creada para la interacción con el espectador y que genera diferentes sonidos al chocar una de las esferas con los distintos objetos que se encuentran a su alrededor.
Esta era la forma de Calder de modificar la escultura clásica. Su escultura estaba formada por piezas flotantes que colgaban del techo y que, a diferencia de las comunes, tenían un movimiento real gracias a la ligereza de los materiales que empleaba (alambre, chapa etc).
Con esto, consiguió el sentimiento de incertidumbre en los espectadores, ya que en sus obras el movimiento y el sonido son siempre aleatorios e imprevisibles y por tanto, sorpresivos.
La Fundación Proa de Buenos Aires alberga, desde el 8 de septiembre hasta el 13 de enero, Teatro de encuentros, muestra dedicada a uno de los artistas más influyentes del siglo XX: el estadounidense Alexander Calder. Son 60 obras en las que destacan las célebres esculturas con alambre y los móviles de color, livianos y sutiles.
La curadora de la muestra es una boliviana, la cruceña Sandra Antelo-Suárez, que radica en Estados Unidos y que ha dedicado varios años de estudio a la obra del escultor, que nació en Pensilvania en 1898 y murió en Nueva York en 1976. Teatro de encuentros es una exposición que cubre 60 años de la carrera de Calder, lo cual la hace, de alguna manera, global, pero finalmente tiene una lectura particular que Antelo viene desarrollando desde hace una década. La curadora ha estudiado la parte más ideológica del escultor; es decir, a un Calder casi desconocido, no al que se ve en todas partes.
“A Calder siempre se lo ha mirado a través de lo formal. Sobre él se ha dicho y se ha expuesto tanto, que la pregunta era: ¿qué podemos hacer? Entonces, nos dimos cuenta, dentro de nuestro campo, de que aún hay cosas con las cuales contribuir.
Lo interesante con Calder es que su obra genera una riqueza muy grande”, explica Antelo-Suárez, que presenta Teatro de encuentros como un proyecto avalado por la Fundación Calder. Pionero y moderno Calder perteneció al movimiento Abstraction-Creation, creado por Piet Mondrian, Jean Hélion, Jean Arp y Antoine Pevsner. Tuvo una gran amistad con Joan Miró y con otros artistas de la vanguardia europea.
Fue pionero del arte cinético e inventor de los mobiles (móviles), bautizados con ese nombre por su amigo Marcel Duchamp. Es reconocido como el primer artista verdaderamente internacional del siglo XX. Entre 1926 y 1933 cruzó el océano Atlántico 12 veces. En Europa y en Estados Unidos, los espectadores de vanguardia recibieron con entusiasmo El Circo de Calder, su pionera obra de arte performativo, puntapié inicial de una revolución cinética en el arte moderno. Sandra vio El Circo y lo miró con diferentes ojos.
“Para mí, El Circo es un evento socioconceptual de una performance. Así empecé a descubrir a un Calder que no conocía. Mis estudios se basaron en la época del posestructuralismo, de la semiótica, de la crítica institucional. Hasta entonces, a Calder se lo había mostrado a través de la cuestión formal, el color y el movimiento, que para mí son fachadas de distracción a medida que uno va descubriendo otras cosas en el artista”, indica la curadora. Antelo-Suárez había realizado anteriormente otros trabajos sobre el escultor. En 2017 curó la exposición Kinetic of violence, además, ha escrito varios ensayos sobre los cuales prepara un libro.
“Me interesaba buscar el punto donde se encuentra el acto estético en Calder. En él se manifiesta el encuentro, una escultura en vivo, una llamada al momento. Y nunca hay dos momentos idénticos. Claro que ahora vemos las piezas de otra forma, porque han pasado casi 100 años”, añade. Small Sphere and Heavy Sphere (Pequeña esfera y pesada esfera, 1932/1933), el primer móvil colgante de Calder pensado para que el espectador lo mueva, es una pieza clave de su producción y de esta muestra. De forma aleatoria e imprevista, se generan distintos sonidos cuando una pequeñísima esfera blanca golpea diferentes objetos, como botellas vacías, una caja de madera y latas.
Los objetos conforman una instalación móvil e interactiva. Para preservar la obra, el espectador no podrá activarla. En una carta, Calder le sugirió al curador James Johnson Sweeney que Small Sphere and Heavy Sphere se incluyera en su retrospectiva de 1943 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La obra no fue incluida en la exposición.
Tal vez era una obra compleja para su tiempo y complicaba la estrategia que desarrollaron Alfred H. Barr, Jr., el director del MoMA, los curadores y las curadoras y el MoMA como institución para expandir el canon del arte moderno a Nueva York. “Entre lo más interesante de la exposición se encuentra esta carta, que se presenta por segunda vez. Muchas de estas obras de los años 30 han sido pasadas por alto en la mayoría de las muestras. Y a mí ese es el Calder que me interesa, el que hace juegos mentales, que se anticipa, participa y especula. Es un poco lo que se puede llamar la cultura performática, un nombre tan trillado ahora y que hace 100 años no significaba nada”, complementa Sandra.
El mundo de Alexander Calder es un teatro de encuentros en el cual todo lo que se desenvuelve constituye un compromiso con el presente. El mundo de la boliviana Sandra Antelo-Suárez está íntimamente ligado al arte y, en los últimos años, al escultor estadounidense que está presente en la Fundación Proa con una muestra curada por ella.
Antelo-Suárez es una cruceña que vive en Estados Unidos, experta en Calder y voz autorizada para hablar de su obra y trayectoria a través de los diversos escritos que ha dejado, en los que hace énfasis en el acto estético, que se sitúa en el encuentro, en un juego mental sin guiones ni límites, pleno de colaboraciones en desarrollo, especulaciones y expectativas.
Todo esto queda plasmado en Teatro de encuentros y en las cuatro etapas en las que está dividida la muestra (En busca de la acción y la interacción, Una proposición, La esplendorosa era del objeto-ballet semi-autosuficiente y Bailando entre el móvil y el stabile). Asimismo, se amplifica en la voz firme y elocuente de Antelo-Suárez, que habla con entusiasmo de su trabajo al programa Aquí estoy, de EL DEBER Radio, para luego ampliar y desarrollar sus conceptos sobre arte y la visión de una profesional en el tema, en una entrevista con Brújula.
Sandra es brasileña de nacimiento casi por accidente. Nació en Río de Janeiro, adonde sus padres habían viajado. Pero permaneció ahí solo nueve días y llegó a Santa Cruz de la Sierra, donde creció y se educó, por eso se considera una auténtica camba. A los 16 años viajó a Estados Unidos a estudiar Literatura comparada en español e inglés. Su inclinación por las artes y las ciencias sociales, la llevaron por universidades enfocadas en las ‘liberal arts’, entre las que tuvo la oportunidad de hacer maestrías y un doctorado en Arte.
Radicada en Nueva York desde principio de los años 90 y habiendo adoptado un enfoque interdisciplinario global, Antelo-Suárez ha llevado a cabo una investigación en profundidad de la escena artística desde diversos campos. En 1993 se hizo cargo de Espacio del tiempo: Artistas contemporáneos de las Américas, la primera exposición de artistas de la región que trascendió las clasificaciones culturales y que se realizó en The Americas Society, una organización dedicada a la educación y el debate en la región. Simultáneamente, realizó la exhibición Artistas latinoamericanos del siglo XX, en el Museo de Arte Moderno (MoMa).
A sus 25 años creó el que considera su mejor proyecto: la organización sin fines de lucro Trans, una plataforma de contextualización de arte internacional y luego fundó la revista Trans Cultures Media, de la que fue editora. Se trata de una publicación interdisciplinaria y multilingüe con un enfoque en las culturas americanas, que llegó a publicar ensayos seminales de autores como Ernesto Laclau, Judith Butler, Juan Goytisolo y Silvère Lotringer.
“Era a principios de los años 90 y en esa época trabajaba con artistas de mi generación, con los que hablábamos el mismo lenguaje, vivíamos lo que estábamos haciendo. Había una energía increíble. Fui una articuladora cultural que logró poner en marcha los proyectos que creamos. Hacíamos curadurías, simposios, debates. Utilizábamos el internet como una herramienta editorial. Era Trans, es decir, un espacio entre lugares”, rememora Sandra.
Luego de que la plataforma cumplió su ciclo, Antelo-Suárez se sumergió en proyectos de diversas características. En 2001, en Nueva York, curó las primeras exposiciones individuales de Yang Fudong, Daniel Guzmán, Joan Jonas, Marine Hugonnier y Mircia Cantor.
En la edición 2002 de la feria Art Basel de Miami curó y produjo Smile without a cat: A celebration of Ann Lee’s Vanishing, un proyecto de fuegos artificiales de Pierre Huyghe y Philippe Parreno. Entre sus trabajos de esta época también se destacaNo confíe en nadie de más de 30 años, acerca de la obra de Dan Graham, Tony Oursler y Rodney Graham, artistas conceptuales de los años 60. La pieza, que se presentó originalmente como un espectáculo de títeres de rock en vivo, fue producida por Sandra en colaboración con el maestro de títeres Phillip Huber. Se presenta actualmente en la galería Lisson, de Londres.
“Yo no trabajaba con artistas muertos, como Calder o Picasso, nunca me atrajo ese glamour de los artistas míticos. Tampoco buscaba asociar forzosamente mi labor con una cuestión ideológica. Pero me siento muy agradecida por la gente que decidió realizar estos proyectos conmigo”, asevera.
Antes que curaduría, Antelo-Suárez prefiere llamar ingeniería cultural a lo que hace, porque ahora “se cree que curar una tienda es curar”. “No es por una cuestión de elitismo, sino porque tenemos que empujar los estudios académicos”, aclara. Sandra recalca que cada uno de los responsables de una ingeniería cultural tiene su propia visión e influencias. En el caso de ella, le importa lo inmaterial.
Establecer diálogos
Antelo-Suárez está convencida de que el arte promueve el diálogo y permite abordar muchos temas de interés para una sociedad, pese a las diferencias ideológicas de sus componentes.
“No soy una amante de las artes visuales, utilizo mis conocimientos al respecto como una forma de proveer nociones de igualdad y de crear contextualizaciones históricas, es decir, saber reconocer de dónde venimos. Sí, es muy bonito el cuadro y el arte de sala, pero no me interesa el diseño de interiores. En mis proyectos, el texto es muy importante y el libro como un espacio de exposición de ideas, como un objeto que puede estar en muchos lugares”, expresa.
Sobre la actividad artística en Bolivia, confiesa que no hace un seguimiento permanente, pero trata de estar al tanto de las novedades. Conoce a varios artistas de la actualidad y en diferentes épocas ha realizado estudios sobe arte boliviano. Viaja a Bolivia con frecuencia, aunque desde hace dos años no viene.
Sandra no oculta su interés de ser considerada una embajadora cultural, porque trabaja para eso. “Son momentos propicios para establecer diálogos y creo que lo podemos hacer en todos los campos del arte, no solo en las artes visuales, sino también en la literatura”, dijo y adelantó que está gestionando becas para artistas bolivianos en EEUU.
Más allá de nombres individuales, como Gastón Ugalde o Roberto Valcárcel, aguarda que artistas de esta generación también sean referentes en el exterior. Le parece fundamental que las galerías privadas y espacios públicos trabajen en conjunto. “Celebro toda oportunidad que tenga un artista de desarrollar su obra, pero es más importante el contexto”, afirma la experta cruceña, que se refirió también a las bienales de arte de Bolivia. La referencia principal al respecto son sus amigos, que han sido invitados como jurados internacionales a los diversos certámenes, mientras ella manifiesta su extrañeza por no haber sido llamada a ninguna versión.
Antelo-Suárez valora a los mecenas culturales, que se suman a los esfuerzos integrales para que el arte se sostenga. “Para que todo funcione es imprescindible que existan artistas, críticos, curadores, instituciones, galerías, coleccionistas, mecenas y universidades. Ahora, no creo que el estudio de las artes plásticas siempre sea lo mejor. Uno puede aprender técnicas ahí, pero hay que aprender a pensar. Hay tantas escuelas internacionales de arte, que se hace muy difícil encontrar un campo para que un artista como tal logre desempeñarse como profesional”, asegura.
También se refiere a cierta postura o mirada errónea que existe de ese artista ligado a la vida bohemia en detrimento de la producción cultural como objetivo de un trabajo serio y responsable. “Ser artista no significa que tengo que ser decadente, andar de fiesta y ofrecer algo que no tiene contenido, que es vacío. Uno puede trabajar más y tiene la misma validez que un ingeniero civil. Quizás, no hay una funcionalidad inmediata sino funcionalidades intangibles, como reconocer que la cultura es una posibilidad de diálogo. La producción cultural es algo que cuestiona, que pone en duda, que te permite saber que una obra dentro de 50 años seguirá siendo algo interesante aún, o puede tener otras lecturas. Ese es el Calder que a mí me interesa. El que hizo que algo de hace 100 años ahora me llame la atención”, finaliza Sandra.
Mientras muchos piensan los videojuegos como una simple evolución tecnológica de los juguetes, en el Laboratorio de juegos y experimentación de las Facultades de Comunicación e Ingeniería de la Universidad Austral (LUDLAB), tendemos a relacionarlos mucho con la historia del arte. Para ilustrar este vínculo, basta con darse una vuelta por la Fundación Proa, donde en estos días se puede ver una muestra de Alexander Calder. Sus móviles son de las primeras obras de arte visual que proponen la interacción lúdica con el entorno: las corrientes de aire generadas en la sala las mueven. En el Río de la Plata, también tuvimos exponentes de las artes que se animaron a investigar un costado más lúdico como Joaquín Torres García con sus juguetes de madera y en especial Gyula Kósice que en la década del 40 realizó una escultura (Röyi) y unas pinturas con bisagras, proponiendo la interacción del público y violando la ley que dice “prohibido tocar”. En esos mismos años Kósice comenzó a hacer obras con tubos de neón: electricidad e interactividad, dos elementos básicos para la aparición de los videojuegos. Julio Le Parc es otro de los locales que coquetea con lo lúdico en muchas de sus producciones. Más adelante otros artistas latinoamericanos expusieron obras en las que exploran conceptos como la virtualidad o lo inversivo, palabra que cada vez se usa más en el léxico gamer. No es casual que en la década del 70 cuando los artistas de Centro de Arte y Comunicación (CAYC) comenzaron a hacer arte con computadoras, surgieran los primeros videojuegos. La estética, el diseño sonoro, el diseño del espacio, la narrativa, la forma en la que se experimenta el tiempo y la conducta, son algunos de los muchos elementos que comparten desde entonces estos dos mundos.
La primera exhibición de videojuegos en el circuito artístico fue curada por Rochelle Slovin en el Museum of Moving Image. Un tiempo después, Paola Antonelli dio un paso polémico al incorporar una serie de videojuegos a la colección de diseño del MOMA de New York. Desde entonces, se destacan muestras que mezclan arte y videojuegos como la exhibición recientemente inaugurada Design/Play/Disrupt del Victoria & Albert Museum (Reino Unido), Hand Eye Society (Canadá), A MAZE (Alemania), Playful Arts Festival (Holanda) y Freeplay (Australia).
En Buenos Aires, Luján Oulton es quien lidera la discusión arte/videojuegos. Su tesis (aún en proceso) estudia cómo los artgames y videojuegos experimentales se introducen en museos y galerías. Luján también es una de las creadoras e impulsoras de Game on! El arte en juego, la primera y única exhibición en Argentina sobre arte y videojuegos que ya lleva seis ediciones en las que se exploran nuevas formas de activismo y de cibernarrativa, además de reformular nociones como la interactividad, la sensorialidad y la experiencia estética. El Espacio de la Fundación Telefónica Argentina también dedicó hace poco una expo a la historia de los videojuegos.
Entre los artistas locales ya se destacan en este campo Daniel Benmergui, Agustín Pérez Fernández, Laura Palavecino, Florencia Rumpel y el número crece cada año.
Martín Bonadeo es artista plástico, docente y doctor en Ciencias de la Comunicación.
Con sus idas y vueltas, la discusión contra o sobre la figuración es uno de los problemas más interesantes que se han dado en el ámbito del arte. Sin evocar la necesidad del fanatismo, ni de estilo ni de filosofía, la posibilidad de imaginar un arte desligado de la representación le ha regalado al mundo una cantidad y una variedad de belleza invaluable.
Una de las estaciones más provechosas de ese recorrido es, sin dudas, el arte cinético. Si bien su concreción artística puede filiarse unos años antes, fue la muestra organizada por Denise René en París en 1955 la que le dio nacimiento institucional a un grupo de artistas originales que tenían en el centro de su producción las ideas de movimiento –tal vez sea más ajustado hablar de inestabilidad–, una relación distinta entre la obra y el espectador y la incorporación de tecnología como medio y fin de la relación del arte con la vida cotidiana. En la exposición, curada por Pontus Hulten, mostraron obra una mezcla de artistas jóvenes como Pol Bury, Jean Tinguely y Yaacov Agam junto a consagrados como Marcel Duchamp, Víctor Vasarely y Alexander Calder.
Calder venía trabajando un concepto artístico desde hacía casi dos décadas, desarrollando unos móviles (el nombre se lo debemos al propio Duchamp) en el que la inestabilidad, el juego y los efectos de la luz eran protagonistas excluyentes.
Estos móviles constituyen el atractivo más fuerte, aunque no el único, de la actual muestra de Alexander Calder en Proa. Con curaduría de Claudia Antelo-Suárez, el gran espacio del barrio de La Boca suma un capítulo más a la serie de exhibiciones que recuperan las mejores tradiciones del arte contemporáneo del siglo XX. Entre muchos otros, fueron Duchamp en 2009, Louise Bourgeois en 2011, Joseph Beuys en 2014, la muestra sobre el futurismo y Kazimir Malevich en 2016, Yves Klein el año pasado. A esta lista se agrega ahora el nombre de Calder. Las 4 salas de Proa dibujan en alguna medida la evolución del artista estadounidense entre las décadas del 20 y del 70.
Las primeras obras de Alexander Calder: Teatro de Encuentros son las esculturas de alambre en las que el artista utiliza el material para construir dibujos flotantes definiendo figuras de animales y retratos. En las sala pueden verse, también, unos dibujos sobre las mismas temáticas, donde el pincel juega con una libertad absoluta y cuyo resultado se asemeja a pinturas orientales en las que es más importante la sugerencia que la imagen final.
En las esculturas de alambre, el visitante podrá reconocer referencias de las continuidades más fuertes en el cuerpo de obra de Calder. La movilidad, concepto clave de su trabajo, está sostenida en el incipiente juego propuesto en obras como “Goldfish Bowl”, de 1929, en la que una pequeña manivela permite mover a los pececitos de alambre que habitan el interior de la pecera. Esta escenificación es una pequeña muestra de una de las experimentaciones de Calder. En sus años parisinos, entre 1926 y 1933, el artista trabajó en las presentaciones de su circo. Consistía en un escenario en el que unas figuras pequeñas realizadas en múltiples materiales jugaban escenas más o menos dramáticas, más o menos humorísticas, propias del circo. Malabaristas y trapecistas hechos con alambre, botones, clavos oxidados y tapas de botellas usadas se jugaban la vida bajo los sistemas mecanizados ideados por Calder. En algunos casos, las cosas salían mal y los artistas morían, lo que habilitaba el consecuente funeral, con sus congojas y sus lágrimas. No es difícil establecer un paralelo entre las funciones del Grand Cirque Calder y las posteriores perfomances de los años 60 y 70, con su carácter experimental y su convocatoria lúdica.
El desarrollo del cinetismo en Calder es muy particular. Pasó al menos por tres estadíos. Sus obras iniciales tomaban el precepto tecnológico propio de la escuela, incorporando pequeños mecanismos que daban movimiento a las obras. El siguiente paso fue el de incorporar al público como actor principal e impulsor del meneo. Años más tarde, abandona esta tendencia y resuelve la inestabilidad de sus obras con el único auxilio del viento o, incluso, de las leves brisas internas de lugares cerrados en donde se instala o muestra su obra.
En las salas 3 y 4 de Proa están los móviles (mobiles) y los stabiles de Calder. Los primeros son los más conocidos dentro de su cuerpo de obra y resumen sus búsquedas e intenciones. Uno de sus objetivos fue –lo definió bien Jean Paul Sartre– el de agradar. Los móviles de Calder son bellos, y transmiten esa belleza al escenario en el que se encuentran. La proyección de las sombras de los brazos y de las piezas principales de los móviles sobre las paredes de los salones de Proa son una continuidad de la obra y dibujan otras posibilidades de inestabilidad y generan un entorno mágico.
Uno de los más llamativos es “Triple Gong”, una pieza de 1948 que mide casi dos metros hecha de alambre y latón pintado. Se destacan tres gongs consecutivos de color dorado que marcan una suerte de secuencia y está rematado por un conjunto articulado de piezas de colores.
En una obra sin título de 1934 el móvil pende de un gran círculo de metal que está apoyado sobre el pedestal como una escultura más clásica. En este caso el movimiento está más contenido y a las piezas de metal se agregan otras de madera y algunas cuerdas.
Otra obra que combina ambos elementos es “Brass on Piano Legs”, de 1955. De una base escultórica con forma de trípode se desprende un móvil de los tradicionales de Calder con alambres y piezas de metal pintado. Esta obra está cotizada por la casa de subastas Christie’s en más de medio millón de dólares.
Pero la joya de la exposición es, sin dudas, “Small Sphere and Heavy Sphere”. Se trata de un trabajo conceptual que Calder realizó entre 1932 y 1933, al final de su estancia parisina. La obra es un verdadero happening en el que el azar, la indeterminación, la participación del público y hasta las dimensiones de la sala y los deseos del curador rehacen la obra en cada presentación. La idea de Calder es tan profunda que diseñó una experiencia estética que replica a la humana generando sus propias fallas y obstáculos. La experiencia humana no es lineal y la artística lo es aún menos. Cuando la voluntad activa la esfera más grande y más pesada una esfera más pequeña, más liviana y de otro material choca contra botellas, latas y un cajón de madera mientras busca la improbable concreción del deseo bajo la forma del sonido del gong apoyado en el piso. En un verdadero juego vital entre lo frustrante y lo satisfactorio. Ante cada estación del itinerario de la esfera pequeña, se activa una música distinta completando una experiencia ambiental difícil de emparentar con otras formas artísticas.
La intención del artista queda herida en la muestra de Proa, como en la de cualquier espacio estático, lo que no impide, por cierto, disfrutar de la genialidad del artista.
La última vez que los trabajos de Alexander Calder estuvieron en Buenos Aires fue en 1971, expuestos en el Museo Nacional de Bellas Artes. Casi 50 años pasaron para que podamos repetir ese gusto. No hay razón para perdérselo.
Alexander Calder
HIjo y nieto de escultores, estudió Ingeniería Mecánica. En 1926 empezó a hacer figuras de alambre y madera. En 1952 ganó el gran premio de Escultura de la Bienal de Venecia. Es conocido como el inventor del “móvil”, un tipo de escultura suspendida hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes; también es famoso por sus “stabiles”, esculturas estáticas con movimiento implícito. Desde sus móviles de la década de 1930 hasta sus instalaciones monumentales de la década de 1970, Calder impactó profundamente la historia del arte del siglo XX.
Alexander Calder. Teatro de Encuentros.
Lugar: Proa, av. Pedro de Mendoza 1929. Fecha: hasta el 13 de enero de 2019. Horario: martes a domingos, 11 a 19.Entrada: $80; estudiantes, docentes y jubilados, $50.
Disciplina mental e instrucción mecánica primero. Ciencia y Humanidades después. Ingeniería y Arte más adelante. Estos orbes parecían no aproximarse nunca pero gracias, entre otros, al Leonardo más famoso de la historia, sabemos que no se trata de conjuntos de supervivencia aislada sino de una intersección que ha dejado una huella profunda en el tiempo. Uno de los que más se ha bañado en estas aguas fue, sin dudas, Alexander Calder. Ingeniero de profesión, avezado en temas vinculados a la hidráulica y a la industria automotriz, el interés por el arte de quien fuera hijo de padre escultor y madre pintora, venció a su primera vocación. En 1923 se unió a la Liga de Estudiantes de Arte de Los Ángeles y comenzó una trayectoria que lo transformaría en uno de los más grandes referentes del siglo XX.
Pintor, grabador y diseñador de piezas de variada índole, sería la escultura el lenguaje que más se prestaría a sus búsquedas estéticas. Su visión fresca y audaz le ganó el reconocimiento de sus pares. Fue Marcel Duchamp quien bautizó mobiles a sus inusitadas piezas cinéticas, y Jean Arp el responsable de nombrar a los stabiles que son su huella en el mundo.
La Fundación Proa, en colaboración con la Fundación Calder de Nueva York, presentará, a partir del ocho de septiembre, una exposición dedicada a este exponente de la renovación escultórica. Con curaduría de Sandra Antelo Suárez, la muestra promete acercarnos a la producción de este innovador del trabajo volumétrico y extender a este campo el espíritu del maestro florentino. Pues si como él decía la pittura é cosa mentale, la escultura, de la mano de Calder y de una imaginación que se balancea al ritmo de sus creaciones, también.
Fundación Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929 | De martes a domingos de 11 a 19 hs. | Desde el 8 de septiembre
Lo primero que uno siente entre los móviles de Alexander Calder (EE. UU., 1898 – 1976), un mundo de piezas simples y potentes activadas apenas por el movimiento del aire del ambiente, es un golpe de asombro y felicidad.
Organizada con la colaboración de Calder Foundation, el sábado pasado Proa inauguró Teatro de Encuentros, una deslumbrante exhibición que reúne sesenta obrasque abarcan seis décadas de la producción del artista y que cuenta con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez.
"El gesto estético en Calder reside en el encuentro –dice Antelo-Suárez en una entrevista con Infobae Cultura–. Todo encuentro se compone de anticipaciones y colaboraciones, pero se trata de algo que no tiene un destino definido. Es una sinfonía de silencios que uno va construyendo. Calder tiene mucha teatralidad; cada sala de la muestra es como una escena".
La exhibición incluye dibujos para el libro Animal Sketching (donde planteó principios básicos para dibujar); esculturas con alambres doblados, que van a contrapelo de la idea tradicional de la escultura maciza, contundente, marmórea; stabiles (planos de chapa, tridimensionales, diseñados para lugares específicos) y sus fascinantes móviles, que se mueven con la brisa del ambiente. Estas últimas son obras autónomas que no requieren de la mano humana ni de mecanismo alguno para activarse.
Small Sphere and Heavy Sphere (Pequeña esfera y pesada esfera, 1932/1933), el primer móvil colgante de Calder pensado para que el espectador lo mueva, es una pieza clave de su producción y de esta muestra. De forma aleatoria e imprevista, se generan distintos sonidos cuando una pequeñísima esfera blanca golpea diferentes objetos como botellas vacías, una caja de madera y latas. Los objetos conforman una instalación móvil e interactiva. Para preservar la obra, el espectador no podrá activarla.
"En una carta, Calder le sugirió al curador James Johnson Sweeney que Small Sphere and Heavy Sphere se incluyera en su retrospectiva de 1943 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). La obra no fue incluida en la exposición. Tal vez era una obra compleja para su tiempo y complicaba la estrategia que desarrollaron Alfred H. Barr, Jr., el director del MoMA, los curadores y las curadoras y el MoMA como institución para expandir el canon del arte moderno y mover su centro a Nueva York", dice Antelo-Suárez. Esta carta resulta un hallazgo invalorable ya que da cuenta de la existencia de la obra y del modo participativo en que opera.
Calder, artista influyente del siglo XX
Calder perteneció al movimiento Abstraction-Création, creado por Piet Mondrian, Jean Hélion, Jean Arp y Antoine Pevsner. Tuvo una gran amistad con Joan Miró y otros artistas de la vanguardia europea. Fue pionero del arte cinético e inventor de los mobiles (móviles), bautizados con ese nombre por su amigo Marcel Duchamp.
Hacia finales de los años cincuenta, construyó esculturas monumentales con placas de acero atornilladas para espacios públicos. También incursionó en la creación de escenografías teatrales, libros ilustrados, joyas, juguetes y tapices.
Artista anti-pedestal, Calder modificó la escultura. Sus piezas flotantes se mueven de forma aleatoria por efecto de la sutil corriente de aire. En sus inicios estaban propulsadas por un motor; otras fueron pensadas para que el espectador las tocara. Usó alambres y chapas para sus piezas suspendidas, cósmicas. Esas formas leves y de colores provocan un efecto visual singular. Hay algo muy lúdico en esa subversión de la tradición.
Pasó del estatismo al movimiento y cambió radicalmente la posición tradicional de la pieza escultórica en el espacio: la obra cuelga del techo, en movimiento suave, a veces imperceptible. Reemplazó elementos como piedra y bronce por alambre.
"Para mí, en Calder el movimiento es un efecto secundario: él busca el choque, el enlace social de la interacción, que tiene como efecto el movimiento. Para que haya un movimiento tiene que haber una ruptura. Calder no busca el movimiento, sino que busca la acción y la interacción", dice Antelo-Suárez.
El circo
Admirador del mundo del circo, creó un espectáculo con figuras circenses que movía él mismo en selectos shows para sus amigos. "El circo es el eje central de su obra. Le interesaba el circo porque hay acción e interacción. Es un evento irreproducible, irrepetible, que presenta contrariedades. Hay explosiones: en las acciones, en cómo Calder crea el volumen. Creo que el circo es la primera peformance del siglo XX", dice la curadora. Considera que el aspecto central del trabajo de Calder es el placer por la incertidumbre que habita en sus obras, donde el movimiento y el sonido son impredecibles, aleatorios, sorpresivos.
Mondrian: una marca indeleble en Calder
Tras visitar el estudio de Piet Mondrian en París, en 1930, Calder sintió un impacto: dijo que se sintió como un bebé al que le dan unas palmadas para que sus pulmones empiecen a trabajar. Esa fue su entrada al campo del arte abstracto.
"Me impresionaron algunos rectángulos de color que había fijado con chinchetas en la pared siguiendo un modelo acorde con su temperamento. Le dije que me gustaría hacerlos oscilar… él se opuso –contó Calder–. Me fui a casa e intenté pintar cuadros abstractos… pero al cabo de dos semanas, volví de nuevo a los materiales plásticos. Creo que, en aquella época, y prácticamente desde entonces, el sentido de la forma que subyace en mi obra ha sido el sistema del Universo, o de una parte del mismo. Pues es un modelo lo bastante grande para trabajar en él. Lo que quiero decir es que la idea de cuerpos sueltos flotando en el espacio, de distintos tamaños y densidades, tal vez de diferentes colores y temperaturas, y rodeados y entreverados de volutas en estado gaseoso, algunos de ellos parados, en tanto que otros se mueven de manera peculiar, me parece la fuente ideal de formas".
Ese cosmos en Calder nunca es previsible: las superficies pueden danzar con la brisa, los colores parecen mutar; el sonido –experimental y contemporáneo– es un enigma. A cada paso, irrumpe el placer por la incertidumbre.
PROA inaugura este sábado 60 obras de Alexander Calder mayor escultor estadounidense de la historia.
En 1926 se radicó en París y vivió en Europa cerca de 15 años. Fueron sus amigos Piet Mondrian, Joan Miró y Pablo Picasso.
En 1930 queda deslumbrado al visitar el estudio de Mondrian y deja la figura por la abstracción para “dar movimiento a lo que hacía Mondrian”.
El gran Premio de la Bienal de Venecia en 1952 y le llueven encargos de todo tipo, sobre todo en los Estados Unidos donde había retornado vivir. También se destacó en la creación de joyas y juguetes. Su gran amigo fue Joan Miró con quien compartió sus ideas plásticas, siempre recuerda la maravillosa exposición en la Phillips Collection de Washington que los reunió a los dos y que fue una de las más bellas exposiciones que vio en su vida.
Se estima que realizo 22.000 esculturas en su vida. Unas 50 esculturas se venden en subastas cada año y su mayor precio fue “Pez Volador” vendida por Christie´s en U$S26 millones, triplicado su base. Unas 250 esculturas se han vendido en las últimas dos décadas en más de U$S 1 millón y también tienen buen mercado sus grabados, dibujos y tapices.
Alexander Calder (EE.UU., 1898-1976) es un artista clave del siglo XX, que en los años veinte comenzó a hacer “dibujos” con alambre para generar volúmenes ilusorios, suspendidos, generando obras de volumen sin masa y con poco peso, pero con cualidades vibratorias, que comenzaron por revolucionar la escultura para luego influir sobre otras artes y sobre el modo en que el arte había sido pensado hasta entonces.
La exposición “Teatro de encuentros”, organizada por la Fundación Proa y la Calder Foundation (de Nueva York), con curaduría de Sandra Antelo, traza un amplio panorama de su obra a través de unas sesenta piezas que el artista realizó entre 1925 y 1974.
Como explica Alexander S. C. Rower, pesidente de la Calder Foundation (de Nueva York), “Calder es reconocido como el primer artista verdaderamente internacional del siglo XX. Entre 1926 y 1933, cruzó el océano Atlántico doce veces. En Europa y los Estados Unidos, los espectadores de vanguardia recibieron con entusiasmo el Cirque Calder (Circo Calder), su pionera obra de arte performativo, y sus móviles abstractos, puntapié inicial de una revolución cinética en el arte moderno”.
El Museo Nacional de Bellas Artes de nuestro país presentó en 1971 la exposición Escultura, acuarelas y dibujos, grabados, libros ilustrados y joyas de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York, una muestra itinerante de obras de Calder, organizada por el MOMA, que también se exhibió en Colombia, Uruguay, México y Chile.
Lo primero que aparece cuando se nombra a Calder son sus móviles, una suerte de escultura suspendida, realizada, entre otros materiales, de chapa y alambre, que se mueve por acción de las corrientes de aire, produciendo múltiples combinaciones y formas. El artista también creó esculturas estáticas con movimiento implícito, los “stabiles”.
En el caso de los “móviles”, fue el nombre que les puso Marcel Duchamp y en el de “stabiles”, fue una denominación de Jean Arp.
La colaboración entre Calder y Duchamp comenzó en 1931. Un tiempo después, Duchamp escribió sobre las obras de Calder, “La sinfonía se completa cuando se suman el color y el sonido, haciendo un llamado a que nuestros sentidos sigan una partitura invisible”.
En las piezas de Calder, muchas veces es el espectador o el viento el que las modifican activando el movimiento, la indeterminación, las formas y los sonidos inesperados.
Las piezas con que se abre la exposición deslumbran por su carácter mínimo, perfección, linealidad, y por lo radical de la propuesta. Son formas de alambre que sugieren volumen y evocan personajes o escenas: Acróbatas (1929), Hércules y el león (1928), Helen Wills II (1928), Jimmy Durante (c. 1928), Pecera (1929).
Como en su “circo” de los años veinte y treinta, sus obras complejas, sus extraños sistemas, producen un borramiento entre categorías y funciones que hasta entonces estaban fijas: artista y público, obra estática y performance, escenario y auditorio, arte y contexto.
Al realizar piezas suspendidas, Calder avanza sobre la idea que había de lo escultórico. En el catálogo de la exposición se cita al crítico de arte George Baker, quien argumenta que luego de Rodin y Brancusi, “la escultura moderna había considerado esta negación, la necesidad desesperada de desconectarse del suelo para anular la obstinada conexión entre la escultura y su analogía: el cuerpo humano enraizado. Sin este paso, la escultura siempre sería un eco de la figura humana, una estética residualmente figurativa hasta el fin. Y si la escultura ya no era un cuerpo, conectado a la tierra y pesado; si la escultura ahora podía volar o flotar sin amarres, esto conlleva dos negaciones adicionales. A diferencia de la pesada masa de la escultura tradicional, el objeto de Calder mostraba una estética de la ingravidez, una escultura marcada por la liviandad y la fragilidad. En contraste con la terca inmovilidad de la escultura, eternamente estática e inmutable, la obra de Calder acogió el movimiento, una serie de objetos abiertos a la contingencia y el azar. Calder absorbe la base dentro de sus construcciones independientes, sin distinción”.
El propio Calder evoca su deslumbramiento cuando en 1930 visitó el taller de Mondrian y vio sus formas, el modo en que concebía el espacio. A partir de esa visita Calder le pone fecha de inicio a su propia búsqueda en la abstracción (véase aparte).
Según escribe la curadora sobre la obra de Calder, “no es un producto sino un evento, un momento de la vida misma haciéndose, un becoming –un continuo devenir sin comienzo ni fin– . Es la existencia perpetua de las relaciones entre los elementos de la obra de arte y la imaginación del espectador, moderada solo por el azar y el tiempo”.
* En la Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, hasta el 13 de enero de 2019; de martes a domingo, de 11 a 19. Entrada: $80; estudiantes, docentes y jubilados: $50; menores de 12 años: gratis.
Alexander Calder, teatro de encuentros es una exposición de aproximadamente setenta obras del artista estadounidense que abarca seis décadas diversamente creativas de su vida.
Calder es conocido como el inventor del "móvil", un tipo de escultura suspendida hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes; también es famoso por sus "stabiles", esculturas estáticas con movimiento implícito. Desde sus móviles de la década de 1930 hasta sus estacionarios monumentales de la década de 1970, Calder impactó profundamente la historia del arte del siglo XX.
La Fundación Proa inaugura el próximo 8 de septiembre la exposición Teatro de Encuentros dedicada al artista estadounidense Alexander Calder. La muestra, comisariada por Sandra Antelo-Suárez, podrá visitarse hasta el 13 de enero de 2019 y abarca seis décadas del trabajo y vida de Calder, de esta manera actúa como un testimonio de la contemporaneidad perdurable del artista y la importancia de sus contribuciones artísticas. Calder es conocido como el inventor del “móvil”, escultura suspendida realizada con chapa y alambra que captura el movimiento en una serie de formas en constante cambio, esto ofrece alternativas al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes. Además, también es conocido por los “stabiles”, otro tipo de esculturas estáticas con movimiento implícito. Con esta muestra se presenta la diversidad de su trabajo y su enfoque multifacético como artista.
Alexander Calder fue un creador revolucionario respecto a la escultura tradicional, estableciendo puentes entre el arte y la ingeniería, donde el movimiento azaroso es parte constitutivo de la obra ya que integra al espectador en un territorio plástico y su creatividad alcanza zonas imperceptibles, desde el teatro, la música contemporánea y el diseño hasta el espacio público. La primera exposición que se realizó sobre Calder en Argentina fue en 1971 en el Museo Nacional de Bellas Artes con piezas pertenecientes a la colección del MoMa de Nueva York. Ahora, 47 años después se vuelve a realizar una monográfica sobre el artista tras dos años de trabajo entre la comisaria y la Calder Foundation, con quien está coorganizada dicha muestra.
(Teatro de Encuentros en Fundación Proa, Buenos Aires. Desde el 8 de septiembre hasta el 13 de enero de 2019
Teatro de Encuentros, una exposición de aproximadamente setenta obras de Alexander Calder (EE. UU., 1898 - 1976), abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista. Constituyendo un amplio panorama, la exhibición es un testimonio de la contemporaneidad perdurable de Calder y la importancia de sus contribuciones artísticas.
Calder es conocido como el inventor del "móvil", un tipo de escultura suspendida hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes; también es famoso por sus "stabiles", esculturas estáticas con movimiento implícito.
Desde sus móviles de la década de 1930 hasta sus instalaciones monumentales de la década de 1970, Calder impactó profundamente la historia del arte del siglo XX.
Con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez, la exposición sigue la visión y la relevancia de Calder como uno de los artistas más pioneros del siglo pasado. Teatro de Encuentros presenta la diversidad de su trabajo, revelando su enfoque multifacético como artista. Teatro de Encuentros está organizada por Fundación Proa con la colaboración de Calder Foundation, NY.
Teatro de Encuentros expondrá unas sesenta obras del famoso escultor estadounidense, a partir de este 8 de septiembre en la Fundación PROA de La Boca.
La muestra, organizada con la colaboración de la Fundación Calder de Nueva York, presenta un panorama de seis décadas de producción creativa y las diferentes fases de su vida artística.
Alexander Calder (1898 – 1976) es considerado como el inventor del móvil con sus esculturas donde alambres conectan chapas de colores primarios. Los movimientos siempre cambiantes de las instalaciones suspendidas crean un nuevo lenguaje de abstracción, así como la creación de esculturas estáticas que dejan un movimiento implícito.
Curada por Sandra Antelo-Suárez, Teatro de Encuentros retrata al genio creativo de uno de los artistas más pioneros del siglo XX. Se inaugura este 8 de septiembre y se podrá visitar hasta el 13 de enero 2019.
Teatro de Encuentros expondrá unas sesenta obras del famoso escultor estadounidense, a partir de este 8 de septiembre en la Fundación PROA de La Boca.
La muestra, organizada con la colaboración de la Fundación Calder de Nueva York, presenta un panorama de seis décadas de producción creativa y las diferentes fases de su vida artística.
Alexander Calder (1898 – 1976) es considerado como el inventor del móvil con sus esculturas donde alambres conectan chapas de colores primarios. Los movimientos siempre cambiantes de las instalaciones suspendidas crean un nuevo lenguaje de abstracción, así como la creación de esculturas estáticas que dejan un movimiento implícito.
Curada por Sandra Antelo-Suárez, Teatro de Encuentros retrata al genio creativo de uno de los artistas más pioneros del siglo XX. Se inaugura este 8 de septiembre y se podrá visitar hasta el 13 de enero 2019.
La Fundación Proa inaugura el próximo 8 de septiembre la exposición Teatro de Encuentros dedicada al artista estadounidense Alexander Calder. La muestra, comisariada por Sandra Antelo-Suárez, podrá visitarse hasta el 13 de enero de 2019 y abarca seis décadas del trabajo y vida de Calder, de esta manera actúa como un testimonio de la contemporaneidad perdurable del artista y la importancia de sus contribuciones artísticas. Calder es conocido como el inventor del “móvil”, escultura suspendida realizada con chapa y alambra que captura el movimiento en una serie de formas en constante cambio, esto ofrece alternativas al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes. Además, también es conocido por los “stabiles”, otro tipo de esculturas estáticas con movimiento implícito. Con esta muestra se presenta la diversidad de su trabajo y su enfoque multifacético como artista.
Alexander Calder fue un creador revolucionario respecto a la escultura tradicional, estableciendo puentes entre el arte y la ingeniería, donde el movimiento azaroso es parte constitutivo de la obra ya que integra al espectador en un territorio plástico y su creatividad alcanza zonas imperceptibles, desde el teatro, la música contemporánea y el diseño hasta el espacio público. La primera exposición que se realizó sobre Calder en Argentina fue en 1971 en el Museo Nacional de Bellas Artes con piezas pertenecientes a la colección del MoMa de Nueva York. Ahora, 47 años después se vuelve a realizar una monográfica sobre el artista tras dos años de trabajo entre la comisaria y la Calder Foundation, con quien está coorganizada dicha muestra.
Alexander Calder, quien trabajó entre los años 20 y 70 del siglo XX, se convirtió en el ícono de los móviles en perfecto equilibrio realizados con chapa de colores vistosos. Y, aunque la enorme difusión que tuvieron hizo parecer que eran toda su obra, recorriendo museos se pueden encontrar joyas como la Fuente de mercurio, en el Joan Miró de Barcelona, que dan cuenta de su muy diversa producción artística. En estos días, la Embajada de EEUU, Proay la Calder Foundationde Nueva York traen a La Boca una muestra que permite atisbar cincuenta años de una creatividad difícil de sintetizar.
Organizada cronológicamente, con curaduría de Sandra Antelo-Suárez, Teatro de Encuentros nos acerca primeras obras, como la Pecera en la que el artista se muestra como un precursor del dibujo con alambre y luz. Realizada en 1929, en ella la línea y su sombra construyen una simbiosis imprescindible.
Según su nieto, Alexander Rower, para Calder había otro elemento fundamental en sus obras, las vibraciones que generaban. Vibración que podía llegar a ser musical en una obra bellísima, Esfera pequeña y esfera pesada, que fue muy apreciada por John Cage.
Las figuras que dibujaba con hilo metálico, lineales, sintéticas y con cierta dosis de humor parecen anticipar el trazo que llevaría al papel, más tarde, el gran humorista Saul Steinberg. Y queda claro que Calder también se divertía con sus obras como cuando aparece jugando con elCirco Calder, juego del que quedan registros en video (https://www.youtube.com/watch?v=FTYqv8cWJQU)
Este ingeniero que dejó el dibujo técnico por el artístico publicó un libro en el que enseñaba a realizar bocetos de los cuales se muestran bellísimos ejemplos de gatos, gallinas y monos en esta exhibición.
Como muestra de su versatilidad también se pueden ver joyas de una contemporaneidad llamativa y algún móvil motorizado junto a aquellos que sólo giran o se deslizan por un mecanismo perfecto de desequilibrio.
También hay figuras muy sugerentes, creadas en metal en los últimos años, como Criatura sin brazos y Criatura innombrable,de notable ambigüedad.
Vale la pena dar una vuelta por Proa para sorprenderse. Aunque quizás haya que esperar unos días hasta que llegue una obra que está demorada en la aduana y de la que sólo se ve su nicho vacío.
P.D.: en algunos lugares de las salas hay aparatos electrónicos que muestran cuadernos del artista con pantallas táctiles. Recomiendo no tocarlas, como hice yo en mi despiste.
Excepto la foto de Criatura sin brazos y Criatura innombrable que es de la autora, todas las demás son copyright del artista © 2018 Calder Foundation, New York / Artists Rights Society (ARS), New York.
Dice Alexander S. C. Rower, presidente de la Fundación Calder, en Nueva York, que Alexander Calder es reconocido como el primer artista verdaderamente internacional del siglo XX. No es para menos: según Rower, el escultor cruzó el Atlántico, entre 1926 y 1933, doce veces. Como resultado de un movimiento constante, hoy las obras de uno de los más grandes representantes del arte cinético pueden encontrarse en más de 38 países. En la Argentina, el público local también podrá ver de cerca las esculturas de Calder en la exhibición Teatro de Encuentros, en la Fundación Proa.
La exposición de aproximadamente sesenta obras de Calder (EE. UU., 1898 – 1976), abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista.
El escultor estadounidense es conocido como el inventor del móvil, un tipo de “escultura suspendida” hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes. El término móvil, vale destacar, fue acuñado por Marcel Duchamp en 1931 y hace referencia tanto a “movimiento” como a “motivo” en francés.
Los primeros móviles de Calder operaban a través de un sistema de manijas y motores, pero luego abandonó estos mecanismos tras desarrollar móviles que respondían a las corrientes de aire, luz, humedad e interacción humana. También creó obras abstractas estacionarias que Jean Arp llamó “stabiles”.
Nacido en una familia de celebrados artistas de formación clásica, Calder utilizó su talento innovador para cambiar el curso del arte moderno. Comenzó por desarrollar un nuevo método de esculpir: torciendo alambre, delineó la masa al sugerir su volumen, “dibujando” figuras tridimensionales en el espacio.
Con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez, la exposición sigue la visión y la relevancia de Calder como uno de los artistas más pioneros del siglo pasado. Con la colaboración de Calder Foundation, Teatro de Encuentros presenta la diversidad de su trabajo, revelando su enfoque multifacético como artista. Hasta el 13 de enero de 2019.
La más importante exposición de este año se inaugura en PROA (Pedro de Mendoza 1929, en La Boca), el próximo sábado 8 de septiembre y tendrá un horario de martes a domingos de 11 a 19 horas. Imperdible muestra con 60 obras de este genio considerado el mayor escultor estadounidense de la historia y uno de los mayores del Siglo XX.
Teatro de Encuentros, una exposición de aproximadamente setenta obras de Alexander Calder (EE. UU., 1898 – 1976), abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista.
Calder es conocido como el inventor del “móvil”, un tipo de escultura suspendida hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes; también es famoso por sus “stabiles”, esculturas estáticas con movimiento implícito.
Desde sus móviles de la década de 1930 hasta sus estacionarios monumentales de la década de 1970, Calder impactó profundamente la historia del arte del siglo XX.
Con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez, la exposición sigue la visión y la relevancia de Calder como uno de los artistas más pioneros del siglo pasado.
La más importante exposición de este año se inaugura en PROA (Pedro de Mendoza 1929, en La Boca), el próximo sábado 8 de septiembre y tendrá un horario de martes a domingos de 11 a 19 horas. Imperdible muestra con 60 obras de este genio considerado el mayor escultor estadounidense de la historia y uno de los mayores del Siglo XX.
Teatro de Encuentros, una exposición de aproximadamente setenta obras de Alexander Calder (EE. UU., 1898 – 1976), abarca seis décadas diversamente creativas de la vida del artista.
Calder es conocido como el inventor del “móvil”, un tipo de escultura suspendida hecha de chapa y alambre que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes, ofreciendo alternativas radicales al lenguaje de la abstracción y los conceptos de arte existentes; también es famoso por sus “stabiles”, esculturas estáticas con movimiento implícito.
Desde sus móviles de la década de 1930 hasta sus estacionarios monumentales de la década de 1970, Calder impactó profundamente la historia del arte del siglo XX.
Con la curaduría de Sandra Antelo-Suárez, la exposición sigue la visión y la relevancia de Calder como uno de los artistas más pioneros del siglo pasado.
Una muestra que ya genera expectativa, es la que permitirá asomar a la obra de Alexander Calder (EE. UU., 1898 - 1976), en Buenos Aires, a partir del 8 de septiembre. La exhibición “Teatro de encuentros”, con curaduría de Sandra Antelo-Suárez, y que podrá verse hasta el 13 de enero próximo, reunirá aproximadamente sesenta obras del artista estadounidense en Fundación Proa.
El valor esencial de la muestra -una iniciativa que impulsa Fundación Proa en colaboración con Calder Foundation, y que cuenta con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos en Argentina y empresas privadas- está dada porque abarca seis décadas creativas de la vida del artista: en este sentido, la puesta es un testimonio de la contemporaneidad perdurable de Calder y la importancia de sus contribuciones artísticas.
Conocido como el inventor del móvil, un tipo de “escultura suspendida” que captura el movimiento en una serie de formas siempre cambiantes., y también famoso por sus “stabiles” -esculturas estáticas con movimiento implícito-, Calder es considerado un pionero que impactó profundamente en la historia del arte del siglo XX.
Disciplina mental e instrucción mecánica primero. Ciencia y Humanidades después. Ingeniería y Arte más adelante. Estos orbes parecían no aproximarse nunca pero gracias, entre otros, al Leonardo más famoso de la historia, sabemos que no se trata de conjuntos de supervivencia aislada sino de una intersección que ha dejado una huella profunda en el tiempo. Uno de los que más se ha bañado en estas aguas fue, sin dudas, Alexander Calder. Ingeniero de profesión, avezado en temas vinculados a la hidráulica y a la industria automotriz, el interés por el arte de quien fuera hijo de padre escultor y madre pintora, venció a su primera vocación. En 1923 se unió a la Liga de Estudiantes de Arte de Los Ángeles y comenzó una trayectoria que lo transformaría en uno de los más grandes referentes del siglo XX.
Pintor, grabador y diseñador de piezas de variada índole, sería la escultura el lenguaje que más se prestaría a sus búsquedas estéticas. Su visión fresca y audaz le ganó el reconocimiento de sus pares. Fue Marcel Duchamp quien bautizó mobiles a sus inusitadas piezas cinéticas, y Jean Arp el responsable de nombrar a los stabiles que son su huella en el mundo.
La Fundación Proa, en colaboración con la Fundación Calder de Nueva York, presentará, a partir del ocho de septiembre, una exposición dedicada a este exponente de la renovación escultórica. Con curaduría de Sandra Antelo Suárez, la muestra promete acercarnos a la producción de este innovador del trabajo volumétrico y extender a este campo el espíritu del maestro florentino. Pues si como él decía la pittura é cosa mentale, la escultura, de la mano de Calder y de una imaginación que se balancea al ritmo de sus creaciones, también.
Fundación Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929 | De martes a domingos de 11 a 19 hs. | Desde el 8 de septiembre
Posiblemente la más importante exposición de este año, se inaugura en PROA el próximo sábado 8 de septiembre y tendrá un horario de martes a domingos de 11 a 19 hs. La escultura fue algo estático hasta 1920 y luego con los neocubista se integró al espacio y fue Alexander Calder el primero en darle movimiento. Famoso es su “Circo” de 60 piezas y su “Pez Volador” vendido en 26 millones de dólares por Christie’s.
La nota completa escrita por Ignacio Gutiérrez Zaldívar pueden leerla en El Cronista.