14 / 05 / 2024
El mundo se derrite y nosotros seguimos sin darnos cuenta
Sábado 18 de mayo a las 16h
Entrada gratuita hasta completar capacidad de sala
Auspicia Tenaris – Ternium
Tres bailarines se entregan al inevitable destino del hielo en una coreografía que encarna el poder simbólico de lo fugaz. Sus cuerpos interactúan con unos inmensos bloques de agua congelada en un mundo inventado y extremo que moja, quema, arde y deja marcas en la piel. La escena parece naufragar a medida que los intérpretes manipulan el objeto principal, que se les escapa de las manos y resbala por el cuerpo, derritiéndose. El paso del tiempo encuentra en el agua su metáfora más acabada: se escurre, inexorablemente, como la vida.
“Mundo de mierda tiene que ver con el tiempo que se desgrana en escena y la idea de los objetos dejan de ser tales y se transforman; tiene que ver con la pérdida, el paso del tiempo y también con el mundo actual. Resuena muchísimo todo lo que tenga que ver con el calentamiento global”, aseguraba en una entrevista Mariana Bellotto, artista, fundadora del Grupo Performático Sur y a cargo de la coreografía. El cuerpo toma el protagonismo en esta pieza que fue presentada en el PAC de Milán y ahora llega a las salas de Proa.
Bellotto ha desarrollado una carrera prolífica desde la década de los ochenta, cuando formó parte del Grupo de Danza Teatro de la Universidad de Buenos Aires. Entre otros espacios prestigiosos, se ha presentado en el Centre National de la Danse de París, en el Festival de Danza de Busan (Corea del Sur) y con GPS en la Bienal de Performance, también en el Centro de Experimentación del Teatro Colón.
¿Como nace Mundo de mierda y cuál fue la influencia de León Ferrari en el proceso creativo?
Trabajé con hielo en varias oportunidades anteriores. La primera fue principios de los 2000, en una obra de mujeres que se llamaba Ferme la bouche, parafraseando la frase en francés, pero mal escrito. Ahí aparecían ladrillos de hielo con flores de tela adentro, robadas de la escenografía de una obra de Pina Bausch que había visto en Barcelona. Ese hielo preservaba un tesoro para nosotros, los bailarines. La obra de Pina es como un tesoro y ese tesoro a lo largo de la escena se iba descongelando. Luego en 2009 hicimos un trabajo con una coreógrafa coreana en la que juntamos algunos bailarines de su compañía de aquel momento, de Corea del Sur, y algunos de mi grupo de entonces para hacer una pieza que se llamó Tan lejos tan cerca. Yo tenía una relación muy cercana con León Ferrari, así que cuando llegaron los coreanos fuimos a visitarlo a su estudio y pasamos un día fantástico conversando. Ahí surgió la idea de volver en algún momento de la obra a trabajar con hielos. Era sobre el final cuando aparecían ladrillos muy manipulables, pequeños, y ocurrían una cantidad de movimientos escénicos. El material siempre me atrapó porque tiene esa locura de que se va transformando en vivo. Marca el paso del tiempo, el frío, el dolor, el miedo, y también la superación de todo eso. Mundo de mierda nace en un verano muy caliente cuando empezamos a trabajar con el grupo GPS ampliado, con artistas que son del equipo madre. Les propuse usar el hielo y empezamos a hacerlo de manera más arriesgada. Trabajamos bastante tiempo y con mucho hielo. Eran ocho o nueve bailarines, pero en el transcurso del proceso creativo llego el frío y algunos se sintieron afectados por este objeto loco. Fue un momento muy crucial. Es un material complejo de abordar físicamente y requiere cierta “frialdad” para concentrarse.
¿Alguna imagen o conversación con Ferrari dispara o se conecta con la poética de esta obra?
En Tan lejos tan cerca León nos inspiró muchísimo. Trabajamos absorbiendo sus obras desde un espacio muy sensible de la danza. Fue un inspirador de formas raras: hay que imaginar lo que puede pasar por la cabeza de un artista coreano que llega a Buenos Aires y cae en el estudio de Ferrari, en esas callecitas de San Cristóbal, creo que estaba sobre Pichincha. Mundo de mierda en cambio habla de un mundo hacia el que vamos y donde pareciera que lo único que podemos comer es hielo (metáfora, obvio). Habla de la manipulación de la naturaleza, de la degradación y la sociedad de consumo. En la escena los bailarines hacen trabajos esclavos: llevan hielos de un lado a otro, lo comen, lo abrazan, lo pican y sacuden. Son esfuerzos inútiles por preservar ese objeto y ese mundo que se derrite. Creo que la performance es cruda, es una síntesis de la obra escénica que funciona, tiene algo de perverso y amable, y también esta idea loca de ver a estas personas metidas en un mundo congelado intentado ser humanos, pero con resultados raros.
Los bailarines ponen en el cuerpo, prestándose a momentos extremos con el hielo
Los bailarines atravesaron muchas instancias, de hecho una vez Graciela Taquini me dijo ‘tenés que terminar la obra en video, pero además hacer un documental en paralelo con los testimonios de los performers’. Nosotros siempre hacemos chistes al respecto, aunque nos parece una gran idea, por supuesto. Están muy entrenados, son gente muy centrada y talentosa y es una decisión que tomamos entre todos, claro que en algunos momentos dijimos `esto es demasiado loco’, pero nos interesó investigar lo que ocurría con el cuerpo y cómo se iba preparando. Atravesaron un umbral performático e interpretativo muy importante, y el resultado es muy sólido. Ellos lo son.
Mariana Bellotto Nació en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es coreógrafa. Desarrolla un prolífico y original trabajo autoral desde una mirada del cuerpo como vehículo crítico y político. Utiliza un lenguaje híbrido que conjuga danza, performance, dramaturgia, diseño sonoro y medios audiovisuales para crear en múltiples formatos y soportes. En la década de 1980 formó parte del Grupo de Danza Teatro de la UBA, en el Centro Cultural Rojas. Creó y dirigió grupos como La piedra de la locura, en la década de los noventa, y Compañía Eléctrica y La compañía, en los 2000. Desde 2015 realiza una sostenida actividad de creación y producción artística colectiva con el Grupo Performático Sur. Son autores de Sensación Térmica (2015); Antropología contemporánea del paisaje (2016); MOEBIUS (2017); Trilogía pandémica (2021), Standby (2022) y Mundo de mierda (2023). Presentó sus obras en Fundación Santander; Bienal de Performance; BIENALSUR; Centro de Experimentación del Teatro Colón; Centro de las Artes de la Unsam; Malba; Arthaus; y en el Centro Cultural de Valparaíso; Centro Nacional de la Danza, París; Instituto Cervantes de Tokio; Universidad Central de Venezuela; Panorama de Río de Janeiro; Fundación NC-arte, Bogotá; Teatro Ocampo, Cuernavaca; Festival Internacional de Busan y Tanzhaus nrw, Düsseldorf, entre otros.