En Fundación Proa. La primera retrospectiva del artista francés en América Latina llegará en julio a Buenos Aires; su curador, Daniel Moquay, adelanta algunas claves
A ritmo vertiginoso, en apenas siete años, Yves Klein realizó toda su producción. A pesar de su prematura muerte, a los 34 años, se convirtió en un artista clave del siglo XX. Su primera retrospectiva en América Latina, que reunirá más de medio centenar de obras -monocromías, esculturas, trabajos realizados con fuego, antropometrías, cosmogonías, relieves y esculturas-esponja-, se podrá ver en Fundación Proa desde julio próximo.
Durante su paso por Buenos Aires para ajustar detalles de la exposición, su curador, Daniel Moquay, conversó con LA NACION sobre la muestra y el legado de este artista al que define como revolucionario. Director del Archivo Yves Klein en París y casado con Rotraut Klein, viuda del artista, Moquay es especialista en la obra de Klein y organizó retrospectivas en los principales museos del mundo. Ahora proyecta muestras del artista en Rusia, Turquía, Irán e Israel.
"El azul es lo invisible haciéndose visible", dijo Yves Klein, quien se consideraba a sí mismo un pintor del espacio. El azul, el color de cielo, del mar, de la inmensidad, fue su sello. Usó un fijador con el que logró conservar intacto el tono azul fulgurante después de medio siglo. Moquay reveló a LA NACION que Klein no patentó el famoso International Klein Blue (azul Klein internacional), hecho que figura en libros y notas periodísticas, sino que dejó constancia de la técnica en un gabinete de invenciones, sin intención de beneficio económico.
Más allá de la materia
Desde 1958, Klein sostuvo que la idea como obra de arte es más importante que la propia obra material. Hizo obras con fuego, con lluvia y hasta con viento. Las Cosmogonías son soportes pintados al aire libre para que los agentes atmosféricos actuaran sobre ellos. Llevó hasta las últimas consecuencias la concepción del arte inmaterial, a tal punto que hizo ceremonias en medio de la naturaleza en las que intercambió láminas de oro, que arrojó al río Sena, por un recibo que le entregaba al "comprador" y que éste debía quemar. "No había obra; se trataba de una experiencia performática emocionante, compartida con el artista. El inmaterial existe: cuando uno tiene una emoción es algo que lleva consigo para siempre: eso es la obra inmaterial, la más importante de Klein", afirma Moquay.
El espíritu de la monocromía
"Sentir el alma sin explicaciones, sin palabras, y representar ese sentimiento, eso es lo que me ha llevado a la monocromía", afirmó Klein, que pintaba con un rodillo; le parecía una forma más anónima de expresión, ya que no quedan las huellas del pincel. "Sus monocromías -dice Moquay- son universales y sofisticadas, no necesitan explicación: se comprenden en cualquier lugar del mundo."
Pionero de la performance, privilegió la idea sobre el resultado material. Experimentó con fuego, lluvia y viento, y usó mujeres como pinceles (en la foto: Antropometría realizada en 1960).
Pinceles vivos
Muchas veces después de la sesión de poses, las modelos se sorprendían al ver el resultado del trabajo de Klein: curiosamente se trataba de pinturas monocromas, sin figuras humanas. Más tarde, Klein utilizó a los modelos desnudos como "pinceles vivos" que al apoyarse sobre el lienzo dejaban marcas y formas. En las Antropometrías, como las llamó el crítico Pierre Restany, Klein volvió al desnudo sin usar medios tradicionales de representación.
"La forma del cuerpo humano, sus líneas, su color entre la vida y la muerte no me interesan; sólo me importa el clima de las sensaciones", aseguró el artista. Las modelos se esparcían pintura sobre sus cuerpos, que presionaban o arrastraban sobre hojas de papel. Klein les indicaba cómo hacerlo: había pinturas performáticas con huellas estáticas y otras con rastros dinámicos que evidencian los movimientos del cuerpo.
En 1960 presentó Antropometrías de la época azul, una de sus performances más importantes. Siguiendo sus indicaciones, tres modelos embadurnadas con color azul dejaban la impresión de sus cuerpos sobre el lienzo, mientras los músicos interpretaban la Sinfonía monótona silencio, creada por el artista, que podría ser presentada en el marco de la exposición.
Moquay considera que hay dos artistas que marcaron el siglo XX: en la primera mitad del siglo, Marcel Duchamp; luego, Klein, uno de los más importantes precursores de la performance, "con una obra totalmente actual, que abrió caminos en la experimentación". Para el especialista, la obra de Klein representa un paradigma que se opone al de la pintura de Warhol: "Mientras Warhol se centró en símbolos que encarnan la lógica de la sociedad de consumo estadounidense, Klein desató su arte inmaterial y espiritual", dice Moquay. Y agrega: "Podés hacerte dueño de la obra de Klein sin comprarla: la llevás en el corazón para siempre, es como una familia".
La famosa foto de Klein arrojándose desde la ventana de una casa en las afueras de París, en el barrio en el que había vivido cuando era chico, es imposible de olvidar. Klein incluyó esa foto (1960) en la tapa del periódico que publicó en el tercer festival parisino de arte vanguardista. Se reprodujeron miles de ejemplares que el artista, con amigos, distribuyó en kioscos de París. Ese salto es una especie de conjura contra la muerte. Para lograr esa toma, repitió el salto varias veces. Reconocido yudoca cinturón negro, Klein se tiró sin temor: sus compañeros de yudo, en la calle, lo atajaron con un tapiz debajo del cual colocaron varios colchones.