Patria Petrona
Idea, proyecto y dirección: Alfredo Arias
Con la colaboración de Pablo Ramírez
Coordinación: Juan Stoppani
Desde el 12 de junio, el director, actor y dramaturgo Alfredo Arias presenta en Proa Patria Petrona, un recorrido desde el teatro a las artes plásticas por las imágenes de la familia, el barrio, la ciudad, el país y la infancia. Una experiencia de autor y no un homenaje: Patria Petrona presenta réplicas de tortas clásicas del recetario de la mítica cocinera argentina Doña C. de Gandulfo, hechas en porcelana y en tamaño real. Torta de bodas, torta patria, torta de cumpleaños, torta de bautismo, torta del té y torta en homenaje a La Boca acompañadas por maniquíes con diseños especiales de Pablo Ramírez que organizan la constelación de imágenes de una época.
Foto: Gustavo Di Mario. Producción: Simona Martínez para BARZON.
En palabras de Arias: “La torta es el vehículo que Petrona nos ofrece para dialogar con la historia”. Y la muestra, “un desplazamiento poético de la memoria”.
Con el apoyo de Groupe TSE, subvencionado por el Ministerio Francés de Cultura, y con la colaboración del artista Juan Stoppani, Patria Petrona materializa un proyecto que Arias sitúa en el origen mismo de su vocación artística. Al respecto, el director escribe:
Patria Petrona es un homenaje a la memoria, a la capacidad de cada uno de nosotros de reconstituir el paisaje donde crecimos, ese lugar donde las palabras, los gestos, los perfumes, las imágenes, quedarán para siempre grabadas y formarán parte de nuestra persona. Es decir, definirán nuestra percepción del mundo adulto.
Esta es la experiencia que propone Patria Petrona, más allá del personaje elegido y de su mundo visual sin igual, puesto que son esas láminas en los libros de cocina de la gran maestra que hacen parte de mis recuerdos infantiles. Sólo imágenes. Nunca probé un plato preparado por Petrona, todo era transmisión televisiva, ondas e interpretaciones de esas recetas en lejanos barrios del gran Buenos Aires.
La casa donde miraba los programas se situaba en Remedios de Escalada. Ahí frente al chalet a la americana que mi padre había construido se produjo un cataclismo: el gobierno decidió expropiar las casas vecinas para hacer pasar un camino de cintura, o una General Paz o una Panamericana que nunca pasó.
En ese desierto se fue instalando poco a poco una villa de emergencia, pero el baldío se extendía chato y silencioso hasta el club Talleres. Cuando Perón daba sus discursos, la gente de la Villa nos pedía ver la televisión: mis padres acercaban el aparato a la ventana y detrás de unas rejas el Coronel arengaba a sus fieles; era una misa. En ese mismo aparato apareció un día Doña Petrona, para mí fue un refugio, en lugar de ir a Disneylandia iba a “Petronalandia”, y cada vez que mis padres se peleaban (se peleaban seguido) yo trataba de realizar un plato, de preferencia un postre de Petrona, para evadirme. Esos postres eran siempre un fracaso, además del disgusto de no lograrlo, este acto contribuye a reforzar las nefastas dudas de mi madre sobre mi tendencia a todo lo femenino, como leer “Para ti” o “Radiolandia”.
Puedo suponer ahora que Petrona hizo parte del cortejo de íconos que me llevaron a pasar cinco años de Liceo Militar, institución donde mis padres depositaron todas las esperanzas de que finalmente se borraran esas fascinaciones fantásticas, y que solo un hombre bien parado enfrentará el futuro que tendrá que vivir.
Con el auspicio de Tenaris / Organización Techint.