"Louise Bourgeois. Artista del psicoanálisis" por Victoria Verlichak
La foto muestra a la consagrada artista con sonrisa pícara. Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010) sostiene con fuerza, debajo del brazo, una pieza que representa un gran pene con testículos; es su escultura de 1968 llamada Fillette (Niñita), así, en femenino. ¿Después de envidiarlo y temerlo, Louise Bourgeois se apropió de un falo?, que al momento, entonces de 70 años, lo manejaba a su gusto. “El falo es un objeto donde proyecto mi ternura. Esta pieza trata de la vulnerabilidad y de la protección. (…) Y aunque siento que el falo necesita de mi protección, eso no significa que deje de tenerle cierto miedo...”, dijo al comentar la obra (“Niñita. Versión más dulce” está en Proa). La famosa imagen de 1982, de Robert Mapplethorpe, en cierto modo sintetiza los gozos y sombras de esta gran exhibición, “Louise Bourgeois: el retorno de lo reprimido” en Fundación Proa, que organiza (con el apoyo de Tenaris) junto a Studio Louise Bourgeois e Instituto Tomie Ohtake (San Pablo).
Fuerza inspiradora
Fantástica y compleja, la obra de Louise Bourgeois es un entusiasmante desafío para los espectadores, fiesta para psicoanalistas, motivo de regocijo para artistas. Es posible decir, con el curador Philip Larratt-Smith, que la artista encuentra “equivalentes plásticos” a sus “estados psicológicos”.
Fragmentos de una vida, terrores infantiles, severos mandatos, paralelismos en su obra entre sexo y muerte, traiciones, exorcismos, reivindicaciones, sueños de pesadilla, psicoanálisis (como “fuerza inspiradora”), y más, en la reveladora exhibición que descubre el universo de la reconocida creadora. “Me hice artista a partir de una situación familiar”, dijo al crítico Donald Kuspit. Nació en el seno de una familia burguesa que, entre otras actividades, se dedicó a reparar tapices. Su padre los conseguía y su madre era la encargada del taller; cuando ésta enfermó Louise tenía 10 años y suspendió sus estudios para atenderla. Gracias a su don por el dibujo la niña Bourgeois fue llamada por su madre a los 12 años a delinear las partes faltantes de los tapices para que las tejedoras los enmendaran. “A todos les parecían maravillosos [los dibujos]… así me hice artista”.
La familia esperaba un hijo varón que tardó en llegar y por eso la bautizaron como su padre; ese mismo padre que tenía amantes a la vista, incluyendo a la profesora de inglés de sus hijos que vivía con la familia. Padre al que había que reverenciar y no la tomaba en cuenta; madre inteligente y protectora, que también le suscitaba contradictorias emociones.
Bourgeois estudió cálculo y geometría en la Sorbona y se diplomó en Filosofía en la universidad parisina. Luego, estudió arte, armó una galería, se casó, tuvo hijos y comenzó a exhibir pinturas en 1945 en Nueva York, donde vivía desde 1938 con su marido el historiador Robert Goldwater. En 1949 mostró esculturas por primera vez, y siguió un camino propio al margen de la moda. En 1982, el Museum of Modern Art de Nueva York realizó la primera retrospectiva dedicada a una artista mujer. Después, el reconocimiento le llegó en cascadas. Octogenaria, representó a Estados Unidos en Bienal de Venecia en 1993; se presentó en los mejores escenarios artísticos del mundo. A Bourgeois le hubiera gustado saber que su obra viajó a Buenos Aires, que condensa a más psicoanalistas por metro cuadrado que cualquier otra ciudad del mundo.
Mamá y papá
Con 22.000 kilos, casi 10 x 10 metros de ancho y alto, no sorprende saber que es la primera vez que llega a Latinoamérica la gigantesca “Maman” (Mamá), 1999. “Oda mi madre, mi mejor amiga. Como la araña, ella era una tejedora”, la sobrecogedora “Maman” recibe a los visitantes en la explanada de Proa y anticipa un universo de asombrosas formas y perturbadores significados, como el de “Spider” (Araña), 1997, instalación formada con una araña cuyas patas se extienden sobre una celda circular con una silla adentro y algunos trozos de tapices; ¿la niña confinada al deber?
El sugestivo montaje, integrada por 86 revulsivas pero también deliciosas obras, potencia el trabajo en múltiples soportes -dibujos, objetos, pinturas, esculturas e instalaciones- de la perseverante artista. Representaciones de “Arco de histeria” como figura, quizá, hermafrodita; del cuarto rojo de los padres que el espectador (¿con o sin culpa?) espía en “Red Room (Parents)”; de la destrucción del padre en un festín caníbal “The destruction of the father”, donde Bourgeois recuerda la recurrente fantasía de descuartizarlo y devorarlo junto a sus hermanos. Esculturas blandas, algunas con expresiones tirantes, de rechazo; esculturas en bronce con genitales masculinos/femeninos (“Janus Fleuri”) y con espirales (memoria de retorcer tapices, deseos de ahorcar a alguien, ascenso y alegría); la pareja sin cabeza, “Couple IV”, con uno de los integrantes con una prótesis; pechos generosos, ¿opresivos?, en “Mamelles”; vasos de vidrio iluminados, tal vez contenedores, en la instalación “Le Défi II”, todo un desafío; como la impresionante y emocional exhibición. Esclarecedor folleto gratis, estupendo catálogo, visitas guiadas diarias a las 17 y fin de semana a las 15 y 17; Pedro de Mendoza 1929, La Boca.
Los textos
“Art Is a Guaranty of Sanity” (El arte es garantía de cordura) dice un dibujo de 2000. Cuatro años después, su asistente Jerry Gorovoy descubrió dos cajas de metal con mil páginas de escritos (a su muerte encontraron dos más, aún en proceso de compaginación). Proa acompaña la exhibición con la publicación de un volumen con textos escritos a partir del comienzo de su análisis en 1951. “Para alguien que creía que su arte podía prescindir de las palabras, las explicaciones o las defensas, Bourgeois escribió abundantemente durante toda su vida” dice el curador. La artista escribe en “El análisis” (1958): “es una estafa / es una trampa / es un trabajo / es un privilegio / es un lujo /es un deber / (…) es una farsa / es un amorío / (…) es mi campo de estudio / es más de lo que puedo manejar…”.
Nota publicada en Revista Noticias, el 24 de marzo de 2011.