Prensa Publicada
23 de julio de 2001.- Lo clásico es moderno, podría decirse después de darse una vuelta por la Boca y visitar
Giuseppe Verdi. Instalaciones en la Fundación Proa hasta el 26 de agosto.
A cien años de la muerte del compositor, que vivió entre 1813 y 1901, se muestra lo que su ópera Un baile de máscaras inspiró a seis escenógrafos y una vestuarista.
Así cuando se entra al edificio blanco sobre la Vuelta de Rocha, lo primero que hay que hacer es contactarse con la vida de Verdi y su obra. La muestra está pensada para todos. Conocedores o no, después de haber leído el argumento expuesto a la entrada, en la cabeza se conoce lo necesario para inspeccionar las instalaciones.
La teatralidad es lo primero que aparece con la maqueta hecha por Lola Quirós, que reproduce los diseños que Titus Vossberg pensó para el escenario giratorio del Teatro Colón.
Después, Mini Zuccheri trabajó sobre trajes del archivo de vestuario del Colón que se presentaron en tres puestas de la ópera. El efecto es el ambiente de un baile con bailarines sin cabezas que recuerdan las máscaras y que cuelgan en el espacio. En un costado, oscuras están las ropas de los conspiradores que matarán al protagonista.
En cambio, Verdi inspiró a Jorge Sarudiansky a un trabajo más abstracto. Creo un espacio verde con una línea de neón que representa el escenario del encuentro amoroso. Del final de la fiesta se ocupó Horacio Pigozzi. Su instalación es lo que quedó: pétalos y plumas.
La pasión contenida del protagonista tiene forma de vestido. Rojo, por supuesto. Lo pensó Jorge Ferrari quien lo puso en el agua y danzando. Distinto fue lo que hizo Claudia Billourou con sus enormes máscaras que son, en realidad, espejos que forman una frondosa selva de reflejos.
El trabajo de Emilio Basaldúa fue el más logrado. Imaginó el escenario del crimen con espejos que transforman el baile en un cortejo fúnebre.
El suspenso crece a medida que se avanza en la muestra. Alberto Negrín construyó en espacio cerrado el cartel "exterior" que anuncia la ópera. Si uno se acerca se puede ver los agujeres de las perforaciones de los balazos de los conspiradores. En las luces se lee el nombre de la ópera en italiano Un ballo in maschera. Pero, más cerca, se lee en lo que se transformó Un ballo in morte.