Información de Prensa
Prensa Publicada
Fundación Proa. Primer piso. Una pesada cortina negra cerraba el acceso al recinto que ocupaba la instalación Las puertas, de Leandro Erlich, una de las obras que forman parte de la muestra Latin America. Colección Daros. Una amable señorita, empleada de Proa, se ocupaba de que la cortina no se corriera. Nadie debía saber lo que había del otro lado. La señorita hacía pasar de a uno a los integrantes de una fila de espectadores. Apenas salía un visitante, entraba otro. ¿Qué había adentro? Un espacio que, al principio, parecía completamente a oscuras. Sus límites sólo se podían descubrir a tientas. Apenas los intrépidos visitantes se habían resignado y acostumbrado a la ceguera, uno descubría un hilo de luz que se filtraba por el ojo de una cerradura; de ésta uno pasaba al descubrimiento de la puerta correspondiente. Los comentarios eran variados. Por ejemplo, una joven entusiasta salió diciendo: "¡Fabuloso! ¡Me encantó!" Después entró un señor menos joven. Su comentario fue: "Pasé delicias y angustias más intensas en los dark rooms".
...
Uno de los videos más comentados de la exposición de Proa es Mugre, de Rosemberg Sandoval. En la primera escena, se ve al artista que charla en la calle con un mendigo sucio. Rosemberg Salcedo carga el cuerpo del pordiosero como si fuera un peso muerto, sobre el hombro derecho, y entra en las salas impolutas de un museo. Refriega el cuerpo del mendigo contra las paredes blancas para marcarlas con la suciedad, después lo coloca acostado sobre una tarima, lo toma de los pies y lo empuja y arrastra de un extremo al otro del estrado para que la roña deje sus huellas. El mendigo se incorpora y los dos ¿performers? se van. Cómo no recordar La familia obrera, la "obra" de Oscar Bony, que se exhibió en el Di Tella en 1968: un padre, su esposa y el hijo de ambos se mostraban en vivo sobre una tarima. No hacían nada, "sólo" miraban al vacío.
...
En apoyo de Pablo Katchadjian, autor de El Aleph engordado, acusado de haber plagiado el cuento "El Aleph", de Jorge Luis Borges, se realizó el debate "Borges: ¿qué hacer?" en el Museo del Libro y de la Lengua. Hablaron César Aira, Jorge Panesi y María Pía López. Aira dijo que estaba bastante cansado de esa fantochada y calificó todo el asunto de "cómico". La fascinación de un escritor por la obra de otro puede llevarlo a la parálisis, comentó, y para salir de ella no queda sino parodiar, imitar, glosar aquello que la produjo. Panesi, por su parte, introdujo un nuevo concepto cultural: "la viuda", que puede ser también un viudo, es decir, un heredero que decide cuál debe ser la recta lectura de la obra heredada. Dentro del concepto "viuda", Panesi reservó para Kodama una categoría especial: la de "viuda litigante".
María Pía López encaró el tema del debate de un modo más ajustado. Coincidió con Panesi en señalar los problemas que pueden desencadenar los herederos. Citó el caso de Mirta Arlt, hija del autor de El juguete rabioso, que se obstinó en reemplazar las palabras "feas" u "obscenas" en Los siete locos y Los lanzallamas. López se refirió al efecto asfixiante que puede tener la escritura de Borges por su perfección. Frente a esa prosa precisa, un lector -escritor llega a sentirse tentado de "engordarla" en busca de aire. En ese sentido, la herencia se convierte en una "pelea", en aquello a partir de lo cual se hace otra cosa. López citó "Pierre Menard, autor de El Quijote", el cuento de Borges. En él, éste dijo que algo había que hacer con el Quijote, convertido en ocasión de brindis patrióticos y de obscenas ediciones de lujo. Del mismo modo, concluyó López, "algo hay que hacer con Borges".
Entre tanto, ¿qué hacer con Kodama y Katchadjian? Tanto ajetreo judicial amenazante, tanto despliegue teórico por un episodio menor y olvidable de obesidad literaria parece tan excesivo como un chiste de revista estudiantil que termina en expulsiones..
El aire didáctico que se respira al recorrer parte de la Colección Daros en la Fundación Proa incita a levantar la mano y preguntarse por las formas de mirar el arte contemporáneo de América Latina. Los problemas que marcan las historias de esta región tan extensa y diversa, como la violencia, la explotación y el imperialismo, integran el temario de esta muestra, que tiene poco que ver con las exhibiciones que Georges Didi-Huberman imaginaba como máquinas de guerra capaces de desviar lo establecido.
Las cuarenta y una obras de artistas ilustres nacidos de este lado del mundo —de las mil doscientas que conforman la colección alojada en Zúrich— se exhiben acompañadas por comentarios de sus autores o de algún curador. Dichas explicaciones abundan en asociaciones entre unas pocas variables materiales, formales o conceptuales. La potencia de las obras, se asume, radicaría en el señalamiento de tensiones sociales y geopolíticas.
Percibir el intento de domesticación de un arte cuya visión uniforme está agotada da motivos para preguntarse para quién sigue siendo redituable tal aplanamiento. Las demandas temáticas y estéticas que provienen de las escenas globales del arte comienzan en los programas de educación artística para desembocar en las selecciones de las bienales y confluir en los mercados. Para acceder, se le exige al arte de las regiones “periféricas” que registre opresiones locales en formatos de exportación. Así se conforman categorías digeribles y poco conflictivas que probablemente limpien algunas culpas bajo un manto de corrección. Esta perspectiva parece neutralizar el legado de aquellas acciones que en los sesenta desdibujaban los límites del arte, las que asimilaban las vanguardias políticas bajo las formas de resistencia promulgadas por Marta Traba o las tempranas reflexiones transdisciplinares de Oscar Masotta. A la distancia, se puede vislumbrar que los encuadres temáticos no garantizan la eficacia política de una obra.
Permanecer en una dimensión comunicativa y tranquilizadora acota las posibilidades de que el arte despliegue una legibilidad que poco tiene que ver con lo explicable. En la exhibición, algunas obras como las de Doris Salcedo yJavier Téllez formulan la búsqueda de verdades esquivas y logran desapegarse de las inscripciones. Si una obra tiene algo para hacer en este mundo, se volverá perceptible en alguna grieta espacio-temporal en la que pueda visibilizarse su influencia. Mientras tanto, a la curaduría le queda el compromiso crítico de proveer herramientas de apertura al pensamiento, más que argumentos que se apoderen de los significados.
A propósito de la colección Daros Latinamérica, que se exhibe en Proa, la Fundación organizó un seminario sobre arte y literatura. Era inevitable que hubiera una conversación sobre el boom latinoamericano de la década de 1960. Laura Isola entrevistó a Edgardo Cozarinsky para que hablara de la visión europea de ese momento literario. Éste recordó: "Europa sufría de una especie de anemia; en cambio, lo que se escribía en América parecía dotado de una gran vitalidad. Calificar a un grupo de escritores de distintos países como miembros del boom era ponerles una etiqueta vulgar, pero que permitía vender.Rayuela, de Cortázar; Cien años de soledad, de García Márquez; Tres tristes tigres, de Cabrera Infante, eran libros que podían convencer a los lectores. Además, esa producción coincidió con el surgimiento de la gauche divine en Barcelona. Sus integrantes, herederos de los grandes industriales catalanes, eran izquierdistas aristocratizantes, enemigos de Franco y reivindicaban el catalán como lengua. Paradójicamente, se dedicaron a la literatura en castellano, el castellano de América".
Con respecto a la colección Daros, Cozarinsky comentó: "Responde a una estética de miseria y violencia: lo que busca la mirada europea en América Latina. Más tarde, en la radio de la Fundación Proa, Cozarinsky habló de las obras de Nicola Costantino que forman parte de la colección: "El mayor elogio que puedo hacer de ellas es que me inspiran un profundo asco. Me dan asco las carteras con el color de la piel humana y los calcos de tetillas y pezones, y el jabón que fabrica con su propia grasa. Su intención es provocar, por lo tanto, que su obra produzca asco la debe de llenar de satisfacción".? Otra construcción de marketing, oportunismo y calidad. Por el canal de cable Films & Arts pasan en estos días un concierto de 2Cellos, el ahora famoso dúo de violonchelistas (convertidos al pop) integrado por el esloveno Luka Sulik y el croata Stjepan Hauser. El concierto fue grabado en vivo en la Arena de Zagreb en 2012 ante 20.000 personas. Los dos jóvenes músicos, que actuarán en Buenos Aires el 23 de setiembre, tienen una historia interesante.
Hoy, el éxito masivo puede lograrse con un golpe de suerte y talento en la Red. Sulik y Hauser eran desconocidos hasta enero de 2011, cuando subieron a YouTube una versión de "Smooth Criminal", de Michael Jackson, arreglada para dos violonchelos e interpretada por ellos. No tenían ningún respaldo. En dos semanas, alcanzaron tres millones de reproducciones y la fama. El relato de cómo lo hicieron está en Wikipedia.
Después de haber hecho estudios académicos de música clásica en Croacia e Inglaterra, después de haber ganado por separado (hasta compitiendo entre ellos) concursos internacionales, los dos muchachos ya no tenían dinero para mantenerse y decidieron pasarse al pop. Con la ayuda de un amigo, director de cine, grabaron "Smooth Criminal" en una sala blanca, sentados solos frente a frente, como si se batieran a duelo instrumentos en mano. Los descubrieron casi simultáneamente Elton John y Ellen DeGeneres; el primero los contrató para una gira; la segunda, para que aparecieran en su show, visto por millones de personas, entre ellas la comunidad LBGT. En pocos meses, firmaron decenas de contratos y se hicieron ricos.
Quienes se encargaron de montar el "producto" 2Cellos lo hicieron con mano maestra. Contaban con excelente material. Las armas de Luka y Stjepan son el virtuosismo casi acrobático de sus interpretaciones, la apostura de modelos de Armani y la energía. Por si fuera poco, son simpáticos y buenos actores (con frecuencia sobreactúan). Al principio, el hecho de que durante las ejecuciones se miraran a los ojos con expresiones deliberadamente sentimentales hizo surgir el rumor de que eran una pareja gay. Ellos lo desmintieron con poca vehemencia para no perder a los consumidores LBGT. El público gay ha expresado el deseo de que alguna vez se besen. Difícil que lo hagan: les conviene el suspenso. Se los ha comparado con la banda AC/DC, con Guns and Roses y con el Kronos Quartet. Han grabado un video con Lang Lang sentados los tres a la misma banqueta de piano y disputándosela mientras los tres ejecutan "Live and Let Die". El mundo de Casals y Rostropovich quedó atrás.
Hace 15 años se fundó Daros Latinoamérica, una colección que tiene sede en Zurich y Río de Janeiro y realiza exposiciones en todo el mundo. Con más de mil obras desde los ’60 hasta la actualidad, de más de cien artistas de todos los medios y géneros, ahora puede verse en Proa un recorte que presenta al continente como una mezcla construida por voces, filmaciones, instalaciones y fotos en la que están presentes el poder, la memoria, la violencia, la ironía y el absurdo a través de artistas como Regina José Galindo, Nicola Constantino, Rosemberg Sandoval, Teresa Margolles y Nadín Ospina, entre muchos otros.
Decir imágenes en un mundo de imágenes, tal vez, tendría sabor a poco. El acto de construir una colección contemporánea plantea varios de-safíos. Dar batalla al embotamiento de la capacidad de percepción, poner en valor situaciones plásticas y conceptuales en medio del permanente dinamismo que la tecnología y las redes sociales imponen a nuestra vida diaria, en la que cada persona es un fotógrafo en potencia y cada ciudadano un posible comentador de la realidad, tras miles de años de historia del arte. Por otra parte, la intención de que la colección presente un estado fiel del estado de situación del arte latinoamericano actual, sin caer en previsibles regionalismos y clichés de corte folklórico, interpretando una geografía como un multiterritorio.
El generoso espacio de Proa simula ser un teatro, bajo los efectos del montaje de la exposición que requiere de responsables de idea y proyectos (Hans Michael Herzog), curadores nacionales (Rodrigo Alonso) e internacionales (Katrin
Steffen), organizadores, investigación, producción, montaje, conservación, diseño de imagen, educadores y asistentes de montaje. Un espectáculo que abarca cinco salas que bordean el río.
Latinoamérica aparece como una mezcla picante construida por voces, filmaciones, instalaciones y fotos en la que el poder, la memoria, la opresión, la sexualidad, la muerte, la lujuria, la pobreza, la ironía y lo absurdo están presentes.
Daros Latinoamérica fue fundada en el 2000 por la coleccionista suiza Ruth Schmidheiny, tiene sede en Zurich y Río de Janeiro, y realiza desde hace dos años exposiciones con obras de su propia co-
lección a lo largo del mundo. Es una de las colecciones más nutridas de América latina, con más de mil obras de más de cien artistas, de todos los medios y géneros, creados desde los años 60 hasta la actualidad.
El criterio de selección que sostiene la colección “no es el de una totalidad enciclopédica, sino el de la convincente fuerza expresiva y la relevancia del arte, sea dentro del conjunto de la obra de un artista o en su contexto histórico. Por eso, en ellas se integran obras que pueden ser leídas en los niveles más diversos: obras que evitan la anécdota local o pasajera; obras en las que medio y contenido se vinculan para producir sentido; obras que tengan por tema las profundas relaciones estéticas, sociales y humanas”.
La primera sala introduce el debate sobre la conciencia de la propia obra y sobre lo genuinamente latinoamericano: la articulación entre el poder, la creación artística y la vida es presentada en obras en las que la tensión política deviene tensión estética.
Da la bienvenida una obra del rosarino residente en Nueva York Fabián Marcaccio, con la bandera argentina: “De la furiosa agresión a la decoración”, pintura tensada en el/al borde de la instalación, con pigmentos, aceite, cobre, metal y nylon sobre tela sintética. Será la única tela que veremos y que marca el comienzo de un recorrido en el que la crisis de la pintura queda latente en forma de pregunta, y en la que la tensión estética no es independiente del discurso político, particularmente de los emblemas patrios.
Allí están, a su derecha, erguidos aunque ya transparentes, los símbolos de la Iglesia Católica materializados en vidrio soplado, artesanía típica mexicana, país en el que nació la artista Teresa Serrano.
Al lado, El capital/Manuscrito Siniestro, de la joven colombiana residente en Amsterdam Milena Bonilla, quien reproduce enteramente con su mano izquierda la monumental obra crítica del capitalismo escrita por Marx.
En la segunda sala predominan las referencias al mundo y la vida cotidiana, articuladas con lo social, con pequeños indicios del horizonte en el que se inscriben: un gran ropero de madera antigua, recubierto por pesado cemento, que en un falso gesto invita a abrir aquello que está clausurado, historias que de tan guardadas terminan ocultas, de la escultora colombiana Doris Salcedo. Aquello que se supone nos acompaña de forma cálida y funcional se transforma en un objeto obsoleto que roza lo siniestro.
Lo enfrenta Someca, del colectivo artístico Los Carpinteros, fundado en 1992 en La Habana, imponente en su tamaño (tres metros de altura) y belleza, aunque sutil en su modo de recordarnos que la memoria es una forma singular y personal de atesorar recuerdos.
A su lado, un video cargado de violencia, del artista colombiano Rosemberg Sandoval, nacido en la montaña y criado en la pobreza, producto de la situación de sus padres, campesinos desplazados. Sandoval presenta Mugre, filmación de su obra performática, en la que utiliza como herramienta un vagabundo para manchar las paredes de un museo, ironizando sobre el papel sacralizado del arte y la pintura abstracta. El brasileño Vik Muniz lo acompaña con World Map, mapamundi construido con desechos tecnológicos, cuestionando también el supuesto progreso del mundo contemporáneo.
La tercera sala es el espacio donde el cuerpo humano, sexualizado, mutilado, deseado y alienado, es el soporte de las marcas sociales. Los retratos de víctimas de la guerrilla en Colombia, posando como un David a pesar de la falta de un brazo o una pierna, insisten en una belleza que puede pervivir aún a través de la violencia y el terror. La concepción clásica de la belleza no se rompe, pero lastima.
Mostrador de boutique - Peletería humana, de Nicola Constantino, ofrece las zonas más sensibles y erógenas del cuerpo humano a la mirada ambiciosa de seguir consumiendo, simulacro y repetición al que estamos acostumbrados, donde conviven con maestría la construcción de objetos de lujo con piel humana.
Lo acompaña Limpieza social, video donde la artista guatemalteca Regina José Galindo se ofrece desnuda para ser humillada y maltratada, y vivir en el cuerpo propio el aplastamiento generado por el goce perverso de otro más fuerte.
Un banco y unos auriculares invitan a sentarse y escuchar la grabación de la mexicana Teresa Margolles (integrante del colectivo Semefo, Servicio Médico Forense), Trepanaciones. Sonidos de la morgue, espacio privilegiado de la artista para hablar sobre la descomposición social, tan patente y corrosiva como la del cuerpo muerto y la vida de la materia cadavérica.
Siguiendo el hilo –aunque con otro tono– el fotógrafo argentino Marcos López presenta Autopsia, foto de la serie Sub-realismo criollo, escena en la que siete hombres caracterizados de médicos y enfermeros junto al perito balístico, miran a cámara emocionados por la cercanía del cuerpo en el que trabajan: una joven desnuda, hermosa, maquillada, mutilada.
Al subir la escalera suena La carrera, de Humberto Vélez, audio en el que se parodia la forma en que los panameños se toman las carreras de caballos, seriamente y comprometidos en su pasión, cuyo diálogo desborda de indicios a las polarizaciones de las clases sociales. One Dólar, Visa Americana, Miss Panamá, Papi Rico, Oligarca, son algunos de los nombres que llevan los respetados añorados caballos.
La última sala es la más lúdica. El humor y la posibilidad de redimir la historia aparecen en Idolo con calavera y Chacmool, del reconocido artista pop colombiano Nadín Ospina, becario de la Fundación Guggenheim, que con sus figuras de piedra de Bart Simpson cita las formas de las culturas prehispánicas con personajes compartidos en la era de la globalización. A su lado, el video de Javier Téllez Carta sobre los ciegos, para el uso de los que ven, en los que un grupo de no videntes reconstruye la imagen de un elefante sin haberlo visto nunca.
La bióloga y escultora panameña Donna Conlon despide con el video Coexistencia, en el que realiza una analogía entre el esfuerzo humano en equipo y el trabajo de las hormigas, en este océano multifacético de registros sonoros y visuales, en el que conviven manuscritos plagiados, serruchos cortando huesos, linyeras metamorfoseando en ángeles, muebles clausurados con cemento y pezones incrustados en carteras. La construcción de un imaginario poético y geográfico, pero sobre todo político, en su proyección social y en su trascendencia estética.
"Amor” marcado a tinta: la sensualidad extraña de una piel dura con letras delineadas por filosas agujas da lugar a un tatuaje junto al corazón. Fotografiado en primer plano, el dibujo-cicatriz es parte de los fabulosos archivos fotográficos encontrados por la artista brasileña Rosângela Rennó en el museo penitenciario de la cárcel de Carandiru, en San Pablo; y es parte de su obra “Sin título (Tatuaje 4)”. Dejando de ser solamente privado –ni aun un límite entre lo privado y lo público, tampoco entre lo personal y lo social–, el cuerpo deviene en el trabajo de Rennó una plataforma curtida y frágil a la vez, castigada, sensible, agredida y expresiva: una plataforma humana demasiado expuesta (indicio de la violencia del contexto en el que habita). Y esta es una de las constantes más importantes, en la muestra Colección Daros. Latinamerica –curada por Katrin Steffen y Rodrigo Alonso– que actualmente puede verse en la Fundación Proa: la violencia, y cómo se manifiesta a través de las obras. Las representaciones del cuerpo y de determinados objetos surgen como evidencias o emergencias de situaciones agresivas, tensas, extremas. Las obras devienen así terminantes llamados de atención sobre situaciones puntuales ubicadas geográficamente en América Latina: ciertos conflictos políticos, sociales, económicos. Entre todos, los presentados en los trabajos de los artistas colombianos y mexicanos llevan la delantera porque abordan de manera contundente estados recientes, sincrónicos, de esos países. Lo hacen crudamente, sin anestesia: la mexicana Teresa Margolles y su “Trepanaciones. Sonidos de la morgue”, un simple par de auriculares y esos sonidos grabados, audibles, es de las obras más potentes de la muestra y, de tan dura, prácticamente insoportable; “Mugre”, del colombiano Rosemberg Sandoval –pinta una pared refregando sobre ella a un hombre de la calle, de un lado para el otro, dejando el rastro de su suciedad sobre el muro-; “Sin título”, de la colombiana Doris Salcedo –el mueble relleno de cemento, inamovible, clausurado, opaco, obturado–… Todas condiciones de prueba acerca de la resistencia y la sobrevivencia, que parecen un denominador común en esta exposición.
Compuesta por 41 obras, la muestra presenta por primera vez en Buenos Aires parte de la colección Daros, que tanto dio que hablar durante los últimos meses a raíz de la noticia del cierre de la fabulosa sede Daros de Río de Janeiro, la que estuvo abierta durante 3 años y 6 en construcción. Pongamos en cuadro: Daros comenzó a formarse en los años 80, con la intención de constituirse como una colección de arte internacional, con unas 250 obras de arte estadounidense y europeo de la segunda mitad del siglo XX. Fundada por Alexander Schmidheiny –suizo, heredero y dueño de empresas– y Thomas Ammann –un art dealer también suizo–, cuando ambos murieron, el proyecto fue continuado por Stephan Schmidheiny (hermano de Alexander), quien hizo la colección accesible al público por medio de su préstamo para ser exhibida en muestras. Pero entre 2001 y 2008 hubo un cambio: parte de esta colección comenzó a presentarse en distintas exposiciones definiéndose bajo el título “Colección Daros”. También desde 2010 obras suyas pueden verse de manera permanente en el espacio de la colección Beyeler (Suiza). Mientras tanto, en 2000, la ex esposa de Schmidheiny –Ruth Schmidheiny– decidió fundar la colección Daros Latinamerica, que es bastante más importante que la colección Daros original (de arte europeo y estadounidense) en cuanto al número de obras: más de 1.200. Si bien en un primer momento pensaron abrir el espacio en Cuba, finalmente decidieron inaugurarlo en Río de Janeiro. Para sorpresa de todos, a pesar de poseer una magnífica colección –y de haber realizado exposiciones únicas, como la original muestra sobre Julio Le Parc en 2014, con una expografía totalmente inusual–, en abril de este año la dirección de Daros comunicó de manera oficial el cierre de su sede en Río de Janeiro en diciembre de 2015. Si bien es una pérdida importante –el espacio es magnífico, y sus proyectos pedagógicos relacionados con el arte bastante novedosos–, la colección (o algunas de sus obras) seguirá siendo mostrada, por ejemplo, siendo dada en préstamo para poder ser expuesta como parte de exhibiciones amplias, o mostrándose parte de ella en otros espacios (tal como ocurre ahora en la Fundación Proa). Observándolo desde una perspectiva amplia, es coherente con lo que Daros ya venía haciendo en relación a su colección de arte europeo y estadounidense. Quizás sí llame la atención los gastos y movimientos generados en Brasil, y un cierre prematuro.
Haciendo foco nuevamente en la muestra que se expone en Proa, presenta también a un grupo de artistas argentinos: Marcos López con “Autopsia”, la gran fotografía color escénica y paródica, relacionada con aquella otra –emblemática– realizada por Freddy Alborta, del Che Guevara muerto sobre una camilla (1967). El mismo López declaró sobre su obra: “La muerte es la patria joven”, me dijo Carlos Masoch, el que actúa (en la fotografía) como cirujano, cuando le mostré la foto terminada (…) Una autopsia mal hecha de una muerte inevitable. Una autopsia inútil, trucha, clandestina, perversa, desalmada”. Los dos muertos están tendidos, sus cadáveres maltratados y sobre todo, sus ojos: abiertos.
“De la furiosa agresión a la decoración”, de Fabián Marcaccio, es otra de las obras fuertes de los artistas argentinos presentes en la exposición: la bandera argentina tamaño XXL, intervenida con cobre, metal, nylon en tonos drámaticos. Un mix de pintura, instalación y escultura. “12 canciones cortas”, del argentino Jorge Macchi, es una simple cajita de música que convierte en sonidos los titulares financieros de los periódicos, perforados cual si fueran partituras.
“Como corre el campesino, ¡caramba!/ buscando donde escapar/ para que en los enfrentamientos, ¡hombre!/ no lo vayan a matar”, canta el hombre en primerísimo plano, mirada fija a la cámara, transmitiendo la historia reciente y cruenta de los pobladores de Trojas, quienes sufrieron en 2000 una masacre a manos de paramilitares. Es “Bocas de cenizas”, el video del colombiano Juan Manuel Echevarría, en el que una tras otra se transmite el patrimonio oral, la historia reciente de una zona poderosamente conflictiva. La canción les permite a los pobladores exorcizar su experiencia a la vez que transformarla en testimonio.
De las experiencias más modestas, menos evidentes y percibidas en los grandes espacios urbanos, surgen los relatos más originales: “Carta sobre los ciegos para el uso de los que ven”, el conmovedor video del chileno Javier Téllez, registra la primera aproximación de un grupo de personas no videntes al conocimiento de un elefante. Lo tocan, perciben táctilmente su peso, temperatura, piel, forma. Alonso –el curador de la muestra– comenta sobre la obra que transmite las dificultades pero también las alegrías de afrontar un desafío. Indica que nos invita a aventurarnos a ver más allá de lo que creemos ver. Y esto también puede ser comprendido en clave social, política.
Es el ídolo de piedra del colombiano Nadin Ospina el que sonríe estúpidamente, a pesar de semejarse a un Dios totémico y precolombino: un Mickey Mouse de piedra, mostrando de colgante una calavera. Es un ratón-escultura mágico, simbólico, crítico y cínico. Relacionado con la búsqueda de una identidad cultural, la reflexión sobre el mestizaje y de cierto lineamiento entre los seres humanos y los animales, Ospina declaró sobre su obra, en una entrevista de hace algunos años: “Cuando veo el cepillo de dientes de mi hija, esto inmediatamente se convierte en un chacmool precolombino.” Abarcando un espectro amplio de obras variadas pero fuertes, que implican una reflexión, un compromiso y una exigencia para ser comprendidas en su totalidad, la muestra Colección Daros… vibra con pequeños signos de enorme potencia. Los detalles –sonidos, acciones, materiales, palabras– de los trabajos, exponen la tensión geopolítica de nuestra región y sus conflictos (algunas veces de forma cruenta). Proponen nuevas formas de comprendernos como ciudadanos latinoamericanos: directas, poéticas, nuevas.
En la línea habitual de Fundación Proa (La Boca, Buenos Aires), cuya línea curatorial suele visitar el terreno de lo político en el arte, la exhibición Colección Daros LatinAmerica ofrece una selección de obras pertenecientes a la colección suiza marcadas por dos ejes problemáticos fundamentales del arte latinoamericano: los discursos del poder (visuales, simbólicos, de marcación corporal) y la violencia política en la región, delatada como un fantasma del Tercer Mundo en los espacios íntimos y públicos.
Daros, fundada por la multimillonaria suiza Ruth Schmidheiny, es la mayor colección de arte latinoamericano fuera de América Latina. Posee en su inventario piezas de varios de los artistas más connotados del siglo XX en nuestro continente: algunos de sus nombres más famosos son Julio Le Parc, Carlos Cruz-Diez, Hélio Oiticica, Lygia Clark, Horacio Zabala, Cildo Meireles, Luis Camnitzer, Ernesto Neto y Liliana Porter. Además, tiene a su haber a muchos de los “nuevos clásicos” de la región, como Guillermo Kuitca, Teresa Margolles, Doris Salcedo y Alexander Apóstol.
Algunos números útiles: entre los 23 artistas expuestos (una selección entre los 120 artistas latinoamericanos en la casa suiza), pertenecientes a 7 países del continente, uno es el chileno Gonzalo Díaz: Premio Nacional de Artes Plásticas, académico de la Universidad de Chile y uno de los cuatro artistas chilenos cuyas obras han ingresado a la colección. Pese al habitual exitismo de Daros a la hora de publicitarse, la ausencia de muchos de los grandes nombres de la colección y el reducido número de piezas no explica el alcance e interés suscitado por la muestra ¿Qué es lo que genera entonces el magnetismo levantado en torno a la exposición.
Lo que hasta hace unos meses era una exhibición que formaba parte del programa de circulación de la Colección Daros, hoy es una curatoría coyuntural: cobró especial relevancia tras el reciente anuncio de Daros de abandonar el coleccionismo y retirarse de su sede en Río de Janeiro, abierta en 2013, debido a dificultades financieras. ¿Qué nos perderemos cuando la colección se disperse hasta desaparecer? Es esta pregunta que surge ante los dichos de Adriana Rosenberg -directora de Fundación Proa- sobre la exhibición: “el destino quiso que esta exhibición en Buenos Aires fuese tal vez una de las últimas oportunidades para recorrer la magnífica colección”.
Entre las obras más llamativas de la selección se encuentran una visceral pieza sonora de la mexicana Teresa Margolles (Trepanaciones. Sonidos de la morgue, 2003), uno de los imponentes muebles lapidados de la colombiana Doris Salcedo (Sin título, 1998) y el mapa monumental de chatarra tecnológica WWW (World Map) del brasileño Vik Muniz, cuya obra también está siendo expuesta en intenso a un bondi de distancia (Vik Muniz Buenos Aires, Museo de la Universidad Nacional Tres de Febrero http://untref.edu.ar/muntref/vik-muniz/). Para un texto mucho más extenso darían las conmovedoras fotografías del David de Miguel Ángel Rojas (2005), o la videoperformance de Rosemberg Sandoval llamada Mugre (1999-2000), donde el artista lleva el gesto indicativo al extremo utilizando a un mendigo como brocha y a su suciedad como pigmento.
Otra polémica había rondado antes a Daros: certeras críticas de intelectuales locales insinuaban acciones propias de la colonización cultural por parte de los dichos de Hans Michel Herzog y la institución a la cual representa como curador (http://esferapublica.org/nfblog/informe-daros-arte-y-dinero/). En el catálogo de la muestra, Adriana Rosenberg se acerca de manera incómoda y lateral a este debate:
“Por su concepción curatorial y hasta por una singularidad de su nombre -nótese la transliteración de la pronunciación inglesa ‘Latinamerica’ (sic)-, la colección Daros nos propone rechazar la existencia misma de un arte latinoamericano como tal, así como de cualquier otra categorización regionalista que pueda coartar no solo la libertad de los artistas a la hora de elegir sus temas y medios expresivos, sino también y fundamentalmente la libertad del espectador, que cuando es adiestrado en preconceptos y nociones totalizantes, empieza a encontrar en las obras lo esperable, a ver en ellas lo previsible”.
Despejando cualquier crítica al lenguaje un tanto envejecido utilizado por Rosenberg, resulta paradójico leer una declaración de principios “contra cualquier categoría regionalista” proveniente de una de las colecciones regionales más importantes de los últimos años. Sin lugar a dudas el exhaustivo trabajo curatorial y de investigación desplegado por el equipo de especialistas que lleva la Colección Daros da cuenta del deseo de abarcar un territorio específico, un espacio productivo distintivo dentro del poblado mundo del arte contemporáneo que tiene existencia y nombre.
Las obras de la potente exhibición “Colección Daros Latinamerica” permiten “encontrar senderos que señalan ciertas preocupaciones comunes” de artistas contemporáneos latinoamericanos. Es un viaje a través de piezas capaces de producir sentido y profundizar cuestiones estéticas, sociales y humanas. El curador es Rodrigo Alonso quien, junto a Katrin Steffen, seleccionó las más de 40 piezas que se lucen en Fundación Proa, convertida en “arena para el debate y la reflexión”.
Tal como fue la aspiración del curador y director artístico de Daros, Hans-Michael Herzog -quien reunió la valiosa colección suiza que suma 1.200 piezas de 117 artistas de Latinoamérica-, aquí no hay meros juegos formales, sino pasión e inteligencia, quebrantos espirituales e investigaciones históricas. Muchos la conocieron en Río de Janeiro, en la magnífica Casa Daros (edificio del siglo XIX recuperado con millonario presupuesto) que suspendió sus actividades. Esta imperdible muestra aparece como una de las últimas oportunidades para apreciar este relevante patrimonio.
Imprevisibles y universales. Dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos, piezas sonoras y obras hechas para un sitio específico revelan problemáticas geopolíticas, violencias públicas y privadas, resistencias y utopías. Lejos del cliché folklórico, “Colección Daros propone rechazar la existencia misma de un arte latinoamericano como tal”, dice Adriana Rosenberg, directora de Proa. Cierto, es un arte hecho en Latinoamérica pero con nociones y sentimientos universales.
El inolvidable video “Bocas de ceniza” de Juan Manuel Echavarría (Colombia, 1947) registra voces y rostros de siete desplazados de esa zona -Bocas de Ceniza, desembocadura del río Magdalena en el Caribe-, consecuencia de los enfrentamientos armados. Ellos cantan sus desgracias y sus esperanzas pero bien podrían ser la de los kurdos o somalíes. Los griegos también se identifican con la caja musical de “12 canciones cortas” del argentino Jorge Macchi, que transforma en música una serie de titulares financieros perforados sobre tiras de papel.
“Colección Daros Latinamerica” se presenta introduciendo la discusión sobre lo latinoamericano, la globalización y los símbolos del poder, como la pintura en expansión de la bandera argentina de Fabián Marcaccio; con aparente confusión de elementos y caóticas imágenes incluso discute la noción de pintura.
En Sala 2 predominan las alusiones a lo cotidiano como el ropero con cemento de Doris Salcedo (Colombia), que sellado sirve sólo para recordar torturas y encierros. Desechos tecnológicos en el enorme mapamundi del brasileño Vik Muniz, reflexionando sobre las consecuencias del progreso. Entre el humor y el ingenio, el diseño y el arte, el colectivo cubano Los Carpinteros ofrece dibujos y esculturas, con edificios icónicos y significados distintos para cada uno. Hasta con “Mugre”, el impactante video de Rosemberg Sandoval con el cuerpo y la suciedad de un hombre en situación de calle en Bogotá, se puede discutir y poner en escena la crisis del arte.
La Sala 3 subraya al cuerpo como depositario de las señales de los conflictos sociales. ¿Cómo olvidar las fotos del joven soldado mutilado en la guerra colombiana de las drogas, el trágico “David” de Miguel Ángel Rojas? El registro de la acción de la mesiánica “Limpieza Social” de la guatemalteca Regina José Galindo -su cuerpo como sede para retratar la represión social- establece una conversación con la instalación de Teresa Margolles (México, 1963), ocupada como siempre con los trabajos y fluidos que rodean a la muerte.
Rosângela Rennó se sirve de las imágenes que la rodean -como cuerpos tatuados, de archivos policiales de una cárcel de San Pablo- y las recicla para atender con su mirada a la compleja realidad brasileña. “Las imágenes dicen lo que uno quiere que digan” dijo días atrás en Buenos Aires, invitada por Buenos Aires Photo. ¿Cómo desterrar la visión de “Autopsia” del santafesino Marcos López?, escena que retoma imágenes de la historia del arte, Rembrandt, la foto del Che Guevara muerto en Bolivia, ofreciéndolas para nuevas interpretaciones.
La escalera hacia Sala 4 es el sitio ideal para escuchar “La Carrera” al panameño Humberto Veléz, audio que parodia las carreras de caballos -aquí con nombres tales como: Miss Panamá, Papi rico, Oligarca, One dólar- en Panamá y sátira sobre contrapuntos sociales. Ya en la sala, se entremezclan el juego y lo maravilloso, como las puertas que maravillan de Leandro Erlich (Argentina). Las irónicas esculturas de Nadín Ospina (Colombia) parecen objetos precolombinos, pero están coronados con cabezas de personajes de historietas norteamericanas. El conmovedor video del venezolano Javier Téllez (Venezuela, 1969) muestra como un grupo de ciegos de nacimiento reconstruyen la imagen de un elefante sin haberlo jamás visto; y muchas más obras de artistas poco difundidos aquí. Con exhaustivo catálogo, con el apoyo de Embajada de Suiza y patrocinio de Tenaris – Organización Techint.
Hasta el 13 de septiembre se puede recorrer este recorte sustancial de una de las colecciones más vastas sobre expresiones de Sudamérica –compuesta actualmente por 1.200 obras de la colección privada iniciada por la suiza Ruth Schidheiny en el año 2000 y que incluye a 120 artistas–, que incluye dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obras site specific.
Daros no le corre la mirada a esa agenda que late en el continente. Desde la ribera boquense, el continente se debate: las tensiones geopolíticas, la violencia pública y privada, las resistencias y utopías, el cuerpo como expresión del conflicto social, son algunos de los tópicos que aborda. La colección posee uno de los repertorios contemporáneos más importantes del mundo y ofrece un panorama de producciones reflexivas y críticas, en sintonía con lo mejor del arte actual. Por caso, la labor Milena Bonilla, “El capital/Manuscrito Siniestro” es una copia del clásico de Karl Marx redactada con su mano izquierda.
No menos política, “Coquetá”, del artista colombiano Miguel Ángel Rojas, desnuda las mutilaciones de la guerra retratadas en las fotografías a un soldado, en un gesto tácitamente prohibido por el gobierno de su país. O los objetos hechos con apariencia de piel humana que conforman la “Boutique-Peletería Humana” de Nicola Constantino.
El recorrido es extenso y cuenta con el apoyo institucional de la Embajada de Suiza y el patrocinio de Tenaris-Organización Techint. Por la relevancia de las obras presentadas y de sus autores, se trata de una oportunidad única para apreciar algunas de las líneas temáticas, formales y conceptuales centrales en los artistas de la región, en vistas a incrementar el conocimiento sobre la producción artística de nuestro continente.
Parte de la Colección Daros Latinoamérica puede verse por estos días en la Fundación PROA, una muestra de las tendencias artísticas actuales que forman parte de esta colección suiza dedicada al arte contemporáneo de la región. Sin intenciones historicistas o folclóricas, el curador Rodrigo Alonso junto a su par de Daros, Katrin Steffen, trabajaron desde 2012 para lograr una muestra de nivel internacional y regional al mismo tiempo.
Es la segunda vez que Daros apuesta por mostrar sus trabajos en la Argentina -en 2014 se pudo ver en Malba obra de Julio Le Parc perteneciente a la colección-, pero la primera que lo hace a lo grande. Buenos Aires resulta por momentos una plaza artística complicada cuando las instituciones locales deben convencer a las extranjeras de mostrar sus obras aquí. A los altos costos en dólares que implica trasladar obras de arte y los seguros que se deben contratar, se suman los trámites para el ingreso de piezas al país. Más de una vez las exhibiciones se abren al público pese a que algunas de las obras duermen en la aduana argentina a la espera de que la burocracia las libere.
En las cuatro salas de PROA Alonso y Steffen desplegaron piezas de más de veinte artistas, seleccionadas lo largo de tres años de trabajo en conjunto con Zurich. El trabajo final es una muestra que no se agota en los cliches regionales pese a que muchas de las obras reflejan temáticas que atraviesan a toda Latinoamérica como la violencia social, la tensión norte-sur o la resistencia a ser ciudadanos de segunda del mundo.
Alonso, curador siempre presente en al escena local artística, se volcó en esta oportunidad por"artistas latinoamericanos importantes, pero que a la Argentina todavía no había llegado su obra". En una recorrida por la muestra junto a la prensa, brindó un panorama de las ideas que atravesaron el armado de las cuatro salas en la que se divide.
Así, en un comienzo, el espectador se sitúa en el medio de diferentes poderes: la Iglesia representada desde la fragilidad y la manipulación en Molde soplado de Teresa Serrano, donde la mexicana realizó en vidrio los cuatro tipos de gorros que utilizan los papas; o la economía materializada en una versión de El Capital de Karl Marx de Milena Bonilla escrita con la mano izquierda por un diestro.
Ya en la sala II, las tensiones políticas del sur se exponen como cuestiones naturalizadas y cotidianas. Rosemberg Sandoval y su registro audiovisual de la performance Mugre incomoda al mismo tiempo que se invita al espectador a tomar asiento y ver cómo el artista lleva en sus hombros a un indigente hasta una galería pintada completamente de blanco; sin que toque el suelo, refriega las prendas del hombre sucias sobre las impolutas paredes. "Es la mugre como pigmento, como óleo de paleta rancia y sucia", se explica en un costado.
En la sala III aparecen algunos de los artistas argentinos que Alonso escogió como Nicola Costantino con piezas de su serie Peletería Humana y Marcos López con Autopsia. La política y la violencia ahora se manifiestan en forma de marcas sociales sobre los cuerpos, como los David del colombiano Miguel Ángel Rojas interpretados por militares mutilados. A su vez, la Latinoamérica contemporánea se apropia aquí de la tradición artística porque podrán variar los estilos, pero las bases son las mismas a un lado y otro del océano Atlántico.
"Tratamos de curar con una forma didáctica", sostuvo Alonso y la exhibición cumple con el objetivo. Es tradición de la Colección Daros pedir a los artistas de los cuales poseen obra que escriban una breve reseña sobre su trabajo, ideas que lo atraviesan o sentimientos que les surgen. En PROA las obras que cuelgan están acompañadas por las palabras de sus autores; son los artistas tomando la mano del público e invitándolos a pasar de la mera contemplación a la reflexión.
Latinoamérica es más que política y violencia y la exhibición reserva para la sala IV obras donde lo lúdico y lo maravilloso son fuente de inspiración. Las esculturas en piedra de Nadín Ospina que recrean personajes de Los Simpsons y Disney dan cuenta de las inevitables influencias externas. Por último Leandro Erlich, con su siempre eficiente apelación a la sorpresa, nos obliga a derribar preconceptos con su excelente instalación Las Puertas.
La Colección Daros Latinoamérica puede verse hasta el 13 de septiembre en Fundación PROA, Av. Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingo de 11 a 19 horas.
En la década del 20 del siglo pasado, intelectuales de uno y otro lado del Atlántico anduvieron tironeando el meridiano intelectual. Se dio en una polémica entre el grupo Martín Fierro en Buenos Aires y Guillermo de Torre, quien se adjudica la autoría de un artículo en La Gaceta Literaria. Bajo el título “Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica”, el políglota español y cuñado de Borges intenta realinear a la madre patria como dadora de una cultura y una lengua a todo el continente. Tanto es así que la presencia del término “Hispanoamérica” es toda una declaración de principios. Las vanguardias porteña, cubana y mexicana devolvieron el golpe con mucho sarcasmo frente al embate de una propuesta que ya no tenía sentido en esa centuria.
Este episodio es un ejemplo para instalar que el espacio latinoamericano es, sobre todo, uno de lucha por un nombre. Fue América Latina en el invento francés del siglo XIX y de a poco se fue latinoamericanizando. Tanto que la categoría de “latino” se pasó de rosca y en los Estados Unidos va desde Ricky Martin a Antonio Banderas, sólo por mostrar un detalle de su complejidad.
No se pueden pasar por alto estas tensiones frente a un repertorio de obras de arte latinoamericano proveniente de la colección suiza de arte contemporáneo Daros Latinamerica (sic.) que puede verse en Fundación Proa, curada por Katrin Stefen y Rodrigo Alonso. Latin America se separa en dos palabras en la tapa del catálogo, y la primera A se pone patas para arriba. Por contigüidad de pensamiento, desde estos puntos australes no puedo evitar el mapa invertido de Torres García.
¿Cuál es la visión que exhibe esta cartografía flamante? En principio Latinoamérica dejó, hace rato, de ser la tierra de las maravillas. Ni en WWW, el mapa que Vik Muniz construye con basura electrónica, ni en el video Mugre de Ro-semberg Sandoval o en Limpieza social, de Regina José Galindo, hay remedos de ese modo de consagración del exotismo que ocupó la segunda mitad del siglo pasado. No hay realismo mágico. Ni literario, pero tampoco político. El Capital de Karl Marx es una pieza de museo. Tanto literal como metafóricamente. Como propone Milena Bonilla: sólo se lo puede copiar, es decir, volver a escribirlo con la mano izquierda de una artista diestra.
Sin prodigios, sin fantasías, sin mujeres voladoras ni utopías. La última, la revolucionaria, murió junto con el Che Guevara. Esa foto de su cuerpo sin vida en la camilla en la selva boliviana es la que toma Marcos López para arrastrar una versión de Lección de Anatomía del Dr. Nicolaes Tulp de Rembrandt a estos suelos y cometer toda clase de parricidios necesarios: el cuerpo feminizado del comandante, los doctores sin traza y sucios, el cuarto lúgubre, clandestino pero, sobre todo, sin revoque.
Colombia “tan violentamente dulce”; se podría tomar prestado el título de Julio Cortázar, para presentar las piezas de los artistas colombianos como Juan Manuel Echavarría y Miguel Angel Rojas. Este último, tal vez, a impulso de su nombre, hizo fotografías de bellos jóvenes en la pose del David de Michelangelo Buonarroti. A diferencia de ese modelo, los de Rojas están mutilados. Son sobrevivientes de la guerrilla colombiana que nada saben de la existencia de esa obra de arte.
En todo caso, habrá que ver cuál es el reemplazo del paradigma del territorio extraordinario; ese que va desde un Colón fascinado y sin palabras –algunas las tuvo que inventar para su increíble Diario– hasta la marca registrada de García Márquez en el boom de la literatura latinoamericana. ¿Será el de la violencia? Por lo menos se perfila como un nuevo estereotipo que supimos construir.
¿Qué proponen los artistas de Daros Latinoamérica?
Un hombre descalzo y vestido de blanco sale a la calle, mantiene una breve conversación con un homeless, lo carga como a una bolsa de papas, y cuando llega a la sala del museo, lo utiliza como una carbonilla para dibujar. (Mugre. Sandoval Rosenberg, 2004. Performance, Museo de Colombia.) Ciudadanos de a pie, habitantes de la desembocadura del río que abrió paso a la conquista de América en el Caribe, cantan, frente a cámara, un tema compuesto por ellos mismos que evoca la precariedad en que está sumida Colombia, más íntegramente que cualquier material gráfico (Voces de Cenizas, Juan Manuel Echavarría, 2003. Video monocanal).
Algo en esta tierra de diversidad, en este continente de clima benefactor y materias primas, empieza a emerger por sobre los usos y costumbres, por sobre la visión eurocéntrica del arte y la de "lo apropiado" que plantea el mercado… Nace una poética del barro, del sudor y una necesidad de expresar que traspasa los límites y hace de cualquier lenguaje, una herramienta.
Con la curaduría de Katrin Steffen y Rodrigo Alonso la selección de obras de la colección Daros Latinoamérica da espacio a esa faceta del arte que se ocupa de preguntarse sobre el presente y cuestionarlo, tal comoMcLuhan recordaría en sus entrevistas “(…) el artista contemporáneo, está siempre buscando nuevos patrones, nuevos reconocimiento de patrones, lo cual es su deber. Su gran necesidad… la indispensabilidad del artista es que sólo en el encuentro con el presente presente, puede hacer el reconocimiento de patrones. El sólo tiene la percepción sensorial necesaria para decirnos de que está hecho el mundo" (*). Y esto es lo que se percibe en esta exhibición que permanecerá hasta el 13 de septiembre en Fundación Proa.
Daros Latinoamérica es una institución de Arte fundada en el año 2000, por el coleccionista suizo Ruth Shmidheiny, cuyo objetivo es la creación y conservación de Arte Contemporáneo Latinoamericano.
*Fragmento entrevista a MsLuhan: "El rol del artista"
Buenos Aires, 12 jul (EFE).- La prestigiosa colección suiza de arte contemporáneo "Daros Latinamerica" desembarca por primera vez en Argentina con una selección de 40 obras de artistas suramericanos que invitan a reflexionar sobre el poder, ideologías, resistencias, utopías y el cuerpo como lugar de conflicto.
La pintura de una bandera argentina denominada "De la furiosa agresión a la decoración", da la bienvenida al espectador en la Fundación Proa de Buenos Aires y anticipa la discusión artística sobre lo latinoamericano, la globalización, y los símbolos del poder de las piezas expuestas en la primera sala.
Allí también está presente la artista colombiana Milena Bonilla, cuya obra "El capital/Manuscrito Siniestro" es una copia del clásico de Karl Marx redactada con su mano izquierda, siendo ella una artista diestra.
La selección que podrá verse hasta el 13 de septiembre es sólo una mínima parte de las 1.200 obras de la colección privada iniciada por la suiza Ruth Schidheiny en el año 2000 y que incluye a 120 artistas de América Latina.
"Es una colección que hace mucho hincapié en los contextos, sociales, culturales y políticos de cada uno de los artistas", dice a Efe Rodrigo Alonso, comisario de la muestra junto a Katrin Steffen.
"Cuando uno entra, parece que nada tiene que ver entre si, son muy distintas, pero en realidad hay un sentido detrás, uno espera que el espectador lo encuentre. Por ahí no lo encuentra y pasa de largo", confiesa Alonso.
Varios muebles a escala se ubican confrontados en medio de la segunda sala, centrada en lo cotidiano y lo político.
La monumental obra "Someca", realizada por el colectivo artístico cubano Los Carpinteros, es un mueble "que habla mucho de la cosas íntimas y personales que uno añora, de la cómoda del dormitorio, donde uno guarda cosas preciadas", apunta el comisario.
En cambio, el "ropero" de la escultora colombiana Doris Salcedo "es lo opuesto, habla del mueble que está clausurado y que no te permite entrar", agrega.
Las mutilaciones de la guerra retratadas en las fotografías de la serie "David", del artista colombiano Miguel Ángel Rojas, los objetos de mostrador de "Boutique-Peletería Humana" de la argentina Nicola Constantino, son algunas de las obras expuestas en la tercera sala y hacen hincapié en el cuerpo como sede de las marcas sociales.
El contenido fuerte y explícito de las obras es un rasgo de la muestra que atraviesa desde distintas perspectivas lo social y cultural de Latinoamérica, ya que es "el tipo de obra que le interesa al curador es esa, el tipo de obra que cruza lo contemporáneo y lo político", afirma.
"La característica de la colección en general, es un tipo de artista que habla del contexto, que tiene un contenido fuerte, que es político, social o cultural", subraya.
Unas escaleras conducen al último espacio de la exposición, donde se escucha un relato con la voz del artista mexicano Humberto Velez, denominado "La carrera", que parodia la seriedad que los panameños le otorgan a las carreras de caballo.
En la cuarta sala resaltan las pequeñas estatuas precolombinas con la forma de los dibujos animados Bart Simpson y Mickey Mouse, esculpidas en piedra por el artista nacido en ColombiaNadin Ospina.
Después de atravesar espacios con tantas obras con un contenido violento, es esta ultima sala donde "a uno se levanta un poco el animo de nuevo", sostiene Alonso.
"El tipo de obra de esta sala es más lúdica, es más divertida. Son obras más esperanzadoras", añade.
Como ejemplo, el cortometraje del artista venezolano Javier Téllez, en el que se observa cómo un grupo de ciegos "conocen a través del tacto" por primera vez un elefante.
Para Alonso, en ese encuentro con lo desconocido "hay alegría, emoción" y la obra habla de que "siempre hay mucho más para conocer de lo que uno conoce"
Los tatuados carcelarios de Rennó, parte de la serie "Cicatriz" que construyó a partir de archivos y negativos del Museu Penitenciário paulista -los cortes con que los presos se tatúan la carne- pueden verse hasta el 13 de septiembre en la porteña Fundación Proa de avenida Pedro de Mendoza 1929, parte de la muestra "Latin América" creada con la obra más contemporánea y sociopolítica de la colección Daros.
Mientras que "Vera Cruz", "un documental imposible realizado en 2000", dice a Télam Rennó, se podrá ver del 26 de julio al 25 de agosto en el Malba -avenida Figueroa Alcorta 3415-, dentro de la exposición "Memorias imborrables", de la Colección Videobrasil curada por su director, Agustín Pérez Rubio.
Se trata de "una ficción brutal -describe la artista-, 44 minutos basados en la imposibilidad de documentar el descubrimiento de Brasil y de un diálogo entre portugueses e indios", que transforma los relatos históricos en un filme de clase B.
En manos de Rennó, esos documentos devienen "una película de mala calidad -creada a partir de la carta que el explorador Pero Vaz de Caminha envía al Rey Manuel I de Portugal en 1500-, la cual se queda con lo único que tiene: textos subtitulados y el sonido del viento y del mar", consigna su creadora.
Como esos documentos que resignifica en cada trabajo -"manejo un principio de economía en el que miro lo hecho en busca de nuevos sentidos en lugar de producir nuevas imágenes", resume sobre sus obras poco ortodoxas en la técnica, que también siguen en movimiento.
Sus 'injerts', fotos laminadas, negativos de vidrio, montajes en metal, madera y 'stereophone' -las posibilidades son vastas-, se vuelven borrosos y poco contrastados: Rennó deja "que sigan su curso".
"Hay varias cosas que funcionan de esa manera -analógica- y así prefiero dejarlas, otras las restauro pero no todo", dice en un fluído español que aprendió en sus días de estudiante de Bellas Artes en Minas Gerais -"muchos libros venían sólo en castellano", recuerda-, resistiéndose a la contemporaneidad virtual y viralizante donde "todo se pide en formato digital".
Esta arquitecta, ganadora de la Beca Guggenheim, dio sus primeros pasos en la fotografía con la cámara Ricoh de su padre en su Bello Horizonte natal -"tenía unos 10 años, por el 72, papá la usaba sólo con la familia", recuerda-.
La 'trilha' (senda) que continuó demarcando ya de adolescente, "coleccionando diapos, fotos y negativos que encontraba en la calle", hoy la deja absorta con "la 'cloud'", dice, la nube virtual que reúne un número inabarcable de datos e "imágenes digitales sacadas para no ser vistas nunca".
"En términos filosóficos 'la cloud' me deja mal", afirma Rennó, cuya trayectoria pulsa en torno a la memoria y la desmemoria; "al aspecto icónico inicial que tiene la materia que puede ser el papel o la película fotográfica; al reconocimiento del otro en una imagen ajena como parte de una humanidad, de un flujo, algo que no encuentras en lo digital".
"La memoria es parte de la humanidad, camina junto con el ser humano en términos de proceso, por eso es fundamental y compleja, no puede existir sin olvido. Hay que aprender a convivir y saber qué es lo que se puede borrar y qué es preciso mantener", resume.
Hay cosas anteriores a la memoria que uno rescata con esas imágenes y son los sentidos, algo que se asocia a lo más intuitivo e instintivo de la humanidad hombre.
"Esa cuestión más carnal o medular me interesa tanto como la imagen -dice Rennó-: inciensos, humo y resinas de árboles, depositarios de una valor simbólico, espiritual y sobrenatural atávico", una carga mágica similar a la descubrió en su infancia cuando revelaba las imágenes que tomaba, de las cuales no sabía qué sería, con la básica Ricoh de su padre, fotómetro en mano, porque no venía dentro de la máquina.
"Yo era súper niña y todo tardaba mucho más -rememora-, no era una foto instantánea, no sabía qué estaba sacando, pero este es lo mágico de la imagen, ese espacio de reflexión que permite, que empezó como aventura, mirando fotografías, negativos y diapos que me encontraba en la calle, de adolescente y me parecía fascinante.. tener imágenes chiquitas de intimidades extrañas, siempre me atrajo mucho meterme en la memoria de los otros".
Una intimidad que en lo colectivo, asegura, encuentra un eco en todo el continente, "los procesos, problemas o la necesidad de rescatar, comprender o buscar documentaciones dentro de este flujo, cosas que desaparecen o se pierden intencionalmente o no son muy similares en el Cono Sur".
"No puedo hablar del caso específico argentino, pero sé que tenemos historias similares en ciertos puntos y su trabajo con la memoria me interesa porque ustedes le están dando nombre a los fantasmas, con más facilidad, dentro del dolor que en cualquier otro país sudamericano; y en Brasil quieren mantener los fantasmas, no quieren tocarlos, hay una voluntad de no devolverle los nombres a la gente", se despide.
Cuando finalice la muestra en Argentina, desde Daros Latinoamerica han confirmado la realización de exposiciones en Alemania, en el Kunstmuseum Wolfsburg, y en Suecia, en el Bildmuseet de Umeå.
El plan previsto, por los máximos responsables de Casa Daros, en Río de Janeiro, de cancelar su programa expositivo, a partir del mediados de diciembre, tras la clausura de la exposición "Ficción y Fantasia - Arte de Cuba", sigue en pie, según han confirmado a ARTEINFORMADO desde la institución suiza, de la misma manera, que sus planes de centrar sus actividades públicas en el ámbito internacional, tal y como también anunciaron, en paralelo al cierre de Casa Daros, ya han echado andar con la presentación de la colección en la Fundación Proa de Buenos Aires.
De esta forma, hasta el próximo 13 de septiembre, Fundación Proa presenta por primera vez en Argentina la "Colección Daros Latinamerica", en una exhibición co-curada conjuntamente por Katrin Steffen, curadora de la Colección Daros Latinamerica, y Rodrigo Alonso, profesor y curador independiente, quienes han seleccionado obras de 23 artistas latinoamericanos que recogen las distintas disciplinas que integran este amplio fondo artístico brindando un panorama contemporáneo de las nuevas prácticas artísticas del continente.
Por tanto, la exposición incluye dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obras sitespecific, de entre otros artistas, de los argentinos Marcos López (Santa Fe, 1958), Nicola Costantino (Rosario, 1964), Fabian Marcaccio (Rosario, 1963), Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963) y Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973), así como de las colombianas Doris Salcedo (Bogotá, 1958) y Milena Bonilla (Bogotá, 1975), de las mexicanas Teresa Serrano (México, 1936) y Teresa Margolles (Culiacán, 1963) o de la guatemalteca Regina José Galindo (Ciudad de Guatemala, 1974), por citar solo algunos.
"Las tensiones geopolíticas, las violencia pública y privada, las resistencias y utopías, el cuerpo como sede del conflicto social, son algunos de los tópicos abordados por las obras escogidas, que fueron cuidadosamente seleccionadas con el fin de transformar al espacio expositivo en una arena para el debate y la reflexión", aclaran desde Fundación Proa, y añaden, "que por la relevancia de las obras presentadas y de sus autores, se trata de una oportunidad única para apreciar algunas de las líneas temáticas, formales y conceptuales centrales de los artistas de la región, en vistas a incrementar el conocimiento sobre la producción artística de nuestro continente".
Por otro lado, desde Daros Latinoamerica, han confirmado a ARTEINFORMADO, que tras sus paso por Argentina, llevarán a cabo exposiciones en Alemania, en el Kunstmuseum Wolfsburg, con una selección de obras de la colección, y en Suecia, en el Bildmuseet de Umeå, con obras del artista argentino Julio Le Parc. En un principio, en una nota de prensa, también se citaba al Miami Art Museum como otro destino de la colección, pero desde la instución suiza lo han desmentido.
La Colección Daros Latinamerica, con sede en Zúrich, fue creada por la multimillonaria suiza Ruth Schmidheiny, en el 2000, y, desde entonces, está bajo la dirección artística y curadoría general del alemán Hans-Michael Herzog, siendo, hoy por hoy, la más importante de Europa en arte contemporáneo de América Latina y una de las más importantes del mundo.
Asimismo, está reconocida internacionalmente por el singular punto de vista en su formación, ya que en apenas tres lustros, ha reunido un impresionante fondo de más de 1.200 obras de toda la gama de medios y géneros contemporáneos de 120 artistas de América Latina, "con un criterio curatorial que rechaza cualquier categorización regionalista y privilegia las disrupciones del sentido, un recorte que se propuso privilegiar siempre la marca identitaria de la colección: la fidelidad en la diversidad", ponen en valor desde Fundación Proa.
“¿Quisieras posar como el David?” le consultó, cámara en mano, el artista colombiano Miguel Angel Rojas al soldado. El joven, al que le falta una pierna, respondió: “¿Cuál David?”. El artista disparó su cámara: esas fotografías quedan grabadas en la retina. El ejército colombiano no permite exhibir imágenes de soldados heridos o mutilados. Como una conjura, las fotos de Rojas son inolvidables: bellas y, al mismo tiempo, dolorosas.
Estamos en Proa, en la muestra de la Colección Daros Latinoamérica, que reúne una selección de 41 trabajos entre más de 1200 que integran esa nutrida colección de arte contemporáneo. Con co-curaduría de Rodrigo Alonso y Katrin Steffen, la muestra podrá visitarse hasta el 13 de septiembre. Reúne dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y sites pecific.Daros Latinamerica es una colección privada, con sede en Zúrich, que cuenta con obras realizadas por más de cien artistas desde los años sesenta hasta la actualidad.
El cuerpo y las marcas sociales es uno de los ejes de la muestra. Impacta ver a un hombre que coloca un mendigo sobre sus espaldas y lo lleva hasta la sala del Museo de Tertulia, en Colombia. La performance impone que el hombre no debe tocar el piso. Como si fuera una cosa, inerte, sólo cuerpo sin libre albedrío, lo refriegan contra la pared; luego, una y otra vez, contra el piso: quedan las marcas de la suciedad de su cuerpo y de su ropa vuelta harapos. Una huella de indigencia, desgarro y abandono social en medio de la caja blanca aséptica. Es el video Mugre, del artista colombiano Sandoval Rosemberg.
El ropero de Doris Salcedo, cuyas puertas están tapiadas con cemento, se enfrenta a un mueble del colectivo cubano Los carpinteros. Ahora, cientos de pequeños cajoncitos se abren ante el espectador. “Creamos Downtowns a escala de muebles. Si tu casa fuera el mundo, los muebles serían los edificios, los departamentos tus gavetas, y tú serías cualquier cosa que guardes junto a tus más familiares, valiosos e íntimos secretos dentro de esas gavetas”, señalan Los Carpinteros.
La artista brasilera Rosângela Rennó fotografío tatuajes de presidiarios: la palabra “amor” o el dibujo de un corazón están tatuados en el pecho como huellas eternas. Son imágenes en blanco y negro que estremecen. Deseos escritos en el cuerpo como último refugio. Como último recurso de supervivencia. La artista, que participa con su video Vera Cruz en la Colección Videobrasil, en el Malba, dará el miércoles, a las 18.30, una conferencia titulada Imagen y (des)memoria, en ese museo.
A unos pasos, el video de la acción Limpieza social, de la artista guatemalteca Regina José Galindo, muestra un baño compulsivo con mangueras sobre el cuerpo de la propia artista.
Están las carteras, el corset y los zapatos de taco alto hechos con material que semeja piel y tetillas humanas. Son obras que Nicola Costantino presentó en la Bienal de San Pablo en 2000. Peletería con piel humana que pone el foco en el cuerpo como fetiche, y tensa las nociones de belleza, ultraje y mercado.
Se exhibe Autopsia, de Marcos López, unión de la “La lección de anatomía del doctor Tulp” y la famosa foto del cadáver del Che exhibido en la lavandería del Hospital Nuestro Señor de Malta: la autopsia pública del criminal de la pintura de Rembrandt se convierte aquí en clandestina.
Estremece la obra sonora de la artista mexicana Teresa Margolles: reproduce el ruido de una trepanación. Los sonidos devienen imágenes potentes.
Ya en la última sala, con eje en la utopía y en el cambio, uno se encuentra con Carta sobre los ciegos, para el uso de los que ven, el video del venezolano Javier Téllez muestra como un grupo de no videntes de nacimiento conocen a un elefante: lo acarician, tocan la textura rugosa de su piel. Cuentan qué sintieron.
La palabra “Resistencia” se ilumina: es la obra de Gonzalo Díaz hecha con metal, cerámica y baterías eléctricas. Las letras rojas que forman la palabra se vuelven incandescentes.Resistenciaes el título y el mecanismo básico de la instalación. La palabra irradia calor y luz.
A unos pasos está la fabulosa instalación Las puertas, de Leandro Erlich. Solo puede entrar una persona por vez: así lo dispuso el artista. La sala está oscura. Da vértigo. Me acerco a una puerta. Trato de abrirla. No hay caso. Espío: hay luz. Toco la puerta: está tibia.
En la sala de ingreso a la Fundación se divisa la bandera argentina de Fabián Marcaccio. Tensada con tientos como un cuero, inflamada y cruzada por formas indefinidas de colores rojos y azules, la bandera anticipa el tema político de toda la exposición. La obra es densa y potente, representativa de una visión sensible hacia las cuestiones sociales que predominan no sólo en la muestra sino en toda la colección. El impulso de Hans Michael Herzog, curador y promotor de las adquisiciones, estuvo orientado a reunir un arte capaz de movilizar las conciencias. "Cuando uno sale del museo y llega a la calle, va a percibir el mundo de alrededor un poco diferente. Ésa es la idea política", sostiene Herzog durante un encuentro con este diario.
En la primera sala de Proa las obras guardan relación con el poder. Así lo aclara el curador Rodrigo Alonso frente a "El Capital /Manuscrito Siniestro", tres ediciones de Marx (de lujo, económica y pirata) realizadas por la colombiana Milena Bonilla. Junto a los vidrios de la mexicana Teresa Serrano, está el video "12 canciones cortas" del porteño Jorge Macchi. El sonido conmovedor de una cajita de música se oye en todo el espacio, mientras en abierto contraste con esta poética experiencia se desliza un papelito con noticias financieras de la crisis global.
Luego, el escalofriante ropero de la colombiana Doris Salcedo invita a pensar qué es ser latinoamericano. Ese prisma de madera se percibe como una cárcel inviolable y, de hecho lo es: su puerta está sellada con cemento y transmite la sensación de que algo ominoso y siniestro se esconde en su interior. El brasileño Vik Muniz presenta un planisferio -o sea, la totalidad del mundo- elaborado con desechos tecnológicos. Entretanto, la presencia del dúo cubano Los Carpinteros resulta crucial para comprender el perfil de la colección. Sin renunciar al contenido político, sus obras marcaron un quiebre en una estética signada por el dramatismo de las balsas, los corazones ensangrentados o las comunicaciones cortadas. Los Carpinteros seducen con el patético desorden de sus construcciones de madera, sus lugares imposibles de habitar y la gracia de una arquitectura inestable. Plantean con humor problemas como el de la vivienda. Para ellos, el tiempo de los gestos sufrientes se agotó.
Con un papel abollado que recupera su forma original, el mexicano Mauricio Alejo presenta una metáfora de la "Memoria". El colombiano Rosemberg Sandoval establece analogías entre la configuración de una "pintura" y la "Mugre" (título de su performance) que ostenta un vagabundo. Pone así sobre el tapete uno los grandes interrogantes que se abren frente al incomprensible rumbo de algunas vertientes del arte contemporáneo: "¿Hasta dónde quieren llegar y cuánto más van a tirar de la cuerda?".
Adentrarse en la muestra implica adentrarse en el tema del cuerpo. En el centro de la sala la intensidad de Nicola Costantino provoca cierto escozor. Frente a las elegantes prendas, carteras y zapatos de la instalación, coincide la atracción que provoca la sofisticada elaboración y el rechazo que inspira el material: el calco de la piel humana con impresiones en altorrelieve de anos, tetillas y ombligos. La mayor sensualidad la alcanza en un corset de silicona, las tetillas ocupan el sitio exacto de los pezones. Así juega con el cuerpo que se adivina y el vestido que lo revela y exalta la voluptuosidad.
Miguel Ángel Rojas presenta dos retratos de su "David" colombiano. La visión de un soldado con una pierna mutilada por una bomba resulta tan dolorosa y perturbadora que trasciende lo meramente artístico, aun cuando esta cualidad específica está acentuada por la abierta relación con el "David" renacentista. El personaje casi adolescente, parado sobre su única pierna, reitera como un fantasma la pose de un icono de la historia del arte. La imagen del "David" está tan arraigada a nuestro inconsciente que se vislumbra como una aparición. El tamaño natural de la foto, su monumental cercanía destaca la belleza extrema del desnudo, percepción que se contrapone a la aberrante exhibición de esa figura mutilada. La imagen se vuelve intolerable: es la encarnación del martirio.
El arte de Colombia está arraigado al contexto de una situación histórica particular y a condiciones sociales de excepción. Herzog observa que "el arte por el arte" no está presente en la colección (por razones obvias), aunque aclara que elude "el estereotipo" del arte político.
Las fotos de la brasileña Rosângela Rennó muestran los tatuajes de los presidiarios, los diseños y mensajes de la intimidad de la piel que resultan finalmente efímeros, que mueren con quienes lo llevan.
En este capítulo de la Daros aparece "La autopsia" del fotógrafo Marcos López. La imagen está inspirada en la pintura de Rembrandt, "La lección de medicina", pero también en las fotos del Che Guevara muerto que reprodujeron los medios. A la referencia estética de la pintura López suma la de su oficio: la fotografía. El espesor conceptual de la obra adquiere su significación en el contexto argentino, con la imagen del cadáver de una joven sobre una mesa de hospital.
En el video "Bocas de Ceniza" del colombiano Juan Manuel Echavarría las víctimas cuentan historias y cantan canciones donde resuena el horror de las masacres, como una letanía que se reitera para tornar soportable lo insoportable.
Un moderado momento de respiro en la exposición depara Nadin Ospina con sus "piezas arqueológicas alteradas". En sus irónicas esculturas Ospina modela a los Simpson o los personajes de Disney con la técnica del arte precolombino.
Las obras de la estadounidense Donna Conlon, el chileno Gonzalo Díaz, el argentino Leandro Erlich, los guatemaltecos Darío Escobar y Regina José Galindo, la mexicana Teresa Margolles, el venezolano Javier Téllez y el panameño Humberto Vélez, completan la muestra.
Si bien se habla de la continuidad de las giras y exposiciones de la Colección en diversos museos del mundo, Herzog ya anunció su retiro.
La exposición Colección Daros Latinoamérica está formada por 41 obras de una de las colecciones más importantes de arte latinoamericano del mundo, y que posee más de 1.200 en sus sedes de Suiza y Brasil.La elección estuvo a cargo de los curadores Rodrigo Alonso (Argentina) y Katrin Steffen (Fundación Daros), quienes seleccionaron obras de distintas disciplinas, para dar un panorama contemporáneo de las nuevas prácticas artísticas del continente, y además convertir el espacio en un lugar para el debate y la reflexión. Incluye dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obras sitespecific.Por primera vez llegan a Argentina estas obras, que tienen un eje en común: las tensiones geopolíticas, la violencia pública y privada, y las resistencias. En ella es posible ver trabajos de Doris Salcedo, que inauguró hace poco una exposición en el Guggenheim de Nueva York; y también hay trabajos audiovisuales, como el de la mexicana Teresa Margolles en que se reproducen sonidos de la morgue.
Por Rodrigo Alonso *
La Colección Daros Latinoamérica posee uno de los repertorios de arte latinoamericano más importantes del mundo. Su mirada, netamente contemporánea, se aparta de las versiones regionalistas y folclóricas para ofrecer un panorama de producciones reflexivas y críticas, en sintonía con lo mejor del arte actual. Dentro de la diversidad de piezas y orientaciones que la componen, es posible, no obstante, encontrar senderos que señalan ciertas preocupaciones comunes. Las tensiones geopolíticas, las violencias públicas y privadas, las resistencias y utopías, el cuerpo como sede del conflicto social son algunos de los tópicos abordados por las obras escogidas para conformar esta muestra.
Q Mapas y banderas. Uno de los ejes problemáticos más habituales en el arte latinoamericano se centra en su propia existencia y en la del área geográfica a la que supuestamente representa. Para muchos autores, la noción de una América latina es externa a la región y, por lo tanto, debería ser erradicada como factor de identidad común.
El inmenso planisferio realizado con residuos tecnológicos por Vik Muniz (ubicado en la sala 2) se instala en este terreno movedizo. En su obra WWW (World Map) [WWW (Mapamundi), 2008] nos ofrece la visión de un planeta cooptado por teclados y computadoras, al punto de perder cualquier tipo de especificidad natural o geográfica.
Donna Conlon recurre al humor para brindar su visión acerca del mundo globalizado en su video Coexistencia (2003), exhibido en la sala 1. Aquí, un conjunto de banderas y símbolos de paz se confunden en la frenética labor de un grupo de hormigas indiferentes a las connotaciones de su carga. En cambio, la bandera argentina estaqueada que presenta Fabián Marcaccio introduce tonos dramáticos de resonancias históricas y políticas.
Nadín Ospina entrecruza personajes de la cultura mediática norteamericana con las formas escultóricas de herencias artísticas ancestrales. Firmes y ostentosos, e imbuidos de una autoridad casi totémica, nos invitan a pensar tanto en el legado que constituirá el pasado cultural de las futuras generaciones, como en la antigüedad que adoramos. La obra de Darío Escobar, La anunciación (2000), también hace referencia a la antigüedad artística desde la sátira y la parodia. El paño de tela a medio abrir transforma a su título en un juego de palabras: ¿se refiere este a la escena pintada en el interior o al futuro develamiento de la imagen?
Humberto Vélez suma su cuota de humor a esta revisión del mundo del arte pero centrándose en el circuito contemporáneo. Apropiándose de la transmisión de una carrera de caballos, relata en estos términos las vicisitudes de la incesante corrida por la búsqueda de legitimidad y reconocimiento.
Q Memoria, violencia y cotidianidad. La reconstrucción institucional, la recuperación de la memoria histórica, el restablecimiento de la cohesión comunitaria tras las profundas heridas dejadas por esos años oscuros, afectan de manera singular al presente y al futuro de las personas que las habitan. Estos tópicos también aparecen con asiduidad en los trabajos de los artistas de la zona, aunque muchas veces lo hacen en formas indirectas o muy sutiles.
Mauricio Alejo ejercita la sutileza de manera ejemplar. En su video Memory (Memoria, 2003), pone de manifiesto, a través de pequeñas acciones, el empeño que poseen los cuerpos por recuperar estados anteriores, como metáfora quizá, de la insistencia de los legados ancestrales y las proyecciones del pasado en el presente. Por su parte, en Resistencia (1999), Gonzalo Díaz escribe la palabra que da título a la pieza con los alambres de una resistencia eléctrica, en una operación conceptual que no oculta sus connotaciones alegóricas al calor de la lucha y el pensamiento. Los dibujos de Los Carpinteros poseen una cuota de nostalgia y otra de utopía. Sus objetos de madera de la serie Downtown (2003) se ubican a medio camino entre el mobiliario suntuoso y la arquitectura.
Doris Salcedo, en cambio, remite a la violencia doméstica, a los espacios clausurados, al objeto sensible, ameno, que se torna opaco y repelente. Su compatriota Juan Manuel Echavarría elige otra vía para abordar los trances de su país. En el video Bocas de ceniza (2003-2004), trabaja con sobrevivientes de diferentes acontecimientos violentos que formulan una canción como medio para transmitir su testimonio y exorcizar su experiencia.
El trabajo de Teresa Serrano desplaza la relación entre política y objetos domésticos hacia el ámbito eclesiástico. En Blown Mold (Molde soplado, 2012) presenta cuatro de los sombreros más representativos de la Iglesia Católica, soplados en vidrio y sobre una repisa, como los frágiles emblemas de una autoridad en creciente entredicho.
Con las cajas musicales de 12 Short Songs (12 canciones breves, 2009), Jorge Macchi establece una ocurrente interrelación entre economía y domesticidad. Un conjunto de titulares financieros perforados sobre tiras de papel, ponen en funcionamiento el mecanismo de un dispositivo que los transforma en música.
Milena Bonilla en su trabajo El Capital, Manuscrito Siniestro (2008) transcribe con su mano izquierda los textos del filósofo alemán, produciendo un volumen, en tapas duras con letras doradas, al que denomina “edición de lujo”, limitado a tan solo diez ejemplares. Al mismo tiempo, realiza una “edición económica”, de tapas blandas que vende en librerías y espacios de arte. Finalmente, edita una “versión pirata”, fotocopiada, que regala en librerías callejeras.
Leandro Erlich desarrolla una aproximación por completo diferente a los espacios domésticos. En Las puertas (2004) –presentada originalmente en la Bienal de San Pablo–, el artista nos enfrenta a un conjunto de puertas que parecieran conducir a una sala luminosa, pero no lo hacen. El engaño de la percepción, la frustración, el desconcierto forman parte de las estrategias con las cuales Erlich dinamita las rutinas y los lugares comunes.
Q El cuerpo y las marcas sociales. Desde otra perspectiva, los cuerpos son y han sido objeto de injerencias específicas por parte de agentes y acontecimientos históricos, políticos y sociales. Los archivos fotográficos que presenta Rosângela Rennó evidencian ciertas prácticas comunes al interior de la comunidad penitenciaria, pero también, la singularidad de estos rasgos de individuación en contextos de marginalidad social. En cambio, el frágil cuerpo de Regina José Galindo, castigado por el agua en Limpieza social (2006), exalta la magnitud de la violencia de un conocido procedimiento represivo sobre un ser quebradizo e indefenso.
Nicola Costantino ofrece una aproximación por completo diferente al cuerpo y sus superficies. Utilizando como base sectores corporales habitualmente velados –como las tetillas, los ombligos y los anos, todos masculinos– realiza telas artificiales en las que estos conforman patrones decorativos, y confecciona con ellas vestimentas femeninas de lujo.
Trabajando con personas mutiladas por las diferentes escaladas de violencia que asolaron a Colombia en los últimos años, Miguel Angel Rojas aporta una profunda mirada sobre las consecuencias más trágicas del conflicto político. Algo similar sucede con Trepanaciones. Sonidos de la morgue (2003) de Teresa Margolles.
Por su parte, Marcos López recurre a la parodia para abordar los ecos de la violencia política en la Argentina. Tomando como referencia la célebre fotografía de Freddy Alborta sobre la muerte del Che Guevara, construye una escena oscura, aciaga, en la cual un grupo de médicos extrae una bala del cuerpo de una mujer. (Autopsia, 2005).
Finalmente, Letter on the Blind for the Use of Those Who See, de Javier Téllez, introduce una brisa de intensa emotividad en cuanto a las relaciones entre cuerpo y sociedad. El video registra la primera aproximación de un grupo de ciegos al conocimiento de un elefante, a través de la apreciación táctil de su piel, su volumen y sus formas. El experimento es conmovedor, no solo para quienes lo llevan a cabo, sino principalmente para el espectador
* Curador de la muestra junto con Katrin Steffen. Fragmentos del texto escrito especialmente para la exposición.
La brasileña Rosângela Rennó rescata viejas fotos y las utiliza para su obra, en una forma de reinvención; exhibe en Buenos Aires y hoy dará una charla en el Malba
Por María Paula Zacharías
Rosângela Rennó es fotógrafa, pero sobre todo, una rescatista: sirviéndose del pasado y sus vestigios, la artista conceptual brasileña crea con recuerdos el presente, o pesca de allá lejos y hace tiempo aquello que va camino al olvido. También hace fotos imposibles: registra la huella de una imagen perdida para siempre. O inventa recuerdos, como el video que recrea un diálogo probable ocurrido hace 500 años. Su obra parte de la idea de que el pasado es irrecuperable y de que todo acto de memoria supone una reinvención: "No me veo manejando las cosas obvias de hoy, como las imágenes de Instagram. Me interesa lo que la gente olvida y va a ser necesario en un futuro. Esos pantanos son los que me dan ganas de trabajar y producir algún sentido para mi país y para mí misma. Son obsesiones", dice.
Reconocida en el mundo, su obra está presente en dos exposiciones que se pueden ver ahora en Buenos Aires, dentro de la Colección Daros Latinamerica que exhibe Fundación Proa, y en el Malba. En este museo, mañana, a las 18.30, dialogará con Agustín Pérez Rubio, curador de la muestra Memorias Imborrables, invitada por la feria Buenos Aires Photo, que inicia así un programa de acciones mensuales para difundir la fotografía latinoamericana.
A mitad de camino entre el documento y la ficción, Rennó inventa nuevas materialidades para la fotografía: hace collages de fotos preexistentes, superpone diapositivas, agrega veladuras, desenfoca, crea fantasmagorías, reproduce imágenes con proyectores vetustos para lograr la mirada nebulosa del recuerdo, y borra las huellas de la autoría. La propia y la ajena. Trabaja con archivos, revitalizándolos en instalaciones, videos, esculturas, proyecciones o libros. "Fotografiar es un pretexto para hablar de varias cosas que son más grandes: comprender olvidos de la memoria histórica, hablar sobre el espacio público, el mercado de arte y, sobre todo, la humanidad", observa.
En el video que se ve ahora en Malba, Vera Cruz (2000), de la Colección Videobrasil, recrea un registro que nunca existió a partir de una carta que cuenta el descubrimiento de Brasil, en 1500. Diálogos subtitulados y una imagen que no está, con las dificultades técnicas de un viejo documento, como ruidos, rayones, hongos y otros accidentes típicos de una película vieja. "Los hechos exactos son imposibles de recuperar, por eso prefiero trabajar con las amnesias, más que con las memorias. Me gusta intervenir, añadir algo a los agujeros. Y me interesa tener mucha más ficción que documento dentro del documental. La carta que los brasileños tenemos por certificado de nacimiento es una ficción, porque Brasil ya había sido descubierto antes. Son construcciones manejadas institucionalmente para que comprendamos la historia a partir de lo que el poder decide que son momentos importantes. Hay muchos agujeros en nuestra historia, no hay un flujo continuo y hay varias lagunas de amnesia. Busco ese punto de olvido", explica su procedimiento.
Por eso también le quita el sueño el patrimonio que se pierde. "Hay falta de conciencia en la construcción de nuestra memoria. No se invierten tiempo y dinero", valora. De eso se trata la serie de fines de los años 90 Museu penitenciário-Cicatriz, que se ve en Proa hasta el 13 de septiembre, en el marco de la exhibición de artistas latinoamericanos de Daros, curada por Rodrigo Alonso y Katrin Steffen. Allí, Rennó busca la belleza en las fotografías de las pieles tatuadas de presidiarios y en registros de sus cabezas de principio de siglo XX, que rescató de un archivo que hoy, veinte años después, sigue olvidado. De las cajas con 20.000 negativos en vidrio que encontró rescató del abandono 300, las reprodujo, y aportó investigación para organizar el material.
Por su manía coleccionista, la fotógrafa andará recorriendo mercados de pulgas porteños en busca de lentes y proyectores. Su pasión por los objetos ya se hizo visible en la instalación Menos-valia [leilão], que presentó en 2010 en la Bienal de San Pablo. En ferias de antigüedades de distintos países encontró 73 artefactos fotográficos que se disponían para un remate al final de la bienal, cada uno con su cartel de precio original. "Fue un pretexto para discutir ideas del mercado de arte y de los objetos, y el ciclo de obsolescencia", cuenta.
Rennó tiene dos libros que documentan el robo de fotografías históricas 2005-510117385-5 -nombre que toma de un registro de identificación policial-; el segundo, A01 [COD. 19.1.1.43] - A27 [S|COD.23], ganador de los premios Libro del Año en Paris Photo 2013 y Libro Histórico en los Encuentros de Fotografía de Arles. Tiene planeado hacer un tercer libro sobre fotos robadas, pero no decidió aún sobre cuál caso se tratará. Lamentablemente, encontró varios para elegir.
Del 4 de julio al 13 de septiembre de 2015, Fundación Proa presenta por primera vez en Argentina la Colección Daros Latinamerica, una exhibición de obras de artistas latinoamericanos contemporáneos.
Está co-curada conjuntamente por Katrin Steffen (Daros) y Rodrigo Alonso (Proa), quienes han seleccionado obras de las distintas disciplinas brindando un panorama contemporáneo de las nuevas prácticas artísticas del continente. La exposición incluye dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obrassite specific.
Las tensiones geopolíticas, la violencia tanto pública como privada, las resistencias y utopías, el cuerpo como sede del conflicto social, son algunos de los tópicos abordados por las obras escogidas, cuidadosamente seleccionadas con el fin de transformar al espacio expositivo en una arena para el debate y la reflexión.
La Colección Daros Latinamerica posee uno de los repertorios de arte latinoamericano más importantes del mundo. Su mirada, netamente con- temporánea, se aparta de las versiones regionalistas y folklóricas para ofrecer un panorama de producciones reflexivas y críticas, en sintonía con lo mejor del arte actual. Las obras de los artistas que la integran responden a este criterio curatorial, logrando mostrar, de este modo, una visión parcial pero significativa del arte más interesante de la región.
Por la relevancia de las obras presentadas y de sus autores, se trata de una oportunidad única para apreciar algunas de las líneas temáticas, formales y conceptuales centrales en los artistas de la región, en vistas a incrementar el co- nocimiento sobre la producción artística de nuestro continente. La Colección Daros Latinamerica es reconocida internacionalmente por el singular punto de vista en su formación.
Más información
Un catálogo exhaustivo de la exhibición, documentación bibliográfica, material de archivo y diversas actividades paralelas (un Coloquio con la presen- cia de los artistas y analistas de la escena contemporánea; ciclos de visitas guia- das con especialistas, entre otros) consolidan la propuesta de Fundación Proa.
La exhibición cuenta con el apoyo institucional de la Embajada de Suiza y el patrocinio de Tenaris - Organización Techint
Auspicia Tenaris - Organización Techint artEDU Stiftung, Zürich
Está curada conjuntamente por Katrin Steffen (Daros) y Rodrigo Alonso (Proa), quienes han seleccionado obras de las diversas disciplinas que conforman un abanico de las nuevas prácticas artísticas del continente.
"Las tensiones geopolíticas, la violencia tanto pública como privada, las resistencias y utopías, el cuerpo como sede del conflicto social, son algunos de los tópicos abordados por las obras escogidas, cuidadosamente seleccionadas con el fin de transformar al espacio expositivo en una arena para el debate y la reflexión", explicó Alonso. Entre los artistas se encuentran los argentinos Nicola Constantino, Marcos López y Jorge Macchi; la brasileña Rosângela Rennó (que también expone una obra en simultáneo en Malba en la muestra Memorias Imborrables); el grupo de jóvenes artistas cubanos Los Carpinteros o el fotógrafo y artista plástico brasileñoVik Muniz (otra artista que en simultáneo está exponiendo en MUNTREF Centro de Arte Contemporáneo). También el colombiano Nadín Ospina que llega con una obra que marca la relación entre la escultura clásica y la contemporaneidad y la homogenización cultural con unas esculturas que muestran personajes de Disney o Los Simpsons. Y la obra de Miguel Ángel Rojas, colombiano que presenta fotos y un video donde trabaja la violencia política sobre los cuerpos.
"La Colección Daros Latinamerica posee uno de los repertorios de arte latinoamericano más importantes del mundo. Recientemente Daros ha manifestado su decisión de abandonar el coleccionismo es decir que en uno de los golpes del destino esta exhibición en Buenos Aires tal vez podría ser una de las últimas oportunidades de recorrer esta magnífica colección", comentó Alonso.
Su mirada se aparta de las versiones folklóricas para ofrecer un panorama de producciones reflexivas y críticas de los artistas locales. "Las obras que la integran responden a este criterio curatorial, logrando mostrar, de este modo, una visión parcial pero significativa del arte más interesante de la región. Por la relevancia de las obras presentadas y de sus autores, se trata de una oportunidad única para apreciar algunas de las líneas temáticas, formales y conceptuales centrales, en vistas a incrementar el conocimiento sobre la producción artística de nuestro continente", explican desde Fundación Proa. Más información en www.daros-latinamerica.net «
¿El fin de las etiquetas? En un escenario de lenguajes globales, los artistas aspiran a que su trabajo sea reconocido por su singularidad y no por su origen
La idea de América Latina, los rasgos que la caracterizan, los problemas que la definen han generado intensos debates en los últimos años. Desde el campo del arte y sus complejas articulaciones organizadas desde museos, colecciones, bienales y ferias, podríamos referirnos a oleadas de sentidos que fueron ordenando en forma estereotipada sus momentos característicos: si en los años veinte el muralismo mexicano llevó a pensar que el eje del arte latinoamericano radicaba en lo político, el orden de posguerra propició el lenguaje universal de la abstracción. En cierto momento primó el surrealismo y lo fantástico. Hoy estamos todavía inmersos en la oleada del conceptualismo. De una manera sintética, fuimos muralistas políticos, surrealistas fantásticos, abstractos concretos, neoconcretos y conceptualistas políticos.
Las revisiones críticas rechazan estos motes y señalan la necesidad de analizar las obras a partir de sus contextos. Tales perspectivas reproducen cierta distribución internacional de la producción cultural: los centros generan lenguajes y conceptos, y las periferias aportan la materia prima de los temas. Los temas que prevalecen en el mercado -que incluye a las bienales- vinculan el arte de América Latina con la violencia, la colonización, el imperialismo, las dictaduras. No es que ésta sea una operación artificial, ya que hemos sido invadidos, colonizados y militarmente reprimidos. Al tema se lo presupone bien planteado cuando se ajusta a los parámetros de calidad que se acuerdan en los espacios internacionales. La calidad, cabe aclararlo, no responde a criterios estables. Continuamente se modifican. En tal sentido, como parámetro incuestionable, la calidad no existe.
En el esquema estandarizado, los lenguajes son globales y los temas, locales: tal podría ser una forma de sintetizar qué se espera del arte latinoamericano. La globalización ha borrado fronteras y diluido los encierros nacionales, las formas deben ser legibles en el orden global. En el tráfico vertiginoso de obras, el término latinoamericano podría incluso carecer de espesor, no designar nada específico. Podría entendérselo en un sentido táctico: quienes ingresan en la escena internacional como latinoamericanos, una vez que adquieren reconocimiento, quieren que se los identifique sólo como artistas.
El rechazo hacia lo típico, hacia los estereotipos que se esperan desde los centros, tiene como contracara acechante el aplanamiento del sentido disruptivo de las obras. Probablemente la máquina de las bienales, engranajes de las cosmologías del capitalismo global en el campo del arte, provoque esa percepción de que todo es más o menos lo mismo. En este escenario la pregunta por la identidad, por lo característico y propio del arte latinoamericano, vuelve a formularse. El movimiento entre reclamo y desdén respecto de lo latinoamericano en el arte es fluctuante.
En los diagramas del orden de las imágenes recientemente consensuados, se rompe el esquema latinoamericanista para proponerse el del diálogo Sur-Sur. El Sur ha sido tema de simposios organizados a partir de casos específicos. Aunque entre éstos no se trazaban conexiones, era evidente que se trataba de obras y exposiciones contrahegemónicas. Después de dos días de escuchar presentaciones en París, un europeo-norteamericano evaluó el encuentro: para él, el Sur eran los sentimientos.
VANGUARDIAS SIMULTÁNEAS
Parece inevitable que nos acechen los estereotipos. Para referirse al arte de America Latina se han utilizado nociones como hibridación, sincretismo o la idea de vanguardias descentradas. Los términos abonan la existencia de un centro en torno al cual se articulan obras que se caracterizan por cierta impureza o desvío. Difícilmente esto podría ser aceptado por los artistas latinoamericanos que en los años cuarenta o sesenta tenían la certeza de que lo que hacían era arte de vanguardia en su ciudad y en el mundo. Vanguardias simultáneas. Incluso hoy, cuando el término vanguardia carece del capital de sentido que tenía en esos años, los artistas aspiran al reconocimiento de la singularidad de su trabajo.
El interés por el arte latinoamericano no está al margen de la formación de colecciones de instituciones internacionales que ya no pueden acceder a las obras clásicas del canon del arte moderno porque éstas no están en el mercado. En este escenario han entrado recientemente los archivos. Se dice que la mayor colección de documentos originales del arte latinoamericano hoy se administra en España y que la mayor digitalización disponible online se regula en Estados Unidos. Los archivos, incluso, adquieren un estatuto que antes sólo tenían las obras: es frecuente ver documentos enmarcados.
Este panorama aspira a reflejar la complejidad del término latinoamericano, que nos une geográficamente desde el idioma, la religión y las instituciones, pero que al mismo tiempo nos separa. Aun cuando no estemos de acuerdo, la historia de las naciones existe; en ellas se consolidan experiencias y relatos, se negocian pertenencias no homogéneas (la presencia indígena, negra, de las mujeres, lo lésbico y gay como lo espectral en la nación).
Pese a la diferencia sin conflicto que promueve la globalización, existen al menos dos lugares desde los cuales volver evidente el poder disruptivo y no domesticable del arte. Primero, las obras, con su capacidad de actuar de maneras imprevistas, desobedientes. Segundo, la lectura crítica. Por ejemplo, desde la academia redefinida como espacio de producción de conocimiento crítico. Entre ambos es posible activar lecturas situadas y el descubrimiento de articulaciones específicas, como el nuevo montaje que Adriano Pedrosa hizo en el MASP de San Pablo. Allí se repusieron dispositivos de exposición que habían caído bajo el mandato global del cubo blanco: se rescataron de la colección obras inclasificadas, y a su lado se exhiben documentos que permiten comprender que la obra no es sólo el límite de su forma. El arte latinoamericano es, sin duda, parte del mercado global. Pero las estrategias para abordarlo pueden escaparse de los estereotipos.
"Oiga señor presidente, ¡caramba!/ cómo es que va a gobernar/ porque así los campesinos, ¡hombre!/ con ellos van a acabar..." Rafael Moreno mira directo a cámara y continúa su canto, a capela: "Como corre el campesino, ¡caramba!/ buscando donde escapar/ porque en los enfrentamientos, ¡hombre!/ no los vayan a matar..."
Las palabras de Moreno resuenan como un siniestro mantra en el segundo piso de Fundación Proa, donde ayer se presentó la colección suiza Daros Latinamerica. Reproducidas en el video Bocas de ceniza (2003-2004), de Juan Manuel Echavarría, aluden a la realidad de Colombia, un país acosado desde hace décadas por los conflictos armados entre narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares.
"No es una muestra caprichosa sino que refleja la colección, que tiene obras bastante políticas", dijo Rodrigo Alonso, uno de los curadores de esta exhibición que invita a reflexionar entre otros temas sobre el concepto de lo "latinoamericano". "Daros propone rechazar la existencia de un arte latinoamericano como tal -señala Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa-, así como de cualquier otra categorización regionalista que pueda coartar la libertad de los artistas y del espectador."
Junto con Katrin Steffen, de Daros, hace tres años Alonso comenzó a seleccionar más de 40 obras que abordan las tensiones geopolíticas a nivel global, la violencia y las marcas que ésta deja en el cuerpo. Revisaron más de mil trabajos -dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones y videos- realizados por un centenar de artistas. Ambos se proponían incluir obras de aquellos que no hubieran exhibido nunca en la Argentina, pero la espontaneidad latina se impuso a la planificación suiza. Desde entonces, Faena trajo por primera vez al colectivo cubano Los Carpinteros y en estos días el Muntref hace lo propio con el brasileño Vik Muniz. Incluso durante ese lapso se inauguró y se anunció para fin de este año el cierre de Casa Daros, monumental sede carioca de la colección con base en Zúrich. Esta última e inesperada noticia hizo aún más especial la oportunidad de ver exhibidas en conjunto obras de Doris Salcedo, Rosângela Rennó, Regina José Galindo, Humberto Vélez y Jorge Macchi, por citar algunos ejemplos destacados del arte regional.
"El criterio que sostiene la colección no es el de una totalidad enciclopédica", aclara la institución, fundada en el año 2000 por la coleccionista suiza Ruth Schmidheiny y curada por Hans-Michael Herzog. Tal vez eso explique por qué la Argentina está representada por 16 artistas y decenas de obras de Guillermo Kuitca, León Ferrari, Julio Le Parc, Nicola Costantino, Liliana Porter y Marcos López, mientras que sólo hay tres de Marta Minujín y apenas una de Victor Grippo.
Del 4 de julio al 13 de septiembre de 2015, Fundación Proa presenta por primera vez en Argentina la Colección Daros Latinoamerica, una exhibición de obras de artistas latinoamericanos contemporáneos, con curadoría de Katrin Steffen (Daros) y Rodrigo Alonso (Proa), quienes han seleccionado obras de las distintas disciplinas brindando un panorama contemporáneo de las nuevas prácticas artísticas del continente.
Patrocinada por Techint, la exposición incluye dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obras site specific de una veintena de artistas argentinos, colombianos, mexicanos, cubanos, panameños. Las tensiones geopolíticas, la violencia tanto pública como privada, las resistencias y utopías, el cuerpo como sede del conflicto social, son algunos de los tópicos abordados por las obras escogidas, cuidadosamente seleccionadas con el fin de transformar al espacio expositivo en una arena para el debate y la reflexión.
Por la relevancia de las obras presentadas y de sus autores, se trata de una oportunidad única para apreciar algunas de las líneas temáticas, formales y conceptuales centrales en los artistas de la región, en vistas a incrementar el conocimiento sobre la producción artística de nuestro continente.
La Colección Daros Latinoamerica es reconocida internacionalmente por el singular punto de vista en su formación. Fundada en el año 2000 por la coleccionista suiza Ruth Schmidheiny, Daros es una institución de arte con sede en Zúrich que tiene por objeto la creación y conservación de una colección de arte contemporáneo de América Latina. Mientras se anunciaba la exhibición en PROA en Buenos Aires, se conoció que en diciembre cerrará Casa Daros Brasil, el espacio cultural que abrieron en 2007 en Río de Janeiro y donde se realizaron hasta ya una veintena de exposiciones.
El ingreso a “Latin América” se hace a través de las fuerzas de la ideología, el Estado, la Iglesia y la economía. En la sala primera los gorros eclesiásticos de vidrio traslúcido realizados por la mexicana Teresa Serrano retoman el viejo y conocido diálogo de discordancias.
Tensiones que al otro del cuadrilátero representan el “Manuscrito siniestro” de Milena Bonilla, inspirado en El capital de Karl Marx; la bandera con que Fabián Marcaccio plantea “la furiosa agresión a la decoración” y cuestiona el tratamiento de los símbolos patrios; y el lírico video de Jorge Macchi “12 short songs”, interpretadas por el sonido ingenuo de una caja musical que mientras corre troquela palabras que aluden a la crisis global.
En la segunda sala, la intimidad y lo cotidiano son el eje del contrastado claroscuro que es Latinoamérica: Al ropero que Doris Salcedo inutilizó tapiando las puertas con cemento –“para evitar la perspectiva y la distancia cómoda ante el mundo poniendo lo esencial en la superficie”-, se opone la liviandad del ejercicio creativo propuesto por el binomio cubano de Los carpinteros.
“Si tu casa fuera el mundo, los muebles serían los edificios, los departamentos tus gavetas, y tú serías cualquier cosa que guardes junto a tus más familiares, valiosos e íntimos secretos dentro de esas gavetas", plantean los cubanos, como preámbulo a los gráficos con que despliegan su delicado y delirante “Downtown” de la intimidad, el cual incluye una inmensa cajonera y sutiles acuarelas como el “Gabinete de ladrillos”.
La idea es que no hubiera sobrepoblación de argentinos, explica a Télam el curador Rodrigo Alonso, “si bien hay cinco representados –además de Marcaccio y Macchi, Marcos López, Nicola Constantino y Leandro Erlich-, en esta muestra quisimos que todo tuviera una cierta proporción”.
“Lo que hay acá es una mirada sobre América Latina muy relacionada al contexto político social, generada a partir de la producción de artistas contemporáneos con obra desde finales de los 90 contenida en la colección Daros, una de las más vastas del mundo”, dice Alonso, quien además buscó respetar el espíritu de esta organización con sede en Zurich que desde 2000 itinera por el mundo organizando exposiciones.
“Esta exhibición busca representar a todo continente, por eso la integran artistas que para nosotros son casi desconocidos pero súper referenciales en el mundo como el chileno Gonzalo Díaz, un prócer en su país similar a nuestro Yuyo Noé; o el colombiano Nadín Ospina –autor de una síntesis de figuras precolombianas con íconos pop como los Simpson y los personajes de Disney- Pero eso conforma un poco lo que es América Latina”, señala Alonso.
“Curiosamente, viviendo en América Latina tenemos mucha menos perspectiva del arte latinoamericano que cuando salís del continente. De hecho acá no se conocen nombres de países vecinos Mauricio Alejo (México) o Donna Conlon (Panamá) y como curadores, no los encontramos en exposiciones sino en bienales en Estados Unidos y Europa”, describe.
Algo que tiene que ver, a su entender, “con una idiosincrasia en la que todavía se mira mucho hacia fuera, Alvaro Barrios -grafica-, el artista conceptual con mayúsculas de Colombia, nuestro Roberto Jacoby, visitó por primera vez el país a sus 70 años para el último ‘Arte BA’, hace unos meses”.
Sin embargo, concede, “hoy hay mucho interés sobre en el aspecto teórico -con cátedras como la de Andrea Giunta y Cristina Rossi en la Universidad de Buenos Aires (UBA)-; y mucha circulación de curadores en América Latina con poder y presencia internacional, lo cual hace que vaya cambiando nuestra idea y mirada sobre el arte”.
Alonso retoma el recorrido y se planta en la tercera sala, “la más dura –afirma-, donde están el cuerpo mutilado, la cosa política, la trepanación”. Allí está Costantino, una de las argentinas más representadas de Daros desde los ‘chanchobola’ que empezaba a hacer en 1998, con “Mostrador de boutique - Peletería humana”, una instalación en la que contrapone las nociones ultraje, belleza y mercadeo.
Los stilettos, el corsé y las pelotas de fútbol que Costantino hizo con calcos de pezones masculinos reposan en un vitrina; debajo, botas clásicas, carteras y un bolso de viaje hecho en un material que semeja piel humana y partes púdicas del cuerpo completan la obra en cuero, silicona, acrílico y metal que consagró a Costantino en la Bienal de San Pablo y que hoy puede verse en PROA.
“Yo crecí en la fábrica de ropa de mi mamá y esto es lo que mejor sabía hacer y dominaba, combinado con técnicas de escultura en las que también me había especializado ésta fue mi primera síntesis de habilidades” y de la propia historia, dice la artista que representó al país en la Bienal de Venecia 2013 con la Eva de su ‘rapsodia inconclusa’.
Enfrentado, Marcos López muestra “Autopsia”, una gigantografía de una mujer intervenida por médicos en una fría camilla que toma como referencia de la célebre fotografía con que Fredy Alborta testimonió la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia y sirve para parodiar los ecos de la violencia política en Argentina.
La sala cuarta, en el último piso del edificio, “levanta un poco los ánimos –se sonríe Alonso-, con obras divertidas y esperanzadoras como el video del venezolano Javier Téllez, ‘Carta sobre los ciegos, para el uso de los que ven’, una celebración del descubrimiento, de la alegría del conocimiento, que muestra el proceso de un grupo de no videntes en contacto por primera vez con un elefante”.
“Te vas más liviano, con la idea de la resistencia como algo que da calor - describe señalando la obra del chileno González, una suerte de radiador eléctrico donde se lee, en rojo vivo, esa palabra; y después de haber visitado el cuarto oscuro de Leandro Erlich”, un lírico juego con la luz que está siempre detrás de una puerta cerrada.
El recorrido cierra con un video que muestra a cientos de hormigas cargando hojas, ramas, símbolos de paz y banderas mínimas, filmadas e intervenidas por Conlon, una exaltación del trabajo mancomunado y colectivo y de las cargas físicas, reales y simbólicas, que pesan sobre esta región que es América Latina.
Del 4 de julio al 13 de septiembre de 2015, Fundación Proa presenta por primera vez en Argentina la Colección Daros Latinamerica, una exhibición de 41 obras de artistas latinoamericanos contemporáneos curada conjuntamente por Katrin Steffen (Daros) y Rodrigo Alonso (Proa).
Ambos curadores han seleccionado dibujos, esculturas, pinturas, objetos, instalaciones, videos y obras site-specific pertenecientes a la colección, la más amplia de Europa dedicada al arte contemporáneo de América Latina. Los trabajos expuestos, de artistas como Regina José Galindo, Gonzalo Díaz, Teresa Margolles, Wilfredo Prieto y Doris Salcedo, abordan las tensiones geopolíticas, la violencia tanto pública como privada, las resistencias y utopías y el cuerpo como sede del conflicto social.
La exhibición se presenta tras el anuncio de que a finales de 2015 Daros Latinamerica tomará un rumbo nuevo y concentrará sus actividades públicas en el contexto internacional, dando así por terminadas sus operaciones en su espacio en Río de Janeiro, creado en 2013 para albergar y presentar parte de la colección a través de exposiciones temporales. Este espacio es considerado “patrimonio cultural brasileño” y, como tal, “debe conservarse como plataforma viva para la población” de esa ciudad, según informa un comunicado de prensa de Daros. Casa Daros está alojada en un edificio neoclásico de 1866 enteramente restaurado, con una superficie interna de más de 11.000 m².
La colección, creada en el año 2000 por la coleccionista suiza Ruth Schmidheiny y curada por el director artístico Hans-Michael Herzog, actualmente comprende más de 1.200 obras de 120 artistas. Además, Daros Latinamerica dispone en Zúrich de la biblioteca de arte latinoamericano contemporáneo más grande de Europa, con más de 8.500 monografías y catálogos de exposiciones.
Según Daros, su colección de arte contemporáneo latinoamericano “seguirá manteniéndose y prestándose más a menudo a museos e instituciones de todo el mundo”. Varias instituciones, además de Fundación Proa, expondrán en los próximos meses obras de la colección, entre éstas el Kunstmuseum Wolfsburg, el Bildmuseet Umeå y el Pérez Art Museum Miami (PAAM).
La muestra de la Colección Daros Latinamerica en Proa cuenta con un catálogo exhaustivo de la exhibición, documentación bibliográfica, material de archivo y diversas actividades paralelas, entre éstas un coloquio con la presencia de los artistas y analistas de la escena contemporánea.
Artistas en la exhibición
Mauricio Alejo (Nació en 1969 en México D.F., México. Vive y trabaja en Nueva York, Estados Unidos).
Milena Bonilla (Nació en 1975 en Bogotá, Colombia. Vive y trabaja en Bogotá, Colombia)
Donna Conlon (Nació en 1966 en Atlanta, Estados Unidos. Vive y trabaja en Ciudad de Panamá, Panamá)
Gonzalo Díaz (Nació en 1947 en Santiago, Chile.Vive y trabaja en Santiago, Chile)
Darío Escobar (Nació en 1971 en Ciudad de Guatemala, Guatemala. Vive y trabaja en Ciuadad de Guatemala, Guatemala)
Regina José Galindo (Nació en 1974 en Ciudad de Guatemala, Guatemala.Vive y trabaja en Ciudad de Guatemala, Guatemala)
Los Carpinteros. Marco Antonio Castillo Valdés (*1971, Cuba) y Dagoberto Rodríguez Sánchez (*1969, Cuba) viven y trabajan en Madrid, España Alexandre Jesús Arrechea Zambrano (*1970, Cuba), miembro hasta 2003, vive y trabaja en Madrid, España
Jorge Macchi (Nació en 1963 en Buenos Aires, Argentina. Vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina)
Fabian Marcaccio (Nació en 1963 en Rosario, Argentina. Vive y trabaja en Nueva York, Estados Unidos)
Teresa Margolles (Nació en 1963 en Culiacán, México. Vive y trabaja en México D.F., México)
Vik Muniz (Nació en 1961 en São Paulo, Brasil. Vive y trabaja en Nueva York, Estados Unidos, y Río de Janeiro, Brasil)
Nadín Ospina (Nació en 1960 en Bogotá, Colombia. Vive y trabaja en Bogotá, Colombia)
Wilfredo Prieto (Nació en 1978 en Sancti Spíritus, Cuba. Vive y trabaja en La Habana, Cuba)
Rosângela Rennó (Nació en 1962 en Belo Horizonte, Brasil. Vive y trabaja en Río de Janeiro, Brasil)
Miguel Ángel Rojas (Nació en 1946 en Bogotá, Colombia. Vive y trabaja en Bogotá, Colombia)
Doris Salcedo (Nació en 1958 en Bogotá, Colombia. Vive y trabaja en Bogotá, Colombia)
Rosemberg Sandoval (Nació en 1959 en Cartago, Valle, Colombia. Vive y trabaja en Cali, Colombia)
Teresa Serrano (Nació en 1936 en México D.F., México. Vive y trabaja en México D.F., México, y Nueva York, Estados Unidos)
Javier Téllez (Nació en 1969 en Valencia, Carabobo, Venezuela. Vive y trabaja en Nueva York, Estados Unidos)
Humberto Vélez (Nació en 1965 en Ciudad de Panamá, Panamá Vive y trabaja en Londres, Reino Unido)
Un hombre toma a un linyera del brazo. Lo lleva hasta una sala. Lo alza, apoyándolo contra la pared. Lo restriega contra ella de manera horizontal, a lo largo de cuatro muros. Luego lo tira sobre una tarima y lo refriega sobre su piso blanco, hacia arriba y hacia abajo. Lo levanta, lo saluda dándole la mano, y salen los dos caminando de nuevo hacia la calle. La cámara enfoca planos generales de la sala: queda la marca, la “pintura” hecha con la suciedad de la ropa del hombre que vive en la calle, sobre las paredes y la tarima. Es Mugre, la obra del artista colombiano Rosemberg Sandoval, que a partir de mañana podrá verse en la Fundación Proa, en el marco de la exposición Colección Daros Latinoamérica.
La muestra es una selección de 41 trabajos de los más de 1.200 que tiene la colección Daros en Suiza y Brasil, una de las colecciones de arte latinoamericano más importantes del mundo. Con base principal en el país europeo –y hasta septiembre de este año también en Río de Janeiro, aunque pronto ese espacio dejará de existir (ver recuadro)-, Daros es una colección privada cuyo dueño, el ya fallecido empresario Alexander Schmidheiny, comenzó a coleccionar importantes obras de arte internacional en los 80, de artistas como Andy Warhol, Cy Twombly, Willem De Koonning y Mark Rotkho, por ejemplo. Pero fue en los 2000 cuando su (ex) esposa, Ruth Schmidheiny, inició una colección enfocada solamente en el arte latinoamericano, especialmente el de los últimos 20 años. Llegó a comprar hasta 100 obras del mismo artista.
“Lo que podrá verse a partir de mañana en Proa es una muestra atravesada por cuestiones sociales, en donde la violencia está muy presente”, explica Rodrigo Alonso, el curador local (la otra curadora es Katrin Steffen, de la Fundación Daros). Vinculada a la historia de América Latina, sobresalen en la exposición los duros trabajos de los artistas colombianos: el mueble relleno de cemento de Doris Salcedo –quien hace unos días abrió una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York- remite a una esfera doméstica que se torna pesada, peligrosa: la misma de los interiores de las casas colombianas, siempre amenazadas en los 90 (cuando Salcedo realizó esta obra) por la guerra establecida entre grupos narcos y paramilitares. Los hogares también eran zonas de peligro. Salcedo lo dice a gritos en este trabajo, en la sala 2 de Proa.
Dos simples auriculares colgando de una pared en la sala 3 que –sí o sí- usted debe ponerse. Y probar a ver si aguanta (nadie dijo que esta exposición es de fácil digestión). No hay imagen que acompañe; sólo sonido. Va a escuchar unos ruiditos. Unas sierras, unos golpes, unas caídas. Es el trabajo de la mexicana Teresa Margolles: Trepanaciones. Sonidos de la morgue. No hace falta detallar más, ¿no? Conocida por crear obras relacionadas con cadáveres y elementos presentes en la descomposición de los cuerpos y las morgues, Margolles-quien además de haber estudiado arte y haber creado en los 90 el colectivo SEMEFO (Servicio Médico Forense) también tiene un diploma en Servicios Forenses-, denuncia con sus obras la violencia en las calles de México y la injusticia social. La artista vivió el caso de esa madre que no tenía cómo pagar el ataúd de su hijo punk muerto y ella le dio uno que le había sobrado de un trabajo anterior a cambio de su lengua, para poder hacer con ella una obra de denuncia: habían asesinado al chico en una batalla en las afueras de DF.
“Cómo corre el campesino/ buscando dónde escapar/ para que los enfrentamientos, hombre/ no le vayan a matar”, canta un hombre en primerísimo plano, mirada directa, ojos tristes. Boca de ceniza, del colombiano Juan Manuel Echevarría, se trata de la importancia del “boca en boca”, la transmisión oral de un patrimonio: la historia reciente y cruenta de los tranquilos pobladores pesqueros de Trojas, quienes sufrieron en el año 2000 una masacre a manos de paramilitares. Una noche encerraron a todos los hombres del pueblo en la única capilla y los mataron. Al otro día comenzó el éxodo de los que restaban.
Los muy buenos videos de Humberto Vélez, Javier Telles, Miguel Angel Rojas (Narciso peinándose con muñones), las obras de los argentinos Fabián Marcaccio, Nicola Costantino, Marcos López, las esculturas de Nadine Ospina, entre muchos otros, todo señala, muy, muy directamente, resistencia, utopía, conflicto social. Violencia.
El inesperado cierre del espacio de Daros en Río
Se anunció hace un mes y medio atrás: Casa Daros Río de Janeiro –un imponente espacio cultural abierto en 2013- cerrará sus puertas en septiembre.
La sorpresa fue para todos (imaginen: refaccionar el edificio llevó unos 6 años pero estuvo abierto menos de 3), salvo para el staff de Daros, que ya estaba avisado. Sin embargo, se mantienen tan silenciosos como una tumba.
Aprovechando la venida a Buenos Aires del curador general de las dos colecciones de Daros –la de arte internacional y la de arte latinoamericano- Hans Michael Herzog, Clarín le preguntó, varias veces, por las razones del cierre de Daros Río de Janeiro. Herzog no abrió la boca pero pestañeaba con picardía, indicando que no podía hablar. Lo único que declaró es que su contrato también termina en septiembre.
Eso es curioso, ya que Daros Suiza tampoco tiene un espacio físico abierto al público sino que funciona exponiendo algunas de sus obras fundamentalmente en el espacio de la fundación Beyeler (Riehen, Suiza) pero al menos sigue un plan curatorial estratégico. Ahora, ¿qué se puede esperar de dos colecciones grandes sin la guía de un curador general? Es decir, ¿qué se trae entre manos Stephan Schmidheiny, a cargo de las colecciones?
Nadie puede adivinarlo.
La misma frase, por estas horas, también es aplicable al futuro de las obras de Daros Latinamerica, la mayor colección privada de arte de la región con sede en Suiza, que en estos momentos inicia una "realineación estratégica", lo que implica el inminente cierre de su Casa en Brasil, y quién sabe con certeza lo que siga después. ¿Se convertirán estas más de 1200 obras en una "colección sin luz"?
Aquí y ahora, una selección se verá en la Fundación Proa. Son pinturas, esculturas, fotos e instalaciones creadas por latinoamericanos en América latina, pero con preocupaciones universales: las tensiones geopolíticas, los usos y abusos de poder, las utopías.
La alarma se enciende, entonces, entre los expertos de la región porque saben bien que ningún emprendimiento suizo se hace al azar y a último momento. Ésas son "costumbres" latinoamericanas. Y ni siquiera la página web oficial de Daros contribuye a calmar la angustia. Sólo se informan las muestras previstas para 2015. Si los empleados de Casa Daros en Río de Janeiro supieron con 15 meses de anticipación el fin de sus tareas, cómo es posible pensar que para 2016, dentro de cinco meses, no hay ninguna exhibición anunciada.
"La colección es extraordinaria y es una mirada muy internacional de la producción artística del continente", afirma a LA NACION Adriana Rosenberg, directora de la Fundación Proa, que trabaja desde 2012 para que esta muestra llegue a sus salas de la avenida Pedro de Mendoza 1929, en La Boca. Finalmente lo logró: el trabajo de 23 artistas plásticos -cinco de ellos argentinos- se verá desde el próximo sábado y hasta el 13 de septiembre.
Pinturas, esculturas, objetos, fotografías y videos integran esta muestra curada por Rodrigo Alonso (por Proa) y Katrin Steffen (por Daros). Trabajan juntos en el montaje de las piezas que desembalan con precisión de cirujano y registran en video, pensando en el momento de su regreso al depósito en Zurich.
Con esto, la vida cultural porteña se permite lujos como tener al paulista Vik Muniz en dos muestras simultáneas. En Proa participará con su visión del mundo, con paneles gigantes de los continentes conformados por desechos tecnológicos. Y hasta principios de agosto continuará exhibiendo una retrospectiva de su obra en el Muntref (Hotel de los Inmigrantes), Antártida Argentina 1355.
La colombiana Doris Salcedo expone aquí un antiguo ropero de alto impacto visual porque su frente es de cemento. De manera simultánea, en Nueva York tiene todo el Museo Guggenheim a su disposición para su primera retrospectiva. El tema es el mismo en La Boca y en Manhattan: la violencia política sin fin de su país.
También de Bogotá, Nadín Ospina está presente con una extraña propuesta: tres personajes emblemáticos de los dibujos animados de Estados Unidos -Bart Simpson, Mickey y Pluto- realizados con piedras de sus ancestros colombianos.
Por su parte, la mexicana Teresa Serrano da su visión de la jerarquía eclesiástica a través de un conjunto de sombreros de vidrio transparente. Con candor casi infantil, destaca que cuanto más importante se es en la Iglesia, más alto es el símbolo sobre la cabeza. El material elegido, de todos modos, habla de la fragilidad de los cargos.
El colectivo cubano Los Carpinteros (Marco Castillo Valdés, Dagoberto Rodríguez Sánchez y Alezandre Arrechea) está presente con una de sus primeras obras icónicas: un edificio de los días de la dictadura de Batista transformado al lenguaje de los muebles, de grandes dimensiones y lleno de pequeños cajones. También hay algunos dibujos de sus obras. Alonso sonríe al recordar que mientras en 2012 él seleccionaba qué traer de Los Carpinteros, ellos hacían pie en Buenos Aires, por primera vez, con una muestra en el Faena.
Emociones en videoHay que disponer de tiempo para ver la muestra completa, que incluye varios videos imperdibles. Echavarría golpea al espectador con una secuencia de varios testimonios de pobladores casi analfabetos que, por tradición oral, compusieron canciones que narran de manera suave e implacable la violencia política que los ha azotado en los últimos años.
El venezolano Javier Téllez replica el cuento popular indio "Los seis ciegos y el elefante" con un video en el que justamente seis ciegos se acercan por primera vez a ese animal. Individualmente lo recorren con sus manos, con sus bastones y confirman sus conocimientos o sus errores frente a lo desconocido.
"Los videos forman una parte importante de la exposición", concluye Rosenberg al sugerir que acercarse con tiempo para no perderse nada. La muestra podrá visitarse de martes a domingos, de 11 a 19.