Prensa Publicada
Fundación Proa presenta Dioses, ritos y oficios del México prehispánico, una exhibición inédita, con más de 150 piezas arqueológicas de las diferentes culturas que habitaron el Golfo de México, en la actual zona de Veracruz, organizada por la Embajada de México en la Argentina y con el auspicio de Tenaris/Organización Techint.
Curada por David Morales Gómez, Dioses, ritos y oficios… traza por primera vez en la Argentina un panorama de la variedad de universos simbólicos surgidos de esas sociedades, a partir de una selección especial del patrimonio de numerosas instituciones, de museos dependientes del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) y del Museo de Antropología de Xalapa.
Algo ha cambiado en el verano porteño desde que la ola de turismo receptivo invade las calles con todas las lenguas, como ha ocurrido de manera notable en este último fin de semana largo. Ganan por goleada los visitantes brasileños, pero hay mucho latinoamericano y europeo circulando por la ciudad en días de clima inmejorable.
En este contexto, el arte no cierra por vacaciones. Museos, fundaciones, galerías y espacios de arte son las metas elegidas de turismo cultural, tendencia en alza. Las instituciones no pierden el tiempo y han fortalecido su oferta veraniega.
Malba acaba de lanzar una estupenda guía de la colección del museo, para que la recorrida cobre un sentido didáctico, con núcleos estilísticos y un glosario de términos artísticos de gran utilidad.
Los turistas tienen en su agenda una visita a la Fundación Proa, con el plato fuerte de la muestra de arte mexicano.
El Museo de Bellas Artes suma el atractivo del nuevo guión curatorial y el pabellón que exhibe arte italiano de la colección permanente. A metros, en el triángulo de las Bellas Artes, que se completa con el Palais de Glace, está el Centro Recoleta, el de mayor oferta temporaria por la cantidad de salas y por no tener colección propia.
Inauguró la semana última una notable muestra en la sala Cronopios de Duilio Pierri, pintor, hijo de pintores y padre de pintora, que sabe entrelazar con su trazo etnias y mosquitos de manera genial. Dato inédito para un verano porteño, Pablo Siquier, figura de proyección internacional, prepara una gran muestra para febrero, también en la Cronopios.
En la torre Pelli de la Fundación YPF (Puerto Madero) se exhibe una sorprendente selección de trabajos de Tatato Benedit como diseñador, en colaboración con Manolo Zamora en la realización.
En esta movida las galerías que no bajan la persiana saben que tiene el premio de buenas ventas. Y aquí está el quid de la cuestión, porque el turismo es la nueva fuerza de consumo. Y basta ver lo sucedido con los hoteles. Desde la fundación del primer cinco estrellas, que fue el Plaza, en el siglo XIX, hasta la apertura del Alvear pasaron más de tres décadas. Hubo que esperar 40 años para la llegada del Sheraton. En los 90 se instalaron las grandes cadenas Hyatt, Caesar Park, Hilton y Four Seasons, y en el último año Recoleta se ha declarado tierra hotelera. Intersur, CasaSur, Mío, Aldogón, Residencial, La Serena, Grand Hotel, Club Francés y un hotel boutique que se levantará en Montevideo al 1200, casa salvada de la piqueta por la fuerza de Basta de Demoler. Semejante concentración tiene mucho que ver con la demanda de un turismo alta gama que combina marcas top, arte, cocina gourmet y un toque de tango.
Esta exhibición reúne una cuidada selección de piezas "que muestran la enorme variedad de ideas, la estructura social y la complejidad ideológica" de las culturas que habitaron el Golfo de México antes de la conquista española, explicó su curador, David Morales Gómez.
El espectador verá figuras de dioses en diversas representaciones y conocerá los rituales y oficios desarrollados en su nombre en cada región.
La muestra puede visitarse de martes a domingo de 11 a 19 en el edificio ubicado sobre avenida Pedro de Mendoza 1929, en el barrio porteño de La Boca. (Télam).-
Hay un texto de Paternosto que parte de la idea de que el arte central, definido por el paradigma de pensamiento renacentista, ha contribuido al desarrollo de un tipo de análisis que se basa en el establecimiento de la diferenciación entre el Arte Utilitario o Decorativo y las Bellas Artes, paradigma que, aplicado a este tipo de piezas, ha dificultado la posibilidad de estudiarlas, reduciendolas a meras artesanías.
Me aprece evidente que desde este punto de vista, no se ha podido comprender el valor simbólico y expresivo de dichos objetos y, mucho menos aun, su valor como piezas que alteran la concepción de lo que es arte, yo creo que dandole la oportundiad al arte de crecer en tanto mundo simbólico y campo de saber.
Es la función simbólico ritual la que subsume el impulso artístico de estos pueblos, componente que La Historia del Arte, disciplina moderna humanista, claramente, no puede afrontar.
Hay otro texto de Pasztory quien, lucidamente, señala cómo, con la conformación del paradigma de pensamiento científico-positivista, la teoría estética aplicó al arte rasgos de la religión, divinizando sus piezas y a la figura del artista. En este texto sostiene, es esta una de las mayores limitaciones que sufre el arte en tando campo de saber. Entendemos, claro, que si el arte precolombino es un arte, es un arte de objetos formalmente elaborados, en donde claramente, no se ponen en juego las nociones básicas del renacimiento: genio y creatividad. Este pensamiento divinizado acerca de lo artístico a derivado en la exotización de las culturas no occidentales y en la construcción de un primitivismo romántico que encuentra en estas piezas una colección de curiosidades maravillosas.
Que hacen estas cosas acá es lo ultimo que pienso...
Alguien avisa que en diez minutos cierra PROA, arriba sirven vino gratis para invitados especiales a un evento especial...
18:50 Se corta la luz. Una señal (!). Es hora de salir.
15:15 Paso por Itaú quince minutos a darle un beso a una amiga que da la visita guiada de la muestra de León otro gran amigo a quien quiero reseñar en este mismo medio. Como no llego a ver casi nada planifico mi regreso a la muestra.
15:35 Salimos las dos, caminamos por Cerrito hasta Santa Fe, hablamos de la Facultad, tareas, materias, me dijo, le dije, me dijeron....
15:45 Llegamos a Santa Fe, me despido de Maru (“miércoles o jueves paso, te lo prometo”), me tomo el 152, me voy a Proa leyendo “Siete dias en el mundo del arte” (Nótese la influencia estético emocional del mismo).
16:25 Llego a la Boca, mi acompañante de paseo esta retrasada, hace como siete horas que estoy levantada y todavía no comí nada. Busco un bar. La Boca es un mundo de gente, hay shows berretas en las veredas, todo suena fuerte, la gente, los mozos, los parlantes, las conversaciones. Hay ofertas de todo tipo, bebida, comida, baratijas, artesianas, cosas lindas y feas, pinturas artesanales, tango, tango, tango. Me adentro en el barrio en busca de un refugio económicamente accesible y evitando seguir expuesta al sol. Nada.
16:31 Encuentro un quiosko que veo posible. Una empanda de carne + una quilmes de 500 = 16$...
16:35 Vuelvo a Proa, sigo leyendo mi libro, mientras espero, bebo y me alimento.
17:25 Termino el capitulo El premio (relata cuando Tomma Abts gana el Turner). Levanto la cabeza, la veo llegar a Vale. Un poco apuradas entramos, mostramos el carnet de estudiantes a la espera de un descuento y descubrimos que martes es día free para gente de nuestra especie: (1) nos abrazamos, (2) sonreímos, (3) guardamos las cosas en el locker y entramos.
17:30 Agostina (otra amiga que da visitas, esta empezando su guia!. Pienso: “que lujo este día!”)
Empieza el recorrido. Ya no tengo reloj. El celular con todas mis cosas está guardado bajo llave.
La Primer Sala altera el todo.
Que hacen estas cosas acá es lo primero que pienso...
Vida o muerte de la imagen en occidente?
La muestra es completamente impecable, tan impecable que da un poco de miedo.
Con la presencia de los destacados invitados internacionales
PATRICIA CASTILLO PEÑA (Centro INAH Veracruz, directora de proyectos, región cultural de El Tajín)
LAURA FILLOY NADAL (Laboratorio de Conservación del Museo Nac. de Antropología de México, DF)
SARA LADRÓN DE GUEVARA (Directora del Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana)
LEONARDO LÓPEZ LUJÁN (Director del Proyecto Templo Mayor, INAH)
Actividad gratuita. Cupo limitado.
Se entregará certificado de asistencia a quienes acrediten la participación en las dos jornadas completas.
INSCRIPCIÓN ABIERTA DEL 8 AL 16 DE NOVIEMBRE
Enviar CV y párrafo de intención (cinco líneas) a: coloquio@proa.org
Hace muchos siglos, varios antes de que América formara parte del mundo conocido para España, estos seres de piedra y arcilla aseguraban el paso de los días y las noches, garantizaban las estaciones y las cosechas, eran el lazo con el más allá y, sobre todo, reclamaban veneración y respeto para mantener el universo en su lugar.
Despojados de su paisaje de origen, separados por miles de kilómetros y de años de las comunidades que les dieron sentido, siguen conservando al menos algo de su poder: los visitantes que hoy recorren las salas blancas y despojadas de la Fundación Proa miran con religioso respeto a estos dioses que se imponen allí con serena belleza.
Integran la muestra Dioses, ritos y oficios del México prehispánico , que hasta el 8 de enero próximo expone por primera vez en el país más de 150 piezas arqueológicas de distintas culturas que habitaron el golfo de México desde el año 700 a. C. hasta poco antes de la conquista española. Algunas nunca fueron exhibidas y otras han sido recientemente recuperadas, una pequeña evidencia del gigantesco patrimonio arqueológico mexicano, que en parte aún descansa sin ser descubierto.
Las piezas -desde sencillos collares, anillos y vasijas a dioses tallados en piedra y fragmentos de centros de culto-, y sobre todo su presentación y montaje, permiten al visitante hacer por lo menos dos lecturas: una arqueológica, quizá la más previsible para quien se acerca a Proa, y otra estética, que sorprende si uno olvida por un momento la información abundante y se deja fascinar.
La mirada arqueológica aporta un panorama bien documentado de la cosmovisión, el orden social y la vida cotidiana de esos pueblos. "La idea es concebir una muestra arqueológica que nos permita viajar por el tiempo y poder reconstruir a través de sus expresiones artísticas el imaginario de los grupos culturales asentados en las costas del golfo", escribe el curador David Morales Gómez en el catálogo. "La excelsa selección de piezas arqueológicas muestran la variedad de las ideas, la estructura social y el amplio bagaje cultural."
Se recorren así la sala inicial dedicada a los dioses -de la fertilidad, del agua, del sol; el magnífico rostro de la muerte tallado-, la que sigue para los ritos -con un lugar destacado para el juego de pelota, un espacio central en la vida comunitaria, ligado a la continuidad de la vida- y la tercera relacionada con los oficios. En efecto, alfareros y lapidarios (los que trabajaban la piedra) cumplían funciones importantes en las comunidades: fabricaban vajilla de uso cotidiano y adornos, pero también instrumentos musicales y objetos para el culto, una base además para el intercambio económico.
Como se señala en la muestra, los objetos son documentos valiosos para reconstruir la flora y la fauna, las vestimentas y costumbres, así como para deducir el tamaño de los hornos de barro con que trabajaban y asombrarse con la evolución del modo de reproducir los rasgos humanos.
A esa altura del recorrido, una nueva manera de ver la exhibición se abre al visitante mientras camina entre cerámicas, deidades de la fertilidad y el sol, dioses narigudos y pintura mural. Si se detiene en la síntesis, la geometría, las formas suaves y la magia de esas piezas trasladadas a un centro de arte contemporáneo, aparecen todas sus resonancias estéticas.
Está el sorprendente dios Tlaloc, con un adorno en su cabeza que lo hace casi un personaje de ciencia ficción; el equilibrio de unir por los pies a dos figuras casi gemelas; la síntesis de las pequeñas figuras antropomorfas de piedra; las líneas simples del señor de Ozuluama, que muestra el amanecer y el anochecer; la decoración colorida y geométrica de las cerámicas; la habilidosa talla en piedra del ganador del juego de pelota; las deidades dedicadas a las mujeres que mueren durante el parto, con sus bocas abiertas y sus atributos de dolor.
La última sala, en el primer piso, aporta una última reflexión posible. Muestra fotografías que registran las expediciones arqueológicas en la zona de Veracruz, de donde provienen las piezas, realizadas desde 1890 y hasta 1950. Entre la vegetación, la afanosa tarea de expertos y lugareños va haciendo emerger los testimonios de esas culturas. ¿Qué puede conservar un museo, donde a menudo se los trasladaba, del sentido que esas piezas tuvieron en sus lugares y para sus creadores? ¿Qué resonancias traen y con cuáles las rodeamos nosotros, extranjeros en tiempo y espacio? ¿Qué pasa cuando, en una vuelta más, son mostrados en un centro de arte contemporáneo como Proa?
Arte, documentos arqueológicos, elementos de adoración, registro, equilibrio y trueque, las piezas mexicanas que por unos meses atesora Buenos Aires son, como dice Adriana Rosenberg en su texto de presentación, un "gesto de construir memoria". Quizá sea ésa una buena respuesta.
Ficha. Dioses, ritos y oficios del México prehispánico, en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), hasta el 8 de enero.
El sábado 19 de noviembre, la visita guiada estará a cargo de la artista Teresa Pereda y el antropólogo Carlos Martínez Sarasola.
Noviembre
- Sábado 19, 17 hs.
Teresa Pereda + Carlos Martínez Sarasola
- Sábado 26, 17 hs.
Leandro Katz + María Alba Bovisio
Diciembre,
- Sábado 3, 17 hs.
Alfredo Portillos + Ana María Llamazares
Sábado 19/11, 17 hs.
Teresa Pereda es artista contemporánea. Inició su formación con Estela Pereda y concurrió a los talleres de Ana Eckell y Néstor Cruz. Licenciada en Historia de las Artes por la Universidad de Buenos Aires, es curadora de la colección Hijos del Viento (textiles y platería de la cultura patagónica mapuche). En 1979 hizo su primera muestra individual, y expuso pinturas con regularidad durante las décadas del 80 y el 90. Fruto de estos viajes e investigaciones inició la serie Itinerario de un país (instalaciones, libros de artista, pinturas, obras gráficas y objetos). Vive y trabaja en Mitikile, partido de Lincoln, Buenos Aires.
Carlos Martínez Sarasola es Antropólogo recibido en la Universidad de Buenos Aires. Autor de varios libros que son de referencia en la temática indígena como Nuestros Paisanos los Indios, es coautor de la serie de videos documentales Indígenas de la Argentina. En 2006 tuvo a cargo la curaduría de la exposición Tesoros Precolombinos del Noroeste argentino en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Actualmente prosigue con sus estudios etnohistóricos e investiga sobre las cosmovisiones originarias, la concepción de realidad que las sustenta, y el chamanismo, en el marco de los procesos de reetnización y espiritualidad emergentes. Es Profesor de la Maestria en Diversidad Cultural de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y Director de la Fundación desde América, una ONG dedicada a promover el conocimiento sobre la sabiduría de las culturas indígenas de América y su encuentro con la nueva consciencia occidental.
Sábado 26/11, 17 hs.
Leandro Katz es artista visual, poeta y cineasta. Nacido en Argentina, es reconocido internacionalmente por sus trabajos, en los que problematiza y reflexiona sobre temas propios de la cultura latinoamericana. En sus obras realiza investigaciones que comprenden aspectos históricos, artísticos y antropológicos. A lo largo de su producción ha realizado trabajos en distintos soportes como instalaciones fotográficas, libros de artista y producciones cinematográficas, tanto documentales como de ficción. Por su labor, Leandro Katz ha recibido becas de la Fundación Guggenheim, el Fondo Nacional de las Artes en Estados Unidos, el Consejo de las Artes de Nueva York, la Jerome Foundation, la Rockefeller Foundation, y el Fondo Hubert Bals, Holanda, entre otras. Ha publicado multiplicidad de trabajos, el más reciente, intitulado Los Fantasmas de Ñancahuazú fue editado el año pasado y presentado en Fundación Proa. Vivió en Nueva York entre 1965 y 2006, donde condujo actividades académicas y creativas. Desde 2005 vive y trabaja en Buenos Aires.
María Alba Bovisio es Doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, docente e investigadora en la cátedra de Arte Precolombino de esa institución, y Profesora Titular de la asignatura Arte Amerindio Prehispánico en la Maestría en Historia del Arte del IDAES. Es autora del libro Algo más sobre una vieja cuestión: “arte” vs. “artesanía” (2002) y co-autora junto a Marta Penhos de Arte indígena: categorías, prácticas y objetos (2010); participó de los volúmenes: La artesanía urbana como patrimonio cultural (2004) y Encuentro, itinerarios y rutas culturales. El patrimonio desde una mirada integral (2005). Con su tesis, titulada “De imágenes y misterios: el problema de la interpretación del "arte prehispánico”, busca aportar una reflexión teórica y metodológica sobre el arte precolombino desde la perspectiva de la antropología y la historia cultural del arte.
Sábado 03/12, 17 hs.
Alfredo Portillos. Neólogo. Nació en Buenos Aires en 1928 y estudió en el Instituto de Arte de la Universidad Nacional de Tucumán. Hacia 1960 comienzó a investigar las costumbres indígenas y sus rituales, cuyos materiales recupera simbólicamente en sus instalaciones y performances, así como también utiliza la imaginería popular como tema para sus obras. Ha recibido gran cantidad de distinciones, entre las que se cuentan el Gran Premio de Honor, 90º Salón Nacional del Artes Visuales (2001); el Premio a la Trayectoria Artística, Fondo Nacional de las Artes (1999); el Premio al Artista del Año, Asociación Argentina de Críticos de Arte (AACA, 1992) y la Beca The Pollock-Krasner Foundation, Estados Unidos (1988). Actualmente se desempeña como docente en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA) en Buenos Aires.
Ana María Llamazares es Antropóloga por la Universidad de Buenos Aires, Master en Metodología de la Investigación (Universidad de Belgrano) e investigadora del CONICET. Ha sido profesora en gran cantidad de universidades del país y profesora invitada en las Universidades de Cambridge (Inglaterra), Autónoma de Barcelona (España), Autónoma de Occidente (Colombia) y del California Institute of Integral Studies (CIIS), San Francisco, California. Actualmente dicta cursos, talleres y seminarios y es profesora de la Maestría en Diversidad Cultural de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Ha escrito numerosos trabajos como el libro Del reloj a la flor de loto. Crisis contemporánea y cambio de paradigmas y es coautora de El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudamérica, de Diseños Indígenas en el Arte Textil de Santiago del Estero y de la serie de videos Indígenas de la Argentina. Un viaje por el arte y la cultura de los pueblos originarios. En 2006 fue curadora de la Exposición Tesoros Precolombinos del Noroeste argentino en el Museo I. Fernández Blanco. Es fundadora y directora de la Fundación desde América (FdA) dentro de la cual dirige el Programa de Estudios en Antropología de la Consciencia (PEAC).
El Coloquio contará con la presencia de los destacados invitados internacionales como: Patricia Castillo Peña (del Centro INAH Veracruz, directora de proyectos, región cultural de El Tajín), Laura Filloy Nadal (del Laboratorio de Conservación del Museo Nacional de Antropología de México, DF), Sara Ladrón de Guevara (Directora del Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana) y Leonardo López Luján (Director del Proyecto Templo Mayor, INAH).
La inscripción está abierta entre los días 8 al 16 de noviembre, para lo cual se deberá enviar un Curriculum Vitae y párrafo de intención de cinco líneas a: coloquio@proa.org
Para mayor información, puede visitarse la página WEB oficial de la Fundación PROA, cuya URL es www.proa.org o dirigirse a la Av. Pedro de Mendoza 1929 y Caminito. También vía telefónica a los números (+5411) 4104-1000 / 1001.
Este evento cuenta con el apoyo de la Embajada de México en Argentina, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, el Instituto de Antropología e Historia, la Universidad Veracruzana, el Museo de Antropología de Xalapa, el Hotel Caesar Park y Ternium.
Con la presencia de los destacados invitados internacionales
Actividad gratuita. Cupo limitado.
Se entregará certificado de asistencia a quienes acrediten la participación en las dos jornadas completas.
Inscripción abierta del 8 al 16 de noviembre
Enviar CV y párrafo de intención (cinco líneas) a: coloquio@proa.org
Con el apoyo de:
Embajada de México en Argentina
Secretaría de Relaciones Exteriores de México
Instituto de Antropología e Historia
Universidad Veracruzana
Museo de Antropología de Xalapa
Hotel Caesar Park
Ternium
Las introducciones de su curador, David Morales Jiménez, permiten apreciar muy bien las esculturas, objetos y obras artísticas que se presentan. Las divinidades, los mitos, los sacrificios humanos, el deporte, los oficios que se aprendían de generación en generación… dan estructura a esta notable muestra. Se advierte la variedad estética, la complejidad social y el misterio religioso de esas antiguas culturas que sólo conocemos muy parcialmente y a través de piezas arqueológicas descubiertas tardíamente.
Además, una serie de fotografías de época da cuenta del trabajo de los investigadores.
Una muestra para no perder. La Fundación Proa cuenta además con una excelente librería y un café desde cuya terraza se puede admirar una las vistas más emotivas de la ciudad que pintó Quinquela Martín. Puede consultarse www.proa.org.
Die künstlerischen Erzeugnisse, wie Götterstatuen, Werkzeuge, Schalen, Schmuck und Musikinstrumente aus der Gegend um Veracruz erwecken das Imaginäre einer anderen Welt zum Leben. Die Rituale und ihre künstlerischen Erzeugnisse, die Götter und ihre Repräsentationen haben das Leben der Menschen damals in einer Weise bestimmt, wie sie heute nur noch schwer nachvollziehbar ist. Einen ungewöhnlichen Einblick gibt die Ausstellung “Dioses, Ritos y Oficios del México Prehispánico”, die Stücke aus 14 Museen Institutionen, zwei Kulturzentren und einer archäologischen Fundstätte zeigt. Sie spannt einen Bogen zwischen den profanen Aktivitäten, wie die des Töpfers, des Steinmetzes oder der Landwirtschaft, und dem von Göttern geprägten Weltbild dieser Zeit.
“Die Weltanschauung der Kulturen von Veracruz ist ohne Zweifel eine derjenigen, die die größte Verbreitung erfahren hat, die Diversität der Kulte und Riten reicht von jenen, die ausschließlich an die Religion gebunden sind, bis zu jenen, die sich mit verschiedenen häuslichen und ökonomischen Aktivitäten verbinden”, beschreibt der Kurator David Morales Gómez den Kontext der Ausstellung.
In einem Glaskasten sitzt nun Tláloc (El Zapotal, 600-900 n. Chr.), der Gott des Wassers, die Beine angewinkelt, die Arme nachdenklich um die Knie geschlungen, und starrt durch seine Brille angestrengt vor sich hin. Der Kopf ist vor der Sonne mit einer Art Turban bedeckt. So menschlich jedenfalls erscheint er dem Besucher heute, jemandem, der seine Macht und gesellschaftliche Stellung nicht mehr auf Anhieb zu deuten vermag. In den von Agrarwirtschaft abhängigen Gesellschaften Mexikos dagegen hatte der Gott des Regens und des Wetters eine herausragende Stellung.
In einem anderen Raum trifft man auf Xipe Totec (Centro Sur, Veracruz, 250-900 n. Chr.), Gott des Frühlings, der aufkeimenden Saat und der Jahreszeiten, und zudem Schutzgott der Goldschmiede. Der Mund ist geöffnet, die Augen sind geschlossen und die Arme leicht angewinkelt, wie zur Andacht oder zum Gebet. Dies sind die Merkmale, mit denen der Künstler den Schmerz und den Tod, die sich in der Person des Gottes vereinen, ausdrückt, eines Gottes, der Leben gibt und nimmt im ewigen Kreislauf der Natur. Der Körper der fast lebensgroßen Figur ist mit roter Farbe bemalt und mit kleinen, runden Scheiben bedeckt, die wie ein Anzug aus Schuppen anmuten. Aber die Geschichte hierzu ist nicht so harmlos, wie die Figur scheint. Zu Ehren von Xipe Totec wurde im Frühjahr ein Fest gegeben, bei dem ein Kriegsgefangener, welcher den Gott symbolisierte, geopfert wurde. Für das Ritual wurde ihm die Haut abgezogen, welches der Priester als Repräsentation des Gottes als Kleid trug.
Menschenopfer spielen in den Riten der prähispanischen Zeit eine bedeutsame Rolle. Dies wird in der Ausstellung am Beispiel der Tajín-Kultur (600-1200 n. Chr.) deutlich. El Tajín war eines der kulturellen Zentren im Norden von Veracruz, welches heute vor allem durch sein rituelles, sehr entfernt an Basketball erinnerndes Ballspiel bekannt ist. Interessant sind vor allem die aus Stein gemeißelten, mit Symbolen verzierten Ringe (“Yugo”), durch die der Kautschuk-Ball befördert wurde. Das Spielfeld, verstanden als konzeptueller Raum, in dem die Kräfte der Natur gebändigt wurden, symbolisierte das Himmelsgewölbe und der Ball die Sonne.
Auch wenn die Einzelheiten dieses Rituals und die Regeln des Spiels bis heute unbekannt sind, ist jedoch sicher, dass sie eng verbunden waren mit dem Verständnis vom Leben selbst. Die Bewegungen auf dem Spielfeld spiegelten das Gleichgewicht der Natur wider. Die Verbindung von Kosmos und Leben wird durch die gegeneinander antretenden zwei Parteien repräsentiert, welche erst durch das Spiel vereinigt wurden. Den Gewinnern des Spieles wurde die Ehre erwiesen, ihr Leben den Göttern zu opfern, darunter auch dem Gott Xipe Totec.
Der letzte Raum bietet einen Einblick in die archäologischen Fundstätten und eine Ahnung von den Zusammenhängen, in denen sich die im Museumsraum ausgestellten Stücke befunden haben. Doch auch die Dokumentarfotografien stammen aus einer anderen Zeit als der unsrigen und erzählen so eine eigene Geschichte, die über 120 Jahre alt ist. Sie stammen aus der Expedition von 1890, die Francisco del Paso und Troncoso in die archäologische Zone von Cempoala unternahmen. Cempoala war die erste Stadt, welche die Spanier bei ihrer Eroberung Mexikos erreichten. Es ist die Stadt, die Hernán Cortes empfing, die Stadt, in der der erste Kontakt mit dem Westen stattfand. Und eine der ersten Stätten, die wissenschaftlich untersucht worden sind. Paso und Troncoso sind weiter bis nach El Tajín gereist und hinterlassen uns ein Bild, wie es die ersten Wissenschaftler vor Ort vor über einem Jahrhundert angetroffen haben.
Auch wenn die Bilder uns heute faszinieren, die die steinernen Götter und die mit Symbolen dekorierten Friese, Säulen und Wandmalereien in ihrem ursprünglichen, fast noch unberührten Kontext zeigen, ist es erstaunlich, welche ästhetische Kraft die Stücke im White Cube der Ausstellungsräume entwickeln. Der Betrachter muss die Bedeutungen der einzelnen Stücke und ihre Rolle in den Zeremonien nicht kennen, damit sie ihre Anziehungskraft entfalten. Vor allem die Statuen wirken durch ihre detailgetreue Nachahmung des Menschen mit ihrer schrumpeligen Haut, den Finger- und Zehnägeln, und den expressiven Gesichtszügen eher wie moderne Skulpturen als wie Zeugnisse aus längst vergangenen Tagen. Vielleicht ist die Ausstellung dann doch nicht so ungewöhnlich im Programm der Fundación Proa.
Recogidas en 14 museos del golfo de México para esta muestra de Proa que nos habla con piedra y barro de Dioses Ritos y oficios.
Ver video: http://tn.com.ar/programas/colectivo-imaginario/00072135/stagnaro-piezas-precolombinas-y-el-chango-spasiuk
Cosmogonía, rituales y organización del trabajo en el Golfo de México, Veracruz, en una exhibición que acerca uno de los universos simbólicos más ricos y profundos de Latinoamérica.
Dioses, ritos y oficios del México prehispánico
15 de octubre hasta el 8 de enero
Fundación PROA
Los artefactos datan de alrededor del año 400 antes de Cristo, y es la primera vez que se exhiben en Argentina. Las obras son alojadas en 3 saladas diferentes que fueron organizadas por David Morales Gómez, el organizador de la muestra, que buscó un mezcla interesante de los dioses que se encuentran representados en las estatuillas y las tareas y rituales que se pueden observar.
Por otra parte, en la Fundación también hay una cuarta sala habilitada donde se muestran las fotografías de los descubrimientos arqueológicos de estas piezas. Una de las fotos más interesantes es aquella que muestra cómo se veía la ciudad de Cempoala (la primera ciudad visitada por Hernán Cortés) cuando fue abandonada por sus habitantes primigenios.
Seguramente muchos se están haciendo la misma pregunta que yo: ¿cómo llegaron estas muestras típicas mexicanas a Buenos Aire? Gómez está encargado de representar a 13 museos mexicanos comunitarios, que se encargan de mostrar este tipo de productos, pero que sin embargo ni en su país natal ni en el resto del mundo obtienen el crédito (o el presupuesto) que merecen. Además de estos museos comunitarios que cedieron las piezas, otras dos entidades participantes son el prestigioso Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, una zona arqueológica y dos casas de Cultura.
La historia de estas piezas también es increíble. Generalmente, las personas encargadas de hacerlas venían de familias que ejercían el mismo oficio, y sorprenden a quien las vea con un detalle minucioso que no se encuentra en lo que por mucho tiempo se pensó que era un pueblo “primitivo”.
El arte de estas poblaciones era de una complejidad sorprendente, y alcanzaron a fabricar estatuas gigantes de 1,70 metros. Pero no solamente se destacan por su tamaño ni por su edad, sino por la información que brindan: ahora sabemos, por ejemplo, cómo se vestían tradicionalmente los sacerdotes, o cómo se realizaban determinadas tareas.
La muestra podrá ser visitada hasta enero del año que viene.
Au contact de figurines, de portraits, d’ustensiles de cuisine, ou de bijoux en coquillage, les visiteurs partent à la rencontre d’une civilisation remplie de symboles et de dieux. Les pièces frappent par leur précision, leur modernité, leur toute puissance. Certains visages semblent effectuer des mimiques humoristiques avec leurs paupières fermées et leurs bouches béantes. La gravure d’un squelette semble d’ailleurs tout droit sortie d’une BD. D’autres figures effrayent au contraire par leurs expressions menaçantes. La précision des traits n’a d’égal que la monumentalité de certaines sculptures.
Le peuple mexicain utilisait l’art pour représenter ses dieux de l’eau, de la fertilité, du soleil, de la mort, des tempêtes, etc. Si on chemine entre de nombreuses têtes de mort et de squelettes, ce n’est pas par attrait macabre, mais en raison de la proximité entre vie et mort. Il faut cohabiter avec les défunts, on enterrait ainsi les dépouilles au sein des maisons. Cette porosité se retrouve dans une divinité qui représente les femmes mortes en donnant la vie.
Ce qui impressionne enfin, c’est la modernité de certaines oeuvres vieilles de plusieurs milliers d’années. Une sculpture datant du VII siècle et d’une cinquantaine de centimètres de haut ressemble goutte pour goutte à un héros de film de science fiction d’aujourd’hui. L’envoûtement des oeuvres vient peut-être de là, de la beauté mystérieuse dégagée par leurs passés.
Así, la posibilidad de conjugar tiempos tan remotos como 2011 y el 400 a.C. es la que brinda la nueva muestra de Fundación Proa, Argentina
Más de 150 piezas de las diferentes culturas que vivieron hace siglos se exhiben en las tres salas que albergan las distintas obras, ubicadas con el criterio del curador de la muestra, David Morales Gómez, quien deseó que se mixturara la presencia de las deidades con las piezas que remiten a los distintos oficios o rituales.
“Ellos convivían con sus dioses, los hombres se convertían en divinidades e interactuaban permanentemente”, señala Morales Gómez.
En una cuarta sala se exhiben las fotografías de los descubrimientos arqueológicos y el contexto donde fueron halladas las piezas.
Parte de las imágenes son el registro realizado en 1890 de la expedición a Cempoala -la primera ciudad que visitó Hernán Cortés- donde se observa con claridad la forma en que quedó la ciudad al ser abandonada por sus habitantes.
David Morales Gómez explica que su criterio curatorial fue el de representar a museos mexicanos comunitarios, que no logran mayor difusión.
Participan además dos casas de Cultura, una zona arqueológica y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).
Una pequeña anécdota del curador evidencia el estrecho lazo que esas comunidades entablan con sus museos. Según relata, la comunidad del pueblo de Huiloapan lo recibió al grito de: “Llegó el arqueólogo”. La banda del pueblo lo esperaba entonando alegres melodías y se leía en un cartel confeccionado: “El Xipe se va a Buenos Aires”.
Una cabeza de arcilla de Xipe Totec, datada entre el 600 y 900 d.C., que fue hallada en soledad y es la joya del museo local, el Museo Huiloapan de Cuauhtémoc, fue una de las piezas cedidas.
Tallas en piedras y esculturas de arcilla y barro son la evidencia empírica del nivel de excelencia que estas culturas alcanzaron como alfareros, lapidarios y también de quienes tuvieron como oficio la pintura mural y las conchas de moluscos. Estas sociedades, complejas en su organización, trabajaban en un solo oficio, el cual se heredaba por generaciones.
Un oficio complejo
Una gran cantidad de cinceles eran las herramientas para la talla compleja de piedras y lograr el contorno perfecto de un ojo o la talla impecable de una pequeña uña. Se desgastaba rozándolas con otra piedra más dura y la talla se hacía golpeando los distintos cinceles con un hueso.
Esculturas de más de 1.70 metros de altura son otra prueba de la complejidad que lograron en sus tareas y una espectacular obra de arcilla hallada en el centro sur de Veracruz de 250-900 d.C. del sacerdote Xipe Totec recibe a todos los espectadores en la primera sala.
Su impactante presencia antecede a la igualmente fantástica historia que explica que los sacerdotes se vestían con la piel de una mujer sacrificada, un ritual que se llevaba a cabo antes de la época de lluvias. Una ofrenda al dios de la fertilidad, para simbolizar el cambio de la vegetación; una escultura femenina de El Zapotal, busca concebir a las mujeres como dadoras de vida.
Toda la colección de piezas conforma una muestra sugestiva y evocadora de las vidas y creencias de toda una era prehispánica.
Con este compendio la Fundación Proa logra conjugar una exposición de arte excepcional con el atractivo cultural de visitar verdaderas joyas históricas. (GDA/ La Nación/Argentina)
Testimonios de la pasión arqueológica mexicana
A la Fundación Proa llegó la muestra «Dioses, ritos y oficios del México prehispánico», un conjunto integrado por más de 150 piezas arqueológicas que, por primera vez sale de viaje y que pertenece a 13 museos, dos centros culturales, una zona arqueológica y el imponente Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del Distrito Federal. Este testimonio de la poderosa cultura del Golfo de México, es hoy motivo de asombro. Al valor histórico, la belleza y sofisticación de gran parte de las piezas, se suma la llamativa expresividad de los personajes. Los dioses de piedra y de barro parecen hablar a través de los milenios y facilitan, con su elocuencia, la comprensión de la historia. La exposición logra su cometido: volver el tiempo atrás. De este modo, el visitante se adentra en el pasado e ingresa en la vida de esos habitantes mesoamericanos, capaces todavía de brindar muestras precisas de sus creencias e ideologías, sus ritos y ceremonias y su manera particular de entender la naturaleza y el universo.
En la sala de ingreso de la Fundación un guía enfrenta a un dios que ostenta los símbolos de la muerte: la boca entreabierta y los ojos cerrados. Una decena de espectadores, escucha el relato del sentido existencial de esa divinidad. La explicación casi filosófica marca la diferencia entre el tiempo cíclico, que rige el cambio de las estaciones y las cosechas, y el tiempo lineal de nuestra cultura judeocristiana. Allí está la figura modelada en arcilla, erguida y de tamaño natural, un sacerdote transformado en instrumento divino que rinde cuenta de su dualidad: es un hombre y a la vez un dios. Un esclavo fue sacrificado y el sacerdote (400 d. C.) lleva sobre su cuerpo la piel y el rostro del desollado y, así, con este atavío, bailará sobre los campos.
A su lado, una mujer ostenta un murciélago sobre su cabeza y una serpiente bicéfala que rodea su cintura. Detrás de su cuerpo está el sol. La mujer ha muerto en un parto y en ese tránsito se convirtió en divinidad, su imagen simboliza la eterna lucha entre la vida y la muerte y todo lo que estas sociedades poseían de nocturno, oscuro y abismal. «Ellos creían que el sol moría al ocultarse y la mujer lo acompaña», aclara David Morales Gómez, curador de la exposición.
La serie de retratos es sobrecogedora. El trabajo tenía un carácter sagrado y los alfareros han dejado pruebas de su virtuosismo: perforaban las piezas para incrustar pelo humano y teñían el barro con petróleo para acentuar el realismo. Los rostros revelan cómo eran las facciones de los habitantes del Veracruz precolombino (400- 900 d. C.). Pero, en rigor, son los gestos -macabros, sonrientes, duros, amables, alucinados- los que calan hondo en la memoria y tocan la sensibilidad.
Una de las esculturas más emotivas de la muestra, por su capacidad de comunicación, representa dos personajes que miran a lo lejos como si trataran de ver el horizonte; ambos conforman la figura de un doble, son jóvenes e idénticos, están vivos y forman un trípode con sus piernas mientras sostienen con sus manos una caja.
Y tan talentosos como los alfareros fueron los lapidarios, que esculpían las piedras dotándolas de múltiples cualidades, incluso, hasta poéticas. Las búsquedas estéticas respondían no obstante a una finalidad, estaban ligadas a la importancia de los objetos de culto y también al negocio, dado que algunas piezas se comercializaban. Pero la belleza ronda por toda la muestra.
En el texto curatorial, Morales Gómez, observa: «La exposición contempla el ritual del juego de la pelota, con sus yugos y hachas votivas, los delimitadores de la cancha del mismo juego, y jugadores de pelota elaborados en barro». El juego implicaba un final sangriento: no se sabe con certeza si los ganadores o los perdedores eran sacrificados, lo cierto es que perdían su cabeza. Y la crueldad de los sacrificios humanos justificó la barbarie de la conquista.
Para subrayar las características de la exhibición, tan especiales como la fuerza y la energía que transmiten todavía algunas obras, la directora de Proa, Adriana Rosenberg, señala: «El deseo y la voluntad del hombre de dejar huellas de su existencia, teje un hilo que une a lo largo de los siglos experiencias culturales diversas, una historia hecha de imágenes. Más de dos mil años impactan por su capacidad irrevocable de evidenciar trabajo, sueños y creencias».
La muestra culmina con los registros de las primeras expediciones científicas. Hay una foto tomada en el año 1890 que reproduce en tamaño mural una vista de Cempoala, una de las primeras ciudades que pisó Hernán Cortés. Las imágenes muestran el despertar, a fines del siglo XIX, de una genuina pasión arqueológica, un sentimiento que creció y convirtió a México en el dueño de los mayores tesoros de las culturas precolom
La exhibición, organizada por la activa Embajada de México en la Argentina y patrocinada por Tenaris/Techint, permanecerá abierta hasta los primeros días de enero.
Más de 150 piezas de las diferentes culturas que vivieron hace siglos se exhiben por primera vez en la Argentina. Tres salas albergan las distintas obras, ubicadas con el criterio del curador de la muestra, David Morales Gómez, quien deseó que se mixturara la presencia de las deidades con las piezas que remiten a los distintos oficios o rituales.
"Ellos convivían con sus dioses, los hombres se convertían en divinidades e interactuaban permanentemente", señala en diálogo con La Nacion Morales Gómez.
En una cuarta sala se exhiben las fotografías de los descubrimientos arqueológicos, último nexo entre lo que se observa en Proa y el contexto donde fueron halladas las piezas. Parte de las imágenes son el registro realizado en 1890 de la expedición a Cempoala -la primera ciudad que visitó Hernán Cortés- donde se observa con claridad la forma en que quedó la ciudad al ser abandonada por sus habitantes.
Gómez explica que su criterio curatorial fue el de representar a museos mexicanos comunitarios, que no logran mayor difusión. Son en total 13 los que han cedido sus piezas para esta exhibición, que podrá visitarse hasta enero próximo. Participan además dos casas de Cultura, una zona arqueológica y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).
Una pequeña anécdota del curador evidencia el estrecho lazo que esas comunidades entablan con sus museos. Según relata, la comunidad del pueblo de Huiloapan lo recibió al grito de: "Llegó el arqueólogo". La banda del pueblo lo esperaba entonando alegres melodías y se leía en un cartel confeccionado para la ocasión: "El Xipe se va a Buenos Aires".
Con pedidos de cuidar la pieza especialmente fue que el pueblo cedió para esta muestra una cabeza de arcilla de Xipe Totec, datada entre el 600 y 900 d.C., que fue hallada en soledad y es la joya del museo local, el Museo Huiloapan de Cuauhtémoc. De esta forma el curador logra su cometido y tanto el museo como la pieza accedieron a su primera muestra internacional.
Tallas en piedras y esculturas de arcilla y barro son la evidencia empírica del nivel de excelencia que estas culturas alcanzaron como alfareros, lapidarios y también de quienes tuvieron como oficio la pintura mural y las conchas de moluscos.
Un oficio complejo
El contorno perfecto de un ojo o la talla impecable de una pequeña uña asombran a los visitantes. Estas sociedades, complejas en su organización, trabajaban en un solo oficio, que se heredaba por generaciones. Una gran cantidad de cinceles eran las herramientas para la talla compleja de piedras. Se las desgastaba rozándolas con otra piedra más dura y la talla se hacía golpeando los distintos cinceles con un hueso.
Esculturas de más de 1,70 metros de altura son otra prueba de la complejidad que lograron en sus tareas. Una espectacular obra de arcilla hallada en el centro sur de Veracruz de 250-900 d.C. del sacerdote Xipe Totec recibe a los espectadores en la primera sala. Su impactante presencia antecede a la igualmente fantástica historia, que explica que los sacerdotes se vestían con la piel de una mujer sacrificada, un ritual que se llevaba a cabo antes de la época de lluvias. Una ofrenda al dios de la fertilidad, para simbolizar el cambio de la vegetación.
Lo acompaña en la misma sala la escultura femenina de El Zapotal, datada entre 600-900 d. C. Esta deidad es representada como una anciana y refiere a las mujeres como dadoras de vida.
Toda la colección conforma una muestra sugestiva y evocadora de las vidas y creencias de la era prehispánica. Fundación Proa logra conjugar una exposición de arte excepcional con el atractivo cultural de visitar verdaderas joyas históricas.
En el barrio de La Boca y desde el 15 de octubre, la Fundación Proa está exhibiendo una notable muestra de objetos y obras prehispánicas denominada “Dioses, ritos y oficios del México prehispánico”. La buena noticia es que hay tiempo para visitarla, ya que recién concluirá en los primeros días del mes de enero. La muestra está integrada por unas 150 piezas arqueológicas de las diferentes culturas que poblaron la rica y variada región del Golfo de México, dedicadas mayormente a sus dioses y a los rituales en torno a ellos, pero también a los oficios que ejercieron esos mismos pueblos, con notable plasticidad, antes de la llegada de los españoles.
El curador de la muestra, David Morales Gómez, director de Museos de Veracruz, señaló a la prensa que se trata de “una excelsa selección de piezas que muestran la enorme variedad de ideas, la estructura social y la complejidad de una ideología”.
Las obras nunca antes fueron exhibidas, porque han sido recientemente recuperadas e impactan por su fuerza simbólica, por su belleza y variedad, porque las obras pertenecen al patrimonio de 13 museos mexicanos, dos Casas de Cultura, una zona arqueológica y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
El catálogo, editado por Morales Gómez, detalla cada una de las piezas, lo que permite reconstruir con precisión la experiencia estética inherente a la elaboración de cada una de ellas.<
La exhibición “Dioses, ritos y oficios del México prehispánico” se extenderá hasta el 8 de enero. En Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, de martes a domingo, de 11 a 19 horas.
De deidades y ceremonias
En el texto que acompaña el catálogo de la muestra, el curador David Morales Gómez explica que las obras remiten a “deidades de la fertilidad, en piedra y barro, deidades que están presentes como el dios del agua, Tláloc; el dios de la fertilidad Xipetotec; dioses narigudos, Tlazolteotl y Cihuateteotl; y la deidad de la muerte, Mictlantecutli.
La propuesta de selección de los dioses refiere a las deidades representativas de los grupos culturales de Veracruz. Cada deidad es única y diferente pero entre ellas comparten atributos que las entrelazan.
En la exposición 'Dioses, ritos y oficios del México prehispánico' hay un apartado especial dedicado al juego de pelota, considerado también como sagrado en las culturas mesoamericanas. Los ritos, los oficios, los dioses…, todo estaba interelacionado. Actualmente hay pueblos mexicanos donde la veneración hacia alguno de estos dioses va pareja con la que se profesa a la virgen de Guadalupe. Aquellos dueños del alma americana reunidos en este cónclave-exhibición provoca en el visitante encontradas reflexiones sobre cultura y barbarie. Esos sacrificios humanos a los dioses, tan difíciles de comprender no sólo por nosotros, ciudadanos del siglo XXI, sino también por Colón y los que le acompañaban y/o le sucedieron, no dejan de ser pasado remoto. Hoy la humanidad sigue cometiendo atrocidades en serie, incluso de más grandes proporciones y en nombre de otros dioses.
El salafismo, al día
El investigador y ensayista árabe Samir Amghar acaba de publicar en Europa su libro 'El Salafismo hoy. Movimientos sectarios en Occidente', que arroja luz sobre el estado actual de cuestión tan espinosa. El fundamentalismo islámico no se reduce al salafismo yihadista encarnado por Al Qaeda. El ensayista describe la diversidad y los antagonismos de otros grupos -los quietistas, los políticos, los revolucionarios…- y la utilización que de ellos hacen los diversos poderes, desde el Magreb hasta los países del Golfo. Por otra parte, la radicalidad religiosa y las imprecaciones anti-occidentales de sus militantes forman como «una válvula de seguridad que les desvía de la acción directa», nos cuenta Amghar. O por decir de manera más nuestra: la fuerza se les va por la boca. Lo que no deja de constituir un consuelo, del que conviene no fiarse.
Nuevo arte árabe
Una exposición parisiense está dando a conocer la obra variopinta, moderna y no exenta de interés de trece artistas árabes que eligieron la capital de Francia por voluntad propia o forzados por las circunstancias sociales y políticas de sus países para crecer como creadores. Sirios, marroquíes, libios, egipcios, tunecinos, jordanos, palestinos…, que demuestran la fuerza creativa y los diversos modos expresivos de su dolor, su alegría o el drama colectivo de sus pueblos. Todos los géneros de la modernidad y la post-modernidad están presentes en su inspiración. Lo deseable sería que esta exposición pudiera viajar a esas tierras bañadas por el Mediterráneo que aceleraron la llegada de la 'primavera', para que el pueblo en rebeldía pudiese gozar y reflexionar con unas obras que, en cierto modo, le pertenecen.
Campanas de Notre-Dame
Las cuatro campanas de la catedral parisiense de Notre-Dame (torre norte) y la gruesa campana (bordón de graves de la torre sur) van a ser sustituidas para el 2013, cuando el templo gótico celebre su 850 aniversario. Desde 1856 estas campanas han sonado cada quince minutos sin falla alguna. Sonaron al fin de la Primera Guerra Mundial, cuando la liberación de París en 1944 o recientemente en honor de las víctimas del 11 de septiembre neoyorkino. El jorobado Quasimodo creado por Víctor Hugo está ligado a ellas íntimamente en el imaginario occidental. Ahora el sonido ya no será el mismo. Para consolarnos, el propietario de la fundición de campanas más antigua de Francia, creada en 1798, encargado de sustituirlas, ha filosofado: «Las campanas son como los seres humanos. Ellas viven y un día se apagan».
Dentro de la colección de piezas, el museo de Antropología de Xalapa, prestó 17 muestras de la cultura totonaca y huasteca, reveló la titular del mismo Sara Ladrón de Guevara González.
Recordó que desde el 15 de octubre y hasta el 8 de enero, la Fundación Proa presenta la exhibición denominada “ Dioses, ritos y oficios del México prehispánico”, que expone por primera vez en la Argentina.
Reiteró que las piezas del Museo de Antropología de Xalapa acompañan a otras provenientes de la colección del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México que se encontraban resguardadas en la fortaleza de San Juan de Ulúa del puerto de Veracruz.
“Son piezas del Zapotal, básicamente piezas de cerámica grande, hay esculturas huastecas de piedra y algunas otras piezas representativas como el Tablero de El Tajín”, mencionó.
Señaló que esta exposición era la misma que se presentaría con motivo del Año de México en Francia pero al ser cancelada se decidió hacerla en Argentina.
“Esta exposición que iba a viajar a Francia con motivo del Año de México en Francia y que se canceló, se propuso a la fundación y está ahora en exhibición a Buenos Aires y se aumento con algunas piezas de nuestra colección”, apuntó.
Las piezas se prestaron en agradecimiento de la empresa Tenaris-Tamsa que auspicia la exhibición en Argentina y que ha sido una de las benefactoras del museo, detalló la directora del museo.
“Tamsa es un benefactor del museo y la empresa se ha ocupado de los gastos de la digitalización del catalogo del Museo de Antropología.
“Así que nos da gusto en reciprocidad prestarles piezas en una exposición magna en la que participan otros museos de Veracruz”, aseguró Ladrón de Guevara
Visitar La Boca por estos días puede ser una experiencia religiosa. Incluso los que viven lejos, los que se quejan de la inseguridad y del mal olor del Riachuelo, incluso quienes le tienen fobia al turista encontrarán sosiego ante la figura de los dioses mexicanos que se exhiben hasta fin de año en la Fundación Proa.
Las piezas que conforman la muestra Dioses, ritos y oficios del México prehispánico son, en primer término, una invitación al goce estético. Que estén siendo exhibidas en un espacio dedicado al arte contemporáneo las destaca como obras de arte. Y nadie duda de que lo son. Pero más allá de eso, destacar la belleza parece ser la estrategia que utilizó el curador, David Morales Gómez, para que el visitante ingrese finalmente en la historia. El misterio que encierra cada una de las piezas si no provoca un viaje en el tiempo, al menos pone a andar la imaginación tras las huellas de esta cultura por momentos sublime, por momentos monstruosa.
En total son unos 150 objetos de arcilla y de piedra que pertenecen a distintas etnias que habitaron el golfo de México entre los años 400 a.C y 1500 d.C. El criterio de selección no sigue un orden cronológico ni ninguno de los parámetros de la museología ortodoxa. "El objetivo -cuenta Morales Gómez- fue mostrar la enorme variedad de ideas y el amplio bagaje cultural de estos pueblos, poniendo énfasis en el talento de sus artesanos."
La primera sala, es quizá la más impactante. De pronto uno se encuentra en medio de un panteón politeísta integrado por diversos personajes, como el dios del agua, Tláloc; los dioses narigudos, Tlazolteotl y Cihuateteotl; el dios de la muerte, Mictlantecutli y Xipe Totec, el dios de la fertilidad, que tiene puesto un traje realizado con la piel de un ser humano. Entre ellos, se destaca la figura de una anciana sentada, con el torso desnudo, un cinturón de serpientes sobre la cadera y un murciélago en la cabeza oficiando de tocado. Ella murió durante el trabajo de parto, y eso -dar la vida al dar vida- la consagra como santa, si es que cabe la analogía.
El alfarero trabajó la pieza al detalle, la piel está arrugada, los pechos, vencidos y su rostro revela ese último suspiro de quien dio todo y se va tranquila. La figura está cargada de poesía. Y de sentido. No estamos ante una venus siliconada entendida como máximo especimen de la raza, estamos ante una mujer vieja como la madre o la abuela de cualquiera, con las marcas de los años en la carne. La vida no parece ser esa rampa ascendente que de un momento a otro comienza a caer en picada. En todo caso, vida y muerte son dos términos de un binomio, parte de un mismo ciclo continuo, que no se corta en uno, que sigue al más allá y vuelve encarnado en otro, siempre en movimiento.
En la sociedad prehispánica el trabajo es sagrado, cuenta Morales Gómez. "Un orden supremo impulsa la acción de todos. El trabajo mancomunado y anónimo que tiene un fin místico y al mismo tiempo comercial es el sustento interno de la sociedad y su proyección al exterior, a través del trueque de productos y el intercambio de ideas."
Aparecen entonces, en el marco de los ritos, pequeñas estatuillas que servían de ofrenda, copas, platos ceremoniales pintados con colores vivos, columnas y frisos de templos con escenas talladas en bajorrelieve, joyas con incrustaciones de nácar y piedras semipreciosas, instrumentos musicales, yugos, hachas votivas y otros elementos utilizados en el juego de pelota, ese ancestro del fútbol que se jugaba con una pelota de caucho y en el que los ganadores eran sacrificados para pasar a ocupar un lugar definitivo entre los héroes.
El sacrificio parece ser un tema insoslayable. "Es un tema muy tratado pero no resuelto", dice el curador que lleva una vida estudiando el caso. "Las culturas del golfo van aumentando su complejidad en la misma medida que lo hacen sus rituales de sacrificio humano. Entonces ¿cómo entender a una sociedad que se sostiene en el fervor de la fe? El paso entre la vida y la muerte es parte de un todo, dual y voluble pero totalmente asimilado como unidad honorable y venerada. Este mundo se sostiene en la fe y el sacrificio", concluye Morales Gómez.
México es grande y poderoso. No sólo en su período virreinal o su primera revolución del siglo XX o en la actualidad, a pesar de sus ramalazos de violencia, es la inmensidad de su pasado prehispánico la que resulta arrolladora. En Buenos Aires, sobre todo, impresiona aún más. Desde estos arrabales con misiones urgentes como el freno al contrabando de los tiempos coloniales hasta la escasez de vestigios de los pueblos originarios, el país del norte es gigante y causa placer (y un poco de envidia) ver una de sus muestras del patrimonio arqueológico. Dioses, ritos y oficios de México prehispánico, que se exhibe en Proa, es una demostración de ese poderío, en todo sentido. Por un lado, estamos frente a un corpus en el sentido más académico del término. Es una selección de 150 piezas que se concentra en la zona de Veracruz y está conformada sobre el acervo de trece museos, dos casas de cultura, una zona arqueológica y un instituto de antropología. Y la cantidad no es lo único impresionante.
Por el otro, además, estamos frente al despliegue estatal de las impecables instituciones que significa semejante empresa. A su vez, David Morales, su curador, pensó tres ejes que están en el título, a la buena manera de las hipótesis claras: dioses, ritos y oficios. En el centro de ella están los artesanos y lapidarios, trabajadores de la piedra, que son el punto de unión de tres quehaceres, a primera vista un poco disímiles. Por sus manos pasan los dioses. Ellos los tallan, piedra con piedra, sin uso de otras herramientas, para la cerebración de los ritos. Pero también otro grupo produce los objetos domésticos, las cerámicas, los elementos para los juegos y las pinturas murales.
El panteísmo de los pueblos prehispánicos es bastante conocido y está representado por distintas deidades, según las zonas. En el caso del área cultural mesoamericana, especialmente la veracruzana, hay dos, al menos, que tienen cierta originalidad: Xipetotec, el dios de la fertilidad, y Mictlantecutli, el señor de la muerte. Junto a Tláloc, deidad del agua y muy reconocido por sus orejas y colmillos, y Tlazolteotl, dios narigudo, forman el núcleo duro de las representaciones de las creencias. La bienvenida a la muestra la da Xipetotec con su traje de piel humana, que alude a los desollamientos que se practicaban en el culto a la fertilidad. Una vez que se le quitaba el corazón con una pericia sorprendente al sacrificado, le desprendían la piel y se la ofrendaban a “Nuestro Señor el desollado”. La imagen es notable con su traje de apariencia escamada, ya que es la grasa del cuerpo que queda del lado de afuera. El sitio más grande al culto de la muerte está en Veracruz y se llama El Zapotal. Allí, la imagen del dios descarnado y reconocible por su cráneo y las diosas que lo acompañan es de tal fragilidad que no ha sido trasladada. Naturalmente no es la única escultura, y como en el Templo Mayor de Ciudad de México o en el British Museum, hay una en esta muestra. Como un muerto vivo, ya que figura ese paso entre un estado a otro, exhibe su tocado y deja ver algunas articulaciones como reflejo de ese tránsito.
Desde una perspectiva actual e irónica, “el que gana, pierde” puede ser el lema sobre el juego de pelota que practicaban los totonacas, según se cree responsables de los vestigios encontrados. Es que el ganador era el sacrificado, ya que era el hombre elegido para ser entregado a los dioses. En El Tajín, uno de los sitios más hermosos de la zona, se encuentra el gran friso que relata la escena del juego y del sacrificio posterior. En la exhibición se puede notar que la versión del juego es la que se hacía con una especie de raqueta y no la que golpeaban con las caderas. Lo que pasa es que es un rito que se extendió durante tres mil años y fue variando en sus reglas e implementos hasta que durante la dominación española fue prohibido por Torquemada.
Cuenta David Morales Gómez, curador de la muestra, que en su recorrida por los distintos museos de los pueblos para seleccionar las piezas, en uno muy pequeño lo recibieron la banda del pueblo, los alumnos de la escuela y un cartel que saludaba al Xipetotec que se iba a Buenos Aires. Así como el desollado, muchos de los objetos de esta exhibición es la primera vez que salen de gira. Algunos de ellos ni siquiera han sido mostrados en sus respectivos lugares. En ese sentido, la muestra no sólo establece un vínculo evidente con la arqueología y la descripción de las funciones de las piezas. Hay una valoración estética de los hallazgos arqueológicos que también es mexicana: la de Rufino Tamayo. Esa que consideró que la belleza de las obras precolombinas tenía un valor semejante al del uso. En su caso y para su propia estética. A veces, hasta mayor.