05 / 02 / 2021
SPOT Serie Satelitales de Graciela Hasper
En Del rigor de la ciencia (1960), Borges describe cómo en cierto Imperio los cartógrafos habían logrado hacer un mapa que tenía el tamaño mismo del Imperio y cuyos trazos coincidían perfectamente con él. Tal vez se pueda emparentar esta necesidad de ubicar el espacio con ciertas obras de la artista argentina Graciela Hasper, quien muy tempranamente -antes de la existencia de Google Maps- había realizado una obra en la que los mapas fotográficos aéreos de Buenos Aires eran intervenidos con el color de su característica paleta.
“Mi proceso es usar la grilla de la ciudad o las arquitecturas ya fotografiadas para dibujar en ellos una intervención de color”, dice Hasper sobre sus obras expuestas en la muestra Crear mundos, actualmente en las salas de Fundación Proa. “Usé Photoshop en el que mi acuarela y mi dibujo a mano alzada termina siendo un archivo de Illustrator sobre la grilla”.
La experiencia de la artista en Nueva York, donde vivió un año gracias a la beca Fullbright que ganó, fue determinante en las obras que denominó Satelitales. “Haber vivido en Nueva York me dio una perspectiva realmente cenital de la ciudad”, continúa Hasper. “Conseguí un CD del Instituto Geográfico Militar que contenía una placa aérea tomada desde un avión y fui y conseguí varios vuelos con varias vistas de la ciudad y así comenzó la serie Satelitales”.
“Las imágenes satelitales parten de la documentación militar y turística encontrada a las que les sobreimprimo color, o una trama, partiendo de paisajes y materiales dados … me ha permitido la aproximación de la mirada desde el punto de vista de la cuadrícula de Buenos Aires…” explica la artista.
Como una cartógrafa del Imperio que imaginó Borges, Hasper interviene sobre más objetos del paisaje urbano. “A principios de los años noventa comencé a fascinarme con los carteles en la calle, primero aquellos carteles de hombre pasa, hombre no pasa, niño y descubrí que había diferentes modelos de representación en los distintos países. Luego, a mediados de los noventa, hice la colección de carteles de bailanta. Descubrí que en algunos barrios aparecían los miércoles o jueves anunciando los bailes del fin de semana. Eran carteles bastante artesanales que yo considero monocopias de color, con diferentes tipografías que anunciaban música pero que estaban mal escritos, que tienen palabras del lunfardo y son un festival de color en el gris de la ciudad”.
Once y Abasto, 2001, Mi analista, 2005 y Mi taller, 2008 forman parte de una serie de fotografías satelitales intervenidas, en las que la artista se apropia del espacio público marcándolo y por lo tanto, resignificándolo, con elementos de su cotidianeidad y su vida personal.