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Mi pieza expresa la forma en que el autor trabajaba, con ese concepto de obra abierta que permite al espectador elegir entre varios finales alternativos", asegura Guillermo Rodríguez, el artista puertorriqueño especializado en escultura que participa de la exposición “Final del Juego” en el Espacio Contemporáneo Fundación PROA, que inauguró el 6 de septiembre y puede visitarse hasta mediados de noviembre.
Rodríguez articuló la muestra con Luciana Rondolini y Alexandra Kehayoglou con motivo de los cien años del nacimiento del reconocido escritor Julio Cortázar. El artista y estudioso del arte relata cómo fue pensar las piezas combinadas para adaptar el espacio de la cafetería del edificio y de qué forma su Balcón/Cianómetro invita a participar de la experiencia de medir el azul del cielo.
-¿De qué forma llegaste a realizar este Balcón/Cianómetro?
-Con esta pieza me vinculé hace un año, cuando curé una exhibición en el espacio Avalancha. Ahí presentamos una pieza del artista boliviano Andrés Pereira Paz que exponía el cianómetro como la herramienta que se usa para medir el azul del cielo. Mi pieza es básicamente una respuesta a la obra de Pereira: la idea fue adaptar el cianómetro al balcón completo, convertir todo el espacio en el instrumento.
-¿Cuáles fueron las diferencias entre la pieza actual y la trabajada con Pereira?
-La pieza definitivamente se convirtió en otra cosa. En la de Pereira la idea original era presentar el instrumento como tal: una herramienta que data del siglo XVIII que no es algo común. Para esta exhibición se parte de ese planteo y se lo lleva a gran escala, casi se podría decir que se mueve la constitución completa del instrumento porque ahora se lo habita. Con el cambio de escala del cianómetro se rompe la línea entre lo visual y lo funcional y se lo hace “habitable”.
-¿Cómo fue el proceso para combinar su trabajo con el de las otras dos artistas involucradas en la muestra?
-Fue un diálogo que se extendió cuatro o cinco meses, en los que estuvimos charlando y discutiendo las ideas junto a la curadora Leticia Mello. Me parece que las otras dos piezas hacen una alusión mucho más directa al cuento de Cortázar "Continuidad de Los Parques". La mía no tiene tanto que ver con el cuento específicamente sino que expresa la forma en que el autor trabajaba, con ese concepto de obra abierta que permite al espectador cerrar él mismo la pieza, elegir entre varios finales alternativos.
-Entonces, ¿de qué forma se entrelazan las piezas?
-En el cuento hay que elegir un camino y, en ese sentido, el trabajo de Kehayoglou, "Senderos", es bastante específico. Al ir a la derecha, uno se encuentra con la pieza de Rondolini, donde cada uno de los espejos refleja realidades alternativas. Para el otro lado, uno va por los pastizales y sale al balcón, al cielo. Es un paisaje bastante completo. Yo no pienso que mi pieza tenga que ver de forma directa con el cuento ya que en él no se hace referencia a ningún cianómetro. La idea es que cada uno mire, compare y elija el número de color que describe el cielo en ese momento: cada espectador cierra la exposición de diferente manera.
-¿Fue difícil lograr esa articulación entre la literatura y las artes visuales e interactivas?
-Yo nunca lo había hecho. Me resultó muy interesante porque realmente no nos dedicamos a ilustrar el cuento, que sería una forma bastante fácil de resolver la cuestión. Acá cada cual trató de solucionarlo no de la manera fácil, sino buscando formas alternativas. Por ejemplo, alguien podría haber puesto en la galería el famoso sillón de terciopelo verde del cuento, pero la idea fue buscar otras formas para tratar de no dar la solución más obvia.
-La exposición continúa, pero hasta ahora, ¿creés que se cumplieron sus expectativas?
-El tiempo que ha estado ha sido bastante bueno, ha entrado mucha gente. Está en el área del café y por eso también muchas personas son parte de otro tipo de público, que no entra específicamente a ver la muestra sino que, sin darse cuenta, se encuentra con que está participando.
“EL ESPECTADOR TERMINA DE CERRAR MI OBRA”: ENTREVISTA A LUCIANA RONDOLINI. POR MELISA BORATYN. FOTOS: LUJÁN AGUSTI.
Luciana Rondolini (38) es coqueta, pensativa, muy amable y sus obras tienen la curiosa cualidad de ser bellas, profundas e inquietantes al mismo tiempo. Una tarde de domingo nos encontramos en la cafetería de la Fundación PROA, frente a la Vuelta de Rocha, en la Boca, donde actualmente se presenta la muestra “Final del juego” curada por Laeticia Mello, de la cual forma parte junto a Alexandra Kehayoglou y Guillermo Rodríguez. El objetivo: conocer a esta artista que en poco tiempo logró crear una pequeña revolución en el campo del arte.
Luciana acaba de volver de la feria ABC (Arte Berlin Contemporary) donde se presentó junto a la galería Miau Miau. Me cuenta que está enfocada en proyectos y artistas jóvenes, que cada stand fue diseñado por un arquitecto y que el público estaba fascinado con sus frutas abrillantadas. Sin embargo lo que más le impactó de Berlín es cómo la naturaleza se fusiona con la ciudad.
¿Cómo eras de chica, siempre quisiste ser artista?
Pintaba al óleo y dibujaba, y un poco me veía como artista, pero la imagen idealizada que tenía difería mucho de la realidad. En mi familia las que hacían arte eran mi abuela y mi tía abuela.
¿Cómo fue tu formación?
Estudié diseño gráfico en la UBA, algo que me ayudó mucho en mi formación como artista porque era una carrera muy experimental. Después intenté hacer la carrera de Bellas Artes en el IUNA pero no me gustó, es demasiado clásica y no te enseñan mucho sobre arte contemporáneo, pero si me gustaron las clínicas.
“La estrella pop representa el concepto que intento comunicar. Si bien es lo actual y lo que se está vendiendo ahora, yo no entendía por qué eran tan populares, fue un ejercicio que me planteé para descifrarlo. Con ellas genero algo similar a lo que sucede con los íconos de Andy Warhol (Jackie Kennedy o Marilyn Monroe) donde uno no termina de comprender si los está adorando o criticando.”
¿Le dedicás mucho tiempo al estudio de materiales?
Sí, pero es muy intuitivo, se me ocurren cosas y a partir de eso me pongo a investigar, hago pruebas y estudio qué material es el más compatible porque no me gusta quedarme con una sola manera de trabajar. Ahora por ejemplo tengo ganas de hacer escultura.
¿Cómo le explicás tu obra a alguien que no sabe nada sobre ella?
Suelo trabajar con las vanitas, naturalezas muertas por medio de la cuales hablo sobre la finitud, porque me interesa estudiar la escala de valores que tenemos con respecto a las cosas, cómo eso está dado por el mercado y cómo nos imponen determinados ideales y utopías.
En algunas de tus obras todo parece estar a punto de degradarse o desaparecer (por ejemplo el helado que presentaste en ArteBA 2011), ¿cuál es el mensaje detrás de ellas?
Me gusta utilizar una imagen que llame la atención, que utilice el mismo lenguaje que el de la publicidad cuando quiere venderte algo y que sea agradable a la vista. Sin embargo esconden una segunda interpretación que entendés cuando te das cuenta que el objeto es efímero. Esa segunda lectura tiene que ver con aquello que se degrada. En arteBA era un helado que se derretía cada día y con eso me refería al mercado, mientras que en 2013 hice una muestra en la galería Ruby que giraba alrededor de Justin Bieber y donde hablaba específicamente sobre la figura del ícono pop como producto.
¿Por qué incorporás en tus trabajos a la figura de la estrella pop?
Porque representa el concepto que intento comunicar. Si bien es lo actual y lo que se está vendiendo ahora, yo no entendía por qué eran tan populares, fue un ejercicio que me planteé para descifrarlo. Con ellas genero algo similar a lo que sucede con los íconos de Andy Warhol (Jackie Kennedy o Marilyn Monroe) donde uno no termina de comprender si los está adorando o criticando, ya que él se apropia de ellos y hace un llamado de atención, que el otro lo tome como quiera o pueda.
“Que tu sueño sea comprarte un auto último modelo es muy pop y se relaciona con mi interés por entender hasta qué punto uno se da cuenta de que los deseos muchas veces son impuestos por otro.”
¿Qué te atrae del mundo consumista al cual te referís?
La ambigüedad que generan esas cosas que te venden. Quizás si no estuviéramos influenciados, nuestros ideales serían diferentes y no tendrían tanta relación con lo material. Que tu sueño sea comprarte un auto último modelo es muy pop y se relaciona con mi interés por entender hasta qué punto uno se da cuenta de que los deseos muchas veces son impuestos por otro.
¿Qué dice la gente de tu obra?
Al principio calculaba mucho el impacto y buscaba imágenes que fueran atractivas, hasta que me di cuenta de que no tiene sentido alguno. Hoy es más importante tratar de transmitir un mensaje y no preocuparme tanto por lo que vaya a generar. Con respecto a la interpretación, pienso que está bueno democratizar al arte, que tenga diferentes niveles de comprensión.
¿Qué te interesa del arte efímero?
Encontrar un lenguaje propio, permitir que la obra vaya mutando y entender que tiene una vida útil.
¿Encontrás al comprador que se suma a tu juego?
Sí, eso me interesa mucho y responde al mensaje de mi obra. Hacer algo que se pudre (por ejemplo mis frutas) y que igual te lo compran es una declaración, algunos aceptarán que desaparezca, otros se esforzarán para que la obra se mantenga, cada uno adopta una actitud diferente. Tratar de preservar algo que naturalmente no va a durar es parte del juego.
Las frutas podridas recubiertas en joyas son obras de Luciana que provocaron mucho impacto en el exterior
¿Pensás que corres los límites del mercado?Quizás por momentos. Me pasó que vendí una cáscara de banana a una coleccionista brasileña, que estaba horrorizada por el valor de la obra cuando al fin y al cabo era “solo una cascara de banana”. Además no sabía si la iban a dejar pasar por la aduana, y se había puesto de mal humor por la situación. Ese comportamiento del espectador termina de cerrar la obra.
SOBRE LA MUESTRA “FINAL DEL JUEGO” EN PROA
En conversación con la curadora Laeticia Mello, MALEVA dialogó sobre la muestra que busca celebrar los 100 años del nacimiento de Julio Cortázar, razón por la cual trabajaron en base a un cuento llamado “Final del juego” permitiendo que cada artista desarrollara una obra en base a su propia interpretación.
Laeticia nos cuenta que para la selección estudió de cerca la producción de varios artistas que respondían a un formato site-specific. Decidió trabajar finalmente con Alexandra, Luciana y Guillermo por el complemento que cada una de sus poéticas brindaban entre sí y por el modo en que se apropian del espacio desde sus lenguajes. Al partir de un texto literario, tenía como premisa pensar en artistas que pudieran adaptarse a ese tipo de propuestas y que desestructuraran el modo de percibirlo.
Con respecto al espacio explica que el desafío no fue el de exponer en una cafetería, algo poco tradicional, sino coordinar todas las etapas que supone la exposición. Solo contaba con una muestra curada en Museo (MNBA Neuquén) quizás comparable a la magnitud de este proyecto, mientras que sus otras curadurías habían sido en galerías o espacios independientes. “Puedo decir que curar un proyecto en una institución como Fundación Proa es un gran desafío pues supone el máximo de profesionalismo y exigencia”.
¿Cómo y cuándo te llegó el encargo de Van Noten?
–El 25 de agosto recibí un mail de la productora Villa Eugenie preguntándome por una alfombra de casi 50 metros de largo y argumentando que querían usar mis pastizales como plataforma para un desfile en la Semana de la Moda de París. Mi primera reacción fue considerar si podría llegar con ese pedido.
¿Cuáles fueron las premisas y directivas iniciales para ese tapiz?
–Me dijeron que querían un pastizal de 48 metros de largo, para una colección de verano, que fuera fresco, similar al musgo, que siguiera en la línea de mis anteriores pastizales pero en un tamaño inmenso, algo que no había hecho antes y que representaba un desafío desde el punto de vista de una pieza de arte, artesanal, con la calidad con la que trabajo y la variedad de colores que utilizo.
¿Habías visto las ropas y la temática de la colección antes de tejer la pieza?
–La colección era totalmente secreta tanto para nosotros como para otros involucrados en la producción del show. Sabemos que Dries trabajó en ella hasta unos días previos a la presentación. Al ver las ropas, su modo de trabajar el uso de los colores con la elegancia que él genera, su utilización de piezas suaves y fáciles de usar y demás cuestiones me encantaron.
¿Cómo fue el proceso de trabajo en París?
–En París fue todo súper intenso y rápido. Ser parte de la puesta en escena de un show para la Paris Fashion Week es una experiencia que no nos vamos a olvidar: del momento de hablar con los asistentes del diseñador, los asistentes de iluminación y de sonido, los operarios que nos ayudaban a mover las extensas alfombras, hablar con los fotógrafos, los representantes de prensa... No fue fácil, pero el resultado final demuestra que valió la pena.
¿Cuánto tiempo te llevó hacer “la alfombra para pasarela”? ¿Qué materiales usaste?
–La producción total fue de dieciséis días, trabajando día y noche, usamos la misma técnica de hand tuff que vengo desarrollando con mis pastizales y otras piezas de arte y diseño, como mis “bancos barranco”, “la silla para atravesar el invierno”.
En la web de Van Noten está circulando un video referido a la ruta de tu tapiz-obra, ¿quién lo filmó?
–Lo hizo Francisco Nocito, mi primo, quien documenta especialmente mis obras. Todo lo que él filma siempre se traduce en más belleza y más cuidado de los procesos y las formas en que trabajamos en el estudio.
¿Cuál es tu relación con la moda? ¿Conocías el movimiento de moda belga los Anterwp six, que simboliza Van Noten?
–Nunca había colaborado con un diseñador internacional. Mi relación con la moda es rara: me gusta, pero no soy una fashion victim. Me interesa la ropa como un objeto textil. Tenía conocimientos del movimiento belga de diseño de moda de los últimos años, pero me puse a investigar más luego de que me contactara Dries. El me pareció muy innovador, tranquilo y natural, y cercano a mis valores en el diseño y el arte.
¿Podés describir tu percepción de ese desfile? ¿Cómo te vestiste para ir al fashion show?
–El desfile fue muy conmovedor, casi como estar soñando. Se inició en silencio absoluto y luego empezó a sonar la música que produjo Oscar and the Wolf con sonidos de pájaros. Como espectadora percibí un ambiente especial, la gente estaba emocionada. Lo vi desde el back y junto a dos amigas que viven en Europa y fueron a acompañarme. Tanto la preparación como los ensayos fueron conmovedores, y cuando al final del show las modelos se acostaron en el pastizal gigante fue único, ahí ya no pude contener la emoción. Creo que entendí la visión del diseñador y cómo se fusionó con mi idea de volver a los pastizales autóctonos y a mis vivencias del paisaje. Para ir al desfile me vestí muy sobria. Como estuve trabajando hasta último momento no pude pensar mucho en la ropa.
En la última edición de ArteBa vi tu zapato bote: me comentaron que fue un tributo a Elpiniki, tu abuela griega, quien hacía killims a mano, y también que lo habías hecho flotar en una piscina. ¿Podés referirte a esa obra?
–La obra se llamó “En los pies de Elpiniki” y su disparador fue que nací y me crié entre alfombras. Hace noventa años mi abuela Elpiniki (a quien no conocí) cruzó el océano trayendo consigo un telar que sería el comienzo de una nueva tradición textil. Aprendí el oficio y de curiosa me metí en la fábrica. Siguiendo un impulso genético descubrí la libertad en el legado y en la tradición. Tejer me hizo conectar con otro lado de mi vida. La obra que repara. Ese zapato arca le rinde homenaje a esa mujer araña tejedora que trajo un poco de ese mundo de allá para aquí. Reliquia espartana, mi nave narra tanto el viaje de flores rosas y alfombras voladoras. Para su creación llamé a un carpintero ingeniero y la nave se construyó partiendo de un método de fabricación digital. Mientras que el zapato antiguo se modeló en 3D, luego se armó de un esqueleto de madera, se ensambló y finalmente fue revestido en alfombra de lana tejida a mano.
Más info: alexkeha.com
Este fin de semana, las galerías Henrique Faria, Gachi Prieto, Ro, Aldo de Souda y El Mirador participan de la feria Chaco (Santiago de Chile) y Pabellón 4, Pasto, Fiebre, Perfecta y Rea en One Day Gallery en Swab (Barcelona).
La muestra Final del Juego forma parte de la Selección de Proyectos 2014-2015. Encuentro en el que diez jóvenes curadores apadrinados por diez curadores que participaron anteriormente del Espacio Contemporáneo, presentaron proyectos de intervención que fueron desarrollados y evaluados a lo largo de dos jornadas por un jurado compuesto por Tamara Stuby, Fernando Davis y Ana Paula Cohen. Los proyectos seleccionados forman parte de un ciclo de intervenciones site-especific que formarán parte del calendario de exposiciones a partir de junio de este año y, a su vez, generar un espacio pedagógico de intercambio y debate sobre las intervenciones contemporáneas.
Con motivo del aniversario de los 100 años del nacimiento del escritor Julio Cortázar hemos decidido desarrollar como homenaje e iniciativa artística, un proyecto expositivo que vincule un aspecto de su literatura con el campo de las artes visuales contemporáneas. Puntualmente nos referimos al concepto de obra abierta, abordado en múltiples piezas de su autoría, donde a través de mapas diseminados dentro del texto, Cortázar consigue otorgarle la posibilidad al lector de elegir su propio final y entendimiento de la obra.
A través de las instalaciones site-specific presentadas en el Espacio Contemporáneo de Fundación Proa, incitamos al visitante a reinterpretar el cuento Continuidad de los Parques, pieza literaria donde mejor se plantea la polisemia elaborada por su autor.
Alexandra Kehayoglou interviene el espacio de la cafetería con la instalación Senderos una pieza tejida a mano por la artista, que remite a la huella y transitar de las vacas en el suelo de la pampa bonaerense.
Luciana Rondolini presenta la obra La naturaleza de un hecho es la ironía conformada por cinco espejos dispuestos en forma de retablo recreando un estilo de decorado lujoso en el que el espectador descubrirá las tres realidades de su reflejo a medida que se acerca a observar sus detalles realizados con una manga de repostería en materiales de construcción.
La instalación Balcón/Cianómetro (Proa) del artista Guillermo Rodríguez, consiste en convertir el muro del balcón de la Fundación Proa en un cianómetro de escala monumental, instrumento para medir el tono azul del cielo, inspirado en el invento de Horace-Bénédict de Saussure utilizado en sus exploraciones por Suramérica.
Los tres artistas trabajaron sobre el texto de Cortázar, apropiándose de su discurso mediante lenguajes plásticos singulares buscando dar cuenta de las múltiples formas en las cuales el espectador se relaciona con lo que lo rodea.
Proponemos una definición abierta de las piezas que se instalarán en el espacio, transitándolas, participando de ellas, y motivando a los visitantes a desarrollar una interpretación propia de las obras a partir del texto Continuidad de los parques. Del mismo modo que el cuento de Cortázar, las instalaciones no constituirán una lectura unívoca sino, un campo de posibilidades, una invitación a escoger diferentes perspectivas de apreciación.
El cuerpo como vehículo de sentidos religiosos (del que La piedad sería un emblema), el retrato como dador de prestigio y, por esa razón, factor de usos revolucionarios (como los bustos en mármol de un grupo de anarquistas italianos hecho por Durant, rodeados de réplicas de las cajas que contenían la dinamita para sus acciones) y la estética del fragmento como vértice de la modernidad artística y de la participación plena del público (lo que deconstruye la noción de autor de una obra) son algunas de las entradas posibles a la nueva exposición de Proa.
Si bien la muestra, al plantear contrapuntos con calcos y copias de obras de los siglos XVI y XVII, produce la impresión de que se está recorriendo un bazar del arte de Occidente, ese efecto se atenúa por la magnitud del montaje de las piezas contemporáneas. La instalación de la Sala 2, con las máscaras de goma tan sugestivas como (en una segunda mirada) aterradoras de Alfredo Pirri; los óleos sobre cinc de Valerio Carrubaen los que una maraña de cabello anula los rostros de los retratados o las obras de Vanesa Beecroft y Michelangelo Pistoletto (una Venus ante un montón de jirones de ropa apilada, en la Sala 3) provocan una estimulante ambivalencia. Al final del recorrido, Shirin, el film de Kiarostami, registra a los espectadores durante una proyección imaginaria: el público, figurado en rostros femeninos atentos y dúctiles, desplaza el centro de la obra y toma su lugar. Lo clásico, según el curador de la muestra, se perfila como una instancia del arte contemporáneo, un material incombustible y ya probado en su eficacia que genera, mediante usos perturbadores y nudos conceptuales con la historia y la política, sentidos insurrectos.
También curada por Di Pietrantonio, Fabio Mauri constituye un panorama antológico de la obra del artista italiano (1926-2009) y, sobre todo, una carta de presentación de una figura casi desconocida en la Argentina. Artista complejo y ambicioso -sus trabajos oscilan entre la instalación a gran escala, el teatro de objetos, la pancarta, el video y las performances-, Mauri desmonta los mecanismos de la ideología a través del lenguaje (como en No era nuevo, el felpudo que presentó en la Documenta de Kassel 2012), los objetos cotidianos (la serie de jabones con nombres de los campos de concentración nazis) y las lúcidas y desalentadoras reflexiones de sus videos y performances, como El Muro Occidental de los Lamentos y ¿Qué es el fascismo?
La triple propuesta de Proa se completa con Final del juego (enésimo homenaje a Julio Cortázar), en el Espacio Contemporáneo del último piso, con obras de Alexandra Kehayoglou, Guillermo Rodríguez y Luciana Rondolini curadas por Laeticia Mello.
Ficha. Lo clásico en el arte, Fabio Mauri y Final del juego en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), hasta noviembre.
El Espacio Contemporáneo de Fundación PROA, coordinado por Santiago Bengolea, se invade de un nuevo proyecto artístico en homenaje al centenario del nacimiento de Julio Cortázar. Final del Juego es la propuesta curatorial de Laeticia Mello que involucra el encuentro de tres obras site-especific realizadas por Alexandra Kehayoglou, Luciana Rondolini y Guillermo E. Rodríguez.
El segundo piso de la Fundación es intervenido recurrentemente por instalaciones artísticas que conviven con la cafetería de la institución, y hasta invaden los individuales que recibe cada comensal en su mesa. Esta conjunción de territorios opera como un escenario preexistente que los artistas deben contemplar y respetar a la hora de proyectar sus obras.
La primer impresión del recinto no permite escapar a la omnipresencia de la obra de Alexandra Kehayoglou, que nos interpela de forma inmediata, asomándose al pie de la escalera de acceso. Esta enorme y sinuosa obra textil remite a los pastizales de la pampa bonaerense, y crea un gran contraste sensorial.A su vez, esta alfombra opera como nexo y sendero hacia las otras dos obras. Una de ellas, colgada en el muro del espacio interior, se forma a partir de un conjunto de espejos, elemento clave para pensar en la dualidad realidad-ficción. Luciana Rondolini bordea estos espejos con arabescos de curvas y contracurvas, que, a la distancia, simulan un distinguido y costoso marco de finas molduras. Sin embargo, desde una mirada cercana, se evidencia su fabricación a partir de una manga repostera cargada con materiales de construcción. Por último, la obra de Guillermo E. Rodríguez se erige en el espacio exterior, utilizando como soporte la extensa baranda del balcón de la Fundación. La misma remite a un cianómetro, instrumento para medir el tono azul del cielo, utilizado por Alexander Von Humboldt en sus exploraciones por América. Este elemento de mediación a gran escala invita al espectador/comensal a hacer uso de él desde su mesa.
En una breve y cálida charla, la curadora nos cuenta los principales lineamientos del proyecto:
¿Cómo surge el proyecto Final del juego?
Laeticia Mello: El proyecto surge a partir de retomar la figura de Julio Cortázar, particularmente en este año que se cumple el centenario su nacimiento. El homenaje, en nuestro caso, no llega exclusivamente desde lo literario, sino desde las Artes Visuales, y desde el Arte Contemporáneo en particular. Partimos de un cuento, que se llama Continuidad de los parques, que está comprendido en un libro que se llama Final del Juego, editado por primera vez en 1964. A su vez, esta publicación es contemporánea a un texto de Umberto Eco, que se llama Obra Abierta. En el mismo año, ambos textos estaban planteando, de algún modo, el mismo concepto. Este sería que el espectador, a partir de la lectura o el involucramiento con la obra, es quien termina de completar la pieza. Me interesa puntualmente la idea de los mapas diseminados en la escritura Cortázar, los cuales permiten que uno como espectador pueda elegir hacia dónde ir. El texto más icónico de esto esRayuela, que tiene distintos capítulos y que vos como espectador podés saltar de un capítulo a otro y llegar a un final posible entre muchos otros. Pero me interesaba específicamente Continuidad de los parques porque el nombre de la obra ya está planteando esta noción de lo ininterrumpido y lo simultáneo, donde Cortázar llama “parques” a cada una de las realidades que se presentan en el cuento. Podemos distinguir el parque de nuestra realidad como lector, el parque del lector protagonista del cuento, y, a su vez, el parque de estos dos amantes que forman parte de la novela que lee el personaje. Por otro lado, me interesa la propuesta de la obra literaria que nos ubica como una especie de cómplices de un crimen, en el que nosotros vamos tomando responsabilidad a medida que lo vamos terminando de leer. Está presente ese juego con la ingenuidad del lector, que en un momento dado, cuando va llegando hacia el final del párrafo, se va dando cuenta que es partícipe de algo, aunque no podés parar de leerlo. Pero en ningún momento se explicita lo que sucede, sino que es algo que se puede inferir a partir de las marcas del autor a lo largo de la obra.
¿Por qué elegiste a estos artistas para llevar a cabo el proyecto?
LM: En principio, soy admiradora de los tres, ¡típico del curador! (Risas). Con Alexandra y Luciana ya había trabajado en otras muestras. Con Guillermo no, pero lo venía siguiendo porque me interesaba el modo en que concebía el espacio escultórico, así que fue una buena excusa para entablar un vínculo con él. Por otro lado, dentro de las especificaciones del proyecto que pautaba PROA, se aclaraba que debían ser obras site-especific, y tenían que ser artistas que posean la versatilidad para emplazar una obra en el Espacio Contemporáneo de la Fundación. Además, me pareció que estos tres artistas eran un buen complemento visual, a nivel de paleta de colores, a nivel compositivo y a nivel lenguaje. Tenemos por un lado lo textil, por otro lo escultórico, y por último, lo plástico.
¿Cómo se llevó a cabo el trabajo con los artistas?
LM: Cada uno de ellos debía leer el cuento y, a partir de sus lenguajes, crear una obra que reflexionara o que partiera de uno de los conceptos planteados en el cuento particular, o en la obra del autor en general.
¿En qué medida los encuentros y charlas con los artistas alteraron o enriquecieron el proyecto original?
LM: El proyecto se fue completando mucho con la mirada de los artistas, porque, si bien yo sabía el modo en el que cada uno producía o trabajaba su obra, soy curadora, no artista, entonces hay cosas que se me escapan. Por ejemplo, yo pensé un sendero original que recorra toda la cafetería, que son casi 50 metros, y cuando hablamos del tema con Alexandra, me decía que no íbamos a llegar con los tiempos, o me aconsejaba otros modos de trabajo más convenientes. En ese sentido nos fuimos ajustando mucho.
Entonces fue un ajuste más ligado a lo técnico que a lo conceptual.
LM: Sí, desde lo conceptual fuimos bastante en simultáneo con los artistas, funcionó bien, fue muy dinámico el proceso.
Dado que el Espacio lleva el nombre de Contemporáneo, ¿Qué rasgos de lo contemporáneo creés que están presentes en esta propuesta?
LM: Creo que lo principal es la idea de la obra abierta, que quizá no es tan contemporáneo, porque, como hablábamos, es un concepto que surge en los años ´60, pero considero que es un tema que se retoma permanentemente. La noción de que el espectador es quien completa la obra, que participa activamente de ella, además de algo casi performático que se desarrolla en este espacio, porque hay un tránsito constante de gente que interactúa con las obras. Por otro lado, también puede pensarse en lo interdisciplinario como un concepto contemporáneo, en la mixtura de la literatura y las artes visuales en este caso.
Ficha Técnico/Artística
Artistas:Alexandra Kehayoglou, Luciana Rondolini y Guillermo E. Rodríguez / Curador: Laeticia Mello / Espacio: Espacio Contemporáneo, Fundación Proa / Inauguración: 6 de Septiembre / Cierre: 30 de Noviembre / Domicilio: Av. Pedro de Mendoza 1929, Buenos Aires / Horarios: De martes a domingo 11 - 19 hrs.
Ensayos, proyectos editoriales y conferencias, películas y proyecciones de un artista fundamental del siglo XX italiano, una revisita a los clásicos con la curadoría de Giacinto Di Pietrantonio y una evocación de Julio Cortázar.
El lenguaje es guerra. Así pensaba Fabio Mauri, uno de los artistas medulares de la segunda mitad del siglo XX italiano, cuya muestra antológica se presenta por primera vez en Sudamérica, en la Fundación Proa. El lenguaje es guerra que se libra en el discurso, y que él libró en su arte. Mauri nació en Roma, en 1926, bajo el régimen de Benito Mussolini. Fue uno de los protagonistas del debate cultural que tuvo lugar en la segunda posguerra. En sus obras hay una crítica punzante a las ideologías totalitarias, al Holocausto, y un fuerte rechazo frente a la consolidación de los sistemas europeos.
En la sala donde se exhibe su obra, un muro de cuatro metros por cuatro, levantado con valijas, estuches, bolsas de viaje en tela y cuero, baúles de madera que eran de judíos deportados a campos de concentración, divide la sala en dos. Maletas que no fueron trasladadas, símbolos del exterminio y de las atrocidades humanas. La obra se llama El muro occidental o de los Lamentos (1993), y fue presentada en la XLV Bienal de Venecia. También están el felpudo Non ero nuovo presentado en Documenta 2012 tres años después de la muerte del artista, ocurrida en 2009, en Roma.
Entre sus obras significativas están las performances, algunas de ellas presentadas en Proa. ¿Qué cosa es el fascismo?, Ebrea e Ideología y natura. En esta última, ingresa una mujer joven, vestida con ropas con símbolos fascistas. Queda de pie frente a los observadores para comenzar la performance que consiste en despojarse de su vestimenta, hasta quedar completamente desnuda, como signo de inocencia. Están allí los símbolos versus la naturaleza.
La obra de Mauri incluye ensayos, proyectos editoriales y conferencias, películas y proyecciones. Una de ellas, emblemática. Allí se ve a su amigo Piere Paolo Pasolini con una camisa blanca y sobre ella se proyecta El evangelio según San Mateo. Se trata de Intellectuale (1975). En la muestra del museo de La Boca, acompañan ocho videos documentales con los registros de las performances más destacadas como ¿Qué es el fascismo?, de 1971 y El televisor que llora, 1973 más una entrevista al artista.
Se exponen también algunos de sus primeros dibujos, presentados en 1955 en una galería romana por su amigo Pasolini, quien explicó que el elemento principal de las creaciones de Mauri era la "contaminación del lenguaje". "Desde sus primeras muestras, se manifiesta su inclinación por un lenguaje pictórico expresionista. Las primeras reseñas sobre su obra hablan de confusión, e identifican, aunque como algo negativo, uno de los rasgos fundamentales de la obra de Mauri: el de reunir los aspectos contradictorios de la realidad, que es el verdadero origen de la idea que tiene del collage como esencia intrínseca de la pintura. (…) Para Mauri, una Europa que todavía piensa en alemán debe arreglar cuentas con su profundo y arraigado expresionismo. Todavía se escribe y se dibuja al modo expresionista y hasta el cine sigue hablando ese lenguaje", escribe Laura Cherubini en el libro Fabio Mauri: Ideología y Memoria (2012).
Este mes a la muestra de Mauri se suma otra de peso. "Lo clásico en el arte", curada por Giacinto Di Pietrantonio y organizada con la Accademia Carrara de Bérgamo, y el Museo de Calcos de Buenos Aires. curada por Giacinto Di Pietrantonio y organizada con la Accademia Ca Giacinto Di Pietrantonio carrara de Bérgamo, y el Museo de Calcos de Buenos Aires. Una mirada del arte clásico atravesada por los ojos contemporáneos. El curador pone en valor el concepto de copia –por eso se revaloriza el calco, que es una copia exacta de una escultura, entre otros ejemplos– tanto en la escultura como en la pintura. También hay una reflexión sobre los conceptos de la religión, el cuerpo y el retrato.
En la sala 1, el calco La Piedad, de Miguel Ángel se presenta como la imagen organizadora que desarrolla el tema de la muerte, el sacrificio y los cánones religiosos. Pero no todos son símbolos del imaginario religioso o de las leyendas mitológicas, por ejemplo, se presenta Pira mujer arrodillada, una obra de Kiki Smith, de 2002 que describe el sufrimiento de una mujer en la hoguera. Esta remite al folklore de las brujas prendidas fuego sobre una pira de madera. Evoca los siglos de fanatismo y persecución. En la sala 2 vuelve a predominar Miguel Angel. Allí una gran cabeza del David es la figura central en el espacio en el que se hace un recorrido sobre los retratos a lo largo de la historia. Desde el tradicional, burgués, del personaje destacado hasta unos actuales del Sam Durant que contrasta al hacer bustos de unos anarquistas anónimos. Y la impactante de Alfredo Pirri (Facce di gomma, 1992) que hace un conjunto de más de 100 máscaras de látex y caucho de su propio rostro, dispuestas en un muro. Cada una de ellas con un tratamiento del color diferente. La cara del artista es la matriz para la producción de máscaras. La discrepancia entre lo original de una cara única y la repetición en serie refuerza el carácter de representación de la materia como residuo, cancelando la individualidad del ego.
En la sala 3, el protagonista es otra vez el cuerpo y el concepto de fragmento que es un legado de la antigüedad. El Etrusco, obra de Pistoletto, de 1976, con su espejo, propone mirar y también participar con nuestra imagen de la obra. Y entonces, propone el curador, ¿quién es el artista? Pistoletto o el espectador. ¿O ambos? En ese marco Shirin, la película de Abbas Kiarostami en la que el director registra los rostros de los espectadores durante una proyección imaginaria le da un lugar relevante al público. También, de Pistoletto se destaca la Venus de los jirones, una venus que de espalda está frente a jirones de tela.
El centenario del nacimiento de Julio Cortázar no pasa inadvertido en la propuesta que hasta noviembre tiene la Fundación Proa. En el Espacio Contemporáneo se presenta Final de Juego, de Alexandra Kehayoglou, Guillermo Rodríguez y Luciana Rondolini. Un de los proyecto que vincula un aspecto de su literatura con el campo de las artes visuales contemporáneas. Los artistas trabajaron sobre el cuento Continuidad de los parques.
Muestras
Fundación Proa
De martes a domingos de 11 a 19, lunes cerrado. En Avda. Pedro de Mendoza 1929.
Art, like life, is shaped by what has been. Canonical art works, literature, cinema, war form a base to refer to. The three exhibits that opened yesterday at Boca-based PROA Foundation do exactly this.
Final del Juego on the top floor pays tribute to Julio Cortázar, even though the viewer needs a dose of imagination to link the strong works of Alexandra Kehayoglou, Luciana Rondolini and Guillermo Rodríguez to the celebrated author’s story La continuidad de los parques (The Continuity of Parks). This story deals with divergent perspectives of narrative, luring the reader as a participant to the tale, which is also the goal of this show — and, perhaps, of art in general.
The gaze of the visitor in relation to the artist or the person portrayed is also on view in the third room of Lo Clasico en el Arte, one of the two shows curated by Italian Giacinto Di Pietrantonio, having Italian Classicism as its reference point. In the exhibition, previously at GAMeC — the Modern and contemporary Art Gallery of Bergamo —, classical Italian works brought from Italy and plastered models from Buenos Aires’ De la Carcova Museum are juxtaposed with contemporary art.
Some of the juxtapositions work wonderfully, like Kiki Smith’s Pyre Woman Kneeling — a bronze female figure with her arms stretched on a pile of wood, waiting to be consumed by flames. The crucified position relates to the religious Italian works, such as the (plastered) Pietà by Michelangelo, through form and theme. This aesthetic “dialogue” is also very successful when David’s head is placed in the middle of the second room, looking at a wall of latex masks, a work by Italian artist Alfredo Pirri, and faced on the left by a bust by Charles Avery, also called Empiricist, a character of his philosophical Island – a long term project of the Scottish artist.
Some combinations seem more far-fetched, such as Sam Durant’s installation Propaganda of the Deed on anarchism. Even though Durant uses classical material, marble, and part of the work are busts, the suggested connection is diffuse. Are we supposed to see David as an anarchist avant-la-lettre? Should we understand it as equating anarchists to the classically portrayed heads of power — but with a wink?
In the last room the gaze is centre stage. Giulio Paolini’s Youth Looking at Lorenzo Lotto being exemplary. Paolini is an artist known from the famous Arte Povera movement in the 1960s, in which rich materials were not used. This work is a copy of a photo of a work by Lorenzo Lotto (1505), where he extracted a youth out of Lotto’s painting. This young man is obviously looking at the painter. The PROA visitor looks at this youth, but as a work of Paolini, who we assume looked at the painting. In other words: a whole lot of layers of different gazes.
Following this tread is Adrian Paci’s referential Youths Watching Giulio Paolini placed on the opposing wall. At the back of the room, a work by Michelangelo Pistoletto, which draws the audience back in to the show. A classical orator addresses an audience, yet is placed with his back to us, yet, in front or mirror, making the audience aware of its presence. “Yes, you are being talked to, look at yourself, in relation to the art around you” is the message.
A mirror is also found at the back of the overview exhibit of Italian artist Fabio Mauri, an artist who gained fame predominantly in Italy and France, and passed away five years ago. He left a diverse oeuvre, with the cinema and Second World War ideologies as his key references. The Western Wailing Wall is an especially impressive piece, right at the heart of the space. Suitcases believed to have been packed by Jews wanting to flee Europe, but who’d never reached a Western destination and were doomed to the East of the continent. One suitcase is opened, displaying a piece a paper that describes the performance Hebrea from 1971, which is (re)performed twice during the course of this exhibition. A woman slowly cuts off her hair, using the aforementioned mirror, and sticks the pieces of hair to the wall. The composition she makes of her locks forms the Star of David.
Looking in the mirror when the woman is not there shows you the other works of this installation; Jewish candles, Jewish horse-riding equipment and Jewish soap. What is Jewish about it? It was made of them, as one may recall of history. The soaps have etiquettes with names of concentration camps. Mauri’s reference is direct and harsh. It leaves no room for openness. It is more an “End of the Game” show, than the so-titled exhibit on the upper floor, perhaps but, if prepared, it is well worth the visit.
Where and when
PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929, Caminito – La Boca). The exhibitions are on view until November 2014. Opening hours: Tuesday – Sunday from 11am to 7pm. Admission fee: general 20 pesos, students 15 pesos, seniors 10 pesos. The Fabio Mauri performances are held on September 13 and 14 from 6pm to 8pm.
Explica la curadora:
También este mes se presentará en el espacio contemporáneo de Fundación Proa. De hecho este viernes 5 de septiembre es la visita para prensa y el sábado inaugura la muestra Final de Juego curada por Laeticia Mello. Allí Luciana exhibirá La naturaleza de un hecho es la ironía, una serie de espejos enmarcados en yeso con manga, otra de las marcas registradas de la artista.
Sus planes siguen: en octubre participará en una muestra del Museo de Bellas Artes que conmemora 4 siglos de la muerte de El Greco. Se tratará de una especie de diálogo entre obras contemporáneas y pintores españoles de la época del artista. “Voy a hacer una impresión muy grande de tres metros o cuatro de la cara del El Greco. Voy a intervenirlo con frases hechas con gemas. La frase será “Nunca es ayer””.
El mes de noviembre la encontrará en Houston presentando una muestra individual en The mission projects. En ella retoma su mirada sobre los íconos pop. “Para eso estoy preparando dibujos hechos en graffito de una serie de Miley Cyrus, un polítptico de lenguas. Estoy reflotando los iconos pop. Es como un estudio sociológico por el hecho de que lo que veo cuando se venden estos personajes populares de la música de afuera, como Lady Gaga, Miley Cyrus o Justin Bieber es que son como vanitas contemporáneas. Más allá de la persona de carne y hueso ellos encarnan un personaje que tienen una vida utilitaria efímera y es como una vanitas viviente y me interesa eso. Cómo el mercado te vende productos de una variedad tan grande que uno no tiene ni tiempo de darse cuenta de si es interesante y si no lo querés consumir lo terminás consumiendo indirectamente porque lo escuchás por la radio o salis a la calle y lo ves en los productos como carteles, posters. En un punto terminás conviviendo con esto que se te ofrece, alguien lo pensó para que vos lo consumas. Me interesa cómo el mercado le da el valor a las cosas y uno lo adopta sin tener mucha posibidad de pensarlo. Todo lo lindo, lo nuevo tiene valor, y lo viejo, lo que huele mal o está enfermo, es desagradable, no tiene valor en esta sociedad, en esta cultura. Y todo se relaciona con la muerte. Eso es en general lo que me interesa. Y hace bastante vengo trabajando con estos íconos pop”.