Prensa Publicada

  • Título: Proa21, otros aires
    Autor: Silvia Di Segni
    Fecha: 17/09/2018
    Ver nota completa
    Ver nota original (Leedor)

    Resulta una sorpresa caminar unos metros desde Proa, donde brilla Calder. y entrar en Proa21con otros aires.

    El museo madre sigue los lineamientos que, en palabras de Paul B. Preciado,  dirigen los museos hoy con el fin de resultar rentables: debemos exponer grandes nombres inmediatamente reconocibles puesto que el museo se dirige sobre todo al turista. (…) Esta es una de las características del museo neoliberal: transformar incluso al visitante local en turista de la historia del capitalismo globalizado. (Preciado, P.B; (2017),El museo apagado: pornografía, arquitectura, neoliberalismo y museos, Malba, Bs. As.).

    Si bien es cierto que exponer grandes nombres nos permite disfrutar de ellos es igualmente cierto que, como ocurre con los locales fast foody las tiendas famosas, quien viaje encontrará lo mismo en los museos más importantes y que mucha creatividad quedará afuera de esas exhibiciones rentables  globalizadas que nos hacen “disfrutar” de ser turistas en nuestras propias ciudades. Un ejemplo claro de la exigencia de priorizar la rentabilidad sobre la difusión cultural estará claramente representado en la próxima muestra de Turner que exigirá una entrada paga al MNBA cortando, supuestamente por única vez,  una larga trayectoria de gratuidad que hacía accesible el arte a quienes habitualmente no tienen posibilidad de acceder a museos pagos.

    Y ¿qué propone Proa21en una suerte de crisis con su museo madre? Dirigido por Santiago Bengolea, con entrada gratuita, se propone como un espacio de creación, experimentación, un laboratorio de investigación donde se exhiben dos muestras. Una, la de Enrique Jezik, Desatar la catástrofe, de gran impacto por sus textos y por su construcción. Chapas de hojalata bellamente oxidadas que escriben fuerte; caños que, según cuenta Bengolea, sirven al artista para improvisar armas.

    Jezik también hace un guiño a la muestra de Malevich que hubo en Proa revisitando una de sus obras con la misma curaduría y sus propios materiales.

    En la planta baja se muestran los resultados de la investigación en proceso del colectivo transdisciplinario conformado por Manuel Abramovich, Alan Courtis, Maria Kuhmichel, Agustina Quiles, Sofia Wilhelm y Dani Zelko. Literatura, artes visuales, danza, performances … toda forma de expresión artística tendrá cabida aquí y será realizada por jóvenes con la tutoría de Matías Feldman y Santiago García Navarro quienes resaltan las tensiones que conviven en el colectivo, tensiones entre la creación colectiva e individual; tensiones entre diferentes modos de crear; tensiones ante un entorno donde lxs vecinxs tienen grandes necesidades edilicias, educativas, sanitarias y de seguridad mientras circulan gran cantidad de  turistas en busca de Quinquela Martín, de Caminito, del tango, de un choripán y alguna cosa más.

    Interesados por ese barrio de larga historia y grandes contrastes, el colectivo tomó como un eje de trabajo un acontecimiento que pegó duramente a La Boca, la muerte 
    de Juan Pablo Kukoc. Juan Pablo por Ivonne es un relato en forma de poema basado en una entrevista a la madre del chico de 18 años que aparece junto a una serie de fotografías de su vida quien robó una cámara de fotos a un turista y fue asesinado por la espalda por el policía Luis Chocobar, a pocas cuadras de Proa, el 8 de diciembre de 2017. Ese asesinato fue respaldado por el presidente y su ministra de seguridad quienes aparecen en videos. Me tocó ver esta muestra mientras a pocos metros de allí Gabriel Chaile realizaba una olla popular con su escultura/horno en homenaje a Diego Núñez, joven vecino también asesinado por el llamado “gatillo fácil”. Es interesante que el viejo barrio, con sus dramas, logre influir sobre jóvenes artistas en una época en la que el compromiso político y social parece sólo tangencial al arte.

    También se tematiza en esta muestra de Proa21 la gentrificación del barrio en el cual se ha registrado un aumento de los incendios de los viejos conventillos, en palabras de los tutores: provocados bien como parte de una estrategia estatal de desalojos que favorece a especuladores inmobiliarios, bien como parte de la violencia institucional que supone el hecho de que el Estado no aplique las leyes de emergencia en una zona estructuralmente precaria como es, desde siempre este barrio.

    Si la topadora, muy difícil de frenar, del negocio inmobiliario logra su objetivo se habrá convertido uno de los íconos de la ciudad en otro espacio globalizado, igual a cualquier lugar de otra gran ciudad excepto por alguna cuadra/museo preservada para el turismo. 
    Y así, el neoliberalismo convierte los museos en espacios turísticos y los barrios…también.



    Ocultar nota