Alfredo Arias
Pablo Ramírez
Juan Stoppani
Alfredo Arias
¿Cómo nace la idea?
Yo nunca busco una idea. Petrona está todo el tiempo en mi vida. El problema es que hay momentos que son propicios para exorcizar ciertas cosas. En el caso de Petrona, veía los libros en mi casa y luego los programas en la televisión. En el libro hay ilustraciones que son como de un mundo de fantasía, de ilusión, una cosa totalmente surrealista. Lo que me interesa es ver cómo la gente se puede encontrar en esa historia. He tenido la idea de recrear estas tortas en porcelana y ha sido realizada por alfareros. Pablo Ramírez hace trajes que acompañan a las tortas y Juan Stoppani realizó pinturas de algunas tortas. Me interesa trabajar sobre la evocación, cómo invocar a este personaje. También junto con Alejandra Radano hacemos Tortazo, una elaboración a partir de los textos que componen el recetario y de la oralidad de Petrona.
¿Qué tienen de especial estas tortas?
Yo pienso que son cosas hechas solamente para la ilusión. Era un castigo hacer esa torta. Los originales son láminas y probablemente esta sea la primera vez que fueron llevadas a la tridimensionalidad. Para hacerlas necesitabas ser escultor, repostera, químico, aeronauta... Más bien era un mundo imaginario, como un Jules Verne que dice “va a existir una torta reloj en el año 2715!. Para mí son un paralelo de Disney en la cocina. Disney condensa el imaginario de un pueblo y ella condensa otro imaginario y la ambición de su pueblo a través de la cocina. Por otro lado, hay una adecuación perfecta de la cerámica con la cocina. La idea de hacerlas en cerámica era que no se las pudiera comer pero que todo el mundo las pudiera ver. Es como decir: ¿el fantasma existe o no existe? Sí, existe, acá esta, y es la obra de un ceramista. La única manera de verlo en existencia.
¿Qué sentidos condensa la figura de Petrona?
El lenguaje de Petrona es el de una especie de pequeña burguesía o burguesía argentina de los años 40 y 50 que quería expresarse mejor, como está concentrado también en el personaje de Catita. Petrona es otro personaje, muy simple pero que da una especie de perspectiva de la ascensión social. Es una clase media que accede. Va hablando en los libros de si uno tiene mucamos cómo los tiene que vestir, del problema de encontrar mucamas, que por ahí es mejor tenerlas con cama afuera. Después habla de cómo organizarse sola todo el día como ama de casa, y empieza a fragmentar el día en horas, en minutos, en abrir una puerta, en cerrarla. Es fabuloso, es una cosa como kafkiana, y aconseja a la mujer belleza y descanso y lecturas.
¿Y los símbolos nacionales?
Muchas veces aparece la idea de un reconocimiento patrio. Ella es como Mariquita Sánchez de Thompson. Petrona creí el himno nacional en una cocina. Y en la representación teatral que se da en la televisión con Juanita es un poco la dama patricia con la chinita que la acompaña. Se pone en funcionamiento todo un sainete histórico muy profundo. Si se quisiera estudiar sociológicamente lo que nosotros vamos a decir cómicamente hay un material fabuloso para entender donde quería ir esa sociedad, qué es lo que esta mujer le quería decir a esa gente. Nuestro trabajo es decir “miren para allí”. Dar una indicación de donde por ahí había una pista de una parte de una historia incrustada en lo cotidiano. Porque si no lo que pasa es que toda la historia se refiere a eventos políticos, a grandes escritores, a grandes pintores y todo el resto queda afuera. Es increíble cómo esa cosa que parece insignificante, relegada, como un viejo libro en una cocina, de pronto crea todo un ámbito. Se ponen cocinas en marcha, batidoras, hornos que se abren y se cierran como en una película mágica. El trabajo nuestro es reincorporar ciertas piezas del rompecabezas, para que el rompecabezas se complete. Esta señora sirve para revolver la cacerola de ese famoso guiso que nadie se quiere comer.
¿De dónde parte la idea de combinar las tortas con los atuendos? Al recorrer la muestra da la sensación de estar en un museo alternativo, o una reconstrucción histórica de una civilización remota...
La idea es hacer una exposición en la cual uno entra en un espacio comentado por varios artistas diferentes que hacen cosas diferentes. Crear un ambiente, una atmósfera alrededor de un tema. Es una intervención en un museo distinta y por eso pienso que está muy bien que la hagamos en el restaurante. Es un trabajo que está expresado a través de la moda, del trabajo artesanal de la cerámica, la pintura y también de la palabra a través de Tortazo.
Esta muestra retoma algunos aspectos de tu obra y la de Stoppani en los sesenta. Cierto costado kitsch, las referencias a la cultura popular y masiva, el trabajo interdisciplinario y el especial vínculo con la moda. ¿Ves esta continuidad del Di Tella en Patria Petrona?
El Di Tella es un proceso muy complejo porque se va cambiando muy rápidamente de opciones a través de esos cinco o seis años en los cuales se desarrolla todo. Es un período muy vertiginoso, entre una visión pop y el arte conceptual. Yo al Di Tella ahora lo veo sobre todo como una intervención sobre la historia: un grupo de gente que se encuentra con la cita de un momento histórico. No me considero un artista plástico, pero estaba en ese momento ahí para hacer ese comentario sobre la historia, un reconocimiento de un paisaje urbano, de hijos de gente que había llegado acá como inmigrantes. Por eso a mí me parece que lo que pasó en Di Tella fue profundamente argentino. Corresponde a la historia de un momento político y se termina antes de un proceso político oscuro que va a venir después. Lo que me interesa a mí es la historia y ahora mi trabajo se trata de lo mismo, se continúa en ese sentido. Mas que participar de una historia del arte plástico es simplemente la historia.
Ya habías montado tortas gigantes en una exhibición a mediados de los sesenta...
Es cierto. Juan y yo hacíamos cerámica, pero un día vino Samuel Paz y nos dijo “a mí me parece que ustedes tienen que trabajar con otra técnica para explorar todos los recovecos que ustedes quieran”, entonces hicimos una primera exposición en papel maché. Juan Stoppani hizo Las aventuras de la Vicky, que era un personaje gigantesco, y yo unas tortas, a partir de muebles que fui encontrando por ahí por la calle. Los fuimos recubriendo haciendo tortas y los espacios vacíos que iban quedando los llené con enanos y Blancanieves y cisnes de jardín. Fue una exposición atortada. Pienso que la torta tiene que ver con una especie de sueño infantil, de acto sagrado de la infancia. Y sí, la torta quedó en algún lado.
CV
Nombrado Chevalier des Arts et des Lettres por el gobierno de Francia, Alfredo Arias es una de las figuras centrales de la cultura de París y de Buenos Aires. Nacido en Argentina, Arias fundó en 1968 el grupo TSE y participó del renovador Instituto Di Tella, punto de quiebre de la cultura porteña del siglo XX. Allí montó su primera creación teatral, Drácula. Tras su paso por Nueva York, en 1970, fijó su residencia en París, donde dirigió Eva Perón de Copi, puntapié de un fuerte vínculo creativo con el autor.
El sistema creativo de Arias trabaja con un imaginario barroco orientado a reactivar la potencia y la fascinación de la memoria personal y la infancia. Como autor y director, su trabajo se destaca por piezas como Comedia policial, Lujo, Veinticuatro horas, La estrella del Norte, Penas de amor de una gata inglesa y Penas de corazón de una gata francesa. En los espectáculos Mortadela, Fausto argentino, Mambo místico y Familia de artistas, con música de Astor Piazzolla, Arias exploró por primera vez su historia y el reencuentro con su país natal. Como director del Centro Dramático de Aubervilliers, revisó textos fundamentales del repertorio teatral francés como El juego del amor y del azar de Pierre de Marivaux, El pájaro azul de Maurice Maeterlinck, La locandiera de Carlo Goldoni y La tempestad de William Shakespeare en el Festival de Avignon, entre otras.
En Buenos Aires, Arias ha montado destacadas puestas, como La carrera de un libertino de Igor Stravinski, Bomarzo de Alberto Ginastera y Muerte en Venecia de Benjamin Britten en el Teatro Colón, y Tatuaje, en 2010 en el Teatro Presidente Alvear.
Formado originalmente en artes plásticas, Arias ha atravesado diversos géneros, como la ópera, el music hall, la comedia musical y el cine. Además, ha publicado los libros Folies Fantômes y L’Écriture retrouvée (entrevistas con Hervé Pons).
Alfredo Arias recibió tres premios Molière: uno, por el conjunto de su carrera y otros dos por sus espectáculos Mortadela y Penas del corazón de una gata francesa.
Pablo Ramírez
¿Cómo se conocieron con Arias y cuántos años hace que trabajan juntos?
Por primera vez lo vi en el San Martín, en la obra que hacía con Marilú [Marini]. Ahí lo vi por primera vez, en los 90. Después me pidió que lo ayudara con el vestuario de Muerte en Venecia en el Colón. Trabajé con él en la obra Incrustaciones, luego Divino Amore, Tatuaje, Tres tangos y el Cabaret Tango Broadway.
Cuando apareció esta propuesta de Petrona, ¿cuál fue tu primera reacción?
Yo lo siento como un halago, porque tanto él como Stoppani empezaron su carrera en el Di Tella en la plástica, y que ahora estén retomando eso es todo un acontecimiento. Ser parte de ese grupo me halaga mucho. Además, a mí me encanta el proceso creativo de Arias, porque hace una investigación, una especie de tarea de colegio y te trae toda la carpeta que armó, tiene los recortes que investigó, y te cuenta y te explica todo. Está buenísimo, ya tenés ahí toda la información. Me mostró todo, y luego me dejó para que pensara libremente.
¿De qué manera pensaste el contrapunto entre los atuendos y las tortas? ¿Sería la ropa que usaría la gente que come esas tortas? ¿Sentís que hay un imaginario compartido entre la torta y ese atuendo tal como lo pensaste?
En realidad yo hice algo de una forma inconciente y él lo puso en palabras: lo que él había hecho eran tortas de celebración, y en ese festejo hay un rito y en ese rito hay un traje. Nadie come esa torta sin un traje. El unificó el material: la porcelana para todas estas tortas. Yo decidí usar un mismo género pero de diferentes colores. Todos los trajes son de la misma tela. Es una gabardina que nosotros que nosotros llamamos loneta, una tela de trabajo con la que se hacen los delantales. A mí me gustaba manejar el lenguaje de algo que tuviera que ver con lo popular.
Como Petrona y como Arias, vos usás un material común y corriente para elaborar un producto súper sofisticado.
Claro. Yo hice una colección en el Museo de los Inmigrantes que se llamó Pueblo. Encontrar el glamour en las cosas simples, o algo hecho con materiales baratos, que sea accesible, es algo que me interesa mucho.
Como diseñador de moda, tenés al lado a una diseñadora de tortas, también con su propia estética. ¿Cómo te manejaste con tu estética, más sintética, y esta estética híper kitsch y rebuscada?
El resultado es una decisión del rumbo que decidió tomar Alfredo. Yo le presenté las propuestas y abrí el panorama de opciones porque no tenía miedo de adentrarme en el mundo kitsch. Pero Alfredo vio todo y me dijo que prefería algo que tuviera que ver más con lo mío. Entonces el resultado es una visión Arias-Ramírez.
¿Cómo ha sido tu relación con el arte? ¿Expusiste en galerías anteriormente?
En el Museo de Arte Moderno se hacían unos desfiles, El arte está de moda. Yo elegí al artista Alberto Heredia e hice una colección basada en su obra. Otra experiencia fue en el ciclo Malba Moda. Fue el último que se hizo. Hice una performance que era un desfile por las escaleras.
¿Te sentís cómodo en ese ámbito?
No me siento un artista. Tengo la sensibilidad de cosas que me gustan y no me gustan pero no siento que sea un mundo al que pertenezca. De todas maneras me encanta. En las artes escénicas tal vez me sienta más cómodo que en las artes plásticas, si bien mi base y mi principio es el dibujo, porque yo empecé de chico dibujando y siempre pensé que lo que iba a hacer era estudiar Bellas Artes.
CV
Pablo Ramírez nació en Navarro, provincia de Buenos Aires, en 1971. Ingresó a la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires en 1991. Dio sus primeros pasos en la moda en el estudio Mission Impossible de París en 1994. De regreso a la Argentina, trabajó como jefe de producto en el área de diseño, imagen y comunicación de marcas como Alpargatas, Via Vai y Gloria Vanderbilt, entre otras.
En 2000, debutó con Casta, la primera colección de su propia etiqueta, y formó parte del denominado “movimiento de diseñadores independientes de autor”. El público y la prensa local e internacional -Isabella Blow, Suzy Menkes, Stephen Gan y Michael Roberts, entre otros- reconocieron sus colecciones Tango, Poesía, Patria, Pueblo, Snob, Bodas, Fatal y Fiesta, entre otras. Además de presentar sus trabajos en Buenos Aires, es habitualmente invitado a participar de pasarelas internacionales como las de Madrid, Berlín y Medellín.
Diseñó vestuarios para numerosas producciones de teatro, ópera, ballet y conciertos. En 2009, realizó los vestuarios de Trois Tangos, Tatouage y Cabaret Brecht Tango Brodway de Alfredo Arias (Théatre du Rond-Point, París). En 2010, diseñó los vestuarios de Panachè Parisien (Villa Ocampo, Buenos Aires) también de Arias, y de Syracusa de Carlos Casella (Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín).
Juan Stoppani
Después de muchos años volvés a colaborar con Arias...
Yo siento un gran respeto por la obra de Alfredo. Desde los comienzos en Di Tella yo ya sabía que él quería hacer teatro. Hizo cerámica, hizo muchas cosas, pero siempre de alguna manera hacía teatro. Es un personaje del teatro, y a la vez es muy diferente de todos los otros directores que yo he conocido. Es uno de los raros que por ejemplo se preocupa por la ropa que la gente usa en escena. Cada vez que he trabajado para él como vestuarista, a comienzos de los años setenta, tuve críticas hermosas. Además es muy trabajador. Empezamos haciendo cerámica en el 63... Por eso para mí es natural trabajar con él.
Arias dice que su interés por Petrona hizo que su madre notara sus inclinaciones hacia un universo considerado femenino. El llevar, por ejemplo, tortas o muñecas enormes a las galerías, ¿fue uno de los componentes de esa controversia que rodeó a algunos de los artistas del Di Tella?
Yo no hago nada para provocar a nadie. Lo hago para dar placer. Alfredo iba siempre camino al teatro. Pero respecto de mí mismo o incluso lo de Edgardo Giménez, yo digo que no parábamos de hacer juguetes. Somos mas hacedores juguetes. Yo miro todo y les digo juguetes porque no los puedo mirar de otra forma...
Decías que a veces te ponés a pensar qué habría pasado si te hubieras quedado en la Argentina... ¿Tenés alguna respuesta?
Nos hubieran cortado la cabeza por alguna boludez. A mí me metieron preso dos veces, incluso tres. A Alfredo lo metieron preso conmigo. Por qué, no se entendía. Nosotros no hacíamos política. Estábamos marcados porque estábamos en el Di Tella. Pensaban que era un centro no sé de qué, de comunistas... Y al revés: éramos lo más superficial que podía haber en la tierra.
Recuerdo una cita tuya que la toma Masotta, donde decías que querías que tus cosas gusten. Sin embargo, también algunas cosas despertaron reacciones inesperadas...
En “Experiencias 68”, en Di Tella, yo quería estar sentado y ver a la gente pero Romero me dijo “vos no podÈs estar sentado”, entonces pusimos esa mujer con un turbante y ahí puse las manzanas. Por eso se llamó Todo lo que Juan Stoppani no se pudo poner.
Y la gente terminó comiendo las manzanas.
Ponés cualquier cosa y se la comen. Por eso cuando Marta hizo algo con la comida hizo muy bien, porque la gente quiere comer.
¿A vos te interesaba Petrona?
La recuerdo pero muy livianamente. Si vos me decís Petrona yo me acuerdo pero tenía ídolos mucho más importantes para mí como Niní Marshall. Es cierto que Petrona es un personaje argentino. Tiene una cosa argentina, esa exageración... Alfredo había hecho la torta patria para la muestra de artistas del Di Tella. Fue el único que pudo poner una obra nueva. Y esa fue la que todo el mundo miró. Alfredo es muy del teatro. Cuando él pide que Ramírez haga ropa. Hace la torta más el personaje que corresponde. Está haciendo como una pieza de teatro en realidad. Eso también es una cosa muy de Alfredo... Me parece muy inteligente.
Cuando vi el proyecto de las tortas no pude dejar de pensar en cosas tuyas y de Arias de los 60.
De él tenía cosas que podían ser tortas. Yo había hecho La Vicky; él había hecho unas cosas que eran como unas tortas, con unos patos... Tenés razón, esa es una cosa muy de él.
Pero también pienso en lo que ustedes hacían con muñecos, con ciertas interacciones... eso se parece a lo que hay arriba de las tortas de Petrona. Petrona hacía figuración narrativa de algún modo.
Sí. Somos como descendientes de Petrona. No sé por qué. Yo hice una serie de Minnie Mouse en los años setenta en París. Y cuando las traje acá las hice hacer de cerámica y hay un bombonero de Lady Godiva y yo hice las cabecitas de chocolate. Y Alfredo ahora creo que va a hacer los choclos de chocolate. Yo digo: el arte se come.
No este, igual, porque es de porcelana...
Bueno, pero se come quiere decir que vos lo consumís. Porque es eso, yo creo que hay gente a partir de la muestra que va a querer tener esas tortas porque son objetos muy lindos.
CV
Juan Stoppani nació en Buenos Aires en 1935, estudió Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires y se dedicó enteramente a la escultura y la escenografía.
En noviembre de 1964 participó de la exposición Objetos 64, organizada por Hugo Parpagnoli en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Un año más tarde, en el teatro La Recova, Stoppani presentó Microsucesos, ya como miembro de la compañía Siempre-Viva. Integró la muestra del Premio Ver y Estimar en 1965 y al año siguiente participó del Premio Nacional del Instituto Di Tella. Obtuvo el Premio Braque e integró el Primer Festival de Formas Contemporáneas realizado en Córdoba en respuesta a la Bienal Americana de Arte IKA que se llevó a cabo en esa ciudad.
Juan Stoppani fue invitado a participar de las Experiencias Visuales organizadas por el Instituto Di Tella en 1967 y 1968, año en el que su obra fue incluida en la exposición Nuevo Ensamble en el Museo Nacional de Bellas Artes. En 1969, participó del Fashion Show Poetry Event en el Center for Inter-American Relations de Nueva York y se trasladó a París, donde, de la mano de Alfredo Arias formó parte del grupo TSE.
Trabajó en el taller del escenógrafo Richard Peduzzi y colaboró durante años en puestas en escena de diversas obras, a las órdenes de Copi, Jean Louis Barrault, Jeròme Savary, Roland Petit y Jorge Lavelli, entre otros. En la década de 1980, fue docente de la escuela de modas parisina Studio Berçot y diseñó indumentaria para desfiles en el circuito under de París.