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La que se puede visitar en Proa 21 hasta el 15 de octubre no es, según dice con humor su curador Cuauhtémoc Medina, “una retrospectiva clásica en el sentido de empezar con sus dibujos de los 11 años y acabar en la tumba”. Se trata de obras producidas entre 2009 y 2018 en los soportes más característicos de la obra del venezolano Alexander Apóstol -videos, fotografías e instalaciones- agrupadas en ejes temáticos que dan cuenta de preocupaciones constantes y de un modo particular y crítico de relatar la historia de su país y de la región. Soy recorrió la muestra en compañía del artista y el curador y se detuvo con especial atención en algunas de las obras.
AVENIDA LIBERTADOR
El video muestra a la Avenida Libertador tal como existía a mediados de los 2000. En ese momento Caracas tenía cinco municipios, con con alcaldes. Dos de ellos tenían sus jurisdicciones divididas por esa avenida. Eran de signo político opuesto, uno, chavista y otro, antichavista. La avenida estaba dividida por una pared limpia. Hasta que, como parte de la rivalidad entre ambos, uno de ellos decidió pintar su lado con motivos pictóricos considerados parte de la herencia artística venezolana más importante de siglo XX, la figuración. El otro lado, como respuesta, decidió también pintar las paredes pero centrándose en otra tradición pictórica: el constructivismo y el cinetismo. Dice Apostol: “La mitad de la avenida está pintada con árboles, montañas y nubes y la otra mitad con motivos geométricos. Esa avenida es además uno de los sitios más populares de oferta sexual de personas trans de Caracas: de algún modo la presencia de ellas juega con esa dualidad. Las travestis se presentan como si fueran artistas emblemáticos de la figuración o del constructivismo (según de qué lado estén)”. Y en cada una de esas presentaciones hablan de territorio, de poder, de la representación según la configuración ideológica y política de la ciudad. De modo que la diferencia política deviene diferencia estética, y viceversa.
DOCUMENTAL
“Documental” muestra el interior de una casa humilde en Caracas. “Casi todas las colinas están dividas en espacios para las clases altas y para las populares, que viven en chabolas. En los años 40, 50 y 60 Venezuela tuvo un gran despliegue económico. Se necesitó mucha mano de obra para construir la ciudad, que provenía en general del campo. Llegaron para levantar una ciudad en la que no estaban incluidos. En el video los habitantes de la casa están viendo un documental que habla justamente de esa época de auge económico que contrasta con su realidad”, explica Apóstol. Mientras mira la pantalla, la familia es a su vez filmada con un movimiento de cámara envolvente que simula una “temporalidad que se muerde la cola”.
ENSAYANDO LA POSTURA NACIONAL
Se trata de una serie de videos silentes, una sesión fotográfica filmada, como si fueran tableau vivant, que crea alegorías figurativas relacionadas con los códigos de representación realistas heroicos de los años 40 y 50 y en particular del pintor Pedro Centeno Vallenilla, muy ligado a la construcción de las imágenes y emblemas nacionales. “Su pintura era muy manierista y homoerótica. Los personajes están representados según códigos que tienen que ver con la idea de raza como ‘blanco’, ‘indio’, ‘mulato’”, relata el curador. “El personaje nacional es representado según determinadas posturas que muchas veces son casi imposibles de sostener. La forma de representación de Centeno era muy fiel a la dictadura que había ese momento, era un discurso visual militarizado. En el video vemos a los modelos incómodos. Esa incomodidad tiene que ver con la posición de la sociedad venezolana ante discursos que no se terminan del todo de asimilar pero que tampoco son superados. Discursos vinculados a estereotipos de la problemática racial y al fantasma del militarismo”.
JAMAICA LETTER
Durante el chavismo la eclosión de la discusión política cotidiana tomó distintas formas. Se propició que en cada sector de Caracas hubiese una oficina creada con ese fin y sostenida por los ciudadanos. Eran baldíos, estacionamientos, casas antiguas. “Me reuní con muchas de las personas que frecuentaban estos centros y les propuse leer un extracto de un texto de Bolívar. Bolívar escribió un texto que se llama ‘La carta de Jamaica’. En esa carta él pide apoyo económico y político para los distintos proyectos de liberación. Le pide fondos a un inglés, Henry Cullen. La carta habla en inglés de las bondades del republicanismo. Entonces invité a estas personas a hacer esa lectura de un extracto en su idioma original. Algunas de estas personas no hablaban inglés pero la leían con confianza en el discurso bolivariano por eso, por más que no sepan en idioma le van poniendo énfasis sobre lo que se imaginan que dice. Cada uno le impregna mucha emoción y la leen como consideran que debe ser leído Bolívar. Unos con solemnidad, otros aguerridos, otros con cierta timidez. Es muy interesante ver cómo cada uno le impregna su propia emotividad y su propio encandilamiento.”
Para Cuauhtémoc Medina, el venezolano Alexander Apóstol es un artista urgente. Su obra, desplegada en diversos medios aunque preeminentemente en fotografía y video, es un ejercicio constante sobre los vínculos entre el arte y la política venezolanos de los últimos ochenta años.
Además de ser el curador de Postura y geometría en la era de la autocracia tropical –la actual muestra panorámica de Apóstol que puede verse en Proa 21– Medina es, desde hace diez años, curador jefe del Museo Universitario de Arte Contemporáneo de México (MUAC), y uno de los personajes más influyentes y referenciales del arte contemporáneo latinoamericano.
De visita en Buenos Aires en ocasión de la muestra, dialogó con Clarín Cultura recorriendo las obras, desplegando, a propósito de Apóstol, una serie de agudas reflexiones sobre el arte latinoamericano en general.
El curador Cuauhtémoc Medina. Foto: Constanza Niscovolos
–Esta muestra es la misma que pudo verse en Madrid el año pasado, y a la vez no. ¿Cuáles son las diferencias entre una y otra puesta?
–Es un proyecto acordado entre el Museo Centro de Arte 2 de Mayo de Madrid, el MUAC de México y el Museo de Arte Moderno de Bogotá al que se sumó Fundación Proa. Está basado en que la obra de Alexander no requiere que los objetos viajen, y dado que él había tenido la oportunidad de exhibir en esas ciudades anteriormente, el objetivo era presentar un cuerpo de piezas esenciales, que nos permitieran dar cuenta de este baile ideológico y geométrico que propone su trabajo, pero tejiendo en cada una de las curadurías un argumento y una articulación de obras diferentes.
La muestra está pensada para adaptarse tanto a diferentes espacios como a diferentes lecturas. Este de Proa es el espacio más pequeño, entonces optamos por un modelo que acepte esa condición. Muchas de las obras se presentan en su versión de video en lugar de series de fotografías, y una serie en particular Partidos políticos desaparecidos, volvió a su estado anterior: eran fotografías de pinturas destruidas, y aquí se volvieron pinturas de gran escala.
Esta es la versión que parece de bolsillo, pero no. Por otro lado, la obra está pensada para elaborar esos comentarios en relación a la coyuntura donde se muestra per se, porque los trazos generales de la exhibición no son nada más venezolanos, se plantean de manera muy clara en el resto de las estéticas y políticas latinoamericanas. En la medida en que las crisis democráticas y socialistas, y la emergencia de los regímenes autocráticos o autoritarios tienen, con distintos colores y personajes, una condición generalizada, eso reverbera.
La obra de Alexander Apóstol pone en evidencia distintos códigos de género, raza e identidad. Foto: Fundación Proa
–La obra de Apóstol señala constantemente las relaciones que existieron entre el arte moderno y la política en Venezuela. ¿Qué rol asume en relación al poder el arte contemporáneo?
–Es una pregunta que todos los artistas se formulan en algún momento, y responden de manera distinta. Cada obra es una respuesta. En el caso de Alexander, el rol principal es el de proponernos salir de la ingenuidad de pensar que hay una historia de las tradiciones y los estilos artísticos ajena a la construcción de la imagen nacional.
Un segundo rol es impedir que, al menos esta práctica artística, se convierta de una u otra manera en una producción imaginaria del estado. Y hacerlo independientemente de las propias afiliaciones del artista, que no está buscando producir un efecto. La obra, de todas formas, termina teniendo un efecto político, porque implícitamente Alexander está relatando cómo estos proyectos generan subjetividades, proyectos de sujetos.
Todo eso genera en la obra una actitud crítica, pero tampoco estoy del todo seguro de que la ambición de estas obras sea llegar a cierto efecto, y eso sí es una polémica.
Hay que decir que, si bien en el caso venezolano es muy evidente, esto ocurre en general en todo el arte latinoamericano: no siempre estamos logrando poner distancia entre nuestras opiniones políticas y nuestro juego estético. En general, no hay una toma de conciencia de que somos vectores un tanto incapaces de cuestionar los términos en que hemos sido instruidos.
El centro de sus obras es la oscilación de lenguajes visuales e ideológicos de la historia moderna de Venezuela. Foto: Fundación Proa
–¿Qué vuelve particular la obra de Apóstol, dentro del gran relato internacional del arte contemporáneo?
–Que Alexander pueda operar en relación a la trama del arte venezolano tomando distancia lo hace único, porque de alguna manera (y esto es una crítica de la que me hago responsable) los artistas, curadores, críticos y coleccionistas venezolanos no han tomado distancia crítica.
Eso lo coloca a él en una situación muy peculiar. Apóstol toma las tradiciones estéticas políticas latinoamericanas sin afiliarse, pero tampoco tiene una inscripción estilística europea. Está como que se cayó de la cama, y eso me parece muy interesante. Un problema muy serio del arte latinoamericano de los años '90 hasta acá, es que una parte de los artistas vivieron lo que yo llamo un “modernismo proestético”.
El centro (Estados Unidos y Europa) había dejado de poder movilizar algo nuevo en el campo modernista, y estos artistas vieron su pasado como algo nuevo. Al mismo tiempo (y aquí me cuido un poquito más) la rama militante política latinoamericana se permitió la complacencia de una especie de volver al futuro, en la que artistas, formas visuales y prácticas artísticas de los años ´60 amanecieron como si en el medio no hubiera pasado nada, como en una suerte de regresión.
Apóstol rechaza directamente esa nostalgia, pero para ubicarnos en la trama, para sugerirnos que hubiera convenido establecer distancia histórica en lugar de dejar avanzar todas estas formas de identificación ideológicas como si fueran identidades latinoamericanas. Me parece un artista muy importante en la dura tarea de puesta en cuestión de la identificación.
La curadora venezolana Julieta González dice que el arte venezolano no ha sido político y que Alexander plantea lo contrario. Yo creo que la obra de Apóstol dice que toda la obra venezolana ha sido política, pero en un mal sentido de la palabra. Y por primera vez se puede discutir esa perspectiva.Dice Medina: "Se ve al op art venezolano como si fuera natural y actual". Foto: Fundación Proa
–Tal vez todo el arte ha sido ideológico, y Apóstol quiere ser político…
–Está escapando al campo ideológico. Pero es que hay una situación, y es que se ve al op art venezolano como si fuera natural y actual. No se le reconoce su identificación ideológica.
–¿No considerás que eso que pasa con el op art venezolano ha sucedido con todo el arte moderno de Latinoamérica? ¿El hecho de que se lo conciba fuera del tiempo y de las identificaciones ideológicas, que haya quedado fijado en aquello que lo hizo paradigmático for export?
–El tema es un poquito más complicado. Al haber sido concebidas las narrativas del arte latinoamericano como por fuera de las narrativas del arte moderno, recién ahora que comienzan a mezclarse ambas comenzamos a encontrar coincidencias. Entonces se produce la sensación de que el arte moderno no acabó donde había acabado. Es un caso de horadación del tiempo.
El arte contemporáneo recurre a Hélio Oiticica o a Frida Kahlo, como si no hubiera transcurrido el tiempo. En los hechos, entonces, esas obras no se vuelven historia. A eso añade que el modelo que ligaba al museo con la narración histórica entró en crisis, y las propias colecciones comienzan a colgarse de forma “desobediente”. Técnicamente, nos han puesto en un estado de limbo histórico.
Hay una sobrevida del arte moderno, pero no solo le sucede al arte latinoamericano. Vivimos en una especie de invención de Morel globalizada. De esa sensación moreliana de que estamos siempre todos en un mismo lugar no escapa nadie. Te levantas y siempre es el mismo día. Se siente mucho aquí (en Latinoamérica), porque localmente estamos observando el fenómeno: yo ahora tengo a un artista moderno latinoamericano como Carlos Cruz Diez en mi agenda, pero no lo tenía cuando era joven. Tal vez sí estaba Pollock, pero no Cruz Diez.
FichaPostura y geometría en la era de la autocracia tropical, de Alexander Apóstol.
Dónde: Proa 21, avenida Pedro de Mendoza 2073.
Cuándo: de jueves a domingos, de 12 a 19. Hasta el 15 de octubre.
Entrada: gratis.
La exposición "Postura y geometría en la era de la Autocracia Tropical", donde artista venezolano Alexánder Apóstol explora temáticas vinculadas a la identidad de género a través del video y la fotografía, inaugurará mañana a las 15 en el espacio Proa21 del barrio porteño de La Boca, con una visita guiada a cargo del curador mexicano Cuauhtémoc Medina.
Desde los años 90, la obra de Apóstol (Barquisimeto, 1969) ha puesto en evidencia códigos de género, raza e identidad que acompañan las ideologías de América latina, en palabras del curador de la exposición.
La exposición -que fue presentada por primera vez en el Centro de Arte 2 de Mayo en Madrid, en 2022- reúne obras producidas entre 2009 y 2018 en los soportes más característicos de la carrera de Apóstol, como filmes, fotografías e instalaciones.
Además, en noviembre próximo también se presentará en México, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), y en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO).
Radicado en Madrid, Alexander Apóstol estudió historia de arte en la Universidad Central de Venezuela desde 1987 a 1990 y fotografía en la escuela Ricardo Armas entre 1987 y 1988. Realizó muestras individuales en espacios como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), la Sala de Arte Público Siqueiros de Ciudad de México, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac) y la Fundación Cisneros Fontanals CIFO de Miami
Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas como la Tate Modern, en Londres; el Museo Guggenheim, en Nueva York; el Centro Pompidou, en París; el Museo de Arte Pérez y la Fundación de Arte Cisneros Fontanals CIFO, en Miami; el Museo Banco de la República, en Bogotá; la Coleccion Patricia Phelps de Cisneros en Caracas, el Museo CA2M y la Fundación ARCO, de Madrid.
La exposición "Postura y geometría en la era de la Autocracia Tropical" inaugura mañana de 15 a 19 y se podrá visitar hasta el 22 de octubre en PROA21, Avenida Pedro de Mendoza 2073, La Boca. (Télam)