Prensa Publicada

  • Título: La autenticidad de ocho obras de Rivera en duda
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    Fecha: 27/10/2001
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    La muestra con pinturas del mexicano Diego Rivera -que se expone en la Fundación Proa, en el barrio de La Boca- protagoniza por estas horas una compleja controversia que se inició cuando el último número de la revista azteca especializada en arte Milenio semanal puso en duda la autenticidad de ocho de las 36 obras que se exhiben en Buenos Aires.

    Las pinturas proceden del Museo de Veracruz, México, e integran una colección pública valuada en 14 millones de dólares, que fue certificada por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México (INBA).

    Conocida la denuncia, la directora de Proa, Adriana Rosenberg, y la embajadora Rosario Green, que inauguró la exposición dos semanas atrás, coincidieron en que "lo mejor es obrar con cautela" y recordaron que no es la primera vez que la noticia de un cuadro falso azota el mundo del arte.

    Considerado por los aztecas una gloria nacional, Diego Rivera no sólo es el artista mexicano más cotizado, sino también es el más copiado, como ha sucedido con maestros de la estatura de Rembrandt o artistas más cercanos, como el oriental Pedro Figari.

    Años atrás, la "Rembrandt Research", impulsada por las autoridades holandesas, obligó a cambiar la catalogación de cientos de obras atribuidas al maestro del claroscuro.

    Ahora, el fuego cruzado provocado por la obra de Rivera obligará a revisar los trabajos que integran la segunda colección más importante de México, consagrada a la obra del gran muralista. Antes de llegar a la Fundación Proa, la muestra fue exhibida en Venezuela. En nuestro país, fue inaugurada el mes último por el presidente Fernando de la Rúa.



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  • Título: Diego Rivera: el carácter de lo americano.
    Autor: Julio A. Portela
    Fecha: 19/10/2001
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    En la curvatura más pronunciada de la Vuelta de Rocha, acompañando los caprichos geográficos del Riachuelo, se erige ese edificio de amplio frente y dos plantas, que responde diríamos a una

    arquitectura de inmigrante italiano. Su aspecto de paredes blanco-tiza en un ámbito portuario, nos remite a los almacenes de ramos generales o a las ferreterías navales de principios del siglo XX.

    En ese ámbito, ahora remozado, desarrolla sus actividades la Fundación Proa, participando del paisaje de Tarjeta Turística al que nos acostumbró el barrio de La Boca. Nuestra visita en nocturnales horas con reflejos de faroles en las aguas negras del Riachuelo fue motivada por la presentación de la muestra del célebre artista mexicano Diego Rivera (1886-1957). La exposición está integrada con obras de las colecciones del Gobierno del Estado de Veracruz, el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo y el Museo Mural Diego Rivera. Nos preguntamos cuál es el motivo para que Diego Rivera participe de un ámbito de inmigración europea, cuando como pintor, dibujante, ilustrador, muralista y escritor mostró su apego a los temas de la tierra americana, a la fecundidad y lo aborigen. Quizás la respuesta la encontremos en la universalidad de su arte. No olvidemos que como artista americano formó parte de los movimientos europeos, cuando París era el Faro cultural de Occidente. De ahí que no nos haya resultado extraño encontrar una serie de paisajes de plein air como una síntesis de las tendencias plásticas florecientes de principios del siglo XX.

    Quizás por ello, una de sus naturalezas muertas fechada en 1908 se nos manifestó con el estilo y colorido de las pinturas de Cézanne; o esas otras cuatro de construcción cubista, realizadas en el período 1914-15 de gran belleza formal que podríamos confundir con obras de Juan Gris, entre otros. Del mismo carácter, participa el conjunto de retratos, realizados en distintas épocas y técnicas.

    Recordemos que en 1921 Digo Rivera retornó a México comenzando a abandonar las enseñanzas recibidas mayormente dentro de lo clásico para abordar ese estilo popular de las imágenes representativas de los pueblos indígenas.
    Por ello, quizás nos haya emocionado algo más la simplicidad del "Hombre cargando un pavo" (1944) o el "Niño con pollito" ambos de gran candor y ternura, representando personajes de la vida cotidiana mexicana.
    También los pequeños formatos de segadores y arroceros, dibujos al carbón y acuarela en escenas de trabajadores en sembrados amarillos, color estallante al uso de Van Gogh. O esas figuras esquemáticas de gran fuerza, en la acuarela "Paleando la nieve" (1956) y el carbón y acuarela "Transportando durmientes" que participan de una visión socialista del trabajo.
    La importancia que adjudicamos a estas obras en apariencia simple, reside en la calidad del trazado de los dibujos que posteriormente sirvieron para que Diego Rivera lograra un expresionismo monumental en sus murales. Claro está que los aspectos descollantes de su obra, los encontramos en ésta última técnica cuando junto a Orozco y Siqueiros, fundó el movimiento del "Muralismo mexicano".

    Fue precisamente en esta disciplina donde su obra alcanzó el máximo desarrollo: sus personajes en compactos grupos, participan de una imaginería de lo popular arraigados en lo social con un proletariado en marcha. Estas ideas socialistas a las que adhirió le ocasionaron en alguna oportunidad la censura artística en los Estados Unidos, cuando incorporó a sus murales figuras emblemáticas de esta idea, obras que no se incluyen en esta muestra por razones obvias.
    Sin embargo la exhibición nos reservaba esa otra gran obra "Desnuda con girasoles" (1946) de buenas dimensiones donde una figura femenina de rodillas de espaldas y medio perfil aparece en su tez morena abrazando un ramo de girasoles para colocarlos en una vasija de barro.
    Complementan la muestra la "Sala de las ofrendas" constituida principalmente por dos instalaciones: la primera está formada por un altar de homenaje a Diego Rivera y Frida Kahlo con el colorido de sus flores de
    papel, mazorcas de maíz y velones; la otra representando a Rivera con formal traje, y sombrero y corbata luciendo en la solapa el emblema comunista y a Kahlo mimetizada en cabra con flechas hendidas en su cuerpo. Por su parte, en el primer piso, se exhibe la serie de fotografías que registran en el tiempo la relación amorosa de ambos personajes, que condensan el desarrollo de sus vidas, de las más interesante del siglo XX.
    Mención aparte merecen los didácticos paneles explicativos como así también la exquisita ambientación lograda con abigarrados macizos de calas blancas de palidez con sus tallos verdes observables en la transparencia de los vidrios. Este motivo de las calas fue abordado en numerosas pinturas de artistas mexicanos.
    Es una muestra que recomendamos recorrer, observar y luego meditar -en lo posible dos veces- para apreciar la creatividad este artista mexicano participando del carácter de lo americano.



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  • Título: Vanguardista y popular
    Autor: María Teresa Constantín
    Fecha: 17/10/2001
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    La muestra de Diego Rivera en La Boca constituye una nueva ocasión para el encuentro con la obra de uno de los más importantes artistas de la plástica latinoamericana. Hace poco tiempo la misma fundación había presentado en sus salas la Colección Gelman. En aquella ocasión, el público de Buenos Aires había podido contemplar su obra junto a la de otros artistas, como Frida Kahlo, su célebre pareja. Ahora se trata de una atractiva propuesta centrada exclusivamente en su figura. La exposición ha sido estructurada en tres núcleos. El central lo constituyen 36 obras realizadas entre 1908 y 1956 pertenecientes a las colecciones del Estado de Veracruz. En esos trabajos es posible seguir las preocupaciones de Rivera desde sus primeras obras, en las que se manifiesta la impronta de los maestros mexicanos, que más adelante incorporaría los aportes de la vanguardia parisina.
    De esos años, 1913, se presenta el notable Retrato del escultor Oscar Miestchaninoff (ver ilustración): el lenguaje del cubismo faceta las vestimentas y los objetos mientras que la presencia de los modelos de yeso y la mirada perdida del retratado hacen pensar en la melancolía metafísica del italiano Giorgio De Chirico. En 1921 se produce su regreso a México y la confluencia con el proyecto de José Vasconcelos, el célebre secretario de Educación del gobierno revolucionario de Obregón, para quien "el arte es la salvación de México".
    El Muralismo, teñido de una fuerte didáctica nacionalista, en el que Rivera trabaja junto a otros artistas como David Siqueiros, pasa a ser el fenómeno dominante en las artes visuales mexicanas. Sin embargo, él se permite continuar con la pintura de caballete. En Desnudo con girasoles, de 1946, la asociación del arte popular y la modernidad resulta en las rotundas formas del desnudo moreno confrontadas con el esplendor del amarillo de las flores.
    El segundo núcleo, en la planta alta de la fundación, expone 96 fotografías históricas de la Colección del Museo Casa Estudio Diego Rivera de Ciudad de México. Finalmente, el último núcleo reúne obras de varios artistas mexicanos y está destinado a resaltar la importancia que el arte popular de su país tuvo en la obra de Rivera. En esas obras, se destaca el atractivo encuentro entre aquellas representaciones tradicionales y su rescate por un artista contemporáneo, Humberto Spíndola.
    Spíndola presenta en esta muestra una recreación de los Judas -figuras de papel de varios metros de alto que se quemaban en Sábado Santo- que Rivera había ido coleccionando a lo largo de su vida y de otra tradicional expresión popular mexicana, el Altar de los Muertos, realizada en homenaje a Diego y Frida. En la misma sala hay obras de Guadalupe Posadas que muestran la incidencia del maestro grabador en la iconografía de Rivera.
    El núcleo de fotografías pone en evidencia la riqueza del personaje: la intensidad de sus amores con Frida, entre la pasión y la enfermedad, su participación política, el alejamiento del Partido Comunista y su aproximación al trotskismo -una imagen lo muestra junto al líder ruso exiliado y al poeta surrealista André Breton-. Polémico, apasionado, Rivera surge de esta muestra en toda su humana complejidad y en la calidad indiscutible de su obra.

    COMPATIBLE:
    Una mezcla perfecta entre las vanguardias europeas y la singularidad mexicana, próxima a Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros.



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  • Título: Gran elogio de los "judas"
    Autor: Diego Rivera
    Fecha: 09/10/2001
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    Cuando un pueblo tiene una cultura plástica muy antigua y que ha producido miles, centenares de miles de obras maestras, queda en la "memoria del espacio" un acervo de potencialidad de la producción de arte en la generalidad de los individuos que componen ese pueblo.
    A pesar de todas las vicisitudes históricas por las que pase, de que sus opresores transitorios o estables traten de suprimir el genio colectivo que posee, el pueblo heredero del don estético encuentra ocasión de manifestarlo, a veces del modo más inesperado.
    Recientemente, un hombre de ciencia, el profesor De-Terra, encontró en el subsuelo de México un diente molar de elefante esculpido en forma de pie humano; es una obra de arte de un tal refinamiento de concepción y ejecución que el artista encontró medio de aprovechar los accidentes del molar, en su raíz, para expresar los tendones del pie y el esmalte de la muela para la calidad de las uñas de sus artejos. La antigüedad de esa obra de arte, científicamente inducida y deducida, por la naturaleza del medio, suelo, en que fue encontrada, es de unos veinte mil años.
    Hace cinco mil años los hombres del Valle de México, lo atestigua el templo de Cuicuilco (lugar donde se canta y se baila) y la cerámica contemporánea de él, encontrada bajo el basalto del Pedregal de San Angel, tenían ya una cultura que les permitía producir obras de arte de extraordinaria pureza; en consecuencia, la potencialidad heredada por el pueblo de México es muy grande para la producción de obras de arte plásticas. Naturalmente, menor es la "sofisticación" producida en el mexicano por culturas de importación reciente, mayor es la calidad de su producción estética espontánea.
    Dentro de ese fenómeno se producen, entre otros objetos de arte, por el pueblo de México, los "judas". Existe la particularidad de que, muy frecuentemente, quienes los hacen no son constructores de esas escultopinturas sino durante los días del año que anteceden al Sábado de Gloria, jornada final de la Semana Mayor, en cuyo día deben ser destruidas por los cohetes que las revisten de llamas que hacen presa de su material y la muchedumbre que se arrebata, enloquecida, los pedazos de obras de arte que han escapado a los estallidos y a las llamas.
    Son obras de arte destinadas a ser sacrificadas, para alegría y diversión feroz del pueblo que las produce; tienen pues, un destino maravilloso.
    Están concebidas y ejecutadas con el desinterés más absoluto. Quienes las construyen son carpinteros, herreros, sastres, zapateros, comerciantes en pequeño, cargadores, campesinos, cultivadores de flores, etc., todos los días del año que no son los que anteceden al del sacrificio. Y los quemadores de los judas destruyen en ellos la imagen de alguien a quien odian: a veces la escultopintura es admirable y verdadero retrato de aquel a quien quiere ver quemar y despedazar en efigie; pero las más de las veces son sólo creaciones expresivas entre las que es frecuente la presencia del Diablo, de la Muerte, la querida calavera, la amante invariable del pueblo mexicano, que ya adornaba, en imágenes múltiples, sus Teocallis hace miles de años.
    El valor plástico de los judas es enorme, es indudable que como objeto plástico, expresión conjunta de estructura, forma y color, en el arte del México actual, son indudablemente lo más valioso.
    Sus estructuras se revisten con materia humilde, de suma fragilidad y fácil combustibilidad, el papel corriente, el más barato, casi siempre de periódicos viejos, establece la superficie de sus formas a grandes y magníficos planos, sin perder nada de lo esencial de la estructura. Esos planos son de color, puesto con valentía y sobriedad extraordinarias, que individualizan, precisan e intensifican la expresión de los volúmenes.
    La personificación de la estructura se hace a veces por medio de una cabeza moldeada, modelada con cartón en pasta, pero también, algunas veces, las cabezas son construidas con la misma estructura o "armazón" y especialmente entonces alcanzan un poder expresionista y un valor plástico asombroso.
    Son una gran lección para pintores y escultores que no ha sido enteramente desperdiciada; grandes nombres y grandes hombres europeos en las artes las han aprovechado con habilidad y disimulo. Entre nosotros, aquel que más debe a los judas, y sea esto dicho enteramente en su honor, es Rufino Tamayo; él ha aprovechado la lección en forma y color. Ya hace bastantes años, con franqueza valiente y gran honestidad, en una exposición que improvisó en un local comercial vacío de la avenida Francisco I. Madero, colocó pequeños judas colgados de trecho en trecho entre sus telas. Entonces casi nadie entendió el valor de la afirmación que hacía el pintor con este acto. Es de desearse que, finalmente, nuestros artistas plásticos sepan ver y tomarla para sí, en lo que les convenga, la admirable lección y extraordinaria belleza de los judas, probablemente la mejor plástica actual de producción anónima, es decir, realmente humana y universal, por milenariamente local y nacionalísima.

    * Texto publicado en Espacios. Revista Integral de Arquitectura y Artes Plásticas, México, en junio de 1949. La exposición de Diego Rivera en la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929), sigue hasta fines de octubre



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  • Título: ¿Riveras falsos? Polémica tan vieja como cuestionable
    Autor: Ana Martínez Quijano
    Fecha: 08/10/2001
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    ¿Es verdad que hay pinturas falsas de Diego Rivera en la Fundación Proa? «Para comenzar, si alguien dice que esas obras son falsas tendrá que probarlo», responde la embajadora de México en nuestro país, Rosario Green, quien tuvo a su cargo el Ministerio de Cultura y conoce a fondo una controversia que se remonta a la década del ochenta.

    Diversos medios reprodujeron en estos días una nota publicada en la revista mexicana «Milenio», que bajo el título «Bajo sospecha» pone en duda la autenticidad de ocho pinturas del mexicano que llegaron a la fundación de La Boca desde el Museo de Arte Veracruzano. En realidad, se trata de una vieja polémica, y de paso por Buenos Aires el ministro de Educación de México, Reyes Tamez , le aclaró a este diario: «La publicación no aporta nada nuevo sobre un asunto que tiene larga data». La exposición entera cuenta con el aval de INBA, el Instituto Nacional de Bellas Artes porque las pinturas forman parte del patrimonio del Gobierno de México, pero la crítica de arte argentina radicada en México, Raquel Tibiol, y el restaurador Tomás Zurián, aducen en el artículo que la colección incluye obras de dudosa calidad, «toscamente falsificadas».

    Consultada la embajadora Green sobre las posibles razones que impulsan a poner en el candelero una discusión que requiere de largas investigaciones académicas para emitir un veredicto, y justo cuando las obras están en el extranjero, momento que al menos, se puede considerar inoportuno, respondió: «Las pinturas se exhibieron prime-ro en Venezuela y llama la atención que cuando llegan a la Argentina, Tibol saque a relucir una polémica que sostiene desde hace años con la ex directora del Instituto de Cultura Veracruzano, Ida Rodríguez Prampolini».

    Entretanto, en México, la nueva directora del Instituto, Leticia Perlasca, recogió el guante y ha pedido un dicta-men sobre las pinturas que impugna Tibol . Las 36 obras del Museo de Veracruz que se exhiben en Proa están valuadas en 15 millones de dólares, fueron prestadas por 150.000 dólares y conforman la colección más importante de Rivera que pertenece al Estado.
    La más completa es la del Museo Dolores Olmedo Pati-ño, pero es privada y su hijo y único heredero, Carlos Phillips Olmedo, cuando vino a negociar el préstamo de las obras de Rivera para la exposición que el Museo Costantini realizará el año próximo, advirtió a este diario que el tema que mejor domina son los números.

    Ante la demanda de las pinturas del muralista en todo el mundo (este año ocuparon un sitial de honor en la Plaza San Marcos durante la Bienal De Venecia), Phillips dijo que no está dispuesto a dejar vacío por mucho tiempo el museo de su madre. Pero se sabe que pide fortunas por el préstamo de obras. Por otra parte, la directora de Proa, Adriana Rosemberg, cuidadosa de la trayectoria de la institución que inauguró con una memorable exposición de Tamayo a la que asistió el presidente de México, considera que es imprescindible que los responsables estudien las obras.

    Manuel Ameztoy , encargado de la comunicación, atribuye la amplia cobertura que le dedicaron los medios locales a un destacado de la publicación de «Milenio», donde dice que las presuntas obras falsas están en la Argentina. Curio-samente, no tuvo eco otra nota de «Milenio» del 23 de julio pasado, que anunciaba: «Al mural de 'Ejercicio Plástico' realizado por Siqueiros en Buenos Aires sólo le quedan dos o tres años de vida si continúa acelerándose su ya grave deterioro».

    Green, que inauguró la exposición de Rivera junto al presidente Fernando de la Rúa , agrega: «No me toca a mí decidir si las obras son genuinas. Pero es la primera vez que una muestra acompañada por fotografías que son verdaderos documentos, exhibe una imagen tan humana de Rivera, inmerso en la vida cotidiana y en el contexto cultural que lo rodeaba -recreado en el delirio artesanal del maestro Espíndola-. Y las pinturas muestran el Diego universal, tan parisiense y tan contagiado por las escuelas del momento».



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  • Título: ¿Son falsas ocho obras del mexicano Diego Rivera?
    Autor:
    Fecha: 02/10/2001
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    Esta es una discusión entre historiadores, algo muy común en el arte, que está lleno de casos así. La colección de Diego Rivera que tenemos nosotros es una colección pública, que pertenece oficialmente al estado de Veracruz. Y además Rivera ha sido declarado Patrimonio Nacional de México", con esas palabras a Clarín, la presidenta de la Fundación Proa, Adriana Rosemberg, salió ayer al cruce de la polémica desatada por la revista mexicana Milenio. La publicación puso en duda la autenticidad de ocho de las 36 obras del artista mexicano que se exhiben en Buenos Aires.

    Según la publicación, que consultó a críticos de arte, varias de las obras que están en la galería porteña "son obviamente falsas".

    La colección, inaugurada el 17 de setiembre pasado, es la segunda en importancia de la obra del artista mexicano. En ella hay trabajos de la formación inicial del pintor, y también están las ocho sobre las que se duda su autenticidad. "Son de características atípicas y su evidente calidad menor", señaló un documento elaborado por el restaurador Tomás Zurian, que cita la revista Milenio.

    En esa visión también coincide la crítica Raquel Tibol: "Son falsos evidentes, toscamente falsificadas", señaló. Las pinturas referidas por los expertos son: Retrato de la madre del artista, Campesino cargando un guajolote, Niño con pollito, y Mujer con flores, así como los dibujos, Mujer con morral, Muchacho con sombrero, Proyecto de escultura, y Mujer con niño.

    Las obras—explica la revista— fueron incorporadas a la colección, en la década pasada, cuando un gobernador de Veracruz comenzó a comprar, "con cierta inclinación neurótica", trabajos del muralista con destino a un museo que pensaba construir. La muestra que estará abierta hasta fines de este mes es una colección de 36 pinturas, 96 fotografías y una recreación de los íconos de la cultura popular mexicana que rodearon la vida del artista, que nació en 1886, en Guanajuato, y murió de cáncer, en 1957.



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  • Título: Ocho obras de Rivera expuestas en Buenos Aires podrían ser falsas
    Autor: Pedro Lipcovich
    Fecha: 02/10/2001
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    "¡No te emociones con ese cuadro, que puede ser falso!", se alarmará algún visitante meticuloso al recorrer la muestra del célebre artista mexicano Diego Rivera que se presenta en Buenos Aires. Ocho de las 36 obras expuestas no serían auténticas, de acuerdo con declaraciones de prestigiosos especialistas que se publicaron ayer en México. Lo cierto es que la polémica, como la obra de Rivera, tiene rasgos inequívocamente latinoamericanos: desde la disputa entre dos instituciones oficiales mexicanas sobre quién debe demostrar la autenticidad, hasta la historia del gobernador que –según una investigadora– "con cierta inclinación casi neurótica" se habría puesto a comprar obras para hacer un gran museo, pero sin suficientes garantías de autenticidad.
    El conjunto, valuada en 14.900.000 dólares, se expone en la galería de Fundación Proa, en la Boca, y está compuesto por 18 óleos, 14 dibujos, dos temples y dos acuarelas. Ayer, la revista mexicana Milenio publicó declaraciones de Tomás Zurián, uno de los restauradores más importantes de la obra de Rivera, según las cuales ocho de las piezas son de autenticidad dudosa "por sus características atípicas y su evidente calidad menor". La critica Raquel Tibol –argentina, radicada en México, muy prestigiosa, autora del libro Diversidades en el arte del Siglo XX– afirmó que se trata de "falsos evidentes y de obra toscamente falsificada".
    Las obras en cuestión son las pinturas Retrato de la madre del artista (1904), Campesino cargando un guajalote (1944), Niño con pollito (1935) y Mujer con flores (1936), así como los dibujos Mujer con morral (1948), Muchacho con sombrero (1921), Proyecto de escultura (1951) y Mujer con niño (1920).
    La colección, perteneciente al estado mexicano de Veracruz, es una de las dos más importantes del artista, que vivió entre 1886 y 1957. Reúne trabajos representativos desde sus inicios hasta las últimas obras. Según Tibol, la incorporación de piezas falsas tuvo lugar en la década de 1980, cuando el entonces gobernador Agustín Acosta Lagunes, proyectando edificar un vasto Museo de Arte Veracruzano, se dedicó a comprar obra de Rivera "con cierta inclinación casi neurótica". Encargó las adquisiciones al chileno Alvaro Covasevic, quien, sin experiencia en la materia, habría recorrido a subastas y coleccionistas no siempre confiables. La colección quedó bajo la custodia del Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC).
    Zurián recomendó que se constituya una comisión interdisciplinaria cuyos especialistas "analicen, enjuicien y estudien" las obras con los actuales recursos tecnológicos y sostuvo que ya hace varios años se le solicitó al IVEC que formara esa comisión. Página/12 interrogó a Leticia Perlasca, directora general del IVEC: "Nuestra certeza de que las obras son originales nos la da el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la máxima autoridad de México en el tema: ellos son los que evalúan y certifican la autenticidad".
    Sin embargo, Walther Boelsterly, director del Centro de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico del INBA, había sostenido que "el gobierno de Veracruz es quien debe demostrar la autenticidad de los cuadros en exhibición".
    "Ah, pero ellos son los que dan el respaldo a partir del cual las empresas nos aseguran las obras –contestó la directora del IVEC–. De todos modos, si requieren que una comisión analice las obras, pues que lo hagan, nosotros no nos oponemos."
    Adriana Rosenberg, titular de la Fundación Proa, explicó que "las obras de Diego Rivera son patrimonio del Estado de México, de modo que no pueden ser vendidas al extranjero: esto implica un registro oficial de cada una, a cargo del INBA. El viaje de la colección que exhibimos fue autorizado por el INBA, que envió a un "comisario" para controlar las condiciones museísticas del lugar; ese especialista volverá para retirar las obras cuando finalice la exposición (el 28 de este mes). Todas las piezas son actualmente patrimonio del Estado mexicano".



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  • Título: Rivera y su circunstancia
    Autor:
    Fecha: 24/09/2001
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    En el marco de las celebraciones organizadas por México con motivo del aniversario de su Independencia y con la presencia de su embajadora en Buenos Aires y del Presidente argentino, quedó inaugurada la muestra de Diego Rivera en la Fundación Proa. Un conjunto de casi cuarenta pinturas, además de un centenar de fotografías y objetos evocadores del artista intentan dar un panorama de cómo se inserta su personalidad y su obra en el México de la primera mitad del siglo XX.

    La muestra incluye una sección de pintura con 36 obras realizadas entre 1908 y 1956, provenientes de la Colección del Estado de Veracruz que reflejan los distintos períodos del artista desde sus estudios, pasando por su estadía en Europa donde atraviesa una época cubista, y su regreso a México para volcarse de lleno a una pintura social y militante recuperando lo más autóctono desde su integración al programa muralista de José Vasconcelos hasta su última producción.

    La segunda sección de la muestra en Proa, reúne un centenar de fotografías provenientes de la Colección del Museo Casa Estudio Diego Rivera del Distrito Federal donde, a través del registro de distintos momentos captados por la cámara, se intenta una aproximación al personaje de Diego Rivera rodeado de personalidades que incidieron en su vida. Algunos de los documentos están teñidos de contenido político, otros son más personales como la intensa relación que lo unió a Frida Kahlo, y otros que reúnen ambos como la foto donde Diego Rivera y Frida Kahlo están en una manifestación del Socorro Rojo de 1931. Además se pueden admirar obras de grandes fotógrafos como Edward Weston y Ansel Adams, verdaderos íconos de la fotografía americana social de la primera mitad del siglo XX.
    La muestra se completa con la sección especial El Mundo de Diego Rivera que presenta diferentes elementos de la cultura popular mexicana de la que se nutrió el muralista para su obra, como los Judas que el artista coleccionaba (montados por Humberto Spíndola) y un altar de muertos en honor a Diego y Frida. Finalmente la sección llamada La Catrina tomada del ícono popular de José Guadalupe Posadas, reproduce el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

    Más allá de lo anecdótico y vivencial que tiene mucho peso en la muestra de Proa porque se ha buscado pintar al personaje, está la obra expuesta donde hay algunas pinturas que traducen a fondo la potencia del gran muralista, como Desnudo con Girasoles y Campesino cargando un guajalote, donde ya libre de toda influencia europea (hay obra de su período cubista sumamente interesante) aparece la contundencia de los cuerpos y los colores.

    Diego Rivera compartió con algunos pintores y escritores de su época la sensibilidad de quienes a través de la expresión artística, concretaron una visión revolucionaria del arte. Su vida y su obra están íntimamente asociadas, y es por eso que la Fundación Proa ha decidido mostrar a Diego Rivera no sólo en su faceta de uno de los máximos muralistas mexicanos junto con Orozco y Siqueiros, sino en la profunda complejidad de este personaje y su circunstancia, que fue además un combatiente del arte y la cultura.



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  • Título: Diego Rivera en Proa
    Autor: Laura Feinsilber
    Fecha: 19/09/2001
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    Ver nota original (Revista Arte al Día)

    En el marco de las celebraciones organizadas por México con motivo del aniversario de su Independencia y con la presencia de su embajadora en Buenos Aires y del Presidente argentino, quedó inaugurada la muestra de Diego Rivera en la Fundación Proa. Un conjunto de casi cuarenta pinturas, además de un centenar de fotografías y objetos evocadores del artista intentan dar un panorama de cómo se inserta su personalidad y su obra en el México de la primera mitad del siglo XX.

    La muestra incluye una sección de pintura con 36 obras realizadas entre 1908 y 1956, provenientes de la Colección del Estado de Veracruz que reflejan los distintos períodos del artista desde sus estudios, pasando por su estadía en Europa donde atraviesa una época cubista, y su regreso a México para volcarse de lleno a una pintura social y militante recuperando lo más autóctono desde su integración al programa muralista de José Vasconcelos hasta su última producción.

    La segunda sección de la muestra en Proa, reúne un centenar de fotografías provenientes de la Colección del Museo Casa Estudio Diego Rivera del Distrito Federal donde, a través del registro de distintos momentos captados por la cámara, se intenta una aproximación al personaje de Diego Rivera rodeado de personalidades que incidieron en su vida. Algunos de los documentos están teñidos de contenido político, otros son más personales como la intensa relación que lo unió a Frida Kahlo, y otros que reúnen ambos como la foto donde Diego Rivera y Frida Kahlo están en una manifestación del Socorro Rojo de 1931. Además se pueden admirar obras de grandes fotógrafos como Edward Weston y Ansel Adams, verdaderos íconos de la fotografía americana social de la primera mitad del siglo XX.
    La muestra se completa con la sección especial El Mundo de Diego Rivera que presenta diferentes elementos de la cultura popular mexicana de la que se nutrió el muralista para su obra, como los Judas que el artista coleccionaba (montados por Humberto Spíndola) y un altar de muertos en honor a Diego y Frida. Finalmente la sección llamada La Catrina tomada del ícono popular de José Guadalupe Posadas, reproduce el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

    Más allá de lo anecdótico y vivencial que tiene mucho peso en la muestra de Proa porque se ha buscado pintar al personaje, está la obra expuesta donde hay algunas pinturas que traducen a fondo la potencia del gran muralista, como Desnudo con Girasoles y Campesino cargando un guajalote, donde ya libre de toda influencia europea (hay obra de su período cubista sumamente interesante) aparece la contundencia de los cuerpos y los colores.

    Diego Rivera compartió con algunos pintores y escritores de su época la sensibilidad de quienes a través de la expresión artística, concretaron una visión revolucionaria del arte. Su vida y su obra están íntimamente asociadas, y es por eso que la Fundación Proa ha decidido mostrar a Diego Rivera no sólo en su faceta de uno de los máximos muralistas mexicanos junto con Orozco y Siqueiros, sino en la profunda complejidad de este personaje y su circunstancia, que fue además un combatiente del arte y la cultura.



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  • Título: La exposición del maestro del muralismo se podrá ver hasta fines de octubre
    Autor:
    Fecha: 18/09/2001
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    Ver nota original (Diario Clarín )

    La pasión por la existencia y la convivencia con la enfermedad; la militancia ortodoxa y la ruptura con el dogma; el amor erotizado y el compañerismo sin cuerpo; el compromiso con los otros y la belleza como objeto de producción cotidiana; la desmesura de la naturaleza y la construcción del paisaje cultural; la milenaria historia azteca y la impronta de la modernidad. Huellas del pasado, señales del presente e intuiciones del porvenir.

    La vida del pintor mexicano Diego Rivera está atravesada por una infinita gama de polaridades. Y su obra, llena de contradicciones y matices, es una galería visual de las intensidades con que es capaz de vivir un hombre.

    Ayer, en la Fundación Proa (Avenida Pedro de Mendoza 1929) se inauguró la Exhibición Diego Rivera, una colección de 36 pinturas , 96 fotografías y una recreación de los íconos de la cultura popular mexicana que rodearon la vida del artista que nació en 1886, en Guanajuato, y murió de cáncer, en 1957, tras pasar un año en Moscú con la doble intención de curarse y acceder al arte del realismo socialista.

    La muestra es un recorrido por buena parte de la producción del maestro del muralismo. Y se divide en tres secciones: una primera conformada por las obras que forman parte de la colección del estado de Veracruz, realizadas entre 1908 y 1956, que refleja sus estudios iniciales —y prematuros— en la Escuela Nacional de Bellas Artes, sus estancias en Cataluña y París, la experiencia cubista y el retorno a la tierra natal con la recuperación y amplificación de lo autóctono. El segundo segmento corresponde a las fotos históricas que reflejan la relación amorosa entre Diego y Frida Kahlo y pertenecen a la Casa Estudio San Angel, que ambos habitaron en el residencial y apacible barrio de Coyoacán, en el Distrito Federal, y que hoy es un museo que recibe cientos de turistas cada día. La tercera sección rescata algunos símbolos de la cultura popular mexicana articulados con vivencias personales del pintor, Así, por ejemplo, se presenta un altar de muertos en memoria de la pareja de artistas y se recrean los judas que se encuentran en la casa- taller.

    Autor de una obra monumental, Diego Rivera fue una figura central en la vida político-cultural mexicana entre las décadas del 20 y el 50. Sus primeras obras tienen una indudable marca paisajística, consecuencia de su aprendizaje con su coterráneo, el pintor José María Velazco. En 1907 cruza el Atlántico gracias al estímulo y el apoyo económico del gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, y en Toledo, España, se deslumbra con la pintura de El Greco. Dos años más tarde conoce a la pintora rusa Angelina Beloff, quien se convierte en su primera esposa.

    En 1910, Rivera elige como lugar de residencia Montparnasse, París, y se dedica a investigar las posibilidades expresivas y técnicas del cubismo. Pero se exilia en España durante la Primera Guerra Mundial y, una vez finalizada la gran contienda, regresa a la capital francesa para polemizar con Picasso, Braque y Modigliani, referentes insoslayables de aquella escuela de la vanguardia pictórica.

    Hay un hecho que termina por definir el abrazo de Rivera con el muralismo. Se trata de su viaje a Italia entre el 20 y el 21 cuando descubre los frescos del "quatrocento" y concibe la alternativa de pintar obras gigantescas, más acordes con la inmensidad de su territorio de origen.

    En 1922, el plástico comienza a trabajar en un primer mural que revela la gran influencia del arte medieval. Pero tendrá que esperar un par de años para liberarse y plasmar su pintura al fresco en la que conviven el constructivismo, la amplitud de los toscanos de 1400, la verticalidad de los trabajos de El Greco y los colores y texturas del arte popular mexicano. Todo, claro, con un sello propio e inédito para la historia del arte.

    La década del 20 es profusa en producción gráfica: Diego crea grabados, ilustraciones de libros, afiches. La Secretaría de Educación Pública y la escalera del Palacio Nacional —en la capital azteca— se convierten en la sede de sus murales.

    Claro que la creación artística no es el único objeto de su pasión. Su deseo puesto al servicio de la política y su gusto por las mujeres multiplican sus intereses. Se integra al Sindicato de Pintores creado por su compatriota David Siqueiros, funda el Partido Comunista Mexicano, rompe con él luego de conocer la Unión Soviética, viaja a Estados Unidos con Kahlo y prepara los murales del Detroit Institute of Art —una exaltación de la civilización tecnológica— contratado por Henry Ford. Tras un complicado paso por Nueva York —incluyó la figura de Lenin en un mural para el Rockefeller Center y lo destruyeron— retorna a México. Allí, retoma la pintura de caballete e inicia una serie de retratos de figuras emblemáticas. Diego se encuadra en la IV Internacional Socialista e invita a León Trotzky, escapado del régimen stalinista, a su casa. La muerte de Frida, en julio de 1954, lo sumerge en un estado de gran fragilidad. Enfermo, viaja a Moscú para tratarse, se casa con Emma Hurtado y pasa sus últimos días entre sus casas de San Angel y Acapulco.

    La realización de la Exhibición Diego Rivera arrancó ayer, un día después de que se celebre la fecha patria de México y podrá verse hasta el 28 de octubre.



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  • Título: Se abrió la muestra de Diego Rivera
    Autor:
    Fecha: 18/09/2001
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    Treinta y seis pinturas, fotografías y objetos componen la exposición dedicada al pintor mexicano Diego Rivera, que hoy abre sus puertas al público en la Fundación Proa, ubicada en el pintoresco barrio porteño de La Boca. La exposición, organizada con motivo del aniversario de la independencia de México, fue inaugurada anteayer por el presidente Fernando de la Rúa.

    Las pinturas permiten asomarse al Rivera que incursionó por el cubismo y más tarde se introdujo de lleno en las temáticas sociales y políticas de su tiempo. En el primer piso de PROA puede apreciarse una serie de 96 fotografías que recorren mojones de la vida de Rivera, en la que su tercera esposa, la célebre artista Frida Kahlo, tuvo gran presencia.

    La exposición permite apreciar el camino que siguió el pintor de Guanajuato con su arte, conocer imágenes de su vida y algunos de los iconos de la cultura autóctona mexicana que él trató de rescatar.

    La exposición consta de tres partes, de las cuales la más importante es el conjunto de 36 obras de la colección del Museo de Orizaba, en Veracruz. En estos trabajos se aprecian las diferentes etapas del artista: sus estudios en la Academia de San Carlos, su estancia en Cataluña (España) y en París, su experiencia cubista, su recuperación de lo autóctono mexicano y su vuelco al muralismo. Además, en una de las salas se ha montado un "altar de muertos" dedicado a Rivera y Kahlo, con imágenes de santos y objetos de su taller.



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  • Título: Diego Rivera o la reconstrucción de un relato
    Autor: Claudia Groesman
    Fecha: 18/09/2001
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    La muestra ensaya una topografía visual del itinerario de Rivera, una ruta por donde transitar que se imagina a sí misma homologando la propia mirada a la del artista. Encarnamos esta suerte de cámara subjetiva, descubriendo diferentes momentos de su producción, habitando un punto de vista que se transforma cada vez, que se bifurca y se continúa en el tiempo.
    Atravesando los espacios que separan una obra de otra, podemos intuir los pasajes, allí donde aparece el silencio. La organización de la muestra nos ofrece por corte momentos hilvanados en un suceder histórico, en el que confluyen y se entrecruzan discursos que construyen un cuerpo.
    El artista se sumerge en su tiempo abonando un territorio que se nutre de las corrientes vanguardistas para luego acreditarlo a la búsqueda de un decir propio. La serie de naturalezas muertas, los paisajes y los retratos dan cuenta de la retroalimentación entre la investigación plástica y las propias marcas, las heredadas de sus ancestros y de su cultura, que irán paulatinamente construyendo un estilo.
    El espesor de la búsqueda de Rivera se manifiesta en la articulación de la experimentación del lenguaje, la ocupación por retratar lo mexicano y el contenido ideológico de la obra, que encontrarán su síntesis en el muralismo, su devenir épico-monumental.
    Se nos ofrecen las piezas para armar el puzzle cronológico de imágenes: registros fotográficos de personajes, lugares, situaciones, retratos de Diego y Frida; en un plano que transcurre paralelo al de la obra y aporta datos objetivos de su vida privada y pública. Esta escritura fotográfica completa la ilusión de retomar con fidelidad el trayecto vital del artista.
    La fe con la que cada espectador participa de la reconstrucción del relato hace circular un espacio vacío, la pieza faltante por donde volver a inscribir el propio texto.



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