Presentación
La exhibición
Oponerse al sistema. Expandir los lenguajes artísticos. Investigar el mundo. Desde el sábado 23 de julio, Fundación Proa presenta Sistemas, Acciones y Procesos. 1965 – 1975, una exhibición internacional curada por Rodrigo Alonso, con el apoyo de Tenaris/Organización Techint.
Más de cien dibujos, pinturas, esculturas, fotografías, videos y registros de performances y acciones artísticas de un período histórico clave: las décadas del 60 y 70. Explosión creativa, intensidad política y redefinición del lugar del arte en la sociedad a la luz de diez años determinantes.
Diversidad de corrientes estéticas -arte conceptual, minimalismo, arte povera, performance, creación procesual- en una muestra que,según el curador, “llama la atención sobre un momento en el que las categorías estéticas se muestran insuficientes para caracterizar su amplitud y diversidad.”
Con trabajos capitales de Dan Graham, Carl Andre, Mel Bochner, Joseph Beuys, On Kawara, John Baldessari, Horacio Zabala, Víctor Grippo, Alberto Greco, Luis Benedit, Cildo Meireles, Juan Carlos Romero, Edgardo Vigo, Jaime Davidovich, Guillermo Deisler, Bruce Nauman, Alfredo Portillos, Claudio Perna, Graciela Carnevale, Antoni Muntadas, David Lamelas, Leandro Katz, Nicolás García Uriburu, Marta Minujín, Roberto Jacoby, Margarita Paksa y Raúl Escari, entre otros, Sistemas… traza un panorama exhaustivo de un momento central del arte del siglo XX.
El cuerpo. La irrupción de la tecnología y su diseminación. La centralidad de la política. La explosión urbana y la naturaleza como posibilidad: ejes temáticos que atraviesan las cuatro salas.
En 2010, Rodrigo Alonso investigó el proceso de internacionalización de artistas argentinos en la exposición de Proa Imán: Nueva York. Sistemas… pone en evidencia un movimiento posterior decisivo: la equiparación y convivencia de esos nombres con notables artistas de la escena mundial.
El lanzamiento de un notable catálogo con textos centrales que amplían la lectura curatorial, firmados por Lucy Lippard, John Chandler, Lawrence Alloway, Cristina Freire, Mel Bochner, Hélio Oiticica, Oscar Masotta y Ana Longoni, entre otros nombres, acompaña la exhibición.
Los sábados, Artistas + Críticos, el ciclo de visitas por la muestra a cargo de especialistas, suma la participación de voces fundamentales: protagonistas directos, curadores e investigadores.
En el marco de la exposición, el Coloquio Internacional Sistemas, Acciones y Procesos. 1965 – 1975 permite una pronunciada indagación en la problemática artística abordada. Con la visita especial del filósofo Hervé Fischer y el teórico Alexander Alberros, y la participación de Ana Longoni, Rodrigo Alonso, Cristina Freire y Fernando Davis, el encuentro brinda el sustento necesario para la reactivar los interrogantes más vigentes en torno al arte conceptual y sus múltiples derivaciones.
Pertenecientes a la colección Júmex de México, al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) y a colecciones privadas, las obras de Sistemas… abren un nuevo episodio en la revisión del arte del siglo XX, objetivo fundante de Proa, posible gracias a la voluntad de apoyo y experimentación de Tenaris – Organización Techint.
“Sistemas, Acciones y Procesos. 1965-1975” por Rodrigo Alonso
Fragmento del texto curatorial publicado en el catálogo Sistemas, Acciones y Procesos. 1965-1975:
“La década de 1960 ha pasado a la historia como una de las más intensas, controversiales y creativas del siglo veinte. En todos los ámbitos del pensamiento, la sociedad y la cultura se suceden crisis e innovaciones, cuestionamientos y rupturas. Al mismo tiempo, hay una suerte de retroalimentación entre las diferentes esferas del quehacer humano que promueve las interacciones y los cruces; así, una revolución en Cuba o una guerra de liberación en Argelia trastocan la reflexión filosófica, mientras un concierto de rock se configura como una rotunda manifestación política.
La renovación de las teorías marxistas impulsa la visión del capitalismo mercantil, el colonialismo remanente y el imperialismo político y cultural como los modelos de un sistema represivo, coercitivo y anulador de las potencialidades sociales, que deben ser combatidos y erradicados. La “lucha contra el sistema” se vuelve un imperativo para una juventud decidida a cambiar el mundo en la defensa de ideales comunitarios o de sus libertades individuales. Donde no hay lucha, hay por lo general resistencia. En todo caso, a lo largo de la década se desarrolla un malestar creciente hacia a los regímenes que buscan reconfigurar la vida social de acuerdo con las demandas de la producción industrial, el mercado, y unos poderes cada vez más alejados de las personas a las que supuestamente representan.
Las estructuras sociales examinadas por Karl Marx en su teoría política encuentran eco y continuación en las corrientes estructuralistas que se propagan por todas las áreas del pensamiento. Los ámbitos humanos son entendidos ahora como sistemas de relaciones basados en ordenamientos más o menos rígidos que determinan de manera precisa su funcionamiento. Para la lingüística, ya no interesa tanto el contenido de una proposición como el modo en que ésta construye sentido al cumplir con ciertas reglas de formación. Jacques Lacan sostiene que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, mientras Claude Lévi-Strauss analiza las sociedades no occidentales a partir de las distribuciones de parentesco que conectan a sus miembros. El estudio de las cárceles, los manicomios y los procedimientos médicos y judiciales lleva a Michel Foucault a proponer una teoría social basada en un complejo sistema de relaciones de poder. Estas estructuras que parecen gobernarlo todo son objeto de un análisis riguroso. En ellas se basa una nueva comprensión de la realidad que ya no se contenta con los datos manifiestos o la observación de hechos y fenómenos, sino que busca los mecanismos profundos que rigen el universo humano más allá de lo evidente.
Estos contextos encuentran correlatos en el terreno artístico, aunque de maneras muy diversas. Por una parte, se renueva el interés analítico –propio de las vanguardias de comienzos del siglo veinte– que conduce a los artistas a preguntarse por los mecanismos discursivos y significativos de su práctica, aunque sin la pretensión de validez universal que caracterizó a sus pares vanguardistas. Este vuelco hacia la investigación intelectual y metódica es al mismo tiempo una reacción contra la sobrevaloración del gesto y la subjetividad que caracteriza la recepción y estimación del expresionismo abstracto. Otro grupo de artistas se interesa por los sistemas, las relaciones y los procesos como vías para la indagación del mundo social, ante el creciente interés que despierta en ellos el panorama político de esos años. Finalmente, hay artistas que en su voluntad por posicionarse “contra el sistema” optan por una creación asistemática, supuestamente más libre, rechazando todo modelo o categorización.
(...)
Sistemas, acciones y procesos en los albores del conceptualismo
Para la historia del arte, los años que median entre 1965 y 1975 son los que dan comienzo y entidad al conceptualismo como categoría estética. Sin embargo, si se observa la multiplicidad y amplitud de la producción de aquellos días, no es difícil comprobar que éste es sólo un componente de una cartografía mucho más compleja que la que nos han legado las genealogías posteriores.
Una de las ausencias más notables en estos relatos son las conexiones. No sólo las que surgen de la coexistencia temporal de propuestas como el minimalismo, el arte cinético, el conceptualismo, la antiforma, el pop, la abstracción excéntrica y el arte povera, sino principalmente, las que los propios protagonistas establecen a la hora de formular sus ideas y prácticas. Así como Germano Celant se refiere implícitamente al minimalismo cuando habla de un arte industrial y “rico” contrapuesto a la estética povera, los artistas conceptuales citan con frecuencia a sus colegas minimalistas e incluso a pintores como Ad Reinhardt. Joseph Kosuth deriva una de sus observaciones más importantes sobre el conceptualismo a partir de la reflexión sobre una obra de Donald Judd,
“Podemos decir que, si uno de los cubos de Judd fuese visto, lleno de escombros, en una zona industrial, o simplemente colocado en la esquina de alguna calle, no sería identificado como arte. De lo cual se deduce que su comprensión y consideración como obra de arte es un a priori a su «contemplación» en tanto que obra de arte. Una información anticipada sobre el concepto de arte y sobre los conceptos del artista es imprescindible para apreciar y comprender el arte contemporáneo” (...)”
Curador
Rodrigo Alonso
Asistente de investigación
Jimena Ferreiro Pella
Coordinación - Producción
Maia Persico
Diseño expositivo y gráfico
Fundación PROA
Conservación
Teresa Gowland
Montaje
Soledad Oliva
Pablo Zaefferer
Educación
Paulina Guarnieri
Rosario García Martínez
Prestadores
Mel Bochner, Nueva York
Graciela Carnevale, Rosario
Centro de Arte Experimental Vigo, La Plata
Colecciones privadas, Buenos Aires
Colección Franklin Espath Pedroso, Río de Janeiro
Daros Latinamerica AG, Zurich
Jaime Davidovich, Nueva York
Mirtha Dermisache, Buenos Aires
Agnes Denes, Nueva York
Document-Art, Buenos Aires
Electronic Arts Intermix, Nueva York
Fundación Nicolás García Uriburu, Buenos Aires
Galería del Infinito, Buenos Aires
Henrique Faria Fine Art, Nueva York
Leslie Tonkonow Artwork + Projects, Nueva York
Nara Roesler, San Pablo
Carlos Ginzburg, Rueil-Malmaison
Roberto Jacoby, Buenos Aires
Juan Downey Foundation, Nueva York
La Colección Jumex, México
David Lamelas, Buenos Aires
Leopoldo Maler, La Romana
Marta Minujín, Buenos Aires
Antoni Muntadas, Barcelona
Museu d’ Art Contemporani de Barcelona (MACBA)
Margarita Paksa, Buenos Aires
Alfredo Portillos, Buenos Aires
Juan Carlos Romero, Buenos Aires
University of Iowa, Iowa
Horacio Zabala, Buenos Aires
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