Prensa Publicada
El alemán Thomas Struth (1954), uno de los fotógrafos más brillantes del circuito internacional, llegó el viernes pasado a la Fundación Proa para hablar sobre su obra durante un extenso y distendido encuentro con críticos y artistas, que comenzó en el Auditorio y se prolongó durante una comida. Struth expone desde mayo«Espacios urbanos» en Proa, junto a sus pares de la famosa Escuela de Düsseldorf (Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff) y comenzó por mostrar una secuencia de paisajes, algunos intensos, como un amanecer en Times Square.
La imagen exhibe el primer edificio que cambió la inmensidad de un muro exterior por una pantalla, ubicado en medio del enjambre de carteles luminosos que configura la identidad del lugar. Después habló de sus retratos, entre ellos, una serie de personajes que miran durante determinado tiempo a la cámara, al estilo de los deAndy Warhol, y familias enteras posando frente a su lente.
Si bien los nítidos paisajes y los retratos del alemán son estupendos, el encuentro dejó en claro la importancia crucial que tuvo para la carrera del artista la concepción de una buena idea. Se trataba de una gran idea en realidad, que consistió en retratar las grandes pinturas que pueblan los museos del mundo mientras son admiradas por el público. Sencillamente, Struth contó que en 1987, cuando retrató a un historiador del arte frente a una serie de pinturas, se le ocurrió unir la fotografía con la pintura.
Luego, en 1988 y en la blanca sala de un museo de Nápoles, tomó una foto de unos restauradores junto a unas grandes pinturas. Esta imagen es un verdadero anticipo de las que vinieron después. Es decir, el artista ya había pasado del blanco y negro al color, y el tamaño de las fotos comenzó a asemejarse al de las grandes pinturas del Louvre, adquirió la medida de las obras de culto, de las verdaderas obras maestras del arte con calidad «museo», como «La balsa de la medusa» de Géricault -que es una de sus imágenes más logradas-, rodeada de gente que la observa de espaldas a la cámara.
Cuando relató su gira interminable por los museos del mundo, señaló que «la cuestión era esperar frente a los cuadros». A partir de esta serie cuyas variaciones están impuestas por la gestualidad de un público más o menos numeroso, comenzó a mostrar sus trabajos en los museos, a poner un espejo delante de los ojos de los protagonistas de sus escenas.
Una toma de «La libertad guiando al pueblo» de Delacroix, rompe sin embargo con la calidez de casi toda la serie. La famosa pintura fue prestada por el Louvre a un museo de Tokio que la exhibió detrás de un vidrio, y la imagen ostenta el aspecto de una fría pantalla, sensación que lejos de contrarrestar, acentúan las siluetas amontonadas del público.
Más adelante, Struth decidió abstraer las obras de arte y enfocar tan sólo a los espectadores que las miran. Le dedicó su primera toma al público que enfrenta el «David» de Miguel Ángel. Denominó «Audiencia» esas imágenes que exploran la dinámica que entabla el público con las obras, cuyo rebuscado objetivo «es que la obra mire a la gente que la va a ver». Entretanto, mientras el sentido de sus obras se complejiza, su trabajo también demanda una elaborada producción, con museos a su disposición durante toda una jornada de trabajo y más de un centenar de extras posando para él.
Con una honestidad intelectual digna de subrayar, casi al final de su exposición Struth mostró unas imágenes recientes de diversas junglas del mundo, explicó entonces que quería mostrar espacios «llenos», donde no existiera el más mínimo vacío, y destacó además la necesidad de «tener paciencia». «Creo que no es necesario inventar algo extraño ni plantearse: ¿qué idea se me puede ocurrir ahora?,» concluyó.Un encuentro interesante con Marcos López y Valeria Gonzalez, y sus miradas acerca de las fotografías de los cinco artistas alemanes que exponen en Fundación Proa.
Caminito y sus Maradonas azules y amarillos. Perros que toman mate vestidos para bailar un tango. En un bar de Gualeguaychú, una mesera en chancletas le sirve una cerveza caliente. Facundo: civilización y barbarie. Sandro y su cumpleaños llenos de bombachas. Un poster de Fernando Peña y las diferencias del cursi y del pardo ¿Cuarto, habitación o pieza? ¿Colorado, rojo o bermellón?...
Espacios Urbanos propone una mirada conceptual acerca de las ciudades contemporáneas del mundo. La muestra exhibe las fotografías de Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth, todos de la Escuela de Düsserldorf. Los fotógrafos alemanes reconocen la fuerte influencia del taller de Bernd y Hilla Becher, aunque, en algún momento, se separaron de sus maestros, y comenzaron a hacer fotografías grandes, o “grandes fotografías” como prefiere llamarlas Valeria González. La inmensa escala, según González, funciona como contenido y como sentido, ya que el tamaño resurge como un elemento retórico.
No hay hechos, sólo hay interpretaciones dice el filósofo que busca el aire cortante de las alturas. En el ciclo de charlas Fotografías por Fotógrafos, Marcos López y Valeria González ofrecieron un recorrido posible a las imágenes de la muestra: los conceptos profundos y teóricos de González se encontraban con la provocación “salvaje” de López, quien reconoció que en sus trabajos intenta hacer lo opuesto a lo que se ve en las fotografías de los artistas alemanes. Marcos López no cree en las escuelas y las palabras “Escuela de Düsserldorf” le resultan un tanto extrañas, ya que sus nutrientes expresivos provienen más de Antonio Berni, Gabriel García Márquez y Ramona Galarza que de otros fotógrafos.
“Mi foto del asado, perdón, mi famosa foto del asado, se me ocurrió una vez que estaba en la Bienal de Valencia y vi Gursky, Sugimoto y dije ¡Guau! Cuando vuelva a Argentina, hago una foto del asado que le conteste a todos estos tipos. O sea, que mi sensación emocional con estas obras, al principio, es de una frialdad que, en general, me quedo afuera”. Uno de los ejes de su poética es el complejo de inferioridad Norte-Sur, el resentimiento provinciano y la periferia. Se siente como un salvaje hablando de una muestra que representa lo más sofisticado de Europa. Su visión, aclaró, es la de un artista o de un espectador, “porque decir como colega me da hasta como vergüenza”.
Marcos explota sus complejos: “Esta foto hecha por estos superstars, que en mi imaginación son como superstars, inalcanzables, el alemán como cultura inalcanzable. Toda esta especie de fantasmas infantiles yo los conservo en una especie de cofrecito a la hora de crear”. Le impresiona el rigor técnico de las imágenes y no deja pasar su asombro acerca de lo que sucede con la fotografía en el mercado del arte: “Toda la cuestión de mercado del arte contemporáneo y todo lo que está alrededor de eso que es algo extrañísimo, digamos, ésto vale 850 mil euros, entonces, eso en un lado importa”. De todos modos, González intervino y aclaró que el éxito de mercado no alcanza como validación estética.
El fotógrafo argentino siguió: “Como que el fotógrafo se hace el tonto, no hay, perdón por citarme, lo contrario de mis fotos es que yo trato todo el tiempo de estar como un empalagamiento autoral, casi como una jalea. Leonardo Favio más Ramona Galarza, más todo junto”. Más Sandro, completó alguien del público. Si Escuela de Düsserldorf quiere decir algo, completó González, el rasgo en común de los artistas es la objetividad, más allá de los estilos diferenciados: “La objetividad es un estilo artístico que uno define como objetividad en comparación a otros estilos visuales, como por ejemplo al estilo de Marcos López. No es la realidad tal cual es, es lo que quiso decir el fotógrafo y ahí estéticamente, éticamente y políticamente todo cambia”.
La procesión caminó hacia la sala donde están colgadas las fotos de Candida Höfer y todos se detuvieron frente a las fotografías que realizó del Congreso y La Casa Rosada de Buenos Aires. Valeria González explicó que Höfer utiliza la perspectiva centralizada, propia de los artistas del Renacimiento, lo que le proporciona una fuerte credibilidad a las fotografías, a pesar de que las imágenes estén llenas de artificios. Candida Höfer toma determinados espacios interiores donde se forma el capital simbólico de estas ciudades y, por lo tanto, “la naturalización de esos espacios tiene que ver con la naturalización de la producción del capital simbólico”.
Pero Marcos López no puede dejar de pensar en colores estridentes, en reinas populares y en íconos criollos reinventados. Argentina tiene choripanes con salsa criolla. Casi que pidió disculpas por pensar en la muestra como en ir a comer al Hotel Faena. Según Marcos, hay algo de obscenidad en la pulcritud de las imágenes y prefiere volver a la comparsa: “Vuelvo a ese bar con el mantel pegajoso, con una camarera en chancletas y me detengo en la poética de esa ojota con la uñita un poco sucia. Como una especie de resguardo poético de mi pobre corazón a este desmedido elogio de la desigualdad del mundo. Me agarra como una cosa setentista, vayamos a las villas a hacer la revolución compañeros, una cosa totalmente inadecuada”.
Con un tono menos provocador, Valeria González resaltó la importancia de aprehender la muestra de los artistas alemanes desde la mirada latinoamericana. El éxito de los artistas alemanes, explicó, radica en que son los que más eficazmente lograron representar el concepto de ciudad globalizada y la constitución de las subjetividades contemporáneas. En este sentido, la idea del no lugar, la ubicuidad del lugar, la frialdad, la indiferencia y el anonimato quieren decir algo. Además, rescató el hecho de que “Asado en Mendiolaza” del fotógrafo argentino esté inspirada en “La última cena” de Hiroshi Sugimoto, ya que la muestra alemana puede ser una motivación: “Es importante que con estas actividades nos apropiemos de esta muestra, para que no sea solamente una muestra, para que sea una muestra nuestra. No importa que los artistas sean alemanes, Proa es nuestro y esta muestra es nuestra”.
Marcos López recordó un encuentro que tuvo con García Márquez. El escritor colombiano le compartió sus fantasmas: “Una noche llaman a mi casa a las cuatro de la mañana, atiende mi mujer el teléfono y le hablan en inglés y le dicen, Señora, su marido ganó el Premio Nobel. Y ella le dice, che, te ganaste el Nobel. Y el tipo dice que lo primero que pensó es los engañé, se las vendí”.
La fotografía de cierre de Espacios Urbanos pertenece a Thomas Ruff, a quien le es completamente indistinto hacer la fotografía o apropiarse de una imagen preexistente para, luego, resignificarla. “Además de revelar la naturaleza del código, genera una suerte de efecto estético fallido, porque es como si se estuviera refiriendo a la atmósfera borrosa de las fotografías artísticas, o pretendidamente artísticas, como un puro efecto mecánico de un código”, opinó Valeria González. Y, agregó, que la fotografía da a entender que la vivencia de las ciudades en la cultura globalizada pasa más por Internet que por la experiencia directa de viajar.
¿Ves? Una de las cosas más interesantes que tiene la fotografía es que te permite pensar sobre otras cosas, los vínculos, cómo es la ciudad en qué vivís, cómo te relacionás con la naturaleza. Para mí, la fotografía es una herramienta filosófica”, dijo Thomas Struth (Gelden, Alemania, 1954) apenas se apagó el grabador. Y el comentario resultó de lo más apropiado para sintetizar la charla con Crítica de la Argentina y el eje de su obra: la relación entre las personas y los entornos.
Struth es uno de los referentes internacionales de la foto contemporánea. En la década de 1970, empezó a estudiar pintura y luego se inscribió en el curso de fotografía de Bernd e Hilla Becher en la Escuela de Düsseldorf, ciudad en la que aún vive.Curada por Ludovico Pratesi, investigador y especialista en fotografía, la muestra propone analizar la transformación del concepto de ciudad en la cultura contemporánea a través de las ideas e imágenes producidas por los cinco notables fotógrafos alemanes, integrantes de la denominada Escuela de Düsseldorf.
La exposición presenta 45 obras realizadas desde los tempranos años ‘80 hasta la actualidad. El diseño expositivo propone un recorrido a través de las primeras obras que los artistas realizaron en conjunto -cuando eran compañeros en Düsseldorf- y una selección de sus trabajos individuales, en la que se distinguen sus propios estilos, hasta llegar a las producciones más recientes.
La selección de obras es resultado del diálogo entre los artistas y el curador, y muestra cómo cada uno entiende de diferente manera la relación con el espacio urbano. Es la primera vez que Andreas Gursky*, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth son invitados a reflexionar acerca de un tema común –la ciudad.
En la exhibición, se pueden ver obras maestras, como “May Day IV”, de Andreas Gursky, o las fotografías que Candida Höfer tomó en Buenos Aires. También se exponen otros trabajos menos conocidos que muestran el período de formación de los cinco artistas, cuando eran alumnos de Bernd Becher, profesor de fotografía en la Academia de Düsseldorf. El conjunto de obras se conformó gracias a préstamos de los propios artistas, museos, instituciones de arte y coleccionistas privados.
La gran repercusión del trabajo de estos artistas en el contexto global se debe a la renovación que produjeron en la tradición del concepto y el lenguaje de la fotografía, no sólo a través de sus imágenes a gran escala y en monumental formato, sino también por el tratamiento conceptual que presentan.
Durante los años ‘80, sus maestros Bernd e Hilla Becher les transmitieron la importancia de la ciudad como tema de reflexión artística. Posteriormente, cada uno fue elaborando un estilo propio, al compás de los drásticos cambios que la globalización produjo en las culturas urbanas. Sus imágenes, producidas en diversos sitios del mundo, combinan el detalle de lo local con los sentimientos y las vivencias que son comunes a las sociedades contemporáneas. La Escuela de Düsseldorf se convirtió en un referente indiscutible en el panorama de la fotografía y el arte actuales.
Con motivo de la exhibición, los artistas Candida Höfer, Thomas Struth y Axel Hütte vendrán a Buenos Aires y realizarán presentaciones de sus obras para el gran público. Además, la exposición está acompañada por un programa de actividades paralelas, que se desarrollará en el Auditorio de Fundación PROA, presentado por el Goethe-Institut.
www.proa.org
*A mediados de 2007, la fotografía “99 Cent II” de Gursky, fue subastada por Sotheby’s, en Londres, por la suma de 3,3 millones de dólares, precio jamás alcanzado en la historia por ninguna obra fotográfica.Cinco miradas sobre la ciudad global.
Fundación Proa abre sus puertas nuevamente y ofrece, hasta el 30 de agosto, una exhibición única a nivel internacional. Por primera vez se reúne a los primeros egresados de la cátedra de fotografía de la Escuela de Düsseldorf –Candida Höffer, Thomas Ruff, Thomas Struth, Axel Hütte y Andras Gursky- bajo un mismo tema: los Espacios Urbanos. La exhibición, curada por el romano Ludovico Pratesi, retrata la evolución de la ciudad desde los años `80 hasta nuestros días, bajo la mirada de estos cinco gigantes de la fotografía contemporánea.
En términos curatoriales, la primera sala los reúne a todos como alumnos del matrimonio Becher. Bern Becher estaría a cargo de la cátedra de fotografía en la Academia de Artes de Düsseldorf a partir de 1976, y ellos entrarían en contacto con su esposa Hilla durante las correcciones en conjunto que harían de sus trabajos, en la casa de este reconocido matrimonio de fotógrafos.
Los Becher, cuyas fotografías no se encuentran incluidas en las salas de esta exhibición -no obstante, son fundamentales para comprender la producción de Höffer, Ruff, Struth, Hütte y Gursky-, se caracterizaron por fotografiar a partir de 1957 cierta arquitectura industrial ubicada en la Cuenca del Ruhr, próxima a ser demolida en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Su trabajo se definiría, entonces, por una fuerte voluntad documental (estimulada en gran parte, por la enorme influencia que tuvo sobre ellos la fotografía de August Sander), y el abandono de cualquier tipo de expresividad que exceda el motivo fotografiado. Los días nublados eran los más apropiados para capturar estas imágenes, de manera
tal que no se generaran sombras ni se alterara la absoluta claridad de la línea de contorno del objeto. Esto último, junto con la elección del blanco y negro, eran características que sellarían el compromiso de los Becher con la fotografía como medio, invocando su función tradicional de archivo, apelando a una memoria colectiva. Es así como silos, molinos, etc., (fotografiados con cámaras de placa), eran aislados de su contexto, exaltando así cierto aire escultórico, e inmortalizándolos y tiñendo indudablemente a estas imágenes de un dejo melancólico.
Estos profesores transmitirían un método basado en tres directivas, para que sus alumnos adquirieran un lenguaje propio, que consistirían en lo siguiente: que se limitaran a la elección de un tema, preferentemente vinculado al espacio urbano o arquitectónico; que adoptaran un estilo uniforme (en lo posible, que primara la frontalidad y estaticidad de la toma); y por último, que generaran un gran número de imágenes. Lo cierto es que a partir de ello, efectivamente, cada uno trazaría su propio camino.
Todos ellos se volcarán al gran formato entre finales de los años ´80 y principios de los 90. Pero la espectacularidad de estas imágenes no se debe exclusivamente al tamaño efectivo de la fotografía, sino que además tiene que ver, en la mayoría de los casos, con una voluntad de retratar espacios inmensos, casi imposibles de aprehender por el ojo humano: una gran imagen que funcionará en tanto tal, previo al gran formato, como en Shwimmbad Teneriffa (Gursky, 1987), ubicada en la sala 1. Indudablemente, de esto se trata la fotografía, como diría Benjamin: de captar aquello que el ojo humano y la mente no podrían retener jamás en un solo vistazo.
Es así como, frente a May Day (2000) de Adreas Gursky, podemos preguntarnos ¿qué vemos?, y como seres humanos seremos capaces de responder lisa y llanamente “gente”, “una multitud”, “una gran masa”. Jamás diremos que una de las tantas personas susurra algo a otra al oído, mientras que otra más lejos alza sus manos en éxtasis, al tiempo que otra toma agua de una botella. La posibilidad de una visión micro-macro que nos brinda la fotografía de Gursky, nos permite apreciar desde lejos a sus trabajos como grandes composiciones, casi pictóricas, casi abstractas, mientras que desde cerca, esta visión-máquina que nos presenta, esta mirada imposible al ojo humano por la inmensidad de una aparente toma única (aérea, distante), nos ofrece detalle por detalle cada situación, cada persona que compone, casi como en un pattern, un gran entramado humano. Se trata de un artificio, una construcción, un rejunte de espacios y tiempos que, en un gran trabajo de postproducción, imitan o continúan el trabajo de un disk jockey cuando hace música: la repetición del mismo motivo. Las personas se repiten una y otra vez: Gursky retrata la subjetividad postmoderna en su estado puro, enmarcada en los nuevos ámbitos de sociabilidad, rituales de la ciudad contemporánea que transforman el día del trabajador en una gran fiesta de música electrónica.
Frente a esta fotografía, nuevamente, otra pregunta: ¿dónde es esto? Y la siguiente: ¿importa dónde es? Y es que una característica de estos nuevos rituales que Gursky compone con sus fotografías por medio de la manipulación digital (separándose así del método Becher, sin dudas, el más rebelde de los cinco), es su aspecto global, desterritorializado. Esto no solamente está aludido en la ausencia de una referencia espacial en el título, sino en la misma fotografía. El recorte que implica la toma fotográfica está hecho sobre la misma gente, no hay referencia espacial alguna: no hay piso, no hay techo. Vista desde lejos, la fotografía se convierte en una gran composición planimétrica. La gente deviene en manchas, y los colores de la vestimenta son retocados, generando un equilibrio casi pictórico, y dirigiendo (¿manipulando?) la mirada del espectador (y su credibilidad), hacia el centro de la imagen.
Las fotografías de Thomas Struth son las más “urbanas” que podemos encontrar en la exhibición. Sus imágenes presentan una voluntad de retratar los diversos tipos de urbanidad del mundo global (retratando las ciudades de Shangai, Las Vegas, Mongolia, Lima, Hong Kong), sin descuidar jamás la composición, rasgo que indudablemente pone en evidencia sus antecedentes como pintor. Es esta composición que Struth busca, la que nos habla de manera crítica acerca de las diversas formas que tiene la ciudad de avanzar sobre el paisaje, y de relacionarse con el entorno natural. Desde la ciudad que avanza de manera dramática, opresiva sobre un desierto lejano (Manzhouli, Inner Mongolia, China, 2002), pasando por la arquitectura precaria que se adapta y se funde con su entorno (Cerro Morro Solar, Lima, Perú, 2003); hasta la ciudad de Hong Kong, en donde el único paisaje que podemos encontrar es el urbano, compuesto por edificios desarmables y arquitecturas itinerantes (Chanel Mobile Art 2, Hong Kong, 2008).
Los códigos de lectura de la pintura son retomados también por Candida Höffer, pero esta vez no de la pintura abstracta que podemos encontrar en los trabajos de Gursky, sino de la renacentista: es la perspectiva, que se repite en todas sus imágenes. A esta artista se le dedica una sala entera en el espacio de la Fundación Proa, por ser la única que fotografió la ciudad de Bs. As. (2006). La ausencia también es un punto fuerte en los trabajos dispuestos en la sala 3. Höffer llegó a afirmar que no quiere molestar a las personas cuando fotografía los espacios interiores, por eso los prefiere vacíos. Pero sin darse cuenta estos lugares de poder inmortalizados en tomas frontales y estáticas, presentados, exhibidos como están, evocan una fuerte presencia. Todos están preparados para recibir gente. Los espacios jamás son intervenidos por la fotógrafa, quien los captura tal y como los encuentra (un trabajo casi arqueológico, muy becheriano, podríamos decir).
La sala 4 está compartida por dos fotógrafos que llevan a cabo búsquedas diferentes. Por un lado encontramos a Thomas Ruff, el más conceptual de los cinco, en términos clásicos: entre otras búsquedas, lleva a cabo procedimientos de apropiación de fotografías que él no toma, sino que las saca de Internet. Una de sus series, titulada de JPEGs, se compone de fotografías pixeladas, tanto de imágenes de tragedias, como de jardines anónimos o paisajes “intrascendentes”, fotografiados por otras personas. Aquí cabría hacernos una pregunta tramposa, pero que a la vez define la voluntad del artista: ante estas imágenes, ¿qué vemos? ¿Un paisaje o tragedia, o simplemente píxeles? De eso se trata. Lo que Ruff intenta poner en primer plano, descontextualizando estas imágenes (quitándolas de su entorno original, Internet, o del periódico en el caso de sus producciones de la década del ´80), sumado al proceso de ampliación de las mismas, es poner en evidencia al medio fotográfico en tanto tal. Thomas Ruff reflexiona, entonces en torno al código fotográfico como medio de construcción de una realidad, que conlleva necesariamente un dispositivo técnico entre el fotógrafo y el motivo a fotografiar. Sus imágenes no son jardines ni tragedias, sino reflexiones acerca de dichas construcciones codificadas, técnicas.
Axel Hütte presenta, en los ejemplos que se enfrentan en la misma sala a la obra de Ruff, una búsqueda muy distinta, que en algunas de sus fotos se vuelve radicalmente visual, pictorialista. En este sentido, se separará ampliamente del método de los Becher, de quienes -en una charla con el Curador Ludovico Pratessi en el marco de esta exhibición-, rescató la transmisión de una disciplina, del trabajo inagotable que les ayudó a desarrollar su propio camino. Hütte buscará retratar los no lugares, aquellos rincones de la ciudad olvidados por la mirada “turística”. Imágenes que perturban a un espectador que se sentirá perdido al presenciar una fotografía de Las Vegas (Las Vegas, Caesars Palace, 2003), en la cual se ve, como elemento predominante, un inmenso cuadrado negro: bajo la mirada de Hütte, la oscuridad reina en la ciudad más iluminada del mundo.
En un tour por la ciudad de Buenos Aires, Hütte fue un pasajero difícil de conformar. No buscó los lugares típicos de la ciudad (a no ser por sus ansias de conocer el Café Tortoni, y su fascinación por la cantidad de panaderías-confiterías que le causaron la impresión de plagar el centro porteño), sino que preguntó por edificios (como el del Yacht Club Argentino), casi abandonados o venidos a menos. Nuevamente, la búsqueda del lugar olvidado, casi como si en ellos pudiéramos encontrar el verdadero espíritu o la verdadera historia, inmortalizada, detenida por la indiferencia. Es en el rescate de este abandono donde radica la originalidad de las fotografías de Hütte, y su voluntad de dejar libre la imaginación del espectador, sin relatos históricos o sentidos pautados.
En la Fundación Proa se exhibe una muestra de fotografía conceptual que busca ser una crítica a la ciudad contemporánea, conjugando elementos de la fotografía documental clásica alemana con experimentación pura en la exposición de tomas y su posterior tratamiento digital.
Pero lo que primero llama la atención es el tamaño gigante de las copias expuestas en las nuevas salas de La Boca; luego, su frialdad:tomas desde perspectivas donde la gente se vuelve anónima; imágenes anodinas de ciudades que podrían ser cualquiera; detalles parciales de fábricas, oficinas, espacios culturales olvidados, que algunos interpretan como visiones apocalípticas de lo que vendrá, o de una objetiva realidad.
Curador
Ludovico Pratesi, con la colaboración de Benedeta Carpi di Resmini
Coordinación de la exhibición y del catálogo
Camila Jurado
Aime Iglesias Lukin
Consultora invitada
Valeria González
Organización, producción, diseño expositivo y gráfico
Fundación Proa
Auspicia
Tenaris - Organización Techint
Con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina
La exposición
A partir del sábado 30 de mayo y hasta el 30 de agosto, FUNDACION PROA presenta la exhibición Espacios urbanos: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth. Curada por Ludovico Pratesi, investigador y especialista en fotografía, la muestra propone analizar la transformación del concepto de ciudad en la cultura contemporánea a través de las ideas e imágenes producidas por los cinco notables fotógrafos alemanes, integrantes de la denominada Escuela de Düsseldorf. La exposición presenta 45 obras realizadas desde los tempranos años 80 hasta la actualidad. El diseño expositivo propone un recorrido a través de las primeras obras que los artistas realizaron en conjunto -cuando eran compañeros en Düsseldorf- y una selección de sus trabajos individuales, en la que se distinguen sus propios estilos, hasta llegar a las producciones más recientes. La selección de obras que se presenta en FUNDACION PROA es resultado del diálogo entre los artistas y el curador, y muestra cómo cada uno entiende de diferente manera la relación con el espacio urbano. Es la primera vez que Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth son invitados a reflexionar acerca de un tema común -la ciudad-, pero interpretado de manera diferente.
En la exhibición, se podrán ver obras maestras, como May Day IV, de Andreas Gursky, o las fotografías que Candida Höfer tomó en Buenos Aires. También se verán otros trabajos menos conocidos que muestran el período de formación de los cinco artistas, cuando eran alumnos de Bernd Becher, profesor de fotografía en la Academia de Düsseldorf. El conjunto de obras se conformó gracias a préstamos de los propios artistas, museos, instituciones de arte y coleccionistas privados. La gran repercusión del trabajo de estos artistas en el contexto global se debe a la renovación que produjeron en la tradición del concepto y el lenguaje de la fotografía, no sólo a través de sus imágenes a gran escala y en monumental formato, sino también por el tratamiento conceptual que presentan. Sus trabajos recrean un universo propio y definido, y se concentran en la interrelación que existe entre el hombre y el espacio que lo rodea, con todas las implicancias antropológicas y socioculturales que acarrea.
Durante los años ‘80, sus maestros Bernd e Hilla Becher les transmitieron la importancia de la ciudad como tema de reflexión artística. Posteriormente, cada uno fue elaborando un estilo propio, al compás de los drásticos cambios que la globalización produjo en las culturas urbanas. Sus imágenes, producidas en diversos sitios del mundo, combinan el detalle de lo local con los sentimientos y las vivencias que son comunes a las sociedades contemporáneas. La Escuela de Düsseldorf se convirtió en un referente indiscutible en el panorama de la fotografía y el arte actuales.
La muestra está auspiciada por Tenaris y la Organización Techint, y cuenta con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina.
El catálogo
El catálogo, de 200 páginas con fotografías a gran formato de las obras exhibidas y de referencia, se convierte en una de las primeras publicaciones en español sobre este grupo de artistas, con su correspondiente traducción al inglés.
Cada artista cuenta con un apartado especial, en el que se incluyen una entrevista inédita, una pequeña reseña biográfica y la bibliografía. Los ensayos críticos de los notables Armin Zweite, Paolo Perulli y Valeria González, junto con el del curador Ludovico Pratesi, dan cuenta de las contradicciones y la problemática de la ciudad contemporánea, la historia de la Escuela de Düsseldorf, la influencia de sus integrantes en el contexto global de la expresión artística y su aporte a la revolución en la fotografía.
Auditorio
La exposición está acompañada por un programa de actividades paralelas, que se desarrollará en el Auditorio de FUNDACION PROA.
La exhibición Espacios Urbanos: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth estará abierta al público a partir del sábado 30 de mayo de 2009.
Fundación Proa Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Buenos Aires.
[54.11] 4104 . 1000
De martes a domingo de 11 a 19 horas.
Fundación Proa presents the exhibition Urban Spaces: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth. The show analyzes the evolution on the concept of the city in contemporary culture through the ideas and images produced by the artists of the so called Düsseldorf School of Photography: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff and Thomas Struth.
Curated by Ludovico Pratesi, in collaboration with Benedetta Carpi De Resmini, the exhibition is composed by 45 works produced from the early eighties until recent times. It is designed to take the visitor first through the artists' early works -those produced during their formative years- and continuing with their most recent body of work, in which an individual selection from each artist emphasizes their stylistic differences and personal characteristics.
Gursky, Höfer, Hütte, Ruff and Struth were invited to reflect of a common theme -the city-. The works exhibited are the result of the close dialogue between the artists and the curator, and depicts the different interpretations and relation each artist has with the urban space. "The exhibition includes some of the artists' master works. At the same time, in the selection made with Höfer there are some important shots taken in Buenos Aires -where the exhibition is displayed-, a city which fascinated and interested her in a very special way", explains the curator Pratesi.
In the exhibition catalogue, a bilingual publication (Spanish - English) of 200 pages, each artist counts with a special section that includes an unpublished interview, a biography and the exhibited works. The catalogue also includes critical essays by curator Pratesi and art critics such as Armin Zweite and Pablo Perulli -published in Spanish for the first time-, and Valeria González. For further information about the catalogue: Contacter
"This exhibition is part of the cultural program of Fundación Proa, in which we present different disciplines of current contemporary art. In the same way that we once organized exhibitions of photographers Andrés Serrano or Sebastián Selgado, we now considered that bringing works of these five artists of the Düsseldorf School was practically inevitable within the international contemporary context", explains Adriana Rosenberg, director of Proa.
Se muestran desde sus primeros trabajos prácticos para el Instituto en blanco y negro, hasta las últimas obras que explotan al máximo las potencialidades de la cámara. Los curadores de la muestra son Ludovico Pratesi y Benedetta Carpi De Resmini. La exhibición está muy bien lograda y sobretodo aprovecha las ampliaciones y remodelaciones que se realizaron en la fundación en el último año. La exposición se muestra en cuatro salas finalizando en la biblioteca/librería. Recomiendo tomarse el tiempo para subir al último piso donde se encuentra la cafetería. Poder tomar un café en la terraza y admirar la vista del Riachuelo y Caminito es impagable.
Toten Hosen, 2000En relación a las fotografías todas abordan el tema de la ciudad y sus perspectivas. Es muy interesante la propuesta de cada fotógrafo.
Andreas Gursky trabaja los espacios, sus dimensiones y el hombre. Es impresionante el retrato mural que tiene de un público en un recital de Die Toten Hosen.
Plakat III, 1996-1997Thomas Struth por su lado contrapone los paisajes naturales y artificiales en una misma foto. Además pone de manifiesto la arquitectura de las grandes ciudades como edificios genéricos que puedan representar cualquier parte del mundo.
Axel Hutte es casi un especialista en fotos nocturnas. Tiene unos trabajos de iluminación que dejan fascinados a cualquiera. Con la misma logra generar el efecto de espejismo en el mismo papel, lo cual genera la sensación de fantasía en quien lo mira.
Candida Hofer trabaja con espacios amplios que están pensados para recibir muchas personas, pero que en el momento de la fotografía están vacíos. Juega con los conceptos de lleno y vacío en una supuesta inmensidad. No se pierdan las fotos tomadas en Bs As!
Thomas Ruff se destaca por jugar con el collage fotográfico. En lo personal me pareció increíble la foto titulada “Plakat III”. Es un fuerte contraste entre los grandes edificios alemanes construidos bajo el gobierno de Helmut m.d.p.n. 06, 2002Kohl, y la catedral de Rio de Janeiro. La imagen tiene una fuerza aplastante y el mensaje es muy directo.
Sin duda alguna es una muestra que cualquier estudiante de arquitectura puede sacarle el jugo al máximo, aunque realmente les recomiendo a todos que vayan. En especial los domingos: a eso de las cuatro o cinco de la tarde arranca una visita guiada que la da un chico Colombiano. Lamentablemente no le pregunte el nombre, pero si lo pueden encontrar les va a gustar ya que explica muy bien y logra dar una idea más acabada de los mensajes y metodología de cada autor.
Ah! Un último consejo: la entrada está $10 pero si llevan libreta universitaria sale $6. Así que no sean vagos, vayan, paguen barato y disfruten!.
Blog Mariana Berstein – 13/07/2009
Del Sábado 30 de mayo hasta el 30 de agosto de 2009
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929
La Boca, Caminito
[C1169AAD] Buenos Aires
Argentina
-
T [54.11] 4104.1000
E info@proa.org
-
De martes a domingo
11 - 19 hrs.
Lunes cerrado.
Candida Höfer
Candida Höfer (Eberwalde, Alemania, 1944), una de las figuras más representativas de la fotografía alemana, está centrada desde hace tres décadas en la realización de un extenso cuerpo de imágenes sobre interiores de edificios, preferentemente de uso público o semipúblico. Son fotografías de bibliotecas, museos, iglesias, archivos, palacios o bancos, realizadas cuando ha cesado toda actividad y se encuentran vacíos.
Su método de trabajo, que ofrece una enorme continuidad a lo largo del tiempo, es de un gran rigor formal, tanto en la composición como en el tratamiento de la luz. La aparente austeridad de sus imágenes encierra una compleja lectura de la arquitectura en relación con sus usos y funciones actuales, así como una reflexión sobre la historia de la cultura a la que están estrechamente ligados los espacios que fotografía.
Thomas Ruff
Fotógrafo alemán. Entre 1977 y 1985 estudia en la Academia de Arte de Dusseldorf. La fotografía de Ruff se caracteriza por su persistente experimentación en torno a las propiedades del medio. Se aleja de la fotografía documental pues es consciente de que la fotografía sólo puede alcanzar la superficie de las cosas. Por ello presta especial atención a la manipulación de esa imagen ya obtenida, es decir a la postproducción.
Su relación con la arquitectura se inicia a raíz de sus trabajos con fotografías de viviendas sociales alemanas durante la década de los ochenta. En 1992 comienza a colaborar con el estudio de arquitectura de Herzog y Meuron, fotografiando sus edificios y estudiando su interacción con el entorno. Sus imágenes arquitectónicas de carácter serial, formato monumental y extrema precisión ya son parte del legado visual de los años ochenta, pero además cultiva otros géneros como el interior, el retrato, el desnudo etc., manipulando por medio de ordenador las escalas de color, el contraste y la definición.
A continuación se publican las muestras y actividades en la Fundación Proa. Por razones que son de público conocimiento relacionadas con la prevención de la gripe porcina, se solicita confirmar con cada entidad cultural si las actividades estarán en vigencia, dada la cantidad de avisos de suspensión de actividades que se están recibiendo.
Muestras
Sigue la muestra Espacios Urbanos hasta el 30 de agosto
Debido al interés creciente que generó en el público, se confirma que la misma se prolonga durante todo el mes de agosto. Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth presentan 45 obras realizadas desde los tempranos años 80 hasta la actualidad.
Más información: Espacios Urbanos
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929
La Boca, Buenos Aires
4104 1000
www.proa.org
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Martes a domingo de 11 a 19 hrs.
Lunes cerrado
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TENARIS
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Hasta el 30 de agosto
Bernd e Hilla Becher no sólo fueron dos de los fotógrafos europeos más importantes de la posguerra, sino que en 1976 crearon una cátedra universitaria en la que se formó lo que hoy se conoce como la Escuela de Düsseldorf. Cinco de esos alumnos exponen hasta fin de julio en Proa. Cuatro se revelan como brillantes discípulos capaces de retratar como sus maestros los grandes espacios en los que se abisma la vida contemporánea. El quinto se subleva y fotografía todo eso que los demás dejan fuera de cuadro: las personas que viven esa vida.
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¿Se acuerdan de Bernd e Hilla Becher, ese matrimonio de alemanes que fotografiaba tanques industriales en todo el mundo? No sé por qué siempre me los imaginé como una especie de Abott y Costello con valijas, él alto y flaco y ella baja y gordita. Me resisto a googlearlos para conocerlos, en mi imaginación son muy simpáticos. Buscaban un gran tanque –de agua, de gas, de petróleo–, lo separaban de sus alrededores mediante un punto de vista que nadie supo nunca cómo conseguían y hacían la misma foto de distintos modelos, todas las veces. Ordenados, testimoniales, enciclopedistas. Coleccionistas. Siempre con el objetivo a la misma altura, siempre sin gente, monotemáticos y monocromáticos. Siempre mostrando objetos enormísimos y quietos en formato pequeño. Muchas veces pensé en la vida sexual de ese matrimonio. Prejuicios de uno. Al fin y al cabo tienen un trabajo mejor que el de casi todos los matrimonios del mundo: mucho viaje y un arte ordenado y aparentemente sencillo; un arte de clicks.
Sin embargo, cualquiera que haya manejado alguna vez una cámara para fotografiar un edificio o un volumen de porte considerable sabe lo difícil que es meterlo en caja sin las deformaciones propias de la óptica. Estimo que las fotos de los Becher se terminaban de lograr en el laboratorio y la mayoría de las veces eran producto de un sabio montaje. Es muy difícil dar siempre con la distancia al objeto necesaria para que entre sin combarse. Esto lo saben hacer solamente los fotógrafos de edificios. Al que mejor le sale de la Argentina es a Alejandro Leveratto, un capo.
En 1976 los Becher decidieron fundar una cátedra en la universidad alemana. De allí salió la Escuela de Düsseldorf, especializada en fotografía de cosas quietas y enormes. Cinco de sus alumnos, tal vez los más interesantes, están exponiendo hoy en la Fundación Proa en una muestra maravillosa. Andreas Gursky, Cándida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth. Todos han aprendido de sus maestros a ser buenos Leverattos, a documentar grandes objetos quietos. Todos han aprendido a ubicar sus objetivos en el mismo sitio, a enfocar silencios monumentales de modo magistral. Todos excluyen al ser humano del asunto y las escalas de lo fotografiado pasan a ser de otro planeta al no tener detalles con qué comparar alturas e interiores. A lo sumo han transgredido las enseñanzas de sus maestros en el tamaño de las copias, en el agregado de color a las tomas y en el abandono técnico de lo analógico por lo digital, casi un requerimiento de la época actual.
Todos menos Gursky, el rebelde.
DIE TOTEN HOSEN
Las fotos de Gursky sobresalen de las demás no sólo por la proporción y el tamaño (las dos más llamativas miden cinco metros por dos), ni por estar en la sala más paqueta de la nueva ampliación de Proa: brillan por lo que muestran. Gente. Gente urbana en movimiento. Toda la gente que le falta al resto de las fotos. Como si los habitantes de los espacios fotografiados por la Escuela de Düsseldorf se hubieran rateado de sus edificios para ir a tomarse una birrita a lo de Gursky. El alumno Gursky se olvida (aparentemente) de sus maestros alemanes y sale a la calle a retratar raves.
Hay dos cuadros. Uno se llama “1º de Mayo” y el otro “Tote Hosen”. El primero muestra la fiesta del día del trabajo con unas cinco mil personas brindando, bailando, abrazándose, besándose, conversando o drogándose en un espacio incierto, indistinguible. Podría ser un galpón, una terraza, una pista de aterrizaje o el lobby de un gran hotel. Da igual. El segundo muestra un recital de un grupo alemán llamado Die Toten Hosen (el título de la foto descarta la primera “n” del nombre), y aparece toda una masa de gente inclinada hacia un escenario. En el escenario están los músicos, uno sin camisa saltando con una guitarra y el cantante señalando al público con la vara del micrófono. Atrás, en la otra punta, los cuatro o cinco únicos aburridos: sonidistas.
Algo me llama la atención y decido volver otro día con más tiempo. En la semana siguiente consigo unos CD del grupo y un discman, y me propongo escuchar cinco temas seguidos a todo volumen a una distancia de un metro del cuadro, para averiguar si realmente Gursky se caga en sus maestros –genios– Becher, o si por el contrario es el que más los ama y los respeta.
LA EDUCACION DE UN ALEMAN
Una de las cosas en las que más creo es en la sustitución de la enseñanza. Si a usted le enseñan una cosa la tiene que aprender –para eso va al colegio o a la facultad–, pero después conviene que se la olvide y que llene ese espacio con algo suyo. Los alemanes son maestros en aberturas: las mejores puertas y ventanas del mundo son alemanas. Y eso es porque después de la guerra no soportaron más hacer algo en límites abiertos; históricamente han buscado encerrarse y cerrarse. Como si sufrieran de agorafobia.
A los alemanes fotografiados por Gursky no les pasa: son jóvenes, producto de un nuevo espacio post caída del Muro de Berlín. Los que van a los conciertos al aire libre, a manifestaciones. Los que bailan al aire libre como si estuvieran reinventando Woodstoock.
¿Cuál es la gran lección de los Becher a sus chicos? La de no olvidarse de los detalles, a pesar de que el objeto parezca no tenerlos, de tan grande que es. Es casi una lección de novelista. Los tanques de los Becher están llenos de cositas mínimas que se leen como palabras escritas, estén cerca del piso o bien arriba en el cielo. Becher nos revela todos los tornillos de esas moles sin tener que subirnos a escaleras. Todo se debe ver con la misma exactitud y claridad. Los otros artistas de Düsseldorf aprenden la lección, pero salen a fotografiar fachadas cargadas de ornamento, sobre todo en los primeros trabajos expuestos en la primera sala. Gursky no. Gursky sale a fotografiar muchedumbres como si fueran obras de arquitectura. Los detalles, aquí, son los gestos de los individuos. Los individuos conforman la masa como las piedras conforman la geometría de un arco en un puente de ladrillo.
La idea de sujeto que Gursky va a retratar en estos bloques humanos saltando al ritmo del punk rock es la de un anónimo identificable. Gursky se olvidó temporalmente de la lección de sus maestros, pero volvió para aplicarla a full: a cinco metros de distancia del cuadro sólo vemos el grupo; a distancia de un metro podemos distinguir los ademanes de los espectadores del recital, la ropa que llevan, lo que fuman y beben.
Tote hosen de andreas gursky, año 2000.(coleccion jumex, mexico)
ADENTRO Y AFUERA
Gursky retrata la multitud y lo inmediato, la masa y la persona. ¿Cómo lo logra? Igual que Bernd e Hilla, pero con una técnica impensable en los años ’70: el cut & paste digital. Así como sus maestros corregían las tomas en la ampliadora para no curvar innecesariamente las perspectivas, Gursky no saca una sola foto del recital, sino decenas de pequeñas fotos de sectores de gente, y después va y las pega una al lado de la otra hasta recomponer la multitud. Gursky fotografía las masas como nunca lo haría un periodista gráfico. No le interesa ni el número de gente apiñada, ni los metros cuadrados ocupados. Le interesa la calidad de esa masa, los elementos significativos que la conforman. Las caras, las actitudes de los seres que ocupan el nuevo lugar global del entretenimiento, los guiños del ocio en la cultura de hoy.
Es tan patente esa actitud que a cincuenta centímetros del cuadro y en mitad de “Love, peace & money” de Die Toten Hosen siento que podría caerme adentro de la foto. Veo un intersticio allí donde parece que se ha sentado alguien, y me dan ganas de entrar a levantarlo, para seguir bailando después. No tengo la remera del grupo que llevan casi todos los pibines: la del águila alemana comida por las hormigas, puro huesitos. El CD suena a un punk como interpretado por un Queen disfónico, no es la música que escucho habitualmente. Se nota que quieren ser Sex Pistols pero comiendo bien. En la tapa del CD aparecen cinco chicos lindos rodeados de mujeres desnudas; ellos están vestidos cool, fuman habanos, toman champán. Ellas son hermosas y los aman. Sin embargo, el público de la foto son todos tipos: en diez mil personas debe haber solamente cincuenta mujeres, la mitad con pinta de bombero. Las ganas de estar ahí adentro son tal vez el recuerdo de los recitales de mi adolescencia; el inconsciente óptico del que habla Benjamin en sus artículos sobre fotografía.
¿La fotografía será una herramienta para documentar la realidad, un artificio, un arte? ¿Será magia? Vuelvo a alejarme hasta los cinco metros. La de Gursky no es una realidad, en la realidad veríamos solamente una masa sin proximidad o una proximidad sin masa. Veríamos a la gente de más atrás de un tamaño menor a la que vemos más adelante. La idea de ver el todo y las partes simultáneamente y que cada cosa tenga la misma importancia nos sitúa adentro del recital. Entonces Gursky es más real que la realidad misma: es la experiencia casi exacta pero quieta, sin sonido ni sudores, de un recital.
Manche sagen die liebe, vielleicht ist da was dran./ Und es bleibt ja immer noch Gott,/ wenn man sonst niemand hat./Andere glauben an gar nichts, das Leben hat sie hart gemacht.
(No hay mucho en este mundo a lo cual te puedas agarrar/ dicen el amor, quizás haya algo ahí. / Y siempre queda Dios / si no tenés a nadie más. /Otros no creen en una goma, la vida los hizo duros.)
Apago el discman (qué antigüedad, debería haber mentido y decir el i-pod). El hombre cada vez construye máquinas más sofisticadas para mejorar la percepción, para afilarla. Para escuchar más, para ver más. Para ser más omnipotentes y poder serlo en cualquier sitio. La Escuela de Düsseldorf hace fotografía documental, pero Gursky, además, fotografía lo que no existe y llevamos en el recuerdo de la adolescencia: el alma de la reunión.
PETER BRUEGHUEL TAMBIEN CANTA EN ALEMAN
Una de las curadoras de la muestra afirma que esto que vemos es un registro de época. Otra compara la foto compositivamente con una pintura de Jackson Pollock (según ella los colores de las remeras determinan una especie de mapa visual que arma una red que atrapa nuestra atención). Otra lo explica con el movimiento de los brazos: es un cuadro dinámico, adonde toda la fuerza está acentuada hacia adelante. Los brazos, como flechas, nos llevan a mirar el escenario situado a la izquierda del observador, dice la chica, y el pedacito de pared blanca que se ve al fondo, arriba del cuadro, nos devuelve la visión hacia la derecha, como si nuestra mirada rodara por una canaleta blanca para que podamos seguir jugando al bowling de la imagen.
Todo el tiempo ellas dicen “cuadro, cuadro”. Yo también lo dije aquí en la nota. Y es una foto. Un fotón. Tal vez sea un cuadro porque se parece a un Brueghel muy conocido. Ese de los juegos infantiles, donde se ve un pedazo de ciudad medieval con niños jugando y adonde cada niñito ejecuta un juego particular, disfrutándolo con todos sus sentidos. Y se alegra porque gana o se enoja porque pierde, y quiere volver a empezar. Con la rueda, el diábolo, el yoyo, los malabares, la garrocha, el tobogán, el elástico, la rayuela, el barril, el subibaja o el rango.
Como el pequeño ser humano que es, vivo y en movimiento.
Una persona pintada. En tela o en papel, con óleo o con luz, en el medioevo o anteayer a la noche en la pista de un club. Espacios Urbanos Fundación Proa Av Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Martes a domingo de 11 a 19. Entrada: $ 10. Hasta fin de julio.
(Traducción del alemán del profesor Martín Brauer)
En la muestra Espacios urbanos, de cinco fotógrafos de la escuela de Düsseldorf en la Fundación Proa, se ve una nueva forma de plasmar el mundo de la era global, con un vaciamiento de la escena y una pretendida ausencia del autor como orientador de la mirada.
PRECISCION ALEMANA. Aquí el fotógrafo argentino, Facundo de Zuviría, explica el método detrás las imágenes de Andreas Gursky.
CANDIDA HOFER. Congreso Buenos Aires I, 2006. C-print. 200 x 251 cm. Colección de la artista.
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Si uno se detiene a comparar el imaginario urbano que construyeron el cine y la fotografía modernos con éste que nos acerca el conjunto de fotógrafos alemanes que presenta en estos días la Fundación Proa, lo primero que puede constatar es la disolución del dinamismo, la vibración de presencias, actividades múltiples y en última instancia, la pulsión de vida que caracterizaron a la ciudad moderna desde la mitad del siglo XIX hasta avanzados los años 60 del siglo que concluyó hace menos de una década.
Haber encontrado el modo de retratar su radical transformación en una pieza indiferenciada del universo global con usos, costumbres y espacios de convivencia estandarizados, es uno de los mayores aciertos de estos artistas. Acaso también, la razón que los ha encumbrado al reconocimiento que ostentan en términos de posicionamiento internacional y de mercado. Un modo que revela el desapasionamiento y la mirada distante propia del sujeto posmoderno y la notación minuciosa a escala publicitaria, que muestra una realidad que se impone sin que haya deseo de intervenir o posibilidad de hacerlo.
Andreas Gurky, Candida Hoffer, Thomas Struth, Hütte y Thomas Ruff, el quinteto que ha reunido en Buenos Aires el curador italiano Ludovico Pratesi eran jóvenes al promediar los 70. Por aquellos años coincidieron en la escuela de arte de Düsseldorf, por la que pasaron en calidad de alumnos y profesores figuras como Joseph Beuys, Gerhard Richter y Sigmar Polke, todas clave para el giro histórico que operó el conceptualismo crítico en el arte contemporáneo.
Sin embargo, ellos se encontraron en el taller de fotografía de Bernd y Hilla Becher, dos rigurosos seguidores de la Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad) la tradición formalista alemana que, desde los años 50 se encontraban abocados a un minucioso registro de edificios industriales abandonados de las regiones mineras del Segerkland y el Ruhr: silos, altos hornos, torres industriales y tanques de agua. Sus fotos en blanco y negro, estaban claramente inspiradas en la fotografía americana de los años veinte y treinta, pero sobre todo en Albert Renger –Patzch, el gran fotógrafo alemán de esa misma época. Eran imágenes de un estricto rigor formal y de una objetividad irrefutable.
Curiosamente ese origen se convirtió en la marca de estilo que asoció para siempre a maestros y alumnos, justo cuando se empezaba a cuestionar la dominante tradición de la Kunstwollen –o voluntad de forma–, que había planteado a la historia del arte como una sucesión de estilos. Y, más allá de que tanto Gursky, como Hoffer, Struth, Hütte y Ruff renovaron el enfoque de sus maestros, al aplicar las nuevas posibilidades que les brindaba la técnica fotográfica a visiones más contemporáneas, el riguroso método documental heredado de los Becher continuó vertebrando cada una de sus respectivas obras como se advierte en esta muestra.
De allí que la exhibición de Proa parta de este encuentro original para abrirse luego al itinerario seguido por cada uno de los cinco artistas. El dato común que eligió privilegiar el curador Ludovico Pratesi, que da nombre a la muestra es el gran interés que pusieron todos en el espacio urbano, entendido como "un topos de estratificaciones sociales y simbólicas situadas en la ambigua línea divisoria entre la realidad y la representación."
Tal elección temática inscribe las formalidades estéticas heredadas de los Becher, en un nuevo modo de plasmar el mundo de la era globalizada y la tanta veces aludida crisis del sujeto, con un vaciamiento de la escena y la eliminación del autor como alguien que conduce u orienta la mirada.
La ciudad es presentada así, como una trama estática de espacios vacíos y seres ausentes o colmados de figuras irreconocibles que cada autor mantiene invariablemente a la distancia. Se trata de una suerte de tele-mirada que siempre salva a quien mira de cualquier implicancia física o emotiva.
Andreas Gursky fue, de todos los artistas, el primero en servirse de las innovaciones de la tecnología fotográfica para plasmar esto, apartándose del rumbo de sus maestros. Primero cambió la fotografía en blanco y negro por color y luego modificó radicalmente la escala, dos datos clave del lenguaje de la "nueva fotografía alemana," erigida en las últimas décadas en lo que Valeria González llama en uno de los textos incluidos en el catálogo lingua franca.
Mientras algunos trabajos tempranos de Gursky, como "Dresden" (1988), aquí expuesto, todavía remiten a los Becher y más remotamente a Albert Renger-Patzch, sus obras inmediatamente posteriores exhiben visiones abarcadoras de altura, tomadas con gran angular, que registran infinidad de detalles como una forma de captar ese todo indiferenciado del presente urbano. Ultimo eslabón de este itinerario perceptual son dos fotografías impactantes expuestas ahora en la muestra de Proa: "May Day" y "Tote Hosen", del 2000, cinco metros de multitudes, plasmadas merced a una compleja elaboración digital.
En el polo opuesto están los interiores desolados de Cándida Hoffer, la artista que estuvo a fines de 2006 en Buenos Aires e incorporó a su catálogo de espacios vacíos el Salón Dorado del ex edificio del diario La Prensa, la Sala Lugones del Teatro General San Martín, la Casa Rosada y el Congreso, que aquí se exponen. Hoffer pone en juego una compleja técnica de puesta en escena de luces para concentrarse en la ausencia que, a través de minuciosos detalles, adquiere tanto o mayor peso que la propia arquitectura.
Axel Hütte es de todos quien mantiene una estructura formal más intensa en sus arquitecturas urbanas. En tanto, Thomas Ruff y Thomas Struth, cuyas series exceden ampliamente el concepto rector de esta muestra, parten también del lenguaje formalista común a todos, sus obras se convierten en verdaderos análisis del lenguaje y las consecuencias de lo fotográfico. Básicamente es esa actitud que reflexiona sobre una cuestión tan actual que los involucra, lo que les ha dado el lugar que ocupan en el arte contemporáneo.
A pesar de lo que piensan algunos historiadores del arte -cuyas lecturas se limitan a lo que está de moda en el campo teórico-, el tema de la ciudad no es novedoso. Hace ya unos 2500 años, es uno de los núcleos candentes de la cultura occidental. En estos dos largos milenios, también fueron muchísimos los artistas que dedicaron buena parte de su obra a la ciudad: desde los frescos pompeyanos hasta la pintura del Renacimiento, y desde las escenas ciudadanas de William Hogarth en el siglo XVII hasta gran parte de la fotografía del último siglo y medio. No hay temas novedosos sino (cuando mucho) formas novedosas de encarar un tema. Y eso es precisamente lo que se puede apreciar en las fotografías de Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth, que integran la muestra Espacios urbanos.
Estos cinco artistas se formaron en la Escuela de Düsseldorf con Hilla y Bernd Becher. Los Becher venían trabajando juntos desde 1959, pero recién a fines de los años 60 sus fotografías de edificios industriales, aislados de todo contexto, comenzaron a ser valoradas como parte del arte conceptual. Si bien las obras de Gursky, Höfer, Hütte, Ruff y Struth son fruto de una mirada personal, es evidente que pervive en todos ellos el ideario objetivista que pregonaban sus maestros: tomar distancia del tema fotografiado, no expresar ninguna subjetividad, no mostrar ningún acontecimiento, ninguna acción; centrarse solamente en el estado de las cosas.
En la primera de las cuatro salas que ocupa la muestra, se exhiben obras que los artistas alemanes produjeron en los años 80, al comienzo de sus carreras. Esas obras no alcanzan las enormes dimensiones que estos fotógrafos adoptarían luego como formato estándar de su producción. Efectos paradójicos del objetivismo: al mostrar sus estilos en la etapa de iniciación, esas fotos parecen pertenecer a un pasado difuso, aunque reconocible.
Las fotografías de Gursky disuelven la figura humana, tanto porque muestran espacios en los que no aparece ninguna persona (Singapur, 1997) como porque miles de personas, ninguna de ellas identificable (May Day IV y Tote Hosen , ambas de 2000), colman las imágenes. Sus enormes fotos, aunque figurativas e hiperobjetivas, se imponen al ojo como abstracciones geométricas. Esa transformación es fruto de la escala del registro y del distanciamiento de la mirada. Ya sea que registre a los operadores de la Bolsa de Tokio, a los jóvenes que participan de una rave o una manifestación callejera, las multitudes que retrata Gursky no suman individuos sino que son aglomeraciones de seres indiferenciados y repetidos. Su provocadora visión presenta lo colectivo como una disolución de lo personal.
El gran teatro del mundo se transforma, en las imágenes de Höfer, en una sumatoria de escenarios culturales vacíos (o poblados de personajes que parecen accesorios y no usuarios, como las personas que circulan por su obra Biblioteca Estatal de Estocolmo, 1993). En Espacios urbanos hay cuatro grandes fotografías de interiores de Buenos Aires que Höfer tomó durante 2006: Casa Rosada Buenos Aires II, Palacio del diario La Prensa Buenos Aires I, Teatro San Martín Buenos Aires I y Congreso Buenos Aires I . Todos son espacios monumentales, ligados a formas del poder, iluminados artificialmente. Las tomas remarcan el carácter estereotipado de los espacios; acentúan el barroquismo arquitectónico y la escala grandiosa de esas salas. El vacío en estas fotos es significativo: muestra la historia de lo ausente. En el reverso o en el hueco habita lo humano, que no figura en la imagen sino en la imaginación.
Muchas de las fotos de Hütte parecen escenografías de películas que debería haber filmado Fassbinder. En sus nocturnas escenas callejeras se anuncia un peligro inexplicable, y tal vez por ello, más concreto. Por medio de sus imágenes nocturnas tomadas desde lo alto de rascacielos (Las Vegas, Caesars Palace, 2003) o sus fotos de reflejos producidos por los juegos de luces en vidrios y superficies metálicas, Hütte apunta a una fotografía alucinatoria, en la que lo visible traza un mapa de lo onírico.
De los cinco fotógrafos de la Escuela de Düsseldorf, Ruff es el que ha explorado más caminos: desde el objetivismo más radical de Interieur 7 D (1982) hasta la manipulación de imágenes digitales tomadas de Internet (Jpeg se02, 2006), pasando por fotomontajes
(Plakat III, 1996-1997) o por el análisis del lenguaje fotográfico (como la serie sobre el mercado del pescado de Nápoles, 2002-2003). Ruff es un deconstructor del lenguaje visual de los medios. Su trabajo es un diálogo consciente y militante con la historia de la mirada, tanto artística como mediática. De allí que sus obras tengan una impronta política tan poderosa.
El trabajo de Struth es un canto entusiasta a la arquitectura. Es un observador minucioso de los detalles y de los espacios menos valorados. Un buscador obsesivo de las semejanzas profundas que se ocultan tras las diferencias aparentes. Sus imágenes de Hong Kong, Shanghái y Lima, de Nápoles y Las Vegas son instantáneas que nos envía el futuro. Más que mostrar el ritmo frenético de una calle de Tokio, Struth presenta el escenario en el que esa vida se hace posible.
Espacios urbanos es una muestra excepcional. No tanto por lo que estas obras nos puedan decir de nuevo sobre el gran tema de la ciudad, sino por todo lo que está más allá del discurso, ese susurro del sentido que anida en los intersticios de la imagen. Gursky, Höfer, Hütte, Ruff y Struth son cinco intensos poetas visuales. Bajo la máscara del objetivismo dan rienda suelta a un exultante sentimentalismo frío. Ese sentimentalismo que estalla pocos segundos antes de que lo trágico se haga visible.
El actual debate sobre la fotografía, su valor o no como obra de arte, el diálogo o independencia con respecto de la pintura son algunos de los conceptos fundamentales que concebimos cuando tomamos la decisión de presentar Espacios urbanos en nuestras salas, con obras de los alemanes Andreas Gursky, Candida Höfer, Thomas Struth, Axel Hütte y Thomas Ruff.
La muestra, ligada a exhibiciones pasadas como la de Andrés Serrano, Sebastián Salgado, Vanessa Beecroft o la fotografía histórica de nuestra ciudad, consolida el programa de arte contemporáneo de Fundación Proa, que desde sus inicios consideró que la fotografía no es sólo una disciplina artística sino también un territorio de experimentación y creatividad.
Los artistas que conforman esta exhibición, reunidos bajo la denominación de Escuela de Düsseldorf, se destacan por su elaborada, meticulosa y reflexiva aproximación al entorno que intentan fotografiar. Las enseñanzas de sus maestros delimitaron un espacio de experimentación artística en el que la objetividad, la geometría del paisaje y la construcción racional del espacio son parte de la obra. El diálogo permanente con la historia de la pintura, la construcción plástica y geométrica del espacio, la monumentalidad en su realización y el diálogo permanente con los conceptos fundamentales del arte conceptual reflejan el notable reconocimiento que estos fotógrafos tienen en el contexto internacional.
Para Fundación Proa es un orgullo extraordinario presentar esta exhibición en este momento en Buenos Aires, porque valoramos la sincronía espacio-tiempo con esta generación de artistas. Espacios urbanos revela la similitud de las ciudades globales, y la presencia y dramatismo con que la ciudad se impone en nuestra cotidianeidad.
En forma paralela a la exhibición, varias actividades se organizaron para profundizar el tema de la ciudad y la fotografía. En conjunto con el Goethe-Institut y bajo la tutela de Rubén Guzmán presentamos el Ciclo de cine y video "Ciudad y Subjetividad", en el auditorio de Proa. Valeria González coordina el ciclo "Visitas guiadas de la mano de los artistas", en el que notables fotógrafos argentinos -Marcos López, Daniel Merle y Facundo de Zuviría- presentarán sus miradas sobre el valor de la ciudad en el espacio de la fotografía contemporánea.
Por último, un profundo y sincero reconocimiento a Tenaris-Organización Techint por su constante apoyo; al curador Ludovico Pratesi; a Giorgio Guglielmino, de la Embajada de Italia, al Goethe-Institut y a todos los coleccionistas públicos y privados que, junto con los artistas, hicieron posible esta exhibición.
La autora es presidente de Fundación Proa.
"La ciudad es uno de los temas más recurrentes en el trabajo de los artistas contemporáneos: la ciudad como espejo del mundo; laberinto y depósito de energías diferentes; lugar de lucha social, racial y política. Los artistas consideran la ciudad un cuerpo vivo y único, atravesado por pulsiones y riesgos de naturaleza contradictoria", dice en esta entrevista desde Roma Ludovico Pratesi, crítico y curador de la muestra Espacios urbanos en Fundación Proa. Nacido en 1961, graduado en Derecho y en Historia del Arte Moderno en la Universidad de Roma, Pratesi preside la sección italiana de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), es director artístico del Museo de Arte Contemporáneo en Pésaro y de la Fondazione Guastalla, y curador del Palazzo Fabroni, un museo de arte contemporáneo ubicado en Pistoia, Toscana.
-¿Por qué seleccionó a estos artistas?
-En los años 80, la fotografía se afirma como un lenguaje expresivo autónomo en el arte contemporáneo internacional, ya no ligado a la idea anterior, más marginal, de documentación de acciones o happenings . Se produce una verdadera revolución en el horizonte de la producción visual, que empieza en Alemania con la recuperación de la tradición de la fotografía de los años 20 (figuras como Albert Renger-Patzsch y Otto Steinert), efectuada por la pareja de artistas Hilla y Bernd Becher. Cuando en 1976 Bernd Becher entra en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf como profesor de fotografía, en un contexto animado por personalidades como Joseph Beuys y Gerhard Richter, sus obras abren una nueva perspectiva para la fotografía percibida como lenguaje conceptual, al desarrollar un proyecto de un archivo de documentación sobre edificios de arqueología industrial. Los primeros alumnos de Bernd Becher son los artistas reunidos en la exposición Espacios urbanos, que muestra la evolución de la ciudad contemporánea por medio de una selección de las obras de los protagonistas de la Escuela de Düsseldorf.
-¿Cuál es el lugar de la fotografía en el arte contemporáneo?
-La fotografía tiene una presencia ineludible en el escenario del arte contemporáneo internacional, dominado por artistas de las últimas generaciones que utilizan este medio expresivo de manera específica. Además de los alumnos de los Becher, están Rineke Dijkstra, Thomas Demand, Elger Esser, Zoe Leonard, Sharon Lockhart, Anna Gaskell y otros. La idea de conjugar una imagen con un concepto de carácter social, antropológico y político es una manera de analizar la realidad mediante sus aspectos más ambiguos y contradictorios, que provocan una reflexión sobre la sociedad contemporánea.
-¿Por qué eligió el tema de la ciudad para concebir curatorialmente la muestra? ¿Cuáles son las coordenadas para tratar el tema en el siglo XXI?
-La ciudad es uno de los temas más recurrentes en el trabajo de los artistas contemporáneos: la ciudad como espejo del mundo; laberinto y depósito de energías diferentes; lugar de lucha social, racial y política. Los artistas consideran la ciudad un cuerpo vivo y único, atravesado por pulsiones y riesgos de naturaleza contradictoria. La dimensión global de la ciudad contemporánea que se trasforma en megalópolis, expresión de la aspiración a lo absolutamente arquitectónico, es un tema fundamental para artistas políticos como Jota Castro, Miranda Cuevas, Alfredo Jaar, Maree, Doris Salcedo y Anri Sala. La visión propuesta por los artistas reunidos en la muestra Espacios urbanos no es política sino antropológica y social, con una mirada concentrada en la relación entre arquitectura, historia, memoria y ritos sociales.
-¿Cuál es el objetivo que persiguen estos cinco artistas al retratar la evolución urbanística de las ciudades? ¿Qué quieren mostrar?
-Cada uno de ellos interpreta la ciudad de manera diferente. Para Andreas Gursky, es un espacio de socialización donde se consuman ritos diferentes: fútbol, discotecas, diversión, comercio, fiestas y raves . Candida Höfer está interesada en la relación entre espacio público, cultura y memoria colectiva, en lugares como teatros, cementerios, bibliotecas y museos. El ojo de Axel Hütte muestra dos aspectos: por un lado, la parte oscura de la ciudad, mediante las galerías del metro, estacionamientos y pasajes subterráneos; por otro lado, las miradas panorámicas y espectaculares de los paisajes nocturnos de Las Vegas y Minneapolis. Thomas Ruff, con un sentido más político, está interesado en la relación entre imagen y tecnología. De acuerdo con su idea de ciudad, que es más simbólica, busca relaciones entre los edificios y sus sentidos históricos y sociales. Por último, Thomas Struth nos presenta una visión más urbanística y antropológica, que respeta la complejidad de la ciudad en su evolución actual.
-¿Por qué asegura usted que la mirada de estos artistas, aunque es "aparentemente objetiva y aséptica", en realidad es "analítica e interpretativa"?
-Para los alumnos de Becher, la fotografía es ante todo un lenguaje conceptual, que se muestra por medio de una forma objetiva pero acompañado por un análisis muy profundo acerca del sentido de cada imagen. Una complejidad que se transforma en una visión frontal y estática, pero llena de sentidos filosóficos e intelectuales.
-¿Qué lugar ocupa la presencia o ausencia del ser humano en las obras de estos fotógrafos?
-Las fotografías de Gursky hacen mucha referencia a la historia de la pintura alemana y buscan estimular en el observador un sentido emotivo, un vértigo visual y una sensación de abismo que se incrementan con la monumentalización de la imagen. Toda la obra de Gursky está radicada en el análisis de la relación entre el cuerpo y el espacio.
-¿Por qué el catálogo reúne textos sobre la problemática de la ciudad actual? ¿Existe una intención reflexiva acerca del lugar de las ciudades en el imaginario del artista?
-Los textos reunidos en el catálogo son representativos de otras miradas sobre el tema. Arquitectos, urbanistas, historiadores, sociólogos y antropólogos se preguntan acerca de la naturaleza actual de la ciudad, considerada como ruina o paisaje. Por medio de visiones diferentes, en un diálogo equilibrado entre imagen y palabra, obra y texto, la exposición Espacios urbanos es un momento de reflexión sobre el presente y la realidad que nos rodea, sobre el paisaje en sentido existencial y en un contexto global en transformación permanente.
¿Qué hay detrás de una gran fotografía? Al contemplarla, encontramos rastros de la estética del autor, frágiles indicios de su formación como artista, sus influencias, sus preocupaciones existenciales. Pero no es tarea fácil comprender sus fundamentos conceptuales. En el caso de los fotógrafos de la Escuela de Düsseldorf, la base fundacional tiene nombre y apellido. Los fotógrafos y docentes Hilla y Bernd Becher fueron, en los años 60 y 70, el puente necesario entre la tradición de la fotografía alemana de preguerra y la visión impasible del paisaje urbano, reflejada en estos cinco autores que marcan el rumbo de la fotografía contemporánea mundial.
Las 45 imágenes curadas por Ludovico Pratesi, con el apoyo de un catálogo impecable, permiten apreciar no sólo el arte inquietante de estos maestros de la fotografía sino también el cómo y el porqué de su visión. Desde los años 30, el paisaje urbano fue habitualmente retratado por el fotógrafo callejero como flâneur. El hombre con su cámara que, sumergido en la multitud, se deja llevar por la corriente y dispara sobre una realidad fragmentada y cambiante, donde el sujeto principal es la figura humana.
El estadounidense Garry Winogrand, el más grande fotógrafo callejero, decía hace casi cuarenta años: "No hay nada tan misterioso como un hecho claramente descripto". Sus compatriotas contemporáneos Robert Adams, Stephen Shore y otros adscribieron a esta premisa con una mirada más decepcionada y distante. Se anticipaban al futuro, junto con los Becher, al fundar -sin querer- "la fotografía quieta".
A fines del siglo pasado y en los inicios del XXI el paisaje urbano se aceleró tanto que la capacidad del fotógrafo para captarlo se hizo casi imposible. Algunos autores decidieron cambiar de estrategia para describirlo. En las fotografías de Espacios urbanos la figura humana aparece rara vez. La monumentalidad de los lugares elegidos y la precisión técnica de las cámaras de gran formato, las alteraciones digitales inadvertidas, la apropiación de imágenes de archivos o la exacerbación del pixel son herramientas necesarias para retratar este paisaje. Lugares concretos de la actividad humana, donde la ausencia es el hilo conductor entre los diferentes autores. Grandes rascacielos en Shanghái, hoteles de lujo en Las Vegas, enormes bibliotecas, un túnel que no conduce a ninguna parte, un cerro polvoriento manchado por humildes construcciones en las afueras de Lima, escenarios del poder en la Argentina...
Sólo dos fotos (May Day IV y Tote Hosen , de Andreas Gursky) muestran panorámicas de multitudes frenéticas, que no son más que una discreta manipulación digital para señalar de un modo preciso, casi quirúrgico, la desorientación del individuo frente a su entorno actual.
El autor es jefe de Fotografía de Suplementos de LA NACION.
La fotografía es de Candida Höfer: Congreso de la Nación Argentina, Salón Azul. En el centro, la famosa araña en su centenario esplendor de bronce, tulipas de cristal de Baccarat, bajorrelieves y emblemas fundacionales. Detrás o alrededor, el recinto completo en perfecta simetría, captado desde la misma altura del perímetro central de la araña, aunque, se sabe, ese plano no existe en la realidad. Un haz de luz penetra desde el lado este de la cúpula; se diría que es media mañana. Los dos nichos laterales proyectan una luz verdosa desde su interior y uno se pregunta si esa luz es de verdad o fue simulada.
El recinto está vacío. Varias filas de sillas ocupan la planta completa, seguramente para algún encuentro escolar para el que también se han dispuesto tres láminas, la vista exterior del mismo Congreso de la Nación. Las sillas miran hacia la cámara, pero las láminas, tal como están, le dan la espalda al público. Si bien el conjunto tiene la misma pompa que quisieron conferirle sus constructores, a la vez evoca un halo de modesta fiesta patria. A pesar del frío de los materiales, la escena genera una deshilachada ternura. Todo está en su sitio y como era entonces. Sin embargo, después de algunos minutos, la soberana perfección de la imagen registra una grieta involuntaria, una incomodidad. Vistos con mayor proximidad, algunos de los elementos que componen la gigantesca araña están, casi imperceptibles, fuera de foco. ¿De dónde proviene ese casi error en un paisaje donde todo está previsto, diseñado y compuesto? Es que la araña, sostenida por una larguísima cadena sujeta en la bóveda de la cúpula, opera como una esfera que oscila libremente... Se mueve, impulsada ya no por efecto humano, sino por la rotación de la tierra: el péndulo de Foucault.
No sabemos si esta intervención del azar fue provocada. Tampoco importa, pero es el rasgo distintivo de la obra de estos cinco fotógrafos alemanes que se exhibe en Fundación Proa. Tanto Candida Höfer como Gursky, Hütte, Ruff y Struth logran revertir la tesis de Benjamin sobre la pérdida del aura en la obra de arte producida por la tecnología. Esa singularidad, esa súbita aparición de un elemento artesanal en la fotografía, es una forma de apelar a la imposibilidad de su reproducción. En función de la complejidad de su factura y de su inconmensurable tamaño (tal vez su lado más endeble), de estas fotografías pueden existir muy pocas copias.
La elección del tema de la muestra, espacios urbanos, es inherente a los cinco y remite a sus orígenes: todos fueron alumnos de Hilla y Bernd Becher en la Academia de Artes de Düsseldorf. La obra de los Becher se había caracterizado por el relevamiento fotográfico de edificios industriales en desuso, sobre todo de la Cuenca del Ruhr, aquella región que por sus yacimientos de carbón fue esencial en la recuperación de la Alemania de posguerra. Los Becher hicieron una suerte de archivo de un mundo en vías de desaparición. Sus discípulos parten del mismo objetivo, el rescate, pero no rescatan edificios o paisajes urbanos, sino una armonía desaparecida de la noción de espacio público. El mecanismo que aplican es el conjuro de una presencia por omisión. Ya se trate de un paisaje de los alrededores de Lima (Thomas Struth), del Grand Hyatt Park de Hong Kong (Andreas Gursky), del Ceasars Palace de Las Vegas (Axel Hütte), de los pixelados interiores de Thomas Ruff o de los retratos de instituciones de Candida Höfer, en todos ellos aparece el mismo intento de vaciado, el mismo afán de puesta en abismo para lograr una esencia evocada, ficticia.
Más que con la fotografía, estas obras dialogan con la pintura. La sensación de quietud, el gusto por el detalle y la intencional monumentalidad tienen algo de esos primeros retratos de la alta burguesía de Jan van Eyck o Johannes Vermeer, donde la documentación, la perfección técnica y la figura concreta del artista en el cuadro consolidaban la aparición de un mundo nuevo. Estos fotógrafos se insertan en aquella tradición y, sin embargo, son sus antípodas. Mientras que aquellos flamencos se abrían triunfalmente a la sensualidad terrena, estos alemanes, con su preciosismo, sus modernas técnicas de intervención y su gigantismo, construyen escenas de ciudades como epitafios de una contenida desmesura. Aquí no se abre el universo; son ellos los que se integran al flujo global de los capitales del arte y señalan la ausencia de dimensión humana que caracteriza hoy el espacio urbano.
La autora es escritora y dirige la Programación Cultural del Goethe-Institut.
En el comienzo de esta historia están los Becher, un matrimonio alemán que se propuso catalogar los edificios industriales construidos entre 1870 y 1960 y, al hacerlo, cambiar radicalmente la visión de la fotografía de los últimos cuarenta años. El registro fue hecho en blanco y negro, aislado del contexto, desde una visión frontal bajo una luz difusa, sin sombras ni claroscuro. Una imagen fría y objetiva, como la de Axel Hütte elegida para ilustrar la portada de esta edición. Hütte, que llegará a Buenos Aires dentro de pocos días invitado por Fundación Proa, fue uno de los primeros cinco discípulos de Hilla y Bernd Becher, junto con Andreas Gursky, Candida Höfer, Thomas Struth y Thomas Ruff, cuyas obras integran ese corpus conceptual de la nueva fotografía conocido como Escuela de Düsseldorf. El curador Ludovico Pratesi (Roma, 1961) eligió 45 piezas de este seleccionado de lujo para integrar Espacios urbanos, la muestra que se exhibe en Proa, en La Boca. Es doblemente atractivo contemplar esas poderosas fotos de gran formato y comprobar cómo funcionan en un ámbito donde contenedor y continente responden a la apelación de una misma época.
Pratesi es un tipo alto de sonrisa franca y firmes convicciones, con un currículum frondoso y la capacidad de explorar hasta las últimas instancias el lenguaje, por momentos encriptado, del arte actual. ¿Por qué la fotografía? La fotografía, dice Pratesi, es una presencia ineludible en el escenario del arte internacional, por lejos será el lenguaje expresivo "natural" de los artistas del siglo XXI, una herramienta y soporte capaz de reinventarse en forma permanente. Liberada de cualquier mandato documental, la fotografía puede, paradójicamente, convertirse en la visión más acabada de la pura objetividad, al captar de manera frontal el paisaje urbano, con su enorme carga de poder evocativo.
¿Por qué las ciudades? Porque el mundo es una inmensa ciudad, un "no lugar" en el sentido que da el sociólogo Marc Augé: "espumosa, impalpable, desintegrada". El centro del bigness (big-business ) global está señalizado por nuevas banderas: Prada, Sony, Armani, Renzo Piano, Herzog y de Meuron, Rem Koolhaas o Frank Gehry. Los paraísos heridos de muerte -Nueva York después del 11-S, Madrid después de Atocha- están en la mira de las cámaras de Düsseldorf, son evocaciones de ausencia al eliminar cualquier indicio de presencia subjetiva. El objetivo de los nuevos fotógrafos no es más la figura humana. Queda en la memoria, según Daniel Merle, editor de fotografía de LA NACION, el fotógrafo callejero concebido como un flâneur.
Por el contrario, Gursky, Höfer Hütte, Struth y Ruff se valen de los recursos tecnológicos y hacen de la manipulación digital un aliado para lograr imágenes perfectas, distantes. En sus fotos, la ausencia de la presencia humana es el común denominador. Además de ser el fotógrafo más caro del mundo, Gursky es el único que utiliza la figura humana como paisaje. Las multitudes del May Day se vuelven una masa informe, anónima. El espectador necesita hurgar en esa perfección en busca de la marca del ojo humano, señala Gabriela Massuh a propósito de una foto de Höfer, que viajó a Buenos Aires para registrar una serie de edificios monumentales.
El salto espectacular de los alumnos de Düsseldorf fue aventurarse en el gran formato y en el color. Como señala Pratesi en el catálogo que acompaña la muestra, la tentación fue medirse con la desmesura de la pintura contemporánea, y en algún punto -sobre todo Gursky-, con los maestros románticos que hicieron de sus visiones del paisaje una edulcorada construcción personal.
La autora es Editora de Arte de adncultura
Exposición Espacios Urbanos - Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth. Desafortunadamente llegué atrasada a la exposición, lo que no me posibilitó escuchar bien sobre que se trataba, história de los artistas, que vínculo tenían entre si.
Blog Lorena Pazzanese 14/07/2009
Luego, despues de averiguar un poco sobre esto, y mirar atentamente los retratos de espacios urbanos me pareció muy claro el punto común entre todos los artistas allá presentes: a partir de imágenes de espacios urbanos, nos enseñan una condición humana, muy alejada de la naturaleza, el peso de la humanidad y su avance, que consecuencias en un mundo tan pequeño para tanta gente. Son fotos que, pese a su tamaño, nos dan una dimensión crítica de nuestra actual civilización. Me generó un cierto miedo, frente a esta magnitud de gente, construcciones, cultura, opulencia.
Apreciación Personal
La muestra consistió en presentar a cinco fotógrafos alemanes pertenecientes a la escuela de Düsseldorf. Entre ellos Andreas Gursky, Thomas Struth, Candida Höfer, Thomas Ruff y Axel Hütte. Con respecto a la fotografía de Hütte, observé que trabaja con la arquitectura de diferente manera y hace encuadres más acotados para componer la imagen. Me pareció interesante su mirada, destacándose un elemento fuerte entre sus composiciones como la luz. Me impactó su técnica de revelado para resaltar el juego de luces a través de la filmina y otras planchas que hace que la luz rebote. Thomas Ruff, uno de mis predilectos, noté que se centraba en los detalles saliéndose de los esquemas. Su arte es un poco más conceptual que el del resto. Entre sus obras había un collage de Helmut Kohl (canciller alemán) ironizado por él, presentando una técnica de implementación de acrílicos. También otra de sus obras presentaba fotomontaje con impresión de serigrafía. Debo reconocer que me decepcionó un poco al enterarme de que uno de sus trabajos fue bajado de internet y lo que me decepcionó aún más fue el tratamiento que le hizo a esa imagen, abusándose de ella a través del pixelado. Por lo que observé, a Candida Hofer le gusta trabajar en interiores y siempre con perspectiva centralizada. Hay un punto de fuga central en todas sus obras. Candida se conecta con la cultura y arquitectura a la hora de pensar sus tomas. Le interesa unificar esos dos elementos claves en su avatar. Un detalle: en el 2006 fue la única vez que incluyó gente en sus fotos. Andreas Gursky, al contemplar su colección, noté que empalma su composición a través de una vista aérea, llevándolo todo a una escala maqueta-escala huamana e inmensidad de escala. Hay un sentido estricto de monumentalidad. Trabaja con el inconsciente óptico el cual la cámara con detalles lo hace posible. Asimismo, cualquiera se habrá dado cuenta de que trabaja con retoque digital y que hace muchas tomas juntas componiendo una misma imagen, con o sin perspectiva rebatida. Con respeto a Thomas Struth, decide mostrar un no lugar entre sus trabajos, concentrándose en la escenografía de un hotel en Las Vegas, por ejemplo. Esta obra contiene una escala alta y arquitectura tipo maqueta. Para mí, Struth posee esa fotografía documentalista que genera en el espectador un efecto revelador, ya que le interesaba retratar el avance de las nuevas ciudades (Shangai o Hong Kong) por sobre la gente, en pleno proceso de construcción; hoy en día esas ciudades se han convertido en centros mundiales de consumo masivo con arquitectura predominante y ya nada se asemeja con aquellas imagenes que Struth tomó décadas atrás.
Andreas Gursky
Produce en grande. El color que implementa en las fotografías son un distintivo para su mirada incisiva y crítica en el efecto del capitalismo y de la globalización sobre vida contemporánea. Gursky estudió bajo el ala de Bernd y de Hilla Becher en Düsseldorf Kunstakademie a principios de los 80 y adoptó un estilo y un método que seguían de cerca el acercamiento sistemático de Becher en la fotografía, creando impresiones pequeñas, blancos y negros. A principios de los 80, sin embargo, rompió de esta tradición, usando la película de color y la observación espontánea para hacer una serie de imágenes de la gente en estado ocioso, tal como caminantes, nadadores y esquiadores, representados como protagonistas minúsculos en un paisaje extenso.
Desde los años 90, Gursky se ha enfocado en los sitios del comercio y del turismo, haciendo el trabajo que dibuja la atención en la industria de alta tecnología y en los mercados globales. Sus imágenes se extienden sobre la arquitectura de los pasillos modernos del un hotel, de las construcciones de viviendas y de los extensos supermercados, anónimos en sitios como "la bolsa" y los "parlamentos" como así también en campos alejados de Shangai, Brasília, Los Angeles y Hong Kong. Aunque su trabajo adopte la escala y la composición de las pinturas de paisajes históricos, sus fotografías se derivan a menudo de fuentes desfavorables: una fotografía ByN en un periódico, por ejemplo, que se investiga largamente antes de que la fotografía final se tire y se altere a digital.
Thomas Struth
Thomas estudió en la academia de Düsseldorf a partir de 1973 hasta 1980 donde luego estudió pintura con Peter Kleemann y Gerhard Richter antes de establecer su estudio de fotografía de la mano de Bernhard Becher. Posteriormente ganó una beca para trabajar en P.S. 1 en Nueva York en el año `78. Sus primeras obras consistieron en gran parte en fotografías blanco y negro de las calles de Japón, Europa y América. Los rascacielos son otra característica preferida de su trabajo, con muchas de sus fotografías que intentan mostrar la relación que tiene la gente con el ambiente moderno. A mediados de los años 80 Struth añadió una nueva dimensión a su trabajo cuando comienza a producir retratos de familia. Como consecuencia, estos trabajos intentan aparentemente mostrar la dinámica social subyacente dentro de una fotografía.
A partir de los 90, Struth opta por el color. Por el objetivo de su cámara han desfilado ciudades como Nápoles, Nueva York, Sao Paulo, Venecia, París, Chicago o Düsseldorf, así como numerosos rincones de China y Japón. Sus fotografías, eminentemente nada espectaculares y ausentes de retórica, se inclinan por los lugares anónimos y marginales, en los que la ciudad se manifiesta con todo su sabor. La calle, marcada por el diálogo con la historia, la arquitectura y los signos del mundo moderno, es uno de sus escenarios predilectos, aunque también realiza retratos, paisajes o escenas de interiores.
Axel Hütte
Fotógrafo alemán, pertenece a la generación de artistas formados bajo la tutela de Becher. Proveniente de la Academia de Düsseldorf, Hütte tiene un dominio técnico que le permitió conseguir efectos panorámicos, sin subestimar el rigor de la composición. La imagen sobresale por su tamaño imponente y simplicidad majestuosa. Sus fotografías se caracterizan por presentarse como un canto al viaje a modo de documento, en las que nos muestra su gusto por un único color y su interés por el detalle, por el pictoricismo de lo extraordinario, todo ello combinado a través de una excelente resolución técnica que recuerda a los paisajes decimonónicos del realismo.
Interesado en objetos de arquitectura industrial (estaciones de metro, bloques de apartamentos, etc.), sobretodo en aquellos situados en suburbios deshabitados, sus fotografías se nos presentan como retratos al describir el modo en el que la gente vive en ellos, sin ser éstos presentados. Incluso la ausencia de gente parece jugar un papel predominante. Con el tiempo ha desarrollado su gusto por el paisaje, llegando a convertirlo en tema principal de su obra. En la naturaleza descubre la geometría: diagonales, ejes, que contribuyen a la creación de una composición calibrada y pensada.
Hasta el 27 de julio se está llevando a cabo en la Fundación PROA Espacios Urbanos, una exposición del interesante trabajo de los fotógrafos alemanes Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth.
Este grupo de artistas asistió a la Kunstakademie Düsseldorf o Academia de Artes de Düsseldorf, y gracias a la influencia de sus profesores Bernd e Hilla Becher desarrolló un interés por la ciudad y los paisajes urbanos como tema de reflexión.
Claro que con el paso del tiempo, cada uno fue tomando su propio camino y aproximación al enorme tema de la ciudad y las personas en ella, y es interesante ver cómo la primera sala de la muestra ofrece un primer pantallazo sobre el trabajo de los artistas y, a medida que se avanza en los espacios siguientes, se ve con más claridad hacia dónde viraron los temas que fue desarrollando cada uno. Gursky y sus fotos que observan comportamientos sociales; Höfer y su vuelco hacia lo arquitectónico; Hütte y sus espacios enigmáticos; Ruff y su experimentación con los lenguajes fotográficos; y Struth con la observación de los cambios en el paisaje urbano en sí mismo.
La curaduría de la muestra estuvo a cargo de Ludovico Pratesi, crítico de arte para el diario La República. El mismo comenta en una entrevista publicada por PROA: “Las obras no son meras documentaciones de lugares, sino que expresan un pensamiento muy profundo acerca de la evolución de la ciudad, tema que desde el tiempo de los impresionistas es abordado de manera recurrente por los artistas”.
Tuve la oportunidad de visitar la muestra hace una semana y debo decir que el trabajo de los cinco artistas es por igual interesante. En especial me llamaron la atención las fotos de paisajes urbanos de Struth, principalmente las de los alrededores de la ciudad de Lima, Perú, y de Las Vegas, Estados Unidos en la segunda sala. También la experimentación con técnicas de fotografía de Ruff en la tercera sala, donde se expone la obra Jpeg se02 que surgió de la apropiación de una imagen de la web, y un fotomontaje que mezcla la catedral de Río de Janeiro con fragmentos de monumentos europeos para denotar la situación política de Alemania en su momento y a la vez una idea de ciudad futurista.
Entre las imágenes de Hütte me gustó la que da inicio a este post, que retrata un perfil del Caesars Palace de Las Vegas. De las de Candida Höfer probablemente hay que ver las cuatro de Buenos Aires, por su conexión con la ciudad y también para experimentar cómo admira algunos edificios que a veces pasamos de largo una artista extranjera. Y por supuesto de Gursky sobresalen May Day IV y Tote Hosen, en las que el artista observa el papel individual de las personas en eventos multitudinarios.
Si todavía no fueron a Fundación PROA les recomiendo enfáticamente que visiten este lugar porque hace algunos meses fue reinaugurado y el reacondicionamiento que se le hizo al edificio es exquisito. En la terraza hay un restaurant conducido por Los Petersen que, además de platos atractivos, tiene una decoración algo nórdica y una gran vista de La Boca.
"(…) Con la constitución del nuevo rostro de la ciudad global, se intersectan dos ánimos diferentes destinados inevitablemente a superponerse. Por un lado, la memoria, que constituye el appeal natural para el turismo clásico, y por el otro, el paisaje urbano, un potencial evocativo enorme para atraer el flujo de los nuevos stalker de la globalización, que entre bares, restaurantes, discotecas, calles y plazas están en condiciones de definir el corazón palpitante de las energías que vinculan la ciudad con el mundo".
Ludovico Patesi
Ciudades vacías, despojadas en la inmensidad de sus arquitecturas sin límite; ciudades intervenidas por la desesperación de quienes viven en ellas y no pueden apropiarse, paradojícamente, de sus espacios de bienestar, lujo y esparcimiento, ciudades que excluyen vs ciudades que incluyen. Ciudades vivas que dibujan la muerte de las utopías.
Esas son las ciudades convulsionadas de este siglo que asoma, infectado, sin esperanzas pero a la vez con la provocación de que hacer crecer una ciudad no puede de ninguna manera matar el candor humano desde el que se la soñó.
Podemos reflexionar sobre todo esto muy cerca, aquí en BsAs. , Argentina, en La Boca, en el kunshalle más vanguardista de la ciudad: la fundación Proa. En efecto, a partir del sábado pasado y hasta fines de julio, Fundación Proa presenta la exhibición Espacios urbanos: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth.
Curada por Ludovico Pratesi, investigador y especialista en fotografía, la muestra propone analizar la transformación del concepto de ciudad en la cultura contemporánea a través de las ideas e imágenes producidas por los cinco notables fotógrafos alemanes, integrantes de la denominada Escuela de Düsseldorf.
La exposición presenta 45 obras realizadas desde los tempranos años ‘80 hasta la actualidad. El diseño expositivo propone un recorrido a través de las primeras obras que los artistas realizaron en conjunto -cuando eran compañeros en Düsseldorf- y una selección de sus trabajos individuales, en la que se distinguen sus propios estilos, hasta llegar a las producciones más recientes.
La selección de obras que se presenta Proa es el resultado del diálogo entre los artistas y el curador y muestra cómo cada uno entiende de diferente manera la relación con el espacio urbano. Es la primera vez que Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth son invitados a reflexionar acerca de un tema común –la ciudad–, pero interpretado de manera diferente.
En la exhibición, se podrán ver obras maestras, como May Day IV, de Andreas Gursky, o las fotografías que Candida Höfer tomó en Buenos Aires. También se verán otros trabajos menos conocidos que muestran el período de formación de los cinco artistas, cuando eran alumnos de Bernd Becher, profesor de fotografía en la Academia de Düsseldorf. El conjunto de obras se conformó gracias a préstamos de los propios artistas, museos, instituciones de arte y coleccionistas privados.
La gran repercusión del trabajo de estos artistas en el contexto global se debe a la renovación que produjeron en la tradición del concepto y el lenguaje de la fotografía, no sólo a través de sus imágenes a gran escala y en monumental formato, sino también por el tratamiento conceptual que presentan. Sus trabajos recrean un universo propio y definido, y se concentran en la interrelación que existe entre el hombre y el espacio que lo rodea, con todas las implicancias antropológicas y socioculturales que acarrea. Durante los años ‘80, sus maestros Bernd e Hilla Becher les transmitieron la importancia de la ciudad como tema de reflexión artística. Posteriormente, cada uno fue elaborando un estilo propio, al compás de los drásticos cambios que la globalización produjo en las culturas urbanas. Sus imágenes, producidas en diversos sitios del mundo, combinan el detalle de lo local con los sentimientos y las vivencias que son comunes a las sociedades contemporáneas. La Escuela de Düsseldorf se convirtió en un referente indiscutible en el panorama de la fotografía y el arte actuales. Con motivo de la exhibición, los artistas Candida Höfer, Thomas Struth y Axel Hütte vendrán a Buenos Aires y realizarán presentaciones de sus obras para el gran público. Además, la exposición está acompañada por un programa de actividades paralelas, que se desarrollará en el Auditorio de FUNDACION PROA, presentado por el Goethe-Institut.
Se acaba de inaugurar en la Fundación Proa de Buenos Aires una muestra que presenta 45 obras realizadas desde los años 80 hasta la actualidad por cinco notables fotógrafos alemanes, integrantes de la denominada Escuela de Düsseldorf.
PRECISCION ALEMANA. Aquí el fotógrafo argentino, Facundo de Zuviría, explica el método detrás las imágenes de Andreas Gursky.
Las Vegas 1, Las Vegas, Nevada, 1999. Thomas Struth, C-print. 141,8 x 204,7 cm. (Detalle. Cliquear imagen para ampliar)
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El sábado 30 de mayo quedó inaugurada en la Fundación PROA (a dos pasos de Caminito, en el barrio de la Boca) una muestra que sería el orgullo de cualquier museo o galería internacional, fuese el MoMA de Nueva York o la Tate Gallery de Londres.
Se trata de la exhibición Espacios Urbanos, que muestra las imponentes obras de cinco importantísimos fotógrafos alemanes: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth.
La exposición se extenderá hasta fines de junio y es para no perdérsela. Ñ Digital participó de una visita guiada previa a la inauguración, encabezada por la directora de PROA, Adriana Rosenberg; una de las curadoras de la muestra, la altísima italiana Benedetta Carpi de Resmini; el fotógrafo argentino Facundo de Zuviria; y, finalmente la historiadora de arte Valeria González.
Distribuidas en tres pisos de este museo con vista al puerto de la Boca y su emblemático puente de suspensión, las fotos asombran primero por su tamaño, colores brillantes y nitidez. En promedio tienen un metro de alto por un metro y medio de ancho; se dividen entre retratos urbanos y misteriosos interiores (de museos y palacios de justicia despoblados de personas). Son el tipo de imágenes –como los inmensos cuadros de Velazquez, por poner un ejemplo–que se deben apreciar desde la distancia, contemplando el juego de formas y contrastes de luz y color, y también desde muy cerca, parado a centímetros de la copia, para asombrarse con la nitidez de los detalles.
La foto de Andreas Gursky May Day IV (de 2,8 metros por 5.8) es un claro ejemplo. Muestra una multitud callejera en plena rave: desde lejos podría ser una manifestación, una tribuna popular de una cancha de fútbol o una composición abstracta del puntillismo. Acercándose, uno entra en un juego como el de los libros infantiles de ¿Dónde está Wally?, viendo con perfecta claridad cada rostro de la multitud.
Este efecto es una combinación de técnica y de filosofía. Los cinco fotógrafos trabajan en formato grande con dispositivos tradicionales pero después –en varios casos- usan métodos digitales para retocar las fotos.
Dice el catálogo de la muestra:
"La gran repercusión del trabajo de estos artistas en el contexto global se debe a la renovación que produjeron en la tradición del concepto y el lenguaje de la fotografía, no sólo a través de sus imágenes a gran escala y en monumental formato, sino también por el tratamiento conceptual que presentan. Sus trabajos recrean un universo propio y definido, y se concentran en la interrelación que existe entre el hombre y el espacio que lo rodea, con todas las implicancias antropológicas y socioculturales que acarrea.
Durante los años '80, sus maestros Bernd e Hilla Becher les transmitieron la importancia de la ciudad como tema de reflexión artística. Posteriormente, cada uno fue elaborando un estilo propio, al compás de los drásticos cambios que la globalización produjo en las culturas urbanas. Sus imágenes, producidas en diversos sitios del mundo, combinan el detalle de lo local con los sentimientos y las vivencias que son comunes a las sociedades contemporáneas. La Escuela de Düsseldorf se convirtió en un referente indiscutible en el panorama de la fotografía y el arte actuales.
Con motivo de la exhibición, los artistas Candida Höfer, Thomas Struth y Axel Hütte vendrán a Buenos Aires y realizarán presentaciones de sus obras para el gran público. Además, la exposición está acompañada por un programa de actividades paralelas, que se desarrollará en el Auditorio de Fundación Proa, presentado por el Goethe-Institut".
Hay dos meses para ver la muestra en Proa, aunque merece más de una visita. Las imágenes, aparentemente sencillas a primera vista, se tornan más misteriosas con cada relectura visual.
Al panorama de buenas muestras que presentan en estos días museos y galerías, la Fundación Proa sumó «Espacios urbanos: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff, Thomas Struth». Se trata de una exhibición clave para comprender la importancia de la fotografía contemporánea, y las particularidades que le imprimieron los integrantes de la Escuela de Düsseldorf.
Seleccionadas por el curador italiano Ludovico Pratesi, las obras de los cinco fotógrafos alemanes abordan un tema frecuente: muestran desde diversos ángulos el paisaje de las grandes megalópolis. La exposición se inicia en una sala dedicada a la década del 80, con imágenes que revelan la estética sombría de los primeros trabajos del grupo. Estas fotografías en riguroso blanco y negro, se destacan por su pequeño formato. Las grandes dimensiones de las imágenes de la década del 90 y las actuales, marcan un cambio abrupto, ya que, además, ostentan la elocuencia que brinda el color y la nitidez casi absoluta, que es una de las características más notables de la Escuela de Düsseldorf.
Durante una visita guiada destinada a los críticos, la directora de Proa, Adriana Rosenberg, contó cómo se gestó la exposición y habló de cada uno de los artistas cuyas obras se asemejan. Luego, la explicación de las complejas cuestiones técnicas que esconden las imágenes de Gursky, quedó a cargo del fotógrafo Facundo De Zuviría, quien aclaró por qué las cosas ubicadas en los primeros planos aparecen tan nítidas como las alejadas, cuando se supone que se deberían ver borrosas. «Gursky repite la misma toma de modo casi exacto varias veces, sobre las películas (transparencias color), y así obtiene una información 'casi' idéntica, que nunca será igual pero resulta complementaria, señaló De Zuviría. «Es decir, algunas personas que están movidas en una toma, en otra que parece ser igual ya no lo están; además, mientras en algunas tomas, Gursky enfoca el primer plano, en otras enfoca el plano medio, y en otras el fondo, después superpone todo este material en el photoshop, y utiliza la mejor información disponible para cada detalle. Luego, empalma todos los detalles respetando la composición de la toma original. Este procedimiento puede tomar varios días, pero el resultado 'está a la vista', y de más está decir que se trata de un verdadero maniático de los detalles», concluyó.
Aunque los textos del catálogo de la muestra eluden las referencias al elevado valor de las obras que llegaron a La Boca, se sabe que Gursky vendió en 2007 la imagen de un nítido supermercado por 3,3 millones de dólares, y que superó con esa cifra todos los récords pagados hasta entonces por una fotografía, incluso, el suyo, de 611.900 dólares, precio que alcanzó con una estantería de zapatillas de Prada.
Al igual que Thomas Struth y Thomas Ruff, y casi todos sus colegas de Dusseldorf, la obra de Gursky oscila entre la fotografía documental y conceptual. Sus imágenes tienden a ser un reflejo objetivo de los «no lugares», de un mundo cargado de mercancías donde el hombre es un ser anónimo y por lo general, ausente. En la desmesura de sus territorios prospera el consumismo, la industria del ocio y el turismo, dato que queda en evidencia con sus fotos de hoteles, empresas, aeropuertos y, sobre todo, en la arquitectura excesiva que demanda el universo global.
Si bien otra de las particularidades del grupo es que los artistas eliminaron la presencia humana, «para concentrar su búsqueda en lugares públicos urbanos destinados a la cultura, como bibliotecas, teatros y museos» -según observa el curador-, Gursky presenta en Proa dos imágenes donde la protagonista es la multitud.
Por otra parte, una de las estrellas de Düsseldorf, Candida Höfer, llegó con su ojo certero a Buenos Aires y se dedicó a realizar in situ una serie de imágenes. «Höfer nos invita a mirar de nuevo, a detenernos en cada uno de sus detalles, los tabiques divisorios, los candelabros de cristal, los anaqueles llenos de libros, las baldosas de los pisos, los pesados telones de los teatros, a tener la impresión de estar envueltos por esos ambientes», señala el curador Pratesi. El gran viaje de Höfer pasa por Weimar y Bologna, Seúl y Buenos Aires, Lisboa y París, y aspira a «captar el espacio vacío, fijarlo y hacerlo visible». Es obvio, sus visiones estetizadas de nuestro Congreso y el porteño teatro San Martín de la calle Corrientes, están tan quietas y estratificadas y su apariencia es tan magnífica que nos resultan ajenas, acaso porque como dice Höfer, estos lugares «están perdiendo lenta aunque inexorablemente su función principal: los espectadores del teatro son suplantados por los teleespectadores».
Lo cierto es que la fotografía, que pasó a ser para los artistas un soporte más del extenso universo que proveen las nuevas tecnologías, cambió aceleradamente de status. La decisión de limitar el número de copias, aumentó la posibilidad de subir el precio, pero tuvo implicancias que superan las del mercado. De repente, comenzaron a surgir imágenes con el poder fetichista de las verdaderas «obras de arte», con el aura que nunca habían tenido. Las ampliaciones que replican el formato de los cuadros de los grandes maestros de la pintura que pueblan los museos, suscitan esa «sensación irrepetible de una lejanía»(por cercana que se encuentre), la misma que Walter Benjamín le atribuye a las obras de culto. Las imágenes que se multiplican habían quedado afuera de la categoría de los objetos de culto, pero uno de los mejores ejemplos de la cualidad «museo» que ganó la fotografía en esta última década, se puede ver en Proa.
Se acaba de inaugurar en la Fundación Proa de Buenos Aires una muestra que presenta 45 obras realizadas desde los años 80 hasta la actualidad por cinco notables fotógrafos alemanes, integrantes de la denominada Escuela de Düsseldorf.
El sábado 30 de mayo quedó inaugurada en la Fundación PROA (a dos pasos de Caminito, en el barrio de la Boca) una muestra que sería el orgullo de cualquier museo o galería internacional, fuese el MoMA de Nueva York o la Tate Gallery de Londres. Se trata de la exhibición Espacios Urbanos, que muestra las imponentes obras de cinco importantísimos fotógrafos alemanes: Andreas Gursky, Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Struth.
La exposición se extenderá hasta fines de junio y es para no perdérsela. Ñ Digital participó de una visita guiada previa a la inauguración, encabezada por la directora de PROA, Adriana Rosenberg; una de las curadoras de la muestra, la altísima italiana Benedetta Carpi de Resmini; el fotógrafo argentino Facundo de Zuviria; y, finalmente la historiadora de arte Valeria González.
Distribuidas en tres pisos de este museo con vista al puerto de la Boca y su emblemático puente de suspensión, las fotos asombran primero por su tamaño, colores brillantes y nitidez. En promedio tienen un metro de alto por un metro y medio de ancho; se dividen entre retratos urbanos y misteriosos interiores (de museos y palacios de justicia despoblados de personas). Son el tipo de imágenes –como los inmensos cuadros de Velazquez, por poner un ejemplo–que se deben apreciar desde la distancia, contemplando el juego de formas y contrastes de luz y color, y también desde muy cerca, parado a centímetros de la copia, para asombrarse con la nitidez de los detalles.
La foto de Andreas Gursky May Day IV (de 2,8 metros por 5.8) es un claro ejemplo. Muestra una multitud callejera en plena rave: desde lejos podría ser una manifestación, una tribuna popular de una cancha de fútbol o una composición abstracta del puntillismo. Acercándose, uno entra en un juego como el de los libros infantiles de ¿Dónde está Wally?, viendo con perfecta claridad cada rostro de la multitud.
Este efecto es una combinanación de técnica y de filosofía. Los cinco fotógrafos trabajan en formato grande con dispositivos tradicionales pero después –en varios casos- usan métodos digitales para retocar las fotos.
Dice el catálogo de la muestra:
"La gran repercusión del trabajo de estos artistas en el contexto global se debe a la renovación que produjeron en la tradición del concepto y el lenguaje de la fotografía, no sólo a través de sus imágenes a gran escala y en monumental formato, sino también por el tratamiento conceptual que presentan. Sus trabajos recrean un universo propio y definido, y se concentran en la interrelación que existe entre el hombre y el espacio que lo rodea, con todas las implicancias antropológicas y socioculturales que acarrea.
Durante los años '80, sus maestros Bernd e Hilla Becher les transmitieron la importancia de la ciudad como tema de reflexión artística. Posteriormente, cada uno fue elaborando un estilo propio, al compás de los drásticos cambios que la globalización produjo en las culturas urbanas. Sus imágenes, producidas en diversos sitios del mundo, combinan el detalle de lo local con los sentimientos y las vivencias que son comunes a las sociedades contemporáneas. La Escuela de Düsseldorf se convirtió en un referente indiscutible en el panorama de la fotografía y el arte actuales.
Con motivo de la exhibición, los artistas Candida Höfer, Thomas Struth y Axel Hütte vendrán a Buenos Aires y realizarán presentaciones de sus obras para el gran público. Además, la exposición está acompañada por un programa de actividades paralelas, que se desarrollará en el Auditorio de Fundación Proa, presentado por el Goethe-Institut".
Hay dos meses para ver la muestra en Proa, aunque merece más de una visita. Las imágenes, aparentemente sencillas a primera vista, se tornan más misteriosas con cada relectura visual.