Prensa Publicada
Estudiantes de diseño de la UBA brindaron su visión del manifiesto italiano de 1914
"Nosotros, los futuristas, queremos liberar a nuestra raza de toda neutralidad, de la indecisión temerosa y quietista, del pesimismo negador y de la inercia nostálgica, romántica y reblandecida."
El "manifiesto futurista", que proponía en 1914 una vestimenta antineutral, fue el puntapié inicial para una experiencia educativa que integra el arte y el diseño de indumentaria. El resultado: un desfile de modas, en el que los modelos fueron estudiantes de diseño de indumentaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que mostraron los prototipos creados por ellos mismos frente a los turistas que paseaban ayer a la tarde por La Boca.
Invitada por la Fundación Proa, la profesora Andrea Saltzman involucró a unos 300 de sus 500 alumnos de la UBA en una actividad que ayer cerró la muestra El Universo Futurista, que durante tres meses se expuso en los salones de Proa.
Por una pasarela instalada en la vereda de esa institución, casi a orillas de la Vuelta de Rocha, los alumnos mostraron el fruto de sus investigaciones en cuatro pasadas.
Se vieron vestidos adherentes a modo de tatuaje, con motivos futuristas tomados de las obras expuestas; trajes masculinos más flexibles y confortables que los estándares; impermeables y ropa urbana en la que prevalece una propuesta lúdica, y trajes danzantes con efectos cinéticos.
Estos últimos fueron el broche de oro del desfile. Son trajes que parecen cobrar vida propia en los movimientos y pasos de danza improvisados por los jóvenes. Saltzman explicó a LA NACION que, sin llegar a ser disfraces, pueden haber tomado como referencia la forma de una medusa, de un murciélago o de algún robot o de un extraño pajarraco.
Josefina Minond y Sofía Alurralde, de 20 años, alumnas de primer año de diseño de indumentaria, contaron que para hacer el "vestido" que lució en la pasarla Josefina, ambas trabajaron duro durante más de un mes. Fueron a ver la muestra a la Fundación Proa, leyeron sobre el movimiento futurista, compraron la tela (algodón con lycra); la tiñeron; hicieron los moldes; los mandaron coser y pintaron los modelos según el diseño que habían hecho juntas. También pintaron las medias y los zapatos que compraron en una feria americana.
Un trabajo similar fue el de sus compañeros, muchos de los cuales nunca habían estado en una muestra de arte. "Esto desacraliza los museos. Los chicos hicieron una tarea de síntesis entre un movimiento plástico y su contemporaneidad", dijo Paola Campuzano, docente de diseño textil.
"Una investigación como esta acerca el arte a los alumnos, que, además, están ávidos de conocimiento y de ser guiados y orientados", explicó Verónica Arditi, profesora de diseño de indumentaria.
Entre el centenar de "modelos", uno de ellos fue especialmente aplaudido. Se trató del diseñador textil Martín Churba. "Esta vez hice de modelo; pasé el traje diseñado por un alumno de segundo año con camisa-chaleco y cuyo pantalón estaba ajustado en la pantorrilla y flojo en el muslo", contó Churba a LA NACION.
Sobre la iniciativa de integrar la educación universitaria con una muestra de arte, planteó: "Esto es muy bueno porque a los movimientos artísticos no sólo hay que estudiarlos, sino que es necesario experimentarlos, pasarlos por el cuerpo".
La muestra sobre futurismo, que cerró ayer, reunió más de 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), que recorren la historia del futurismo italiano en pintura, música, danza, teatro, arquitectura, vestimenta y otros ámbitos. La presidenta de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg, después del desfile sostuvo: "Trabajar así para los jóvenes es el objetivo de la fundación. Estamos muy contentos".
La exposición El Universo Futurista. 1909-1936 se sumerge en el movimiento futurista, primera vanguardia histórica que se desarrolla a partir de 1909, con la aparición del manifiesto fundacional del escritor italiano Filippo T. Marinetti.
La exposición se centra en el carácter multidisciplinario del movimiento. La experimentación y la ruptura alcanza todas las disciplinas: la pintura, la escultura, la literatura, la música, la arquitectura, la danza, el teatro, el cine, la fotografía. El futurismo propone una nueva forma de comportamiento vital, de renovación y experimentación de los lenguajes.
Es importante en el planteo de la curadora Gabriella Belli la intención de resaltar el momento de extensión de la estética futurista a todos los ámbitos del vida, incluyendo en la práctica artística; las artes aplicadas, la decoración, el diseño de proyectos arquitectónicos urbanos, las construcciones efímeras de carácter publicitario, la cocina, la moda.
Dentro del recorrido propuesto en las salas de Fundación Proa se incluye un documental sobre los viajes de Filippo T. Marinetti a Sudamérica realizado por fundación Proa a partir de la investigación y coordinación de mi autoría. Marinetti viene por primera vez, en 1926, en una gira promocional del Futurismo por varias ciudades de Brasil, Argentina y Uruguay. Las razones del primer viaje despiertan ciertas dudas ¿En carácter de qué viene Marinetti a Sudamérica: es como poeta futurista o como propagandista del régimen fascista? Las sospechas sobre el carácter político de la gira hacen que Marinetti tenga que justificar en reiteradas ocasiones que no existe otra intención en su viaje, que divulgar el Futurismo y conocer la escena de vanguardia de los países a visitar. Esta postura queda desdibujada cuando el poeta, tanto en entrevistas como en conferencias, fundamentalmente en su estadía brasilera, establece los vínculos existentes entre el futurismo y el fascismo. Lo que genera grandes incidentes. Durante su estadía porteña los integrantes de la revista Martín Fierro agasajan a Marinetti. Los postulados futuristas defendidos por el poeta no traen nada nuevo a los ámbitos vanguardistas locales en términos de renovación formal pero su presencia cumple un papel promotor del arte nuevo gracias a la amplia cobertura periodística brindada a su figura. Marinetti regresa a Sudamérica en agosto de 1936 para participar como delegado oficial en el xiv Congreso Internacional de los PEN Clubs en Buenos Aires. Durante la realización del congreso se reflejan enfoques políticos enfrentados en el arduo debate sobre la posición social del escritor. Marinetti es puesto en cuestión en reiteradas ocasiones por su postura belicista contraria a los postulados pacifistas de los PEN Club, lo que provoca que la delegación francesa solicite su expulsión de la asociación, hecho que finalmente no se concreta. La crónica de los viajes de Marinetti permite conocer los apoyos y rechazos que sus posturas, tanto artísticas como políticas, suscitaron así como los vínculos generados en las escenas locales.
Fundación Proa presenta en su auditorio una compilación de videos documentales que enriquecen el panorama sobre el movimiento: La Aventura Futurista (2010) de Rodrigo Alonso, La Metrópoli Futurista (2006) con idea y dirección de Art Media Editori, Vicenzo Capalbo y Marilena Bertozzi y Giannina Censi. Danzare il Futurismo (1997; dirección de Elisa Vaccarino).
Fundación Proa con su exposición El universo futurista. 1909 – 1936, que se presenta hasta el 4 de julio, se suma a los festejos por los 100 años del nacimiento del futurismo a través de una selección de obras pertenecientes al Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), unos de los mayores acervos de obras futuristas, para presentar este controvertido movimiento.
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Más info
Hasta el 01 de julio
Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca
Para quienes no conozcan el movimiento, les cuento un poco: el futurismo nace en el año 1909 de la mano de Filippo Tomasso Marinetti y es una de las llamadas vanguardias artísticas. Se extiende en casi todas las ramas del arte, la plástica, la literatura o el teatro. Los futuristas rechazan el pasado y la tradición y en cambio están pendientes del futuro, que en definitiva siempre es presente. Sienten fascinación por los avances tecnológicos, el movimiento, la velocidad y las masas en las sociedades.
Una de las secciones más interesantes de la muestra es la que documenta los viajes de Marinetti a Argentina, Brasil y Uruguay en los años 1926 y 1936 en donde entabla relación con los intelectuales de la época, controvertidos como él. También se exponen obras de Emilio Petorutti, un futurista argentino de la época. La exposición se extiende en cuatro salas de la Fundación, cada una de ellas ambientadas según la disciplina que representa.
En la librería de la Fundación se puede conseguir el libro El Universo Futurista. 1909 – 1936 editado para la ocasión en donde se detalla el viaje de Marinetti que les contaba más arriba e incluye, además, una parte en donde se reproducen las obras expuestas.
También se organizan visitas guiadas a chicos de esuela y público en general a cargo de los guías del lugar. Para consultas pueden llamar al (54-11) 4104-1005 o enviar un mail a educacion@proa.org
Para los que gustan de las salidas de este tipo, no pueden dejar de ir. Va a estar hasta julio.
2. Salvo por algunos bocetos y pinturas de Emlio Pettoruti –¿un futurista argentino?–, la muestra exhibe más de doscientas cuarenta piezas del futurismo italiano. Y todo lo que podamos resumir sobre “futurismo” a partir de noticias fragmentarias está ahí. El culto a la velocidad, las tensiones con el fascismo, el bigote de Marinetti, las pinturas brillantes, el talento, la denigración agresiva de la tradición, el proselitismo, el esfuerzo completamente italiano por dejar atrás un pasado deslucido. (A principios del siglo XX, la unificación era todavía demasiado reciente y el complejo de inferioridad con respecto a las potencias del norte se siente en el arrebatado programa futurista.) Pero hay más. Hay juguetes, fotos, vestuario, proyectos y bocetos, y se destaca la parte dedicada a la revolución tipográfica. Si cuando pensamos en vanguardia, pensamos en surrealismo y cuerpos blandos, el futurismo viene a mover la estantería de esos reflejos críticos. La visita a Proa modifica, así, nuestra lectura de la Teoría de la vanguardia de Peter Bürger. La muestra se completa con la edición de un catálogo excelente. Reproducciones de las obras, material crítico, dos importantes cronologías y buena parte de los treinta y seis manifiestos, el género literario central del futurismo.
3. Entonces, decimos: Fueron Fritz Lang antes de Fritz Lang, fueron la estética y la confusión política peronista antes del peronismo, fueron el resumen de buen aparte del siglo XX a principios del siglo XX en un país arrasado por los fantasmas del pasado. Quizás por eso en sus escritos se nota cierto entusiasmo ingenuo, cierto kitsch provinciano, cierto aire de ópera bufa –que a los franceses y a los cubistas no se les escapaba–, pero eso no va en desmedro del interés que pueda provocar el futurismo. Al contrario, lo refuerza. Insisto, sus pinturas hablan un idioma universal que hoy resulta cotidiano pero en ese momento era bastante inédito. Las vemos a través de los medios audiovisuales y la prensa gráfica, cuyos pioneros aprendieron de los futuristas mucho más de lo que estarían dispuestos a admitir. (Entre muchos contactos directos, no debe escapársenos el viaje que Fortunato Depero hace en los 20 a Nueva York para trabajar durante dos años como publicista y diseñador.) Pero hay todavía una zona no domesticada, sobre todo en los manifiestos. La afirmación categórica incluso hoy hace dudar. Entre la escenografía y la pose surge la sospecha. ¿De qué hablan estos italianos? Véanse las referencias de ida y vuelta sobre la mujer. (El catálogo impreso por Proa trae los exabruptos anti-femeninos de Marinetti y la respuesta de la artista francesa Valentine de Saint-Point, como no podía ser de otra manera, en forma de manifiesto exacerbado.) Hay algo bestialmente lúdico, entonces, infantil, experimental en el sentido más fresco de la palabra, conceptual y al mismo tiempo irracionalmente vital en los manifiestos. Hago una sola cita que podría multiplicarse por mil. En La vestimenta antineutral, manifiesto futurista, fechado en 1914 y firmado por Giacomo Balla, se lee: “El sombrero futurista será asimétrico y de colores agresivos y festivos. Los zapatos futuristas serán dinámicos, distintos uno del otro en su forma y color, adecuados para agarrar alegremente a patadas a todos los neutralistas”.
4. Llegado este punto, podría seguir contando las derivas políticas y espectaculares de Marinetti, o también reivindicar la figura de Umberto Boccioni, que era calabrés y encontró una muerte irónica para un futurista cuando se cayó de un caballo durante la Primera Guerra Mundial. También me tienta sondear la obra del fenomenal Fortunado Depero cuyos autorretratos fotográficos de 1915 bien valen el viaje hasta la Fundación Proa. Pero elijo detenerme en Luigi Russollo. ¿Por qué? Veamos.
5. Como pintor, Russolo acompañó a los futuristas y estuvo ahí desde el principio. Discutió y practicó el divisionismo, firmó los primeros manifiestos, quemó la bandera de Austria en el Teatro Dal Verme y cayó preso. Fue, para decirlo de una manera banal, pieza clave de la máquina futurista. Sin embargo, como personaje y como creador, sus atractivos son muchos. Una intuición cambió su destino. El 11 de marzo de 1913 publicó su manifiesto L´arte dei Rumori donde incluía los ruidos de la vida moderna como parte fundamental de la música del futuro. El manifiesto revela a Russolo como un prosista atento, informado, que sabe de lo que habla. La anécdota que abre esta primera argumentación es precisa. Durante un concierto de Francesco Balilla Pratella, Russolo imagina una variación fundamental. La naturaleza es básicamente silenciosa. El hombre la llena de música y de ruidos. ¿Por qué no hacerlos convivir en el arte? El gesto es moderno. O sea, al mismo tiempo mimético y disruptivo. Cuando redacta el manifiesto, todavía se piensa como artista plástico: “No soy músico. No tengo ni predilecciones acústicas ni obras que defender. Soy un pintor futurista que proyecta fuera de sí, en un arte que ama, su voluntad de renovarlo todo”.
6. El 2 de junio de ese mismo año Russolo –¿cansado de esperar la respuesta de Balilla Pratella?– presenta los prototipos de sus “entonaruidos” durante una velada futurista en el Teatro Storchi de Módena. En enero de 1914 patenta su invento que consta de una caja de madera que en su interior tensa una cuerda de violonchelo asegurada sobre una membrana de cuero conectada a un megáfono. El aparato se opera con manivelas y palancas que tensan o distienden la cuerda y aceleran su frotación. En los meses que van de la firma del manifiesto a enero de 1914, Russolo no deja de ser pintor, pero se convierte también en inventor, intérprete y compositor. Abril de ese año lo va a encontrar tocando en un teatro londinense. En junio, un año después de que suene el primer entonaruidos, el estudiante serbio Gavrilo Princip asesina al archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo desencadenando la Primera Guerra Mundial. Más tarde Russolo llega a dirigir tres conciertos de “bruiteurs futuristes” en el Théâtre des Champs Élysées y “fabricará”, hacia el fin de la década del 20, la música de los films de Eugene Deslaws.
7. Los entonaruidos abren la exposición de Proa. Comparadas con las pinturas y los proyectos arquitectónicos, estas réplicas de los originales quizás no sea lo más vistoso del conjunto. Sin embargo, su valor no debe ser subestimado. ¿Cómo era el universo musical en el que se movía Russolo? Hablamos de 1913. El jazz estaba lejos, faltaban por lo menos treinta y cinco años para que llegara a Europa de la mano de la ocupación norteamericana. Pese a que existían ya los gramófonos, la música se escuchaba casi siempre en vivo. ¿Mussorgsky? ¿Stravinski? Quizás, y Wagner y alguna opereta más o menos estrafalaria. De allí que, con sus aparatosas bocinas, Russolo saque a Europa del siglo XIX. Estas cajas cuadradas con cornetas de amplificación y palancas son el principio de la música del siglo XX. Si Russolo hubiera agregado un ritmo de negra a sus ruidos, y no los hubiera respetado tanto en su languidez, habría abierto una brecha espacio temporal por la que hubiera llegado a la década del 60, o incluso a la del 90, cuando los loops se integraban a la globalización. Como fuere, el entonaruidos es el padre, no el abuelo, del sampler.
8. Por el otro lado, pero no tan lejos, en su primer manifiesto Russolo describe la escena clásica del rock donde el intérprete, poseído por el furor dionisíaco de la música, destruye su instrumento para que esa sea indiscutiblemente la última vez: “¡Fuera! Salgamos, puesto que no podremos frenar por mucho tiempo en nosotros el deseo de crear al fin una nueva realidad musical, con una amplia distribución de bofetadas sonoras, saltando con los pies juntos sobre violines, pianos, contrabajos y órganos gemebundos. ¡Salgamos!”.
9. Aunque llegó a fabricar algún instrumento eléctrico, el aporte de Russolo a la evolución musical fue netamente mecánico. Así, de John Cage a Tom Zé, pasando por Stockhausen y toda la gama de pedales Boss para guitarra, las cajas de ritmos y los sequencers, su influencia llega hasta nuestros días. Siendo el pintor que inventó la música del siglo XX, entonces, llama la atención que su artículo en wikipedia sea tan austero. Algunos de sus manifiestos, en traducciones muy respetables, pueden leerse en el sitio web de la Universidad de Castilla La Mancha (http://www.uclm.es/artesonoro/russolo.html.) y también es posible bajarse un disco con sus composiciones de la web.
La muestra está compuesta por 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto, Italia (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades. En Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca. Entrada general $10; estudiantes $6 y jubilados $3. Martes libres para estudiantes y docentes con acreditación.
Monumental muestra en la Fundación Proa, con obras quevienen del Museo de Trento, dueño del mayor patrimonio futurista del mundo. Pintura,música, danza, fotografía, moda y objetos de un movimiento revolucionario cuyo efecto aún no ha terminado
La Nacion, 10 de abril de 2010
Por Rodrigo Alonso
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las "palabras en libertad".
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos . Antonio Sant´Elia propuso una arquitectura futurista de conglomerados urbanos y edificios industriales, construidos con materiales novedosos y ligeros que reemplazarían la madera, la piedra y el ladrillo. Y los hermanos Arturo y Anton Giulio Bragaglia experimentaron con la fotografía y el cine, buscando nuevas formas de representación del movimiento y el dinamismo en los medios artísticos técnicos.
En 1915, Giacomo Balla firma, junto con el joven y entusiasta Fortunato Depero, el manifiesto Reconstrucción futurista del universo , que abre otra etapa en el desarrollo de esta escuela. En él se propone ampliar el campo de acción del futurismo a todos los aspectos de la cotidianidad: la moda, el mobiliario, la publicidad, la decoración, el diseño gráfico, el teatro, la danza y la cocina. Decenas de manifiestos apoyan esta nueva orientación que, en plena guerra, abandona momentáneamente los problemas exclusivos del mundo del arte para centrarse en la vida y la ciudad como ámbitos para la experiencia estética. Así, por ejemplo, la moda ya no se piensa asociada al individuo que la usa, sino como una intervención en el espacio público, y trajes exóticos y coloridos comienzan a poblar las calles a la manera de una verdadera performance urbana. Este costado vital del futurismo es el protagonista de la exposición que se exhibe en la Fundación Proa. Recuerda que el movimiento no se limitó, como a veces se piensa, a la producción conservada en los museos, sino que contempló además el cuestionamiento institucional que caracterizó a las vanguardias más relevantes de la historia del arte. Muestra también la capacidad irradiante del movimiento, que rápidamente encontró adeptos en todas las áreas artísticas, que se renovaron de manera singular.
Marinetti no sólo fue el padre del futurismo, sino también su gran promotor. A lo largo de su vida realizó incansables viajes para pregonar las máximas de su estética, desde Rusia hasta la Argentina. En todas partes encontró adeptos y detractores. Sus aportes fueron fundamentales para la aparición y el desarrollo de escuelas y estilos, como el rayonismo ruso, el vorticismo inglés y el estridentismo mexicano.
Sin embargo, sería un error creer que el futurismo se reduce al pensamiento y a las proclamas de Marinetti. Aunque éste siempre ha sido una figura importante, la estética futurista se alimentó también del trabajo y la visión creadora de numerosos artistas, que muchas veces extendieron las ideas de su mentor mucho más allá de los ámbitos por él imaginados. El universo futurista: 1909-1936 evidencia ese enorme potencial creativo y las múltiples derivaciones que adoptó el movimiento a partir del núcleo fundador inicial. Incorpora la obra de algunos de sus protagonistas menos conocidos en la Argentina, como Enrico Prampolini, Nicolaj Diulgheroff o Tullio Crali, y obras fundamentales de su fase final, la "Aeropintura", que cobró vida hacia la década de 1930. Pero fundamentalmente, trae por primera vez a la Argentina la producción de una de las corrientes estéticas más originales e influyentes, sin la cual no es po
Inspirándose en la vida y la obra del artista futurista Umberto Boccioni, Giancarlo Schiaffini (trombón y electrónica) y Silvia Schiavoni (voz) recrean una pieza musical contemporánea en la que confluyen escritura, imágenes, voces y ejecución en vivo. Reconstruyendo El Universo Futurista, esta obra intenta dar cuenta de la diversidad y simultaneidad de lenguajes en la obra de arte, tal como lo intentaron plasmar los artistas futuristas.
Giancarlo Schiaffini compone una performance experimental en la que el sonido, la imagen, la voz y la música electrónica se entrelazan y dialogan a la manera de la “síntesis dinámica” teorizada por Boccioni.
Por única vez, se presenta He visto volar en el marco de la exposición El Universo Futurista. 1909 - 1936, con más de 200 obras que ponen de relieve la creatividad y versatilidad del movimiento futurista al cumplirse cien años de sus manifiestos.
Giancarlo Schiaffini (Roma, 1942) es compositor, trombonista y tubista. Se dedica a la música contemporánea, jazz e improvisación, y colaboró con músicos como John Cage, Karole Armitage, Luigi Nono y Giacinto Scelsi en diversas obras.
Giancarlo Schiaffini: Música; trombón y electrónica / Silvia Schiavoni: Texto y voz / Ilaria Schiaffini: video
Fundación Proa y el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires presentan He visto volar. Tríptico para Boccioni, de Giancarlo Schiaffini, el miércoles 28 de abril a las 19:00 hs. en el Auditorio de Proa.
Inspirándose en la vida y la obra del artista futurista Umberto Boccioni, Giancarlo Schiaffini (trombón y electrónica) y Silvia Schiavoni (voz) recrean una pieza musical contemporánea en la que confluyen escritura, imágenes, voces y ejecución en vivo. Reconstruyendo El Universo Futurista, esta obra intenta dar cuenta de la diversidad y simultaneidad de lenguajes en la obra de arte, tal como lo intentaron plasmar los artistas futuristas.
Giancarlo Schiaffini compone una performance experimental en la que el sonido, la imagen, la voz y la música electrónica se entrelazan y dialogan a la manera de la “síntesis dinámica” teorizada por Boccioni.
Por única vez, se presenta He visto volar en el marco de la exposición El Universo Futurista. 1909 - 1936, con más de 200 obras que ponen de relieve la creatividad y versatilidad del movimiento futurista al cumplirse cien años de sus manifiestos.
Giancarlo Schiaffini (Roma, 1942) es compositor, trombonista y tubista. Se dedica a la música contemporánea, jazz e improvisación, y colaboró con músicos como John Cage, Karole Armitage, Luigi Nono y Giacinto Scelsi en diversas obras.
April 28, 2010
7-9pm
Fundación Proa, Buenos Aires
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Entrada libre. Cupos limitados
En ocasión de la exhibición El Universo Futurista. 1909 – 1936, y como parte de las actividades paralelas que desarrolla Proa para documentar el alcance que tuvo el Futurismo Italiano en diversas disciplinas artísticas, el concierto de Giancarlo Schiaffini da cuenta de la importancia que tuvo en la composición musical la revolución del Ruidismo de Luigi Russolo.
Inspirándose en la vida y la obra del artista Umberto Boccioni, Schiaffini compone He visto volar, acompañado por la voz de Silvia Schiavoni. La destacada pieza musical es una síntesis de diversos lenguajes en diálogo: escritura, imágenes, voces y la ejecución en vivo de ambos intérpretes. Las imágenes son antiguas fotos, pinturas y fragmentos de películas que reflejan los pensamientos de movimiento-acción presentes en la obra de Boccioni.
El concierto futurista He visto volar es el primero de una serie de eventos paralelos que tienen lugar en Fundación Proa en el marco de la exposición El Universo Futurista, 1909 – 1936. A partir de mayo, comienza el ciclo de Cine Futurista y las visitas guiadas por especialistas.
Los intérpretes
Giancarlo Schiaffini (Roma, 1942) es compositor, trombonista y tubista. Se dedica a la música contemporánea, jazz e improvisación, y colaboró con músicos como John Cage, Karole Armitage, Luigi Nono y Giacinto Scelsi en diversas obras.
Organización y producción:
Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires
Informes y reservas auditorio@proa.org / [54 11] 4104 1000
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La Aventura Futurista, 2010
Duration: 28 minutes
Research: Rodrigo Alonso
Edition: Santiago Recart and Fundación Proa
La Aventura Futurista (English subtitles) includes images and recordings from artists such as Filippo Tommaso Marinetti Futurist (Battaglia, 1924) and Carmelo Bene (Contra Passat Venezia, 1910), and excerpts from the film Thaïs, by Anton Giulio Bragaglia ( 1916).
The video provides a comprehensive overview in 28 minutes and is displayed continuously on the Fundación Proa Auditorium and can be seen before the visit or after finishing a tour of the rooms.
Hasta donde se sabe, en términos generales, sólo el ser humano es el único ser viviente capaz de tener conciencia del devenir del tiempo, y así actuar en consecuencia. Esto significa que, dadas las experiencias del pasado y obtenidos ciertos resultados en el presente, le es posible proyectarse a futuro, programando las acciones necesarias para alcanzar las metas que persigue. Esto a su vez, implicaría cambiar lo anterior si no resultó como se esperaba, o continuar con lo mismo para mantener el statu quo.
A comienzos del siglo XX soplaban vientos de cambio, arrastrando consigo las arenas de la modernidad. Por lo que los movimientos artísticos de vanguardia parecen haber sido consecuencia de un imperativo humano, antes que producto de la necesidad o la invención. El arte moderno se caracteriza por tres cosas, “ser nuevo”, “tener la mirada puesta en el futuro”, y a diferencia del posmoderno, que mantiene con él una relación de discusión, “romper con todo lo anterior”. Por lo visto, Italia, cansada de ser el mercado de antigüedades de Europa, también se plegó a la movida de la época, pegó el gran salto y se convirtió en un moderno mercado que sigue vigente. De esto da habida cuenta la mega muestra proveniente del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto, que con doscientas cuarenta obras de cuarenta artistas, se exhibe hasta los primeros días de julio en PROA.
Entre todas las vanguardias que configuraron la historia del arte durante las primeras décadas del siglo XX, la italiana con el Futurismo, expresó la fascinación por el presente y el imparable progreso cuyo rumbo transformaría todos y cada uno de los ámbitos de la vida cotidiana. El Manifiesto de la Pintura Futurista escrito por Filippo Tommaso Marinetti en 1908, firmado por Humberto Boccioni, Luigi Russolo, Gino Severini, Giacomo Balla y Carlo Carrá, y publicado en Le Figaro de París en febrero de 1909, le otorgó personería jurídica legitimando el inicio de nuevos modos de sensibilidad, percepción y acción: la pasión futurista por la construcción de algo novedoso, tenía su vertiente destructiva. Desde ese momento fueron muchos los artistas e intelectuales que adhirieron a sus formas y postulados en la plástica, la literatura, la tipografía, la escultura, la fotografía, el cine, la arquitectura, el teatro, la música, la cocina, la danza, la moda… y la política.
Hoy, lo postulado en aquel primer manifiesto, perdió aquella grandilocuencia futurista. Tal vez porque ese futuro que se anunciaba porvenir, con sus deseos de libertad, el amor a la máquina, la devoción por la mecanización y el industrialismo, junto a la arenga que invitaba a la violencia de la guerra como medio para alcanzar una nueva era, se materializó. No obstante, a cien años del grito de Marinetti, sus ecos siguen reverberando dinámica y perturbadoramente, porque los efectos de este movimiento aún no han terminado.
Sólo queda una inquietud, si los seres humanos son los únicos seres vivos que tienen conciencia del tiempo, ¿el perro de Bruno se humanizó o cree formar parte del género humano? De lo que no cabe la menor duda, es que está totalmente interesado -el perro- en mantener el statu quo. Utiliza lo aprendido en su vida cachorra, para pedir ahora, lo que obtendrá en un cierto y breve futuro. Con la seguridad de que cuánto más merodee en torno a los comensales, nuevos bocados agregará. De no ser así, como perro “moderno” que es, esperará a que la familia se retire distraída de la mesa para abalanzarse sobre ella, para dar cuenta de todo resto de comida que allí haya quedado; con la certidumbre del bienestar porvenir producto de la gula satisfecha, dejando el consecuente destrozo de vajilla y enchastres varios, luego de haber actuado con audacia y libre albedrío.
La exhibición es un compendio de obras y manifiestos de uno de los destacados grupos de las vanguardias históricas del arte fotográfico y del diseño en general. Está organizada conjuntamente con el Museo di Arte Moderna e Contemporánea di Trento e Rovereto (MART) y cuenta con la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
Los alumnos, acompañados por el profesor Juan Manuel Bassi, realizaron la recorrida por la Fundación, uno de los espacios culturales más importantes de la Ciudad de Buenos Aires, que cuenta con innumerables obras referidas a la comunicación visual y con muestras de artistas como Daniel Santoro, Graciela Sacco o Eduardo Hoffmann, entre otros.
Dpto. de Relaciones Institucionales
Fuente fotográfica: Johanna Presas, 2do año Fotografía, alumna ISEC.
La Fundación Proa presenta El Universo Futurista. 1909 - 1936, una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto ( MART)y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias.
Proclama el rechazo frontal al pasado y a la tradición, defendiendo un arte anticlasicista orientado al futuro, que respondiese en sus formas expresivas al espíritu dinámico de la técnica moderna y de la sociedad masificada de las grandes ciudades.
La importancia del Futurismo fue la de hacer partir la estética desde cero a comienzos del siglo XX, de forma que posibilitó una espectacular renovación de los principios y técnicas artísticas, que tiene consecuencias incluso en la actualidad. Fue el primero de los ismos o vanguardias artísticas y su valor como movimiento rompedor posibilitó y facilitó el camino a las demás corrientes que refrescaron el panorama artístico de la primera mitad del siglo XX.
En Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito).
Por Cristina Civale
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible de ‘progreso’. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda” nos dice Adriana Rosenberg citando algo que seguramente leyó hace poco. Lo hace en una visita muy exclusiva a la que invita antes de la inauguración oficial de la monumental muestra El Universo Futurista. 1909 – 1936 que tiene lugar en Proa, la fundación que preside frente al Riachuelo en un magnífico y moderno edificio de líneas netas y color blanco brillante.
Junto a ella se encuentra la curadora de la exposición, la italianísima Gabriella Belli , ella misma pareciera salir de alguna cabeza futurista y probablemente lo sea porque lleva ya más de un año presentando la muestra por el mundo. Lo primero que nos cuenta en la visita guiada que nos ofrece, toda una master class sobre el futurismo, es una notable casualidad: la muestra siguió el mismo itinerario que realizó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, creador del futurismo –el movimiento y la palabra- cuando dio la vuelta al mundo para presentar su flamante e integral movimiento. De París a Buenos Aires, recorrió medio mundo igual que esta muestra que tiene su parada final en nuestra ciudad, al igual que el tour de Marinetti en 1926. Aquí fue recibido en ese entonces por el grupo Martín Fierro a pesar de que su estadía estuvo muy cuestionada por su histórica amistad con Benito Mussolini. Belli salva a Marinetti contando “la verdad” de esta historia: “Se conocieron muy jóvenes cuando ambos eran socialistas, Marinetti nunca pensó que Mussolini iba a terminar dónde terminó. En los últimos años del Duce el contacto entre ambos fue casi nulo aunque es cierto que Marinetti nunca se pronunció públicamente contra él”.
La italianísima quiere pasar pronto por este escollo pero lo menciona antes de que cualquiera se lo pregunte. Un gesto de buena leche y de astucia y sigue hablando y va al punto que quiere destacar. Así Belli nos transmite en cada uno de los rincones de la exposición el furor creativo de los futuristas en las disciplinas que abordaron: desde la poesía, la música -también entendida como ruido- , el cine, la moda, la cocina, el diseño, la arquitectura y la pintura.
Todo explotó a partir de la aventura vanguardista que gestó Marinetti en 1909 y ese proceso en cada una de sus facetas y disciplinas puede apreciarse en los dos pisos que le dedica Proa.
Belli es muy enfática cuando explica que el futurismo, a diferencia de otros movimientos vanguardistas contemporáneos a él, implicó una visión del mundo, un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo pasado en Italia el nacimiento de las luces, el ruido de los automóviles y la aparición de las industrias. El futurismo no hubiese sido posible, explica, sin el estallido y metamorfosis de las
grandes ciudades en las que Marinetti afirmaba que las casas durarían menos que las personas. Y de alguna manera se anticipó a esta contemporaneidad que barre edificios para plantar torres y barre torres para plantar otras nuevas, en un cambio constante y avasallador que ya hace un siglo Marinetti pudo oler en el aire que empezaba a viciarse y enriquecerse con el humo de los coches, el sonido furioso de la multitud y el polvo de las imparables construcciones. E increíblemente “futurismo” en estos términos quiere decir puro presente: ni pasado ni futuro. Hoy y sólo hoy. La revolución cotidiana, la creación efímera, la invención del performance como arte escénica, la valoración del instante, el poder de una imagen que se diseña para, al menos en la imaginación de quien mira, poder evaporarse.
La exhibición se desarrolla en cuatro salas, cada una va dando identidad a las diversas disciplinas que los futuristas tomaron por asalto. Un universo de contradicciones y libertades que demuestra la capacidad
creativa de las primeras vanguardias históricas y sus ambiciones utópicas.
El futurismo empieza con la palabra y la palabra puesta en poesía. Así también lo apreciamos en la muestra con los calados de frases colocados en las paredes de las salas, con frases rotundas del movimiento. Y todo empezó con la palabra no sólo porque lo primero fue un manifiesto sino porque Marinetti era básicamente un escritor, un poeta visionario, un narrador que no temía romper la reglas de la gramática y hasta del sentido para inventar otros sentidos.
En las cuatro salas donde apreciamos obras de un centenar de artistas (Roberto M. Baldessari, Giacomo Balla, Francesco Changuillo, Carlo Carrà,
Gerardo Dottori, Leonardo Dudreville, Julius Evoca, Gianne-tto Malmerendi,
Renato Paresce y el argentino Emilio Pettoruti entre otros) pasan ante nuestros ojos la danza, la escultura, la poesía pictórica, el cine, la fotografía, el teatro, la literatura, proyecciones tanto de obras de la época como documentales sobre el movimiento. Y por supuesto los manifiestos. Allí está el germen nutritivo de todo.
El Manifiesto Furturista escrito en 1909 por Marinetti, añade Belli en su recorrido donde nos fascinamos ante los objetos tan extraños como visionarios que son la raíz de la decoración; ante los movimientos fotografiados de una danza sin tutús, donde la imagen revela que allí no habrá ningún cisne atravesando el escenario, lo que más impacta del Manifesto, es la síntesis extrema de la escritura, persuasiva y lapidaria, que contiene la primera verdadera profecía de la edad contemporánea italiana, donde todos los lugares comunes que conciernen al glorioso pasado artístico
de un país que parecía que no iba a ser capaz superar un pasado pesado, el de los maestros renacentistas.
El futurismo se propone pulverizar esa idea y jalar para adelante el timón de la historia y con radicalismo invadir todas las áreas de la vida para demostrar que otro tipo de representación del mundo es posible.
Y lo hace: todo el arte contemporáneo está salpicado de futurismo y si alguien tiene alguna duda que se dé una vuelta por Proa.
Estas eran algunas de las palabras que Filippo Tomasso Marinetti y los pintores futuristas, estamparon en el manifiesto que publicaron en 1910. Una expresión de deseos, una llamarada de repudio, de desprecio, eran el principio de un programa, que alertaba al mundo del arte sobre la presencia del nuevo paisaje que avecinaba la revolución industrial, para eso era imprescindible desarrollar una nueva sensibilidad. La sensibilidad para encontrar más belleza en un auto de carrera que en la Victoria de Samotracia.
El futurismo proclamó la negación del pasado, es decir, la idea de entender el futuro, el progreso y la modernidad, como un fenómeno espontáneo y voluntario.
“Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.”
La ciudad, las máquinas, los automóviles, la velocidad, las pistas, los edificios, se convirtieron en los símbolos de la iconografía artística de este movimiento. Perseguían la originalidad, el irracionalismo, el entusiasmo de la euforia por los momentos fugaces y la exaltación de la tecnología, contraponiendo el mundo industrial con los valores clásicos y tradicionales Todo esto era parte de una respuesta a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales tradicionales.
“La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo”.
Toda esa embriaguez programática, mirada desde una centenaria perspectiva, nos produce una tierna sonrisa, aunque sospechemos que de algún modo, ya estemos pisando aquel futuro que proclamaron Marinetti y compañía.
En la Fundación PROA, hasta el 4 de junio, se presenta “El Universo Futurista. 1909-1936” una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes de la colección del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto, Italia. La muestra que abarca pintura, escultura, grabado, gráfica periodística, fotografía, indumentaria y literatura, curada por la Directora del MART Gabriella Belti, es la más completa que se ha organizado en la Argentina.
"El Universo Futurista 1909-1936", es una muestra conformada por piezas provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto de Italia, que reflejan -a cien años de su creación- el apogeo de ese movimiento creativo.
"El Universo Futurista 1909-1936", una exhibición con más de doscientas obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto de Italia, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron -a cien años de la creación de ese movimiento- abrió sus puertas ayer en la Fundación Proa.
El Manifiesto Futurista -la vanguardia que proclamó los avances tecnológicos en detrimento de la tradición cultural- fue publicado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 y alentaba el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades.
DE EXPERIMENTACION
"El futurismo se basa en la completa renovación de la sensibilidad humana, ocurrida como consecuencia de los grandes descubrimientos científicos", proclamaba Marinetti (1876-1944) en el texto aparecido el 20 de febrero de 1909 en Le Figaro de París, donde también elogiaba "la belleza de la velocidad".
Durante el recorrido de la muestra, se vuelve emblemática la pintura de Tullio Crali "Introduciéndose en lo habitado", que muestra la vertiginosa óptica de una aviador sobrevolando una gran urbe, entre decenas de altísimo edificios, en una imagen de gran dinámica, pero también angulosa y robótica, todas características claves de este movimiento.
Las obras o los objetos con los que experimentaban los futuristas "debían tener elementos mecánicos, moverse, hacer ruido, ser luminosos, tenías que apelar a todos los sentidos", dispara la curadora de la muestra, la italiana Gabriella Belli.
Lo cierto es que el futurismo "proclamaba una gran evolución en el arte, en la vida y para la vida" resume la curadora, por eso es que sus principios fueron aplicados en las artes visuales, la literatura, el cine, la arquitectura, el teatro, la danza, la cocina e incluso la moda.
A lo largo de cuatro salas del edificio ubicado en La Boca, la muestra enhebra una gran cantidad de piezas que se dividen en sectores como pintura y escultura, una sección destacada sobre la fotografía y otra relevante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica
LOS VISIONARIOS
"Un aspecto en el que fueron visionarios y el tiempo les ha dado la razón es en la arquitectura", admite Belli, y aclara que en el campo de la escritura fue "donde más se divirtieron, al experimentar con la escritura sonora" e incluso planificaron gustos para la moda y la decoración: "la ropa debía ser mecánica, angulosa y dinámica, que era su gran obsesión".
El recorrido incluye un gran número de fotografías, que los futuristas "consideraban un arte menor, por no contar con la intervención directa del artista", un libro realizado con láminas de metal y varios "textos que eran recitados en las veladas futuristas. En ese sentido, ellos fueron los inventores del arte performático".
Con respecto al teatro, los futuristas lo consideraban "un laboratorio en miniatura de la vida, donde podían experimentar sobre la escenografía, la coreografía, el vestuario, el movimiento, las acciones, la danza, el texto poético", enumera la italiana.
Un apartado documental de la muestra se dedica a dar cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay a principios del siglo XX (en 1926 y 1936) para difundir el movimiento, una cronología exhaustiva realizada por la investigadora Cecilia Rabossi.
REPERCUSION LOCAL
En esta sección se reflejan las repercusiones en nuestro país de esas visitas, el encuentro de Marinetti con los integrantes del periódico Martín Fierro -que encarnaban la vanguardia local- e incluye una serie de obras del platense Emilio Pettoruti, quien fuera reconocido como el artista futurista latinoamericano.
"Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del "progreso". Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado", sostiene Belli en el catálogo de la exposición.
"El Universo Futurista. 1909-1936" se verá en la Fundación Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), en el barrio de La Boca, hasta el 4 de julio, de martes a domingos de 11 a 19 (lunes cerrado).
Amor por lo nuevo, iconoclasia, culto de la guerra: los futuristas se propusieron alterar el desarrollo formal de las artes y sacar al espectador de su inercia, para lo cual expandieron su esfera de acción a la gráfica, el diseño, la indumentaria y la política. “El universo futurista”, que la Fundación Proa exhibe hasta julio, cuenta con más de 240 piezas de artistas clave del movimiento como Romani, Severini y Depero, pero también se ocupa de la importancia que el futurismo tuvo en ámbitos como la danza, la moda, la arquitectura, la escenografía y la literatura.
Celebrando los cien años del famoso Fondazione e manifesto del futurismo que Marinetti publicó en 1909, seguido por el Manifesto dei pittori futuristi publicado al año siguiente, la Fundación Proa presenta El universo futurista: 1909-1936, una exhaustiva muestra organizada en colaboración con el Museo d’Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto que recorre en toda su amplitud histórica y transdisciplinaria los momentos fundamentales de la vanguardia italiana de las primeras décadas del siglo XX. Una vanguardia ecléctica, con gran influjo en la Argentina, cuyas notables ideas e innovaciones resultaron posibles a pesar (o quizás precisamente a través) de un contexto de aislamiento cultural como el de Italia a comienzos de 1900.
Atravesados por un ideario en el que convivían el amor por lo nuevo, la iconoclasia y el culto de la guerra, los futuristas se propusieron no sólo alterar el decurso formal de las artes y sacar al espectador burgués de su recurrente inercia, sino cambiar la vida en su totalidad, para lo cual expandieron su esfera de acción a terrenos como la gráfica, el diseño, la indumentaria y, fatalmente, la política. La muestra, curada por Gabriela Belli, cuenta con más de 240 piezas de artistas clave como Romolo Romani, Gino Severini y Fortunato Depero, pero también subraya la gravitación que el futurismo tuvo en ámbitos como la danza, la moda, la arquitectura, la escenografía y la literatura. El catálogo, que complementa la propuesta, incluye una docena de manifiestos futuristas traducidos por Jaime Arrambide y un texto de Cecilia Rabossi que analiza los viajes de Marinetti a Latinoamérica, en lo que constituye un buen caso de integración entre una muestra internacional y el desarrollo de producciones locales complementarias.
El recorrido de la exhibición comienza con los Intonarumori (1914) de Luigi Russolo, el músico del movimiento. Las piezas, voluminosas cajas de madera rematadas por altavoces, funcionan como pequeñas orquestas portátiles capaces de generar ruido industrial, y por su ineludible impacto escultórico dan cuenta de la integración de las disciplinas artísticas que el futurismo buscaba, anticipando el camino que va del dadaísmo a Fluxus.
En la sala principal de la planta baja, se despliega la obra de pintores como Gianetto Malmerendi, Roberto Baldessari y Giacomo Balla (muchos de ellos nucleados a partir de una histórica velada que tuvo lugar en enero de 1910 en la casa de Marinetti), junto a un joven pintor de allende el océano, Emilio Pettoruti, que el espectador puede descubrir como un guiño del equipo curatorial para resaltar los contactos entre las escenas de la Argentina e Italia.
Primeros pasos. Esta primera etapa (1910-1915) muestra las contradicciones y los anhelos de una joven generación de artistas que no podían sustraerse al influjo del modernismo pictórico que tenía su centro en París (de Cézanne a Picasso). Se puede percibir la evolución que va del recurso a lenguajes plásticos como el cubismo y el fauvismo hacia un tipo de pintura guiada por los conceptos de velocidad, maquinismo y disrupción, como ocurre en las aeropinturas de Tulio Crali y Renato di Bosso de los años 30, vistas cenitales de paisajes urbanos cargadas de un dinamismo casi cataclísmico.
La referencia al aeroplano como símbolo de la industrialización coincide, en palabras de la curadora, con el anhelo de los artistas por “desprenderse de la naturaleza del objeto y dar cuenta del movimiento y la velocidad”. Un anhelo en el que se cruzan aristas progresistas, renovadoras y anticlericales con un marcado sentido del militarismo, problemático en el contexto del surgimiento y consolidación del régimen fascista, que el movimiento futurista atravesó con grandes contradicciones internas. Pues si bien su inscripción política se volcó al nacionalismo, su lenguaje artístico siempre fue leal al internacionalismo de las vanguardias europeas “de izquierda” (léase el dadaísmo, el constructivismo y la Bauhaus), lo cual les fue ganando el desprecio de los cuadros políticos del régimen, incluido el propio Benito Mussolini.
En el ámbito de la objetualidad, este contradictorio deseo de modernidad extrema se manifestaba en las esculturas con material encontrado de Gerardo Dottori: tuercas, rulemanes y otras piezas industriales inauguran, en Italia, el martirio de la forma característica de la escultura vanguardista. La destrucción de la armonía y el equilibrio se expande en las piezas en madera de Fortunato Depero a un tipo de sintaxis lúdica y colorida, con morfologías heredadas de Brancusi y mecanismos de implementación propios del diseño industrial (encastres, atornillados, etc.) que sustituyen por completo los medios “clásicos” de la escultura de molde. Un caso típico es el de la Fiore futurista (1920) de Giacomo Balla, que ni por su forma ni por su construcción se diferencia de un objeto de uso doméstico.
A partir del manifiesto Ricostruzione futurista dell’universo, de 1915, la subsunción de la esfera artística (en Italia fuertemente asociada con la tradición humanística) al puro desarrollo industrial de las fuerzas productivas encuentra su correlato iconoclasta en otros medios y ámbitos del quehacer humano. Un ejemplo muy claro es el de la indumentaria: los coloridos chalecos, trajes y mamelucos que diseñaron Depero, Tullio Crali y Ernesto Thayaht llevan al extremo las premisas formales y cromáticas del modernismo: prendas asimétricas de impronta geométrica, con remanentes de Mondrian y el constructivismo ruso. Para darse una idea de lo que estaba en juego, alcanza con repasar los lineamientos que Giacomo Balla consignó para la “vestimenta antineutral” en su manifiesto de 1914: la indumentaria debía ser, según dice, agresiva, agilizadora y dinámica (“a través de los estampados... que inspiren el amor al peligro, la velocidad y el asalto, el odio a la paz y a la inmovilidad”), simple y cómoda, además de higiénica (“o sea, cortada de tal modo que la piel respire en todos sus puntos durante las largas marchas y los ascensos fatigosos”).
Destruir para crear. Otro terreno en el que se vuelven obvias las conexiones con las distintas vanguardias europeas, con prescindencia de su ubicación geográfica o su signo político, es la arquitectura. Los proyectos de Depero de fines de los años veinte (como el pabellón publicitario de la Casa de Arte Futurista) o las torres impensables de Crali se sitúan en un vértice inestable entre el racionalismo, el constructivismo a la Tatlin y el expresionismo estructural que sería dominante décadas más tarde. Estos proyectos, en su mayoría irrealizados, no tenían ni el nivel de implementación ni el apoyo político necesarios para poder efectuarse, y de algún modo se pueden leer como las líneas de fractura entre la vanguardia artística y la realidad sociopolítica del momento.
Pues el futurismo fue un movimiento lleno de contradicciones, frustraciones y arrepentimientos que, a las complicaciones típicas de toda vanguardia, les sumó las dificultades surgidas de trabajar en un contexto aislado y periférico, y cargado del imponderable bagaje histórico de cinco siglos de arte italiano. A partir de su deseo de destruirlo todo (siguiendo la frase sucesivamente utilizada por Bakunin, Nietzsche y Stirner: “destruir para crear”), los futuristas se anticiparon a las vanguardias más inmediatas (las que estallarían en Zurich, Viena y Moscú poquitos años más tarde) y dinamitaron barreras formales, abriendo caminos que serían explorados a lo largo del siglo.
El Universo Futurista
Hasta el 4 de julio.
En Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929).
Martes a domingos de 11 a 19 hs. Entrada general $ 10.
A partir del 1º de abril, Fundación Proa presenta El Universo Futurista. 1909 - 1936, una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes del MART y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades: Las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos.
Una sección documental da cuenta de los Viajes de Marinetti a Argentina, Brasil y Uruguay (en 1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
La histórica exhibición se plantea en las cuatro salas, cada una dando identidad a las diversas disciplinas en diálogo. Un universo de contradicciones y libertades que demuestra la capacidad creativa de las primeras vanguardias históricas y sus ambiciones utópicas.
Es un orgullo para Proa festejar los 100 años del Futurismo con una exhibición deslumbrante, gracias al apoyo permanente de Tenaris – Organización Techint.
Conversación con Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa
A 100 años del nacimiento del futurismo, y luego de las celebraciones internacionales en varios museos del mundo, Fundación Proa presenta la muestra El Universo Futurista: 1909 – 1936, que por primera vez en Argentina, alberga más de 240 obras que dan cuenta de la riqueza interdisciplinaria del movimiento artístico más controvertido del siglo XX.
De esta manera, Proa intensifica su proyecto de acercar a nuestro país los movimientos y artistas más representativos del siglo XX, en colaboración con destacados museos e instituciones internacionales. Organizada conjuntamente con el MART –la institución que posee la mayor cantidad de obras futuristas en Italia– y con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y el auspicio permanente de Tenaris/Organización Techint, presentamos El Universo Futurista: 1909 – 1936, un recorrido único y extraordinario.
¿Hay una continuidad entre esta muestra y Marcel Duchamp, una obra que no es una obra de arte, la muestra con la que Proa celebró su primera década, en 2008?
En su programa, Proa asume el compromiso de presentar a los más destacados movimientos de vanguardia y a artistas de reconocimiento internacional. Siempre, montando exhibiciones especialmente diseñadas para nuestra institución y pensadas para nuestra realidad. Es un gran desafío institucional que Proa ha logrado mantener. En ese sentido, organizar Duchamp y ahora Futurismo es para Proa –y también para nuestro país– un orgullo. En 2009 se cumplieron los 100 años de la publicación del primer manifiesto futurista, y nosotros, reconociendo la importancia de su relectura, nos sumamos a los festejos con esta exhibición.
¿Cuál es la riqueza del Futurismo en relación a los otros movimientos de la vanguardia?
El futurismo, a diferencia de otras formaciones de vanguardia, decidió enérgicamente traspasar la frontera del arte y transformar la vida, o inventar un “nuevo mundo”. Por eso mismo, es una las utopías más notables del siglo XX, atravesada y definida por la Primera Guerra Mundial, que marca un antes y un después en su poética. Así es que este concepto de totalidad, de voluntad transformadora del mundo cotidiano, invade la arquitectura, el arte, la moda, la cocina, deslizándose cada vez más hacia esa novedosa forma de vida que logró imponer. Eso hace que el modo de exhibirlo sea muy difícil, es decir, sea tan complejo como su propia complejidad. Es un movimiento de mucha diversidad.
La intención de Fundación Proa es entonces generar una exhibición que dé cuente de este universo, sin limitarse a la pintura, a la literatura o a la arquitectura. El objetivo, para nada simple, es revelar ese universo: más que presentar una corriente, nos interesa abrir las puertas de un mundo.
¿Fue por eso que pensaron en el Mart, que es el museo que tiene la mayor cantidad de obra futurista en Italia y que cuenta, además, con un archivo indispensable para investigadores?
Exactamente, el Mart es el museo más destacado en materia de colecciones futuristas de las diversas disciplinas, y cuenta con un archivo histórico que es una extraordinaria fuente de investigación. Fue en diálogo con su directora, Gabriella Belli, que coincidimos en traer futurismo a Argentina. El Mart tiene a su cargo gran parte del patrimonio del movimiento, y una de sus tres sedes, además, es la “Casa Depero”, de Fortunato Depero, una figura central del futurismo, que donó a la institución su casa y cerca de 3.500 obras.
¿En qué aspectos se diferencia El Universo Futurista de las muestras sobre el movimiento que se presentaron en el Centro Pompidou, en París, en la Tate Modern Gallery de Londres, y en Roma?
Quien vive en Europa o en Estados Unidos y acostumbra visitar museos, conoce el Futurismo desde pequeño. Los europeos lo estudian en la escuela. Para ellos es algo familiar. Por ende, cuando conmemoraron los 100 años del movimiento, los diversos museos del mundo plantearon diferentes propuestas curatoriales. Por ejemplo, el Pompidou y la Tate de Londres presentaron una visión del futurismo a nivel global, con una enorme cantidad de obra, muy centrada en la pintura e incorporando además al futurismo ruso y la de otros países. En Milán, en cambio, la decisión fue festejar el Futurismo y su legado hasta la actualidad, y tomar toda la ciudad con las diversas disciplinas artísticas, a lo largo de varios meses: hubo teatro, comida, moda y cine en toda la ciudad. Fue un evento muy convocante y de gran orgullo para Italia. En Argentina, primero tenemos que presentar el tema, darlo a conocer y mostrarlo en su amplitud multidisciplinaria, dando cuenta de la vastedad del grupo y de los proyectos de los artistas. Poesía y literatura son muy importantes; arquitectura, moda, teatro, también. Por eso que todas ellas conviven en El universo futurista. No se puede importar una exhibición: acá, nuestro gran desafío fue pensarla para nuestro entorno.
¿Y cómo ponen de manifiesto, entonces, esa singularidad?
En el catálogo de la muestra, por ejemplo, estamos publicando alrededor de 13 manifiestos futuristas traducidos al español, un material que para un lector europeo ya no es necesario – ya que tienen muchas ediciones en cada idioma - pero para nosotros es un aporte fundamental: el manifiesto es una proclama que ilumina esa revolución que los artistas impulsaron, cada uno de ellos, con una escritura muy peculiar y con un uso de la tipografía completamente renovador.
Acá se conocen las dos visitas de Marinetti a Argentina, y la obra de Emilio Pettoruti, nuestro representante futurista.
Es cierto, Marinetti llega en dos oportunidades, en el 26 y en el 36, y para difundir el movimiento. Como ven, el Futurismo ya tenía una idea de exportación cultural y de utopía de globalización. Por eso, el catálogo y la exhibición cuentan con un apartado especial que expone esos dos viajes y las diversas repercusiones que tuvo en nuestro país. Este apartado, y la inclusión de obra de Emilio Pettoruti, es la manera de retomar eso que muchos ya conocen acerca de esta vanguardia.
¿Cómo está organizada El universo futurista: 1909 - 1936?
La exhibición esta compuesta por más de 240 piezas, entre obras y documentos, casi todas pertenecientes a la colección del Mart. A través de diversos grupos de obras, se pueden comprender las bases de los primeros manifiestos. Luego, hay algunas reconstrucciones, como por ejemplo la obra de Russolo, el Intonarumori, los personajes teatrales de Depero, un espacio especial dedicado a la pintura y a la escultura, una sección destacada sobre la fotografía y una sección muy importante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica. Un universo.
El Catálogo
El Universo Futurista. 1909 - 1936 constituye un documento integral en español de la acción artística que el movimiento italiano de vanguardia protagonizó. Una cuidada edición de alrededor de 300 páginas está integrada por un texto introductorio de la curadora Gabriella Belli, un destacado cuerpo de reproducciones de obras y una sección documental con el diario de viaje de Filippo Tommaso Marinetti a Sudamérica elaborada por Cecilia Rabossi.
Disponible para consultas y venta en la librería de la Fundación Proa.
libreria@proa.org / (54-11) 4104-1005 / http://www.proa.org/esp/library.php
Actividades educativas
Las salas de exhibición cuentan con la presencia permanente de educadores del Departamento de Educación de Fundación Proa, formados especialmente para la muestra. Además, se ofrecen distintas propuestas para interactuar con las obras: visitas programadas, visitas para público escolar y visitas de estudio.
Programa para Escuelas
El Programa para Escuelas brinda a estudiantes y profesores una oportunidad para acercarse al arte de distintos períodos. Se proponen visitas especialmente diseñadas para los distintos niveles educativos (inicial, primario, secundario). También se ofrecen materiales para trabajar antes y después de la visita que permiten articular el trabajo en el aula.
La vanguardia cultural representada por el futurismo, de ruptura y anticipación, tiene, para comprender, aunque sea esquemáticamente, la ideología política marinettiana, una situación concreta aunque no por esto clara: la Italia del primer tercio del siglo XX, con su proceso de industrialización, con sus conflictos sociales agúdos, con los temores revolucionarios y los avances contrarrevolucionarios, con sus guerras y aventuras imperialistas coloniales. En la crisis del liberalismo parlamentario y la ascensión del fascismo se deslizará, tanto en la teoría como en la práctica, la ideología de Marinetti. Entre 1909 y 1910 Marinetti se lanza a la conquista futurista de Europa, aunque ya antes, en 1905, había creado una revista internacional (Poesía). El 20 de febrero de 1909, en el periódico parisiense Le Figaro se publica el manifiesto fundacional futurista. Con el género del manifiesto, que se mantendrá como constante hasta su muerte, Marinetti rompe con la convencionalidad literaria: el manifiesto como proclama agresiva se traslada así del campo político al campo cultural. Convierte la literatura en propaganda política y en eslogan publicitario. Por otra parte, Marinetti se dirige ya a "todos los hombres vivientes de la tierra". El futurismo aparece con pretensiones universales, como una nueva concepción del mundo totalizadora y salvadora. Desde sus lecturas iniciales - Carducci y Bergson, Sorel y Nietzsche, Bakunin y posiblemente Marx-, Marinetti irá forjando una ideología de protesta, real y ficticia, en donde laicismo y nacionalismo garibaldino y antitradicionalismo modernista se mezclan con una permanente concepción belicista y militarista, aristocrática y seudoanarquista. Su aparente actitud antiburguesa llamará incluso la atención de Gramsci, aunque pronto, por su práctica política, su mistificación fascista quedará develada.
RUPTURISMO E IRRACIONALIDAD
Es decir, en síntesis, se observa siempre esta dualidad entre modernidad cultural rupturista e irracionalidad política. La velocidad y la máquina, la energía y la audacia, la condena de los valores tradicionales y la exaltación de lo nuevo, el elogio del hombre múltiple y el amor a la guerra, la necesidad de la desigualdad y de la lucha permanente. La velocidad, sobre todo, se convierte en la nueva estética: "Un automovile ruggente", dirá provocativamente, "che sembra correre sulla mítraglia, è più bello della Vittoria de Samotracia". Velocidad, lucha y violencia se complementan, armonizando primitivismo y dinámica: "Non u'è più belleza, se non nelle lutta". La lucha no será sólo una actitud literaria de ficción y protesta, sino algo concreto y real: la guerra. Su seudoanarquismo se traduce en un darwinismo social destructor, la guerra, la muerte, es la única higiene del mundo. Marinetti, como el japonés Mishima, glorificará la guerra y las "bellas ideas que matan" y el desprecio a la mujer. Pero, a diferencia de Mishima, donde el futurismo se hace tradicionalismo mágico, Marinetti preferirá siempre el mito del condottiero mussoliniano al mito del emperador-cultural. Velocidad, lucha, guerra, se complementan en Marinetti con un heroísmo individual socializado y técnico: las masas y las fábricas, los puentes y las estaciones, las locomotoras y los aviones.
En todos sus manifiestos políticos posteriores, y son numerosos, Marinetti insistirá y desarrollará este punto de partida bélico y destructor. Teoría y práctica tendrán una gran coherencia: se alistará en los fascios de combate, hará voluntario la guerra en Etiopía, se separará del fascismo unos años (pocos) como protesta por la claudicación fascista ante el papado y la monarquía, volverá a reintegrarse gozosamente en el régimen, mantendrá siempre lealtad personal a Mussolini (incluso se adherirá a su postrer aventura desesperada: la República Social Italiana); participará, ya septuagenario, en el frente ruso, en la II Guerra Mundial. Su fascismo de izquierdas o su anarquismo de derechas, similar a otras actitudes de intelectuales europeos captados por el fascismo lo mantendrán en sus posiciones, anticlericales, conjugando utópicamente nacionalismo revolucionario (la "educación patriótica del proletariado"), corporativismo funcionalista (cámaras técnicas y apolíticas), y viejas propuestas con reminiscencias sorelianas y, bakunianas: socialización de la tierra, amor libre, disolución (gradual) de la familia. Su vanguardismo cultural se deslizará y se instalará en el fascismo político militante.
Raúl Morodo, El País, 18/09/1986.
Por Rodrigo Alonso
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las "palabras en libertad".
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos . Antonio Sant´Elia propuso una arquitectura futurista de conglomerados urbanos y edificios industriales, construidos con materiales novedosos y ligeros que reemplazarían la madera, la piedra y el ladrillo. Y los hermanos Arturo y Anton Giulio Bragaglia experimentaron con la fotografía y el cine, buscando nuevas formas de representación del movimiento y el dinamismo en los medios artísticos técnicos.
En 1915, Giacomo Balla firma, junto con el joven y entusiasta Fortunato Depero, el manifiesto Reconstrucción futurista del universo , que abre otra etapa en el desarrollo de esta escuela. En él se propone ampliar el campo de acción del futurismo a todos los aspectos de la cotidianidad: la moda, el mobiliario, la publicidad, la decoración, el diseño gráfico, el teatro, la danza y la cocina. Decenas de manifiestos apoyan esta nueva orientación que, en plena guerra, abandona momentáneamente los problemas exclusivos del mundo del arte para centrarse en la vida y la ciudad como ámbitos para la experiencia estética. Así, por ejemplo, la moda ya no se piensa asociada al individuo que la usa, sino como una intervención en el espacio público, y trajes exóticos y coloridos comienzan a poblar las calles a la manera de una verdadera performance urbana. Este costado vital del futurismo es el protagonista de la exposición que se exhibe en la Fundación Proa. Recuerda que el movimiento no se limitó, como a veces se piensa, a la producción conservada en los museos, sino que contempló además el cuestionamiento institucional que caracterizó a las vanguardias más relevantes de la historia del arte. Muestra también la capacidad irradiante del movimiento, que rápidamente encontró adeptos en todas las áreas artísticas, que se renovaron de manera singular.
Marinetti no sólo fue el padre del futurismo, sino también su gran promotor. A lo largo de su vida realizó incansables viajes para pregonar las máximas de su estética, desde Rusia hasta la Argentina. En todas partes encontró adeptos y detractores. Sus aportes fueron fundamentales para la aparición y el desarrollo de escuelas y estilos, como el rayonismo ruso, el vorticismo inglés y el estridentismo mexicano.
Sin embargo, sería un error creer que el futurismo se reduce al pensamiento y a las proclamas de Marinetti. Aunque éste siempre ha sido una figura importante, la estética futurista se alimentó también del trabajo y la visión creadora de numerosos artistas, que muchas veces extendieron las ideas de su mentor mucho más allá de los ámbitos por él imaginados. El universo futurista: 1909-1936 evidencia ese enorme potencial creativo y las múltiples derivaciones que adoptó el movimiento a partir del núcleo fundador inicial. Incorpora la obra de algunos de sus protagonistas menos conocidos en la Argentina, como Enrico Prampolini, Nicolaj Diulgheroff o Tullio Crali, y obras fundamentales de su fase final, la "Aeropintura", que cobró vida hacia la década de 1930. Pero fundamentalmente, trae por primera vez a la Argentina la producción de una de las corrientes estéticas más originales e influyentes, sin la cual no es posible comprender, en toda su dimensión, la vanguardia artística del siglo XX.
La atención que estos artistas pusieron en las maquinarias y su voluntad de convertirlas en objetos poéticos resulta a la vez anacrónica y conmovedora. Parece mentira tal elección, ocurrida en un pasado próximo, que contrasta con este presente dominado por un férreo conservadurismo de tinte ecológico. El progreso es en estos días una palabra que inspira más desconfianza que emoción. Sin embargo, en aquellos años fue una fe ardiente, capaz de hacer coincidir, en sus alucinadas visiones del futuro, el fascismo italiano con el naciente constructivismo ruso. Ambos movimientos, cabe decir, rápidamente derraparon hacia un clasicismo anodino y ampuloso, pantano en el que las revoluciones suelen anegar sus sueños.
Es verdad que no hay en la muestra de Proa primeras figuras, ni el gran Sant’Elia, ni Boccioni, solamente unas migajas de Carrá o Balla. Ningún hit, pero sí una vigorosa segunda línea, que es quizás donde un movimiento muestra su espesor. La señal de lo que es capaz de generar está donde se prolonga su mensaje, más allá del brillo de un talento esporádico.
En este contexto resultó un verdadero descubrimiento, para mí, la obra de Tulio Crali. Comenzando por el fantástico Incuneandosi nel abitato (in tufo sulla cittá), que muestra un avión en picada sobre una clásica ciudad de severos bloques futuristas, siguiendo por sus etéreas aéreo-bailarinas de alambre y los alegres figurines geométricos, hasta culminar en los expresivos retratos plasmados en bajorrelieves de ruda consistencia metálica.
La muestra es consistente y permite formarse una idea bastante aproximada de estos artistas radicales, que conservan el aire simpático que tienen los extremistas cuando hacen del arte el vehículo para dar a conocer sus ideas. Un prolijo documental relata las vicisitudes del Marinetti, el poeta fundador del movimiento y hace foco sobre las dos visitas que efectuara a nuestro país, en donde su presencia encendiera agrias disputas.
Quizás el mejor elogio que pueda hacerse del futurismo es decir que aún hoy es capaz de encender la polémica. Y sospecho que este sea, quizás, el modo como aquellos artistas que lo idearon quisieran ser recordados.
Evento Ingresado por: Escuela Superior de Creativos Publicitarios, Argentina (prensa)
A partir del 1º de abril, Fundación Proa presenta El Universo Futurista. 1909 - 1936, una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes del MART y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades: Las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos.
Una sección documental da cuenta de los Viajes de Marinetti a Argentina, Brasil y Uruguay (en 1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
PROA presents the first showing in Argentina of the futurist movement. The Futurist Universe 1909 - 1936 is built up of more than two hundred works revealing the creative furor of the futurist movements and the vanguard adventure.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible de ‘progreso’. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda” nos dice Adriana Rosenberg citando algo que seguramente leyó hace poco. Lo hace en una visita muy exclusiva a la que invita antes de la inauguración oficial de la monumental muestra El Universo Futurista. 1909 – 1936 que tiene lugar en Proa, la fundación que preside frente al Riachuelo en un magnífico y moderno edificio de líneas netas y color blanco brillante.
Junto a ella se encuentra la curadora de la exposición, la italianísima Gabriella Belli , ella misma pareciera salir de alguna cabeza futurista y probablemente lo sea porque lleva ya más de un año presentando la muestra por el mundo. Lo primero que nos cuenta en la visita guiada que nos ofrece, toda una master class sobre el futurismo, es una notable casualidad: la muestra siguió el mismo itinerario que realizó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, creador del futurismo –el movimiento y la palabra- cuando dio la vuelta al mundo para presentar su flamante e integral movimiento. De París a Buenos Aires, recorrió medio mundo igual que esta muestra que tiene su parada final en nuestra ciudad, al igual que el tour de Marinetti en 1926. Aquí fue recibido en ese entonces por el grupo Martín Fierro a pesar de que su estadía estuvo muy cuestionada por su histórica amistad con Benito Mussolini. Belli salva a Marinetti contando “la verdad” de esta historia: “Se conocieron muy jóvenes cuando ambos eran socialistas, Marinetti nunca pensó que Mussolini iba a terminar dónde terminó. En los últimos años del Duce el contacto entre ambos fue casi nulo aunque es cierto que Marinetti nunca se pronunció públicamente contra él”.
La italianísima quiere pasar pronto por este escollo pero lo menciona antes de que cualquiera se lo pregunte. Un gesto de buena leche y de astucia y sigue hablando y va al punto que quiere destacar. Así Belli nos transmite en cada uno de los rincones de la exposición el furor creativo de los futuristas en las disciplinas que abordaron: desde la poesía, la música -también entendida como ruido- , el cine, la moda, la cocina, el diseño, la arquitectura y la pintura.
Todo explotó a partir de la aventura vanguardista que gestó Marinetti en 1909 y ese proceso en cada una de sus facetas y disciplinas puede apreciarse en los dos pisos que le dedica Proa.
Belli es muy enfática cuando explica que el futurismo, a diferencia de otros movimientos vanguardistas contemporáneos a él, implicó una visión del mundo, un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo pasado en Italia el nacimiento de las luces, el ruido de los automóviles y la aparición de las industrias. El futurismo no hubiese sido posible, explica, sin el estallido y metamorfosis de las
grandes ciudades en las que Marinetti afirmaba que las casas durarían menos que las personas. Y de alguna manera se anticipó a esta contemporaneidad que barre edificios para plantar torres y barre torres para plantar otras nuevas, en un cambio constante y avasallador que ya hace un siglo Marinetti pudo oler en el aire que empezaba a viciarse y enriquecerse con el humo de los coches, el sonido furioso de la multitud y el polvo de las imparables construcciones. E increíblemente “futurismo” en estos términos quiere decir puro presente: ni pasado ni futuro. Hoy y sólo hoy. La revolución cotidiana, la creación efímera, la invención del performance como arte escénica, la valoración del instante, el poder de una imagen que se diseña para, al menos en la imaginación de quien mira, poder evaporarse.
La exhibición se desarrolla en cuatro salas, cada una va dando identidad a las diversas disciplinas que los futuristas tomaron por asalto. Un universo de contradicciones y libertades que demuestra la capacidad
creativa de las primeras vanguardias históricas y sus ambiciones utópicas.
El futurismo empieza con la palabra y la palabra puesta en poesía. Así también lo apreciamos en la muestra con los calados de frases colocados en las paredes de las salas, con frases rotundas del movimiento. Y todo empezó con la palabra no sólo porque lo primero fue un manifiesto sino porque Marinetti era básicamente un escritor, un poeta visionario, un narrador que no temía romper la reglas de la gramática y hasta del sentido para inventar otros sentidos.
En las cuatro salas donde apreciamos obras de un centenar de artistas (Roberto M. Baldessari, Giacomo Balla, Francesco Changuillo, Carlo Carrà,
Gerardo Dottori, Leonardo Dudreville, Julius Evoca, Gianne-tto Malmerendi,
Renato Paresce y el argentino Emilio Pettoruti entre otros) pasan ante nuestros ojos la danza, la escultura, la poesía pictórica, el cine, la fotografía, el teatro, la literatura, proyecciones tanto de obras de la época como documentales sobre el movimiento. Y por supuesto los manifiestos. Allí está el germen nutritivo de todo.
El Manifiesto Furturista escrito en 1909 por Marinetti, añade Belli en su recorrido donde nos fascinamos ante los objetos tan extraños como visionarios que son la raíz de la decoración; ante los movimientos fotografiados de una danza sin tutús, donde la imagen revela que allí no habrá ningún cisne atravesando el escenario, lo que más impacta del Manifesto, es la síntesis extrema de la escritura, persuasiva y lapidaria, que contiene la primera verdadera profecía de la edad contemporánea italiana, donde todos los lugares comunes que conciernen al glorioso pasado artístico
de un país que parecía que no iba a ser capaz superar un pasado pesado, el de los maestros renacentistas.
El futurismo se propone pulverizar esa idea y jalar para adelante el timón de la historia y con radicalismo invadir todas las áreas de la vida para demostrar que otro tipo de representación del mundo es posible.
Y lo hace: todo el arte contemporáneo está salpicado de futurismo y si alguien tiene alguna duda que se dé una vuelta por Proa: va a quedar fascinado y absolutamente convencido. *
May Lorenzo Alcalá
Fortunato Depero fue, sin duda alguna, el gran renovador del futurismo: cuando la corriente languidecía pese a los ingentes esfuerzos de Marinetti por perpetuarla, este joven y original pintor extendió el ámbito de aplicación a los usos domésticos y cotidianos – con su Casa Mágica Futurista- y, después, a la gráfica y el diseño publicitario, que sería la fórmula que la mantendría viva hasta mediados del siglo veinte. Piero Illari, por su parte, era un futurista parmesano con una corta pero intensa militancia en Italia que, hasta donde se sabe, fue el único miembro de la corriente que emigró a la Argentina (1). Entre ambos existió una fuerte amistad que se prolongó toda la vida, pese al océano que los separara.
Entre finales de ese año de 1919 y mayo de 1923, algunas personas determinantes en este capítulo desconocido de la historia del futurismo van a cruzarse y algunos objetos, aparentemente insignificantes, cobrarán una relevancia inusitada. Marinetti visita Parma en repetidas oportunidades, para acompañar actos del naciente movimiento futurista local encabezado por Illari; Umberto Notari, fundador y director del periódico L’Ambrosiano en Milán -del que sería colaborador Piero Illari, incluso desde Buenos Aires durante su primera estadía- hace importantes encargos de tapicería a Depero.
Por intermediación del propio Marinetti o de Notari, Depero e Illari se conocen y entablan una fuerte relación de amistad, que implica complicidad expresa en la concepción de ambos respecto del futurismo. Y allí es donde entran a jugar los objetos insignificantes: en torno al final de 1923, Depero comenzó a diseñar chalecos en producción limitada (…) La intención era de darse una suerte de indumentaria distintiva (de los futuristas) para los eventos oficiales (2). Existen varias fotos que registran a miembros del movimiento con este tipo de prendas, de las que afortunadamente también se han conservado algunas originales, como un chaleco que perteneció a Umberto Notari, confeccionado en 1923/24.
En una fotografía aparecen Marinetti y Depero con sus chalecos; en otra sacada en París, Depero, Balla y Jannelli, y en una tercera Piero Illari, con la peculiaridad de que ésta es usada por el interesado para ilustrar el número único de su revista Rovente Futurista, que se publicaría en Buenos Aires en noviembre de1924 (3). La certeza de que la prenda que usa el parmesano es de la serie confeccionada por Depero, como una suerte de uniforme futurista, surge del registro llevado por el autor en una agenda del año 1924 (4), donde figuran los gilet –denominación francesa de chaleco, que en italiano se llama, en realidad, panciotto- entregados hasta el 19 de mayo.
Pero en la fecha de ese registro, Piero Illari ya habrá llegado a Buenos Aires para una primera estancia de alrededor de dos años, que se extenderá desde febrero del 1924 hasta un impreciso momento de mediados de 1926. En ese período tomará contacto y hará amistad con los vanguardistas argentinos reunidos alrededor de la revista Martín Fierro; desde sus páginas saludará la presencia de Marinetti en su primer viaje al Cono Sur de 1926 e, integrado el movimiento local, participará de la muestra realizada en Amigos del Arte en homenaje al pope del futurismo.
En ella expondrán los pintores Emilio Pettoruti, Norah Borges y Xul Solar, los arquitectos Vautier y Prebisch, y Piero Illari, con lo que algunos medios llaman decoraciones, pero en realidad son cuscini –almohadones en los que los materiales textiles se usan para “pintar”-, como los califican los medios italianos, como Giornale d'Italia, del 18 de junio. Se trata de la reaparición de otro de los objetos aparentemente insignificantes mencionamos más arriba y, posiblemente, incomprensibles o difíciles de contextualizar en una muestra de arte para los asistentes argentinos, pero de enorme significación para dilucidar la posición de Illari dentro del movimiento futurista, como discípulo y cofrade de Depero frente al propio Marinetti, ya que eran invención del primero y parte de su Casa Mágica, como los arazzi/tapices.
Illari, a través de una convocatoria hecha en su revista Rovente futurista, trata de constituir con jóvenes intelectuales porteños un grupo futurista. Tal vez sea por la frustración de este intento fracasado que, cuando vuelve a Italia ese año, parece haber procurado organizar una suerte de tournée futurista a la Argentina, que incluiría a los de siempre, es decir Depero, Azari, Russolo, Casavola, etc., según consta en una carta remitida a Fortunato desde Buenos Aires, el 15 de agosto de 1928, a la que volveremos a referirnos más adelante.
Es interesante resaltar la mención a una especie de subgrupo futurista – los de siempre-,
evidentemente liderado por Depero, del que Illari se sentía parte sustantiva, compuesto por Fedele Azari, nacido en 1896, piloto de aviones e inventor del teatro aéreo; Luigi Russolo, de 1885 y Franco Casavola, de 1891, ambos músicos, el primero también creador de nuevos aparatos sonoros, como el rumorarmonio, y autor del libro El arte de los ruidos…. y posiblemente algunos más. Si tenemos en cuenta que Marinetti había nacido en 1876 y Depero en 1892, está claro que estamos frente a un subgrupo con cierta homogeneidad generacional, más allá de que compartieran una visión peculiar del futurismo como movimiento, en el que Piero Illari, nacido en 1900, era una suerte de niño prodigio organizativo, a la luz de los antecedentes con que contaba en Italia cuando inicia, a los veinticuatro años, la aventura americana.
El segundo viaje y su radicación definitiva en Argentina se produce el 26 de noviembre de 1927. Sin embargo, siempre se mantuvo fuertemente vinculado a la colonia italiana local y a sus medios de prensa, y nunca interrumpió los contactos con su admirado cofrade Fortunato Depero. Porque, a pesar de que sólo se han encontrado dos cartas (5) de Illari a su amigo y una en sentido contrario (6), la primera de 1928 y la última de 1950, el tono de ellas y las referencias a cuestiones anteriores denotan una cotidianeidad en el trato mucho más frecuente de lo que el número de misivas puede sugerir.
En la carta de 1928 a la que nos referimos por la tournée futurista, Piero le informa que me acuerdo de ti por escrito porque, estando en la dirección de una agencia de publicidad importantísima creo poder vender bien cualquier cartel o afiche (…); con tal motivo le pide bocetos para varios productos, como bebidas, galletitas, cigarrillos, en los que debe firmar pero no poner el nombre del producto, que se agregaría acá de acuerdo al cliente. También el Heraldo (7) está dispuesta a comprarte ideas (…) y pagarte diseños de quioscos luminosos, etc.
Illari vuelve a actuar -como lo había hecho en Parma con la revista Rovente y la Casa Editrice Illari, y en Buenos Aires con la edición local de Rovente Futurista, como organizador o instrumentador, dejando los aspectos creativos en un segundo plano. Como no se cuenta con la respuesta de Depero, no puede afirmarse que la oferta de Illari haya sido rechazada o ignorada en Rovereto, por lo que queda todavía por investigar la prensa gráfica argentina de los años siguientes, en busca de avisos comerciales – reclames, según se decía en la época - diseñados por Depero anunciando productos argentinos.
La siguiente comunicación de la que ha quedado registro es una copia o borrador parcial de una carta que Depero escribe a Illari de 13 de abril de 1947. No sólo han pasado casi veinte años desde la anterior, sino una serie de hechos determinantes en la vida del artista de Rovereto. El fue uno de los futuristas italianos que no abrazó con entusiasmo la adhesión del movimiento al fascismo y, a diferencia de la mayoría, era admirador de la modernidad norteamericana; por todo ello, entre 1928 y 1930 hizo una incursión por los Estados Unidos que, pese a no hablar el idioma, le permitió hacerse conocer especialmente como diseñador publicitario, por ejemplo con campañas para Venus, Pencil y tapas para Vanity Fair.
Este viaje lo aisló un poco más del núcleo duro cercano de Marinetti, pero no de sus clientes italianos, como Campari, por ejemplo, para la que hizo una emblemática campaña publicitaria. Podría suponerse que esta especie de independencia ideológica debería haberlo preservado de las persecuciones de que fueron objeto los futuristas después de concluida la segunda guerra –recuérdese que la familia de Marinetti debió emigrar-, sin embargo no fue así. Del borrador mencionado puede deducirse que no sólo había problemas preexistentes – pese a que Depero dice haber estado trabajando para ENIT (8)- , sino que ellos se agravaron porque expresa dramáticamente a Illari que han sobrevenido acontecimientos tales que han no sólo truncado mi trabajo rentable (…) sino que he debido ocuparme de salvar mi piel, el mobiliario y las obras.
En otros párrafos de la misma misiva inconclusa refiere a propuestas no especificadas de Illari en correspondencia anterior, que aprecia y considera. Conjuntamente con su intención de dejar Europa, parece evidente que evaluaba las ofertas de su amigo de Argentina, porque se siente en la necesidad de asegurarle que, con el Buxus (9) y mis posibilidades artísticas, enriquecidas y desarrolladas, y con la vasta experiencia de tantos años y viajes, estoy convencido de tener en el puño una (ininteligible) mina (…) Siempre te recuerdo y seré muy feliz de que tu entusiasmo artístico pudiese concretarse en conclusiones concretas. Espero tus noticias a partir de las cuales te daré mayores detalles de mis intenciones.
Sin embargo, le aclara que también está esperando noticias de Nueva York, un posible contrato o confirmación de algunas facilidades para decidir (y aquí se corta el texto). Lo cierto es que los Depero estuvieron en Estados Unidos por segunda vez ese mismo año, es decir que partieron de Italia lo más rápido que pudieron, para regresar en 1949 y prácticamente enclaustrarse en Rovereto. El último contacto registrado entre ambos es una corta misiva de Illari a Depero, fechada en 17 de septiembre de 1950, en la que el amigo de Argentina le reclama el envío de los resultados de tu investigación que se podría comercializar aquí.
Como puede verse, desde temprano y coherentemente, Illari no deja de funcionar como un señuelo que emite un reclamo/reclame para atraer a Depero a la Argentina: por medio de la venta de carteles de publicidad, de la organización de una tournée futurista, del ofrecimiento de un refugio temporal o definitivo frente a los peligros que se ciernen en Italia, de la comercialización de un invento. Tenemos la certeza que dos de estos intentos de seducción argentina no funcionaron, los viajes propuestos, pero no podemos afirmar que no haya entre nosotros almohadones del año 1921 –hechos para un Cónsul peruano trasladado de Génova a Buenos Aires-, diseños de publicidad de finales de la década o alguna pieza articulada cuya utilidad se ignore.
Hubo un tiempo, entre los años veinte y cuarenta del siglo veinte, en el que el término "futurista" tenía en estas latitudes resonancias un tanto esotéricas. Puede vérselo incluso en publicaciones como el legendario diario Crítica. Cualquier muestra que saliera del canon realista era "futurista". Podía ser de Del Prete, de Xul Solar o del moderado post-cubismo que llegaba en las mochilas de las primeras vanguardias argentinas, retornando de París o Berlín. En una urbe envuelta por el arrollador progreso de la época, aunque –paradójicamente– renuente o distante a lo nuevo, el término remitía a su propia literalidad: algo por venir en un tiempo futuro y perturbador.
Sin embargo, nada más alejado de la matriz del futurismo, que en su exaltación de la velocidad, el movimiento, la máquina, el automóvil, creía que ahí anidaba el presente de una nueva era dominada por el vértigo, que el arte debía celebrar.
De ahí que, a diferencia de las distintas vanguardias, nació con un Manifiesto que se autobautizó como tal y que de lo que menos hablaba era delarte o de los desarrollos estéticos, planteados desde otros rincones de Europa. "Los elementos esenciales de nuestra poesía serán el valor, la osadía, la rebelión. Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la belleza de la velocidad.
Un automóvil de carrera es más hermoso que La Victoria de Samotracia", proclamaba eufórico el numen de la nueva criatura, Filipo Tommaso Marinetti (1876-1944), con enunciados tan provocativos como: "Glorifiquemos la guerra, única higiene del mundo". Redactado en 1908 y publicado al año siguiente en el parisino Le Figaro, fue el primero de 14 manifiestos, que luego sumaron los nombres de Umberto Boccioni, Carlo Carrá, Luis Russolo, Giacomo Balla y Gino Severeni, el núcleo duro y más innovador del futurismo.
En ese primer documento, junto con su tono desafiante y profético, se intuye la conciencia de una Italia empobrecida, inmersa en grandes tradiciones, pero enjaulada en esa herencia que le impedía marchar a tono con lo que acontecía en el resto del continente, desde París a Moscú. "Italia –escribe Marinetti en ese texto fundante– es todavía una tierra de muertos, una inmensa Pompeya blanqueada de sepulcros". Nada más cierto. La guerra implacable al pasado y a sus glorias sepulcrales sería parte esencial de la prédica futurista.
El gran mérito de El universo futurista: 1909-1936, la mega muestra inaugurada en PROA, es que da cuenta de toda la riqueza y complejidad del camino emprendido en la pintura, la escultura, las artes aplicadas, el teatro, la escritura, la danza, la moda, el diseño, en un vasto recorrido que convoca 240 obras de 40 autores, y que excepto unas pocas, entre ellas un par de Emilio Petorutti, provienen de la colección del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART), depositaria de gran parte del legado del movimiento.
La muestra, prolijamente organizada en las dos plantas de PROA por Gabriella Belli, directora del MART, permite visualizar los vasos comunicantes que enlas primeras décadas del siglo XX retroalimentaron a las distintas vanguardias a partir del gran salto renovador iniciado por el cubismo: la deconstrucción de la mirada.
Sin embargo, el futurismo arma e invierte su propia ecuación. En la exaltación del automóvil versus el arte del pasado, la metáfora visual del movimiento emana del objeto y no de las sucesivas rupturas en el lenguaje pictórico que en el resto de Europa, desde el impresionismo, se abría en un entramado con centro en la autonomía delarte.
A partir del cubismo, la ruptura de la perspectiva central, que arranca con el Renacimiento, y de su representación en un espacio continuo, fue sustituida por espacios discontinuos y simultáneos, en un intento de abrazar la realidad "total". Este camino fue continuado por los futuristas. Pero mientras que el cubismo hace del cuadro una estructura de relaciones estáticas, elfuturismo inserta en la velocidad una temporalidad inédita: aquello que sucede en el devenir. Mediante el uso de la espiral, las fuertes diagonales, los vórtices (torbellinos) que nacen de un centro, punto de lo prístino, la obra multiplica sus límites fuera del marco. Tres notables piezas deGiacomo Balla , de un ritmo arrollador, dan cuenta de ello: "Vecolocitá d'automobile", 1913, "Vortice", 1914 y "Linee forza di paesaggio+giardino", 1918. Balla es, posiblemente, quien más trabajó sobre estas propuestas, incluyendo otras sensaciones, como el ruido, en sus "Linhas barullo motocicleta" o "Linhas ruidos".
Estas obras contrastan con el lirismo de Gino Severino, y sus cercanías al puntillismo, en "Ballerina", 1913, o a la deconstrucción cubista en "Ritratto de Madame M.S", c. 1913-15. A mediados de los años veinte, la irrupción del avión dispara nuevos entusiasmos que tendrán su propio manifiesto consagrado a la aeropintura. El tondo, marco en forma de disco, acompaña esos deslumbramientos; o los despliegues escenográficos de Tullio Crali en "Incuneandosi nell'abitato (In tuffo sulla cittá)", 1939: un avión en picada visto desde la cabina del piloto precipitándose sobre una ciudad de inmensos rascacielos. Atado al motivo y no a su transfiguración plástica, elfuturismo parece perder fuerza. No así, del propio Crali, las "Aerodanzatrice", 1930, de metal en un exquisito todo continuo...
El Universo Futurista: 1909-1936 maravilla y asombra, sobre todo en aquello que no se conocía por fuera de la pintura. En 2009, al inaugurarse la exposición en Milán con motivo del centenario del Primer Manifiesto, Gianni Vattimo manifestó su sorpresa, su deslumbramiento y su mea culpa: "En la muestra descubrí muchas cosas que no conocía, como las fotos de Bragaglia y la poesía onomatopéyica. Es algo extraordinario. En Italia, por un tiempo, y por cuestiones políticas, elFuturismo se omitió. Yo he sido profesor de estética, y yo mismo, en mi libro titulado Poesía y Ontología, me ocupaba, por ejemplo, de la transvanguardia, pero sin atender alFuturismo".
Ciertamente, los fotomontajes, las fotografías, la escritura con reminiscencias del dadaísmo, pero especialmente los juegos onomatopéyicos y tipográficos en dinámicas composiciones de Marinetti, Severini o del multifacético Fortunato Depero, presente en casi todas las disciplinas, son puntos altos de lo que denominaron Parole in liberta...
Hay que tomarse su tiempo para saborear estas publicaciones amarillentas de incalculable significado. Merece prestar atención, también, al aporte local: un didáctico video de Rodrigo Alonso muy bien armado y una excelente investigación de Cecilia Rabossi en torno a las peripecias y las tormentas que despertó la doble visita de Marinetti a Buenos Aires, en 1926 y 1936. Su exaltación belicista y sus simpatías con el fascismo italiano no fueron bien vistas.
Fuente:
Diario Clarín Revista Ñ
www.clarin.revistaenie.com
Imagen:
www.wikipedia.org
Por Rodrigo Alonso
LA NACION - Buenos Aires, 2010
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las "palabras en libertad".
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos . Antonio Sant´Elia propuso una arquitectura futurista de conglomerados urbanos y edificios industriales, construidos con materiales novedosos y ligeros que reemplazarían la madera, la piedra y el ladrillo. Y los hermanos Arturo y Anton Giulio Bragaglia experimentaron con la fotografía y el cine, buscando nuevas formas de representación del movimiento y el dinamismo en los medios artísticos técnicos.
En 1915, Giacomo Balla firma, junto con el joven y entusiasta Fortunato Depero, el manifiesto Reconstrucción futurista del universo , que abre otra etapa en el desarrollo de esta escuela. En él se propone ampliar el campo de acción del futurismo a todos los aspectos de la cotidianidad: la moda, el mobiliario, la publicidad, la decoración, el diseño gráfico, el teatro, la danza y la cocina. Decenas de manifiestos apoyan esta nueva orientación que, en plena guerra, abandona momentáneamente los problemas exclusivos del mundo del arte para centrarse en la vida y la ciudad como ámbitos para la experiencia estética. Así, por ejemplo, la moda ya no se piensa asociada al individuo que la usa, sino como una intervención en el espacio público, y trajes exóticos y coloridos comienzan a poblar las calles a la manera de una verdadera performance urbana. Este costado vital del futurismo es el protagonista de la exposición que se exhibe en la Fundación Proa. Recuerda que el movimiento no se limitó, como a veces se piensa, a la producción conservada en los museos, sino que contempló además el cuestionamiento institucional que caracterizó a las vanguardias más relevantes de la historia del arte. Muestra también la capacidad irradiante del movimiento, que rápidamente encontró adeptos en todas las áreas artísticas, que se renovaron de manera singular.
Marinetti no sólo fue el padre del futurismo, sino también su gran promotor. A lo largo de su vida realizó incansables viajes para pregonar las máximas de su estética, desde Rusia hasta la Argentina. En todas partes encontró adeptos y detractores. Sus aportes fueron fundamentales para la aparición y el desarrollo de escuelas y estilos, como el rayonismo ruso, el vorticismo inglés y el estridentismo mexicano.
Sin embargo, sería un error creer que el futurismo se reduce al pensamiento y a las proclamas de Marinetti. Aunque éste siempre ha sido una figura importante, la estética futurista se alimentó también del trabajo y la visión creadora de numerosos artistas, que muchas veces extendieron las ideas de su mentor mucho más allá de los ámbitos por él imaginados. El universo futurista: 1909-1936 evidencia ese enorme potencial creativo y las múltiples derivaciones que adoptó el movimiento a partir del núcleo fundador inicial. Incorpora la obra de algunos de sus protagonistas menos conocidos en la Argentina, como Enrico Prampolini, Nicolaj Diulgheroff o Tullio Crali, y obras fundamentales de su fase final, la "Aeropintura", que cobró vida hacia la década de 1930. Pero fundamentalmente, trae por primera vez a la Argentina la producción de una de las corrientes estéticas más originales e influyentes, sin la cual no es posible comprender, en toda su dimensión, la vanguardia artística del siglo XX.
ACTIVIDADES EDUCATIVAS
Visitas para público general
Martes a domingos, a las 17; sábados y domingos, a las 15 y a las 17
Duración: 60 minutos.
Grupos de hasta 30 personas.
Martes para estudiantes y docentes
Se pueden consultar libros, catálogos, videos y material especializado, y se realizan visitas guiadas programadas.
De 11 a 19. Acceso libre con acreditación.
Visitas de estudio
Para profundizar en algunos aspectos del futurismo. Los viernes a las 16.
Duración: 45 minutos.
Visitas para escuelas y universidades
Grupos de hasta 30 alumnos, programadas con anticipación. Martes a viernes, de 9:30 a 13.
Duración: 60 minutos
Consultas y turnos: 4104-1041 / educacion@proa.org
OTRAS ACTIVIDADES
Coloquio internacional sobre futurismo italiano y latinoamericano
A fines de abril, un grupo de notables investigadores internacionales y de la Argentina confrontará, durante dos días, sus ideas sobre el futurismo italiano e internacional. En dos intensas jornadas de estudio, para estudiantes avanzados de la carrera de Artes e investigadores de las vanguardias. La información completa será publicada en www.proa.org a partir del 14 de abril.
Ciclo de cine futurista
Los domingos, una serie de films especializados que repasan el contexto político y social que formó el movimiento futurista a principios del siglo XX. Coordinación: Rodrigo Alonso.
Artistas y críticos
Los sábados, ciclo de visitas guiadas con historiadores, artistas y especialistas. Consultar programación a partir del 15 de abril en www.proa.org
Catálogo
Publicado gracias al auspicio de Tenaris/ Organización Techint, está disponible para consultas y venta en la librería de la Fundación Proa. Incluye textos de Gabriella Belli, Cecilia Rabossi y Beatrice Avanzi, catorce manifiestos significativos del grupo traducidos al español e imágenes de las obras.
FICHA. El universo futurista: 1909-1936 , obras del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), Italia, en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929), hasta el 4 de julio. Curadora : Gabriella Belli. Comité asesor : Cecilia Iida, Cintia Mezza y Cecilia Rabossi. Producción: Beatrice Avanzi y Clarenza Catullo. Conservación : Teresa Gowland y Clarenza Carullo. Con el auspicio permanente de Tenaris / Organización Techint.
Monumental muestra en la Fundación Proa, con obras que vienen del Museo de Trento, dueño del mayor patrimonio futurista del mundo. Pintura, música, danza, fotografía, moda y objetos de un movimiento revolucionario cuyo efecto aún no ha terminado.
Por Rodrigo Alonso
Para LA NACION – Buenos Aires, 2010
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: “Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia “.
vía El futurismo aterriza en Buenos Aires – lanacion.com.
Milán regresa al futurismo · ELPAÍS.comEl Futurismo fue el movimiento inicial de las corrientes de vanguardia artística, fundado en Italia por Filippo Tommaso Marinetti, quien redactó el Manifeste du Futurisme, publicado el 24 de febrero de 1909, en el diario Le Figaro de París.
…un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.1
El Futurismo surgió en (Milán) Italia, impulsado por Filippo Tommaso Marinetti. Este movimiento buscaba romper con la tradición, el pasado y los signos convencionales de la historia del arte. Consideraba como elementos principales a la poesía, el valor, la audacia y la revolución, ya que se pregonaba el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso y la bofetada irreverente. Tenía como postulados: la exaltación de lo sensual, lo nacional y guerrero, la adoración de la máquina, el retrato de la realidad en movimiento, lo objetivo de lo literario y la disposición especial de lo escrito, con el fin de darle una expresión plástica.
Hubo un tiempo, entre los años veinte y cuarenta del siglo veinte, en el que el término "futurista" tenía en estas latitudes resonancias un tanto esotéricas. Puede vérselo incluso en publicaciones como el legendario diario Crítica. Cualquier muestra que saliera del canon realista era "futurista". Podía ser de Del Prete, de Xul Solar o del moderado post-cubismo que llegaba en las mochilas de las primeras vanguardias argentinas, retornando de París o Berlín. En una urbe envuelta por el arrollador progreso de la época, aunque –paradójicamente– renuente o distante a lo nuevo, el término remitía a su propia literalidad: algo por venir en un tiempo futuro y perturbador. Sin embargo, nada más alejado de la matriz del futurismo, que en su exaltación de la velocidad, el movimiento, la máquina, el automóvil, creía que ahí anidaba el presente de una nueva era dominada por el vértigo, que el arte debía celebrar.
De ahí que, a diferencia de las distintas vanguardias, nació con un Manifiesto que se autobautizó como tal y que de lo que menos hablaba era del arte o de los desarrollos estéticos, planteados desde otros rincones de Europa. "Los elementos esenciales de nuestra poesía serán el valor, la osadía, la rebelión. Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carrera es más hermoso que La Victoria de Samotracia", proclamaba eufórico el numen de la nueva criatura, Filipo Tommaso Marinetti (1876-1944), con enunciados tan provocativos como: "Glorifiquemos la guerra, única higiene del mundo". Redactado en 1908 y publicado al año siguiente en el parisino Le Figaro, fue el primero de 14 manifiestos, que luego sumaron los nombres de Umberto Boccioni, Carlo Carrá, Luis Russolo, Giacomo Balla y Gino Severeni, el núcleo duro y más innovador del futurismo. En ese primer documento, junto con su tono desafiante y profético, se intuye la conciencia de una Italia empobrecida, inmersa en grandes tradiciones, pero enjaulada en esa herencia que le impedía marchar a tono con lo que acontecía en el resto del continente, desde París a Moscú. "Italia –escribe Marinetti en ese texto fundante– es todavía una tierra de muertos, una inmensa Pompeya blanqueada de sepulcros". Nada más cierto. La guerra implacable al pasado y a sus glorias sepulcrales sería parte esencial de la prédica futurista.
El gran mérito de El universo futurista: 1909-1936, la mega muestra inaugurada en PROA, es que da cuenta de toda la riqueza y complejidad del camino emprendido en la pintura, la escultura, las artes aplicadas, el teatro, la escritura, la danza, la moda, el diseño, en un vasto recorrido que convoca 240 obras de 40 autores, y que excepto unas pocas, entre ellas un par de Emilio Petorutti, provienen de la colección del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART), depositaria de gran parte del legado del movimiento. La muestra, prolijamente organizada en las dos plantas de PROA por Gabriella Belli, directora del MART, permite visualizar los vasos comunicantes que en las primeras décadas del siglo XX retroalimentaron a las distintas vanguardias a partir del gran salto renovador iniciado por el cubismo: la deconstrucción de la mirada.
Sin embargo, el futurismo arma e invierte su propia ecuación. En la exaltación del automóvil versus el arte del pasado, la metáfora visual del movimiento emana del objeto y no de las sucesivas rupturas en el lenguaje pictórico que en el resto de Europa, desde el impresionismo, se abría en un entramado con centro en la autonomía del arte. A partir del cubismo, la ruptura de la perspectiva central, que arranca con el Renacimiento, y de su representación en un espacio continuo, fue sustituida por espacios discontinuos y simultáneos, en un intento de abrazar la realidad "total". Este camino fue continuado por los futuristas. Pero mientras que el cubismo hace del cuadro una estructura de relaciones estáticas, el futurismo inserta en la velocidad una temporalidad inédita: aquello que sucede en el devenir. Mediante el uso de la espiral, las fuertes diagonales, los vórtices (torbellinos) que nacen de un centro, punto de lo prístino, la obra multiplica sus límites fuera del marco. Tres notables piezas de Giacomo Balla, de un ritmo arrollador, dan cuenta de ello: "Vecolocitá d'automobile", 1913, "Vortice", 1914 y "Linee forza di paesaggio+giardino", 1918. Balla es, posiblemente, quien más trabajó sobre estas propuestas, incluyendo otras sensaciones, como el ruido, en sus "Linhas barullo motocicleta" o "Linhas ruidos".
Estas obras contrastan con el lirismo de Gino Severino, y sus cercanías al puntillismo, en "Ballerina", 1913, o a la deconstrucción cubista en "Ritratto de Madame M.S", c. 1913-15. A mediados de los años veinte, la irrupción del avión dispara nuevos entusiasmos que tendrán su propio manifiesto consagrado a la aeropintura. El tondo, marco en forma de disco, acompaña esos deslumbramientos; o los despliegues escenográficos de Tullio Crali en "Incuneandosi nell'abitato (In tuffo sulla cittá)", 1939: un avión en picada visto desde la cabina del piloto precipitándose sobre una ciudad de inmensos rascacielos. Atado al motivo y no a su transfiguración plástica, el futurismo parece perder fuerza. No así, del propio Crali, las "Aerodanzatrice", 1930, de metal en un exquisito todo continuo...
El Universo Futurista: 1909-1936 maravilla y asombra, sobre todo en aquello que no se conocía por fuera de la pintura. En 2009, al inaugurarse la exposición en Milán con motivo del centenario del Primer Manifiesto, Gianni Vattimo manifestó su sorpresa, su deslumbramiento y su mea culpa: "En la muestra descubrí muchas cosas que no conocía, como las fotos de Bragaglia y la poesía onomatopéyica. Es algo extraordinario. En Italia, por un tiempo, y por cuestiones políticas, el Futurismo se omitió. Yo he sido profesor de estética, y yo mismo, en mi libro titulado Poesía y Ontología, me ocupaba, por ejemplo, de la transvanguardia, pero sin atender al Futurismo". Ciertamente, los fotomontajes, las fotografías, la escritura con reminiscencias del dadaísmo, pero especialmente los juegos onomatopéyicos y tipográficos en dinámicas composiciones de Marinetti, Severini o del multifacético Fortunato Depero, presente en casi todas las disciplinas, son puntos altos de lo que denominaron Parole in liberta...
Hay que tomarse su tiempo para saborear estas publicaciones amarillentas de incalculable significado. Merece prestar atención, también, al aporte local: un didáctico video de Rodrigo Alonso muy bien armado y una excelente investigación de Cecilia Rabossi en torno a las peripecias y las tormentas que despertó la doble visita de Marinetti a Buenos Aires, en 1926 y 1936. Su exaltación belicista y sus simpatías con el fascismo italiano no fueron bien vistas.
The exhibition reveals the creative passion of the futurism movement that originated in Italy in the early twentieth century. A movement that was founded by the poet Fillippo Tommaso Marinetti in 1909. A new vision of the world which serves novelty, ignores the past and admires technology, speed and industrial cities.
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las "palabras en libertad".
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos . Antonio Sant´Elia propuso una arquitectura futurista de conglomerados urbanos y edificios industriales, construidos con materiales novedosos y ligeros que reemplazarían la madera, la piedra y el ladrillo. Y los hermanos Arturo y Anton Giulio Bragaglia experimentaron con la fotografía y el cine, buscando nuevas formas de representación del movimiento y el dinamismo en los medios artísticos técnicos.
En 1915, Giacomo Balla firma, junto con el joven y entusiasta Fortunato Depero, el manifiesto Reconstrucción futurista del universo , que abre otra etapa en el desarrollo de esta escuela. En él se propone ampliar el campo de acción del futurismo a todos los aspectos de la cotidianidad: la moda, el mobiliario, la publicidad, la decoración, el diseño gráfico, el teatro, la danza y la cocina. Decenas de manifiestos apoyan esta nueva orientación que, en plena guerra, abandona momentáneamente los problemas exclusivos del mundo del arte para centrarse en la vida y la ciudad como ámbitos para la experiencia estética. Así, por ejemplo, la moda ya no se piensa asociada al individuo que la usa, sino como una intervención en el espacio público, y trajes exóticos y coloridos comienzan a poblar las calles a la manera de una verdadera performance urbana. Este costado vital del futurismo es el protagonista de la exposición que se exhibe en la Fundación Proa. Recuerda que el movimiento no se limitó, como a veces se piensa, a la producción conservada en los museos, sino que contempló además el cuestionamiento institucional que caracterizó a las vanguardias más relevantes de la historia del arte. Muestra también la capacidad irradiante del movimiento, que rápidamente encontró adeptos en todas las áreas artísticas, que se renovaron de manera singular.
Marinetti no sólo fue el padre del futurismo, sino también su gran promotor. A lo largo de su vida realizó incansables viajes para pregonar las máximas de su estética, desde Rusia hasta la Argentina.
(Nota de Clave 88: Para datos biográficos de Marinetti y texto del Manifiesto Futurista, clic aquí.)
En todas partes encontró adeptos y detractores. Sus aportes fueron fundamentales para la aparición y el desarrollo de escuelas y estilos, como el rayonismo ruso, el vorticismo inglés y el estridentismo mexicano.
Sin embargo, sería un error creer que el futurismo se reduce al pensamiento y a las proclamas de Marinetti. Aunque éste siempre ha sido una figura importante, la estética futurista se alimentó también del trabajo y la visión creadora de numerosos artistas, que muchas veces extendieron las ideas de su mentor mucho más allá de los ámbitos por él imaginados. El universo futurista: 1909-1936 evidencia ese enorme potencial creativo y las múltiples derivaciones que adoptó el movimiento a partir del núcleo fundador inicial. Incorpora la obra de algunos de sus protagonistas menos conocidos en la Argentina, como Enrico Prampolini, Nicolaj Diulgheroff o Tullio Crali, y obras fundamentales de su fase final, la "Aeropintura", que cobró vida hacia la década de 1930. Pero fundamentalmente, trae por primera vez a la Argentina la producción de una de las corrientes estéticas más originales e influyentes, sin la cual no es posible comprender, en toda su dimensión, la vanguardia artística del siglo XX.
© LA NACION
ACTIVIDADES EDUCATIVAS
Visitas para público general
Martes a domingos, a las 17; sábados y domingos, a las 15 y a las 17
Duración: 60 minutos.
Grupos de hasta 30 personas.
Martes para estudiantes y docentes
Se pueden consultar libros, catálogos, videos y material especializado, y se realizan visitas guiadas programadas.
De 11 a 19. Acceso libre con acreditación.
Visitas de estudio
Para profundizar en algunos aspectos del futurismo. Los viernes a las 16.
Duración: 45 minutos.
Visitas para escuelas y universidades
Grupos de hasta 30 alumnos, programadas con anticipación. Martes a viernes, de 9:30 a 13.
Duración: 60 minutos
Consultas y turnos: 4104-1041 / educacion@proa.org
OTRAS ACTIVIDADES
Coloquio internacional sobre futurismo italiano y latinoamericano
A fines de abril, un grupo de notables investigadores internacionales y de la Argentina confrontará, durante dos días, sus ideas sobre el futurismo italiano e internacional. En dos intensas jornadas de estudio, para estudiantes avanzados de la carrera de Artes e investigadores de las vanguardias. La información completa será publicada en www.proa.org a partir del 14 de abril.
Ciclo de cine futurista
Los domingos, una serie de films especializados que repasan el contexto político y social que formó el movimiento futurista a principios del siglo XX. Coordinación: Rodrigo Alonso.
Artistas y críticos
Los sábados, ciclo de visitas guiadas con historiadores, artistas y especialistas. Consultar programación a partir del 15 de abril en www.proa.org
Catálogo
Publicado gracias al auspicio de Tenaris/ Organización Techint, está disponible para consultas y venta en la librería de la Fundación Proa. Incluye textos de Gabriella Belli, Cecilia Rabossi y Beatrice Avanzi, catorce manifiestos significativos del grupo traducidos al español e imágenes de las obras.
Rodrigo Alonso aprovecha la muestra sobre el Futurismo en la capital argentina para repasar la historia del futurismo y su importancia en al arte moderno: El futurismo aterriza en Buenos Aires.
«El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las “palabras en libertad”.
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos.»
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
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En 1926, el conocimiento de personalidades de la vanguardia local generó en Marinetti un gran interés por viajar a Buenos Aires, que se afianzaba como ciudad moderna. La escena artística reclamaba una renovación. En 1924 se habían producido hechos importantes en este sentido: Emilio Pettoruti regresó de Europa; la galería Witcomb presentó sus obras futuristas y cubistas, que escandalizaron al público. Ese mismo año apareció la revista Martín Fierro, que nucleó a poetas y escritores que planteaban la necesidad de crear una nueva sensibilidad. Se fundó también la Asociación Amigos del Arte, espacio que presentó y promocionó obras de artistas plásticos, músicos y escritores, además de alentar el coleccionismo. También regresaron de Europa los artistas Xul Solar, Norah Borges, Curatella Manes, Antonio Sibellino y Alfredo Guttero. Las razones del primer viaje de Marinetti despertaron ciertas dudas, tanto en la prensa como en el campo intelectual. ¿En carácter de qué venía Marinetti a Sudamérica? ¿Como poeta futurista o como propagandista del régimen fascista? Las sospechas sobre el carácter político de la gira hicieron que Marinetti tuviera que justificar en reiteradas ocasiones que no existía otra intención que divulgar el futurismo y conocer la escena de la vanguardia local. El viaje fue organizado por el empresario teatral italiano Niccolino Viggiani, residente en Río de Janeiro, con quien Marinetti había firmado un contrato, por lo que la gira adquirió un fuerte carácter comercial. Las conferencias en grandes teatros buscaban lograr la ampliación global de las ideas del movimiento futurista. Los integrantes de Martín Fierro agasajaron a Marinetti durante su estadía en 1926. Los postulados futuristas defendidos por el poeta no trajeron nada nuevo a la vanguardia local en términos de renovación formal, pero su presencia cumplió un papel promotor del arte nuevo gracias a la amplia cobertura periodística brindada a su figura.
Marinetti regresó a América del Sur en agosto de 1936 para participar como delegado oficial del PEN Club en el XIV Congreso Internacional de esa asociación mundial de escritores. Entonces fue cuestionado por su postura belicista, contraria a los principios pacifistas del PEN Club.
Se cumplieron 100 años del grito de Marinetti, que traspasó mares y que diseñó una época, una ilusión, un universo, y que los más prestigiosos museos conmemoraron con las pompas propias de un gran aniversario. Fundación Proa decidió sumarse a esos festejos y por eso presentamos El universo futurista. 1909-1936, en colaboración con el Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), con la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
El MART es la referencia obligada al hablar de futurismo italiano, ya que tiene en su acervo la más variada, numerosa y lograda colección de piezas de ese movimiento en el mundo. Proa exhibe más de 240 obras que integran ese universo, entre las que se destacan los manifiestos, los ruidos que fundaron la música del siglo XX (los Intonarumori), publicaciones de Marinetti, la revolución tipográfica, la escultura y la pintura, en la que se aprecian los estudios sobre el movimiento, hasta llegar a ese género propio que fue la "Aeropintura".
El futurismo superó los límites del arte e invadió la vida cotidiana. Los artistas produjeron manifiestos sobre arquitectura, moda, teatro, cine, cocina. Consideraron la guerra como acción y gesto para la concreción de una nueva era. En 1926, trece años después del nacimiento del futurismo, y en un mundo convulsionado por los conflictos bélicos, Marinetti llegó a la Argentina. La intelectualidad local conocía el manifiesto futurista. Su segundo viaje, en ocasión del Congreso Mundial del PEN Club, fue más controvertido, a la luz de sus posturas políticas ligadas al fascismo.
Es un orgullo para Fundación Proa presentar El universo futurista, una exhibición histórica. Gracias a la colaboración de un grupo extraordinario de personas superamos las adversidades con inteligencia y humor, sabiendo que cada exhibición que presentamos es un aporte fundamental en la construcción de nuestra cultura. La exposición, el catálogo, el proyecto educativo y las numerosas actividades que organizaremos durante los meses de presentación son posibles gracias al aporte permanente de Tenaris, Organización Techint.
Es suficiente este texto de Antonio Sant´Elia, escrito en 1914, para intuir la extraordinaria capacidad de visión de futuro que tenía el movimiento creado por Filippo Tommaso Marinetti. Parece evocar las Torres Petronas de Kuala Lumpur o el Burj Khalifa de Dubái, y podría haber sido publicado en una revista actual de arquitectura.
La misma creatividad excepcional demostraron los futuristas en varios campos, como ningún otro movimiento artístico hasta entonces. De las artes visuales a la arquitectura, de la literatura al diseño, del teatro a la publicidad, de la fotografía a la moda, no hay sector en el cual el heterogéneo grupo no haya incursionado, con un vendaval de energía, novedad y deseo de cambio. Sólo una enorme capacidad de imaginación nos permite entender hoy su efecto arrollador sobre la sociedad europea de hace cien años. Lo que impacta del futurismo no son simplemente los resultados de tanta creatividad que llegaron hasta nosotros, sino también las dinámicas que precedían el momento de la creación artística, que lograban reunir personalidades muy distintas. Como señala Giordano Bruno Guerri, "en muchos casos fue evidente la función de primogenitura del futurismo respecto de las vanguardias sucesivas: la importancia misma atribuida al grupo, a la unión militante, es una característica típicamente futurista, luego trasegada en los surrealistas. La voluntad de transformar la vanguardia en una expresión global, capaz de ejercer su influencia más allá del arte, fue heredada por muchas experiencias artísticas". Según el régisseur teatral alemán Gustav Hartung, "todos los movimientos de arte moderno del mundo tienen como padre espiritual al futurismo".
Mirar y estudiar el futurismo significa por lo tanto profundizar en la comprensión del mundo de hoy e intentar comprender cómo hemos llegado a ser lo que somos y cómo evolucionarán el arte y la sociedad contemporáneos, con la misma energía que encierran las palabras concluyentes del Manifiesto futurista de 1909: "¡Parados en la cumbre del planeta, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro desafío a las estrellas!".
Por primera vez, una muestra abarcadora de la multiplicidad de propuestas destinadas a transformar la vida cotidiana -arte, danza, arquitectura, moda, música- llega a Buenos Aires con su sorprendente carga de vitalidad, la misma que sacudió a la Italia empobrecida de la primera década del siglo XX, urgida por un sueño capaz de sacar del letargo al Bel Paese , sobre el que pesaba, como agobiante carga, un legado artístico tan glorioso como insuperable. Curiosamente, el recorrido de la exposición es el mismo "corso" que hizo Marinetti, cuando presentó al mundo su proclama en las primeras décadas del siglo XX: Italia, París, Berlín, Londres, Rusia y Buenos Aires.
La imagen de tapa es una obra de Tullio Crali, fechada en el año 39. Por su factura y perspectiva, la pintura deslumbra y es una escala obligada en el recorrido guiado por la curadora italiana, quien le dedica su atención a ese cuadro premonitorio. Introduciéndose en lo habitado (en picada sobre la ciudad) , se llama la obra, presagio de la guerra en ciernes y, según aventura Gabriela Belli en su explicación, "hasta una imagen profética del atentado del 11S, a las Torres Gemelas de Wall Street". El Manifiesto de Le Figaro fue el puntapié al orden establecido, un saludo a la máquina y a la belleza de la velocidad, que, a su juicio, superaba la clásica serenidad de la Victoria de Samotracia .
La visita a Buenos Aires, glosada en esta edición de adn cultura por Franco Torchia y Cecilia Rabossi, es la oportunidad para recordar el intercambio epistolar de Marinetti con LA NACION, a propósito de la crítica firmada por Lucas Ayarragaray. Marinetti defiende su posición y escribe: "Si por tradición se entiende el grueso de los mediocres artistas tradicionales, ligados por una misma pasión absurda hacia el museo y el plagio, estoy satisfecho de ser el destructor feroz de la tradición". Una declaración de principios a la medida de sus habituales boutades , incluidas las arengas políticas en las que se siente, por su amistad con Mussolini, "un fascista sin carnet." En todo caso, y lo subrayan en sus textos Adriana Rosenberg, Gabriela Belli, Rodrigo Alonso y Giorgio Guglielmino, Marinetti fue un visionario hasta en la manera mediática de entender y promover el alcance internacional de su manifiesto.
Por algún motivo difícil de precisar, la historia del arte nos ha legado una versión simplificada del futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti en 1909. Los libros suelen datar su origen en los años previos a la Primera Guerra Mundial, e identificarlo con las producciones de poetas, pintores y escultores como el mismo Marinetti, Umberto Boccioni, Carlo Carrà o Giacomo Balla. Pero ésa es sólo una parte de la historia, como lo demuestra El universo futurista: 1909-1936 , la exposición curada por Gabriella Belli, directora del Museo de Arte Moderno de Trento y Rovereto (MART), que se presenta en la Fundación Proa.
El futurismo nació con un manifiesto, como la mayoría de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX. Allí, Marinetti arremetía contra las academias y los museos que ensalzaban el glorioso pasado italiano y paralizaban a los jóvenes creadores. Con prosa combativa, abogaba por la destrucción de la tradición y la celebración de la vida moderna, las máquinas, la velocidad y el dinamismo urbano. En una frase, hoy famosa, resumía esta postura estética: "Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia ".
El futurismo tuvo diferentes etapas y protagonistas. Tras la publicación del manifiesto en París, cinco pintores se sintieron inmediatamente identificados con sus ideas: Umberto Boccioni, Giacomo Balla, Gino Severini, Carlo Carrà y Luigi Russolo. Ellos firmaron un Manifiesto de la pintura futurista en 1910, y se convirtieron en sus principales exponentes. En sus obras, plasmaron una serie de innovaciones formales que enarbolaron como aportes propios de la estética futurista: la representación visual del movimiento, la disolución de las figuras, la creación de líneas de fuerza compositivas, la interpenetración de los cuerpos plásticos. Boccioni extendió estos principios a la escultura, al abrir los volúmenes escultóricos al espacio circundante. Y Marinetti hizo lo suyo en el ámbito de la poesía, cuando propuso la independencia de las palabras de las normas de la gramática, el uso de las onomatopeyas y la variación tipográfica como medios para ampliar los sentidos: una escritura basada en las "palabras en libertad".
Sin embargo, el movimiento no se limitó a estos recursos, más bien tradicionales. En 1913, Luigi Russolo abandonó la pintura para dedicarse al sonido, e incorporó los ruidos maquínicos al campo de la música. Para esto, creó unos instrumentos especiales, los Intonarumori , y completó su tarea con la redacción del manifiesto El arte de los ruidos . Antonio Sant´Elia propuso una arquitectura futurista de conglomerados urbanos y edificios industriales, construidos con materiales novedosos y ligeros que reemplazarían la madera, la piedra y el ladrillo. Y los hermanos Arturo y Anton Giulio Bragaglia experimentaron con la fotografía y el cine, buscando nuevas formas de representación del movimiento y el dinamismo en los medios artísticos técnicos.
En 1915, Giacomo Balla firma, junto con el joven y entusiasta Fortunato Depero, el manifiesto Reconstrucción futurista del universo , que abre otra etapa en el desarrollo de esta escuela. En él se propone ampliar el campo de acción del futurismo a todos los aspectos de la cotidianidad: la moda, el mobiliario, la publicidad, la decoración, el diseño gráfico, el teatro, la danza y la cocina. Decenas de manifiestos apoyan esta nueva orientación que, en plena guerra, abandona momentáneamente los problemas exclusivos del mundo del arte para centrarse en la vida y la ciudad como ámbitos para la experiencia estética. Así, por ejemplo, la moda ya no se piensa asociada al individuo que la usa, sino como una intervención en el espacio público, y trajes exóticos y coloridos comienzan a poblar las calles a la manera de una verdadera performance urbana. Este costado vital del futurismo es el protagonista de la exposición que se exhibe en la Fundación Proa. Recuerda que el movimiento no se limitó, como a veces se piensa, a la producción conservada en los museos, sino que contempló además el cuestionamiento institucional que caracterizó a las vanguardias más relevantes de la historia del arte. Muestra también la capacidad irradiante del movimiento, que rápidamente encontró adeptos en todas las áreas artísticas, que se renovaron de manera singular.
Marinetti no sólo fue el padre del futurismo, sino también su gran promotor. A lo largo de su vida realizó incansables viajes para pregonar las máximas de su estética, desde Rusia hasta la Argentina. En todas partes encontró adeptos y detractores. Sus aportes fueron fundamentales para la aparición y el desarrollo de escuelas y estilos, como el rayonismo ruso, el vorticismo inglés y el estridentismo mexicano.
Sin embargo, sería un error creer que el futurismo se reduce al pensamiento y a las proclamas de Marinetti. Aunque éste siempre ha sido una figura importante, la estética futurista se alimentó también del trabajo y la visión creadora de numerosos artistas, que muchas veces extendieron las ideas de su mentor mucho más allá de los ámbitos por él imaginados. El universo futurista: 1909-1936 evidencia ese enorme potencial creativo y las múltiples derivaciones que adoptó el movimiento a partir del núcleo fundador inicial. Incorpora la obra de algunos de sus protagonistas menos conocidos en la Argentina, como Enrico Prampolini, Nicolaj Diulgheroff o Tullio Crali, y obras fundamentales de su fase final, la "Aeropintura", que cobró vida hacia la década de 1930. Pero fundamentalmente, trae por primera vez a la Argentina la producción de una de las corrientes estéticas más originales e influyentes, sin la cual no es posible comprender, en toda su dimensión, la vanguardia artística del siglo XX.
"Ha llegado anoche el fundador del futurismo F. T. Marinetti", reza un titular de LA NACION del 9 de junio de 1926, publicado horas después de que Marinetti diera una conferencia de prensa a través del sistema de radio broadcasting del diario, primera emisora radial de un grupo editorial. A través de sus micrófonos, el ideólogo central del futurismo saludó al público de Buenos Aires y acentuó el objetivo artístico que tuvo su primera visita al continente. Ambos gestos sintetizan cómo LA NACION fue el vehículo de difusión por excelencia que encontraron las propuestas artísticas y las visitas de Marinetti a América del Sur. Por fuera de las polémicas en torno a los motivos de sus viajes, el diario focalizó la presencia de esta figura central de la vanguardia europea al evidenciar el peso que sus excursiones tuvieron para el sistema artístico porteño de las primeras décadas del siglo XX. Tras dictar una conferencia en San Pablo, Marinetti publicó en LA NACION, el 16 de junio de 1926, una carta en la que repudió las agresiones sufridas por escritores paulistas y cariocas durante su estadía.
La repercusión que alcanzaron estas intervenciones públicas de Marinetti puede ejemplificarse con el artículo "Divagaciones antifuturistas", un cuestionamiento sobre el concepto de renovación que publicó en LA NACION Lucas Ayarragaray. Marinetti eligió la modalidad epistolar para responderle, y el 19 de junio el mismo diario publicó "El futurismo. una carta de F. T. Marinetti", un texto central para comprender el tono y la jerarquía de la discusión estética. Allí, Marinetti sostiene que "si por tradición se entiende el grueso de los mediocres artistas tradicionales ligados por una misma pasión absurda hacia el museo y el plagio, estoy satisfecho de ser el destructor feroz de la tradición [?]. Entiendo por tradición la gran familia maravillosa de artistas creadores, todos los cuales sucesivamente revolucionaron el arte, olvidaron lo ya hecho por lo nuevo". Esa definición de la función artística ligada a la incipiente pero decisiva categoría de lo nuevo puede ser leída, hoy, como ingrediente esencial de la producción simbólica; sin embargo, en 1926 no era tan así. Más adelante, el poeta dirá: "A mi llegada a Buenos Aires, algunos diarios me presentaron bajo el aspecto de un hombre político enmascarado de poeta futurista, venido a América para enseñar el fascismo [?]. Soy fascista sin carnet, orgulloso de haber colaborado en la grandeza de la Italia de hoy, no tengo ningún encargo gubernamental y no hago política. Vivo como poeta futurista". De esta manera, LA NACION pone en circulación sentencias de la aventura futurista en todas sus dimensiones, reductibles a un modo de vida y concomitantes con la fundación de un universo capaz de extender sus fronteras más allá del arte.
En septiembre de 1936, en su segundo viaje, LA NACION siguió con minuciosa atención los debates que Marinetti protagonizó durante el Congreso Internacional del PEN Club y reconstruyó el camino hacia la paz que fue trazando el encuentro. El vínculo nunca fue casual y el germen apareció mucho antes, cuando en 1909 Le Figaro publicó el primer manifiesto del futurismo: LA NACION siguió sus pasos y eligió a Rubén Darío para traducir y comentar, en un texto publicado el 5 de abril de 1909, ese ademán tan provocativo. Y tan prometedor. Promesa de velocidad y cambio que Marinetti encarnaba, y a la que el diario decidió no dejar de atender.
El Catálogo
El Universo Futurista. 1909 - 1936 constituye un documento integral en español de la acción artística que el movimiento italiano de vanguardia protagonizó. Una cuidada edición de alrededor de 300 páginas está integrada por un texto introductorio de la curadora Gabriella Belli, un destacado cuerpo de reproducciones de obras y una sección documental con el diario de viaje de Filippo Tommaso Marinetti a Sudamérica elaborada por Cecilia Rabossi.
Disponible para consultas y venta en la librería de la Fundación Proa.
libreria@proa.org / (54-11) 4104-1005 / http://www.proa.org/esp/library.php
Actividades educativas
Las salas de exhibición cuentan con la presencia permanente de educadores del Departamento de Educación de Fundación Proa, formados especialmente para la muestra. Además, se ofrecen distintas propuestas para interactuar con las obras: visitas programadas, visitas para público escolar y visitas de estudio.
Programa para Escuelas
El Programa para Escuelas brinda a estudiantes y profesores una oportunidad para acercarse al arte de distintos períodos. Se proponen visitas especialmente diseñadas para los distintos niveles educativos (inicial, primario, secundario). También se ofrecen materiales para trabajar antes y después de la visita que permiten articular el trabajo en el aula.
Consultas: educacion@proa.org / (54-11) 4104-1005
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del "progreso". Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda.
Sin duda, Emilio Pettoruti fue el artista argentino que tuvo la más estrecha y prolongada relación con el futurismo italiano, más allá de que nunca haya adherido a sus postulados. Desde sus primeros años de becario en Europa, y en Florencia, trabó amistad con Carlo Carrá y frecuentó al grupo de la revista Lacerba. En un temprano viaje a Roma conoció a Giacomo Balla, a quien admiró toda su vida y expresamente le reconoció –con o sin razón– haber sido el primer pintor abstracto de la historia. Mantuvo una extensa y ambivalente relación con Marinetti, a quien negó su afiliación a la corriente, pero ocultó sus obras cubistas, exponiendo pinturas de la década anterior, cuando el pope visitó Buenos Aires en 1926 y los muchachos de Martín Fierro lo homenajearon con una muestra en Amigos de Arte.
Su fraternal amistad con el autor y crítico teatral Anton Giulio Bragaglia también está registrada en repetidas oportunidades en su autobiografía, El pintor frente al espejo, desde su estadía en Italia, pasando por el viaje a París, donde vuelven a encontrarse, hasta casi los párrafos finales de las memorias, donde Pettoruti se congratula de la llegada de su viejo amigo a Buenos Aires, en uno de los viajes que haría a estas tierras.
Aun en su época abstracta, Pe-ttoruti mantuvo lazos con la corriente italiana: en los ’60, no sólo realiza un enorme mural para la institución chaqueña El Fogón de los Arrieros (hoy en la Gobernación del Chaco), en base a diseños futuristas de la década del ’10, sino que anticipa una foto de esa obra y colabora hasta su muerte con la nostálgica revista Futurismo Oggi, dirigida por Enzo Benedetto, que se publicó hasta los ’80. El dato curioso es que la relación se prolongó post-mortem, ya que existe correspondencia (Repositorio: Fundación Pettoruti) entre éste y la hermana preferida de Emilio, Carolita, a quien le pide que figure, en representación de la familia, en la Comisión de Homenaje al Centenario de Marinetti, cosa que ella acepta.
Por eso no es de extrañar que, cuando Natalio Botana lo conoce y le encarga que escriba una columna sobre plástica para el diario Crítica, cosa que se concreta durante el primer semestre de 1927, casi la mitad de los artistas abordados por Pettoruti pertenezcan o hayan pertenecido al movimiento futurista. Ello sin perder de vista que otra porción importante de los que trata milita en el llamado novecentismo –realismo mágico italiano– al que se reconvirtieron muchos artistas después de la llamada de la vuelta al orden. La relación es fácil de ser explicada, ya que Pettoruti había regresado sólo tres años antes luego de más de una década en Europa y conocía mejor el movimiento plástico italiano que el local, al que calificaba de retrógrado.
En este contexto, Pettoruti se ocupa de Fortunato Depero –curiosamente casi al mismo tiempo que Lamberti Sorrentino en Martín Fierro Nº 41, en un artículo que carece por completo de rigor– en la crónica del 14 de marzo: “Hay pocos artistas tan profundamente enamorados y convencidos de su arte como este animador del futurismo (...). Así es Fortunato Depero: no es un atormentado por las búsquedas de las nuevas y complejas posibilidades plásticas; su pintura no es abstracción metafísica, a menudo pretexto para disimular bajo una forma incomprensible una impotencia pictórica.
Las maravillosas armonías de la naturaleza, las escenas de la vida común las ve a través de un prisma que las divide en sus varios elementos y en sus fuerzas, y las reproduce haciéndolas pasar por el filtro de su curiosa fantasía (...). Búsqueda analítica del natural es el arte de Depero, pero no análisis frío, chato, científico, sino vivificado por su imaginación verista, no de verismo académico ni tradicional sino porque las transforma con su sensibilidad”.
Sea hace evidente que Pettoruti conoce muy bien la obra de Depero, ya que señala con habilidad y sin poner en evidencia las fracturas del futurismo como doctrina, la singularidad de este artista heterodoxo y original: claramente figurativa, de imágenes simplificadas (lo que luego le facilitará la adaptación a la publicidad) y, más que pretender incorporar el movimiento a la pintura, parece descomponer los cuerpos y querer representar las fuerzas que ellos emiten.
Luego aborda otro aspecto de su obra, que pone a las claras que Pe-ttoruti también conocía los desarrollos de su Casa Mágica Futurista (circa 1919–1923) que son derivación directa del Manifiesto de Reconstrucción Futurista del Universo que el joven pintor de Rovereto diera con el maduro Giaccomo Balla, en 1915: “Como decorador es genial, rápido, alegre, de una alegría con que sabe impregnar el ambiente; es que nos hace creer en el futuro muy cercano de su gran desenvolvimiento (...). Depero fundó su Casa de Arte, en primer lugar, para sustituir con intenciones ultramodernas cada tipo de tapiz, gobelino, persa, árabe, turco, etc., que hoy invaden el ambiente; en segundo lugar, para iniciar una necesaria y urgente creación de ambiente interno, ya sea una sala, un comedor, un salón teatral, un hotel o un palacio cualquiera; ambiente que corresponda a una moda y a una necesidad contemporánea, nuestra, y apto a recibir todo el arte de vanguardia que hoy está en su pleno desarrollo; seguramente Depero, con su voluntad tenaz, hará mucho en este sentido”.
Por si quedara alguna duda respecto del conocimiento directo de la obra de Depero por parte de Pettoruti, en 1930, cuando se edita en Buenos Aires una obra de su amigo Anton Giulio Bragaglia, traducida por María Rosa Oliver, bajo el título de El nuevo teatro argentino (Editorial Roma), el platense diseña la tapa en clara cita del pintor de Rovereto.
La evidencia del conocimiento y del entusiasmo de Pettoruti por la obra de Depero hace que su actitud en los ’60, cuando se publican las memorias de El pintor frente al espejo, en las que el artista es mencionado al pasar y sólo por el apellido, plantea dos interrogantes. El primero, ¿cuándo se conocieron realmente Pettoruti y Depero? Y el segundo, y más intrigante, ¿por qué lo ignora casi por completo, treinta años después de los tan elogiosos comentarios en Crítica?
Casi con seguridad se conocieron en el taller de Balla, con quien, como se dijo, Depero suscribió el Manifiesto de Reconstrucción Futurista del Universo en 1915, pocos meses antes de que Pettoruti viajara a Roma para encontrarse con el patriarca de los pintores futuristas y enamorarse de su obra, al punto de hacer una conocida serie de dibujos en esa línea. O a través de Umberto Notari, amigo de Pettoruti en Milán, dueño y director de L’Ambroziano, un periódico muy vinculado con la corriente y, especialmente, con Depero, ya que fue su mecenas y, con sucesivas compras de tapices y almohadones, habilitó la concreción de la Casa Mágica Futurista, a partir de 1919.
Lo que está claro es que se encontraron durante el período italiano de Pettoruti y que éste tuvo acceso directo a la obra de Depero. En cambio, las razones del silencio posterior sólo pueden presumirse. Las memorias fueron escritas décadas después de la etapa italiana de Pe-ttoruti y el paso del tiempo debe haber tendido a dimensionar de diferente manera a quienes fueron sus conocidos de entonces.
Ello implica acentuar ciertos episodios, como sus citas con Juan Gris en París, de las que a partir de la publicación de la correspondencia del español (M. Dolores Jiménez-Blanco, Edición Crítica: Juan Gris. Correspondencia y escritos, Acantilado, Barcelona, 2008) existen razonables dudas, debido a que en los meses referidos estaba en Beausoleil, cerca de Niza. O de su encuentro con Paul Klee en su casa en Munich, donde le habría dado un pequeño concierto de violín; según los antecedentes que obran en la Fundación Klee, este artista no vivía en esa época en el lugar descripto por Pettoruti.
A la inversa, es probable que Pe-ttoruti haya minimizado la presencia de algunos personajes que, por alguna razón posterior, quedaron descalificados por él. Recordemos que Depero tiene un enorme éxito comercial a partir de su primer viaje a los Estados Unidos (1927-1929), sus campañas publicitarias para empresas de ese país y de la propia Italia, especialmente Campari y el desarrollo de aplicaciones para la construcción de un material sintético llamado buxus. Posiblemente Pettoruti, que apreciaba su condición de “decorador”, no creía compatible la publicidad y el diseño publicitario e industrial con el carácter de artista plástico.
Más allá de estas especulaciones, lo cierto es que el artista platense fue el introductor de la obra de Fortunato Depero en nuestro país a través de su columna de Crítica y que ella fue tan apreciada por el propio Depero como para que éste la reprodujera en su libro autobiográfico Fortunato Depero nelle opere e nella vita, publicado en Trento en 1940.
En 1926, Marinetti llegó a América latina para promocionar el movimiento en Brasil, Uruguay y la Argentina y regresaría diez años después como delegado oficial del PEN Club de Roma, que era una asociación mundial de escritores.
En esa oportunidad, los integrantes de la revista argentina Martín Fierro ofrecieron una cena homenaje al poeta, aunque tomaron distancia del "hombre político".
En casi 30 años de desarrollo el movimiento futurista, de origen italiano, causó sensación en el mundo de la cultura. Hoy 200 de sus obras se pueden redescubrir en Buenos Aires.
"El Universo Futurista 1909-1936", una exhibición con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto de Italia, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron -a 100 años de la creación de ese movimiento- se puede visitar en la Fundación Proa.
El Manifiesto Futurista ?la vanguardia que proclamó los avances tecnológicos en detrimento de la tradición cultural? fue publicado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 y alentaba el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades.
"El futurismo se basa en la completa renovación de la sensibilidad humana, ocurrida como consecuencia de los grandes descubrimientos científicos", proclamaba Marinetti (1876-1944) en el texto aparecido el 20 de febrero de 1909 en Le Figaro de París, donde también elogiaba "la belleza de la velocidad".
Durante el recorrido de la muestra, se vuelve emblemática la pintura de Tullio Crali "Introduciéndose en lo habitado", que muestra la vertiginosa óptica de una aviador sobrevolando una gran urbe, entre decenas de altísimo edificios, en una imagen de gran dinámica, pero también angulosa y robótica, todas características clave de este movimiento.
Las obras o los objetos con los que experimentaban los futuristas "debían tener elementos mecánicos, moverse, hacer ruido, ser luminosos, tenías que apelar a todos los sentidos", dispara la curadora de la muestra, la italiana Gabriella Belli, en una recorrida realizada para la prensa.
Lo cierto es que el futurismo "proclamaba una gran evolución en el arte, en la vida y para la vida", resume la curadora, por eso es que sus principios fueron aplicados en las artes visuales, la literatura, el cine, la arquitectura, el teatro, la danza, la cocina e incluso la moda.
A lo largo de cuatro salas del edificio ubicado en La Boca, la muestra enhebra una gran cantidad de piezas que se dividen en sectores como pintura y escultura, una sección destacada sobre la fotografía y otra relevante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica
"Un aspecto en el que fueron visionarios y el tiempo les ha dado la razón es en la arquitectura", admite Belli, y aclara que en el campo de la escritura fue "donde más se divirtieron, al experimentar con la escritura sonora" e incluso planificaron gustos para la moda y la decoración: "la ropa debía ser mecánica, angulosa y dinámica, que era su gran obsesión".
El recorrido incluye un gran número de fotografías, que los futuristas "consideraban un arte menor, por no contar con la intervención directa del artista", un libro realizado con láminas de metal y varios "textos que eran recitados en las veladas futuristas. En ese sentido, ellos fueron los inventores del arte performático".
Con respecto al teatro, los futuristas lo consideraban "un laboratorio en miniatura de la vida, donde podían experimentar sobre la escenografía, y el movimiento", explica la italiana.
“Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo–, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer”, escribió Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) en el “Manifiesto de 1909”, el gran lanzamiento futurista.
Y será porque el belicismo o la misoginia calzaron tan bien con el fascismo –igual que Marinetti con Benito Mussolini– y sobre todo porque aún siguen activos que resulta difícil minimizarlos a la hora de hablar del movimiento artístico.
Muy difícil, pese a saber que el futurismo resultó más amplio, diverso y cambiante en personajes e ideologías. Que lo unificó principalmente la exaltación de novedades urbanas –las máquinas o la electricidad, el dinamismo– contra el academicismo, una exaltación realizada desde Italia, cuna de Occidente y las bellas, figurativas, armónicas artes. Que se extendió por buena parte del mundo desde la pintura o la literatura hasta la moda, el diseño y la cocina –es decir, de los clásicos del museo y la biblioteca a la vida misma–. O que allanó el camino a todos los “ismos” que vendrían.
Dicho esto, hablemos de aquella vanguardia marcada a grandes rasgos por los rápidos y furiosos, a la que la Fundación Proa le dedica una muestra con 240 obras y documentos, provenientes del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), la institución que posee la colección más importante de la tendencia. De hecho, “El Universo futurista. 1909-1936”, curada por la directora del MART, Gabriela Belli, despliega en cuatro salas un diálogo que permite leer esas liberaciones y contradicciones.
Reconocer o descubrir aquello de “futurista, o sea falto de pasado y libre de tradiciones”, que decía el Manifiesto de la cinematografía. Eso de que “un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia”, que también escribió Marinetti. O la idea de que “la emoción, en la pintura o la escultura modernas, canta a la gravitación, al desplazamiento, a la atracción recíproca de las formas, de las masas, de los colores, o sea el movimiento, la interpretación de las fuerzas”, que expresó el pintor Umberto Boccioni (1882-1916) para señalar qué lo separaba de la facetación de cuerpos y las superposiciones de puntos de vista en las telas de los cubistas. En síntesis, una nueva forma de representación, “donde la forma hace explosión e implosión”, “se dilata y se contrae”, “se multiplica y se divide”, “se enciende y se apaga”, como explicó Belli.
Reconocer o descubrir aquello y también la subasta de obra figurativa que Giacomo Balla (1874-1958) realizó en 1913 bajo el anuncio: “Balla ha muerto. Aquí se venden las obras del difunto”, un gesto capital para las teorías de la vanguardia, que volvería a repetirse entre artistas de otras fuentes y tiempos. Su manifiesto sobre “La vestimenta antineutral”. Los manifiestos de “la corbata italiana” o la “ciudad musical” de Renato Di Bosso (1905-1982). Los vuelos de Tullio Crali (1910-2000) para expresar mejor las sensaciones desde la altura en su “aeropintura”. El “libro abulonado” y los títeres de Fortunato Depero (1892-1960). Trabajos de Nicolaj Diulgheroff, el arquitecto de la “Taverna Futurista del Santopalato”, de aluminio, en Turín. Los montajes fotográficos. Y la “imaginación sin hilos” (abolición de la sintaxis), otra de Marinetti, o la experimentación tipográfica.
La muestra dedica además una sección a los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay. Cuando llegó a Buenos Aires, el 7 de junio de 1926, dijo que su visita era “puramente artística”, que era “amigo personal de Mussolini” pero no traía “misión alguna de su gobierno”. La revista Martín Fierro aclaró que “con Marinetti, hombre político, nada tiene que hacer nuestra hoja” y lo homenajeó con una cena, cuyo menú incluía “suprema de pescado a la (Oliverio) Girondo” y “Caffe alla (Emilio) Pettoruti”. Una década después, en su segundo viaje para un congreso del PEN Club –asociación internacional de escritores– se lo acusó por sus panfletos sobre “productos italianos contra toda forma de amistad para el extranjero” o “educación guerrera de la infancia”. “No tengo ninguna intención de retractarme”, dijo. Habían pasado 24 años, cuenta Belli, desde que él mismo supervisara la publicación de El manifiesto de la mujer futurista, de la feminista Valentine de Saint-Point, en París.
Para el vértigo, la sorpresa y la polémica, la muestra se podrá visitar en avenida Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingo de 11 a 19, hasta julio. Entrada $ 10.
En la Capital Federal, se exhiben más de 200 trabajos originarios del Museo di Arte Moderno de Trento e Rovereto de Italia, una muestra de la gran evolución en el arte, en la vida y para la vida.
BUENOS AIRES (Télam) -- "El Universo Futurista 1909-1936", una exhibición con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto de Italia, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron --a 100 años de la creación de ese movimiento-- abrió sus puertas en la Fundación Proa.
El Manifiesto Futurista --la vanguardia que proclamó los avances tecnológicos en detrimento de la tradición cultural-- fue publicado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 y alentaba el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades.
"El futurismo se basa en la completa renovación de la sensibilidad humana, ocurrida como consecuencia de los grandes descubrimientos científicos", proclamaba Marinetti (1876-1944), en el texto aparecido el 20 de febrero de 1909, en "Le Figaro" de París. Allí también elogiaba "la belleza de la velocidad".
Durante el recorrido, se vuelve emblemática la pintura de Tullio Crali, Introduciéndose en lo habitado , que muestra la vertiginosa óptica de un aviador sobrevolando una gran urbe, entre decenas de altísimos edificios, en una imagen de gran dinámica, pero también angulosa y robótica, todas características claves de este movimiento.
Las obras o los objetos con los que experimentaban los futuristas "debían tener elementos mecánicos, moverse, hacer ruido, ser luminosos, tenías que apelar a todos los sentidos", dispara la curadora de la muestra, la italiana Gabriella Belli.
Lo cierto es que el futurismo "proclamaba una gran evolución en el arte, en la vida y para la vida", resume la curadora, por eso es que sus principios fueron aplicados en las artes visuales, la literatura, el cine, la arquitectura, el teatro, la danza, la cocina e incluso la moda.
Piezas de laboratorio.
En 1909, Filippo Tommaso Marinetti lanzó a través del periódico francés Le Figaro , el primer Manifiesto del Futurismo, que proponía la destrucción de los museos, de las bibliotecas, del moralismo, a la vez que pontificaba por el amor al peligro, la guerra, la "belleza de la velocidad". Una nueva sociedad requería en ése tiempo no sólo cambiar la estética del mundo visual del arte, sino también la experiencia de la vida cotidiana. "Otras vanguardias querían renovar el arte, pero el único movimiento que quiso cambiar la vida,fue el futurismo".
El público que visite la muestra encontrará instrumentos de música futurista y podrá escuchar grabaciones particulares de sonidos; verá los diseños de ropa futuristas, y también proyectos arquitectónicos en una nueva concepción del espacio.
El Universo Futurista, título de la exposición, abarca de 1909 a 1936, período en el cuál se sucedieron 36 manifiestos redactados por los diversos integrantes del movimiento.
La palabra escrita era un arma de lucha, y la terminología que empleaban así lo demuestra. El teórico del futurismo, Marinetti fue la figura controvertida porque buscaba subvertir con sus propuestas los órdenes establecidos, si no fuera por su amistad con Benito Mussolini.
"Al conocerse ambos en 1912, son anticlericales y tienen ideas socialistas y en 1922 cuando Mussolini llega al poder y Marinetti seguirá siendo su amigo, a pesar de no ser militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología al régimen", sostuvo Belli. Italia, en la primera década del siglo XX, era un país atrasado, con poca industrialización -señala Belli-, y Marinetti lanzó la utopía de transformarla.
El Manifiesto Futurista -la vanguardia que proclamó los avances tecnológicos en detrimento de la tradición cultural- fue publicado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 y alentaba el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades. "El futurismo se basa en la completa renovación de la sensibilidad humana, ocurrida como consecuencia de los grandes descubrimientos científicos", proclamaba Marinetti (1876-1944) en el texto aparecido el 20 de febrero de 1909 en Le Figaro de París, donde también elogiaba "la belleza de la velocidad".
Durante el recorrido de la muestra, se vuelve emblemática la pintura de Tullio Crali "Introduciéndose en lo habitado", que muestra la vertiginosa óptica de una aviador sobrevolando una gran urbe, entre decenas de altísimo edificios, en una imagen de gran dinámica, pero también angulosa y robótica, todas características claves de este movimiento.
Las obras o los objetos con los que experimentaban los futuristas "debían tener elementos mecánicos, moverse, hacer ruido, ser luminosos, tenías que apelar a todos los sentidos", dispara la curadora de la muestra, la italiana Gabriella Belli, en una recorrida realizada hoy para la prensa.
Lo cierto es que el futurismo "proclamaba una gran evolución en el arte, en la vida y para la vida", resume la curadora, por eso es que sus principios fueron aplicados en las artes visuales, la literatura, el cine, la arquitectura, el teatro, la danza, la cocina e incluso la moda.
A lo largo de cuatro salas del edificio ubicado en La Boca, la muestra enhebra una gran cantidad de piezas que se dividen en sectores como pintura y escultura, una sección destacada sobre la fotografía y otra relevante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica
"Un aspecto en el que fueron visionarios y el tiempo les ha dado la razón es en la arquitectura", admite Belli, y aclara que en el campo de la escritura fue "donde más se divirtieron, al experimentar con la escritura sonora" e incluso planificaron gustos para la moda y la decoración: "la ropa debía ser mecánica, angulosa y dinámica, que era su gran obsesión".
El recorrido incluye un gran número de fotografías, que los futuristas "consideraban un arte menor, por no contar con la intervención directa del artista", un libro realizado con láminas de metal y varios "textos que eran recitados en las veladas futuristas. En ese sentido, ellos fueron los inventores del arte performático".
Con respecto al teatro, los futuristas lo consideraban "un laboratorio en miniatura de la vida, donde podían experimentar sobre la escenografía, la coreografía, el vestuario, el movimiento, las acciones, la danza, el texto poético", enumera la italiana.
Un apartado documental de la muestra se dedica a dar cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay a principios del siglo XX (en 1926 y 1936) para difundir el movimiento, una cronología exhaustiva realizada por la investigadora Cecilia Rabossi.
En esta sección se reflejan las repercusiones en nuestro país de esas visitas, el encuentro de Marinetti con los integrantes del periódico Martín Fierro -que encarnaban la vanguardia local- e incluye una serie de obras del platense Emilio Pettoruti, quien fuera reconocido como el artista futurista latinoamericano.
"Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del 'progreso'. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado", sostiene Belli en el catálogo de la exposición.
"El Universo Futurista. 1909-1936" se verá en la Fundación Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), en el barrio de La Boca, hasta el 4 de julio, de martes a domingos de 11 a 19 (lunes cerrado).
Marina Oybin. Especial para Clarín SOCIEDAD
Por suerte en la Ciudad de Buenos Aires la movida cultural y artistica no deja de crecer y se mantiene en moviento constante.
Desde este lugar queremos mostrarle todo lo que tienen para ir a ver en tema de arte e instituciones en la ciudad.
Hoy les presentamos tres muestras en tres fundaciones diferentes, con diferentes tematicas pero no por eso ninguna deja de tener su interes particular, recomendamos las tres:
1_ FUNDACION PROA:
“El Universo Futurista 1909-1936 “ del 1 de abril al 4 de julio.
Una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes del MART y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades: Las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del “progreso”. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda.
La muestra toma en cuenta la pintura, literatura, cine, música, arquitectura, danza, cocina y moda futuristas, junto a una sección especial sobre los viajes de Filippo Tommaso Marinetti, padre de la corriente, a Brasil y Argentina.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del “progreso”. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda.
A partir del 1º de abril, Fundación Proa presenta El Universo Futurista. 1909 – 1936, una exhibición histórica con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades.
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios, cine, y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta. Es un orgullo para Proa festejar los 100 años del Futurismo con una exhibición deslumbrante, gracias al apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y con el auspicio permanente de Tenaris – Organización Techint.
“No tenemos inconveniente en declarar que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la belleza de la velocidad”
Filippo Tommaso Marinetti. Primer Manifiesto Futurista. 1909
Pintura futurista. Literatura futurista. Cine futurista. Música futurista. Arquitectura futurista. Danza, cocina y moda futuristas. Organizada conjuntamente con el Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli, El universo futurista incluye una sección especial sobre los viajes de Filippo Tommaso Marinetti, padre de la corriente, a Brasil y Argentina, y un conjunto de actividades paralelas tendientes a actualizar el gesto de un aventura artística que impuso - como ninguna otra vanguardia acaso pudo - un modo único de producir arte y de concebir el tiempo. Un estilo que, como sostiene uno de los manifiestos del grupo, vive “falto de pasado y libre de tradiciones”. O sea: siempre nuevo. Veloz como las máquinas. Ruidoso e industrial. Incómodo y potente. Futurista.
Un automóvil de carrera, que parece correr sobre metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia" fue una de las famosas y polémicas afirmaciones con la que se desayunaron los lectores de Le Figaro de París el 20 de febrero de 1909. Se trataba del primer Manifiesto Futurista, redactado por el poeta Filippo Tommaso Marinetti, líder del movimiento futurista. Belleza de la velocidad, dinamismo, movimiento, amor a la máquina son algunas palabras clave que marcaron al futurismo italiano, primer movimiento que introdujo en el arte un interés ideológico explícito.
En 2009, a 100 años del nacimiento del futurismo, una serie de exposiciones coparon importantes museos del mundo. Ahora, el público argentino podrá disfrutar de las obras del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART) que se vieron en la Tate Gallery, el Pompidou, el Museo Pushkin y el Palacio Real de Milán. Con más de 240 obras y documentos, la muestra de PROA invita a sumergirse en la primera vanguardia del siglo XX con la gran exhibición histórica El Universo Futurista. 1909-1936.
El futurismo tuvo expresiones en todos los campos: literatura, plástica, escultura, fotografía, teatro. Y la lista sigue: escenografía, arquitectura, danza y música. La muestra es un completo recorrido. Hay obras de los más importantes representantes de la experimentación futurista, con impactantes aeropinturas.
Se presenta un espacio dedicado a la fotografía, una sección de literatura y experimentación textual y tipográfica, uno de los grandes aportes del futurismo, y otra con documentación de los viajes de Filippo Marinetti a Sudamérica. No falta la representación local del futurismo con Emilio Pettoruti. A no perderse las marionetas de Fortunato Depero, las esculturas en madera, las grabaciones musicales y la completa sección dedicada al teatro, que incluye vestuario futurista. "Desde 1916, el teatro fue el campo de experimentación más importante del futurismo", dice a Clarín Gabriella Belli, curadora de la muestra y directora del MART, una de las más importantes colecciones de futurismo.
El primer manifiesto futurista dejó bien clara la postura bélica del movimiento: "Queremos glorificar la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo y el patriotismo". Y lo llevaron a la acción.
"El primer movimiento de masas artístico intelectual". Así define Belli el futurismo, que incluyó a más de mil artistas en el mundo. Todos, claro, con la ineludible aprobación de Marinetti. "Los futuristas querían revolucionar no sólo el arte, sino la vida: por eso experimentaron también con la cocina, la moda y el mobiliario", sostiene Belli. Al tiempo que endiosaron la ciencia y la tecnología, propusieron un arte que condensara estados de ánimo. Expresaron el movimiento, la velocidad y la energía, sus caballitos de batalla, con una estética propia. Exaltaron la "vida moderna, dinámica y vocinglera", con colores intensos "de velocidad y júbilo".
Denostaron la tradición y el pasado. Y con el ideal de reconstruir el universo, propusieron destruir academias, bibliotecas, museos (los consideraban cementerios) y ciudades históricas como Venecia. Su sueño era el de una nueva ciudad como una máquina en movimiento.
En ese camino que comenzó con la exaltación nacionalista y terminó con el apoyo al fascismo, el futurismo endiosó a la máquina como símbolo de la modernidad. Y Marinetti devino leal amigo de Mussolini, quien lo jubiló como académico. ¿Fue el futurismo de Marinetti vanguardia cultural del fascismo italiano?, preguntó Clarín a Belli. "Mussolini utilizó la vanguardia del novecento, pero el futurismo le proporcionó temas como la conquista del espacio, el dinamismo y el progreso, que fueron útiles para la política fascista".
Marinetti en la Argentina
En 1926, Marinetti viajó a Uruguay, Brasil y Argentina para dar una serie de conferencias. La revista vanguardista "Martín Fierro" lo homenajeó, mientras otros medios y sectores intelectuales se preguntaron si su objetivo era la propaganda fascista. Tanta fue la polémica, que Marinetti debió aclarar: "Soy amigo personal de Mussolini, pero no traigo misión alguna de su gobierno".
En 1936, regresó a la Argentina para participar de un congreso. Y no faltó la polémica por sus escritos probélicos.
Para celebrar los 100 años del Futurismo, llegó a la Argentina la Colección del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto de Italia; un exquisito museo ubicado en la cima de una montaña que fue a su vez la casa de Fortunato Depero, representante esencial de la vanguardia italiana. Allí, se alberga la mayor cantidad de obras del movimiento futurista que hoy se exponen de manera impecable en Proa, bajo la curaduría de Gabriella Belli, Directora del MART.
Siguiendo la línea de Marcel Duchamp, una obra que no es una obra de arte, la muestra con la cual Proa en su reapertura del 2008 dio el puntapié inicial, se presentan hoy las 240 obras que llegaron a Buenos Aires, para revelar la riqueza multidisciplinaria de la vanguardia italiana que nació en 1909, cuando el poeta Filippo Tommaso Marinetti publicó en “Le Fígaro” el Primer Manifiesto del futurismo.
Nos recibe entonces Luigi Russolo, emblema del Futurismo, con el bellísimo lienzo “Profumo” (Perfume) de 1910 y una reconstrucción de la “Intonarumori. Crepitatore” (Entona-ruido. Crepitator) de 1914, que se expuso el pasado 2009 en la XXIV Bienal de Venecia, en el Centro Pompidou de París y en la Tate Modern de Londres para celebrar el centenario futurista. Este entonador de ruidos causó una verdadera revolución en la música italiana que en este acto de representar la velocidad, fue sin duda su mejor aliado. Junto a las obras de Russolo no podían faltar las de Carlo Carrá, Giacomo Balla, Gino Severini, Giannetto Malmerendi, Roberto Baldessari y otras, entre las cuales se destacan los collages sobre madera realizados por Marinetti y Francesco Cangiulo; la fascinante poesía futurista del creador del manifiesto y de Armando Maza; “Vallombrosa”, la asombrosa obra de Emilio Pettorruti, junto a sus figuras de 1917 y 1918; el libro “Palabras en libertad futuristas, táctiles, térmicas y olfativas” de Marinetti y el fantástico lienzo de Tullio Crali, “Incuneandosi nell’abitato” que ilustra esta nota.*
Son un capitulo aparte las obras de Fortunato Depero; la visita vale incluso, solamente para redescubrir a este artista. Y una colección de fotografías realmente imperdible.
La exposición termina con un documental de 20’40” fruto de la investigación de Cecilia Rabossi de “Marinetti en Sudamérica. Crónica de sus viajes (1926/1936)”, donde se realiza una interesante reflexión sobre esta polémica figura que celebraba la guerra y atacaba duramente a la mujer. La muestra, sintetiza de esta forma la riqueza un movimiento, pero sin olvidar los puntos altamente cuestionables de un tiempo nefasto atravesado por dos guerras mundiales. En este documental se pueden conocer además, las voces de los intelectuales de la época, que en nuestro país repudiaron las palabras del poeta.
Finalmente, podemos decir que faltan tal vez, algunas de las emblemáticas obras de Boccioni y otros célebres lienzos de los cuatro iconos de la vanguardia italiana. Sin embargo hay Futurismo en todas sus formas: pintura, literatura, escultura, arquitectura, fotografía, música, teatro, moda, danza, manifiestos y documentos, crítica y reflexión.
Sin duda, Proa celebra otra vez con lo mejor de las vanguardias. Desde el 30 de marzo hasta el 4 de julio de 2010.
Pese a que nada queda hoy en este lugar porteñísimo de la utopía de la serata futurista original donde Marinetti protestó furiosamente terminar con el culto a la tradición y la comercialización del arte, la exposición que se presenta en las salas de Proa tiene tantas contradicciones como las que este movimiento de vanguardia de principios del siglo XX que se propuso transformar el arte en la belleza de la velocidad y la avanzada tecnológica.
La institución de Tenaris-Organización Techint en el barrio La Boca co-organiza la muestra que está auspiciada por la embajada italiana, más berlusquiana, por el triunfo de Il Cavalliere, en las elecciones regionales del pasado fin de semana.
Interactivo, dinámico, vanguardísta y expresivo, el futurismo italiano con sus largos cien años hoy tiene mucho que decir. Por primera vez, se puede ver en la Argentina una exposición completa del movimiento de vanguardia, a pesar que Marinetti visitó dos veces la Argentina, las exposiciones de esta envergadura no se dieron.
La exposición de Proa, también nos plantea una reflexión sobre la propuesta de la Vanguardia: ¿alcanzaron a imponer una estética consagrada a la "belleza de la velocidad" y un nuevo concepto espacial?
Expresiones del teatro, la arquitectura, la fotografía, el diseño, la moda, la pintura, la escultura, los sonidos, la relación con la Argentina y la poesía futurísta se verán en el barrio de La Boca desde hoy.
La muestra que reúne 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto de Italia, pone foco en los inicios en el 1909 cuando Filippo Tommaso Marinetti lanzó en Le Figaro , el primer Manifiesto del Futurismo.
"El Universo Futurista: 1909-1936" curada por la italiana Gabriella Belli, repele y atrae, es que las anécdotas históricas sobre la afinidad fascista de Marinetti con Benito Mussolini es inevitable.
"No era militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología del régimen", sostuvo Belli durante la presentación.
Trabajos de Giacomo Balla, Gino Severini, Roberto Baldesarri, Tullio Crali, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, entre otros referentes del movimiento, interrumpidos por los sonidos futuristas, los vestuarios para teatro y un compilado de frases de se dispara contra una de las paredes.
La muestra estará abierta hasta el 4 de julio. Pero, en una primera aproximación, nuestra mirada se queda con hambre: poco anclaje a la realidad del futurismo en Latinoamerica y especialmente, en la contribución del artista argentino Emilio Pettoruti, quien durante su experiencia europea, a partir de 1913, adhirió a las formas vanguardísta y supo reconvertir el discurso en uno propio.
Para levantar la baja autoestima nacional que mejor que apoyarnos en el trabajo de Cecilia Rabossi, investigadora de la UBA, quien estudió el recorrido de Marinetti por Latinoamerica: "los postulados futurístas defendidos por el poeta no traen nada nueco a los ámbitos vanguardistas locales", dijo la experta y agregó una conclusión sobre el carácter políitco de esos viajes, "Marinetti se rebela como defensor incansable del régimen fascista planteando en varias ocasiones sus contradicciones".
Marinetti en Sudamérica: cronología de sus viajes es un texto valioso, quienes vistien la muestra podrán gozar en formato multimedia en la última de las salas. Seguramente, la autora presentará luego un libro porque es muy interesante el enfoque y actual, para ver como bajan y bajaron "enlatados" italianos en todos los tiempos.
Otro aspecto para analizar es el enfrentamiento cubista-futurista, está esbozado, finalmente: ¿quién impactó más?
No se pierdan; la vestimenta antineutral de Giacomo Balla, como parte de los ejemplos que se presentan de la moda futurista. La aeropintura de Crali, experimentadas con los vuelos con sensaciones de la gran altura.
Hay que conocer un personaje como Fortunato Depero con su libro "abulonado". Un libro-objeto. También sus títeres...
Una perlita: Valetine de Saint-Pont y el Manifiesto de la mujer futurista que para 1912 presentado a Francia que le hizo guardar las agresiones que Marinetti manifestó contra las mujeres.
Maravilloso: la reconstrucción de la obra de Rusolo, el Intonarumori...Un Universo que hay que conocer.
Inauguración: Martes 30 marzo / 19 – 21 hs
Espacio Contemporáneo – Intervención:
Buenos Aires. Dolores Zinny / Juan Maidagan
A 100 años del nacimiento del futurismo, y luego de las celebraciones internacionales en varios museos del mundo, Fundación PROA presenta la muestra “El Universo Futurista. 1909 – 1936” que, por primera vez en Argentina, alberga más de 240 obras que dan cuenta de la riqueza interdisciplinaria del movimiento artístico más controvertido del Siglo XX.
Fundación PROA
Movimiento, ruptura, dinamismo, modernidad, provocación. Una constelación de términos que el futurismo supo conjugar y llevar a la práctica con el objetivo de hacer del arte y la vida
una experiencia común. A un siglo del inicio de aquella propuesta de vanguardia, la Fundación Proa inaugura hoy, a las 19, una muestra que reúne un gran conjunto de más de 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), que recorren la historia y creatividad del futurismo italiano en pintura, música, danza, teatro, arquitectura, vestimenta y otros ámbitos. En 1909, Filippo Tommaso Marinetti lanzó al mundo, a través del periódico francés Le Figaro, el primer Manifiesto del Futurismo, que proponía la destrucción de los museos, de las bibliotecas, del moralismo, a la vez que abogaba por el amor al peligro, la guerra, la "belleza de la velocidad". Una nueva sociedad para un nuevo siglo requería no sólo cambiar la estética del mundo visual del arte, sino también la experiencia de la vida cotidiana. El público se encontrará con instrumentos de música futurista y podrá escuchar grabaciones de sus particulares sonidos; verá los diseños de ropa futuristas, y también proyectos arquitectónicos para una nueva concepción del espacio. El Universo Futurista, título de la exposición, abarca de 1909 a 1936, período durante el cual se sucedieron 36 manifiestos que redactaron los diversos integrantes del movimiento. La palabra escrita era un arma de lucha, y la terminología que empleaban así lo demuestra.
Gran teórico del futurismo, Marinetti fue una figura controvertida no sólo porque buscaba subvertir con sus propuestas los órdenes establecidos, sino también por su amistad con Benito Mussolini. "Al conocerse los dos, en 1912, son anticlericales y tienen ideas socialistas. En 1922, Mussolini llega al poder y Marinetti seguirá siendo su amigo, aunque no era militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología del régimen", sostuvo Belli.
El universo futurista: 1909 – 1936es un recorrido por distintas propuestas artísticas del movimiento italiano de esos años, se podrá visitar a partir del 1º de abril en Proa.
Así se presenta la muestra:
Nada que vaya a descansar solamente en un museo. Nada cuyo destino sea solamente un cementerio. Nada que aspire a morir en la superficie de un libro: a partir del 1º de abril, Proa presenta El universo futurista, un recorrido por el espíritu de las diversas propuestas artísticas que, desde 1909 a 1936, el movimiento italiano de vanguardia más destacado del siglo XX logró desarrollar. Pintura futurista. Literatura futurista. Cine futurista. Música futurista. Arquitectura futurista. Danza, cocina y moda futuristas. Organizada conjuntamente con el Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli, El universo futurista incluye una sección especial sobre los viajes de Filippo Tommaso Marinetti, padre de la corriente, a Brasil y Argentina, y un conjunto de actividades paralelas tendientes a actualizar el gesto de un aventura artística que impuso - como ninguna otra vanguardia acaso pudo - un modo único de producir arte y de concebir el tiempo. Un estilo que, como sostiene uno de los manifiestos del grupo, vive “falto de pasado y libre de tradiciones”. O sea: siempre nuevo. Veloz como las máquinas. Ruidoso e industrial. Incómodo y potente. Futurista.
Con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y con el auspicio permanente de Tenaris / Organización Techint
Por otro lado también desde abril en el Espacio Contemporáneo de Proa, los artistas argentinos residentes en Berlín, Dolores Zinny y Juan Maidagán, presentarán instalaciones arquitectónicas que fueron previamente expuestas en el Museum fur Moderne Kunst de Frankfurt, Alemania reunidas en El compartimento (título en construcción)
Acerca del edificio
Instalado en 1996 sobre una casa reciclada de fines del sigo XIX, en el barrio de la Boca, en noviembre de 2008 Fundación Proa inaugura su nuevo edificio de tres pisos, que cuenta con cuatro salas de exhibición, un auditorio multimedial, una librería especializada, un restaurante y terraza, además de espacios de acción y apertura al público y una fachada transparente para comunicar experiencias desde el interior hacia el barrio.
El proyecto y dirección de las obras es del estudio Caruso-Torricella de Milán, el mismo que hace diez años transformó el antiguo edificio en un emblemático punto de referencia para el arte contemporáneo en Buenos Aires.
Con el aupicio permanente de Tenaris / Organización Techint
El Manifiesto Futurista -la vanguardia que proclamó los avances tecnológicos en detrimento de la tradición cultural- fue publicado por el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909 y alentaba el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades.
"El futurismo se basa en la completa renovación de la sensibilidad humana, ocurrida como consecuencia de los grandes descubrimientos científicos", proclamaba Marinetti (1876-1944) en el texto aparecido el 20 de febrero de 1909 en Le Figaro de París, donde también elogiaba "la belleza de la velocidad".
Durante el recorrido de la muestra, se vuelve emblemática la pintura de Tullio Crali "Introduciéndose en lo habitado", que muestra la vertiginosa óptica de una aviador sobrevolando una gran urbe, entre decenas de altísimo edificios, en una imagen de gran dinámica, pero también angulosa y robótica, todas características claves de este movimiento.
Las obras o los objetos con los que experimentaban los futuristas "debían tener elementos mecánicos, moverse, hacer ruido, ser luminosos, tenías que apelar a todos los sentidos", dispara la curadora de la muestra, la italiana Gabriella Belli, en una recorrida realizada hoy para la prensa.
Lo cierto es que el futurismo "proclamaba una gran evolución en el arte, en la vida y para la vida" resume la curadora, por eso es que sus principios fueron aplicados en las artes visuales, la literatura, el cine, la arquitectura, el teatro, la danza, la cocina e incluso la moda.
A lo largo de cuatro salas del edificio ubicado en La Boca, la muestra enhebra una gran cantidad de piezas que se dividen en sectores como pintura y escultura, una sección destacada sobre la fotografía y otra relevante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica "Un aspecto en el que fueron visionarios y el tiempo les ha dado la razón es en la arquitectura", admite Belli, y aclara que en el campo de la escritura fue "donde más se divirtieron, al experimentar con la escritura sonora" e incluso planificaron gustos para la moda y la decoración: "la ropa debía ser mecánica, angulosa y dinámica, que era su gran obsesión".
El recorrido incluye un gran número de fotografías, que los futuristas "consideraban un arte menor, por no contar con la intervención directa del artista", un libro realizado con láminas de metal y varios "textos que eran recitados en las veladas futuristas. En ese sentido, ellos fueron los inventores del arte performático".
Con respecto al teatro, los futuristas lo consideraban "un laboratorio en miniatura de la vida, donde podían experimentar sobre la escenografía, la coreografía, el vestuario, el movimiento, las acciones, la danza, el texto poético", enumera la italiana.
Un apartado documental de la muestra se dedica a dar cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay a principios del siglo XX (en 1926 y 1936) para difundir el movimiento, una cronología exhaustiva realizada por la investigadora Cecilia Rabossi.
En esta sección se reflejan las repercusiones en nuestro país de esas visitas, el encuentro de Marinetti con los integrantes del periódico Martín Fierro -que encarnaban la vanguardia local- e incluye una serie de obras del platense Emilio Pettoruti, quien fuera reconocido como el artista futurista latinoamericano.
"Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del `progreso`. Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado", sostiene Belli en el catálogo de la exposición.
"El Universo Futurista. 1909-1936" se verá en la Fundación Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), en el barrio de La Boca, hasta el 4 de julio, de martes a domingos de 11 a 19 (lunes cerrado).
Movimiento, ruptura, dinamismo, modernidad, provocación. Una constelación de términos que el futurismo supo conjugar y llevar a la práctica con el objetivo de hacer del arte y la vida una experiencia común.
A un siglo del inicio de aquella propuesta de vanguardia, la Fundación Proa inaugura hoy, a las 19, una muestra que reúne un gran conjunto de más de 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), que recorren la historia y creatividad del futurismo italiano en pintura, música, danza, teatro, arquitectura, vestimenta y otros ámbitos.
En 1909, Filippo Tommaso Marinetti lanzó al mundo, a través del periódico francés Le Figaro, el primer Manifiesto del Futurismo, que proponía la destrucción de los museos, de las bibliotecas, del moralismo, a la vez que abogaba por el amor al peligro, la guerra, la "belleza de la velocidad".
Una nueva sociedad para un nuevo siglo requería no sólo cambiar la estética del mundo visual del arte, sino también la experiencia de la vida cotidiana. "Las otras vanguardias querían renovar el arte en sí, pero el único movimiento que quiso cambiar la vida, además del arte, fue el futurismo", afirmó a LA NACION Gabriella Belli, curadora de la muestra.
El público se encontrará con instrumentos de música futurista y podrá escuchar grabaciones de sus particulares sonidos; verá los diseños de ropa futuristas, y también proyectos arquitectónicos para una nueva concepción del espacio.
El Universo Futurista, título de la exposición, abarca de 1909 a 1936, período durante el cual se sucedieron 36 manifiestos que redactaron los diversos integrantes del movimiento. La palabra escrita era un arma de lucha, y la terminología que empleaban así lo demuestra.
Gran teórico del futurismo, Marinetti fue una figura controvertida no sólo porque buscaba subvertir con sus propuestas los órdenes establecidos, sino también por su amistad con Benito Mussolini.
"Al conocerse los dos, en 1912, son anticlericales y tienen ideas socialistas. En 1922, Mussolini llega al poder y Marinetti seguirá siendo su amigo, aunque no era militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología del régimen", sostuvo Belli.
Elogio de la modernidad
Italia, en la primera década del siglo XX, era un país atrasado, con poca industrialización -señala Belli-, y Marinetti lanzó la utopía de transformarla. Así, el elogio de la tecnología y de la velocidad serán claves que llevarán a los futuristas a afirmar que "un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia".
Entre las pinturas que se exhiben están aquellas en las cuales las líneas y los colores logran una composición dinámica de la representación, al punto de llegar a representar el movimiento en sí mismo. Se sirvieron también de la deconstrucción de la imagen y el facetamiento del cubismo.
Al respecto, se suceden los nombres de Giacomo Balla, Gino Severini, Roberto Baldesarri, Tullio Crali, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, entre otros referentes del movimiento. Y, de pronto, se descubren allí cuadros del artista argentino Emilio Pettoruti, quien durante su experiencia europea, a partir de 1913, asimiló la enseñanza de las vanguardias de la época, como bien se evidencia en las obras expuestas en Proa.
Marinetti en la Argentina
En 1926, Marinetti llegó a América latina para promocionar el movimiento en Brasil, Uruguay y la Argentina. Regresaría diez años después como delegado oficial del PEN Club de Roma, que era una asociación mundial de escritores. En esa oportunidad, los integrantes de la revista argentina Martín Fierro ofrecieron una cena homenaje al poeta, aunque tomaron distancia del "hombre político".
Belli sostuvo que otra de las novedades que introdujo el líder del futurismo fue "inventar un modo de comunicar el arte", al hacerlo de manera mediática y espectacular, lo cual era toda una novedad para el mundo intelectual de su época.
La estética del futurismo, que se puede ver en la muestra plasmada en vestuario para obras de teatro y en las marionetas de Fortunato Depero, en trajes para la vida cotidiana de Enrico Prampolini, en la música que anticipó al ruidismo, en las líneas y colores de sus pinturas que llegan a la abstracción, aún hoy sorprende.
Con esta muestra, la Fundación Proa, que dirige Adriana Rosenberg, se suma a los festejos del centenario de este movimiento cultural que el año pasado se realizaron en algunos de los principales centros de exposición del mundo, a la vez que continúa su objetivo de dar a conocer al público argentino los más importantes referentes y movimientos de vanguardia del siglo XX.
Claves
- El Universo Futurista: se inaugura hoy, a las 19, en la Fundación Proa (avenida Pedro de Mendoza 1929). Se podrá ver hasta el 4 de julio, de martes a domingos, de 11 a 19 (los lunes, cerrado).
- Gran conjunto: son 240 piezas que dan cuenta del carácter multidisciplinario del movimiento que creó Marinetti, las cuales provienen del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (Italia), que reúne una importante colección de obras del futurismo y de archivo documental sobre el movimiento.
- Visitas educativas: las escuelas pueden acordar una visita a la muestra escribiendo a educacion@proa.org o por teléfono al 4104-1041.
Fuente: La Nación.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del "progreso". Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda.
A partir del 1° de abril, Fundación PROA presenta El Universo Futurista. 1909 - 1936, una exhibición histórica con más de 240 obras provenientes del Museo de Arte Moderno de Trento (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli. La muestra revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias. La metamorfosis de las grandes ciudades: Las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos.
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a Argentina, Brasil y Uruguay (en 1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de ese entonces.
La histórica exhibición se plantea en las cuatro salas, cada una dando identidad a las diversas disciplinas en diálogo. Un universo de contradicciones y libertades que demuestra la capacidad creativa de las primeras vanguardias históricas y sus ambiciones utópicas.
Es un orgullo para PROA festejar los 100 años del Futurismo con una exhibición deslumbrante, gracias al apoyo permanente de Tenaris – Organización Techint.
Movimiento, ruptura, dinamismo, modernidad, provocación. Una constelación de términos que el futurismo supo conjugar y llevar a la práctica con el objetivo de hacer del arte y la vida una experiencia común.
A un siglo del inicio de aquella propuesta de vanguardia, la Fundación Proa inaugura hoy, a las 19, una muestra que reúne un gran conjunto de más de 240 piezas del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (MART), que recorren la historia y creatividad del futurismo italiano en pintura, música, danza, teatro, arquitectura, vestimenta y otros ámbitos.
En 1909, Filippo Tommaso Marinetti lanzó al mundo, a través del periódico francés Le Figaro, el primer Manifiesto del Futurismo, que proponía la destrucción de los museos, de las bibliotecas, del moralismo, a la vez que abogaba por el amor al peligro, la guerra, la "belleza de la velocidad".
Una nueva sociedad para un nuevo siglo requería no sólo cambiar la estética del mundo visual del arte, sino también la experiencia de la vida cotidiana. "Las otras vanguardias querían renovar el arte en sí, pero el único movimiento que quiso cambiar la vida, además del arte, fue el futurismo", afirmó a LA NACION Gabriella Belli, curadora de la muestra.
El público se encontrará con instrumentos de música futurista y podrá escuchar grabaciones de sus particulares sonidos; verá los diseños de ropa futuristas, y también proyectos arquitectónicos para una nueva concepción del espacio.
El Universo Futurista, título de la exposición, abarca de 1909 a 1936, período durante el cual se sucedieron 36 manifiestos que redactaron los diversos integrantes del movimiento. La palabra escrita era un arma de lucha, y la terminología que empleaban así lo demuestra.
Gran teórico del futurismo, Marinetti fue una figura controvertida no sólo porque buscaba subvertir con sus propuestas los órdenes establecidos, sino también por su amistad con Benito Mussolini.
"Al conocerse los dos, en 1912, son anticlericales y tienen ideas socialistas. En 1922, Mussolini llega al poder y Marinetti seguirá siendo su amigo, aunque no era militante del movimiento fascista. Existe un Marinetti políticamente ambiguo, pero en él no hay apología del régimen", sostuvo Belli.
Elogio de la modernidad
Italia, en la primera década del siglo XX, era un país atrasado, con poca industrialización -señala Belli-, y Marinetti lanzó la utopía de transformarla. Así, el elogio de la tecnología y de la velocidad serán claves que llevarán a los futuristas a afirmar que "un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia".
Entre las pinturas que se exhiben están aquellas en las cuales las líneas y los colores logran una composición dinámica de la representación, al punto de llegar a representar el movimiento en sí mismo. Se sirvieron también de la deconstrucción de la imagen y el facetamiento del cubismo.
Al respecto, se suceden los nombres de Giacomo Balla, Gino Severini, Roberto Baldesarri, Tullio Crali, Umberto Boccioni, Luigi Russolo, entre otros referentes del movimiento. Y, de pronto, se descubren allí cuadros del artista argentino Emilio Pettoruti, quien durante su experiencia europea, a partir de 1913, asimiló la enseñanza de las vanguardias de la época, como bien se evidencia en las obras expuestas en Proa.
Marinetti en la Argentina
En 1926, Marinetti llegó a América latina para promocionar el movimiento en Brasil, Uruguay y la Argentina. Regresaría diez años después como delegado oficial del PEN Club de Roma, que era una asociación mundial de escritores. En esa oportunidad, los integrantes de la revista argentina Martín Fierro ofrecieron una cena homenaje al poeta, aunque tomaron distancia del "hombre político".
Belli sostuvo que otra de las novedades que introdujo el líder del futurismo fue "inventar un modo de comunicar el arte", al hacerlo de manera mediática y espectacular, lo cual era toda una novedad para el mundo intelectual de su época.
La estética del futurismo, que se puede ver en la muestra plasmada en vestuario para obras de teatro y en las marionetas de Fortunato Depero, en trajes para la vida cotidiana de Enrico Prampolini, en la música que anticipó al ruidismo, en las líneas y colores de sus pinturas que llegan a la abstracción, aún hoy sorprende.
Con esta muestra, la Fundación Proa, que dirige Adriana Rosenberg, se suma a los festejos del centenario de este movimiento cultural que el año pasado se realizaron en algunos de los principales centros de exposición del mundo, a la vez que continúa su objetivo de dar a conocer al público argentino los más importantes referentes y movimientos de vanguardia del siglo XX.
Claves
- El Universo Futurista: se inaugura hoy, a las 19, en la Fundación Proa (avenida Pedro de Mendoza 1929). Se podrá ver hasta el 4 de julio, de martes a domingos, de 11 a 19 (los lunes, cerrado).
- Gran conjunto: son 240 piezas que dan cuenta del carácter multidisciplinario del movimiento que creó Marinetti, las cuales provienen del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Rovereto (Italia), que reúne una importante colección de obras del futurismo y de archivo documental sobre el movimiento.
- Visitas educativas: las escuelas pueden acordar una visita a la muestra escribiendo a educacion@proa.org o por teléfono al 4104-1041.
Una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades,
ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento
de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis
de las grandes ciudades: las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los
manifiestos.
Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del “progreso”. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura,
teatro, danza, cocina y moda.
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios,cine, y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta.
Es un orgullo para Proa festejar los 100 años del Futurismo con una exhibición
deslumbrante, gracias al apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y con el
auspicio permanente de Tenaris – Organización Techint
Conversación con Adriana Rosenberg, directora de Fundación PROA
Razones de un acontecimiento cultural necesario
A 100 años del nacimiento del futurismo, y luego de las celebraciones internacionales en varios museos del mundo, Fundación PROA presenta la muestra El Universo Futurista. 1909 - 1936. Por primera vez en Argentina, más de 240 obras dan cuenta de la riqueza interdisciplinaria del movimiento artístico más controvertido del siglo XX.
De esta manera, PROA intensifica su proyecto de acercar a nuestro país los movimientos y artistas más representativos del siglo XX, en colaboración con destacados museos e instituciones internacionales. Organizada conjuntamente con el MART y con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y el auspicio permanente de Tenaris - Organización Techint, presentamos El Universo Futurista. 1909 - 1936, un recorrido único y extraordinario.
¿Hay una continuidad entre esta muestra y Marcel Duchamp, una obra que no es una obra de arte, la muestra con la que Proa celebró su primera década, en 2008?
En su programa, PROA asume el compromiso de presentar a los más destacados movimientos de vanguardia y a artistas de reconocimiento internacional. Siempre, montando exhibiciones especialmente diseñadas para nuestra institución y pensadas para nuestra realidad. Es un gran desafío institucional que PROA ha logrado mantener. En ese sentido, organizar Duchamp y ahora
Futurismo es para PROA –y también para nuestro país– un orgullo. En 2009 se cumplieron los 100 años de la publicación del primer manifiesto futurista, y nosotros, reconociendo la importancia de su relectura, nos sumamos a los festejos con esta exhibición.
¿Fue por eso que pensaron en el MART, que es el museo que tiene la mayor cantidad de obra futurista en Italia y que cuenta, además, con un archivo indispensable para investigadores?
Exactamente; el MART es el museo más destacado en materia de colecciones futuristas de las diversas disciplinas, y cuenta con un archivo histórico que es una extraordinaria fuente de investigación. Fue en diálogo con su directora, Gabriella Belli, que coincidimos en traer Futurismo a Argentina. El MART tiene a su cargo gran parte del patrimonio del movimiento, y una de sus tres sedes, además, es la “Casa Depero”, de Fortunato Depero, una figura central del Futurismo, que donó a la institución su casa y cerca de 3.500 obras.
¿En qué aspectos se diferencia El Universo Futurista. 1909 - 1936 de las muestras sobre el movimiento que se presentaron en el Centro Pompidou, en París, en la Tate Modern Gallery de Londres, y en Roma, entre otras instituciones mundiales?
Quien vive en Europa o en Estados Unidos y acostumbra visitar museos, conoce el Futurismo desde pequeño. Los europeos lo estudian en la escuela. Para ellos es algo familiar. Por ende, cuando conmemoraron los 100 años del movimiento, los diversos museos del mundo plantearon diferentes propuestas curatoriales. Por ejemplo, el Pompidou y la Tate de Londres presentaron una visión del Futurismo a nivel global, con una enorme cantidad de obra, muy centrada en la pintura e incorporando además al futurismo ruso y al de otros países. En Milán, en cambio, la decisión fue festejar el Futurismo y su legado hasta la actualidad, y tomar toda la ciudad con las diversas discipinas artísticas, a lo largo de varios meses: hubo teatro, comida, moda y cine en toda la ciudad. Fue un evento muy convocante y de gran orgullo para Italia. En Argentina, primero tenemos que presentar el tema, darlo a conocer y mostrarlo en su amplitud multidisciplinaria, dando cuenta de la vastedad del grupo y de los proyectos de los artistas. Poesía y literatura son muy importantes; arquitectura, moda, teatro, también. Por eso que todas ellas conviven en El Universo Futurista. No se puede importar una exhibición: acá, nuestro gran desafío fue pensarla para nuestro entorno.
Acá se conocen las dos visitas de Marinetti a Argentina, y la obra de Emilio Pettoruti.
Es cierto, Marinetti llega en dos oportunidades, en el 26 y en el 36, para difundir el movimiento. El Futurismo ya tenía una idea de exportación cultural y de utopía de globalización. El catálogo y la exhibición cuentan con un apartado especial que expone esos viajes y las repercusiones en nuestro país. Este apartado, y la inclusión de obras de Pettoruti, es la manera de retomar lo que muchos conocen de esta vanguardia.
¿Cómo está organizado El Universo Futurista. 1909 - 1936?
La exhibición esta compuesta por más de 240 piezas, entre obras y documentos, casi todas pertenecientes a la colección del MART. A través de diversos grupos de obras, se pueden comprender las bases de los primeros manifiestos. Luego, hay algunas reconstrucciones, como por ejemplo la obra de Russolo, el Intonarumori, los personajes teatrales de Depero, un espacio especial dedicado a la pintura y a la escultura, una sección destacada sobre la fotografía y otra muy importante sobre la literatura y su revolución textual y tipográfica. Un universo.
Gabriella Belli
Fragmentos del texto curatorial incluido en el catálogo de El Universo Futurista. 1909 - 1936, editado por Fundación PROA en ocasión de la exhibición.
Cuando Filippo Tommaso Marinetti escribe Fondazione e Manifesto del Futurismo (“Fundación y manifiesto del Futurismo”)1, en febrero de 1909, acaba de cumplir 32 años2. Ya en la adolescencia, la poesía y la prosa son sus verdaderas pasiones. Desde los tiempos de la precoz y juvenil experiencia en la revista Le Papyrus3, que le costó la expulsión del colegio jesuita de Alejandría (Egipto), hasta 1909, Marinetti realiza grandes pasos en este campo, aunque sin descuidar los estudios de leyes de los que se gradúa en 1899, complaciendo así la férrea voluntad paterna que obstaculiza su vocación literaria de todos los modos posibles. (…)
Lo que más impacta del Manifesto es la síntesis extrema de la escritura, persuasiva y lapidaria, que contiene la primera verdadera profecía de la edad contemporánea italiana, donde todos los lugares comunes que conciernen al glorioso pasado artístico del Bel Paese están condenados sin posibilidad de apelación y donde, por primera vez, toma forma acabada una idea concreta de modernidad (…).
Después de la velada en el Politeama de Turín (8 de marzo de 1910), que se puede considerar como el primer acto oficial de adhesión al Futurismo de los cinco pintores firmantes del Manifesto dei pittori futurista (“Manifiesto de los pintores futuristas”) del 11 de febrero de 1910, el segundo encuentro importante coincide con la publicación del Manifesto tecnico della pittura futurista (“Manifiesto técnico de la pintura futurista”), el 11 de abril de 1910. Si bien muchas de las ideas más originales e innovadoras del Futurismo fueron difundidas por Marinetti en las numerosas veladas organizadas a partir de febrero de 1909, no cabe duda de que el primer intento sistemático de dar soporte teórico a esta poética en el campo de la pintura se realiza, precisamente, a través de las páginas de este tercer manifiesto, que se debe considerar junto con el Manifesto tecnico della scultura futurista (“Manifiesto técnico de la escultura futurista”) de Boccioni, del 11 de abril de 1912, como el verdadero vademécum de la teoría futurista en pintura. (…)
En el transcurso de seis años, de 1909 a 1915, la estructura teórica completa de la poética futurista se puede considerar casi concluida4 y concierne no sólo a la renovación de la pintura y la escultura, sino también de la arquitectura, la literatura y la poesía, el diseño, el arte publicitario y la música. (…)
El Manifesto tecnico della letteratura futurista (“Manifiesto técnico de la literatura futurista”, 11 de mayo de 1912) introduce elementos que de modo inequívoco serán tomados poco tiempo después en la escritura dadaísta, y anticipa en un año la segunda e igualmente extraordinaria intervención teórica de Marinetti en el campo de la poesía y la literatura, contenida en el Manifesto distruzione della sintassi. Immaginazione senza fili, parole in libertà (“Manifiesto destrucción de la sintaxis. Imaginación sin hilos, palabras en libertad”) del 11 de mayo de 1913.
Expresión de una aún más radical revolución lingüística, el Manifesto distruzione… exalta la benéfica repercusión de los descubrimientos científicos sobre la nueva sensibilidad del hombre moderno, y en particular el valor de novedad contenido en las diferentes formas de comunicación, transporte e información, del telégrafo al teléfono, del gramófono al cinematógrafo, del automóvil al trasatlántico, al dirigible, al aeroplano, expresiones todas de un progreso que necesariamente modifica la vida cotidiana y, por ende, también la nueva capacidad expresiva del poeta y el literato, a quienes el Futurismo ofrece instrumentos preciosos para la redacción de la composición lírica o en prosa: la onomatopeya (el uso de palabras capaces de representar todos los sonidos y los ruidos, hasta los más cacofónicos, de la vida moderna), las palabras en libertad, la analogía, la revolución tipográfica del lettering, que desde ese momento en adelante debe corresponder a la descripción de los estados de ánimo del poeta. (…)
Sin contar la exposición de abril de 1911 en Milán en el pabellón Ricordi, de la que lamentablemente no existe el catálogo5 y en la que participan Boccioni, Russolo y Carrà, la primera muestra de los futuristas italianos no se realiza en la patria sino en París, del 5 al 24 de febrero de 1912, en la Galería Bernheim Jeune. Es un hecho relevante, sobre todo si se pone en relación con la publicación del Manifesto futurista, de 1909, que ve la luz primero en París y luego en Italia, como demostración de que la acción de promoción programada por Marinetti va más allá de los confines italianos ya desde su inicio. (…)
La conquista de la París “cubista” es algo imposible también para el incansable Marinetti. Pero su desilusión se ve ampliamente reconfortada por la extraordinaria ocasión de aprovechar a pleno esta vidriera internacional para continuar con su obra de propaganda del Futurismo y para hacer algo de escándalo, cosa que no perjudica su fama de gran seductor de mujeres, hombres e ideas. Así, en la capital francesa recibe en las filas del Futurismo a la anticonformista pintora y literata, feminista ante litteram Valentine de Saint-Point, quien en la primavera de 1912 publica con la supervisión de Marinetti el Manifesto della donna futurista (“Manifiesto de la mujer futurista”), presentado al público francés con gran clamor, un manifiesto que hace justicia a las palabras no siempre demasiado reverentes que Marinetti ha reservado hasta aquí a su público femenino. (…)
Sin embargo, el Futurismo sigue viviendo, al contrario de muchas otras vanguardias europeas obligadas a declarar su propio fin por agotamiento natural de su fuerza subversiva o por razones aún más vinculantes, debidas a la implacable avanzada de los totalitarismos. Por lo menos hasta la desaparición de Marinetti en 1944, el Futurismo sigue expresando una fuerte vitalidad creativa, a menudo en abierto contraste con las representaciones retóricas de las glorias romanas preferidas por los jerarcas fascistas, en busca de una identidad histórica que el Futurismo no podía ciertamente garantizar6. A partir de las premisas teóricas del manifiesto Ricostruzione futurista dell’universo (“Reconstrucción futurista del universo”), que por sus particulares intuiciones, como se ha escrito, abre el camino a la conjunción del arte con la vida, el Futurismo se dedica en el transcurso de los años veinte y durante todos los años treinta a hacer actuar su estética en la dimensión de lo cotidiano, transfiriendo el propio credo a todas las disciplinas: del arte a la decoración de interiores, de la arquitectura al diseño, de la cocina a la literatura, de la gráfica publicitaria a la moda, de la poesía al teatro, cada lugar de la vida del hombre moderno debe responder a los cánones estéticos del Futurismo. (…)
El paso siguiente de esta nueva temporada de experimentación se define hacia 1929, con la redacción del Manifesto dell’aeropittura (“Manifiesto de la aeropintura”), que lleva a ulteriores desarrollos las premisas mecanicistas. La experiencia de la pintura “aeronáutica”, como simple representación “desde lo alto” de un paisaje o una ciudad, o como extraordinaria intuición de una visión cósmica, nace entonces como filiación directa de las teorías mecanicistas de los primeros años veinte.
Los artistas futuristas
Contexto Histórico
La Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) y la Revolución Soviética (1917) son dos acontecimientos históricos centrales para entender las vanguardias artísticas de las primeras décadas del siglo XX y, entre ellas, el Futurismo. Ambos fomentaron, a su manera, una esperanza sobre la que sentaría sus bases conceptuales el movimiento fundado por Marinetti: la idea de cambio y la necesidad de transformación social impulsadas por los avances tecnológicos y científicos provocaron que esta vanguardia encontrara en el auto, la máquina, la luz eléctrica, el avión, el cinematógrafo y el gramófono, la expresión de un presente que obliga a terminar de liquidar cualquier resto de pasado.
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Europa vivía una gran crisis, producto del reconocimiento de los límites del sistema capitalista, esto es, de una ponderación del modelo de vida que priorizaba el dinero, la producción y los valores de cambio frente al hombre. De allí, la pobreza intelectual y artística contra la que reacciona primero el cubismo (en 1905, con Pablo Picasso y Georges Braque a la cabeza) y, algunos años más tarde, en 1909, el Futurismo. La organización social, tal como el capitalismo venía forjándola, ya no era viable: ahora sería el arte el que, unido a la máquina, modificaría la vida.
Tras la felicidad propia de estos años locos vendría el desastre que provocó, en 1929, la caída de la bolsa de Wall Street, en EE.UU. La recesión económica y los conflictos recrudecerán, incentivando la gestación de movimientos nacionalistas (fascismo en Italia y nacionalsocialismo en Alemania) responsables de la Segunda Guerra Mundial. El Futurismo adopta, por unos pocos años, el ideal fascista de Benito Mussolini, pero tal como lo consignan la mayoría de los especialistas, abandonará sus huestes, decepcionado por la falta de consistencia y el salvajismo inevitable de una concepción semejante.
El fundador: Filippo Tommaso Marinetti
Marinetti, faro del futurismo, nace en Alejandría (Egipto) en 1876. Fascinado por el estudio de la lengua, lee especialmente a los franceses y a los italianos del siglo XIX. Graduado en jurisprudencia, comienza a editar revistas y presentar conferencias: Poesía, la publicación que dirige en Milán, será el primer órgano de difusión del versolibrismo y la doctrina futurista. El 20 de febrero de 1909 publica en Le Figaro el texto Fondazione e Manifesto del Futurismo (“Fundación y manifiesto del Futurismo”), considerado el documento fundacional del movimiento.
Conoce a tres artistas capitales en el desarrollo del Futurismo: los pintores Umberto Boccioni, Luigi Russolo y Carlo Carrà. Comienza, así, a idear y publicar los primeros manifiestos y organizar las primeras veladas futuristas.
Acentúa el perfil ruputurista de sus escritos, enfatizando la palabra en libertad y apelando a una subversiva disposición tipográfica. Su campo de acción va desplazándose cada vez más hacia la política. En 1919, participa junto a Benito Mussolini en una famosa concentración en Milán, aunque por algunos años se abstendrá del fascismo, al que volverá en 1923. Integra un regimiento especial durante la Primera Guerra Mundial y obtiene galardones.
Marinetti publica novelas y numerosos escritos. Su rol de performer propagandístico y catalizador de todos los momentos del futurismo lo devuelven, siempre, al centro de referencias del movimiento. Los viajes a Sudamérica en 1926 y 1936 confirman ese lugar. La selección que va efectuando de varios artistas –y su consecuente conversión al futurismo– convierten su función en emblema del universo de acciones que la formación logró desplegar. Muere en Como en 1944.
Figuras clave
Giacomo Balla comienza a pintar desde el realismo social, el impresionismo y el postimpresionismo. Junto con Umberto Boccioni y Gino Severini firma el Manifiesto de los pintores futuristas de 1910 y se transforma, así, en uno de los artistas más transversales de todo el movimiento, al que abandona recién en 1937. Balla es artífice de un gesto futurista muy representativo de la vanguardia: en 1913, subasta toda su obra figurativa con el anuncio: “Balla ha muerto. Aquí se venden las obras del difunto Balla”. El manifiesto sobre La vestimenta antineutral que firma en 1914 revela su corrimiento hacia otras zonas de la producción simbólica: Balla llevará la poética futurista hasta el diseño, el mobiliario, la vestimenta y los objetos, siendo el responsable de incorporar materiales no tradicionales al sistema de creación artística. Hasta antes de morir, en 1958, Balla enfatiza su retorno al realismo y su rechazo hacia las todas las formas ornamentales del arte, un abandono de la aventura y una reivindicación de los viejos modos que otras figuras del grupo, como el pintor Roberto Baldesarri –quien tras una temporada futurista vuelve a la figuración a fines de los años 20– experimentan anticipadamente. Otro pintor, Leonardo Dudreville, será signo, también, de ese abandono y de las posiciones más moderadas que muchos artistas prefieren adoptar, como Gianetto Malmerendi, quien ya en 1919 se aleja del futurismo.
Dedicado desde siempre a la decoración, Carlo Carrà adhiere al futurismo firmando el famoso e inicial manifiesto de los pintores de 1910. Su propuesta siempre conserva un fuerte sesgo personal que lo aleja del dogma futurista, al tiempo que su biografía revela la insistencia con la que el grupo logró su suscripción. En París descubre el cubismo y a su regreso a Italia, su obra potencia ese estilo.
Tullio Crali encarna la figura archivo del movimiento. Lee a Marinetti recién en 1925 e, inspirado por la simbología futurista, comienza a producir obra pictórica. En 1929, Marinetti lo admite en el seno de la formación. De esta manera, Crali va deslizándose por otras áreas productivas, como la arquitectura, la escenografía teatral, la moda y, fundamentalmente, la aeropintura, una disciplina lleva hasta el extremo de su investigación a través de los vuelos que muchos pilotos conocidos le permiten realizar para que pueda captar íntegramente las sensaciones propias de la gran altura. Crali mantendrá activa la prédica futurista, asumiendo para siempre el rol de artista del movimiento: conferencias, muestras, giras internacionales, veladas que nunca de protagonizar subrayan ese rol. Durante los últimos veinte años de su vida, se dedica a sistematizar las biografías y el material del grupo. Muere en el año 2000.
El caso del florentino Ardengo Soffici condensa el poder de atracción y propaganda que el futurismo pudo desarrollar: con una visión fuertemente publicitaria, Soffici se encarga de desarrollar los titulares y la marca de la revista La Voce, de la que se convierte en colaborador central. Tras visitar una muestra del futurismo en Milán, Soffici destruye al movimiento. Carrà, Russolo, Marinetti y Boccioni van al encuentro del artista y se suscita una riña que culmina, al tiempo, con la reivindicación que Soffici efectúa del sistema futurista, llegando a definirlo como “la única vanguardia”.
Fortunato Depero, personaje capital del grupo, oriundo de Trento (ciudad en la que construyó su famosa casa y a la que le dejó más de 3500 obras que hoy integran el MART, organizador junto a Fundación PROA de El Universo Futurista. 1909 - 1936) es sobre todo consignado como el responsable de un objeto capaz de aglutinar la visión del mundo futurista: el “libro abulonado”, primer ejemplo de libro-objeto futurista. Pintor, poeta, dramaturgo (los títeres serán excluyentes en su propuesta dramática), escritor, Depero se dedica a los collages y termina inclinándose fuertemente hacia la propaganda, a través de esos panfletos que la casa futurista conserva.
Renato Di Bosso es otro de los artistas más abocados al género de la aeropintura. Y a los desplazamientos disciplinares: en 1933, publica el “Manifiesto futurista sobre la corbata italiana” y también suscribe el “Manifiesto futurista para la ciudad musical”. Enrico Prampolini, por su parte, es quien publica “Bombardeemos la Academia e industrialicemos el arte”, uno de los manifiestos más singulares y radicales de la corriente. Prampolini, además de interesarse por la arquitectura, se aboca también a la aeropintura.
Los objetos de Nicolaj Diulgheroff sintetizan el recorrido de un artista especial dentro del universo futurista, ya que desde sus primeras experiencias, combina una intensa producción pictórica con su función de proyectista arquitectónico, gráfico publicitario y decorador. En 1931 abre el restaurante Taverna Futurista del Santopalato en Turín, una estructura realizada en aluminio, que hasta hoy está considerada por los especialistas como la obra arquitectónica más estrictamente futurista que se haya finalizado jamás. Otros proyectos –como el Faro para la victoria de la máquina de 1927– lo posicionan en un lugar específico de la vanguardia. Thayaht (Ernesto Michahelles) junto a su hermano inventa la TUTA (o el “overol”), una prenda concebida para interpretar el ritmo de la vida moderna y gestada al calor de las exigencias dinámicas de los futuristas, un diseño que aparece con una anticipación significativa respecto de las propuestas desarrolladas en ese mismo campo por la Bauhaus y el Constructivismo ruso. El artista es uno de los mayores representantes del futurismo en la moda: llega a colaborar con la vestimenta fascista y con casas de París, encargándose de toda la identidad de las marcas y alcanzando el desarrollo de perfumes y accesorios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos destruyen su estudio florentino y pierde gran parte de sus obras. Ya cerca de su retiro definitivo, crea el CIRNOS, un centro de observación espacial para la interceptación de platos voladores y extraterrestres.
Emilio Pettoruti nace en La Plata y, becado para viajar a Europa, asimila las vanguardias y, en especial, el futurismo como puede observarse en el óleo Composición futurista de 1914; por otro lado, la serie de grafitos que comienza ese mismo año muestran investigaciones en torno a la plasmación del dinamismo y del movimiento. Su interés por el arte moderno lo lleva también a experimentar las estéticas cubistas y a realizar sus primeros collages. Sus obras Luces en el paisaje, de 1915, y Vallombrosa de 1916, exponen el dinamismo futurista, la esquematización de la forma y su particular experimentación con la proyección de la luz sobre las superficies. En esa época se desempeña, también, como ilustrador, proyecta vitraux y diseña trajes y decorados para teatros de marionetas.
La literatura futurista
Sin escritura no hay Futurismo: la escritura es una actividad creadora incesante para el grupo. Desde la aparición del primer manifiesto, en 1909, hasta los estertores de la aventura vanguardista, Filippo Tommaso Marinetti siempre alentó la actividad escrituraria. Los manifiestos, poemas, ensayos, novelas, obras de teatro y textos propandísiticos que él y otros integrantes del movimiento elaboraron a lo largo de más de tres décadas de ejercicio artístico integran un verdadero sistema textual inescindible de las máximas desde las que articuló su visión del mundo esta corriente. Y cada desplazamiento hacia nuevas zonas de producción significaba la necesidad de construir, antes que nada, un manifiesto.
Para terminar de destruir el lenguaje del pasado, el Futurismo rompe con la métrica propia de la poesía, utiliza un verso libre y quiebra la oración, buscando una forma y una tipografía propias, hechas de tecnicismos, barbarismos, exclamaciones, interjecciones, números. El mecanismo es el mismo para el teatro, la narrativa y la propaganda. De esta actitud hacia la escritura –y sumada a la traducción al español de varios manuscritos incorporados al catálogo– la exhibición El Universo Futurista. 1909 - 1936 da cuenta a través de más de 40 publicaciones que iluminan el procedimiento por el que, si bien lejos del museo y de la biblioteca, el Futurismo se aseguró, con su palabra siempre escrita y tan perecedera, esa condición de vanguardia programática que tanto lo distancia de otras formaciones artísticas más inestables de principios del siglo XX.
Educación
El Departamento de Educación de Fundación PROA se destaca por la presencia constante de educadores en sala disponibles para acompañar al visitante en su recorrido por las exhibiciones. El objetivo es generar diálogos novedosos en los que el espectador recupere su propia mirada sobre el arte.
Con el fin de abordar en profundidad la complejidad del Futurismo como vanguardia histórica y acontecimiento central para comprender el arte contemporáneo, se han diseñado una variedad de actividades para los distintos públicos: visitas grupales introductorias y específicas, actividades para escuelas y universidades, materiales para docentes, talleres de producción y actividades para familias.
Programa para Escuelas
Para cada nivel educativo, el Departamento de Educación propone actividades específicas que procuran abordar la exhibición desde diversas perspectivas y niveles de complejidad: distintas modalidades de reflexión y la invitación a docentes y alumnos para que trabajen colaborativamente con nuestro equipo.
Se ofrece también un material especial para escuelas que procura construir lazos que trasciendan la experiencia de la visita y articulen el espacio de PROA con el espacio del aula.
Más información
educacion@proa.org
www.proa.org/esp/education.php
[54 11] 4104 1041
El Universo Futurista. 1909 - 1936
Colección MART - Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto, Italia
Curadora: Gabriella Belli
Inauguración: Martes 30 de marzo de 2010, 19 horas
Con el apoyo del Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires - Embajada de Italia en Argentina
Con el auspicio permanente de Tenaris / Organización Techint
El Universo Futurista: 1909-1936
Inauguración: martes 30 marzo, 19 hs.
Av. Pedro de Mendoza 1929, Buenos Aires.
A 100 años del nacimiento del futurismo, y luego de las celebraciones internacionales en varios museos del mundo, Fundación PROA presenta la muestra "El Universo Futurista. 1909 - 1936" que, por primera vez en Argentina, alberga más de 240 obras que dan cuenta de la riqueza interdisciplinaria del movimiento artístico más controvertido del Siglo XX.
Nada que vaya a descansar solamente en un museo. Nada cuyo destino sea solamente un cementerio. Nada que aspire a morir en la superficie de un libro: a partir del 1º de abril, Proa presenta El universo futurista, un recorrido por el espíritu de las diversas propuestas artísticas que, desde 1909 a 1936, el movimiento italiano de vanguardia más destacado del siglo XX logró desarrollar. Pintura futurista. Literatura futurista. Cine futurista. Música futurista. Arquitectura futurista. Danza, cocina y moda futuristas. Organizada conjuntamente con el Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli, El universo futurista incluye una sección especial sobre los viajes de Filippo Tommaso Marinetti, padre de la corriente, a Brasil y Argentina, y un conjunto de actividades paralelas tendientes a actualizar el gesto de un aventura artística que impuso - como ninguna otra vanguardia acaso pudo - un modo único de producir arte y de concebir el tiempo. Un estilo que, como sostiene uno de los manifiestos del grupo, vive “falto de pasado y libre de tradiciones”. O sea: siempre nuevo. Veloz como las máquinas. Ruidoso e industrial. Incómodo y potente. Futurista.
Con el apoyo de la Embajada de Italia en Argentina y con el auspicio permanente de Tenaris / Organización Techint
Martes a domingo de 11 a 19 hs
La Fundación Proa, en el barrio La Boca, Buenos Aires, anuncia para mañana, la inauguración de El Universo Futurista (1909-36). A cien años del nacimiento del futurismo y luego de las celebraciones internacionales en varios museos del mundo, la fundación dirigida por Adriana Rosenberg presenta 240 obras que dan cuenta de la riqueza interdisciplinaria del movimiento artístico más controvertido del siglo XX, en colaboración con el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Trento y Roveretto (MART), Italia.
El primer Manifiesto Futurista se publicó en la revista francesa Le Figaro el 20 de febrero de 1909, escrito por Filippo Tommaso Marinetti, fundando, por sorpresa, el movimiento futurista. Una provocación que alborotó al mundo intelectual y artístico con su visión del mundo al servicio de novedades, despreciando el pasado ("un automóvil de carrera, que parece correr sobre metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia"), con encendidos elogios a la velocidad y la industria, glorificando la guerra, el militarismo, el patriotismo, incitando a quemar las bibliotecas, abandonar los museos, "esos cementerios". El 8 de marzo de 1910 se conocerá el manifiesto de los pintores futuristas, en Turín, seguido, dos días después, por la serata futurista (velada futurista), con reacciones tumultuosas del público.
La curadora Gabriella Belli propone en 240 obras, revelar el furor futurista en cada una de las diversas disciplinas en que actuaron. Otra sección documental da cuenta de Los Viajes de Marinetti (Argentina, Brasil, Uruguay) de 1926 y 1936, de las controvertidas opiniones de la época y cuadros de Emilio Pettoruti, reconocido pintor argentino futurista. La histórica exhibición ocupará las cuatro plantas de la Fundación Proa.
No hay que vivir en el pasado, sino mirar hacia el futuro, era el mensaje del movimiento vanguardista, que fue literario y plástico, pero tuvo expresiones en arquitectura y música. Una visión del mundo a toda velocidad, en la cual “un automóvil de carrera que ruge es más bello que la Victoria de Samotracia”. Al año siguiente, los artistas italianos Giacomo Balla, Umberto Boccioni, Carlo Carrà, Luigi Russolo y Gino Severini firmaron el manifiesto.
Este año, al celebrar el centenario del futurismo, una filosofía renegada durante algún tiempo por su fraternidad con el fascismo, la política se hace a un lado para privilegiar el valor artístico.
Italia ya empezó los festejos de su movimiento nacional. En el Palacio Real de Milán, ciudad inspiradora para Marinetti, donde creó la mítica revista Poesía, ya se puede recorrer “Futurismo 1909-2009. Velocidad, arte y acción”, que reúne más de 400 obras. En Trento, centro neurálgico del movimiento, abrió “Futurismo 100″, un proyecto del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo (MART) de esa ciudad, y en el Guggenheim de Venecia se inauguró hace dos días “Obras maestras del futurismo”.
Por otra parte, Roma abre hoy la muestra clave de la celebración, una colaboración con el Centro Pompidou de París y la Tate Modern de Londres, adonde la muestra viajará durante el año. Ubicada en las Escuderías del Quirinal, se completa con obras de teatro como Mujer-velocidad-peligro y música del concertista futurista Brian Eno.
Marinetti, en LA NACION En 1926, Marinetti empezó una gira por América latina para brindar conferencias en ciudades como San Pablo, Buenos Aires, Córdoba y Montevideo. El poeta fue inmediatamente acusado de propagandista fascista y el viaje se hizo rápidamente controvertido. A su llegada a Buenos Aires, tras una polémica en San Pablo, los diarios denunciaron el futurista y sus aspiraciones políticas, mientras la revista vanguardista Martín Fierro lo homenajeaba.
En una carta a La Nacion, fechada el 19 de junio de 1926, Marinetti respondió a las críticas. “Lo que hago es tomarme el trabajo de convertir el agua turbia y estancada de sus cerebros en un alegre y transparente vino futurista, semejante al vino lleno de rosada fantasía que mana del potente trapiche de vida nocturna de la calle Corrientes”, escribió el poeta.
En noviembre, el futurismo volverá a la Argentina ?donde su principal representante fue Emilio Petorutti?, cuando se inaugure en la Fundación Proa una muestra panorámica del movimiento, centrada en el artista italiano Fortunato Depero y preparada en colaboración con el Museo MART. Según contó la directora de Proa, Adriana Rosenberg, incluirá diseño y arquitectura, afiches publicitarios y obras literarias, y se completará con un coloquio internacional sobre las influencias del futurismo en el mundo.
La Fundación Proa presenta desde el 1º de abril: “El universo futurista. 1909-1936”, una exhibición histórica con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto, bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
Se trata de la primera exhibición en Argentina del movimiento artístico Futurismo, a cien años de su fundación, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
“Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del “progreso’. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda”, explicaron los organizadores a través de un comunicado.
Es “una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades: las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos”.
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios, cine y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta.
La exhibición estará habilitada hasta julio en Fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingos de 11 a 19.
La Fundación Proa presenta desde el 1º de abril: “El universo futurista. 1909-1936”, una exhibición histórica con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto, bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
Se trata de la primera exhibición en Argentina del movimiento artístico Futurismo, a cien años de su fundación, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
“Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del “progreso’. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda”, explicaron los organizadores a través de un comunicado.
Es “una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades: las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos”.
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época. Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios, cine y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta.
La exhibición estará habilitada hasta julio en Fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingos de 11 a 19.
Nada que vaya a descansar solamente en un museo. Nada cuyo destino sea solamente un cementerio. Nada que aspire a morir en la superficie de un libro: a partir del 1º de abril, la Fundación Proa presenta “El universo futurista”, un recorrido por el espíritu de las diversas propuestas artísticas que, desde 1909 a 1936, el movimiento italiano de vanguardia más destacado del siglo XX logró desarrollar.
Pintura futurista. Literatura futurista. Cine futurista. Música futurista. Arquitectura futurista. Danza, cocina y moda futuristas. Organizada conjuntamente con el Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART) y bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli, la exposición incluye una sección especial sobre los viajes de Filippo Tommaso Marinetti, padre de la corriente, a Brasil y Argentina, y un conjunto de actividades paralelas tendientes a actualizar el gesto de un aventura artística que impuso –como ninguna otra vanguardia acaso pudo– un modo único de producir arte y de concebir el tiempo.
Un estilo que, como sostiene uno de los manifiestos del grupo, vive “falto de pasado y libre de tradiciones”. O sea: siempre nuevo. Veloz como las máquinas. Ruidoso e industrial. Incómodo y potente. Futurista.
La muestra podrá verse en Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Buenos Aires. De martes a domingos de 11 a 19 hs.
La Fundación Proa presenta desde el 1 de abril "El Universo Futurista. 1909-1936", una exhibición histórica con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto (MART), bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
Se trata de la primera exhibición en Argentina del movimiento artístico Futurismo, a cien años de su fundación, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
"Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del `progreso`. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda", explicaron los organizadores a través de un comunicado.
Es "una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades: las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos".
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época.
Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios, cine y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta.
La exhibición se verá en Fundación Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), hasta el mes de julio, de martes a domingos de 11 a 19.
La Fundación Proa presenta desde el 1 de abril "El Universo Futurista. 1909-1936", una exhibición histórica con más de 200 obras provenientes del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto (MART), bajo la curaduría de su directora, Gabriella Belli.
Se trata de la primera exhibición en Argentina del movimiento artístico Futurismo, a cien años de su fundación, que revela el furor creativo de los futuristas en cada una de las disciplinas que abordaron a partir de la aventura vanguardista que gestó el poeta Filippo Tommaso Marinetti, en 1909.
"Futurismo no es futuro. Futurismo no es exceso de modernidad. Futurismo quiere decir: acontecimiento artístico único. Libre. Fascinación por el presente. Por el rumbo irreversible del `progreso`. Es artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, cocina y moda", explicaron los organizadores a través de un comunicado.
Es "una visión del mundo: un sistema de creación puesto al servicio de las novedades, ignorando el pasado, acompañando a principios del siglo XX en Italia el surgimiento de las luces, el ruido de los automóviles, la aparición de las industrias, la metamorfosis de las grandes ciudades: las casas durarán menos que nosotros, anticipa uno de los manifiestos".
Una sección documental da cuenta de los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay (1926 y 1936), y de las controvertidas opiniones de los intelectuales de la época.
Emilio Pettoruti, reconocido como el artista futurista latinoamericano, está presente en la exhibición con obras de la época.
Un programa educativo para todo público, actividades especiales, simposios, cine y la edición de un catálogo con documentos, fotos y manifiestos enriquecen esta propuesta.
La exhibición se verá en Fundación Proa, Avenida Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), hasta el mes de julio, de martes a domingos de 11 a 19.
With the support of the Italian Embassy in Argentina. Sponsored by Tenaris / Techint Organization