“How can Legislation be considered as a proactive instrument for design rather tan an obstacle”
Cómo se puede considerar la legislación como un instrumento proactivo para el diseño en lugar de un obstáculo
Arno Brandlhuber, Legislating Architecture, documental, 2016
Bajo el slogan “Vivir mejor es Ley” la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires pone en rigor la absoluta influencia que la legislación tiene sobre nuestra calidad de vida. Sin embargo, las leyes no se discuten ni se redactan en lenguajes accesibles, sino en formalismos legales que ocultan agendas especulativas y políticas. Ya sea en la teatral grandilocuencia parlamentaria con la que se argumentan las leyes, en lo rebuscado de los legalismos de su redacción, o finalmente en lo velado de su verdadera naturaleza gestada en los pasillos que rodean el ágora legislativo, es que la ley como estructura formal pierde parte de su fundamental obligación de representar al bien público. Mediante títulos efectistas es que aparece el primer intento por subsanar esa distancia representativa, el lenguaje se hace accesible solo cuando es utilizado como propaganda política. Las leyes se publican entonces con nombres que prometen capacidades transformadoras de escala inverosímil y soluciones ideales que median agendas ocultas con problemas concretos.
Una ley comienza a rodar recién cuando sus aplicaciones se cristalizan en el cotidiano, a veces mediante interpretaciones profesionales que se apropian del diseño de sus articulaciones, otras a través de meros espasmos de pura individualidad oportunista que brota de pequeños vacíos legales. A grandes rasgos, el entorno construido que es nuestra ciudad, se dirime en la intensa danza entre obediencia y desobediencia a lo legislado, en la fricción entre las agendas políticas, las estructuras especulativas y la domesticidad como reacción a esos poderes.
Las disciplinas del diseño parecen haber quedado atrapadas en ese baile, en un contexto local que las achata como simples bienes de ahorro, inversión y consumo, y que las mantiene lejos de la discusión política, cultural y social. El diseño, como disciplina, ostenta sin embargo un valor único, su capacidad de proyectar y construir nuestro entorno haciendo, del derecho espacio, de la norma uso, y del vacío oportunidad. Es entonces fundamental construir una agenda propia, de corte profesional, que recupere la voz como voluntad política y que nos permita dejar de lado el rol de meros ejecutores de agendas ajenas para volver a ser proyectistas de nuestro propio futuro.
Esta exhibición intenta dar un paso en los debates de esta nueva agenda poniendo en evidencia tres ejemplos legislativos recientes que regulan el futuro de nuestra domesticidad: la nueva Ley de Edificación de la Ciudad; la Ley de Basura Cero; y la reluciente Ley de Generación Distribuída. La curaduría hace foco en el ejercicio experimental de la disciplina como generador de pensamiento crítico, buscando dar un paso firme hacia la redefinición de la práctica profesional local. Las obras expuestas ponen a prueba los diferentes lenguajes y mecanismos del diseño, como la investigación, la fotografía, la representación, la ilustración, el prototipado, la comunicación y la pura definición del espacio construido.
¿Por qué los proyectos se representan siempre en un optimismo galopante, soleado y cuasi perfecto? ¿Qué tipo de verdad naíf ilustramos y fotografiamos de nuestro entorno hogareño?
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Ley 1854 - Ley de Basura Cero
``The street emerges as a site in which architecture´s wastes disappear into non-urban space. Gutters, sewers and the upper atmosphere convey urban pollution elsewhere´´.
La Ley de Basura Cero (2006), mediante la cual la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires articuló el nuevo esquema de separación y manejo de los residuos domésticos y urbanos, es un claro ejemplo de la distancia entre ley y aplicación.
En su nombre la ley pondera un escenario utópico en el que la basura se asocia al Cero, sugiriendo que en algún momento podemos dejar de producirla.
El título, en formato propaganda, simplifica y hasta invisibiliza el problema, en lugar de trabajar en pos de un entendimiento responsable sobre aquello que generamos a diario y su inevitable repercusión en el entorno urbano y el medio ambiente.
La basura es la principal producción doméstica y uno de los aportes más críticos que hace la esfera privada a la pública. Como dice Gissen, la vereda, como primer registro público, tiene la fuerza suficiente para enajenar aquello que en ella depositamos, haciendo parecer que todo lo que se encuentra fuera de casa, pasa a ser un problema ajeno, distante e impersonal. Lo público es de todos y a su vez no es de nadie.
Sin embargo, la basura siempre está, ya sea en bolsas asépticas, en volquetes de obra, en contenedores desbordados, o bien en un futuro cercano en el aire de la ciudad, diseminada en cenizas contaminantes producto de su combustión.
En el 2018 la Legislatura modificó la ley, al ver que los objetivos planteados originalmente quedaban truncos y que el sistema iba camino a una inevitable saturación. La reforma permite la ?termo-valorización? de la basura, un eufemismo político para enunciar la incineración de residuos sólidos como método final de descarte. Lejos de legislar en pos de la reducción de la producción de basura y proyectar hacia un ecosistema menos contaminante, la Ley hoy pondera como solución la generación de energía basada en la combustión de la basura, una fuente que no es considerada limpia, ni renovable.
Es fundamental que la práctica abogue en el diseño de una agenda que establezca una nueva estética de la basura, generando el estado de conciencia necesario para evidenciar la responsabilidad que tiene nuestra vida doméstica sobre los problemas ambientales que nos aquejan. Es en la visibilización y reconstrucción de nuestro entorno doméstico en los cuales nuestros desechos son parte, que esta muestra da un paso hacia romper el vínculo innegable del diseño con el círculo vicioso en el que la basura que producimos nos vuelve en contaminación, para experimentar en nuevas formas de enfocar la profesión hacia escenarios virtuosos como el de la economía circular.
HUESO. Santiago Moncalvo, Gianluca Fallone
Vereda, 2017-2019. Ilustración digital en aerosol, esmalte al agua y fibrones de pintura acrílica © Edu Loogia. Realizaciones por Leonor García Vercillo y Diego Cinalli
Fernando Schapochnik
6m3, 2019. Fotografía digital color, serie de 8 fotografías; 104 x 80 cm c/u.
Colaboración: Juan Bernardo Ramírez
Nacho Unrrein, Hernán Pedrós
Todo lo que no sirve, proyecto, 2019. Video digital; 5 en loop.
Colaboradora: Sofía Zappacosta
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NUMEROS PRIMOS. Miguel Echevarria, Francisco Mira
Colección Ego-Lógica, 2019. Compostera doméstica.
Estructura de acero fabricada mediante corte láser, contenedores de acero
inoxidable y detalles en plástico; h43 x 45 x 34 cm.
Colaboradores: Pedro Percivaldi, Camila Sugameli.
NUMEROS PRIMOS. Miguel Echevarria, Francisco Mira
Colección Ego-Lógica, 2019. Vela y soporte
Vela a base de aceite de cocina reciclado y estearina, soporte en chapa de acero con corte láser; 8 x Ø8 / 10 x Ø6 / 6 x Ø8 cm.
Colaboradores: Pedro Percivaldi, Camila Sugameli
NUMEROS PRIMOS. Miguel Echevarria, Francisco Mira
Colección Ego-Lógica, 2019. Tacho de basura
Papel reciclado con aglutinante vinílico; 36 x Ø31 cm.
Colaboradores: Pedro Percivaldi, Camila Sugameli
Ley 6100 - 18 - Nueva Ley de Edificación de la Ciudad de Buenos Aires
In the realm of public policy (?) the implicit or explicit assumption has been, or continues or for the most part continues to be, that architecture and design are for those who can afford it; that architecture and design exist in the realm of desire rather tan need.
En el ámbito de la política pública (?) el supuesto implícito o explícito ha sido, o continúa siendo, que la arquitectura y el diseño son para aquellos que pueden pagarlo; que la arquitectura y el diseño existen en el reino del deseo y no de la necesidad
Linda Pollak
Architecture as Infraestructure for Interactivity: The Need for Desire.
Hacia fines del 2018 la Legislatura porteña aprobó los nuevos Códigos de Urbanismo y Edificación de la Ciudad de Buenos Aires. Los mismos presentan nuevas estrategias de crecimiento y densificación, buscando entre otras cosas, duplicar la población de la Ciudad en el futuro cercano. Una de las piezas más resonantes del Código devenido en Ley, habilita el desarrollo de una nueva tipología mínima habitable, el monoambiente de 21 m2. Esta tipología reduce de manera significativa la superficie mínima para espacios habitables de primera, que hasta ese año estaba entre los 27m2 y los 32m2.
Esta contracción hacia la micro domesticidad que plantea el nuevo Código es un giro drástico en la relación tirante entre espacio doméstico y espacio urbano. Al formalizar el espacio privado en el campo de lo mínimo y suficiente, donde únicamente es viable dormir, asearse y comer, el espacio público estará desbordado por el resto de las acciones cotidianas. La ciudad deberá absorber una gran parte de nuestro campo doméstico compuesto por todas aquellas acciones que eluden a lo básico, como por ejemplo estudiar, reunirse, expandirse, entretenerse, jugar, entre otras.
Mientras la Ley promete ampliar el primer acceso a la vivienda, obvia las responsabilidades e implicancias que conlleva este salto del monoambiente al ?medioambiente?. En ella no plantea ni legisla la puesta a punto de nuevos escenarios domésticos permeables a esta nueva espacialidad. Dejando en claro que prima una agenda especulativa, inmobiliaria y tributaria, por encima de una agenda social que ofrezca una mejora en las condiciones de vida.
Las obras que componen este primer recorte de la sala, ponen en evidencia las mediaciones entre lo que rige la Ley y lo que aflora como proyecto de una nueva domesticidad. Ventanas ilegales, medianeras que doblan en fachadas, metáforas como instrumentos de venta y quizás el propio lenguaje como abstracción espacial son algunos de los sistemas relacionales que componen ese nuevo entorno habitable. Estudiarlos, destacarlos y reconstruirlos es un paso obligado hacia una agenda profesional que abogue por recuperar una voz en el entramado de decisiones formales que forjan nuestra ciudad desde adentro hacia afuera.
Ambiente único, 2019. Instalación gráfica-audiovisual Site-specific; video 6 en loop
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FRAM arquitectos. Franco Riccheri, Agustín Mendiondo
Nueva Unidad Mínima, 2019.
Perfiles de chapa galvanizada, placas de roca de yeso, pintura acrílica, selección de objetos domésticos pintados.
Instalación Site-specific; 312 x 760 x 260 cm
Javier Agustín Rojas
Aire y luz, 2018, de la serie homónima. Fotografía digital, toma directa impreso sobre papel fotográfico mate 40 x 60 cm c/u / 405 x 60 cm (serie)
Ideology rarely evolves at the same pace as our technology. That?s one of the roles of design: to prototype the cultural implications of all possible futures.
La ideología rara vez evoluciona al mismo ritmo que nuestra tecnología. Ese es uno de los roles del diseño: prototipar las implicaciones culturales de todos los futuros posibles.
Liam Young
A Year in Architecture
La ley de Generación Distribuida, aprobada hacia fines del 2018 por el Congreso Nacional, estructura un cambio fundamental en el campo de la industria energética nacional al introducir en la escena a un nuevo actor capaz de producir energía: el usuario-generador. Hasta entonces, únicamente empresas especializadas podían producir para luego comercializar energía mediante su inyección en la red pública nacional, por la que sería distribuida hacia los diferentes focos de consumo.
A partir de la ley, tanto usuarios domésticos, industriales como comerciales pueden devenir en proveedores de energía y ser remunerados por sus aportes a la red, siempre y cuando su producción provenga de fuentes renovables, como la eólica, fotovoltaica, hidráulica, y finalmente de biomasa o biogás.
Con el supuesto objetivo de diversificar la matriz energética nacional, mediante el fomento de energías renovables, la ley busca entre otras cosas mitigar el problema de la crisis energética en la que esta sumergida la red nacional hace ya varios años. Un sistema colapsado producto de un cóctel letal compuesto por la falta de planificación; la desinversión, y la nula conciencia por parte de los usuarios residenciales sobre el impacto de su propio consumo en la red, equivalente a un tercio del consumo total. Legislar en pos del autoabastecimiento y sobre todo de la comercialización del excedente como estructura financiera y cooperativa para palear la crisis es, sin dudas, un proyecto ideal. Además que de manera colateral, impulsaría un cambio paradigmático en la escena doméstica, donde por primera vez la basura hogareña no sería la única producción a ser inyectada al sistema público, sino que ahora se sumaría de manera virtuosa la energía de fuentes renovables.
Una vez más el cuerpo de la ley se concentra en hacer extensiva y burocrática la reglamentación para acceder a los beneficios del sistema, mientras adolece sobre instrumentaciones físicas en el medio construido. Más allá de los paneles, aerogeneradores, los inyectores y los medidores bidireccionales (que median consumo e inyección) la ley abre las puertas a un nuevo negocio. Establecido en el campo de lo individual, este negocio define una serie de consecuencias positivas y negativas a escala grupal. Al igual que los trazados de cable que surcan las calles, las antenas satelitales que se proyectan de las fachadas, las unidades exteriores de aire acondicionado que exudan aires viciados mientras gotean desde lo alto las veredas, y por qué no las ventanas ilegales y publicidades que se disputan medianeras sobre avenidas, en un futuro cercano habrá una proliferación de paneles y otros sistemas afines, que, descolgados de balcones y azoteas darán batalla por hacerse de un pedazo de sol o una cálida brisa urbana para ser productivos.
La profesión podrá dar entonces la nota en versiones articuladas en la implementación de estas tecnologías, acuñando el lenguaje en sistemas ocultos como los sanitarios y eléctricos o quizás podrá ser una vez más víctima del poder incontrolable del crecimiento informal, desregulado e individualista que siempre la excede ¿Cómo puede reglamentar una ley, las sombras proyectadas por un vecino, sobre nuestros sistemas captadores de luz? ¿Cómo puede a su vez el diseño de un edificio favorecer canales de viento para alimentar turbinas domiciliarias y así garantizar el consumo necesario, o mejor aún la plusvalía de nuestros excedentes? ¿Será dominio del diseño encontrar las variables formales y relacionales para generar un sistema ecuánime digno de una generación responsable de los recursos? En el uso de sus herramientas proyectivas el diseño tiene el poder y por qué no el deber, de trabajar en pos de la visualización de conflictos posibles que la ley en su idealismo decide no mirar.
Instalación audiovisual Site-specific; video 410 en loop. Producción audiovisual: Romina Fontana alias Romiko Tchan. Animación: Germán Katz / Registro: Martín Flugelman. Colaboración: Candelaria Gomez Smurra
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