*Las obras exhibidas en impromptu, fueron producidas en Buenos Aires, 2014, en colaboración con estudiantes de la Universidad Nacional de las Artes, docentes y alumnos del Instituto Municipal de Cerámica de Avellaneda.
Las obras pertenecen a la colección del artista.
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Para esta exposición, me puse un objetivo pequeño pero ambicioso: esforzarme y mejorar mis dibujos con pólvora. En los últimos años, he trabajado en diferentes lugares de todo el mundo, entrando en diálogo con las diferentes culturas y pueblos a través de la colaboración. He perfeccionado la metodología de absorber los nutrientes de la tierra donde estoy trabajando, lo que me ha permitido crear un cuerpo de obra que transita distintos temas con relativa facilidad y familiaridad. Mi viaje de exploración en Argentina no fue fácil. Cuanto más sé del país, menos lo entiendo. Su cultura, la integración de los inmigrantes con este pedazo de tierra y todo lo demás, me han hecho sentir perdido y perplejo. Como mi trabajo aquí se materializó de una manera más espontánea y orgánica, la exposición se titula Impromptu. Efectivamente, la pólvora aquí es difícil de manejar: si uso demasiado poca, no prende fuego; si me paso, enciende con una ferocidad implacable. ¡Más de una vez los ladrillos y el cartón que cubrían el dibujo seguían chisporroteando después de la explosión, cuando ya los habíamos retirado! Las llamas estallaron una y otra frente a mis ojos, y el dibujo se incendió patéticamente. El resultado estaba lejos de lo que había imaginado: después de esta experiencia, tengo que admitir que no tengo demasiado control. Sin embargo, sentí un secreto ímpetu juvenil, y un entusiasmo irrefrenable. Debe hacer veinte años que no experimentaba al mismo tiempo tanto dolor y el placer! Empecé a preguntarme: ¿Por qué tengo miedo de quemar agujeros en el dibujo? ¿Acaso las partes quemadas no intensifican la presencia del medio en sí? Vi más ... y tal vez se haya abierto otra puerta a la libertad. Argentina y su gente me desconcertaron, regalándome ansiedades y sorpresas: los paisajes naturales tan completamente distintos entre sí, los diversos estilos de milongas y de bailarines, la orientación que recibí de coreógrafos y musicólogos, todo eso sumado a la ayuda y el cariño de cerca de 100 voluntarios de la Universidad Nacional de Artes (UNA) y del Instituto Municipal de Cerámica de Avellaneda. El coraje de Fundación PROA radica en que están dispuestos a ir conmigo a la aventura, asumir las consecuencias de mis obras de Impromptu , que pueden o no estar a la altura del título de la exposición. Soy como una semilla sembrada en esta tierra, que ahora crece y da frutos después de absorber la luz del sol, el agua y el amor de la gente de aquí. ¡Gracias a todos!
Cai Guo-Qiang
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