Prensa Publicada

  • Título: ANSIA y DEVOCIÓN
    Autor: Natalia Núñez
    Fecha: 20/07/2003
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    La cultura porteña de las terrazas es muy característica, ya que estos espacios –que en México se llaman azoteas– son la locación de todos los argentinos que no tienen jardín, para los asados; casi siempre están acondicionadas con tumbonas, mesas plegables, y "las típicas pelopincho", que son unas albercas de loneta y estructura tubular de aluminio. En verano se suceden los "Acapulcos en la azotea" con regularidad. Cualquier excusa se festeja en la terraza, y una buena, es la apertura de la muestra "Ansia y devoción" en la Fundación Proa; sólo que la terraza pertenece a una típica casona italiana de tres pisos, construida a finales del siglo xix, y adaptada para los objetivos de un centro de arte contemporáneo en 1996.

    Es una tarde templada y ventosa –muy ventosa– en el barrio de La Boca, frente al río; el vino corre a raudales, el que dejó su vaso perdió su silla. Para hablar hay que levantar la voz puesto que se comprueba en la práctica que a las palabras se las lleva el viento; de todas maneras, las conversaciones y las carcajadas corren, también, a raudales. ¿Qué festejamos? Una recopilación que saca del silencio el arte político de la década de los noventa, "que permaneció en segundo lugar por otra movida, más light, re posmoderna, muy minimal y muy dentro de las galerías del circuito de arte".

    Silenciado por Menem, el uno a uno, la comodidad y el confort, nadie hacía arte de protesta, "y ahora está apareciendo muy fuerte. Después de lo de arte y política hubo un vacío, hasta ahora". Se refiere a Arte y Política en los ’60, muestra que estuvo en el Centro Cultural Recoleta; impresionante y claramente movilizadora. Fue en octubre:

    Una gran fotografía, blanco y negro: El soldado levanta el tolete con furia, no hay en el rictus sólo fuerza, únicamente músculos, no es a secas "cumplir órdenes"; sino algo de convicción en los labios apretados. La furia va contra un hombre joven, la dirección del golpe indica claramente su espalda. Está encorvado, listo el cuerpo para el dolor. El pelo largo cae sobre los anteojos que también caen. El fotógrafo dispara. Una milésima de segundo antes del golpe, del dolor manifiesto de ese hombre.

    Treinta años después, exhibida en el Palais de Glace, en la pared del lado derecho del pasillo de entrada, nos encorvamos un poco presintiéndonos vulnerables, con la pretensión de esquivar el golpe.

    La sala es circular y flota en el ambiente el rumor inquietado de los visitantes.

    El periodo histórico abarca desde 1958 con la asunción de Arturo Frondizi, hasta mayo de 1973, al final de la llamada "Revolución Argentina". Época de represión brutal contra gremios, sindicatos, militantes de izquierda, artistas e intelectuales, e inmadura –mas no inocente– anunciación de la última dictadura. Las corrientes artísticas comienzan a denunciar los actos de intolerancia del poder en turno.

    Un paredón de ladrillos con una mancha roja que semeja sangre nos enfrenta con nuestras propias imágenes de fusilamientos y tortura. Por segunda vez en quince minutos no es necesario interpretar. La obra es de Juan Pablo Renzi y data de los años 1965-1967.

    Aparece en escena Antonio Berni, uno de los iniciadores del arte político en Argentina. Los elementos y materiales utilizados en sus composiciones, avivan en nuestro subconsciente el contraste de los escenarios citadinos actuales, de la opulencia a lo miserable. "Juanito Laguna", habitante de los barrios suburbanos y pobres de Buenos Aires, es el personaje principal de una especie de épica tremebunda. En forma, acciona la resignificación de los elementos mediante la composición con materiales de desecho, paisajes urbanos contemporáneos de marginalidad y pobreza, y personajes poderosos y míticos para la historia del país, y del mundo.

    No obstante todos los trabajos tienen gran fuerza expresiva, en algunos el mensaje es más eficaz, en otros resalta la belleza de la composición. Por ejemplo, en "La civilización Occidental y Cristiana", de León Ferrari: un cristo de santería crucificado en un bombardero B52, que suspendido del techo parece caer en picada. Es de 1965, tiempos de la guerra de Vietnam. Este artista, alejado de las galerías y el arte "institucional", estuvo involucrado también en la exposición "Tucumán Arde", durante el ’68 argentino. Esta obra colectiva, presente en la muestra, "usa estrategias de los medios de comunicación para crear una contra-información que pudiera denunciar la realidad que se vivía en la provincia de Tucumán". Afiches, fotografías, material fílmico y grabaciones de contenido político. Eso vemos, carteles con la única y significativa leyenda "Tucumán Arde" repetida una y mil veces por paredes y techos.

    "La Celda" de Gabriela Bocchi y Jorge de Santa María, recrea la puerta de un calabozo con barrotes. Al mirar por esta pequeña ventana enrejada, un espejo aguarda para hacernos prisioneros. Al lado, Made in Argentina, de Ignacio Colombes y Hugo Pereyra: una caja transparente con una figura humana dentro, cabeza abajo, que tiene las piernas, el torso y los brazos enroscados por un cable que en la punta lleva una picana eléctrica. Las dos fueron censuradas en 1971 por el gobierno militar, alegando "afectar el decoro y la dignidad del país". Es obvio que lo que afectaban de forma directa era la imagen doblemente moral de los argentinos en el poder; despellejaban hasta la carne viva una realidad subterránea conocida por pocos e intuida por muchos.

    Y nosotros, espectadores de la obra pura, cruzamos miradas de azoro, provocados hasta la médula por nuestra imaginación bien aleccionada con violencia. A esa muestra asistieron 50 mil personas entre septiembre y octubre...

    En la terraza del Proa sigue el esplendor del ardiente y húmedo verano porteño, alguien "me tropieza" con el curador de esta exposición, Rodrigo Alonso, que cuenta que él "quería que el título, Ansia y devoción, diese lugar a una cierta ambigüedad o poesía sobre algo que es bastante concreto en las obras, que tiene que ver con los conflictos sociales, económicos y políticos de la Argentina, y con sus vías de canalización".

    La muestra se funda en dos grandes grupos temáticos, que tienen que ver, uno con el ansia, que es fundamentalmente el núcleo de los conflictos sociales; también organizada en subtemas, como la pérdida de la industria nacional, las privatizaciones, la migración y todo un revisionismo histórico de las crisis. El otro perfil tiene que ver con lo devocional y las vías de desahogo de la gente para sus conflictos: " tanto la religión católica como cierto misticismo de fin del siglo, la invención de nuevos mitos, como Rodrigo y Gilda, que fueron cantantes populares transformados casi en iconos religiosos. Finalmente el futbol, que en Argentina es como otra religión".

    Un rasgo interesante es la analogía entre religión y conflicto, como La anunciación de la violencia, un cuadro de una virgen balaceada, de Bony; también hay imágenes de manifestaciones frente a la iglesia de San Cayetano, que es el lugar donde va a pedir trabajo tanta gente que hay que detenerla con vallas; o el crucifijo que sale del agua y que es en realidad una inundación, un pueblo ahogado. Lo único que asoma es la cruz de la iglesia. Son todas imágenes enigmáticas que parecen religiosas pero contienen una carga fuerte de conflictos sociales que no se terminan de solucionar.

    Finalmente latinoamericanos. No porque la violencia tenga que ver con lo latinoamericano, sino porque de alguna manera, "darse cuenta que uno no es realmente el centro del mundo –Alonso sonríe y concluye–, bueno, es violento."

    Una de las ideas principales del arte político actualmente es la intervención del espacio urbano. En esto, el artista compromete su obra desde la mirada del otro (y para el otro) porque se siente identificado por una realidad que en ocasiones es ajena a su entorno inmediato, mas no a su sensibilidad. Picasso desdeñaba el arte abiertamente político, sin embargo, la brutalidad del fascismo provocó en él una apasionada y comprometida oposición a las atrocidades de la guerra, y su obra destiló política. Cuando la noticia sobre el bombardeo a Guernica llega a París, más de un millón de personas salen a la calle como protesta el primero de mayo. Más tarde, "Guernica" se convertiría en uno de los símbolos más irrefutables del pacifismo.

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  • Título: Pasión (y depresión) argentina
    Autor: Laura Isola
    Fecha: 10/03/2003
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    Apoyada en una convocatoria de más de 35 artistas, Ansia y devoción reúne obras de las más diversas –óleos, fotografías, instalaciones, intervenciones urbanas– que exploran los dos grandes ejes que han atravesado la Argentina de los últimos años: las transformaciones sociales y económicas y la hegemonía de la mitología popular y futbolera en el devocionario colectivo.

    “Cuando pienso en las imbecilidades que realmente uno oyó repetir durante décadas y que incluso tímidamente repitió o no refutó acerca de la relación entre el arte y la política...”, enfatizaba Rodolfo Walsh en un reportaje que le brindaba a Ricardo Piglia en la década del setenta. Y continuaba diciendo: “Pensar que aquí hasta hace poco hubo quien sostenía que el arte y la política no tenía nada que ver, que no podía existir un arte en función de la política, una cosa que formaba una vez más parte de ese inconsciente en la medida en que las estructuras sociales funcionan también como inconscientes; es parte de ese juego destinado a quitarle toda peligrosidad al arte, toda acción sobre la vida, toda influencia real y directa sobre el momento. No concibo hoy el arte sino está relacionado directamente con la política, con la situación del momento que se vive en un país dado, si no está eso, para mí le falta algo para poder ser arte”. Vincular este exasperado y contundente comentario del escritor argentino con la reciente inauguración de la muestra Imágenes del presente. Ansia y devoción, curada por Rodrigo Alonso, no es un capricho. De alguna manera en la selección de artistas y obras que Alonso realizó para dar su versión de las imágenes actuales está presente una larga tradición que discute las vinculaciones entre el arte y la política. En el caso de Walsh, aunque suene radicalmente extremo en su concepción, también deja entrever el mismo debate que no se resuelve en la mera formulación de la dicotomía entre forma o contenido. Porque desde la poco feliz expresión de Jean-Paul Sartre cuando afirmó: “He visto morir de hambre a unos niños. Frente a un niño que se muere, La náusea es algo sin valor”, y la polvareda que levantó en una polémica chispeante (ver “Los otros contra Sartre”, en Entre Sartre y Camus, de Mario Vargas Llosa), hasta reflexiones más apropiadas sobre cómo debe dar cuenta el arte del momento que le corresponde, los nexos entre arte, política y sociedad han sido y, parece seguirán siendo, más que interesantes, sobre todo si se los hace formar parte activa del quehacer artístico. En el texto que Alonso escribió a propósito del proyecto se explica la interpretación de estas imágenes: “Una de las hipótesis de Ansia y devoción es que los artistas no reaccionan a la crisis que desemboca en los sucesos de diciembre del 2001 sino que acompañan con su reflexión, encarnada en obras, el proceso en el que se van gestando algunas de sus causas, en parte por un interés propio, pero también, porque las condiciones del campo artístico propiciaban tal aproximación”.

    La muestra que se exhibe en la Fundación Proa es apabullante. No tanto por la novedad, ya que las obras que la integran han sido expuestas en otras ocasiones, sino porque la reunión para este proyecto dimensiona su capital simbólico. Divididas en dos grandes grupos, las obras elegidas se enmarcan, unas bajo el sentido de la palabra ansia y otras bajo el de devoción y recorren dos itinerarios parejos. Las primeras dan cuenta a su manera de los procesos de transformación socioculturales, como la desaparición de la industria nacional, las migraciones, la pérdida del espacio público y la descomposición institucional. En el segundo grupo, la devoción es el paraguas para pensar un conjunto de obras que “reflexionan sobre la instauración o la intensificación de los mitos populares y las formas de la pasión colectiva”. Aquí es bueno notar que ninguno de los dos términos, aunque fuertemente connotados en otros sentidos, no forman parte del campo semántico de la política ni de las ciencias sociales. Esta elección rubrica una tarea que, también, exhibe inteligencia y originalidad.

    En cuanto al significado de la palabra ansia, en este contexto se la define en su acepción de congoja o fatiga que causa inquietud o agitación violenta. En el amplio y heterodoxo espectro de los materiales de las obras que funcionan en este ámbito se destacan los óleos de la notable pintora Magdalena Jitrik, que recupera una expresión y casi se podríadecir que una moral en los rostros de la Serie Socialista; la impresión sobre polivinilo de Leonel Luna sobre un Episodio de piquete en los bajíos de Barragán; la caja de La encomienda perfecta, de Pérez Armendáriz y la empresa virtual de Fernando Trigo; pasando por las fotografías, los afiches, los objetos y la performance De mierda, donde Alejandra Bocquel y Carina Ferrari forman, en vivo, frases con la expresión “de mierda” yuxtapuesta, sólo por mencionar algunos de los trabajos.

    El devocionario argentino, parecen decir algunos artistas, se reparte entre la religión y el fútbol. En las cajas de madera con los pedidos de ayuda que reparten los niños en los medios de transporte públicos de Horacio Zabala aparecen los iconos religiosos y la evidencia de la pobreza y la marginalidad. También en las fotografías de Martín Weber sobre el Gauchito Gil aparece otro de los costados de la veneración, que funcionan de manera complementaria con las de Cavinato sobre las manifestaciones populares en San Cayetano, donde el fotógrafo cree ver una relación entre religión y política por los modos de ocupación del espacio público. Marcos López hace vestuarios y entrega una imagen que dista del imaginario del mismo deporte mediatizado: no hay cuerpos de musculatura perfecta, no hay sponsors ni periodistas deportivos pidiendo notas. Por su parte, Goldenstein sitúa a los jugadores en la cancha y de ahí su serie La Canchita, entre algunos de los tantos trabajos que integran la multitudinaria muestra.

    Para volver a la discusión inicial que en caso de Walsh no implica de ningún modo el abandono del arte, como de alguna manera sugiere Sartre, esta colección de obras intenta suturar el abismo que alguna vez pensó al arte separado de la realidad, tanto en su esfera autónoma como en su acepción de “inútil”.



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  • Título: ANSIA y DEVOCIÓN imágenes del presente
    Autor:
    Fecha: 14/02/2003
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    Una de las hipótesis de Ansia y Devoción es que los artistas no reaccionan a la crisis que desemboca en los sucesos de diciembre de 2001, sino que acompañan con su reflexión, encarnada en obras, el proceso en el que se van gestando algunas de sus causas, en parte por un interés propio, pero también, porque las condiciones del campo artístico propiciaban tal aproximación.

    De igual manera, busca evidenciar la constante preocupación de los artistas por el entorno en el que viven, más allá de las modas y de las políticas de exhibición oficiales, y más allá también de las circunstancias socio-políticas puntuales.

    En este sentido, es importante señalar que ninguna de las obras de la exhibición ha sido creada específicamente para esta muestra; de hecho, la mayoría ya fueron exhibidas, si bien de manera aislada. Ansia y Devoción se propone como un ámbito que permita el diálogo y la confrontación de tales obras, potenciando su mirada crítica al dotarlas de un contexto discursivo orgánico.

    Finalmente, la propuesta intenta trascender las categorizaciones generacionales y los estereotipos estéticos que reducen la comprensión de la producción argentina reciente a confrontaciones acríticas (los ochenta vs. los noventa, artistas consagrados vs. artistas emergentes, artistas de Buenos Aires vs. artistas del interior) o a etiquetas reproducidas lacónicamente, como "arte político" o "nuevas tendencias". Por tal motivo, se incluyen artistas de diferente generación, reconocidos o no, al mismo tiempo que se ha evitado conformar un catálogo de "artistas políticos".

    Los artistas seleccionados desatienden la autonomía de la obra artística. Sus propuestas exploran el entorno político, social, económico o cultural contemporáneo, en un intento por reflexionar sobre la realidad argentina reciente, trascendiendo las imposiciones y limitaciones temporales, disciplinarias o estéticas, buceando en la historia, los mitos y la memoria colectiva



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