El prestigioso novelista Jean Echenoz, Premio Gouncourt 1999 a “la mayor esperanza de las letras francesas”, visitó Proa y recorrió la exhibición Louise Bourgeois: el retorno de lo reprimido. Autor de varias de las últimas novelas más celebradas por la crítica literaria internacional, Echenoz llegó a Caminito acompañado por representantes de la Embajada de Francia, después de participar en la XVII Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y horas antes de protagonizar una entrevista pública en el Malba.
“Intoxicado de psicoanálisis”: así definió Echenoz su sensación después de la visita guiada por la exposición. El escritor estuvo por estas horas también en Montevideo, y en ambas ciudades confesó haber vivido una suerte de retorno a su propia experiencia como estudiante de psicoanálisis y asistente a clases de, entre otros, Jacques Lacan. Impactado por un conjunto de obras que ignoraba –y que en general remite a las piezas hechas en tela o tejidas- el autor dialogó con PROA TV sobre la neurosis “a la Bourgeois” y se atrevió a redefinir el lugar actual de la literatura francesa en la Argentina. Libro digital, polémica sobre Vargas Llosa y vigencia del sistema de premios forman parte de una entrevista que se publicará en breve.
Echenoz llegó por primera vez al país como parte del programa TANDEM París/Buenos Aires 2011, y junto a la del sociólogo François Dubet, su visita profundiza la relevancia de ese programa de intercambios. En el marco de la Feria del Libro, el escritor conversó en la Sala Leopoldo Lugones con el periodista, escritor y editor argentino Damián Tabarovsky sobre las nuevas formas de pensar la literatura contemporánea.
Galardonado también con los premios Gutenberg, Médicis, European Price y Novembre, y responsable de una obra traducida a más de 30 idiomas, Jean Echenoz fue elegido por el periódico Le Nouvel Observateur como el novelista internacional más relevante de la década del 90.
Nacido en Orange en 1947, Echenoz estudió sociología e ingeniería civil y vive en París desde 1970. Con El meridiano de Greenwich (Minuit, 1979) irrumpió con singularidad en la escena literaria europea. Hoy, el uso del humor, la ironía y el descriptivismo ya son materia distintiva de su narrativa. La traducción que hizo del “Libro de los Macabeos” de La Santa Biblia, en el marco del proyecto de Ediciones Bayard, ha sido señalada por especialistas y colegas como uno de sus más notables propuestas literarias. Ha colaborado además en varios guiones cinematográficos.
"En la Argentina estuve intoxicado de psicoanálisis"
“No conocía a Sábato” cuenta Jean Echenoz ni bien gira su cabeza y deja atrás Maman de Bourgeois. Tampoco, dice, conoce a César Aira, sobre quien muchos ya le hablaron (y a juzgar por su evidente tedio, le hablaron demasiado). Tampoco pudo ver “más de tres libros seguidos” en la Feria del Libro. Vio gente. Más tarde, tampoco entiende por qué la exhibición de Proa, tanto hastío y sorpresa -simultáneamente - supo provocarle. Silencio. Almuerzo, terraza y entrevista. Echenoz no quiere videos: fuma junto a su compañera y se sorprende con la insólita nitidez del Riachuelo. Multipremiado, mínimo, prestigioso, francés: el autor de varias de las novelas más unánimemente aceptadas por la crítica internacional va a responder algunas preguntas, a horas de haber llegado y a horas de irse. Vive en París hace 40 años y todo indica que ahí es donde quiere estar. Siempre.
-¿Que impresiones le ha dejado la muestra de Bourgeois?
-Acerca de Louise Bourgeois tengo un sentimiento un poco ambivalente, en realidad no se trata de sentimiento sino de percepción, porque encuentro que hay cosas bellas pero hay cosas que me exasperan profundamente, y sobretodo lo que me retiene es que está acompañada de una doxa psicoanalítica que me cansa, que durante mucho tiempo me interesó, que leí mucho y practiqué mucho, que es muy valiosa pero me parece que a veces el discurso psicoanalítico que acompaña esto cierra las puertas. Encuentro que es una neurosis un poco simplona. En cuanto a las obras, hay muchas que no conozco, pero por ejemplo la obra “Arco de histeria” me cansa enormemente, no me sirve. Hay obras que me conmovieron mucho, sobre todo las obras en tela y tejidas: las encuentro movilizantes y muy bellas. Pero hay una especie de puesta en escena neurótica que ya no me atrae, pero quizás sea una cuestión de generación.
-¿Tiene que ver, tal vez, con el hecho de ser francés y vivir el psicoanálisis de otra forma?
-No creo, porque el psicoanálisis fue muy importante para mi vida también. Sé que está extremadamente presente en la Argentina. Yo realicé estudios de psicología clínica, hice análisis, y trabajé un poco en este sentido. Jamás ejercí como psicoanalista, sí ejercí como terapeuta pero hace ya mucho tiempo. Mi padre era psiquiatra: es decir, mi infancia estuvo inmersa en el psicoanálisis, entonces no tengo el sentimiento de estar alejado de esta gente. La madre de mi hijo es psicoanalista, mi mejor amigo es psicoanalista, viví mucho ese mundo, leí mucho todo eso, asistí a los seminarios de Lacan. Es decir: todo eso formó parte de mi formación. Entonces, estuve también intoxicado de psicoanálisis como uno lo puede estar en la Argentina.
-¿Y en estos días que lleva en la Argentina pudo sentir ese alto voltaje psicoanalítico?
-Y sí, llego a Buenos Aires y me encuentro con Damián (Tabarovsky) que me dice que su mujer es psicoanalista; viajo a Montevideo, y el marido de la agregada cultural es psicoanalista: hablo con él, y resulta ser que estudiamos psicología clínica en la Sorbonne en la misma época; sí, la densidad del psicoanálisis acá es sin duda más fuerte que en Francia. Pero al menos en mi caso aislado yo viví bastante en ese mundo. Pero pienso que está mucho más presente en la vida cotidiana en la Argentina y sin dudas en Uruguay aunque también en Francia, si bien casi todos los franceses tuvieron su psicólogo, o lo tienen, o lo van a tener.
-¿Cómo evalúa el lugar actual de la literatura francesa en la Argentina, que históricamente ha sido tan importante?
-Yo no podría decirlo… quizás tenga que ver con una actitud masoquista muy francesa decir esto pero pienso que el lugar de la literatura francesa en la actualidad es quizás menos importante que en los años 20, 30, 40. En ciertos países la influencia se detiene en el nouveau roman o Marguerite Duras. Me parece que no está muy bien estimada. Tengo la sensación cuando viajo al extranjero de que la modernidad, si la podemos llamar así, está menos presente. Por otro lado, lo que puedo decir es que hay autores argentinos que por lo menos en mi formación personal contaron enormemente: Borges, evidentemente: Cortázar enormemente. Roberto Arlt me sorprendió mucho también. De hecho, sé que para mí (y no soy el único) hay una parte de la literatura argentina que ha sido verdaderamente formativa y muy importante.
-Para un autor tan premiado como usted, ¿qué importancia siguen teniendo los premios?
-En Francia hay un fetichismo por los premios literarios. No es importante para uno en el trabajo cotidiano, pero socialmente es un poco como una marca. En Francia hay cientos de premios literarios y cuando uno gana un premio importante como el que gané, uno es etiquetado. Uno puede parecer “más escritor”. Al mismo tiempo, no es solamente algo ridículo, porque los premios tienen una importancia en la medida donde – incluso en la gente que lee muy poco- esta especie de curioso prestigio, por ejemplo el del Goncourt, permitirá que mucha gente, bajo este pretexto idiota de haber obtenido el premio, lo lea - incluso si el libro es malo. Entonces es a la vez un poco insignificante este fetichismo de los premios literarios, pero es una forma de difusión de la literatura en un ámbito social muy vasto.
-¿Qué sintió en la feria del libro? ¿Que sensación tiene en relación a esos grandes eventos y la cuestión del futuro del libro?
-Se supone que hablamos de toda la cuestión del libro digital. En este terreno técnicamente no puedo opinar: es decir son situaciones complicadas en relación a los editores, a los autores, el tema de los derechos, etc. Pero es evidente que en un futuro próximo va a ser la cuestión central. De todas formas, un evento como la Feria del Libro de Buenos Aires no tiene equivalente: hay un Salón del Libro en París que duraba antes una semana, y que ahora dura 3 días porque es muy caro y los editores pierden dinero y se quejan, no tiene esta amplitud. Aquí es totalmente extraordinario. Ayer pasé tres horas y no vi nada.
-La visita de Vargas Llosa a la Feria, en ese sentido, y la polémica que generó, repuso para muchos la relación entre la literatura y la política y revitalizó el evento. ¿Cómo viven sus ficciones ese vínculo?
-No tengo en realidad una opinión formada con respecto a este tema. Si consideramos el tema del compromiso, mi compromiso con la política, es decir, con la vida social, son mis libros. Esa es una primera respuesta un poco sencilla. Pero al mismo tiempo si la literatura puede vehicular un discurso político, muy bien, y luego por otra parte, una de las funciones de la novela es - no la única a pesar de lo que digan- dar una representación del mundo. Entonces en este sentido la literatura ha sido evidentemente política. La literatura como hecho social es obligadamente política, pero eso no quiere decir que deba imponerse una especie de mensaje político. Yo no tengo ningún mensaje político. Si en el transcurso de una ficción tengo la ocasión de transmitir una vaga idea, que es la mía, aunque desconfío bastante de mis opiniones políticas – porque pensaba demasiadas bobadas en mi juventud, ahora soy más prudente- lo hago , pero no me parece que sea la vocación primordial de la literatura entregar un mensaje político, sino creo que no habría salida: uno no podría salirse de ahí.