En 1995, Stephen Ferry ofreció en Bogotá, Colombia, el primero de una larga lista de talleres para la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Para el fotoperiodista, ese viaje fue significativo en más de un sentido: conoció un país que lo enamoraría –tanto que actualmente vive buena parte del año allí–, brindó su primer taller para la FNPI y, principalmente, tuvo un primer acercamiento al conflicto bélico interno que estremece al pueblo colombiano desde años, tantos que se pierden de vista sus orígenes.
Para recuperar esa memoria y desmitificar las versiones manipuladas, Ferry confeccionó Violentología, un manual del conflicto colombiano, un libro de fotografías y artículos que presentó el sábado 29 de junio en el Auditorio de Fundación Proa.
También en Argentina, pero en 1988, Ferry realizó una cobertura del incipiente trabajo realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Frente a un auditorio casi colmado, el reportero recordó que aquel trabajo marcó un antes y un después en su carrera. A partir de esa labor, comenzó a comprender y emplear la fotografía como “artefacto” testimonial, como herramienta informativa y a la vez de denuncia. “Hay una relación estrecha entre la fotografía y la construcción de la memoria histórica de los crímenes cometidos”, sintetizó. Una afirmación que involucra no solo al caso colombiano, sino también al argentino y al resto de las coberturas realizadas por Ferry alrededor del mundo.
Desde hace más de diez años, Proa viene impulsando un programa de capacitaciones en convenio con la Fundación Nuevo Periodismo Iberoaméricano. En dicho marco ya se realizaron en la Fundación talleres y seminarios dictados por célebres periodistas como Ryszard Kapuscinski, Tomás Eloy Martínez, Javier Darío Restrepo, Héctor Feliciano y Susan Meiselas. En el marco de este acuerdo, Ferry ofreció un Taller de Fotografía de No Ficción del 24 al 28 de junio, y, como cierre del curso, a modo de despedida hasta su próxima visita, repasó junto al público cada una de las imágenes que componen Violentología.
Sobre su trabajo, insistió en considerar el libro como una forma de “reacción” frente a la condición efímera de los contenidos en internet. En este sentido, remarcó que algunas de las páginas de donde obtuvo información para realizar su investigación fueron dadas de baja o eliminadas de la red tiempo más tarde. Para Ferry, el valor de Violentología reside en su capacidad de almacenar un testimonio veraz y documentado de los conflictos armados en Colombia para las generaciones venideras. En la introducción al libro, aclara: “Muchos me sugirieron que este trabajo se vería mejor en un sitio web. Pero Violentología pertenece a la tradición de la prensa, estas fotografías tienen que estar impresas con tinta que penetre los poros del papel, tan líquida como la sangre que sale de estos muertos. La naturaleza física de la prensa no nos permite ninguna salida, pues nos mantiene en el mismo plano material que los asesinos y las víctimas cuyas imágenes tenemos en las manos”.
Una de las principales virtudes del trabajo de Ferry es la gran capacidad de evocación que poseen las imágenes obtenidas durante más de diez años trabajando en Colombia. Al observar y repasar las fotografías junto al púbico asistente, Ferry se detiene en la desolada poética de “esos rostros que han pasado por la guerra”. Una de las fotografías retrata a una mujer horrorizada luego de la explosión de un coche bomba colocado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que le costó la vida a once civiles. Alrededor de la mujer, que se mantiene erguida y aferrada a su bolso, se observan cientos de hojas de árboles que, sacudidas prematuramente luego de la explosión, cubren la calle y la vereda. “Hojarasca”, murmura Ferry luego de fijar su mirada pensativa en la imagen durante algunos segundos.
El conflicto armado en Colombia es tan extenso, entreverado y complejo que el libro editado por Ferry, como anuncia su título, funciona como un verdadero manual y ordena un proceso bélico sobre el cual existen demasiados prejuicios. El más extendido es aquel que vincula los enfrentamientos con al tráfico de drogas. En Violentología, el autor se encarga de desmontar el mito de la “guerra narco” y establece parámetros de comprensión más amplios para interpretar los sucesos. Salvo la sección destinada a retratar a los “Narcosubmarinos” - frente a los cuales Ferry “no pudo resistirse”-, el resto del libro se encuentra estructurado en torno a secciones que escapan al sentido común y buscan esclarecer aspectos puntuales del conflicto. Por ejemplo, la sección “Falsos positivos”, destinada a retratar las víctimas inocentes cuyos cuerpos luego son disfrazados de paramilitares, o el segmento destinado a las amenazas de muerte, que ilustra su uso por parte de la guerrilla como instrumento de presión y control social.
Algunas de las imágenes del libro son tenebrosas. Como aquella que muestra el cuerpo de Pablo Escobar acribillado y, sobre él, un grupo de policías y militares que lo exhiben como si fuera un trofeo; o la fotografía recuperada del celular de un miembro de la guerrilla que muestra la atroz pedagogía del desmembramiento humano; o la fotografía de otra fotografía, que exhibe una cabeza cortada y lacerada. En Ante el dolor de los demás, Susan Sontang afirma que si bien la difusión de las imágenes de guerra promueve una toma de conciencia por parte del público, su repetición morbosa en cientos de medios a la vez también conlleva el riesgo de insensibilizar al espectador. Es decir, el efecto contrario al buscado. Con respecto a este tema, Ferry aclara que para él se trata de una forma de “cuidar a los muertos”, de preservar su memoria y documentar su existencia errática en un conflicto que al momento de la edición de Violentología contabiliza la espeluznante cifra de 34 mil personas desaparecidas.
En diálogo con Angel Berlanga, para el Suplemento Radar de Página 12, cuando el periodista le pregunta a Ferry si atravesó situaciones de riesgo durante el conflicto colombiano, él responde aas; hay que repreguntar para que cuente: “Fue un intento de secuestro de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. Me retuvieron un día y el comandante tenía toda la intención del mundo de llevarme. Dos compañeros colombianos lograron complicarle la situación, y la cosa se resolvió. El riesgo es real, y de pronto fue una de las razones prontoor las que demoré tanto en hacer el libro: fui prudente”. Más tarde, durante la conferencia y ante la misma pregunta, más distendido afirmó: “Nadie se toma en serio a los fotoperiodistas”. Al respecto, en su libro, Ferry reconoce que los más desprotegidos en ese sentido son los periodistas locales, quienes son asesinados sin miramientos por cualquiera de las facciones en pugna.
La última imagen del libro, que también cierra la conferencia de presentación brindada por el autor, expone con ironía la resignación de Ferry frente al conflicto: al fondo del cuadro, pintada sobre la pared, una paloma, símbolo de la paz, recorta los gestos recios de un grupo de hombres armados que esconden en su mirada la posibilidad, siempre latente, de ser víctimas o verdugos.
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Es maestro de la FNPI y fotoperiodista independiente. Su trabajo más reciente está enfocado en Colombia. Estudió historia en la Universidad de Brown. Ingresó a la agencia GAMMA, primero en Nueva York y luego en París. A mediados de los años ochenta se dedicó al periodismo gráfico, cubriendo conflictos armados, los cambios sociales y políticos, los derechos humanos y la ecología. En 1984 se convierte en fotógrafo independiente y en 1985 en corresponsal en la Casa Blanca. Desde entonces ha trabajado regularmente con medios internacionales como National Geographic, Time, Newsweek, Geo y The New York Times. Su trabajo le ha valido ser galardonado con numerosos premios como el World Press Photo en dos ocasiones y varias veces con el Photo of the Yeary Best of Photojournalism. Es bloguero de la red Ética Segura, donde semanalmente publica artículos que plantean debates relacionados con la ética del fotoperiodismo de no ficción.