Boda, 2012
Cerámica esmaltada
Idea, proyecto y dirección Alfredo Arias
Con la colaboración de Pablo Ramírez y Juan Stoppani / Cerámicas José Luis Caruso
Patria Petrona es un homenaje a la memoria, a la capacidad de cada uno de nosotros de reconstituir el paisaje donde crecimos, ese lugar donde las palabras, los gestos, los perfumes, las imágenes quedarán para siempre grabados y harán parte de nuestra persona. Definirán nuestra percepción del mundo adulto.
La Patria es la tierra que nos hizo; en ese territorio viven hadas y fantasmas. Petrona es uno de esos personajes de la fantasía Patria.
La experiencia que propone Patria Petrona es ir más allá del personaje elegido, de su mundo visual sin igual, puesto que son esas láminas en los libros de cocina de la gran maestra que hacen parte de mis recuerdos infantiles. Sólo imágenes. Nunca probé un plato preparado por Petrona, todo era transmisión televisiva, ondas e interpretaciones de esas recetas; más allá, en lejanos barrios del Gran Buenos Aires.
La casa donde miraba los programas de Doña Petrona se situaba en Remedios de Escalada. Ahí, frente al chalet a la americana que mi padre había construido, se produjo un cataclismo: el gobierno decidió expropiar las casas vecinas para hacer pasar un Camino de Cintura, o una General Paz, o una Panamericana que nunca pasó.
En ese desierto se fue instalando poco a poco una villa de emergencia, mientras que el baldío se extendía chato y silencioso hasta el club Talleres, un gran potrero para los fantasmas donde cocinaba la doña.
Cuando Perón daba sus discursos, la gente de la villa nos pedía ver la televisión; mis padres acercaban el aparato a la ventana y detrás de unas rejas el Coronel arengaba a sus fieles. Era una misa. En ese mismo aparato apareció un día Petrona: para mí fue un refugio; en cambio de ir a Disneylandia iba a Petronalandia, y cada vez que mis padres se peleaban (se peleaban seguido) yo trataba de realizar un plato, de preferencia un postre de Petrona, para evadirme.
Esos postres de Petrona que yo preparaba eran siempre un fracaso. Además del disgusto de no lograrlo, este acto contribuía a reforzar las nefastas dudas de mi madre sobre mi tendencia a apreciar todo lo femenino, como leer Para Ti o Radiolandia… Puedo suponer ahora que Petrona hizo parte del cortejo de íconos que me llevaron a pasar cinco años de Liceo Militar, institución en la cual mis padres depositaron todas las esperanzas donde finalmente deberían borrarse esas fascinaciones fantásticas y así aligerado, bien parado y con la cabeza bien despejada, podría enfrentar el futuro que me esperaba. Tortazo no es un trabajo histórico o sociológico, es solo un planeo poético de la memoria. Un twist again.
Nombrado Chevalier des Arts et des Lettres por el gobierno de Francia, Alfredo Arias es una de las figuras centrales de la cultura de París y de Buenos Aires. Nacido en Argentina, Arias fundó en 1968 el grupo TSE y participó del renovador Instituto Di Tella, punto de quiebre de la cultura porteña del siglo XX. Allí montó su primera creación teatral, Drácula. Tras su paso por Nueva York, en 1970, fijó su residencia en París, donde dirigió Eva Perón de Copi, puntapié de un fuerte vínculo creativo con el autor. El sistema creativo de Arias trabaja con un imaginario barroco orientado a reactivar la potencia y la fascinación de la memoria personal y la infancia. Como autor y director, su trabajo se destaca por piezas como Comedia policial, Lujo, Veinticuatro horas, La estrella del Norte, Penas de amor de una gata inglesa y Penas de corazón de una gata francesa. En los espectáculos Mortadela, Fausto argentino, Mambo místico y Familia de artistas, con música de Astor Piazzolla, Arias exploró por primera vez su historia y el reencuentro con su país natal. Como director del Centro Dramático de Aubervilliers, revisó textos fundamentales del repertorio teatral francés como El juego del amor y del azar de Pierre de Marivaux, El pájaro azul de Maurice Maeterlinck, La locandiera de Carlo Goldoni y La tempestad de William Shakespeare en el Festival de Avignon, entre otras. En Buenos Aires, Arias ha montado destacadas puestas, como La carrera de un libertino de Igor Stravinski, Bomarzo de Alberto Ginastera y Muerte en Venecia de Benjamin Britten en el Teatro Colón, y Tatuaje, en 2010 en el Teatro Presidente Alvear. Formado originalmente en artes plásticas, Arias ha atravesado diversos géneros, como la ópera, el music hall, la comedia musical y el cine. Además, ha publicado los libros Folies Fantômes y L’Écriture retrouvée (entrevistas con Hervé Pons). Alfredo Arias recibió tres premios Molière: uno, por el conjunto de su carrera y otros dos por sus espectáculos Mortadela y Penas del corazón de una gata francesa.