Prensa Publicada
La excelente retrospectiva del artista suizo curada por la especialista Véronique Wiesinger puede visitarse en Fundación Proa hasta el 9 de enero.
La muestra reúne 148 obras realizadas entre las décadas de 1910 y 1960, provenientes en su mayoría de la Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París, y un conjunto de piezas pertenecientes a colecciones privadas de la Argentina y al Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro y cuenta con el auspicio de Tenaris – Organización Techint.
Considerado uno de los artistas más destacados del siglo XX, Alberto Giacometti nació en Borgonovo, Suiza en 1901. Desde muy joven se trasladó a París (1922), ciudad que por entonces albergaba a los artistas que vivían la efervescencia cultural de las primeras vanguardias.
La exhibición aborda los principales temas de su reflexión creativa: la formación con Cézanne, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca perdurable del pensamiento mágico y del surrealismo, la invención de una nueva representación del ser humano. La búsqueda intelectual de Giacometti lo acercó a los grandes pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Jean Genet, muchos de ellos retratados en sus cuadros y esculturas. Comienza con la presentación de sus primeras pinturas, dibujos y esculturas, disciplinas que practica a lo largo de toda su vida, y culmina con sus obras monumentales de los años 60.
El descubrimiento del arte primitivo, la cuestión de la cabeza humana, los objetos, las jaulas y marcos, las dimensiones de la representación, las figuras, bustos y monumentos son los núcleos seleccionados por la curadora. En cada uno de ellos se observan las preocupaciones estéticas del artista, que también quedaron reflejadas en sus escritos y entrevistas.
La presencia de Giacometti en Sudamérica es fruto de la relación del artista con el decorador Jean-Michel Frank para el diseño de piezas de arte decorativo. En 1939 coleccionistas argentinos adquieren varias de ellas, hoy presentes en la exhibición, junto a la escultura "Tête qui regarde" (Cabeza que mira), la primera obra que vendió Giacometti en París (1929), comprada por una coleccionista argentina, Elvira de Alvear.
El catálogo de la exhibición, editado conjuntamente con la Fundación Alberto y Annette Giacometti, reúne los textos de la curadora, escritos de Giacometti, su biografía, un cuerpo de reproducciones de obras y una inédita investigación sobre los vínculos del artista con Sudamérica, convirtiendo esta publicación en un material indispensable en español.
Organizada por la Fundación Alberto y Annette Giacometti, Base7 Proyectos Culturales y Fundación Proa, la exhibición cuenta con el auspicio de Tenaris – Organización Techint.
Alberto Giacometti es considerado uno de los artistas más destacados del siglo XX. Nace en Borgonovo, Suiza y desde muy joven se traslada a París (1922), ciudad que por entonces albergaba a los artistas que vivían la efervescencia cultural de las primeras vanguardias. A pesar de su temprano reconocimiento, es la primera vez que se exponen en Sudámerica 148 obras provenientes de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, con la curaduría de su directora Véronique Wiesinger.
La exhibición aborda los principales temas de su reflexión creativa: la formación con Cézanne, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca perdurable del pensamiento mágico y del surrealismo, la invención de una nueva representación del ser humano. La búsqueda intelectual de Giacometti lo acercó a los grandes pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Jean Genet, muchos de ellos retratados en sus cuadros y esculturas.
La muestra comienza con la presentación de sus primeras pinturas, dibujos y esculturas, disciplinas que practica a lo largo de toda su vida, y culmina con sus obras monumentales de los años 60.
El descubrimiento del arte primitivo, la cuestión de la cabeza humana, los objetos, las jaulas y marcos, las dimensiones de la representación, las figuras, bustos y monumentos son los núcleos seleccionados por la curadora. En cada uno de ellos se observan las preocupaciones estéticas del artista, que también quedaron reflejadas en sus escritos y entrevistas.
La presencia de Giacometti en Sudamérica es fruto de la relación del artista con el decorador Jean-Michel Frank para el diseño de piezas de arte decorativo. En 1939 coleccionistas argentinos adquieren varias de ellas, hoy presentes en la exhibición, junto a la escultura Tête qui regarde(Cabeza que mira), la primera obra que vendió Giacometti en París (1929), comprada por una coleccionista argentina, Elvira de Alvear.
El catálogo de la exhibición, editado conjuntamente con la Fundación Alberto y Annette Giacometti, reúne los textos de la curadora, escritos de Giacometti, su biografía, un cuerpo de reproducciones de obras y una inédita investigación sobre los vínculos del artista con Sudamérica, convirtiendo esta publicación en un material indispensable en español.
Fruto de un trabajo de tres años y una estrecha colaboración entre la Fundación Giacometti, la Pinacoteca do Estado de São Paulo, el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro y Fundación Proa, esta ambiciosa exhibición fue producida por Base7 Projetos Culturais y cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia en la Argentina y el auspicio de Tenaris – Organización Techint.
Alberto Giacometti en Proa
Adriana Rosenberg
“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe unos hombres que se cruzan por
una plaza sin verse; están solos sin remedio y, no obstante, están juntos”. Jean Paul Sartre
Presentar y abordar la trayectoria de Alberto Giacometti es transitar por los puntos centrales y más radicales del arte del siglo pasado. Contemplar su territorio es sumergirse en una ciénaga de propuestas en donde la imagen que contemplamos nos pregunta, con respeto, provocando admiración y sorpresa. Es la irrupción del vacío, del silencio, de la subjetividad, y de la peculiar y singular manera de representar la figura humana.
Amigo de los filósofos de la época y ocupado en el devenir existencial, escribe: “(…) lo único que puede apasionarnos es descubrir una nueva vertiente, un nuevo espacio, percibirlo en la penumbra apenas le roza la luz. Es la esfinge que, tarde en tarde, comparte una palabra de su enigma; y todas esas palabras constituyen el conocimiento humano. Ese conocimiento es un ìnfimo resplandor siempre vacilante en lo desconocido, en lo que nos rodea, que nos toca, que nos penetra y envuelve (…)” (Escritos, p. 364)
Muchos son los motivos por los cuales es trascendental presentar la exhibición Alberto Giacometti, su reconocimiento es cada vez más intenso por el valor de su pensamiento y de sus obras.
Artista fundamental, escultor, pintor y excelente dibujante; la exhibición curada por Véronique Wiesinger da cuenta de la amplitud de propuestas en las 150 obras que seleccionó de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París; y que abarca cada uno de los momentos más emblemáticos de su vida y de su obra.
En un esfuerzo conjunto con la Pinacoteca de San Pablo, el Museu de Arte Moderna de Rio de Janeiro y Fundación Proa, la exhibición se presenta por primera vez en Sudamérica. En ambos países la curadora incorporó las obras que, tanto en Brasil como en la Argentina, estaban en diversas colecciones.
El catálogo Alberto Giacometti reproduce una selección de obras exhibidas en la muestra; más el enfoque curatorial de la exhibición, una selección de los escritos del artista, una entrevista destacada y una inédita investigación sobre Giacometti en Brasil y Argentina.
Lograr exhibir este extraordinario cuerpo de obra es el resultado del trabajo y dedicación del equipo de Base7 quienes organizaron la exhibición para las tres sedes. Muchas gracias también a la Fundación Annette y Alberto Giacometti, París por la generosidad en el préstamo de tan valorado patrimonio.
Nos queda como siempre agradecer la voluntad de muchas instituciones, embajadas y equipos de trabajo de varios países; además de una merecida mención especial para los directivos de Tenaris, Organización Techint, quienes decidieron acompañar esta exhibición, tanto en Brasil como en la Argentina, asumiendo el compromiso de difundir una obra capital para la comprensión del pensamiento y del arte del Siglo XX.
Hace décadas que preocupaba a los entendidos saber cuáles eran las fuentes de las esculturas de Giacometti (1901-1966). Jean Genet daba la discusión por cerrada: “vienen del fondo de los tiempos y están en los orígenes de todo”. El mismo Genet a quien Jean Cocteau, Sartre y Picasso (en los tiempos en que Giacometti los frecuentaba) habían ayudado a salir por última vez de la cárcel. En los cincuenta iba con frecuencia el taller del pintor y escultor suizo en París. Genet tenía afición por las esculturas, tocaba las piezas y se preguntaba, con los ojos cerrados, dónde están las figuras de yeso y bronce que ahora se pueden ver en Buenos Aires. Respondía: “En la muerte”. Era, por supuesto, la impresión de un poeta. A los hombres y mujeres espigados, que hicieron de Giacometti una celebridad, Genet los llamaba “familia altiva y reservada”. Y lo que escribió sobre los trabajos salidos de aquel taller, al que dedicó un libro, es revelador hasta ahora: desprenden “una especie de amistad”.
A cambio de tanta presencia, Giacometti pintó un óleo en el que Genet tiene una cabeza angosta y pequeña. En otro retrato, dibujó a un hombre que a mitad de la vida había envejecido mal, con oscuridad y desagrado. Pero Genet no era un cuerpo sino un estilo, un modo de pensar. En el taller de Giacometti sentía el mismo terror que le daba Osiris en el Louvre, y le preocupaba, como si se tratara de una cuestión premonitoria, adónde iban todos esos destellos de intuición y de inteligencia: “¿Debería ser comprendida una obra por las generaciones futuras?”, se preguntaba. “¿Por qué? ¿Qué es lo que significa? ¿Se supone que podrán utilizarla? ¿Para qué?”. Nadie responde en Buenos Aires, el hormiguero del sur, la ciudad llena de “mecánicas inconscientes”. A Giacometti no le importaba lo que habría después: “La posteridad es una mentira, nada se estabiliza nunca”.
Si se exceptúa la entrada temprana en un museo de Nueva York (que conoció en 1965, poco antes de morir), los viajes al otro lado del Atlántico son tardíos. Aunque la Bienal de San Pablo adquirió un grupo de esculturas en 1951, pasaron muchos años antes de que en Brasil se hiciera, de manera lateral, una monográfica en una bienal de 1998. Con la llegada a América este año Giacometti deja de ser, en los diarios, una noticia económica y policial. En 2010 la escultura-emblema “El hombre que camina I”, un bronce de 1,83 metros de altura concebida para un proyecto de fines de los cincuenta, fue vendida en una subasta de Sotheby’s de Londres por 104 millones de dólares, que ofertó (por teléfono) una mujer brasileña. Un año antes la policía de delitos artísticos de Baden-Württemberg capturó a un quinteto de falsificadores de Giacometti que operaba en Europa. Cuando estaban a punto de vender 17 esculturas por más de un millón de euros a un supuesto interesado, éste se reveló como agente encubierto y se vino abajo el “almacén de Maguncia”, donde se ocultaba la mercadería proveniente de China.
Aunque Giacometti prestaba atención a las relaciones del artista con la sociedad, quizá no sospechaba del devenir criminal del arte en economías que le arrancan todo lo que tenga de materia viva, creadora, intelectual. En 1962, en la entrevista que le hizo una publicación comunista italiana, observaba que después de la Segunda Guerra los artistas habían cambiado de clase: “tienen la misma posición social que los retratistas oficiales del Segundo Imperio, son invitados a todas las exhibiciones, ganan mucho dinero, viven más o menos como sus clientes ricos”. Más allá de la absorción histórica del arte por la clientela privada y estatal, Giacometti veía una situación que afectaba a las formas. Se había dado el estallido en los criterios de valor: “como la sociedad se había equivocado con los impresionistas, ahora acepta, indiscriminadamente, cualquier cosa”.
{restricrt}DE VUELTA. Los investigadores de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, presidida por Véronique Wiesinger, curadora de la exposición, recontaron las escasas relaciones de Giacometti con Argentina. Del archivo de La Nación tomaron la entrevista del joven Gyula Kosice cuando Giacometti obtuvo el gran premio de escultura de la Bienal de Venecia de 1962. Antes, en los treinta, cuando trabajaba para el decorador Jean-Michel Frank, había diseñado objetos de interior para una casa de Buenos Aires. En 1929 la argentina Elvira de Alvear le compró en París la escultura “Cabeza que mira”, la primera obra vendida por Giacometti, un bloque de yeso semejante, desde una perspectiva bidimensional, a la hoja del hacha. Detrás de este trabajo que puede verse en la sala 2 de Proa hay una historia que ha cobrado demasiado relieve. Según un artículo actual de Cecilia Braschi, Giacometti comunicó a sus padres, por carta, que “mademoiselle de Alvear” era sobrina de un general argentino de quien su maestro de academia, Antoine Bourdelle, había diseñado un monumento que está en La Recoleta. Las coincidencias iban a acabar por ahí, pero hubo más. Para realzar a la coleccionista argentina, La Nación reseñó que esta “amiga de Borges y editora descubrió la pieza y la compró en un gesto audaz e innovador”. Pudo decir al revés: la pieza audaz e innovadora de Giacometti “descubrió” a una olvidada poetisa de Buenos Aires. La prensa menos leída, aprovechando la bolada, puso a circular una hipótesis novelera (de Mario Paoletti): Elvira de Alvear fue la musa que inspiró al personaje Beatriz Viterbo de Borges, la mujer más importante de todas.
Descontando la compra de la dama argentina, el año 29 es fundamental para Giacometti pues establece trato con los artistas de su tiempo. Conoce a Cocteau, a André Masson y a la condesa Noailles, luego a Miró y a Calder. Mediante Michel Leiris trata con los surrealistas disidentes (Desnos, Prévert, Queneau) y en 1931 adhiere al movimiento que lideraba André Breton, encargado de darle de baja en el 35 por divisiones estéticas. No alcanzó la amistad (Giacometti fue testigo de Jacqueline Lamba en el casamiento con Breton, en 1934), ni que fuera una joya rara, de los pocos escultores del elenco surrealista. Las reglas de creación eran estrictas y estaba prohibido trabajar del natural, que era a lo que Giacometti iba a volver como en los tiempos suizos, en los que tomaba a sus padres y hermanos como modelos para pintar y esculpir. Giacometti nunca se arrepintió de haberse hecho expulsar del surrealismo, prefería la soledad y se molestaba con el sentimiento de competencia, “que un artista trabajara en contra de otro y que incluso explotara ideas que de alguna manera no eran originariamente suyas”, según le dijo, mientras lo retrataba, a James Lord.
En Alberto Giacometti. Obras/escritos/entrevistas, Ángel González agrega que Breton no sólo borró a Giacometti del movimiento, sino que eliminó lo que le había dedicado en un capítulo de L’Amour fou (“Alberto Giacometti, cuya sensibilidad es, a mis ojos, inigualable”). En el Diccionario abreviado de surrealismo, que hizo con Éluard, Breton puso apenas de él: “antiguo escultor surrealista”. Lo que se mantiene, incluso previo al período 1931-1935, se encuentra en una nota que escribió Cocteau en Opio (1930): “Conozco esculturas de Giacometti, tan sólidas y tan ligeras que se diría que conservan las huellas de un pájaro”.
MUSEO. La curadora Wiesinger dedicó parte de una sala a “La experiencia surrealista. El objeto”, dominada por el yeso y el bronce, por algunas piezas pasivas y amenazantes como “Objeto desagradable” (1931), la calavera cubista “Cabeza-cráneo” (1934) y el lienzo “Maria”, que muestra de manera total la entrega a la forma humana. Los que se ven como trabajos de ruptura, las verdaderas “proyecciones del deseo”, que en sí mismas no tienen destino aunque sí lo tienen para el futuro de Giacometti, son dos: un dibujo a pluma titulado “Composición surrealista” y el bronce “Mujer que camina I”. En uno la mujer que renueva la imagen del fresco “La desesperación”, de Giotto, se corta a la mitad como un papel; en otro, de material liso y frío, la mujer-niña sin cabeza y sin brazos sobrevive con un hueco perturbador en el pecho.
En la película Alberto Giacometti, qu’est-ce qu’une tête?, de Michel van Zele, que se proyecta en Proa, aparece Balthus diciendo el fin de una historia. Breton: “Todo el mundo sabe lo que es una cabeza hoy en día”. Giacometti: “Yo no”. Por la cabeza había entrado en la galería Pierre Loeb de París (donde exponían los surrealistas y se hizo conocido), y por lo mismo se peleó con Breton. Durante el pasaje por el surrealismo, que es el de las esculturas afectivas/abstractas, no abandonó la investigación acerca de la cabeza, sólo que lo hizo por otros medios y procedimientos que aprendió a dominar, incluso por la experiencia de la ausencia como en la citada “Mujer que camina…”. Luego volvió al trabajo solitario y al natural, y con ello a los modelos familiares, a los que había abandonado en 1925 luego de algún despunte en la imaginación y en el expresionismo, como en el “Cráneo” de 1923 y otras obras que acabaron en museos nórdicos.
Ya en la época lejana, la de Suiza, de la que quedan el primer óleo y el primer busto esculpido, Giacometti buscaba entender cómo es. En el recorrido que preparó la curadora, “Los comienzos. El descubrimiento del arte primitivo”, las cabezas de su hermano Diego (un modelo fraternal que lo acompaña y lo asiste durante décadas), y la de su padre, el pintor impresionista Giovanni Giacometti, se superponen a los dibujos y las pinturas expuestos en la planta baja. “Cabeza del padre”, para empezar, habla y obliga a pensar qué dice en un contexto cargado de interrogantes y de formas venidas de culturas aplastadas por Europa y en especial por el Vaticano (Egipto, Oceanía, México), testimonios del arte que Giacometti pudo apreciar muy joven en igual medida que a los pintores del quatroccento.
JAULAS. Es difícil decir qué conecta una sala con otra, qué relaciones guardan y cuáles ocultan la suma de cuadros, objetos, esculturas. Por lo pronto, el paisaje blanco de la exposición tiene en común la tensa tranquilidad del silencio. Mientras el recepcionista del Museo Xul Solar intercambia sinfonías de Beethoven, y las paredes del Museo Nacional de Bellas Artes emiten “música funcional” para hacer dormir a los guardias, las salas de Proa conservan un silencio denso que completa la relación de Giacometti con el vacío. Este tipo de experiencia le habría interesado a Samuel Beckett, que en su momento le encargó la escenografía de Esperando a Godot y recibió de Giacometti un árbol delgado y solo.
Podría decirse e inventarse mucho acerca del vínculo entre las obras y las salas de exposición, pero nada que pueda superar el hecho de estar allí. Un acercamiento conceptual puede tener equivalentes, pero no una sensación. Entre “Jaulas y marcos” y “Las dimensiones de la representación: alrededor de Jean-Paul Sartre” se establece el salto de la vanguardia al existencialismo, que en Giacometti se perfila como un modo de observar a los otros y, desde allí, ver las tinieblas de sí mismo. La crítica señala que Giacometti, como otros artistas franceses (de Duchamp a los oulipianos), encontró en la novela Locus Solus de Raymond Roussel una ocasión de ampliar los límites de la imaginación: un pasaje que cita Cocteau (otra vez Opio), Roussel hace aparecer a la vista “cierta bola aérea casi diáfana” a la que Giacometti dio forma y colgó dentro de una jaula de hierro (“Bola suspendida”, 1930-31). Cocteau concibió la esfera blanca leyendo a Roussel, una imagen que luego pasó por la visión de Giacometti y ahora es de las obras más misteriosas entre los objetos que, según González, el crítico español, hacen una reconstrucción melancólica de la lentitud, opuesta al “griterío inaguantable” de los surrealistas.
Descubrir las jaulas, que en Locus Solus son también de cristal, es igual a saber que se puede crear hundiendo, sometiendo a otro. ¿Qué es, si no, quedar cautivo? Un ejemplo literal del encierro es “La jaula, primera versión” (1950-51), y siguen otros casos de “cárceles benignas” que remiten a la misma preocupación por el encierro de la existencia, así “Cabeza sobre varilla” (perfil de horror, frente feliz), de 1947, un yeso en el que se ha querido ver la más íntima autopercepción de Giacometti. “La nariz”, inspirada en la literatura japonesa, un bronce también de 1947, es una experiencia culminante e inclasificable y adelanta, en su cautividad moral, inconforme y burlesca, la expresión de los memorables retratos de su esposa Annette y de Caroline, una muchacha del bajo de París, del profesor Yanaihara (que introdujo el existencialismo en Japón), de Simone de Beauvoir y de Sartre, los primeros y repetidos, omnipresentes después de la guerra, homenajeados en una sala.
No se sabe hasta dónde Giacometti estaba influido por la filosofía francesa y hasta dónde influyó en ella. Merleau-Ponty se interesó por las obras y anotó que Giacometti, como Matisse, enseña a ver contornos de cuerpos “no a la manera ‘físico-óptica’, sino como nervaduras, ejes de un sistema de actividad y pasividad carnales”. La conexión con el representante de la fenomenología estaba dada por la investigación de la realidad y del objeto en el espacio. Giacometti decía tener suficientes problemas con lo exterior como para preocuparse por lo interior, de donde extraía involuntariamente, como si fuera un pozo, la fuerza emocional, que no era buscada. Sartre había visto que es “lírico cuando esculpe, objetivo cuando pinta”, pintor y escultor, ambas cosas, “ni lo uno ni lo otro y lo uno y lo otro”.
A mitad de los cuarenta no era extraño que un artista leyera y aplicara un libro como El ser y la nada, una puerta a la filosofía de la percepción. Giacometti decía que antes de 1945 había una realidad “conocida o banal”, que para él se terminó allí. “Advertí que entre el hecho de ir al cine y el de salir del cine, no había interrupción”, decía. Desde entonces y hasta ahora nunca se ven las cosas sino “a través de una pantalla”. Para aprehender la imagen, compartía los puntos de partida con Roquentin, el protagonista de La náusea: la búsqueda del personaje de Sartre, que empieza con la especulación ante una botella de tinta, está ampliada en la realidad por Giacometti, muy dado a los adelgazamientos y los alargamientos de las figuras que tenía frente a sí. El impulso de la visión es tan desesperante que les haría decir a ambos (a Roquentin, a Giacometti): “Quisiera ver claro en mí antes de que sea demasiado tarde”.
El yeso retocado con navaja, el bronce hundido, presionado, el trazo del pincel, los movimientos, casi todo tiene la huella del dolor milenario y primitivo que Genet reconocía en el taller de la rue Hyppolite-Maindron. Se ve en toda la línea donde se acumulan bustos (los de Annette, fuertes), en obras aisladas como “Desnudo de pies sin brazos” (1954), en la cabeza saliendo de las piedras (“Busto de hombre”, 1956), en el grupo “El bosque” (1950), en el que las figuras están como los árboles, solas, cerca, sin tocarse. “El bosque” es la evidencia: el arte etrusco, como querían los críticos, no es una memoria más importante que los pinos “altos y esbeltos” y las piedras “fuertes y amigas” que Giacometti veía de niño en el pueblo de Vel Bregaglia.
Después de recorrer la sala de “Figuras y busto” hay un lugar, de salida, con el título de “Monumentos”. Quienes conocían estas esculturas a través de libros y de pantallas se sorprenden del volumen de “Hombre que camina I”, “Gran mujer I”, “Gran mujer IV”, que Giacometti proyectó para espacios abiertos y han sido, desde que se expusieron por primera vez en Europa, una experiencia sentimental, una atracción para el público. Hombres que caminan y mujeres contenidas, quietas. Hombres que recibieron el mandato de Breton: “Partan por los caminos”, “dejen todo”, “dejen lo seguro por lo inseguro”, tengan hijos, llévense el arte a la calle. A la altura de los monumentos, que representan sus últimos años, Giacometti había llegado a un extremo de “copiar la apariencia”, de crear un objeto que estuviera cargado con igual intensidad que la realidad de la que venía. Quizá no le importaba hacer otra cosa. Hacía años que iba al Louvre y se quedaba viendo a la gente, quería captar la vida antes que apreciar las obras con su “aspecto tan miserable”.
Como la primera vez, en 1913, cuando hizo “una delicada cabeza de Diego”, al final llegó al punto de partida, que sintetizó en una proposición que parece sencilla: “si tuviéramos una cabeza, tendríamos el resto; si no se tiene la cabeza, no se tiene nada”. La cabeza es una posibilidad y una ilusión, es la vida y la muerte. En todo caso, cada cual decide qué hacer con ella. La mejor foto que existe de Giacometti es de Henri Cartier-Bresson y corresponde a un día de lluvia de 1961. John Berger le dedicó un ensayo. Se ve a un hombre cruzando la calle con la cabeza metida bajo el cuello de la gabardina. El cuerpo sin cabeza o la estampa de alguien que camina con la conciencia en otra parte. Con ese gesto, Giacometti seguía mostrando humildad. Fracasaba cada vez que quería darle al trabajo una emoción real, cada vez que se enfrentaba con la realidad y quería conocer al menos un aspecto de la más compleja de las estructuras. Hasta el final persistió en su trabajo sobre la forma inacabada y no se distrajo, no se dejó atrapar por el dulce de la fama. En el café donde leía el diario era un ciudadano anónimo, un hombre que salía a la calle y caminaba ajeno a todo lo que no fuera un hecho de conciencia.
“Lleva sobre sí un vacío a la manera del caracol que porta su caparazón”, decía Sartre. “Un caracol sobre una rama quebrada”, decía un verso ceremonioso y angustiante de un poeta posterior al existencialismo.
En materia de arte, 2012 será recordado como el año de las grandes visitas: obras de Caravaggio, Tracey Emin, Christian Boltanski, Alberto Giacometti e incluso maestros como Rafael, Tiziano y Rubens, han desembarcado en el país en el contexto de distintas muestras que generaron en el público un magnetismo sin igual.
Este fenómeno tiene correlato a su vez con otro proceso que -aunque comenzó en los últimos años-, se acentuó con fuerza en este 2012 y se trata de la multiplicación de espacios expositivos de distintos perfiles, estrategias y políticas de posicionamiento.
"Lo más destacado es la multiplicación de espacios con perfiles, presupuestos y proyectos de lo más variados, confirma Marcelo Pacheco, curador en jefe del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, donde se vieron a Tracey Emin y Beatriz Milhazes.
A la cabeza de este fenómeno se coloca la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA) -uno de los hitos de la temporada- que abrió en septiembre en un modernísimo edificio de San Telmo, para exhibir la vasta colección de arte abstracto del empresario Aldo Rubino, con dirección artística de la historiadora María José Herrera.
La oferta cultural de la ciudad incluye a la Fundación Proa en La Boca y una fuerte apuesta a la escena internacional -como Giacometti- o el Museo Nacional de Bellas Artes con una nueva museografía y refacción arquitectónica, dispuesto a exhibir la renovación de las salas del primer piso.
También, la política de exposiciones históricas de Fundación Osde (como por ejemplo Discursos gráficos dedicada a los artistas y grupos de grabadores del país)-, o el Faena Arts Center y un inmenso edificio para sites specific (obras en las que se utilizan los elementos de significación del lugar donde se produce.
Imposible no mencionar arteBA, una feria de arte contemporáneo que cada año recibe unas 100.000 visitas en cinco días, las novedosas ferias Eggo de arte emergente (aggiornamiento de la vieja Expotrastiendas), Buenos Aires Photo; la feria Arte Espacio, un Almacén de Arte en San Isidro o la primera edición de Expoarte 2012, una Feria Argentina de Arte Clásico al Mundo.
"El 2012 fue un año privilegiado con grandes exhibiciones en las principales instituciones de la ciudad, reafirma la directora de Fundación Proa, Adriana Rosenberg, donde se exhibe la extraordinaria retrospectiva del suizo Alberto Giacometti.
"En el Museo Nacional de Bellas Artes, desde ya, la actual exhibición de Caravaggio y sus seguidores. En Malba, en el comienzo del año, ByeBye American Pie, la retrospectiva de Enio Iommi en el Centro Cultural Recoleta y el proyecto que realizó Christian Boltanski en toda la ciudad, son muestras que destaco, dijo Rosenberg a modo de balance.
No habría que dejar de lado puestas como la del suizo Jean Tinguely -una figura clave del arte del siglo XX-, en el Centro Cultural Borges, las fotografías de André Kertesz en Fundación Osde, así como el desembarco en el Bellas Artes de dos préstamos: el Doríforo, una copia romana del siglo I d.C. del original atribuido al griego Policleto, así como el óleo San Juan Evangelista de El Greco, llegado del Museo del Prado de Madrid.
Según Herrera, directora artística del Macba, fue un gran año con muestras importantísimas y enumera la exposición de arte cinético de los años 60 Real/Virtual en el Bellas Artes -cuando ella aún era jefa de investigaciones del museo-, las piezas de "Meraviglie dalle Marche. Seiscientos años de pintura italiana" en el Museo Nacional de Arte Decorativo y Giacometti.
"Creo que se confía más en la importancia de la cultura. Es algo que crece pero hay que invertir mucho para que rinda, advirtió.
Para Pacheco, la gran pregunta es si esta seguidilla de grandes muestras forma parte de las habituales convulsiones que ocurren en Argentina cada veinte años que agonizan rápidamente o si esto vino para quedarse "Estamos hablando de lo que ya vimos en los años 80, 60, 40 y 20, que tenía que ver con Buenos Aires como sede de muestras del exterior importantes, que después desaparecen ... ¿o vamos a modificar las estructuras internas?. Debe haber estrategias de Argentina hacia el mundo, exhortó Pacheco.
"Este año, obras de los argentinos Oscar Bony y Lidy Prati han entrado a la colección permanente del MOMA, el museo que consagra la modernidad en el mundo, y para mí, eso es mas importante que cualquier muestra que se haya hecho en Buenos Aires.
Este año abrió sus puertas en Buenos Aires, en pleno barrio de San Telmo, un nuevo museo privado, el MACBA – Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires- patrocinado por el financista y coleccionista Aldo Rubino. Este nuevo espacio es el tercero que se abre en los últimos once años en la capital argentina, después del MALBA de Eduardo Constantini y el dedicado al patrimonio de la desaparecida empresaria y mecenas Amalia Lacroze de Fortabat.
El MACBA inauguró su vida institucional con una colección dedicada a la geometría y la abstracción con obras de Víctor Vasarely, Camilo Arden Quin, Alejandro Puente, Juan Melé, Julio Le Parc, Richard Anuszkiewicz, Carlos Cruz-Diez, Guillermo Kuitca, Raúl Lozza, Heinz Mack, Marta Minujín, Kenneth Noland, Sarah Morris, Leon Polk Smith y Luis Tomasello.
Para el MALBA –Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires- fue un año en alza. Pensando en la ampliación de 3.800 m2 que el año pasado le aprobara la legislatura porteña, el museo de Constantini reestructuró este año su colección permanente con una nueva propuesta que pone al alcance de los visitantes nuevas obras de su patrimonio, además de importantes creaciones recibidas para esta ocasión de manos privadas.
En el MNBA porteño por su parte presentó este año una muestra dedicada al maestro del claroscuro, el pintor italiano Caravaggio y sus seguidores. La colección, que primero pisó el MASP -Museo de Arte de San Pablo- fue curada por el brasileño Fabio Magalhaes y por el italiano Giorgio Leona y el diseño de la exposición lo realizó Rosella Vodret, una de las autoridades en la obra de Caravaggio a nivel mundial.
La Fundación Proa trajo una retrospectiva del gran artista plástico suizo Alberto Giacometti (1901-1966), conformada por 146 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, objetos decorativos y fotografías que van desde 1910 a 1960. La muestra, curada por Veronique Wiesinger, en base principalmente a piezas de la Fundación Alberto y Annette Giacometti y coleccionistas privados, incluye las célebres figuras monumentales que el autor realizó entre los años 40 y 60.
En este año se continuó con la actividad de los grandes premios, el del Banco Nación y el del Banco Central y los Grandes Premios Nacionales, homenajeando a los ya consagrados y estimulando a los nuevos valores en el camino del arte.
En el interior del país mientras tanto, el movimiento en los museos fue igual de intenso.
Para el MNBA Neuquén fue un año jalonado por las muestras "Cuerpo a cuerpo", de Graciela Sacco; "Buenos Aires 1930-2000. La ciudad en diálogo", de los fotógrafos Horacio Coppola y Facundo de Zuviría; "Arte y trabajo", el patrimonio pictórico de UPCN, una nueva edición del Festival de la Luz y el broche de oro que fue la monumental retrospectiva de Marta Minujin, más que una muestra todo un acontecimiento social y cultural.
Pero Neuquén no fue la excepción de la Patagonia, San Martín de los Andes tuvo su 4to Encuentro de Pintores con la participación de artistas plásticos de todo el país. El encuentro fue declarado de interés nacional por la Secretaría de Cultura de la Nación y organizado por la Asociación Hotelera Gastronómica de esta ciudad. Y en la ciudad más austral del mundo, Ushuaia, se llevó a cabo la segunda edición del MAF -Mes del Arte Fueguino-una iniciativa de los gobiernos de Tierra del Fuego, de la ciudad capital de la provincia y el Museo Marítimo Ushuaia con más de treinta proyectos entre performances, instalaciones, videos, fotografías, pinturas y esculturas.
Asimismo en la Mesopotamia, Corrientes lanzó "La Gran Sombra. Acciones Creativas", con artistas de Corrientes y Chaco. Este proyecto institucional está pensado para exhibir la producción artística de la región, para que se conozcan sus museos, su historia y su paisaje, dando visibilidad nacional a una región relevante en su producción cultural.
Los museos de Córdoba, San Juan y Rosario no se quedaron atrás y presentaron muestras y nuevas colecciones, en un movimiento cultural que a esta altura de la historia ya no tiene freno.
Pese a la crisis, el arte siguió adelante en este año 2012 con balance positivo, con los viejos y nuevos nombres, pero siempre apostando a la creatividad como motor de cambio de las sociedades.
Conformada por ciento treinta piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística de Giacometti desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60.
Esta línea de tiempo permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimentó a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr ese sello estético en el que asimismo estuvieron implicados su padre y su hermano Diego.
El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, de París, y vino a Buenos Aires auspiciado por la embajada de Francia y Tenaris-Organización Techint, y estará en exhibición en la Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, hasta el 9 de enero de 2013, de martes a domingo de 11 a 19.
Alberto Giacometti fue un contemporáneo, un “hombre de su época” y llevó, a lo largo de su vida, una prolijísima carrera como artista. Él fue escultor, y de joven viajó a París. Se interesó por el arte africano y más tarde, por su interés en los espacios oníricos, perteneció al grupo de surrealistas comandado por el poeta André Breton. Al poco tiempo, el mísmo Breton lo invitó a Giacometti a abandonar el movimiento, invitación que también hizo oportunamente a Salvador Dalí.
Las imágenes más conocidas de este artista son las de las esculturas de hombres y mujeres en bronces oscuros, de proporciones un tanto alargadas que recortan el blanco de la sala como grietas. En el año 2010, su obra “Homme qui marche” (Hombre que camina, se puede ver en la muestra) fue vendida por una casa de remates como la obra más cara subastada hasta ese día: 104.3 millones de dólares; más que el Picasso más caro.
Pero el verdadero motivo por el cual hay que ir a ver la muestra es por la capacidad de este artista de mirar y reinterpretar en cada obra aquello conocido, aquello que damos por sentado: la figura del hombre y de la mujer, el espacio que ocupan, cabezas y hasta sueños con sus respectivas “jaulas”. Éstas son esculturas/instalaciones en donde Giamoetti delimitaba el espacio onírico, delimitándolo en sus márgenes con escenas a veces abstractas o surreales traídas del inconsciente. Para completar el recorrido, se pueden ver a lo largo de la exhibición estudios en papel y pinturas que remiten directamente al estilo de las esculturas pero con la carga dramática del trazo de la mano y el pincel.
Alberto Giacometti fue un transgresor de su época: atravesó distintas vanguardias de la primera mitad del siglo pasado sin traicionar nunca a su trazo y estilo propio, fue consecuente con las búsquedas del arte de su tiempo.
No sucede tan a menudo que tenemos la oportunidad de ver exhibiciones de artistas fundamentales de la historia del arte del siglo XX europeo . Alberto Giacometti es uno de los más grandes escultores en el mundo del arte, una pieza clave para el arte de nuestros días y un artista al que calificativos como “clásico” y “moderno” le quedan demasiado chicos.
“Alberto Giacometti, Qu’est-ce qu’une tête? ou la fuite du temps”
(Alberto Giacometti, ¿qué es una cabeza? O el paso del tiempo)
Francia, 2001
Director: Michel Van Zele
Duración: 64 min.
Documental
Cuándo: El jueves 6 de diciembre a las 16.
Dónde: En el Auditorio de Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929.
“La imposibilidad de aprehender la alteridad en su totalidad”. Ni el interior ni la personalidad, representar lo que se ve y no lo que se siente. En esto radicó su interés por subrayar la importancia del punto de vista, reflejar la distancia desde la cual el sujeto es observado, o su posición en el espacio respecto del espectador. La forma parcelada o facetada, porque no es lo mismo mirar algo de frente que de perfil.
“En un hombre todos los hombres”. El devenir existencial en lo que nos rodea y nos envuelve, le permitió no pensar el espacio como un vacío, sino como un intercambio que reconoce un acomodo físico. Alejado de la representación naturalista y académica, la forma es sólo una excusa para acceder al alma, cada uno ve en la obra lo que quiere mirar. La figura espigada y descarnada -en ocasiones casi totémica-, reducida a su mínima expresión, se convirtió en el eficaz vehículo de sus ideas. Importa más por lo que evoca que por lo que evidencia.
La combinación de ambas cuestiones lo llevó a indagaciones que derivaron en series de obras abordadas en etapas sucesivas desde 1925 a 1965: cabezas, jaulas y marcos, figuras y bustos, y monumentos. Series agrupables en tres figuras icónicas: “Cabeza”, “Figura femenina de pie” y “El hombre que camina”, y que condensan una extraordinaria imagen contemporánea.
Surgidas de una reflexión desesperada que intentó situar a los hombres ante la realidad de la Segunda Guerra Mundial, para luego enfrentarlo a lo que ésta dejó cuando acabó. Una realidad habitada por seres que marchaban acompañados pero en profunda soledad. Siluetas fugaces de hombres caminando en una errancia devenida permanente, porque todo rastro de lo eterno ha sido borrado de la vida cotidiana, en la cual no puede establecerse ni hallarse ubicación o localización alguna. El sitio ha perdido lo que lo convertía en un destino, ha perdido el territorio del espacio de la experiencia.
2) ¿Qué es una cabeza? La experiencia surrealista. El objeto
3) Jaulas y marcos. Las dimensiones de la representación.
4) Figuras y bustos. Monumentos.
Logística de la visita: trasladaremos a los interesados en realizar esta experiencia, en una traffic que partirá desde el Malba y hasta PROA a las 15:00, con vuelta al punto de encuentro a las 17:45 aproximadamente.
Nacido el 10 de octubre de 1901 en Borgonovo, Suiza italiana, Giacometti comenzó a dibujar y esculpir desde la adolescencia, tomando como modelo a sus familiares. Apasionado por la literatura, las ciencias naturales y la historia (quedó impresionado por la Revolución Rusa), continuó su actividad artística hasta seguir escultura en la Escuela de Artes y Oficios de Ginebra.
En 1920 acompañó a su padre, pintor impresionista, a Venecia, admirando a Tintoretto, siguió a Padua donde el Giotto lo apasionó. En Florencia y Roma lo atrajo el arte egipcio, pasó por Asís y descubrió a Cimabue y, dos años más tarde, llegó a París para frecuentar la Academia de la Grande Chaumière y las clases de Bourdelle. Influido por el cubismo (Laurens, Arp, Lipchitz) y el arte primitivo de África, Oceanía y México, comenzó a abandonar la representación realista por la imaginaria.
Al conocer a los integrantes del surrealismo y en especial a André Breton y Salvador Dalí, se plegó al movimiento y realizó algunas de sus mejores piezas que aún hoy mantienen una extrema sugestión y misterio. Exluido del grupo surrealista en 1935, comenzó a modelar bustos de su hermano Diego. Vinculado a Picasso y a Jean Paul Sartre, durante la guerra se trasladó a Suiza para volver a París en 1945 y ejecutar la obra que lo caracterizará para siempre: esculturas de cuerpo entero o bustos, modelados a la manera impresionista, delgadísimas, afiligranadas, resultado de sesiones agotadoras impuestas a su hermano y a su mujer para en definitiva construir figuras asexuadas, casi desmaterializadas, ásperas en el escaso volumen, caminado y abriéndose paso en el espacio.
Sin innovar, y a contrapelo de las vanguardias a las que supo pertenecer, se acercó al existencialismo en la acentuación de la subjetividad, al vacío y la angustia del hombre de posguerra. De fama temprana, recibió importantes premios (Carnegie, Guggenheim, Bienal de Venecia, Gran Premio Nacional de las Artes en Francia) y en recientes subastas alcanzó cifras siderales. Murió a los 65 años, de un infarto de miocardio.
Las consideraciones que anteceden, para ubicar al lector, son las que habitualmente difunden libros, catálogos y diccionarios. Hay ciertas omisiones o recortes interpretativos, sin embargo. Los 150 trabajos que se exhiben en la Fundación Proa están distribuidos en cuatro salas: los comienzos y la influencia del arte primitivo donde, curiosamente, se omite la del arte etrusco, fundamental en su última, conocida y sobre estimada producción. El sector dedicado a su etapa surrealista es, sin duda, de mayor importancia, el más original en sus estructuras enjauladas: “La nariz” de encrespado erotismo, diferente a la divertida metáfora del cuento del mismo nombre de Nikolái Gogol (1836) del hombre que perdió la nariz, luego convertida en ópera por Dimitri Shostakovich (estrenada en el Teatro San Carlos de Lisboa en los noventa con ingratos resultados) y citada por Woody Allen en “El dormilón”. Indudablemente que hay un sesgo surrealista en el tema, grotesco en versión operática, aunque Giacometti, al igual que en “Bola suspendida”, asume una posición onírica inquietante, similar a “Mujer degollada”, aquí ausente. Tres piezas notables del artista.
A partir de 1940 Giacometti se interna en la figuración, en la fijación de rostros y figuras de cuerpo entero de sus familiares: el pasaje del surrealismo al existencialismo (intimó con y su círculo), teniendo ambas corrientes en común enfatizar la subjetividad. El análisis de la existencia y la manera en que el ser humano existe en el mundo lo conduce a la representación y a las convenciones tradicionales. Ya Rodin hizo de “El hombre que camina”, fragmentado, sin cabeza y sin brazos, el emblema de la modernidad y la estética del fragmento, en su crepitante modelado barroco. Giacometti despoja de carnalidad a sus figuras y remite, notoriamente, a la escultura etrusca que en inspirada poesía, Gabriele D´Annunzio asoció en “Ombra della sera” (Sombra de la tarde) esos bronces delgadísimos a sombras alargadas de los cuerpos al atardecer (una réplica reducida de ese bronce del siglo III a.C., museo de Volterra pertenece a Lisa Block de Behar quien me recordó esa relación), al contrario de las sombras arquetípicas de la caverna platónica que metaforizan las ideas. El escultor declaró que las siluetas de los espectadores en el cine influyeron en su concepción sombría de bustos y miembros descarnados.
Artista sobredimensionado por el público y los subastadores, Giacometti estereotipó la angustia existencial en el continuado y limitado repertorio formal que remite a un primitivismo sin reapropiarse con sesgo original como lo hizo Picasso, entre otros muchos. La retrospectiva muy bien presentada es, de cualquier manera, cautivadora, incluyendo sus dibujos - pinturas intensos.
Esta exposición de Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 1901-París, Francia, 1966) que se puede ver en la Fundación Proa de Buenos Aires hasta enero 2013 no es ni más ni menos que eso. En un despliegue inédito para el Río de la Plata (la muestra pasó antes por Río de Janeiro), la Fundación Giacometti hizo viajar la mayor parte de las 148 obras (esculturas sobre todo, claro, pero también sus sorprendentes pinturas y bocetos) desde su sede en París. El resto del conjunto se completa con obras de colecciones privadas de Buenos Aires y otras que pertenecen al acervo del Museo de Arte Moderno de Río. Cuando se abandona el edificio del barrio de La Boca queda esa sensación sartreana. El observador siente que ha invadido la intimidad colectiva de un pueblo detenido en el tiempo del arte. Una soledad de a muchos, que hace equilibrio entre la quietud hierática de los hombres de Pompeya y el movimiento de las metrópolis del siglo XX.
Así, la obra ícono de Alberto Giacometti, "El hombre que camina", tan reconocible al ojo contemporáneo, sugiere un hombre petrificado -lava del Vesubio- pero también, y esto es lo incómodo, parece echado a andar, revivido como Frankenstein.
Recorremos el vacío que intermedia entre las obras de Giacometti junto a la experta francesa Véronique Wiesinger, que lleva diez años como curadora jefe de la Fundación. Fue como una sutil excursión a una humanidad hibernada, parte del capital simbólico más alto de Occidente en los últimos cien años.
LAS JAULAS DE BACON.
-¿Es Giacometti un puente entre la escultura académica y la contemporánea, o es un desvío?
-Giacometti no estuvo relacionado con la escultura clásica. En todo caso su obra puede ser un puente entre la abstracción y la figuración. Lo más relevante es que nos mostró un modo distinto de lo que podía ser la escultura. Y la pintura también.
-La pintura es como un lado B de Giacometti, ya que su nombre se identifica rápidamente como el de un escultor. ¿Qué diría de la pintura de Giacometti en relación a sus esculturas?
-La pintura era igual de importante para él. Para esta muestra, como el espacio no era suficientemente grande, tuve que hacer algunas selecciones. Decidí enfatizar la escultura y elegir pinturas muy específicas que acompañan un cuerpo de esculturas en cada módulo. Por lo que cada pintura está ahí como un recordatorio de lo que podía hacer pintando al mismo tiempo. Pero son piezas absolutamente independientes. Sus temas y obsesiones son los mismos tanto en pintura como en escultura. Giacometti iba y venía de una cosa a la otra.
-¿Por qué entonces es más relevante como escultor que como pintor?
-Yo no diría relevante sino más conocido. Y eso es porque sus esculturas forman parte de las ilustraciones de los libros de texto y, luego, porque algunas de sus esculturas trascienden el mundo del arte y están en la memoria visual de la gente. Pero son pocas. Por eso traté de traer a la Argentina un panorama completo de su obra escultórica desde la primera a la última.
-Algunas de las pinturas que usted trajo recuerdan mucho a la manera en que Francis Bacon enjaulaba a sus retratados. ¿Ve ese vínculo?
-Por supuesto. Bacon siguió mucho la obra de Giacometti, en especial estas jaulas (N de R: Wiesinger señala esculturas enmarcadas). Bacon decididamente utilizó este recurso de Giacometti y a través de él realizó una obra personal y única.
-¿Qué cree que diría Giacometti sobre un escultor contemporáneo como Jeff Koons?
-Uh… Quién sabe… Habría que preguntarle a Giacometti, ¿no? Es muy difícil decirlo. Giacometti llegaba a la obra después de una búsqueda filosófica, era muy serio acerca de esto y su objetivo final era que la vida de la gente fuera más rica; trabajaba para que la gente pudiera entender mejor su interior. No hay que olvidar que para él la obra se terminaba en el espectador, así que para eso quien viene a ver una obra de Giacometti tiene que traer su cultura, su memoria, sus obsesiones. Esto no parece muy en el estilo de alguien como Jeff Koons.
-Asumo que la posmodernidad habría sido un terreno hostil para alguien como Giacometti.
-No estemos tan seguros. Hay artistas que plantean preguntas relevantes. Christian Boltanski, por ejemplo, es alguien que prácticamente trabajaba sobre los mismos asuntos que desvelaban a Giacometti: qué significa estar vivo, qué sabemos de la muerte, qué es la memoria.
-¿En qué escultor contemporáneo diría que vemos la huella de Giacometti?
-No se trata de esculturas sino de ideas. Boltanski hace instalaciones pero aún así veo el vínculo con Giacometti. Un trabajo muy serio y filosófico para empezar. Creo que la única posibilidad de supervivencia para el arte hoy es permanecer fuera del juego del consumismo. Giacometti era un artista políticamente comprometido. Al final del día se trata de eso.
-¿Era un hombre de izquierda?
-Era un artista de izquierda que nunca usó su trabajo artístico como propaganda porque su concepción del hombre se hace visible en la obra.
EL ENCUENTRO CON PICASSO.
-A Giacometti le tocó vivir la París que le inspiró una novela a Hemingway. ¿Qué marcas dejó en él? ¿Era un artista metódico o un bohemio irredento?
-París, en primer lugar, era una ciudad donde podía encontrarse con gente muy distinta a discutir los asuntos del mundo, fueran políticos, filosóficos o artísticos, y esto es lo que más amaba de la ciudad. París, más que una ciudad, era un concepto: el lugar donde los intelectuales se encontraban.
-¿Cómo fue el vínculo entre Giacometti y Picasso?
-Picasso era mayor que Giacometti. Por lo que cuando Giacometti empezó se sintió muy atraído por la obra de Picasso, que ya era famoso entonces. Pero Picasso fue muy gentil para con Giacometti. Tuvieron varios encuentros y no se sabe bien quién lo propuso, pero tuvieron la idea de que Giacometti hiciera un retrato de Picasso. Giacometti empezó a trabajar en la escultura pero decidió dejarla porque no quería que se viera como si estuviera usufructuando el nombre de Picasso para sobresalir. Esta decisión es muy importante. Nos muestra su respeto hacia otro artista, pero además su convicción por la originalidad, por definir un camino propio. Y esa es la lección principal de Giacometti: definir un camino propio. No ir detrás de los demás.
-¿En qué año tuvieron este encuentro?
-Esto sucedió en 1947. Hay que tener en cuenta que para esa fecha Giacometti no era tan conocido. Su primera muestra importante fue en 1948 en Nueva York.
-¿Fue ese su año bisagra?
-No, el gran cambio lo dio durante 1947, más allá de la anécdota con Picasso. Ese fue el año en el que decidió estrechar lazos con Jean-Paul Sartre y alejarse de André Breton. Hizo su opción.
CONFLICTOS SURREALISTAS.
-La relación de Giacometti con el surrealismo es bastante curiosa. ¿Cuál fue el episodio que le costó la expulsión del movimiento?
-Es que para André Breton echar artistas del movimiento surrealista era como un deporte. Giacometti fue expulsado dos veces y la última decidió que no regresaría. Y lo hizo por una buena razón, necesitaba hacer su camino. El surrealismo empezó oficialmente en 1924 y si bien Giacometti ya estaba en París su vida estaba totalmente alejada de la de los surrealistas. El era todavía un estudiante bajo la tutela de Bourdelle y no tenía ninguna relación con los artistas avant-garde. De hecho llegó bastante tarde al surrealismo pero sucedió que su búsqueda había resultado tan paralela a la de los surrealistas que devino inmediatamente en el escultor surrealista. Su estilo era tan diferente que la idea de la escultura-objeto fascinó a Breton y su cenáculo. Pero se sintió rápidamente atrapado en el dogma surrealista. Breton quiso forzarlo a hacer arte de propaganda y Giacometti no quería hacer eso; el sentía que la obra de arte hablaba por sí misma y no debía ser explotada para vender otro mensaje.
-¿Qué tipo de propaganda le reclamaban?
-Propaganda para las ideas del surrealismo. Hubo una exhibición muy importante en contra del colonialismo y si bien Giacometti no estaba a favor del colonialismo entendía que la obra de arte no podía ser instrumentalizada.
-Quizá porque su contribución fue africanizar el arte europeo.
-Entendió el arte africano mejor que muchos otros porque capturó la cualidad mágica. Es por eso que se ve todo tan violento y potente.
-¿Estuvo Giacometti en Africa?
-No, Giacometti no viajaba nunca. El estaba convencido de que aún desde una ventana podía verse todo el mundo. Para él, una persona podía ser como miles de otras personas por dentro. Por eso es que a partir de los mismos modelos podía realizar versiones absolutamente distintas de cada uno.
-¿Cómo reflejó su obra el pensamiento de Sartre?
-Sartre no influenció a Giacometti sino que tuvieron una serie de conversaciones y yo diría que fue al revés: las ideas de Giacometti contribuyeron al pensamiento de Sartre. Sobre todo en esta idea de un hombre genérico. Un hombre hecho de todos los demás, igual a cualquier otro. Una idea que Giacometti exploró durante un largo período luego de la Segunda Guerra Mundial tanto en pintura como en escultura.
CAPTURAR EL ESPACIO.
-¿Cómo empezó con la idea de las jaulas?
-Empezó realmente durante su estadía en el movimiento surrealista con la obra "Bola suspendida", donde define una especie de set teatral. La jaula no hay que tomarla en el sentido de una prisión sino como algo que se dibuja en el espacio, que lo define. Esto lo siguió explorando luego del surrealismo en obras como "La nariz". Como puede verse, la nariz se sale del perímetro de la jaula y entra en nuestro espacio, en el espacio de la realidad. Trabajó dos años enteros en este tipo de piezas y luego las abandonó porque quería intentar capturar el espacio intrínseco a la escultura antes que definir un escenario. Nos invita a entrar en el radio de la escultura. Todo lo contrario.
-¿Qué metáforas diría que se alojan en el bronce, el material al que Giacometti consagró su vida?
-El bronce y Giacometti son indisolubles. Es un material contradictorio. Es algo por un lado sólido pero que también se corrompe. Además él lo encargaba a una fundición: Giacometti no tenía control sobre ese proceso. Y esta idea tiene raíces en la alquimia. El no podía tener control sobre la materia porque el bronce se corrompe y en la acción de pasar los moldes a la fundición se da la evolución de la obra. La opción del bronce en Giacometti es crucial.
-¿El bronce estuvo siempre?
-Prácticamente desde el principio. La primera vez que fue contratado por una galería en 1929 ya trabajaba el bronce. No era un buen período para el mercado, estaba al borde de la gran crisis.
-¿Qué camino cree que le mostró Bourdelle?
-Creo que Giacometti aprendió de Bourdelle más de lo que él dijo. Porque Bourdelle trabajaba mucho sobre la base y la base es muy importante para Giacometti. La otra cosa importante es que Bourdelle estaba totalmente fascinado por las antiguas civilizaciones, de cualquier parte. Es probable que Giacometti haya visto libros, cosas, en esas clases internacionales de Bourdelle donde se mezclaban estudiantes de todo el mundo.
LA CABEZA PERDIDA.
-¿Es cierto que la primer compradora de una obra de Giacometti fue una coleccionista argentina?
-Absolutamente. Su nombre era Elvira, una mujer de la familia Alvear que simplemente entró a la galería Pierre Colle y decidió adquirir una cabeza de Giacometti, que en ese momento era un total desconocido. Lo curioso es que, al mismo tiempo, la familia Alvear había contratado a Bourdelle para que diseñara un monumento al General Alvear para Buenos Aires. Fue una gran casualidad que la misma familia hiciera de mecenas del maestro y su alumno.
-¿Consiguieron esa obra para esta muestra?
-Intentamos rastrearla pero no tuvimos éxito. En la muestra pusimos una de la misma serie pero no es la que ella compró porque verdaderamente nadie sabe donde está. Quizás se quedó en París.
-¿De dónde viene la obsesión de Giacometti por fabricar cabezas?
-Empezó con las cabezas bien desde el principio. Su primera escultura fue la cabeza de su hermano. Esta obsesión con las cabezas viene de su obsesión de interactuar con los demás. Cuando yo lo veo a usted no puedo mirarlo a los pies, miro su cabeza y sus ojos. Los ojos y el frente de la nariz eran las cosas más importantes para Giacometti. Y registrar la estructura de la cabeza. Pongámoslo así: Giacometti estaba más interesado en la gente viva que en el arte. Por eso sus esculturas dan la impresión de algo vivo.
-¿Qué hay de cierto en esa leyenda de que Giacometti tenía visiones de cabezas flotando en el espacio?
-Es absolutamente cierto. No eran sueños sino que él percibía la realidad de forma muy intensa. Cuando miraba a las personas podía intuir la calavera dentro de la cabeza; se había vuelto muy sensible y consciente del vacío alrededor de cualquier cosa. Y tenía estos momentos alucinados de ver una cabeza en medio del vacío. Tuvo que aprender a controlar estas visiones porque le provocaba vértigo tanta conciencia del vacío. Eso fue entre 1946 y 1947. "The Nose", por ejemplo, fue una obra que se le apareció viendo la cara de un muerto. Se sabe que las medidas del cuerpo cambian al morir, y Giacometti podía tener el don de registrar ese cambio en las dimensiones y en el vacío. El vio la nariz de la persona muerta crecer, y lo representó.
-¿Todas las obras que se ven en esta muestra fueron hechas a partir de modelos?
-Hay una combinación de modelos vivos y memorias. Pues Giacometti nunca se proponía captar momentos específicos sino algo que era más bien una acumulación de momentos. Por eso es tan difícil proponerse no mostrar un gesto determinado sino el pasado de ese rostro, más el presente e incluso el futuro. Hay que decir que la mayor parte de la gente en la que trabajó específicamente (no el hombre genérico) se volvió con el tiempo muy parecida a lo que él vio en su momento. Es muy interesante que él pudiera captar esa energía personal. Algo tan increíble como El retrato de Dorian Gray. La presidenta de nuestra fundación, que murió hace poco, posó para Giacometti. Era una mujer muy hermosa que en ese momento tenía 28 años. Murió a los 80 y cuando uno ve el retrato que le hizo Giacometti… Es increíble pero se parece a como ella fue después, con el tiempo.
Walking manSEGUIMOS A la curadora tres pisos por escalera hasta el rincón donde se ha dispuesto la exhibición de "El hombre que camina", obra símbolo de Giacometti y de la escultura moderna. La figura escuálida, de impronta esquelética, soporta silenciosa una especie de autopsia estilística mientras la rodeamos.
-¿Qué cree que una obra maestra como "El hombre que camina" nos dice sobre la cultura de hoy?
-"El hombre que camina" es posiblemente la mayor proeza de Giacometti porque dejó un ícono del siglo XX que sigue siendo absolutamente válido para hoy. Esta combinación de supervivencia y energía, vida y muerte entremezcladas sigue siendo tan relevante hoy como cuando fue creada y permanece en la memoria de todos.
-También es como si esta obra hiciera equilibrio entre el primitivismo y el modernismo.
-Sí, porque ese es el modo en el que trabajaba. La manera en que resolvía las superficies, una manera muy cruda. Esta crudeza, por cierto, es donde subrayaba el primitivismo.
-Es curioso pero la pose de la escultura me hace pensar en un hombre de ciudad, un urbanita del presente.
-Puede ser de ciudad o de cualquier lugar de la Tierra ya que está desnudo. No es una representación muy realista. Es un signo de la energía. Es un signo de lo que la gente hace todas las mañanas: la energía de los que se deciden a ponerse en marcha. Cuando la gente está viva pesa mucho menos porque esa energía es la que nos hace más livianos para movernos. Si mira a la base, los pies están como saliendo desde el centro de la tierra, como pegoteados al suelo. Es una base muy cruda.
-Insisto: uno asume por el conocimiento previo de esta obra que Giacometti pensó en un hombre primitivo. Pero frente a la escultura es imposible no pensar en que esta es la manera que tiene la gente de caminar rápido en las grandes ciudades…
-Sí, hay algo de eso. Avanzar.
-Podría estar saliendo de la escalera mecánica del subterráneo, por ejemplo…
-O podría estar saliendo de una casa de cambio muy preocupado porque perdió dinero.
-¿Qué nos dicen las proporciones de esta obra?
-Estaba pensado para ser un monumento en Nueva York que nunca se instaló. Por lo tanto está hecho para que la gente entre al monumento y sea parte de la escultura. La altura de "El hombre que camina" es la altura de una persona normal (N. de R.:debería estar al ras del piso pero pusieron la tarima por razones de seguridad). Mide 1,70 cm. Las mujeres en cambio miden tres metros de altura. Creo que las concibió como un bosque por donde transita este hombre común. Y las cabezas que vemos en el piso dan idea de piedras en el bosque…
Sobre el trabajo de Giacometti, escribe Pablo Reinoso: "La obra de Alberto Giacometti se alza como un icono de la escultura del siglo XX. Si pensamos en diez escultores que lo han marcado, los vemos a todos asociados a algún movimiento –surrealismo, figurativo, constructivo, conceptual, minimal, land art...– Pero en el caso de Giacometti, su obra nace y se refiere a sí misma. No genera un movimiento. Y el que se le acerca desde un punto de vista formal, se le queda pegado. (...) Cada obra requiere de un espacio. Todo es aire alrededor. Una suerte de vacío lleno de distancias. Ya no es la vista la que busca el foco sino nuestros propios cuerpos. Nos obliga a ir a buscar una distancia. Nos impone una distancia corporal. Sin darnos cuenta nos impone su perímetro de seguridad."
Artistas + Críticos se propone enriquecer el programa educativo de Proa y aportar nuevas perspectivas e interpretaciones sobre la exhibición y las obras a partir de la mirada singular y las voces de académicos, curadores y artistas.
Noviembre
Diciembre
Coordinadora: Ana Schwartzman
Sábado 17/11, 17 hs.
Pablo Reinoso nació en Buenos Aires en 1955 y desde temprano incursionó en la práctica escultórica. Desde 1990 se desempeña como diseñador y asistente de comunicación y en 2004 creó su propio estudio de arte y comunicación. Como artista ha participado de gran cantidad de exhibiciones tanto en Buenos Aires como en Paris, San Pablo, México, Nueva York y en ferias internacionales como Miami Basel, Arco y Fiac, entre otras. Sus obras se encuentran en diversas colecciones públicas del mundo: Museu de Arte Moderna de São Paulo; Mamba y Malba, Buenos Aires; Société des Amis du MNAM, Centre Georges Pompidou, Fonds National d’Art Contemporain, París y Musée des Arts Décoratifs, París; Musac, España. Este año en Buenos Aires realizó una muestra en el espacio de arte de Fundación YPF e intervino el espacio de Chandon en la 21ª Edición de la Feria de Arte Contemporáneo artebA. Desde 1979 vive y trabaja en París.
Hugo Petruschansky es doctor en Historia de las Artes y profesor titular de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Ha ejercido la docencia en universidades de Europa y Estados Unidos y ha publicado numerosos textos críticos sobre su especialidad en libros, revistas y catálogos, nacionales y extranjeros. Actualmente, es curador independiente y colabora con los diarios La Nación y Ámbito Financiero, y con la revista Reporte Publicidad, entre otros medios.
Sábado 24/11, 17 hs.
Juan Carlos Distéfano es artista plástico nacido en 1933 y egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano como profesor de Dibujo. Entre 1960 y 1970 fue director gráfico del Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella y, tras su cierre, abrió un estudio de diseño gráfico junto con Fontana, actividad que desarrolla hasta 1976, cuando decide dedicarse con exclusividad a la plástica. En varias oportunidades viajó a Europa, donde estudió a los artistas del Trecento y del Quattrocento. En 1977 se radicó en España, donde vivió hasta 1980. Entre otros premios, en 1982 recibió el Premio Konex de Platino a la Escultura Figurativa y, en 1992, el de Brillante por la misma institución. Ha participado de múltiples exposiciones colectivas y realizado gran cantidad de muestras individuales como la más reciente retrospectiva en el Espacio de Arte Fundación Osde con curaduría de María Teresa Constantin. Su obra integra los patrimonios del Museo Nacional de Bellas Artes, del MALBA - Fundación Costantini, de The Museum of Fine Arts of Houston y de importantes colecciones privadas. Vive y trabaja en Buenos Aires.
María Teresa Constantin es historiadora, investigadora independiente y crítica de arte, egresada de la Escuela del Museo del Louvre. Ha trabajado en museos de Francia, España y Argentina, y fue autora de diversos ensayos, artículos especializados y libros entre los que se cuentan Carlos Gorriarena y Los Surrealistas en colaboración con Diana Wechsler. Ha sido jurado en numerosos premios a las artes visuales y curadora de diferentes muestras. Es miembro del Centro Argentino de Investigadores de Arte y de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Actualmente, es Coordinadora de Arte de la Fundación Osde en donde, en otras, curó la muestra Juan Carlos Distéfano. Obras 1958–2010, en 2010.
Sábado 1/12, 17 hs.
Martha Nanni es historiadora, crítica de arte y docente universitaria. Se ha desempañado como asistente de investigación en las colecciones estables del Centre Pompidou (París), Stages Galleria di Arte (Roma), Gabinete de Dibujos del Metropolitan Museum (Nueva York) y como curadora del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y colecciones privadas de la Argentina. Ha publicado numerosos ensayos sobre reconocidos artistas como Antonio Berni, Antonio Seguí, Juan Carlos Distéfano, Juan Carlos Castagnino, Alfredo Hlito y Norberto Gómez.
Por Victoria Verlichak
La novena edición de La Noche de los Museos en Buenos Aires es este sábado, 10 de noviembre, y sus organizadores, Cultura de la Ciudad, esperan a muchas de las 700.000 personas que disfrutaron de la edición 2011, cuando el arte y la arquitectura de las instituciones lucen distintos por resplandores que enciende la noche. El programa se desarrolla desde las 20 y hasta las tres de la madrugada y multiplica encuentros y espectáculos en más de 180 museos y espacios culturales de 27 barrios porteños. Es preciso ver la muestra de Caravaggio en el Pabellón temporario del Museo Nacional de Bellas Artes y la pintura San Juan Evangelista de El Greco, de visita proveniente del Museo del Prado de Madrid, en planta baja. Malba-Colección Costantini propone una nueva presentación de su colección permanente y la muestra de Beatriz Milhazes. También en auditorio de Malba, a las 18, el Festival ArtFutura de creatividad digital ofrece una conferencia de Paul Friedlander sobre esculturas cinéticas de luz.
El sábado 10, a partir de las 20 la entrada a la feria EGGO –desplegada en el Centro Cultural Recoleta– será gratis ya que se integra a La Noche de los Museos. EGGO es organizada por Asociación Argentina de Galerías de Arte, reúne 300 artistas de 50 galerías, con valores accesibles (entre 300 y 25.000 pesos) y a la vista. Para esta ocasión están previstas actividades especiales en el Patio de los Naranjos y del Aljibe: talleres de arte abiertos, artistas pintando en vivo, performances, conferencias, música; se anuncian descuentos especiales en las compras de obras. Al domingo 11, de 14 a 21 en Junín 1930; entrada 30 pesos, estudiantes y jubilados 50%.
Esa noche mágica, el observador podrá aproximarse a “Game on! El arte en juego”, con videojuegos experimentales e instalaciones interactivas procedentes de diversos países en el Centro Cultural San Martín (hasta las 23) y en el Centro Cultural de España (Florida 943). El nuevo MACBA continua exhibiendo la inaugural muestra de abstracción geométrica, lado a lado en Av. San Juan al 300, junto al Museo de Arte Moderno, con obras abstractas de la colección y la visualmente cautivante y políticamente reflexiva video instalación “Una vista del otro lado” del grupo IC-98, que da cuenta de las mutaciones de un histórico edificio de Turku, Finlandia.
En La Boca, es ineludible la exhibición de Alberto Giacometti en Fundación Proa y las intervenciones en su arquitectura de Duville, Terán y Miño, con una penetrante imagen de escaleras sin destino (Pedro de Mendoza 1929). Cerca, en Usina del Arte (Pedro de Mendoza esq. Caffarena) se pueden ver las fotografías de Daniel Morzinski, “Los rostros de la escritura”; gran ocasión para conocer el magnífico y reciclado edificio.
Precisamente, en Usina del Arte se encuentra una pieza de Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973), que anticipa la espléndida exhibición en Galería Ruth Benzacar con los últimos trabajos de este fabricante de ilusiones. “Un ascensor, tres nubes, una tienda, tres fotos, un tren, una puerta rota y un jardín perdido” presenta ocultamientos y descubrimientos visuales a partir de lo cotidiano. Son instalaciones, objetos, esculturas, videos y fotografías que intrigan y sorprenden al espectador, modifican su percepción y despiertan su imaginación. Insoslayable, en Florida 1000 (lunes a viernes de 11.30 a 20).
Aún los legos en la materia reconocemos las figuras esbeltas, a veces en yeso, a veces en bronce, que más de uno habrá asociado con la triste figura de Don Quijote. El resto es descubrimiento: los trabajos inspirados en el arte africano; los retratos dedicados a referentes del existencialismo comoJean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir; las series de árboles, pájaros, cabezas; la maqueta de un proyecto inconcluso, concebido para el Chase Manhattan Bank de Nueva York.
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La curadora Véronique Wiesinger -especialista en Giacometti- se encargó de seleccionar las piezas y de redactar los textos que acompañan la exhibición: referencias a cada estatuilla, pintura, boceto, grabado, objeto decorativo y un friso cronológico que reconstruye la trayectoria del artista. Las salas de la Fundación Proa parecen hechas a medida del recorrido: los visitantes podemos desplazarnos con comodidad entre las obras expuestas, con la guía en mano.
Según esta página web de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, 115 mil personas visitaron esta muestra en San Pablo, y más de cien mil en Río de Janeiro. Los amantes de las estadísticas reconocerán en ambas cifras otra razón para celebrar el desembarco de esta exposición inédita en nuestro país.
Por Laura Isola
A modo de epitafio, en 1966, John Berger escribió un texto sobre Giacometti que lleva, simplemente, ese nombre. Como si toda una estética, una manera de hacer arte en el siglo XX, pudiera reducirse a un apellido. Para escribir sobre el artista suizo que había nacido en 1901 en Borgonovo y que había fallecido recientemente –según están fechados el texto del crítico inglés y la muerte del escultor–, Berger elige una foto. No una de sus obras, sino una de cuerpo entero tomada a Giacometti nueve meses antes de su muerte por Henri Cartier-Bresson y que había salido publicada en el Paris Match. Lo muestra cruzando la calle, un día de lluvia, con el piloto puesto sobre la cabeza. Berger señala la precariedad y la despreocupación que transmiten sus pantalones arrugados y sus zapatos viejos. Imagina que el abrigo puede haber sido prestado y nada llevaba debajo de él, excepto esos pantalones y en ese estado. Para Berger, que mira la foto, Giacometti es un sobreviviente y la forma en la que lleva puesto el piloto le da un aspecto de monje. Ese Giacometti vivo, en el momento que es retratado cruzando la calle cerca de su estudio en Montparnasse, prefigura el modo o la dimensión que iba a tener su obra luego de su muerte. Se sabe que la muerte de cualquier artista constituye una línea divisoria en el sentido que se le da a su trabajo. El precio, la fama, la decadencia, el olvido, el descubrimiento son algunos de los mecanismos que se ponen a funcionar, cuando el artista deja este mundo. En el caso de Giacometti, no es tanto por ese lado que va el nuevo sentido. Cuando Giacometti se muere, su obra queda definitivamente terminada. La muerte del artista completa esa idea central en su trabajo que era que nada podía estar cerrado y finalizar de una manera. Hoy vemos las esculturas de Alberto Giacometti y ambas cosas están ahí sin tensión: el punto de vista que refiere a la historia de una contemplación infinita, que no se acaba y no se alcanza; al tiempo que su muerte ha detenido el tiempo en esas figuras tan características. Que como pocas, parecen ser una marca registrada de un modo de imaginación del siglo XX y forman parte de ese friso continuado de imágenes que se engarzan en una época y le dan sentido. En todo caso, lo inacabado, lo imposible, hasta lo crítico –sin postular que Giacometti haya sido un polemista de la manera más convencional–, son la amalgama ideal para modelar el tiempo que le tocó vivir. “No se trata de que el artista tuviera un interés morboso en el proceso de muerte –concluye John Berger–, sino que lo único que le preocupaba era el proceso de vida tal como la ve un hombre cuya propia mortalidad le proporciona una perspectiva de la que pueda fiarse.”
Entre las historias que han pasado a formar parte de la leyenda sobre la vida de Alberto Giacometti se cuenta que, durante los cuarenta años que vivió en el mismo estudio, no cambió ni movió una sola cosa de lugar y que los últimos veinte fueron un ir y venir por los mismos cinco o seis temas. De la que puede inferirse una poética de la inmovilidad-móvil, con su preocupación en el cuerpo humano y su centro en la cabeza. De la primera parte, puede decirse que no sutura la tensión irónica. Más bien la pone a prueba, la exhibe y la esculpe. Respecto de la segunda, la repetición, el afinamiento y la delgadez de la figura que coquetea con la disolución y en el momento que parece ocurrir, se instala con toda su potencia. Esto es comprobable al extremo del deleite en la muestra que se presenta en Fundación Proa, curada por Véronique Wiesinger con piezas de la Fundación Alberto Giacometti y Annette Giacometti de París. La organización de la muestra traza varios recorridos posibles: una biografía del artista a través de sus obras y en cada una de ellas, las preocupaciones teóricas y estéticas. Al comienzo están sus primeras pinturas, dibujos y esculturas y luego, aparece su descubrimiento tardío del arte primitivo que modificó su modo de hacer para siempre. La relación con el surrealismo y la exploración incesante por la representación de una cabeza, de un cuerpo. Al finalizar el recorrido, las obras monumento que preparó para la plaza en Nueva York en 1958 pero que tuvieron otro destino final. El hombre que camina y las mujeres-árboles y las cabezas que son piedras fueron a la Bienal de Venecia en 1962. Y todo vuelve a empezar para unir a esas piezas la reflexión de su artista. Como si fuera un ejercicio teórico-práctico, mirar una de sus esculturas, por ejemplo, la cabeza nos obliga a pensar en la hermosura de lo banal. Lo mismo pasa con las esculturas de las figuras “humanas”. Aquellas que contemplamos y recorremos en sus tres dimensiones casi imperceptibles. Como el devenir más ansiado por el artista. El que definía como “cada mañana veo distinto, veo más ricamente, y por tanto el mundo deviene a mis ojos más extraordinario e interesante.”
(Ver VIDEO)
DBA: Programa N° 215: 28 de octubre 2012: Fundación PROA, La Boca... Muestra restrospectiva. Diálogo con el escultor y pintor Alberto Giacometti y con Camila Villarroel.
La muestra estará exhibida hasta el 9 de enero de 2013.
Compuesta por más de 130 piezas y como parte de la colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, con sede en París (www.fondation-giacometti.fr).
Hugo Petruschansky es doctor en Historia de las Artes y profesor titular de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Ha ejercido la docencia en universidades de Europa y Estados Unidos y ha publicado numerosos textos críticos sobre su especialidad en libros, revistas y catálogos, nacionales y extranjeros. Actualmente, es curador independiente y colabora con los diarios La Nación y Ámbito Financiero, y con la revista Reporte Publicidad, entre otros medios.
Ana Schwartzman es licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires (UBA), ha obtenido una Beca Estímulo por el Departamento de Ciencia y Técnica de la misma Universidad y colaborado como asistente de tesis de gran cantidad de investigadoras, tanto de UBA como de Conicet. Ha realizado asistencias en investigación para distintas publicaciones y también textos críticos y curatoriales para galerías y museos. Desde 2010 forma parte de un grupo de investigación con subsidio de Agencia Nacional y de la Universidad Nacional de Tres de Febrero en donde realiza una investigación sobre la formación del campo disciplinar de la historiografía del arte argentino. Actualmente coordina la actividad Artistas + Críticos en Fundación Proa y el área de Producción y coordinación de exhibiciones en el Palais de Glace donde también integra el equipo de investigación.
Sábado 10/11, 17 hs.
Eduardo Stupía nació en Buenos Aires en 1951 y estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano. Es docente de Artes Plásticas desde 1986 y se ha desempeñado como jurado en premios municipales y nacionales. Expone individual y colectivamente desde 1973, y participa asiduamente en muestras grupales, premios y salones nacionales e internacionales En Argentina, su obra integra las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, el Museo Sívori de Artes Plásticas, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), entre otros, y en el exterior, del MoMA (Nueva York), donde su obra estuvo representada en la muestra antológica New Perspectives in Latin American Art, 1930-2006: Selections From a Decade of Acquisitions. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Gran Premio de Honor en los dos salones oficiales más importantes de la Argentina (el Premio Municipal y el Salón Nacional) y ha sido destacado en dos oportunidades como una de las Cien Mejores Figuras de la Plástica Argentina de la Década. Este año representó a la Argentina en la 30ª Bienal de San Pablo. Vive y trabaja en Buenos Aires.
Cintia Mezza es historiadora del arte, licenciada y profesora en Artes por la Universidad de Buenos Aires y profesora de Dibujo, egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Trabaja en Malba – Fundación Costantini desde su apertura en 2001, y desde 2003 coordina el Área de Registro y Gestión de Colección del museo, a cargo de la colección permanente y la coordinación del equipo de restauradores externos que colaboran con el área. Se desempeña como docente en la Universidad del Museo Social Argentino, en la cátedra sobre vanguardias europeas Contemporáneo I y trabaja en proyectos independientes, entre los que se destacan la coordinación general de los proyectos Marcel Duchamp: una obra que no es una obra de arte, y El Universo Futurista. 1909-1936, ambos realizados Fundación Proa entre 2006 y 2010. Participa activamente de la catalogación de obras en colecciones particulares, como el caso del artista Víctor Magariños D., y en la redacción de textos críticos y colaboración en catálogos razonados, como es el caso más reciente del Museo Nacional de Bellas Artes en 2010. Vive y trabaja en Buenos Aires.
Sábado 17/11, 17 hs.
Pablo Reinoso nació en Buenos Aires en 1955 y desde temprano incursionó en la práctica escultórica. Desde 1990 se desempeña como diseñador y asistente de comunicación y en 2004 creó su propio estudio de arte y comunicación. Como artista ha participado de gran cantidad de exhibiciones tanto en Buenos Aires como en Paris, San Pablo, México, Nueva York y en ferias internacionales como Miami Basel, Arco y Fiac, entre otras. Sus obras se encuentran en diversas colecciones públicas del mundo: Museu de Arte Moderna de São Paulo; Mamba y Malba, Buenos Aires; Société des Amis du MNAM, Centre Georges Pompidou, Fonds National d’Art Contemporain, París y Musée des Arts Décoratifs, París; Musac, España. Este año en Buenos Aires realizó una muestra en el espacio de arte de Fundación YPF e intervino el espacio de Chandon en la 21ª Edición de la Feria de Arte Contemporáneo artebA. Desde 1979 vive y trabaja en París.
Hugo Petruschansky es doctor en Historia de las Artes y profesor titular de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Ha ejercido la docencia en universidades de Europa y Estados Unidos y ha publicado numerosos textos críticos sobre su especialidad en libros, revistas y catálogos, nacionales y extranjeros. Actualmente, es curador independiente y colabora con los diarios La Nación y Ámbito Financiero, y con la revista Reporte Publicidad, entre otros medios.
Sábado 24/11, 17 hs.
Juan Carlos Distéfano es artista plástico nacido en 1933 y egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano como profesor de Dibujo. Entre 1960 y 1970 fue director gráfico del Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella y, tras su cierre, abrió un estudio de diseño gráfico junto con Fontana, actividad que desarrolla hasta 1976, cuando decide dedicarse con exclusividad a la plástica. En varias oportunidades viajó a Europa, donde estudió a los artistas del Trecento y del Quattrocento. En 1977 se radicó en España, donde vivió hasta 1980. Entre otros premios, en 1982 recibió el Premio Konex de Platino a la Escultura Figurativa y, en 1992, el de Brillante por la misma institución. Ha participado de múltiples exposiciones colectivas y realizado gran cantidad de muestras individuales como la más reciente retrospectiva en el Espacio de Arte Fundación Osde con curaduría de María Teresa Constantin. Su obra integra los patrimonios del Museo Nacional de Bellas Artes, del MALBA - Fundación Costantini, de The Museum of Fine Arts of Houston y de importantes colecciones privadas. Vive y trabaja en Buenos Aires.
María Teresa Constantin es historiadora, investigadora independiente y crítica de arte, egresada de la Escuela del Museo del Louvre. Ha trabajado en museos de Francia, España y Argentina, y fue autora de diversos ensayos, artículos especializados y libros entre los que se cuentan Carlos Gorriarena y Los Surrealistas en colaboración con Diana Wechsler. Ha sido jurado en numerosos premios a las artes visuales y curadora de diferentes muestras. Es miembro del Centro Argentino de Investigadores de Arte y de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Actualmente, es Coordinadora de Arte de la Fundación Osde en donde, en otras, curó la muestra Juan Carlos Distéfano. Obras 1958–2010, en 2010.
Sábado 1/12, 17 hs.
Martha Nanni es historiadora, crítica de arte y docente universitaria. Se ha desempañado como asistente de investigación en las colecciones estables del Centre Pompidou (París), Stages Galleria di Arte (Roma), Gabinete de Dibujos del Metropolitan Museum (Nueva York) y como curadora del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y colecciones privadas de la Argentina. Ha publicado numerosos ensayos sobre reconocidos artistas como Antonio Berni, Antonio Seguí, Juan Carlos Distéfano, Juan Carlos Castagnino, Alfredo Hlito y Norberto Gómez.
La llegada de Caravaggio y sus contemporáneos al Museo Nacional de Bellas Artes es el resultado de un largo viaje en el tiempo y en el espacio. Maestro del barroco, artista maldito, perseguido y adorado, su aporte a la historia del arte sigue siendo definitivo. Hay un antes y un después en la manera de pintar, a partir de su manejo de la luz, del recurso del claroscuro, del realismo descarnado de sus figuras y de la humanización de la imagen de los santos, a los que viste como cualquier parroquiano.
Caravaggio pintaba directamente sobre la tela, animado por el impulso, ignorando como norma el soporte del dibujo o del boceto. Esa intensidad del gesto es la expresión material de un interior tempestuoso y complejo. Su drama es contemporáneo.
Esta muestra marca también un antes y un después en el logro de proyectos ambiciosos, descartados muchas veces por los altísimos costos. Lo que "Caravaggio y sus seguidores" confirma es la importancia de armar un programa de factibilidad. Para que esto suceda se han sumado una serie de felices coincidencias. Ante todo, la decisión del director Guillermo Alonso de hacer realidad "el sueño Caravaggio"; en segundo lugar, la estrategia de acortar la distancia con la lejana capital de los argentinos a través del esfuerzo conjunto con instituciones brasileñas, sin olvidar el soporte permanente de los Amigos del Museo y el impulso del embajador de Italia, Guido La Tella, convencido desde siempre de que el arte es la mejor herramienta para el diálogo en todos los órdenes. Last but not least, gracias al compromiso del empresario Cristiano Rattazzi para hacer frente a los altos costos de este viaje, que orillan el millón de dólares.
La enorme convocatoria de ayer a la prensa y la serie de inauguraciones que seguirá toda la semana dan la pauta del alcance mediático de esta muestra, cuya imagen icónica es la temible Medusa de mirada inquietante.
En el carácter de los retratos de Caravaggio se adivina un irascible temperamento que cosechó seguidores sin buscarlos. Desde Piero de la Francesca hasta el presente encontrar una "manera" de pintar ha sido la virtud más admirada en un artista. A la cualidad de su obra se suma la de este chorus line único, con partitura anclada en el barroco romano.
Llega la exposición a Buenos Aires en un momento de esplendor para el arte, con los maestros italianos en el Museo de Arte Decorativo y el descomunal despliegue de Giacometti en Proa.
El largo viaje de Caravaggio es también un signo de los tiempos. Un regreso a los viejos maestros, a los valores seguros y permanentes. El filósofo norteamericano Arthur Danto repite que hay que volver a mirar los mismos cuadros porque ellos no cambian, nosotros sí. Si el esfuerzo se mide por su trascendencia, el viaje de Caravaggio ya es historia.
En la Fundación Proa hasta el 9 de enero de 2013.
Fue una exitosa inauguración en la que estuvieron presentes la directora de Proa, Adriana Rosenberg, el presidente honorario de la Fundación Giacometti, Jacques Vistell, autoridades del gobierno como la ex secretaria de Patrimonio Cultural, Silvia Fajre y también hubo gran asistencia de artistas, familias, empresarios, gestores culturales, y amantes del arte en general.
Es la primera muestra retrospectiva en Sudamérica, de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX, que en esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60.
Giacometti nació en un ambiente artístico, ya que su padre, Giovanni, era un pintor impresionista. Murió a los 64 años, en Coria, el 11 de junio de 1966 y se lo sepultó en Stampa. A lo largo de su carrera incursionó en escultura, pintura, dibujo, grabado y arte decorativo, logrando dejar su huella en el arte del siglo XX.
No se pierda esta muestra, que estará hasta el 9 de enero, en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, de martes a domingo, en el horario de 11 a 19.
En un gran esfuerzo logístico de Proa, la Fundación Alberto y Annette Giacometti de París, coleccionistas particulares y el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, esta imperdible muestra nos trae la obra de Giacometti desde sus años mas jóvenes hasta su producción monumental de 1960.
Es la primera vez que en Sudamérica se realiza una exhibición de estas características sobre uno de los artistas mas importantes del siglo XX.
“Una exposición de Giacometti es un pueblo. Esculpe unos hombres que se cruzan por una plaza sin verse; están solos sin remedio y, no obstante, están juntos”
Jean Paul Sartre
Fundación Proa. Pedro de Mendoza 1929, CABA
Para ver esta muestra hay tiempo hasta el 9 de enero del 2013, de 11 a 19 hs.
Alberto Giacometti Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París
Curadora: Véronique Wiesinger
Inauguración: Sábado 13 de octubre de 2012, 17 hs. Hasta el 9 de enero de 2013
La primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX.
Compuesta por más de 130 piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, con sede en París (www.fondation-giacometti.fr).
Organización: Fundación Alberto y Annette Giacometti / Base7 Proyectos Culturales / Fundación Proa Itinerancia: Pinacoteca do Estado, San Pablo / Museu de Arte Moderna, Río de Janeiro
Ayer a la tarde, una multitud se reunió en la Fundación Proa: inauguró la gran muestra “Giacometti”, con cuarenta obras del gran artista suizo que, por primera vez, se muestran en Argentina. Hubo una cola de una cuadra de espera.
Artistas, familias, empresarios, gestores culturales, y también curiosos, amantes del arte en general. Siempre con la presencia de la directora de Proa, Adriana Rosenberg, también se vio por ahí al presidente honorario de la Fundación Giacometti, Jacques Vistell, al editor general de Clarín –el diario es uno de los auspiciantes de la muestra–, Ricardo Kirschbaum, a la arquitecta y ex-secretaria de Patrimonio Cultural Silvia Fajre, a la directora del espacio de arte de la Fundación OSDE, María Teresa Constantín,a la directora artística del MACBA, María José Herrera, a Laura Bucellato, directora del MAMBA, a los artistas Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello, Antonio Pujía, Leandro Katz, Alfredo Portillos, Silvana Lacarra, Ana Eckell, Marcela Astorga, y la galerista Orly Benzacar, entre otros. Hasta el gran artista francés Christian Boltanski pasó a ver las obras del suizo el viernes, después de su propia inauguración en el Hotel de Inmigrantes: pasa que es excepcional ver tantas obras de Giacometti juntas. No se pierda esta muestra: podrá verla hasta el 9 de enero.
Collection from the Alberto and Annette Giacometti Foundation, Paris. Through more than 130 works, the exhibition covers all his periods: his paintings, drawings and sculptures, media in which Giacometti would continue to work throughout his life; the show culminates with his monumental works from the 1960s. Contemporary the guest curator Daniel Molina selected Matias Duville, Jorge Mino and Luis Teran to develop site-specific projects.
Curator: Véronique Wiesinger
The first retrospective in South America of the sculptor and painter Alberto Giacometti, one of the greatest figures of 20th Century art.
Through more than 130 works, the exhibition covers all his periods, from the initial stage in his native Switzerland, African art in the 1920s, and his most famous studies of heads and portraits, his emblematic female and walking figures in the 1940s, 50s and 60s. A timeline that allows us to appreciate the various disciplines experimented by Giacometti throughout his career (sculpture, painting, drawing, engraving, decorative art), and the revolution produced to the sculptural practice.
The works selected by Véronique Wiesinger belong to Giacometti Foundation in Paris.
Alberto Giacometti in Proa
Adriana Rosenberg
“A Giacometti exhibition is a town. He sculpts men that cross paths in a square without
seeing one another; they are inevitably alone and yet together.” Jean Paul Sartre
To present and address Alberto Giacometti’s oeuvre means to experience the most fundamental and radical aspects of art from the last century. To take in his territory means to delve into a morass of formulations where the image we see interrogates us respectfully, inciting admiration and surprise. It is the eruption of emptiness, of silence, of subjectivity, and of a particular and unique way of representing the human figure.
Friend to the philosophers of the time and engaged in the evolution of existence, he wrote: “[…] the only thing that can fill us with passion is discovering a new strain, a new space, sensing it in a penumbra barely touched by light. That is the sphinx that once in a while shares a word of its enigma, and all of those words constitute the sum of human knowledge. That knowledge is a faint gleam that always quivers in the unknown, in what surrounds us, what touches us, what penetrates and envelops us […]” (Writings, p. 364)
There are many reasons it is significant to present this exhibition of the work of Alberto Giacometti. Due to the value of his thinking and of his art, his figure continues to gain recognition.
Curated by Véronique Wiesinger, this exhibition of a fundamental artist, sculptor, painter and draftsman evidences the breadth of his formulations. The 150 works it contains were selected from the collection of the Alberto and Annette Giacometti Foundation in Paris in order to encompass each of the most emblematic moments in his life and work.
Thanks to a joint effort with the Pinacoteca of San Pablo, the Museu de Arte Moderna of Rio de Janeiro and Fundación Proa, this is the first time this exhibition has been held in South America. In the editions in Brazil and Argentina, the curator has included works from collections housed in those countries.
The catalog contains reproductions of a selection of the works exhibited, as well as a curatorial statement, a selection of Giacometti’s writings and an interview with him, and new research on Giacometti in Brazil and Argentina.
It would not have been possible to exhibit this remarkable body of work without the tireless effort and commitment of the team at Base7 which organized the exhibition for the three sites. We would also like to thank the Annette and Alberto Giacometti Foundation in Paris for the generous loan of such valuable holdings.
We would once again like to thank a great many institutions, embassies and groups of individuals working in a number of countries, and most especially the board of Tenaris, Organización Techint, who supported this exhibition in both Brazil and Argentina, thus affirming a commitment to communicating work crucial to the understanding of 20th-century thought and art.
Organization: Alberto and Annette Giacometti Foundation / Base7 Projetos Culturais / Fundación Proa Traveling to Pinacoteca do Estado, Sao Paulo / Museu de Arte Moderna, Rio de Janeiro
With the support of Tenaris - Organización Techint
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Contemporary Space
Oxymoron
Curator: Daniel Molina
Artists: Matías Duville, Jorge Miño and Luis Terán
Coordinator: Santiago Bengolea
Daniel Molina, guest curator of the Contemporary Space, selected Matías Duville, Jorge Miño and Luis Terán to develop site-specific projects for different spaces of Fundación Proa. In words of the curator, the artist 'support a kind of common field that could be defined ambiguously as subjective minimalism. This oxymoron denotes the poetic complexity of their works and their little or no submission to the canons".
With the support of Tenaris – Organización Techint
* Image: Alberto Giacometti. L’homme qui marche I, 1960. Bronce 180,5 x 23,9 x 97 cm. Colección de la Fundación Giacometti, Paris, inv. 1994-0186
© Succession Giacometti / SAVA, 2012
Press Department:
Andrés Herrera / Jesica Eberbach / Juan Pablo Correa 0054-11-4104-1044 /press@proa.org
Opening: Saturday, October 13, 2012 - 5 PM
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929 La Boca, Caminito [C1169AAD] Buenos Aires Argentina
From Tuesdays to Sundays 11 - 19 hrs
Mondays closed.
For the first time in Argentina, Fundación Proa presents Alberto Giacometti: Collection of the Alberto and Annette Giacometti Foundation, Paris, a major exhibition of the artist’s work curated by Véronique Wiesinger and organized by the Alberto and Annette Giacometti Foundation, Base7 Projetos Culturais and Fundación Proa, with the support of Tenaris – Techint.
Alberto Giacometti: Collection of the Alberto and Annette Giacometti Foundation, Paris offers a comprehensive overview covering 50 years of artistic production, from his early beginnings until the 1960s. The clusters of work formulated by the curator are the discovery of primitive art; the question of the human head; objects; cages and frames; the dimensions of representation; figures, busts and monuments. Each of them betrays the artist’s aesthetic concerns, which are also reflected in his writings and interviews.
The exhibition catalogue, a joint venture of the Alberto and Annette Giacometti Foundation and Fundación Proa, includes texts by the curator, Giacometti’s own writings, a biography of the artist, reproductions of works, as well as never-before-published research on Giacometti’s ties to South America. It constitutes, therefore, essential reference material on the artist in the Spanish language.
Sponsor
Llegó el día: desde hoy se pueden admirar los tótems emblemáticos del suizo Alberto Giacometti, un escultor y pintor de los más importantes del siglo pasado.
Se trata de la primera muestra retrospectiva montada en Sudamérica, con más de 130 piezas en exhibición, que recorre el derrotero del artista fallecido en 1966.
La influencia de su experiencia en África, durante los años 20 del siglo XX, se delata en las figuras que Giacometti esculpió, a cuyas cabezas prestó especial atención.
Varios de esos estudios del cuerpo humano posteriores se pueden ver en Proa, donde las obras expuestas fueron traídas desde la Fundación Alberto y Annette Giacometti, radicada en París, en una selección curada por Véronique Wiesinger.
El trabajo con el volumen de las figuras creadas, en general chatas, es una de las señas particulares de la obra de Giacometti. Otra, el minucioso trabajo sobre las cabezas de sus personajes. La curadora de la muestra, la francesa Véronique Wiesinger –también directora de la Fundación Giacometti de París–, en diálogo con Clarín , explicó la recurrencia del artista suizo en esculpir y pintar cabezas: “Encontraba la vida en las cabezas. Porque ellas tienen los ojos. Allí es desde donde la energía se dispersa. Ese era el foco al que Giacometti atendía. Porque él intentaba capturar la vida como estaba dentro del modelo en ese momento, a través de los ojos.” Esculturas como El hombre que camina se convirtieron en íconos del siglo XX. Pero además, podrán verse, desplegadas en seis salas, algunas pinturas del suizo, así como utensilios diseñados por él –algunos para la familia argentina Born– y trabajos encuadrados en su época surrealista.
Una muestra excepcional en esta parte del mundo
La retrospectiva Alberto Giacometti estará abierta al público en la Fundación PROA desde el 13 de octubre de 2012 hasta el 9 de enero de 2013.
Para mayor información: http://agenda.embafrancia-argentina...
Las instalaciones de Christian Boltanski podrán visitarse en varios lugares de la ciudad: Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Hotel de Inmigrantes, Centro Nacional de la Música y Tecnópolis, a partir del 12 de octubre.
Para mayor información: http://agenda.embafrancia-argentina...
Compuesta por más de 130 piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, con sede en París (www.fondation-giacometti.fr).
Fundación PROA web Av. Pedro de Mendoza 1929 La Boca, Caminito
Jean-Paul Sartre
Presentar y abordar la trayectoria de Alberto Giacometti es transitar por los puntos centrales y más radicales del arte del siglo XX. Contemplar su territorio es sumergirse en una ciénaga de propuestas en donde la imagen que contemplamos nos pregunta, con respeto, provocando admiración y sorpresa. Es la irrupción del vacío, del silencio, de la subjetividad, y de la peculiar y singular manera de representar la figura humana.
Amigo de los filósofos de la época y ocupado en el devenir existencial, escribió: "[?] lo único que puede apasionarnos es descubrir una nueva vertiente, un nuevo espacio, percibirlo en la penumbra apenas le roza la luz. Es la esfinge que, de tarde en tarde, comparte una palabra de su enigma, y todas esas palabras constituyen el conocimiento humano. Ese conocimiento es un ínfimo resplandor siempre vacilante en lo desconocido, en lo que nos rodea, que nos toca, que nos penetra y envuelve [...]" ( Escritos , p. 364).
Muchos son los motivos por los cuales resulta trascendental presentar la exhibición Alberto Giacometti : su reconocimiento es cada vez más intenso por el valor de sus obras y su pensamiento. Fue un artista fundamental, escultor, pintor y excelente dibujante. La exhibición curada por Véronique Weisinger evidencia la amplitud de propuestas en las 150 obras que seleccionó de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, y que abarca cada uno de los momentos más emblemáticos de su vida y de su obra.
En un esfuerzo conjunto con la Pinacoteca de San Pablo, el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y Fundación Proa, la exhibición se presenta por primera vez en Sudamérica. Nos queda como siempre agradecer la voluntad de muchas instituciones, embajadas, equipos de trabajo de varios países, y a la sólida colaboración de Tenaris, Organización Techint, quienes acompañaron el camino recorrido en ambos países.
"Giacometti decía que una persona es mucho más que su envoltorio corporal, desprende energía que está en constante interacción con el entorno. Era eso lo que él buscaba plasmar, y es particularmente notable en sus últimas obras, en las cuales todo está reducido a su mínima expresión, despojado de lo que no es absolutamente necesario. Hay unos bustos masculinos reducidos a la línea de los hombros, los ojos, la nariz, una sonrisa; no hay pelo ni cráneo, ni siquiera pómulos", explicó en Río a adn cultura Wiesinger, curadora de esta muestra y directora de la Fundación Alberto y Annette Giacometti.
Varios de esos bustos forman parte de esta muestra que reúne más de 130 piezas. Giacometti comenzó a pintar desde temprano, como dan prueba varios retratos juveniles de la exposición, pero fue cuando se instaló en París, en 1922, que se dedicó de lleno a la escultura, en su famoso atelier de la rue Hippolyte-Maindron. Allí participó del movimiento surrealista de André Breton, retrató innumerables veces a su esposa, Annette, a su hermano Diego y a personalidades como la escritora Simone de Beauvoir.
"Capturar las sensaciones es la esencia del arte. La forma en que Giacometti lo hacía no era a través del detalle, sino dando a sus sensaciones la máxima intensidad, pero no tiene que ver con el oficio", aclaró la curadora, para quien el artista se preocupaba en no ceder a la habilidad de la mano, e impedir que el oficio ocupara el lugar de la sensación.
"Todo su trabajo está enfocado en eso, en suprimir lo que es superficial, anecdótico, todos los detalles que no son necesarios. Tenía una manera de esculpir que es muy cercana al trazo de la pintura; es muy alusivo, da una sensación de aparición y desaparición, como cuando vemos una imagen en dos dimensiones", señaló.
El proceso de trabajo de Giacometti, el aspecto conceptual de su obra y la relación de sus piezas con el espacio que las rodean han hecho de él uno de los artistas más influyentes del siglo XX. No obstante, nunca había sido realizada una gran retrospectiva suya en América del Sur. Apenas un par de sus obras participaron, en 1951 y 1965, de la Bienal de San Pablo, y también se montó una pequeña exposición en la Bienal de 1998. "No le gustaba viajar; su filosofía era que todo es maravilloso si uno se toma el tiempo de analizarlo, y así lo cotidiano se vuelve extraordinario", apuntó Wiesinger.
-¿Cuál es el criterio curatorial para la muestra de Buenos Aires?
-La muestra reúne las obras más importantes y ofrece una sección más grande sobre las artes decorativas porque tenemos el trabajo que hizo para la familia Born, en Buenos Aires.
-Se trata de piezas que en la mayoría de los casos nunca han sido vistas en público antes, ¿no?
-Así es. Los trabajos que hizo para Jorge y Matilde Born en 1939 fueron el encargo más importante que Giacometti recibió. Realizó para ellos lámparas, dos chimeneas, espejos, mesas, floreros, sillas, cómodas, y la familia nos prestará algunas de sus piezas, que sumaremos a las que tiene la Fundación. Tenemos rica documentación sobre el proceso de creación de esos muebles y fotos de una instalación que se hizo en París para que los Born dieran el visto bueno antes de enviarlos a la Argentina. A Giacometti le interesaban los objetos funcionales; había analizado que en las culturas primitivas el arte tenía una función social. El arte no es sólo para decorar; hacer estos objetos es muy político, se trae el arte a la vida cotidiana, se hace que el arte influya sobre la manera en que vivimos.
Sábado 13 de Octubre, 17.00 hs. Inauguración de la muestra retrospectiva de Alberto Giacometti en Fundación PROA. Av. Pedro de Mendoza 1929. Alberto Giacometti. Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París. Curadora: Véronique Wiesinger.
La primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor Alberto Giacometti, una de las mayores figuras del arte del siglo XX. Compuesta por más de 130 piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
Se podrá visitar hasta el 9 de enero de 2013
Alberto Giacometti: Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París constituye una oportunidad excepcional para reunir, por primera vez en Sudamérica, 146 obras entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y artes decorativas.
En todos los aspectos de la producción de Giacometti, la exhibición aborda los principales temas de su reflexión creativa: la formación con Cézanne, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca perdurable del pensamiento mágico y del surrealismo, la invención de una nueva representación del ser humano. La búsqueda intelectual de Giacometti lo acercó a los grandes pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Jean Genet, que son evocados en la exhibición, a través de retratos y de textos.
La exhibición también es una ocasión para revisar los encuentros del artista con coleccionistas y mecenas sudamericanos que viajaron a Francia en los años 30, atraídos por la vibrante escena cultural parisina. La primera coleccionista que compró una obra de Giacometti, Tête qui regarde (Cabeza que mira), en 1929, fue una argentina: Elvira de Alvear. Una copia de esta obra se presenta en la exhibición.
Giacometti nunca pisó Sudamérica, pese a que el decorador Jean-Michel Frank, con quien trabajó desde 1930, lo invitó a viajar con él en la Argentina. Frank estuvo refugiado en Buenos Aires por un breve período durante la guerra, donde desarrolló una importante actividad de importación de mobiliario y objetos de arte decorativo producidos en París. La exhibición incluye tres de estas piezas que actualmente pertenecen a colecciones privadas de la Argentina. El conjunto de 146 pinturas, esculturas, dibujos, grabados y objetos de arte decorativo, sumado a una rica documentación fotográfica, permite comprender los múltiples aspectos de la obra de Giacometti. La curadora de la exhibición, Véronique Wiesinger, es directora de la Fundación Alberto y Annette Giacometti y autora de la retrospectiva realizada en el Centre Georges Pompidou de París en 2007.+
Antes de arribar al porteño Museo Nacional de Bellas Artes, seis de las obras más representativas del maestro del barroco italiano Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio -por la ciudad en que nació-, incluyendo la célebre "Medusa", se expusieron en el Palacio de Planalto, en Brasilia, en una muestra inaugurada por la presidenta Dilma Rousseff.
La exposición del inquietante Caravaggio (1571-1610) estuvo una semana en Brasilia, en el cierre de las conmemoraciones del Año de Italia en Brasil y antes las obras se exhibieron en San Pablo y Belo Horizonte.
Además de "Medusa", la muestra "Caravaggio y sus seguidores" -curada por Rossella Vodret y Giorgio Leone- está conformada por "San Gerónimo que escribe", "San Francisco en meditación", "El retrato del Cardenal", "San Francisco que alimenta al cordero" y "San Genaro degollado", se presentará desde el 25 del actual en el MNBA, con el auspicio de su Asociación Amigos, la embajada de Italia y el patrocinio de Case IH, New Holland, Ivecco Argentina, y Fiat Auto Argentina.
En Libertador 1473, hasta el 15 de diciembre, de martes a viernes de 12.30 a 20.30, y sábados y domingos de 9.30 a 20.30.
CAMINANTE GIACOMETTI
Desde el sábado, a las 17, se podrá ver en la Fundación Proa la primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor suizo Alberto Giacometti (1901-1966), una de las mayores figuras del arte del siglo XX.
Conformada por ciento treinta piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística de Giacometti desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60.
Esta línea de tiempo permite apreciar las diversas disciplinas que Giacometti experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr ese sello estético en el que asimismo estuvieron implicados su padre y su hermano Diego.
El conjunto seleccionado especialmente para su itinerancia latinoamericana por Véronique Wiesinger pertenece a la Fundación Alberto y Annette Giacometti, de París.
En la Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929, con el auspicio de la embajada de Francia y Tenaris-Organización Techint, hasta el 9 de enero de 2013, de martes a domingo de 11 a 19.
BOLTANSKI VARIADO
La Universidad Nacional de Tres de Febrero, Untref, presenta el proyecto "Boltanski Buenos Aires", en cuatro espacios diseñados para Buenos Aires por el francés Christian Boltanski (1944).
"Boltanski Buenos Aires" es un trabajo comenzado dos años atrás entre el artista, la curadora Diana Wechler y la Untref-Muntref.
"Migrants", en el Hotel de inmigrantes, en Puerto Madero, es la instalación con voces que de manera simultánea y sucesiva desde distintas fuentes, susurran -en su idioma de original- los nombres, edad, ocupación, fecha de llegada al país y sitio de partida, datos que proceden de archivos históricos que recogen estos registros de inmigración.
"Flying books. Homenaje a Borges" se ve en la ex-Biblioteca Nacional en cuya la sala central se realiza este tributo con un conjunto de cerca de seiscientos libros suspendidos en el espacio.
"Obras" consiste en varias instalaciones en el Muntref-Untref, elegidas por su carácter autobiográfico.
La instalación "Le coeur. El Studio d"enregistrement", recoge latidos de corazones en Tecnópolis a través de dos equipos de grabación.
Las instalaciones podrán visitarse hasta el 16 de diciembre y la inauguración general se realizará mañana a las 13.30 en el Hotel de Inmigrantes.
Boltanski Buenos Aires: Migrants, en el Museo Hotel de Inmigrantes, avenida Antártida Argentina 1201 (Entrada: Escuela de Ciencias del Mar Apostadero naval), de martes a domingos de 12 a 20.
Boltanski Buenos Aires: Obras, en la Untref, Valentín Gómez 4838, Caseros, de lunes a domingos de 11 a 20.
Boltanski Buenos Aires: Flying books. Homenaje a Borges, en el Centro Nacional de la Música, ex Biblioteca Nacional, México 564, de lunes a viernes de 10 a 13 y de 16 a 20 y sábados y domingos de 13 a 19.
Boltanski Buenos Aires: Le coeur. El studio d"enregistrement, en Tecnópolis, avenida General Paz y avenida San Martín, de martes a domingos de 12 a 20.
The exhibit will feature over 130 of his pieces which range from his initial works in Switzerland, those he did under the influence of Cezanne and African art, and to his more well known sculptures and paintings from the 40’s, 50’s and 60’s in which his representation of heads and lanky figures can be appreciated.
Tours in Spanish are available from Tuesdays to Fridays at 5pm, on Saturdays at 3pm, and on Sundays at 3pm and 5pm. Tours in English can be booked 48hs. in advance at educacion@proa.org. Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca. 4104-1000.
Más de 140 piezas del gran escultor y pintor suizo Alberto Giacometti (1901-1966), incluida la emblemática “Hombre que camina I”, integran la retrospectiva de una de las mayores figuras del arte del siglo XX que por primera vez se verá en Sudamérica.
Pinturas, esculturas, dibujos, grabados, objetos decorativos y fotografías que van de 1910 a 1960 permiten acercarse al pensamiento creativo de este artista nacido en el pueblo de Borgonovo (Suiza), su temprana formación con Cézanne en París, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca del pensamiento mágico y el surrealismo.
La muestra incluye sus emblemáticas figuras femeninas paradas y sus personajes caminando de los años 40, 50 y 60 -con las que revolucionó los preceptos de la práctica escultórica-, figuras frágiles de enorme expresividad, impregnadas de melancolía y soledad, que evidencian la permanente búsqueda de Giacometti de una nueva representación del ser humano.
El itinerario en Proa arranca con la presentación de sus primeras pinturas, dibujos y esculturas -hechas en el taller del padre-, disciplinas que practica a lo largo de toda su vida, y culmina con sus obras monumentales de los años 60, donde indagaba en la idea del hombre genérico.
El descubrimiento del arte primitivo, la cuestión de la cabeza humana, los objetos, las jaulas y marcos, las dimensiones de la representación, las figuras, bustos y monumentos son los núcleos seleccionados por la curadora para estructurar el recorrido.
"Giacometti busca captar la vida en la escultura. Estaba obsesionado con capturar la esencia y consideraba la cabeza como recipiente de las vida, en particular los ojos, la mirada”, explica a Télam la francesa Véronique Wiesinger, curadora de la muestra y directora de la Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti de París, de donde provienen la mayoría de las obras.
"El decía que cuando miraba a las personas podía ver en su interior, pero no la psicología, sino la estructura. Miraba los huesos de la cara por eso en sus `cabezas` muestra los diferentes aspectos de una persona, ya que alguien es la combinación de muchas caras”, detalla en una recorrida por su obra.
La búsqueda intelectual de Giacometti lo acercó a los grandes pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Jean Genet quienes son evocados en la exhibición a través de retratos y de textos. Incluso, Sartre escribió el texto del catálogo de su primera exposición importante.
La cabeza es un tema central en la obra de Giacometti durante toda su vida: los modelos de sus investigaciones son su hermano Diego, la amiga y artista inglesa Isabel (Delmer) y una modelo profesional, Rita Gueyfler, más tarde lo será su esposa Annete, su compañera y cómplice durante 20 años.
El punto máximo de la muestra es la sala dedicada a figuras paradas y bustos, donde se aloja “El hombre que camina I”, cuya versión en bronce alcanzó los 104 millones de dólares en una subasta de Sotheby`s en 2010 y fue así uno de los precios más altos pagados en la historia en una subasta.
"Aquí el artista reduce y reduce.. busca cómo puede hacer de lo complejo algo lo más simple posible. Algunas de estas piezas son devoradas por el espacio alrededor, por el aire, tiene movimientos hacia adentro y hacia fuera, son como fantasmas vivientes”, detalla con precisión la curadora francesa.
¿Qué buscaba Giacometti en estas obras? “La energía. Ese núcleo de energía que hace que alguien esté vivo. En el hombre que camina hay que ver la dificultad de la figura para despegar los pies del piso, la energía que necesitan las personas para caminar. Giacometti estaba fascinado por cómo resistir la presión para soportar el ambiente alrededor”, señala sobre este verdadero ícono del siglo XX.
La exhibición permite también revisar los encuentros del artista con coleccionistas y mecenas sudamericanos que viajaron a Francia en los años 30 atraídos por la vibrante escena cultural parisina.
La primera coleccionista que compró una obra de Giacometti, "Tête qui regarde" (Cabeza que mira), en 1929, fue una argentina: Elvira de Alvear, sobrina del general Carlos María de Alvear. Una copia de esta obra se presenta en la exhibición.
La muestra se inaugurará el próximo sábado a las 17 y se podrá recorrer hasta el 9 de enero en Fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, junto Caminito, de martes a domingos de 11 a 19 (lunes cerrado).
En un recorrido cronólogico y temático, el visitor podrá seguir la trayectora artistica de Giacommeti desde sus primeros trabajos en el taller de su padre, quien era pintor, hasta su última gran producción en un plaza de Nueva York donde realizó las formas que Giacometti exploró durante varios años: la cabeza y la silhueta de pie o caminando. Además, se podrá descubrir los estechos lienzos que Giacometti estableció con el mundo literario e intelctual parisino.
• 146 obras del escultor suizo Giacometti se verán en proa a partir del sábado
• Prisionero político desconocido se llama el bronce que un coleccionista compró en Roldán por 38.000 dólares, precio de martillo. La obra está firmada y fechada en 1951. Es una pieza única.
La exhibición, curada por Véronique Wiesinger, reúne 146 obras realizadas entre 1910 y 1960, provenientes en su mayoría de la Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, tres piezas pertenecientes a colecciones privadas de la Argentina y una pieza del Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro. Organizada por la Fundación Alberto y Annette Giacometti, Base7 Projetos Culturais y Fundación Proa, la exhibición cuenta con el auspicio de Tenaris – Organización Techint.
Alberto Giacometti: Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, Parísconstituye una oportunidad excepcional para reunir por primera vez en Sudamérica 146 obras entre esculturas, pinturas, dibujos, grabados y artes decorativas.
En todos los aspectos de la producción de Giacometti, la exhibición aborda los principales temas de su reflexión creativa: la formación con Cézanne, la influencia del cubismo, el descubrimiento del arte africano en los años 20, la marca perdurable del pensamiento mágico y del surrealismo, la invención de una nueva representación del ser humano. La búsqueda intelectual de Giacometti lo acercó a los grandes pensadores de su época: André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Jean Genet son evocados en la exhibición a través de retratos y de textos.
La exhibición también es una ocasión para revisar los encuentros del artista con coleccionistas y mecenas sudamericanos que viajaron a Francia en los años 30 atraídos por la vibrante escena cultural parisina. La primera coleccionista que compró una obra de Giacometti, Tête qui regarde (Cabeza que mira), en 1929, fue una argentina: Elvira de Alvear. Una copia de esta obra se presenta en la exhibición.
Giacometti nunca pisó Sudamérica, pese a que el decorador Jean-Michel Frank, con quien trabajó desde 1930, lo invitó a viajar con él a la Argentina. Frank estuvo refugiado en Buenos Aires por un breve período durante la guerra, donde desarrolló una importante actividad de importación de mobiliario y objetos de arte decorativo producidos en París. La exhibición incluye tres de estas piezas que actualmente pertenecen a colecciones privadas de la Argentina.
El conjunto de 146 pinturas, esculturas, dibujos, grabados y objetos de arte decorativo, sumado a una rica documentación fotográfica, permite comprender los múltiples aspectos de la obra de Giacometti.
La curadora de la exhibición, Véronique Wiesinger, es directora de la Fundación Alberto y Annette Giacometti y autora de la retrospectiva realizada en el Centre Georges Pompidou de París en 2007.
El catálogo de la exhibición –un proyecto de Véronique Wiesinger–, es la mayor publicación sobre el artista que se haya editado en la Argentina. Reproducciones de obras de la exhibición, un destacado capítulo de escritos del artista, textos de la curadora y una investigación inédita de Cecilia Braschi acerca de los vínculos entre Giacometti y Sudamérica lo convierten en un material de referencia fundamental en castellano.
Fruto de un trabajo de tres años y una estrecha colaboración entre la Fundación Giacometti, la Pinacoteca do Estado de São Paulo, el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro y Fundación Proa, esta ambiciosa exhibición fue producida por Base7 Projetos Culturais y cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia en la Argentina y el auspicio de Tenaris – Organización Techint. En Brasil, la itinerancia en el MAM de Río de Janeiro contó con el patrocinio de TenarisConfab.
Alberto Giacometti: Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París
Inauguración: sábado 13 de octubre, 17 hs.
Fundación PROA
Av. Pedro de Mendoza 1929
La Boca, Caminito
[C1169AAD] Buenos Aires
Argentina
T [54.11] 4104.1000
Fuente: Prensa PROA
Clarín recorrió, en exclusiva y junto la curadora, la francesa Véronique Wiesinger, el montaje de la exhibición.
“Mirame”, parece decir la inmensa mujer de bronce, “acá estoy. Te doy lo que necesites. Para eso soy una diosa. Por eso irradio fuerza, esta energía. Para eso, Giacometti me hizo tótem”.
De más de dos metros de altura, la impresionante escultura se encuentra acompañada de otra mujer-tótem igual de alta. Si uno las observa de costado, verá que son obras tremendamente chatas. Lo único que tiene volumen en ellas es la cabeza. Todo lo demás, es sólo un palito herrumbroso con dos grandes pies de base, como es típico en muchas de las obras de este gran artista que es el suizo Alberto Giacometti, chamán del volumen. En sus trabajos, el escultor desintegró las formas hasta dejar casi al descubierto los huesos, hasta revelar sólo lo que le interesaba concentrar: la energía. ¿Y dónde se concentra la energía de una persona? Sobre todo en la mirada. Por eso Giacometti creó, a lo largo de su vida, centenares de cabezas en torno al mismo modelo, siempre dando una sensación distinta. “Estas obras tienen una carga extraña, muy fuerte”, pienso, mientras las miro aquí, en pleno montaje de la exposición “Alberto Giacometti”, que la Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929) abrirá al público el próximo sábado: una especie de bosque de bastones de metal convertidos en formas humanas delgadas, alargadas, que se desplazan en silencio por el espacio. Las esculturas caminan. Inquietas, buscan algo.
En exclusiva, Clarín recorrió el armado de la muestra junto a su curadora, la francesa Véronique Wiesinger –también directora de la Fundación Giacometti de París– quien explica: “Giacometti tuvo básicamente dos modelos: su mujer, Annette, y su hermano, Diego; pero veía tantas facetas en la misma persona… Veía que el ser humano siempre es diferente. Uno no es la misma persona ahora que hace dos horas atrás.
-¿Qué encontraba Giacometti en las cabezas, que las creaba una y otra vez?
-La vida. Encontraba la vida, en las cabezas. Porque ellas tienen los ojos. Allí es desde donde la energía se dispersa. Ese era el foco al que Giacometti atendía. Si observas sus esculturas, verás que los personajes siempre están mirando derecho, en vía recta, y no tienen expresión. Porque él intentaba capturar la vida como estaba dentro del modelo en ese momento, a través de los ojos.
-¿El artista fue repetitivo?
-Sí, fue repetitivo. Pero se trata de la repetición y de la diferencia, también. Se trata de una visión frontal de un cuerpo. Todo esto se relaciona con su conocimiento de los tótems africanos.
Ellos lo cambiaron todo, en la obra del escultor. Esto puede observarse en la primera sala, en los trabajos ubicados entre su primera escultura –una pequeña cabecita de yeso–, y su primera pintura –una naturaleza muerta–. Y hay gestos corporales que se mantuvieron latentes en muchísimas de sus obras. Si usted va a la exposición, notará que las mujeres-tótems de la última sala coinciden en algo con estas primeras obras de influencia africana: a la altura de las caderas –anchas y fértiles, pero chatas– el movimiento se cierra, queriendo resguardar. A la altura de los pechos, en cambio, se abre, puntiagudo. Como si se tratara de una “Y” irradiando fuerza.
-Véronique, ¿piensa que estas esculturas, tan magnéticas, son los tótems del siglo XX?
-¡Oh, sí! Son verdaderos íconos del siglo XX. Y no es porque cuenten una anécdota, ¿eh…? Porque todos los detalles, en estas esculturas y pinturas, han sido dejados de lado. Se trata de su energía.
Son seis salas plagadas de figuritas de hombres y mujeres, y de algunas pinturas. La segunda es un pasillo lleno de cabezas. La tercera trata sobre el objeto y la experiencia surrealista de Giacometti. Este espacio también está plagado de objetos utilitarios, muchos de ellos diseñados en 1939 para una familia argentina: los Born.
Hay una obra en la muestra que es la más emblemática del artista: El hombre que camina (ver “Las cinco obras...”). Con la materia de la escultura castigada a cuchillo y una hendidura en el pecho, su torso se inclina hacia delante, viene hacia nosotros. Su boca, cerrada, tiene un rictus levemente descendente. Sus manos marcan un movimiento cóncavo: contienen.
A veces, estas esculturas, de tan delgadas, parecen cadáveres. Pero por algo Giacometti puso esa mano, ese gesto conciliador. Hay secretos disimulados en estas obras. Hay gestos generosos. Hay que darse una vuelta por allí, observar y abrirse a estos frágiles, delicados dioses sin religión. Listos para responder a nuestras plegarias.
“Sartre fue alguien con quien Giacometti hablaba mucho”, explica la curadora de la muestra. “El escribió el primer ensayo importante sobre su obra. Pero sobre todo, Sartre tenía esta idea de que Giacometti esculpía siempre como a una cierta distancia. Por ejemplo, si vos ves sus esculturas en un libro, nunca sabés si son grandes o pequeñas, parecen muy altas pero usualmente no lo son; son altas por dentro. Hay un tipo de monumentalidad que está dentro de las esculturas de Giacometti, decía Sartre”.
“Giacometti escribió ensayos y libros sobre arte en general, sobre otros artistas, y sobre lo que significa ser un artista… Y también realizó algunas entrevistas muy importantes. Parte de sus escritos son una colección de ensayos publicados en libros y revistas, y también entrevistas que hizo con figuras importantes. Y todas estas son realmente piezas claves para poder comprender los propósitos de Giacometti y de su obra, y lo que él quería.
También hay mucho material bibliográfico sobre el artista en español, debido a una gran muestra que hicimos sobre él en España; pero no lo podemos mostrar ni traer acá. Esto es, realmente, muy malo, ya que nuestro principal interés en la Fundación Giacometti es la educación. Para nosotros, ése es un punto clave. Pero, ¿cómo se podría tener una educación real y apropiada si no se puede tener a disposición el material…? Y el material –en este caso bibliográfico- existe, y está disponible. Sólo que no se lo puede hacer entrar a la Argentina.
Por favor, pónganlo en los medios. Creo que es una verdadera pena, esto que sufren es un enorme problema. Realmente, es muy malo no poder exhibir y mostrar todo esto al público argentino.” Lucas Prado
Fondation Alberto et Annette Giacometti presents the first major retrospective devoted to the work of Alberto Giacometti (1901-1966) in South America. The international touring exhibition will travel across the continent, visiting São Paulo (Pinacoteca do Estado), Rio de Janeiro (Museu de Arte Moderna) and Buenos Aires (Fundación PRMO). The retrospective provides a rare opportunity to see, from March 2012 to early January 2013, over 220 works from the rich collections of the Paris-based Alberto and Annette Giacometti Foundation, the residuary legatee of the artist's widow, Annette Giacometti.
After six months in Brazil, were the show was a huge success with over 115,000 visitors in São Paulo (Pinacoteca do Estado) and over 100,000 visitors in Rio de Janeiro (Museu de Arte Moderna MAM-Rio), the touring exhibition continues in Argentina. Next step will be Fundación Proa in Buenos Aires, where the exhibition opens on October 13, 2012.
São Paulo | Rio de Janeiro | Buenos Aires
The exhibition allows visitors to follow the entire career of one of the greatest masters of twentieth century art, from his training in his father's studio in Switzerland until his last monumental sculptures designed for the Chase Manhattan Bank building in New York. Showing all aspects of Giacometti's production (sculptures, paintings, drawings, decorative arts, prints, writings), the exhibition addresses the main themes in the artist's creative thinking : Cezanne's lesson, the influence of Cubism, the discovery of African art in 1926, the lasting mark of magical thinking and Surrealism, the invention of a new representation of the human being. Through his intellectual quest, Giacometti approached the greatest thinkers of his day : Andre Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir and Jean Genet, who are also mentioned in the exhibition through portraits and texts.
The show also is an occasion to recall that Giacometti took contact, in France, with many South American collectors, patrons and art lovers who had been attracted by the cultural emulation of the 1930s Paris. The first collector to acquire a work of Giacometti (La Tête qui regarde) in 1929, was an Argentinian : Elvira de Alvear, the niece of General Carlos Maria de Alvear. This work is included in the exhibition, accompanied by the only Giacometti bronze in a Brazilian public collection : Quatre Femmes sur Socle, belonging to the Museum of Modern Art in Rio and acquired at the São Paulo Biennial in 1951.
In Brazil, the exhibition will highlight the important influence of Giacometti he met with African art in 1926, which marks the beginning of his mature work. It is indeed in contact with African and Oceanic art that Giacometti is developing the concept of a work capital "alive", magic and charged it until the end of his life. In Buenos Aires, decorative art objects from a large order for Argentinian collectors in 1939 will be added to the presentation. Giacometti never set foot in South America, although he was invited by decorator Jean-Michel Frank, with whom he worked since 1930, to join him in Argentina. Jean-Michel Franck had taken refuge in Buenos Aires during the war, and then continued his activity there, importing furniture and decorative arts produced in Paris.
37 paintings, 86 sculptures, 85 drawings and 13 prints and decorative art objects help capture the many aspects of Giacometti's work, collections being completed by rich photographic documentation.
Curated by Véronique Wiesinger, director of the Alberto and Annette Giacometti Foundation and author of the retrospective exhibition at Centre Georges Pompidou in 2007.
A reference book, designed and directed by Véronique Wiesinger and published Brazilian editor Cosac Naify, accompanies the exhibition, and promises to be the most important scientific book ever published on Giacometti in Brazil. It includes an important unpublished essay of Braschi Cecilia on the links between Giacometti and South America.
Result of a three-year long close collaboration between the Alberto and Annette Giacometti Foundation and South American museums of international stature, this ambitious exhibition is designed by the Foundation and produced by cultural projects agency Base7. Under the patronage of the French Embassy in Brazil, the event is supported by the Brazilian Ministry of Culture, as well as by private sponsors (Bradesco, Tenaris Confab), and benefits from the Rouanet Act in favor of cultural patronage in Brazil.
Pinacoteca do Estado de São Paulo São Paulo, Brazil | 24 March 2012 – 17 June 2012
Museu de Arte Moderna MAM-Rio Rio de Janeiro, Brazil | 17 July – 16 September 2012
Fundación PROA Buenos Aires, Argentina | 13 October 2012 – 9 January 2013
La curadora de la exhibición, Véronique Wiesinger, es directora de la Fundación Alberto y Annette Giacometti y autora de la retrospectiva realizada en el Centre Georges Pompidou de París en 2007.
El catálogo de la exhibición –un proyecto de Véronique Wiesinger–, es la mayor publicación sobre el artista que se haya editado en Argentina. Reproducciones de obras de la exhibición, un destacado capítulo de escritos del artista, textos de la curadora y una investigación inédita de Cecilia Braschi acerca de los vínculos entre Giacometti y Sudamérica lo convierten en un material de referencia fundamental en castellano.
Fruto de un trabajo de tres años y una estrecha colaboración entre la Fundación Giacometti, la Pinacoteca do Estado de São Paulo, el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro y Fundación Proa, esta ambiciosa exhibición fue producida por Base7 Projetos Culturais y cuenta con el apoyo de la Embajada de Francia en Argentina y el auspicio de Tenaris – Organización Techint. En Brasil, la itinerancia en el MAM de Río de Janeiro contó con el patrocinio de TenarisConfab.
Alberto Giacometti: Colección de la Fundación Alberto y Annette Giacometti, París
Curadora: Véronique Wiesinger
Fundación Proa, Buenos Aires, Argentina
Organización: Fundación Alberto y Annette Giacometti / Base7 Proyectos Culturales / Fundación Proa
Itinerancia: Pinacoteca do Estado, San Pablo / Museu de Arte Moderna, Río de Janeiro
Del 13 de octubre a enero 2013
En: Fundación PROA: Avenida Pedro de Mendoza 1929. La Boca.
La primera muestra retrospectiva en Sudamérica de la obra del gran escultor y pintor, una de las mayores figuras del arte del siglo XX.
Compuesta por más de 130 piezas, esta exhibición abarca los períodos de su producción artística desde la etapa inicial en su Suiza natal, su temprana formación ligada a Cézanne, al arte africano en los años 20, hasta sus más conocidos estudios de cabezas y retratos, sus emblemáticas figuras femeninas y personajes caminando de las décadas del 40, 50 y 60. Una línea de tiempo que permite apreciar las diversas disciplinas que GIACOMETTI experimenta a lo largo de su carrera (escultura, pintura, dibujo, grabado, arte decorativo), hasta lograr esa marca definitiva que deja en el arte del siglo XX, revolucionando los preceptos de la práctica escultórica.
En el mercado internacional de subastas, el año pasado se vendieron 41.000 obras de artistas nacidos luego de 1945. El volumen de ventas fue de 1.200 millones de dólares, lo que representa un 6% del mercado de subastas, que puede estimarse en 20.000 millones de dólares y cuyo 50% es vendido por las dos casas líderes, Chrisitie’s y Sotheby’s.
Este es el segmento del mercado que crecerá más, ya que, al ser artistas en su mayoría contemporáneos, su oferta de obras crece día a día. En casos como Damian Hirst y Jeff Koons, que tienen talleres con más de un centenar de ayudantes, la oferta de obras puede ser de miles todos los años, tanto en esculturas, pinturas y grabados.
El mercado chino es una incógnita, pero según los estudios de ArtPrice, hoy representa el 39% de las ventas mundiales, relegando a Estados Unidos, con el 26%, a Inglaterra (23%), Francia (2%) y a Alemania e Italia, con sólo el 1%.
El artista con mayor ventas es el desaparecido y atormentado Jean Michel Basquiat (1960-1988), del cual se han vendido en el ultimo año 100 millones de dólares, y su valoración en la ultima década ha sido del 380%; luego se destacan algunos autores chinos y Damian Hirst(1965) con 30 millones y Jeff Koons (1955) con 20 millones, pero seria lógico estimar en cinco veces más el volumen de sus ventas en el mercado, ya que las subastas son la punta del iceberg que representa cerca de un 20% del volumen total de ventas.
Del estupendo escultor uruguayo Atchugarry se han vendido en subastas 1 millón de dólares y algunas de sus obras se han cotizado en casi 200.000 dólares; del argentino Guillermo Kuitca los números son similares. La semana pasada se han vendido casi 200 millones de dólares en seis subastas en Londres y por una obra del alemán Gerard Richter se logro el mayor precio para un artista vivo, al venderse una de sus obras que pertenecía al músico Eric Clapton en la fabulosa suma de 34 millones de dólares. Es curioso, ya que la obra del artista, del que hubo recientemente una exposición en el Centro Pompidou, va desde la figuración fotográfica a la geometría y a la abstracción, que recuerda a Jasper Jhons; pero sus obras son arduamente disputadas pese a su diversidad y otras diez en oferta encontraron compradores a un promedio de 1 millón de dólares. Otra figura de estas ventas con buen arte italiano fueron las 11 obras de Lucio Fontana (nuestro rosarino preferido), que lograron 14 millones y se vendieron todas.
Sorprendió el precio logrado por el español Miquel Barcelo, de 3,3 millones de dólares. El 97% de las ventas de artistas españoles, curiosamente, se realiza fuera de España, que tiene un volumen del mercado estimado en 400 millones de dólares, pero se ha duplicado en la ultima década, aunque ahora, ante la crisis, seguramente se achicará, tanto en volumen como en precios. El precio de venta promedio en la península ibérica es de 5.000 dólares, muy bajo frente a los otros países de la Unión Europea; incluso Austria tiene más volumen y mejor promedio de ventas. Había 125 casas de subastas en España, con un volumen de ventas de 113 millones; pensamos que este año cerraran al menos la mitad de ellas.
Sin duda que una estupenda inversión es comprar arte en España, Portugal y Grecia, los tres países mas afectados económicamente, pero hay que saber comprar y tener la paciencia para esperar el momento oportuno para salir de la inversión, quizás el numero mágico sean siete años, como los ciclos económicos. Es bueno recordar que, del volumen mundial del mercado, el 4 % de las ventas son artistas españoles (Picasso, Miró, Dalí, Tapies, Sorolla, etc.); por lo tanto, el gusto por el arte ibérico es algo sin discusión.
No dudamos que en aquellos países donde el arte es motivo de placer y admiración, como lo demuestran las fabulosas muestras y museos que hay en España, la demanda crecerá luego de superar la crisis.
En nuestro país pocas veces se han visto muestras de tanta calidad como las actuales de Arte Italiano en el Museo de Arte Decorativo (finaliza el 28); la de Giacometti en Fundación Proa (finaliza en enero) y la que se inaugura esta semana sobre Caravaggio y sus contemporáneos en el Museo Nacional de Bellas Artes (hasta diciembre) o la Antológica de Raúl Soldi en la Colección Fortabat (hasta el 14 de noviembre.
Siempre el arte es un buen placebo en los momentos de crisis. Al mal tiempo, buena cara.
The "Alberto Giacometti: Collection of the Alberto and Annette Giacometti Foundation, Paris" exposition, which brings together paintings, sculptures and drawings from one of the most important artists of the 20th century, is sponsored by Tenaris.
The Swiss sculptor was born in 1901 in Borgonovo, and died in 1966, in Chur. He began his education in Geneva, moving on to Paris years later, where he studied with Antoine Bourdelle. In this period he was in contact with some of the most important Dadaist, Cubist and Surrealist painters of his time who exerted strong influence at the beginning of his career. Between 1930 and 1934 he adhered to the Surrealist movement, and in this period he produced some pieces of art that were fundamental to the characterization of Surrealist sculpture.
Curated by Véronique Wiesinger, Director of the Alberto and Annette Giacometti Foundation, the art on display reveals the versatility of the mind of a genius from the last century.