Sur de Babel Agosto: “El síndrome de Rasputín”, de Ricardo Romero
El domingo 9 de agosto a las 17.30hs. se realizará el próximo reportaje abierto de “Sur de Babel” en el Auditorio de la Fundación. Este mes el libro elegido es “El síndrome de Rasputín” de Ediciones Aquilina.
La obra en sur de Babel: “El síndrome de Rasputín”
Sur de Babel define a “El síndrome de Rasputín” como “la neblina que todo lo abarca, en una Buenos Aires del Bicentenario llena de bombas, con dos obeliscos, edificios destruidos, con una constante garúa que hace calar al frío más hondo aún en los huesos, tres personajes tan extraños como el contexto, se mueven desde Once a la Boca en pos de resolver un extraño asesinato que tiene como principal acusado a uno de estos tres amigos. Los tres, víctimas del Síndrome de Tourette, atraviesan la ciudad devastada en medio de tics nerviosos que generan una especie de amistad entre ellos, o tan solo, quizás, un entendimiento mutuo a causa de sentirse igualmente discriminados.
A veces una novela es buena por su historia; otra, por sus personajes; otra, por lo bien que está escrita. Cuando en una misma obra estas tres categorías se unen, es motivo de festejo. Nuestro mayor homenaje, entonces, es que todos los socios de Sur de Babel puedan disfrutar de estas líneas que saben atrapar al lector desde la primera hasta la última página”.
En esta maravillosa novela de Romero, los protagonistas son tres tipos raros, tres amigos marginados afectiva y socialmente por la enfermedad compartida, la compulsión a la repetición de gestos, exclamaciones o movimientos que identifican al síndrome de Tourette; son los vulnerables prisioneros de los tics. Casos clínicos perdidos, los queribles Abelev, Maglier y Muishkin se verán envueltos, por afán solidario, en una aventura marcada por lo desaforado. Trepidante novela de ideas, El síndrome de Rasputín –ese tic primario de sobrevivir pese a todo– participa del folletín aventurero desatado a la manera de Edgar Wallace y del grotesco tenebroso del mejor cine mudo.
El autor
Ricardo Romero nació en Paraná, Entre Ríos, en 1976. Es Licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba y desde el 2002 vive en Buenos Aires. En el 2003 publicó su primera novela, Ninguna Parte, y a partir de ese mismo año dirigió la revista de literatura Oliverio. En el transcurso del 2006 publicó su primer libro de cuentos, Tantas noches como sean necesarias. En el 2007 sus cuentos “Visigodos” y “Habitación 22” fueron publicados en diversas antologías dedicadas a los nuevos narradores argentinos. En la actualidad tiene una novela inédita, Perros de la lluvia. Es uno de los integrantes del Quinteto de la Muerte y editor de Gárgola Ediciones, donde dirige la colección “Laura Palmer no ha muerto”.
Ediciones Aquilina
En el año 2008, Ediciones Aquilina abrió sus puertas con una colección orientada en cuatro policiales modernos, porteños, nuestros: la colección Negro absoluto, dirigida por Juan Sasturain y Ricardo Romero. La editorial, además de publicar y dar a conocer la obra de autores consagrados, apunta al desarrollo y a la búsqueda de escritores nuevos, emergentes, inéditos, para mostrar la realidad de una literatura nacional viva y propia.
Reservas: info@proa.org
Entrada libre y gratuita.
Entrevista con el autor y Juan Sasturain publicada por Sur de Babel
En un típico bar porteño de San Telmo, nos encontramos con Ricardo Romero y Juan Sasturain, dos escritores que, desde distintas trayectorias se miran mutuamente, se respetan, se admiran y se ríen de los acartonamientos literarios. Ambos desarrollan la colección Negro Absoluto, una interesante propuesta que ya vio nacer a futuros legendarios detectives porteños que investigan en una Buenos Aires siempre distinta.
Sur de Babel: ¿Cuándo empezaste y cuándo terminaste a escribir El síndrome de Rasputín?
Ricardo Romero: Los tiempos de El síndrome… fueron bastante apretados porque salió la idea y fue muy vertiginoso. Sacando lo dos o tres primeros capítulos, que los escribí en enero de 2009, el resto fue entre febrero y marzo. Generalmente, yo trabajo con tiempos más largos. El libro de cuentos anterior me llevó dos años. No es que haya algo forzado en esta, la historia me llevó.
SdB: ¿Ya tenías la idea de hacer un policial?
R.R: En realidad cuando salió el tema de los policiales con Juan [Sasturain], de entrada dije: “Uy, estaría buenísimo poner algo con el síndrome de Tourette… Y Juan me miró como diciendo “de qué estás hablando”. Yo hacía rato que quería escribir algo con el síndrome de Tourette, y cuando salió el tema del policial, dije, es esto.
SdB: ¿Por qué con el Síndrome de Tourette?
R.R: Cuando conocí la enfermedad, me pareció increíble. Después leí El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, de Oliver Sacks. Aparte de contar cosas del síndrome de Tourette, cuenta cosas increíbles que pueden llegar a pasarle a la gente. Trata de un músico que veía las cosas pero no las podía conceptualizar. Veía una botella pero no sabía qué era. Tuvo que empezar a vivir como un ciego. Como era músico tenía buen oído y se empezaba a guiar por eso. Me parece que el Tourette era una enfermedad, que en el caso de estos personajes- que lo padecen en un nivel no tan grave (hay gente que ni siquiera puede salir a la calle)- me permitía cortar con lo cotidiano. Me gustaba ese tipo de marginalidad, que no tenía una ideología particular; es la marginalidad esencial de ellos. Es parte del propio mundo que los personajes se van formando.
Cuando meto en un hospital público al personaje de Abelev, le tenía que poner un acompañante, y de a poco el viejito Miranda empezó a ganar espacio. Fue una sorpresa para mí. Yo decía “ya tengo tres personajes, no voy a estar metiendo uno más”. En la segunda novela que está por venir toma más protagonismo el murciélago rojo y Miranda vuelve en la tercera.
SdB: Lo pensás como una saga…
RR: Toda la colección está planteada como una saga. Ahora salió Ceviche de Levin, y en agosto sale Lejos de Berlín que también es la primera novela de otra saga. Ya en septiembre sale Todos mienten, que es la segunda de Aguirre, y en octubre sale la segunda mía, Los bailarines del fin del mundo.
SdB: ¿Cuándo empezaron a pensar esta colección y por qué hacer una colección de escritores jóvenes que se dedicaran al policial “argentino” es decir, con marcas muy propias de nuestra cultura “porteña”?, digo por tu novela, y por Ceviche, que trascurre en el barrio del Abasto.
Juan Sasturain: Como sucede a veces, o casi siempre, hubo quien, un editor novato, una editora novata en este caso, que encargó los libros que quería leer. La idea era tener aventuras policiales ambientadas en Buenos Aires. Esa era la pretensión. Todo lo demás vino por añadidura, pero lo primero que estaba era eso: construir una saga con algún detective que se moviera en la ciudad de Buenos Aires. Como se estaba pensando con una pata internacional en el origen, se buscó hacer algo un poco típico de Buenos Aires, a la manera de esas colecciones de detectives históricos, como los de la Edad Media, o los de Estocolmo, Venecia. Y bueno, por qué no en Buenos Aires. Ese fue el proyecto original, formulado tal cual por la editora y fue tomando algunas variantes. Me convocaron a mí para que organizara esta colección, yo lo convoqué a Ricardo, por una cuestión de reconocer en él a la persona que me podía guiar en todo lo que se escribe hoy en día entre los jóvenes, que yo no tengo la menor idea, y Ricardo sí. No sólo tiene aptitud como escritor sino que tiene un contacto muy fluido con un montón de gente que escribe y muy bien. A partir de eso, empezamos a asociar un detective a un determinado autor; a cada autor se le encargaría la cobertura de un espacio de Buenos Aires en distintos momentos. Y exactamente así fue. El primer nombre fue el de Ricardo y después alguno que me sugirió él, como Federico Levin; otros, como Juan Terranova, que yo conocía. Yo le sugerí también qué le parecía Osvaldo Aguirre, que es muy idóneo, conocedor del género policial; convocamos a Elvio Gandolfo también, y así se fue formando. Luego se incorporó que era de algún modo, el que tenía un poco más de conocimiento público.
RR: A parte de que él ya venía trabajando con el género policial.
J.S: Ese fue el comienzo y creo que lo vamos desarrollando bien.
R.R: El año que viene se suma María Inés Krimer, muy buena escritora, que tiene varios libros publicados.
SdB: Va a ser la primera mujer de la serie…
R.R: Claro, una detective. Una viejita, una abuela judía
J.S: No viejita…una veterana guerrera (risas)
R.R: No, no es una viejita.
SdB: ¿Y El doble Berni, la novela de Elvio Gandolfo y Sosa, también la “encargaron” a partir de este proyecto, o era algo que ya habían encarado ellos?
J.S: No, todo el mundo empezó a escribir a partir de este proyecto. Incluso Leo [Oyola] también, la historia no la tenía de antes.
RR: De hecho cuando tiramos la propuesta, hicimos sugerencias. Algunos las agarraron y otros las replantearon. Por ejemplo, nosotros lo convocamos a Elvio y el dijo “yo quiero escribir con este muchacho uruguayo” y plantearon el proyecto. Leo fue a otro que le dijimos “qué te parece tal cosa” y él empezó a trabajar con una idea y nos la presentó. La editora ya tenía un par de ideas que quería trabajar y nosotros teníamos que ver qué autores se interesaban por eso.
J.S: Es interesante que sean muy diferenciables entre sí los personajes. Ya cada uno de los narradores tienen una personalidad definida: cada uno tiene su estilo, su manera, su clima, sus propias obsesiones. Nos viene bien que estén muy diferenciados los protagonistas. Lo que ha conseguido Federico [Levin] con El sapo, que es un personaje muy lindo, muy fuerte… Ni hablar de lo que está haciendo Ricardo… es una puesta muy complicada, muy osada, muy valiente… A mí me da vértigo. Cuando me contaba nomás lo que pensaba hacer…
SdB: ¿Vos ya tenías pensado, Ricardo, la extensión?
RR: Yo sabían que iban a ser tres novelas.
J.S: El compromiso que tienen todos – y ahí habla el editor, no el editor pero sí el responsable de esto- es que cada uno haga una serie de tres novelas.
R.R: Yo tengo una “ticlogía”. La tengo pensada en tres. A veces tengo miedo de que se me vaya a un poquito más porque no pueda resolver ciertas cosas. Vamos a ver ahora cuando encare la tercera…
SdB: ¿La idea es que los tres personajes se mantengan?
R.R: Sí, así como en la primera el disparador fue Abelev, en la segunda es Maglier y en la tercera, Muishkin. Se va trasladando el protagonismo.
SdB: Lo que me parece que está súper logrado es la ambientación de tu novela.
J.S: El desafío de lo que encaró Ricardo es muy complicado, porque vos tenés que pintar tantas cosas…. Tenés que describir un universo nuevo y propio de esa novela. La referencia, es una referencia construida, pasa en una Buenos Aires que no es esta, entonces hay que contar ese mundo. Tampoco podés parar y explicar cómo funciona ese mundo, y después meter a los personajes. Después, tenés personajes que no son normales… No existe la normalidad, pero estos son particularmente poco normales. Entonces, además de contar lo que les pasa, tenés que contar a quién le pasa. Vos tenés que explicar el mundo, explicar los personajes y a partir de ahí construir una ficción, una historia. Es muy complicado. A mí, por lo menos, su plan me intimidaba. Yo le decía: “¿cómo vas a hacer para contar todo eso? Bueno, parece que puede. Es un muchacho valiente, como deben ser los escritores. Me parece que una de las cosas más lindas que tiene esta generación es que son valientes, van para adelante, eso me encanta a mí.
SdB: Hay que tener muchas ganas de escribir para hacer esta saga…
J.S: Eso, hay que tener hambre. Está muy bien eso. Terranova escribió por ejemplo Lejos de Berlín, una novela de trescientas páginas y pico… se descontroló, saludablemente se descontroló… probablemente escribió cosas que no pensaba escribir, se desparramó, hay cosas que se escribieron más o menos, pero está muy bien, que fluya…
R.R: Tampoco se puede controlar toda la situación.
J.S: Ojalá lo maltraten un poco, así aprende (risas). Está muy bien, hablando en serio. Todos han tomado riesgos.
R.R: Cada uno se metió con cosas que realmente le interesaban… A Terranova siempre le interesó el nazismo, y creó un personaje varado en Buenos Aires en pleno peronismo, después de la Segunda Guerra, y eso le permitió meterse con pila de cosas.
J.S: Está muy bien. Son novelas todas bastante desequilibradas.
SdB: Leí una reseña que comentaba algo que a mí también me pareció apenas terminé la novela: un ambiente parecido al de la película Brazil o Delicatessen.
R.R: Para mí el cine es fundamental. La televisión también. Alguien que comentó mi libro decía que yo mezclaba cultura alta con cultura popular. Yo no puedo hacer esa separación que él hace. Para mi no hay diferencia entre las películas, la literatura que nombro. Yo quería poner algo gótico, y tenía que hacer una ciudad decadente.
J.S: Todas las referencias son artificiales, salvo la del Bicentenario.
SdB: A parte de esta saga, ¿estás escribiendo alguna otra cosa?
R.R: Tengo un libro de cuentos, pero no escribo muchos cuentos. Y tengo una novela que la había escrito antes de empezar con la saga y antes de empezar con la segunda, la corregí. Se llama Perros de la lluvia. Vamos a ver qué pasa.
SdB: Ustedes, o quizás vos más Ricardo, que están en contacto con las nuevas producciones de escritores jóvenes, ¿ven algún denominador común en estas escrituras emergentes?
J.S: Yo no tengo ni idea. Los tres o cuatro que conozco son los de mi tiempo.
SdB: ¿No sos de leer autores jóvenes o nóveles…?
J.S: No, leo poquito. Releo más que nada. Los jóvenes se leen entre ellos.
R.R: Eso es bueno, que nos estemos leyendo. Yo con el Quinteto [de la muerte] he tenido una experiencia muy buena. No creo que haya un denominador común, y tampoco me gustaría plantearlo. Osvaldo Aguirre me preguntaba eso hace unos días. Dicen que los narradores de hoy, son muy autobiográficos. Yo creo que hay de todo. Creo que nuestra generación no tiene una relación tan conflictiva con lo que nos precede. Hay una relación más relajada, no tenemos que matar a nadie. Hoy en día hay muchas antologías, eso está bueno pero, la idea de obra no está. Me produce un poco de sospecha que haya tantas antologías con cuentos a pedido. Hay mucha gente escribiendo para eso y a uno le sale decir: “bueno, ¿y dónde está tu proyecto personal”? A mí me interesa más qué es lo que estás haciendo. Se ve mucho oficio, hay mucho taller de por medio…
SdB: Sí, se nota la escritura de taller…
R.R: Sí, y hay antologías que tienen la marca de ciertos talleres.
SdB: Contános sobre El quinteto de la muerte.
R.R: De algunos años a esta parte han habido muchos encuentros de narrativa. La primera que arrancó fue Alejandría, que era un grupo de Castillo, y era más tradicional, leían sentados. Lo bueno de eso es que se acercaba gente que tenía muchas ganas de escuchar, que andábamos boyando por Buenos Aires y queríamos conocer gente que más o menos tuviese los mismos yeites que uno… Después de esos encuentros íbamos a comer, íbamos a tomar… y siempre éramos los mismo cinco los que quedábamos, y un día uno que estaba con nosotros nos dijo: “yo me voy, ustedes son el quinteto de la muerte” y quedó. Y después empezamos a leernos nuestras cosas, a comentar nuestras cosas. Y cuando Funes empieza con el ciclo de Los mudos, leímos ahí. Costaba leer al principio, pero yo terminé poniéndome un vestido de noche en la última lectura (risas). Lo puedo hacer con El quinteto porque es un lugar que me sostiene. Cuando lo hacemos en el Pachamama, cocinamos, y bueno, cuando llega la lectura, uno llega más aflojado. Tenemos estilos muy diferentes, pero todos nos respetamos. Ahora tenemos un libro armado, vamos a ver si sale para marzo del año que viene. Escribimos un prólogo entre todos, donde la idea principal es la amistad como una aventura política. Priorizar un valor como la amistad le hace mucho bien a cualquier cosa.
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