“En la pampa las impresiones son rápidas, espasmódicas,
para
luego borrarse en la amplitud del ambiente, sin dejar huella.”
Ricardo Güiraldes. Don Segundo Sombra.
Sala 4
El poncho
José de San Martín, Lucio V. Mansilla y el cacique Calfucurá, tres sujetos históricos y tres ponchos atravesados por el espesor de la historia. Estos ponchos junto a un numeroso conjunto proveniente de colecciones privadas integran esta sala, dedicada al producto más característico de la llanura, con piezas pehuenches, pampas y ranqueles tejidas en lana de oveja y ejemplares del poncho inglés realizados en paño.
El poncho que le regalaron al General San Martín durante el cruce de los Andes, facilitado por el Museo Histórico Nacional; el poncho que le regaló el cacique ranquel Mariano Rosas al general Mansilla –mencionado en Una excursión a los indios ranqueles– y otro, que perteneció al gran cacique Calfucurá, cedido por el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, enmarcan un recorrido exhaustivo por los colores, motivos y diseños de una prenda fundamental en la dinámica social del siglo XIX.
Iba a salir del toldo; [Mariano Rosas] me llamó y sacándose el poncho pampa que tenía puesto, me dijo, dándomelo: –Tome hermano; úselo en mi nombre; es hecho por mi mujer principal. Acepté el obsequio, que tenía una gran significación, y se lo retribuí dándole yo mi poncho de goma. Al recibirlo, me dijo: –Si alguna vez no hay paces, mis indios no lo han de matar, hermano, viendo ese poncho. –Hermano –le contesté–: si algún día no hay paces y nos encontramos por ahí, lo he de sacar a usted por esa prenda. La gran significación que el poncho de Mariano Rosas tenía no era que pudiera servirme de escudo ante un peligro, sino que el poncho tejido por la mujer principal es entre los indios un gaje de amor; es como el anillo nupcial entre los cristianos. Cuando salí del toldo y me vieron con el poncho del cacique, una expresión de sorpresa se pintó en todas las fisonomías. La gente de palacio se mostró más atenta y solícita que nunca. ¡Pobre humanidad! Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles, cap. 58. |
El poncho, simple y elegante, es una prenda masculina realizada por la mano de la mujer. Capaz de cubrir la necesidad de abrigo y posibilitar, al mismo tiempo, libertad de movimientos, es el permanente y fiel acompañante del habitante de las pampas. Existen notables testimonios de viajeros que describen el poncho. Dom Pernetty, en 1760, relata: "En cuanto al vestir de la gente del pueblo [...] llevan en vez de capa una especie de género rayado, con bandas (listas) de diferentes colores, abierta solamente al medio para pasar la cabeza. Este abrigo cae sobre los hombros y cubre hasta los puños, descendiendo hacia atrás y adelante hasta más abajo de la rodilla, teniendo, además, flecos a su alrededor; se le da el nombre de poncho". Este testimonio nos habla de ponchos de importante tamaño y de rayas, como fueron los primeros que utilizó el gaucho. El pintor y viajero E. E. Vidal (1820) escribe que en el Perú y en Salta “es famosa la manufactura de ponchos y son hechos de algodón, de gran belleza y alto precio; pero los ejecutados por los humildes indios de las pampas son de lana, tupidos y fuertes como para resistir una lluvia grande, los decorados son curiosos y originales, los colores son sobrios, pero duraderos; aunque tienen tinturas de los colores más brillantes, que emplean para otros fines”.
“A comienzos del siglo XIX, el poncho estuvo presente en la preparación de las campañas libertadoras. Durante la época de la independencia, los ejércitos expedicionarios de Ortiz de Ocampo al Alto Perú, Belgrano al Paraguay (y al norte después), y el de los Andes, a su paso por las poblaciones del interior, reciben donaciones consistentes en reales, caballos, mulas, frazadas, cordobanes y principalmente ponchos”, consigna Ruth Corcuera en Herencia textil andina.
Inglaterra era el gran productor textil de la época y exportaba hilados de algodón, lana y variadas telas para la confección de trajes y vestidos. El poncho inglés era una prenda codiciada, sobre todo por los indios, quienes podían cambiar varios ponchos tejidos a mano, de gran valor artesanal, por solo una de estas piezas industriales, cuyo uso fue muy difundido. Si bien algunos de estos ponchos reproducen diseños florales propios de la época victoriana, la mayor parte presenta motivos ajenos a la tradición inglesa. Fabricados para el mercado local, incluyen una enorme gama de tonos marrones o azules, asociados a los colores de la tierra y de los cielos nocturnos: representaciones estilizadas de plumas de ñandú, mantos de gato montés, soles, estrellas, lunas, rayos, motivos llamados ojo de perdiz, grecas y guardas.
El poncho patria, también confeccionado en Inglaterra, tenía cuello y una abertura que se cerraba con botones en el pecho. Posible adaptación de las capas militares españolas, las autoridades criollas los regalaban a los caciques. Su uso también fue muy popular.
"La mujer tiene la obligación imprescindible de hilar y tejer para vestir al marido, a más de proveer de estas telas a sus hijos", describe Federico Bárbara en Usos y costumbres de los indios pampas (1856).
Bibliografía:
- Clara M. Abal de Russo, Arte textil incaico, Fund. CEPPA, Buenos Aires, 2010
- Ruth Corcuera, Herencia textil andina, Fund. CEPPA, Buenos Aires, 2010
- Ruth Corcuera, Diseños y colores en la llanura
- Juan Carlos Garavaglia, “El poncho: una historia multiétnica” en Guillaume Boccara (ed.), Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas
(siglos XVI-XX). IFEA / Abya-Yala, Quito, 2002
- Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles, Buenos Aires, 1870. http://es.wikisource.org/wiki/Una_excursi%C3%B3n_a_los_indios_ranqueles