Prensa Publicada

  • Título: Blanco sobre negro: notas sobre la muestra de Malevich en Proa.
    Autor: Daniela Lucena
    Fecha: 15/11/2019
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    La muestra Kazimir Malevich. Retrospectiva en Fundación Proa trae, por primera vez, a Buenos Aires gran parte de la producción más significativa del artista ucraniano, perteneciente a la Colección State Russian Museum de San Petersburgo. Se trata de un conjunto de setenta obras realizadas entre 1906 y 1935, período que, no casualmente, coincide con el apogeo de las vanguardias artísticas y políticas del siglo XX. Arte, revolución, cultura proletaria, realismo y experimentación estética son algunas de las palabras clave propongo para un recorrido posible por la muestra, intentando pensar más allá de ciertas lecturas maniqueas sobre el artista.

    Malevich, de San Petersburgo a Buenos Aires

    Una de las premisas básicas de la sociología del arte es que para comprender la creación artística debemos tomar en cuenta el conjunto de relaciones entre el creador y los demás actores (críticos, museos, curadores, revistas, coleccionistas, etcétera) que participan en el proceso de producción del valor social de la obra. Esto implica, además, pensar de qué modos determinadas coyunturas políticas e históricas precisas afectan (o no) la relativa autonomía del campo artístico.

    Habitualmente, guiados por estas ideas, los sociólogos emprendemos arduas cruzadas destinadas a desmontar sentidos comunes sobre la genialidad, el don individual o el talento natural de los artistas. Por todo esto decía Pierre Bourdieu que la sociología y el arte no se llevan bien: el mundo del arte está atravesado por estas creencias que conciben al artista como una singularidad excepcional diferente al resto de los mortales, y la mirada sociológica se empeña en mostrar las determinaciones sociales de la creación y la innovación estética.

    La figura de Kazimir Malevich, en este sentido, resulta interesante porque podría decirse que es el ejemplo exactamente contrario. Los relatos sobre su vida y obra, antes que focalizar en el genio o la unicidad creadora, suelen caer en interpretaciones que leen su trayectoria artística en clave comunista-stalinista o anticomunista-antistalinista, según la lente calibrada más o menos a la izquierda que utilice cada crítico o investigador. Así, en muchos estudios, encontramos que las experiencias del suprematismo, la abstracción absoluta del cuadrado blanco sobre blanco o la vuelta a la figuración quedan reducidas, para el caso de Malevich, a decisiones o imposiciones políticas que al mismo tiempo incurren en tergiversaciones históricas.

    En esa línea se inscriben varias de las críticas y reseñas publicada a propósito de la muestra Kazimir Malevich. Retrospectiva en Proa, que trae por primera vez a Buenos Aires gran parte de la producción más significativa del artista ucraniano, perteneciente a la Colección State Russian Museum de San Petersburgo. Quien visite la exposición acaso sienta esa conmoción de la mirada que se genera cuando la obra deja de ser una foto en la web o en las páginas de un libro y se materializa allí, frente a nosotros, personalmente. Se trata de un conjunto de setenta producciones realizadas por el artista entre 1906 y 1935, período que no casualmente coincide con el apogeo de las vanguardias artísticas y políticas del siglo XX. Arte, revolución, cultura proletaria, realismo y experimentación estética son algunas de las palabras clave que propongo para un recorrido posible por la muestra de Proa, intentando pensar más allá de ciertas lecturas maniqueas sobre el artista. A continuación, algunas preguntas y reflexiones en torno a ellas.

    “Tres cuadrados muestran el camino”

    El recorrido propuesto por la curadora Eugenia Petrova comienza con un grupo de obras tempranas que remiten a influencias simbolistas y postimpresionistas, para llegar luego a las producciones que registran el impacto de la gran crisis de la representación artística iniciada con el cubismo y potenciada luego con el desarrollo de los movimientos de la vanguardia histórica de entreguerras. Entre todos los grupos que buscaron subvertir los valores del arte burgués, puede decirse que el futurismo fue el más virulento y crítico de la tradición y de la cultura del pasado. Aunque el movimiento italiano y su líder Marinetti son los más renombrados, en Rusia el futurismo fue uno de los movimientos iniciales y más potentes de la vanguardia que, si bien se originó en consonancia con sus pares italianos, pronto adquirió una dinámica propia y se convirtió en la tendencia vertebral de otras estéticas experimentales surgidas en ese contexto socio histórico tan distinto del europeo. Malevich adscribió durante un tiempo a los postulados de este movimiento, como lo muestran las obras cubofuturistas exhibidas en la sala uno o los fastuosos trajes que diseñó en 1913 para la opera Victoria sobre el Sol, expuestos en la sala cuatro de Proa.

    “Ayer defendíamos, con la frente orgullosamente alta, el futurismo. Ahora escupimos sobre él con orgullo. Escupid vosotros también sobre los viejos ropajes, y revestid al arte con lo nuevo”, propone Malevich en el texto de 1915 “Del cubismo y del futurismo al Suprematismo”.1 ¿Qué era “lo nuevo” para el artista, entonces? Ni más ni menos que el emblemático Cuadrado negro, definido por él como “un niño regio lleno de vida”. Así, con ese niño vital y combativo, se inicia la etapa que trastocó para siempre los valores del arte moderno occidental: la del arte abstracto, la de un nuevo realismo que ya no refiere al mundo existente, sino a la creación plástica como un lenguaje –y un valor– en sí mismo. La etapa del fin de régimen mimético del arte, en la que el arte deja de representar al mundo para transformarlo. Siguiendo este itinerario, la sala dos de Proa nos confronta con obras clave de la producción suprematista: Círculo negro, Cruz negra, Cuadrado negro y Cuadrado rojo.

    De acuerdo con los argumentos del propio Malevich, podremos ver en la muestra de Buenos Aires solo dos de las tres etapas del suprematismo: la del negro y la del coloreado; falta en esta retrospectiva la etapa del blanco, el cuadrado blanco sobre blanco. “Cosa extraña–escribe Malevich en 1920–, tres cuadrados muestran el camino, mientras que el cuadrado blanco lleva al mundo blanco (la construcción del mundo) al afirmar el signo de la pureza de la vida creadora humana”. Por esas ironías de la historia y de los intercambios entre coleccionistas, la Composición suprematista: blanco sobre blanco, realizada por el artista en 1918, no se encuentra en Rusia sino en Estados Unidos, país que se erigió en paladín de la lucha anticomunista en buena parte del siglo XX. Forma parte, desde 1935, de la colección del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York (el periplo de su llegada a ese museo merecería un texto aparte, sobre todo si se consideran los polémicos rumores sobre los términos de su adquisición).

    La fábrica de cerámica

    Llegamos así a una de mis zonas preferidas del recorrido: los “arquitectones” (modelos tridimensionales ideales para futuros edificios) y las porcelanas realizadas por Malevich.

    Más allá de las búsquedas estéticas del artista, considero imprescindible inscribir esas producciones en el marco coyuntural del nuevo escenario económico, político y cultural inaugurado por la revolución bolchevique de 1917. A diferencia de las vanguardias europeas, que en la misma época bregaban por la integración del arte en la vida, las vanguardias soviéticas vivieron en carne propia el poderoso proceso revolucionario que instaló el primer Estado socialista del mundo y las convocó a formar parte de esa heroica trasformación. Los artistas de las vanguardias soviéticas tuvieron la revolución en sus manos y la posibilidad de llevar su programa estético-político de fusión de arte y vida de la teoría a la práctica.

    Malevichy otros artistas, como Gabo, Pevsner, Tatlin, Rodchenko, Popova y Lissitzky (por mencionar solo algunos de los nombres más destacados), se identificaron con los valores y las tareas revolucionarias. Sus radicales programas estéticos se convirtieron entonces en una herramienta de trasformación de lo existente, al servicio de la construcción del hombre nuevo. La no figuración y el abandono de cualquier referencia a la realidad iban así de la mano con la construcción de una realidad nueva que era el material de su acción. Luego de los acontecimientos de 1917, muchos de ellos pasaron de estar en la oposición a ocupar cargos oficiales, convencidos de su necesaria y urgente participación en la construcción del mundo proletario.

    Tal como afirma el sugerente ensayo de Boris Groys Obra de arte total Stalin, el mundo que la Revolución de Octubre prometía construir “no solo debía llegar a ser más justo o garantizarle al hombre un mayor bienestar económico: ese mundo, tal vez hasta en mayor grado, debía llegar a ser bello. La vida desordenada, caótica, de las épocas pasadas debía ser sustituida por una vida armónica, organizada con arreglo a un único plan artístico”.2 Malevich aceptó el desafío de diseñar el plan que pudiera organizar la vida real conforme a los nuevos valores del Estado soviético. En los años posteriores a la revolución, el artista se desempeñó en varios puestos claves de la cultura soviética. Fue supervisor de las colecciones de arte del Kremlin, dirigió los Estudios de los Talleres Libres del Estado, trabajó como profesor en la Escuela de Arte de Vitebsk y como director del Instituto Estatal de Cultura Artística de Petrogrado (GINKHUK). En 1920 tuvo una actuación destacada en la organización de los festejos por el tercer aniversario de la Revolución de Octubre, momento en que el Cuadrado negro salió a las calles como un emblema revolucionario, tal como puede observarse en algunas de las imágenes de época que se exhiben en loop en la muestra.

    Asimismo, dos textos escritos por el artista entre 1923 y 1924 nos dan la pauta de su preocupación por ir más allá de la pintura de caballete, práctica del arte burgués que parecía sin sentido a la hora de organizar el nuevo mundo postrevolucionario. Uno de ellos es una carta que Malevich le escribió a Nikolai Punin en junio de 1923, y que se halla reproducida en una pared: “Estoy pensando en una fábrica de cerámica y en las formas de su futura producción. Necesitaría un taller para elaborar las formas”. El otro texto es un fragmento del Manifiesto Suprematista Unovis de 1924, en el que el artista declara: “Consideramos liquidada la forma de las manifestaciones pictóricas estetizantes. El suprematismo concentra sus esfuerzos en el frente de la arquitectura y llama a todos los arquitectos revolucionarios para que se unan a él”. Resulta interesante leer los “arquitectones”, las cerámicas, los tablones publicitarios, los murales y los paneles geométricos para edificios realizados por Malevich y su grupo Unovis en línea con estas afirmaciones. Todas esas producciones dan cuenta de su apuesta por subvertir los viejos preceptos de la tradición pictórica y por crear un arte imbricado en la vida cotidiana, a través de la creación de nuevas formas estéticas capaces de acompañar la formación de una cultura revolucionaria, acorde a los nuevos tiempos.

    Más allá de Stalin

    La sala tres, dice el catálogo de la muestra, nos lleva de vuelta hacia a la figuración. Se trata de las obras posteriores a 1928, que son, desde mi perspectiva, las más inquietantes del artista, y también las menos exhibidas en los museos y galerías. Su realización se inscribe en un contexto político bien diferente al de los primeros años de la década del veinte. Si bien hasta 1923 el Estado soviético promovió la creación artística y los distintos programas de las vanguardias pudieron intervenir activamente en la construcción de la realidad, luego de la muerte de Lenin cambiaron las condiciones de esa colaboración entre la dirigencia política y los artistas de avanzada. Tras el ascenso de Stalin al poder, la apertura hacia la experimentación estética fue cediendo paso a la imposición de un estilo creador único. Una resolución de 1932 del Comité Central del Partido Comunista Soviético puso fin a la diversidad de tendencias artísticas y propuso la formación de una única organización que enrolara a todos los escritores que quisieran contribuir en la construcción del socialismo. Dos años más tarde, durante el Primer Congreso de Escritores Soviéticos celebrado en Moscú, se proclamó el realismo socialista como el método fundamental de la literatura soviética; así, se clausuró abruptamente el proceso de experimentación estética que se había iniciado en la década anterior.

    El historiador Donald Drew Egbert ha señalado que, incluso después de estas resoluciones, la política estética oficial seguía poco sistematizada en la Unión Soviética. Recién durante la Guerra Fría, como consecuencia de un discurso del entonces Secretario del Comité Central del Partido Comunista Zhdánov, “fueron realizados los esfuerzos oficiales más sustanciales para sentar las bases de una estética stalinista completa”.3 De esta manera, la política artística iniciada en los años treinta alcanzó su formulación más doctrinaria y dogmática con las resoluciones del Comité Central de los años 1946-1948. De allí en más, se desató una feroz purga de todo el aparato cultural soviético, a fin de alinear la producción cultural al nuevo espíritu nacionalista y a la política exterior antiburguesa. Las purgas, además de cobrar varias víctimas en distintas zonas del mundo artístico, nos dan la pauta de que, al menos hasta 1948, algunos de los vanguardistas siguieron ocupando un lugar de importancia en ciertos sectores del mundo cultural soviético.

    En el campo artístico de Buenos Aires, los ecos de esas resoluciones se hicieron sentir de manera contundente. Como consecuencia de ese recrudecimiento del dogma del realismo socialista, el Partido Comunista Argentino expulsó de sus filas a los artistas de la vanguardia Arte Concreto-Invención, liderada por Tomás Maldonado.4 El grupo de artistas concretos se había afiliado al comunismo en 1945 proclamando su arte constructivo y geométrico como el único arte realista y, por consiguiente, el más adecuado para la revolución. Durante los años de su militancia en las filas comunistas, Maldonado escribió un texto para el periódico oficial del Partido, en el que salía al cruce de las acusaciones sobre la falta de libertad expresión en la Unión Soviética poniendo como ejemplo justamente a Malevich.

    La filosa pluma de Maldonado aseguraba que la pintura por encargo no era más que “una de las tantas patrañas que se han inventado para desprestigiar a la URSS”, dado que en la Unión Soviética “no se ha obligado a ningún pintor a hacer lo que no era de su agrado”. Luego, el joven artista concreto argentino afirmaba que, en Rusia, los artistas que se dedicaron a hacer propagándolo hicieron por voluntad propia, mientras que quienes prefirieron otro tipo de actividad estética “han sido igualmente respetados y considerados”. Para ilustrar esa neutralidad del Estado soviético en materia estética, Maldonado elegía el caso de Malevich: “un artista no representativo, bien distante por ende de llamado ‘arte social’, que fue nombrado en 1935 profesor de la Academia de Leningrado”.5

    ¿Qué información tenía Maldonado, en la Buenos Aires de 1946, sobre lo que ocurría en la Unión Soviética? ¿Estaba al tanto de los crecientes ataques a los llamados artistas formalistas tras la pauta zhdanovista? ¿Sabía cuál había sido el derrotero de Malevich luego del ascenso de Stalin? Su encendida defensa del régimen stalinista y de su política cultural hace suponer que Maldonado estaba realmente convencido de que en la Unión Soviética el estado propiciaba la libertad de creación. Pero volviendo a Malevich y a la muestra, ¿cómo comprender las obras que realizó durante los últimos años de su vida? Hoy sabemos algunos hechos más sobre el período de su “vuelta a la figuración”, que culmina en 1935, año en el que muere en la ciudad de Leningrado.

    Es conocido el episodio de su detención en 1930, cuando fue llevado a prisión para ser interrogado por cargos de espionaje durante el viaje que había realizado a Alemania y a Polonia en 1927. El hecho de que volviera de ese viaje sin sus pinturas porque decidió dejarlas en Alemania, no parecería ser una cuestión anecdótica. También una carta escrita por Lissitzky a su esposa, en 1930, habla de la situación de Malevich en ese momento. Allí, Lissitzky relata su encuentro con Malevich en la Asociación para Contactos Extranjeros y revela: “Se está haciendo viejo y está atravesando una situación difícil; piensa ir al extranjero otra vez en otoño, y pinta, pinta arte figurativo y firma 1910, etc. Patético. Lo hace en serio, y cree que puede engañarnos a todos”.6 Ya en ese entonces, Lissitzky había elegido un camino muy distinto al de Malevich, volcado de lleno a su obra tipográfica y al diseño de mobiliario y de exposiciones.

    Ahora bien, esta carta nos revela un dato importante: Lissitzky cuenta que en 1930 vio a Malevich pintar obras figurativas y firmarlas 1910, año en que todavía no había emprendido el camino de las búsquedas vanguardistas. Es posible que esa falsa datación de las obras obedezca a una intención de responder a las exigencias del Estado soviético sin traicionar el programa del suprematismo. Sin embargo, las obras que vemos en Proa sí tienen la verdadera fecha de su realización, entre 1928 y 1934. De este modo, es posible pensar que se trata de producciones de las que el artista no renegó y que pueden ser leídas en clave de sus búsquedas estéticas más genuinas. La pregunta sería, entonces: ¿de qué modos esa práctica abstracta radical se vio transformada en nuevas formas, figuras y contenidos?

    Sigo aquí la interpretación del curador holandés Jena Leering, quien usa el término “figural” y no figurativo para referirse al conjunto de obras realizadas a partir de 1928. Elige ese término justamente porque le permite diferenciar esas pinturas cuya producción y recepción presentan un énfasis muy diferente al de las obras figurativas. Mientras que en el cuadro figurativo prevalece su carácter mimético o imitativo, en las obras de Malevich sobresale su carácter ilusorio: “al hacer y mirar esta clase de cuadros nos damos cuenta de que es su carácter ficticio, inventado (algo que se da por hecho en el arte abstracto) lo que destaca”.7 La voluntad suprematista se expresa así en campesinos de volúmenes exagerados, sin rostro o con cuadrados negros y rojos en lugar de las cabezas, paisajes con fondos cubo futuristas, deportistas que parecen desafiar las leyes de la gravedad y viviendas geométricas sin puertas.

    Son obras que sin duda sugieren una marcada distancia crítica con el canon del realismo socialista. En ellas se vuelve audible del esfuerzo de Malevich por reformular el suprematismo de acuerdo con las exigencias de los tiempos, sin perder de vista a las masas, pero sin abandonar la experimentación visual. En este sentido, se trata de producciones que indefectiblemente invitan a reflexionar sobre las tensiones entre estética y política que signaron el destino de muchos artistas de izquierda del siglo XX. Y no olvidemos, por cierto, que los cuadros de sus últimos años, Malevich los firmó con un cuadrado negro.



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  • Título: Balance 2016. Arte: el año de los números redondos.
    Autor: Celina Chatruc
    Fecha: 13/06/2019
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    El 25 de diciembre de 1896, el Museo Nacional de Bellas Artes abrió sus puertas en el edificio del Bon Marché de la calle Florida, que hoy aloja las Galerías Pacífico. Su primer director, Eduardo Schiaffino, proponía una colección enciclopédica similar a las de los museos estadounidenses y europeos. El principal museo del país tiene hoy un acervo de más de 12.000 obras, que incluye pinturas de grandes maestros como Pablo Picasso, Amedeo Modigliani y Auguste Renoir.

     

    Durante años lo llamaron el "museo fantasma". La falta de sede propia obligó a su fundador, Rafael Squirru, a realizar muestras en espacios prestados. Incluso sobre el agua, cuando llevó a 22 ciudades el mundo obras de medio centenar de artistas a bordo del buque Yapeyú. Hoy exhibe parte de su colección -más de 7000 obras realizadas desde 1920- en su sede de la avenida San Juan 350, que comenzará a ser ampliada en marzo.

     

    Organizada por una fundación sin fines de lucro -lo que la destaca de otras ferias a nivel mundial-, arteBA nació en 1991 en el Centro Cultural Recoleta. Hay un abismo entre aquella primera edición, cuando una galería decoró su stand con helechos, y el lugar que ocupa hoy como referente regional. Su rol fue clave en la reciente alianza con Art Basel y en la invitación de la Argentina como país invitado en ARCO 2017, dos hitos para el crecimiento de la escena artística local.

     

    Una muestra dedicada al artista mexicano Rufino Tamayo inauguró en 1996 esta institución de proyección internacional, impulsada por Adriana Rosenberg con el apoyo de Tenaris-Organización Techint. Con una programación que abarca diversas disciplinas y alianzas con universidades, en su sede de La Boca alojó obras de varias figuras clave del arte del siglo XX, como Marcel Duchamp, Joseph Beuys, Alberto Giacometti y Kazimir Malevich.

     

    En 2001, uno de los años más críticos de la historia reciente, la apertura del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires marcó un punto de inflexión en la vida cultural porteña. Fundado por el empresario Eduardo Costantini, que donó las 223 obras inciales de la colección, hoy tiene un acervo de 590 piezas y proyecta construir otra sede. Yayoi Kusama, Andy Warhol y Antonio Berni batieron récords de público con muestras temporales en sus salas.

     

    Alojado en la antigua sede del Tigre Club, sobre el río Luján, el Museo de Arte Tigre fue creado por el intendente Ricardo Ubieto. El funcionario conformó una colección de 165 obras de arte argentino figurativo de los siglos XIX y XX, compradas en remates públicos, y recuperó para exhibirlas el imponente edificio de 1912. Actualmente se exhiben las más emblemáticas de su patrimonio, realizadas por maestros como Antonio Berni y Benito Quinquela Martín.

     

    Si éste fue un año de números redondos, en el que varias de las principales instituciones del país celebraron sus aniversarios, el próximo promete marcar un hito en la escena artística local. Todas las condiciones están dadas para que la Argentina deje de ser un destino lejano y conquiste, por lo menos, una codiciada semana en la apretadísima agenda de los principales coleccionistas internacionales.

     

    Eso es lo que busca el gobierno porteño, ansioso por que Buenos Aires recupere su antigua jerarquía de capital cultural de América del Sur. Horacio Rodríguez Larreta jugó su as en la manga al lograr que Art Basel, la feria de arte más importante del mundo, eligiera esta ciudad para debutar con el programa Art Basel Cities. En mayo, durante la próxima edición de arteBA, se anunciarán los alcances de esa alianza, que promete -como mínimo- hacer más visible lo que ya hay. Y aunque pocos lo digan en voz alta, también un alto rendimiento para quienes hayan invertido en la zona sur de la ciudad.

     

    Más allá de los negocios inmobiliarios, ¿sabremos capitalizar al máximo una oportunidad tan esperada por los artistas? Desde la asociación de galerías Meridiano recuerdan que los desafíos son varios. ¿Qué pasará, por ejemplo, cuando los compradores extranjeros queden atrapados en la telaraña burocrática que traba la exportación de obras? Una vez superado el cepo cambiario que empantanó el mercado local durante años, el afilado cerco aduanero aún nos aísla del resto del planeta.

     

    El foco ya está puesto en Buenos Aires, y sobra talento para estar a la altura de las expectativas. Lo acaba de demostrar una vez más Marta Minujín, flamante ganadora del Premio Velázquez y convocada para participar con su Partenón de Libros en la próxima edición de la documenta de Kassel, la muestra de arte contemporáneo más prestigiosa del mundo. La reina criolla del pop, sin embargo, aún trabaja contra reloj para convencer a los funcionarios locales de la importancia de la invitación. Toda la atención oficial parece estar puesta por ahora en el envío a la Bienal de Venecia y, sobre todo, en la participación de la Argentina como país invitado en la feria madrileña ARCO. Las puertas del mercado europeo no se abren todos los días, y ya es hora de que las obras de nuestros artistas coticen en euros.

     

    En el mercado internacional, los precios del arte argentino son irrisorios. El récord lo ostenta Emilio Pettoruti con su Concierto(1941), pintura vendida en 2012 en 794.500 dólares en Christie's de Nueva York; ese mismo año, en la misma ciudad, se pagaban en Sotheby's 2,1 millones por Mi limón (2000), de la brasileña Beatriz Milhazes. El récord de Guillermo Kuitca en subastas, en tanto, apenas superó el mes pasado el medio millón. ¿Qué nos está faltando para igualar a nuestros vecinos? "Que los primeros en comprar arte argentino a precios altos sean los coleccionistas argentinos", señaló la galerista Orly Benzacar, presidenta de Meridiano.

     

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    Otra clave fue señalada en Ideas, semanas atrás, por Inés Katzenstein. La directora-fundadora del Departamento de Arte de la Universidad Torcuato Di Tella opinó que si queremos participar con solidez de las crecientes redes de colaboración para reubicarnos en el cambiante sistema del arte, debemos dejar de ser "receptores de saberes y promesas" y "generar nuestras propias plataformas de ideas". Recordó, además, lo que todos sabemos: esas ideas no serán sustentables sin programas de financiación (públicos, privados o mixtos) que permitan a las instituciones planificar a largo plazo.



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  • Título: Kazimir Malevich en Proa Últimos días.
    Autor: Hinde Pomeraniec
    Fecha: 13/06/2019
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    KAZIMIR MALEVICH. Retrospectiva
    Colección State Russian Museum, San Petersburgo
    11 de septiembre – 11 de diciembre 2016

     

    Concepto: Eugenia Petrova, Curadora / Joseph Kiblitsky
    Auspicia: Tenaris – Organización Techint

    Por primera vez en Argentina y América Latina Proa, conjuntamente con el Museo del Estado ruso, presenta la primera gran exposición retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), artista pionero, teórico influyente y figura fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX.

    La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas e impresionistas, hasta las últimas pinturas de retratos y paisajes, donde da cuenta de la vida campesina con sus singulares personajes geométricos. El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento, incluyendo cumbres de su obra abstracta (cuadrado, la cruz y el círculo negros) hasta obras menos conocidas de su posterior vertiente Suprematista icónica (deportistas, caballería roja, etc). También se incluyen en la exhibición los “arquitectones” y las porcelanas, piezas fundamentales para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.

    KAZIMIR MALEVICH se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del Profesor Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol” realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y Malevich, con el diseño de los 20 trajes que Malevich confecciona para la obra de teatro. El video de la ópera se presentará en el Auditorio, exhibiendo un hito de la experimentación de la vanguardia rusa y un punto de inflexión en el lenguaje abstracto de Malevich.

    Un intenso programa de extensión cultural se desarrollará junto al Departamento de Educación de Proa. Incluye propuestas de visitas y actividades para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV y conversaciones en PROARADIO. Junto con esto, un catálogo completamente ilustrado que acompaña la exhibición que da cuenta de la multifacética visión artística de Malevich y la radicalidad de su obra. Ofreciendo en conjunto una oportunidad sin precedentes en América Latina para apreciar el trabajo de uno de los maestros que definieron el lenguaje visual del siglo XX.

    Con esta exhibición Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: MALEVICH, precursor del arte abstracto.
    Autor: Soledad Negri
    Fecha: 13/06/2019
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    En el mes de Septiembre finalmente arribó la tan esperada muestra  “Kasimir Malevich. Retrospectiva” a Fundación Proa. Pero ¿cuál es la relevancia histórica de la figura de Kasimir Malevich en el mundo del arte? ¿Por qué su muestra es tan esperada?

     

    Como figura en el folleto de la exhibición, mientras que en la década del ´10 Picasso le otorgó otro significado a la figura humana y Duchamp establecía el principio de lo que luego se conoció como arte conceptual, Malevich marcó las bases del arte abstracto con la fundación del Suprematismo.

    Kasimir Malevich se inició en el arte figurativo bajo la influencia de artistas modernos franceses como Gauguin, Monet, Cezzane, Matisse. Es decir, con los nuevos lenguajes del arte que rompieron con los cánones tradicionales: la ruptura con lo tridimensional, la alteración del color local y la introducción de la planimetría en el tratamiento del espacio.

    Con la exposición de obras de Braque en Moscú y la llegada de Marinetti a Rusia surge el Cubofuturismo. Se trató de una pintura híbrida, una nueva iniciativa vanguardista creada por los rusos al combinar el dinamismo y el movimiento del futurismo con las perspectivas fracturadas del cubismo. De este modo Malevich incursionó en el movimiento con obras como Retrato perfeccionado de Iván Kliun, (1913), y la más emblemática Composición con La Gioconda (1914) que logra combinar ambas corrientes.  En la obra se observa una superposición de figuras geométricas,  colores planos (blanco, negro, rojo) tanto en la figura como en el fondo y una reproducción de la Gioconda (collage)  con su rostro tachado como símbolo de la destrucción de la tradición pictórica.

    En paralelo con la producción de estas obras, Malevich comienza a escribir elManifiesto Suprematista que  marcó un antes y un después en el arte. Su obra más icónica y revolucionaria  que postula  la ruptura con el arte tradicional y funda las bases del nuevo movimiento, es Cuadrado negro sobre blanco (1915). Es la supresión de toda representación figurativa. Un lienzo pintado de blanco con un cuadrado negro, esta figura geométrica no está centrada en el lienzo está levemente inclinada hacia un lado. De este modo lo que indica es la impronta misma del artista, la mano del autor. “Lo que yo expuse no era un “cuadrado vacío”, sino la perfección de la inobjetividad… Reconocí que la “cosa” y la “representación” habían sido tomadas por la imagen misma de la sensibilidad y comprendí la falsedad del mundo de la voluntad y de la representación”.

    Cuadrado negro sobre blanco marcó el  punto cero del arte moderno. Instauró el principio del arte abstracto. La realidad dejará de ser el modelo del arte. Se gesta un nuevo concepto de artistas, ahora estará  liberado de las ideas de representación y conceptos para escuchar la “pura sensibilidad”. La pintura no debe representar la naturaleza. Por el contrario, debe forjar una idea de un arte trascendental, desligarse de la vida cotidiana y representar una realidad en sí misma.  Se funda en las bases filosóficas que establecen la negativa de representación de tiempo y espacio. El arte debe tener un lenguaje propio, desligado de la religión y la política: “el arte no quiere estar al servicio de la religión ni del Estado; no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbre; no quiere saber nada del objeto como tal, y cree poder afirmarse sin la “cosa”, sino en sí y por sí”

    En los años ´20, el manifiesto adquirió otra significación: el arte se convirtió en un elemento funcional y utilitario para la vida. Es así que dentro del grupo UNOVIS (Utverdíteli Nóvogo Iskusstva” o “Forjadores del Arte Nuevo”), el artista junto con sus discípulos y colaboradores adhieren a sus producciones el carácter social a la estética suprematista creando diseño de objetos, diseño urbano, estudios de arquitectura, entre otras cosas.

    En 1935, a los 57 años, muere Kasimir Malevich dejando un gran número de cuadros y una prolífera cantidad de investigaciones plásticas (estudios arquitectónicos y de diseños) que influenciaron el desarrollo de posteriores artistas y escuelas de toda Europa (Theo van Doesburg, Pier Mondrian,  Alexander Rodchenko y la escuela Bauhaus),  demostrando de esta manera la importancia de Malevich dentro de la historia del arte como precursor de la abstracción.

    • Fundación PROA vigente hasta el 11 de diciembre. De mar a dom 11 – 19 hrs. Lunes cerrado. Av. Pedro de Mendoza 1929 La Boca, Caminito.
    • Bibliografía: De Micheli, Mario. Capítulo 9 “La regla del abstraccionismo” en Las vanguardias artísticas del siglo XX, editorial Alianza, Madrid, Primera reimpresión 2000.


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  • Título: La supremacía del espíritu.
    Autor: Lucía Benavente
    Fecha: 13/06/2019
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    La muestra “Kazimir Malévich. Retrospectiva”, que se exhibe en Fundación PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929) hasta fin de mes, permite descubrir la obra de un artista fundamental del siglo pasado.

     

    La obra rupturista de Kazimir Malévich se exhibe en distintas salas, organizadas según las etapas artísticas. Más allá de las particularidades, todas están vinculadas con el contexto histórico-político de una Revolución Rusa de la que el artista era simpatizante aunque no participaba de forma activa. La curaduría de la muestra está a cargo de Eugenia Petrova y Joseph Kiblisky.

     

    Las obras de la primera sala pertenecen a un periodo mayormente figurativo. En 1904 Malévich visitó las colecciones de Serguéi Schukin e Ivan Morozov, y contempló las obras de Monet, Cézanne y Renoir, entre otros. A partir de esa visita el simbolismo impregnó al ruso, cuya obra se vio influenciada por el impresionismo, por ejemplo en “Paisaje con casa amarilla”, de 1906.

    Según Petrova, a partir de 1907 “Malévich se apartó del misticismo expresionista y pintó sus cuadros de manera más concreta y profunda”. Fruto de esta profundización surgieron varias obras influenciadas por el expresionismo, como “Estudio para pintura al fresco. Autorretrato”. Basada en una temática religiosa, aquí Malévich se representa como un dios que va en contra de la hegemonía de las normas de representación pictórica. “Marca su posición: él no está dispuesto a sujetarse, sin más, a los límites de las corrientes del momento”, dice Petrova.

    Tópicos como la parodia o la agudización se reflejan en cuadros como “Retrato perfeccionado de Ivan Kliun”, influenciado por la vanguardia cubofuturista, o “Vaca y violín”, que pertenece a la corriente alogista (carente de lógica). Malévich, desde un primer momento, se planteó como un artista contrario al arte clásico, característica que se evidenció en “Composición con la Gioconda (Augurio parcial)”, en la que hay una reproducción tachada con una cruz de la emblemática obra de Leonardo Da Vinci.

    La segunda sala es la protagonista de la muestra. Allí se exhibe el famoso “Cuadrado negro”, pintura fundacional del Suprematismo creado por Malévich. Este movimiento apela a la supremacía del espíritu por sobre la forma al llevar la función representacional de la pintura al grado cero. El ruso lo describió como “la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas”. “Es el arte puro reencontrado, ese arte que, con el andar del tiempo, se ha vuelto invisible, oculto por la multiplicación de las cosas”, afirmó. 

     

    La intención del ruso era crear un arte para todos, ya que para él el arte figurativo era únicamente para la aristocracia. En el catálogo de la exhibición, Eugenia Petrova explica: “Los tratados teóricos y las búsquedas artísticas de Malévich están penetrados, casi en su totalidad, por las ideas sobre el Universo, el Cosmos y la relación entre el Hombre y el Espacio circundante. Cuadrado negro se convierte en una expresión filosófico-artística de la Nada Universal, de la inexistencia completa, donde nace algo Nuevo y Desconocido”.

    A pesar de que el movimiento se desarrolló formalmente en 1915, la primera imagen del “Cuadrado negro” apareció en los diseños de la escenografía de la ópera futurista “Victoria sobre el Sol”, en 1913. Sobre este cuadro Malévich predijo que tendría "una importancia decisiva para la pintura. Esta ópera, compuesta por el músico Mijail Matiushin y el poeta Aleksei Kruchenich, revolucionó las tradiciones y es considerada como la primera de las vanguardias históricas que rompe completamente con el pasado. El ruso también diseñó los vestuarios de los actores, que se exhiben en el segundo piso de la Fundación.

    Malévich retornó a la representación de la figura humana entre finales de los '20 y principios de los '30. Las obras de esta etapa, denominada "Supranaturalista", están exhibidas en la sala 3. “La representación no objetual se encuentra sin ventanas ni puertas, queda sólo una sensación donde la vida ruega abrir los espacios”, dijo Malévich a la hora de justificar su viraje artístico. Esta corriente sirvió para insuflarle vida al suprematismo, sacarlo del encierro y conectarlo con un nuevo mundo. Otra de las causas de este cambio fue la exigencia por parte del partido comunista de un arte “comprensible para todos” que estableció el realismo como estilo mandatario.

     

    Después de la muerte de Lenin en 1924, Stalin propone que el arte esté al servicio de la Revolución. Un arte muy figurativo que representara bien el ideario de las proclamas y las consignas políticas”, explica Hugo Petruchansky, doctor en Historia de las Artes y especialista en Arte Contemporáneo. Malévich cumplió en parte con esta consigna y en su retorno a la figuración retrató repetidamente el campesinado y la industrialización, por ejemplo en “Cabeza de campesino”. Petruchansky definió al supranaturalismo como “un guiño a la abstracción, ya que no tiene una figuración narrativa y realista. A fin de cuentas, Malévich sigue siendo suprematista aunque le exijan no serlo.



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  • Título: Imperdibles y curiosidades de La Noche de los Museos.
    Autor: Telam
    Fecha: 13/06/2019
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    Ante la abundante oferta de actividades y exposiciones que inundarán la 13° edición de La Noche de los Museos, que se realizará el sábado desde las 20 y hasta las 3 de la madrugada del domingo en la Ciudad de Buenos Aires, con entrada libre y gratuita y en 240 espacios culturales de la ciudad, proponemos algunos eventos insoslayables de este próximo aluvión cultural.

     

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    - Kazimir Malevich en Fundación Proa: en el vigésimo aniversario de su fundación en el barrio de La Boca, Proa ofrece una inmensa retrospectiva dedicada al pintor ruso y vanguardista Kazimir Malevich (1875-1935). Se trata de 60 obras provenientes del State Russian Museum que trazan un recorrido por toda su carrera: obras simbolistas, cubofuturismo, pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y retratos. Las obras cumbre de su producción -el cuadrado, la cruz y el círculo negro- se enmarcan en el apartado dedicado al Suprematismo, que en linea con el arte abstracto buscaba democratizar las formas y la belleza y ponerlas al alcance de todos. En Avenida Pedro de Mendoza 1929.



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  • Título: Malevich en Proa
    Autor: Inés Viturro
    Fecha: 13/06/2019
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    Luego de un par de semanas de su inauguración pude visitar la muestra de Kazimir Malevich en Fundación Proa. Fui en ocasión del desfile que presentaron los alumnos de la FADU inspirados en el artista. La puerta de Proa rebosaba de gente entusiasta, y junto con ellos ingresé a ver la muestra. Es obvio que voy a tener que volver, bajarme la app y hacer mi visita guiada.

     

    La historia que cuenta esta muestra comenzó en San Petersburgo en 1915, cuando en una exhibición titulada 0.10 Kazimir Malevich presentó Cuadrado Negro. Y como dice su título era un óleo que mostraba un cuadrado negro sobre fondo blanco. En su búsqueda por algo más allá del mundo físico de un alejamiento de los objetos y las apariencias, de algo que no pudiera vincularse linealmente a lo político o religioso adoptó la abstracción más extrema. En pos de la abstracción más radical sumó un nuevo “ismo”: el suprematismo, uno de los movimientos más influyentes del siglo XX. El suprematismo abogó por el abandono completo de lo figurativo y la reducción de las formas a sus cualidades más esenciales. Si bien también y por el momento histórico en el cual se crearon sus obras, en plena revolución bolchevique, esta vanguardia puede verse como la forma de alcanzar los ideales utópicos proletarios: en este caso Malevich liberaba a los espectadores de una búsqueda de la interpretación. El público quedaba entonces expuesto a un estímulo que lo conectaba con su propia visión interior.

    Las primeras obras de este artista nacido en Kiev (Ucrania) estuvieron influidas por el neoimpresionismo y el fauvismo, a partir de 1904 realiza piezas más identificables con versiones del cubismo y luego del futurismo con imaginería rusa. Este compromiso de adaptar estos movimientos al contexto ruso fue una constante en su carrera artística, y aquel cubofuturismo derivó en su propio estilo, el suprematismo abstracto. Las formas eran simples y elementales, línea recta, cruz y cuadrado, siempre en colores planos. En 1916 publicó el Manifiesto Suprematista en el que expuso su teoría.

    La muestra en Fundación Proa, que se exhibe por primera vez en la Argentina y en América Latina y curada por Eugenia Petrova, recorre todos los estadios de la obra de Malevich. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas, hasta las últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina y sus singulares personajes geométricos.
    El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento.



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  • Título: Exhibiciones de grandes artistas
    Autor: La Gaceta
    Fecha: 26/12/2016
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    En la Argentina, el año estuvo marcado por grandes exposiciones de históricos artistas internacionales, pero también por aniversarios de instituciones representativas del país en el mundo del arte.

     

    Las muestras de la japonesa Yoko Ono (1933), del ruso Kazimir Malevich (1878-1935) y del español Pablo Picasso (1881-1973), signaron el calendario cultural 2016, atravesado por los aniversarios redondos en las principales instituciones artísticas de la ciudad de Buenos Aires, como Malba, Fundación Proa o el Museo de Arte Moderno, informa la agencia Telam.

     

    La escena artística hizo gala de su crecimiento y perseverancia en un año en que se apostó a impactantes muestras para festejar los 15 años del Malba, dos décadas de la creación de Fundación Proa, un cuarto de siglo para la feria arteBA, 60 años del nacimiento del Museo de Arte Moderno y exactamente el doble (120) del Museo Nacional de Bellas Artes, lo que atrajo, en verdaderos peregrinajes, gran público.

     

    Los festejos del Malba, que preside Eduardo Costantini incluyeron la llegada al país del controversial Jeff Koons, el artista vivo más cotizado del mundo, quien presentó en la explanada de la institución su obra “Ballerina”.

     

    Hubo mucha expectativa por llegada de Yoko Ono, aunque al final no pudo viajar. Su primera exposición retrospectiva en el país, “Dream come true”, reunió más de 80 trabajos entre videos, instalaciones y registros sonoros, con eje en sus famosas “Instrucciones”, que invitaron al espectador a interactuar y completar la noción de cada obra. Con 153 mil visitantes, se convirtió en la tercera exposición más concurrida en la historia del Malba.

     

    En el barrio de La Boca se encuentra la Fundación Proa, donde este año causó sensación la exposición retrospectiva del pintor ruso Kazimir Malévich (1878-1935).

     

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    La muestra fue un repaso por sus obras suprematistas y cubofuturistas, pero además se expuso el famoso “Cuadrado negro”, todo un símbolo de las vanguardias modernas. 



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  • Título: Lo que pasó en 2016: un año en 10 hitos que cambiaron las reglas.
    Autor: La Nación
    Fecha: 22/12/2016
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    1 - Borges por todas partes

     

    El 30° aniversario de la muerte del autor de El Aleph disparó una cantidad de homenajes. Hubo una muestra en el CCK (Ficciones de un tiempo infinito). El año se cerró anteayer con la presentación de Universo Borgeano, la exposición con 25 obras de autores argentinos en el Instituto Cervantes de Nueva York. Allí estuvo María Kodama, que por otro lado publicó en 2016 Homenaje a Borges (Sudamericana) y siguió su causa contra Pablo Khatchadjian, que quedó procesado. La joya fueron los manuscritos que se vieron en la Biblioteca Nacional: "Pierre Menard, autor del Quijote" y "La biblioteca de Babel".

     

    2 - Los 400 de Shakespeare y Cervantes

     

    Durante 2016 se repitieron los homenajes de todo tipo por los cuatro siglos de la muerte de dos de las más grandes figuras de la literatura universal que, según la tradición, habría sucedido el mismo día: el 23 de abril de 1616: William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra . Actos, seminarios, jornadas (varias en la Biblioteca Nacional) y las reediciones de sus libros que invitaron a reflexionar sobre la persistente influencia de los dos escritores: el inglés, inventor de lo humano; el español, creador de la literatura en estado puro.

     

    3 - Malevich, la muestra del año

     

    Fue esperada desde que se anunció. Hubo después postergaciones por problemas legales en Rusia. Sólo alguien con la persistencia de Adriana Rosenberg pudo destrabar los problemas y las obras de Kazimir Malevich llegaro a Fundación Proa. Allí estaban el archifamoso Cuadrado negro, pero también la cruz y el círculo, emblemas definitivos del suprematismo que rara vez salen juntos fuera de San Petersburgo. Además, el vestuario de la la ópera Victoria sobre el sol, y la proyección misma de una reconstrucción de esa ópera crucial para las vanguardias.

     

    4 - Nobel a Bob Dylan

     

    Nada se discutió más que este premio. Y no solamente por el premio mismo (¿el Nobel de Literatura a alguien que no "escribe libros"?) sino por el aparente desaire del poeta y cantante, que nunca confirmó si iría o no a recibir su premio. Los medios del mundo discutieron la pertinencia o no de la premiación y, por otra parte, Patti Smith cantó "A Hard Rain's A-Gonna Fall" en la ceremonia (y olvidó la letra). El crítico Horace Engdahl ensayó en nombre de la Academia una justificación: "No debería causar tanta furia que un cantautor merezca el Nobel de Literatura. En un pasado lejano, toda la poesía fue cantada o recitada como canto".

     

    5 - Alberto Manguel, repatriado e hiperactivo

     

    Aunque su designación fue muy anterior, asumió finalmente a mediados de año, y desde entonces no paró un segundo. Solía decir que los directores de las grandes bibliotecas del mundo no eran personajes notorios. Pero la suya fue una gestión de perfil alto, y con justicia. No solamente logró resolver varios de los problemas internos de la institución, sino que además logró en muy poco tiempo darle una identidad definida. La muestra de Borges fue imperdible. Además, publicó dos libros: Una historia natural de la curiosidad y Con Borges.

     

    6 - Más noches de... pero no más gente

     

    Este año, el ministerio de Cultura porteño sumó tres nuevas "Noches de..." a las ya clásicas y convocantes noches de los Museos: de los Teatros, de la Música y de los Templos. Así, hubo una maratón cultural nocturna por mes, de abril a diciembre; como si esto no fuera suficiente, hubo además una edición especial en julio en los museos nacionales por el Bicentenario. Claro que no todas tuvieron la misma respuesta por parte del público: en la de la Música, por ejemplo, emplazada en Pompeya, la hora de inicio del show se fue "estirando" por falta de gente.

     

    7 - Literatura infantil: la niña bonita de la industria

     

    En una época de estancamiento de la industria editorial nacional, los títulos de literatura infantil y juvenil fueron los únicos que se salvaron de la caída en la venta de libros. El sector tuvo un crecimiento sostenido en los últimos cinco años: desde 2011, acumula un incremento del 15 por ciento. Las novelas juveniles siguieron consolidándose como fenómeno, al punto de que los autores (la mayoría extranjeros) se convirtieron en las estrellas de la Feria del Libro, junto con los booktubers y youtubers como Germán Garmendia.

     

    8 - Caparrós y Enríquez, prolíficos y premiados

     

    Para algunos lectores, los cuentos reunidos en el libro Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama), de Mariana Enríquez, fue uno de los libros del año. Lo haya sido o no, lo cierto es que conquistó muchos lectores. Como una especie de confirmación, uno de sus cuentos apareció este mes en la prestigiosa revista The New Yorker. No se quedó atrás Martín Caparrós , que además de publicar Echeverría (también en Anagrama), ganó el Premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald, dotado con 20.000 euros (22.400 dólares) por su crónica El hambre (Planeta).

    9 - Fenómenos editoriales, indie y comercial

     

    Stoner, la novela de los años sesenta de John Williams recuperada por el sello Fiordo, se convirtió inesperadamente en el acontecimiento del año de las editoriales independientes: sacaron cuatro ediciones en menos doce meses. Elena Ferrante, por su lado, vendió 5,5 millones de ejemplares en el mundo y se mantuvo todo el año en los ránkings. A esto, se suma la incógnita sobre su identidad, que desencadenó una seguidilla de especulaciones, con apropiaciones y desmentidas públicas. Para 2017 se anuncia la salida de novelas anteriores a la saga Dos amigas.

     

    10 - Cambio de ministro en la ciudad

     

    El ministro de Cultura de la Ciudad elegido por Horacio Rodríguez Larreta al asumir su gestión como jefe de Gobierno, en diciembre de 2015, fue Darío Lopérfido , que era ya director del Teatro Colón y que renunció al cargo ministerial seis meses después en medio de un clima de interna de Pro. Dificultades del gobierno de la ciudad retrasaron la designación del reemplazante durante diez días. El 17 de julio se difundió, finalmente y para sorpresa de muchos, que el designado fue Ángel Mahler, músico especializado en comedias musicales, sin experiencia previa en la función pública.



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  • Título: Kazimir Malevich en Proa Últimos días.
    Autor: Fundación Lúminis
    Fecha: 06/12/2016
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    KAZIMIR MALEVICH. Retrospectiva
    Colección State Russian Museum, San Petersburgo
    11 de septiembre – 11 de diciembre 2016

     

    Concepto: Eugenia Petrova, Curadora / Joseph Kiblitsky
    Auspicia: Tenaris – Organización Techint

    Por primera vez en Argentina y América Latina Proa, conjuntamente con el Museo del Estado ruso, presenta la primera gran exposición retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), artista pionero, teórico influyente y figura fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX.

    La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas e impresionistas, hasta las últimas pinturas de retratos y paisajes, donde da cuenta de la vida campesina con sus singulares personajes geométricos. El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento, incluyendo cumbres de su obra abstracta (cuadrado, la cruz y el círculo negros) hasta obras menos conocidas de su posterior vertiente Suprematista icónica (deportistas, caballería roja, etc). También se incluyen en la exhibición los “arquitectones” y las porcelanas, piezas fundamentales para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.

    KAZIMIR MALEVICH se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del Profesor Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol” realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y Malevich, con el diseño de los 20 trajes que Malevich confecciona para la obra de teatro. El video de la ópera se presentará en el Auditorio, exhibiendo un hito de la experimentación de la vanguardia rusa y un punto de inflexión en el lenguaje abstracto de Malevich.

    Un intenso programa de extensión cultural se desarrollará junto al Departamento de Educación de Proa. Incluye propuestas de visitas y actividades para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV y conversaciones en PROARADIO. Junto con esto, un catálogo completamente ilustrado que acompaña la exhibición que da cuenta de la multifacética visión artística de Malevich y la radicalidad de su obra. Ofreciendo en conjunto una oportunidad sin precedentes en América Latina para apreciar el trabajo de uno de los maestros que definieron el lenguaje visual del siglo XX.

    Con esta exhibición Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: El Hombre del Cuadrado Negro.
    Autor: Hinde Pomeraniec
    Fecha: 04/12/2016
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    El calor taladraba los cerebros el viernes al mediodía cuando bajamos de la autopista, rumbo a la Boca. En esas pocas cuadras bajo el cemento y colmadas de camiones y containers, mientras giraba el volante Caro dijo que cada vez que pasa por ahí, en ese borde gris del Riachuelo, se siente Vero Rosenthal, la protagonista de las novelas policiales de Sergio Olguín. Hace unos cuatro o cinco años que nos vinculamos por Twitter. Hasta entonces la nuestra era una amistad virtual, habíamos sido apenas nombres, fotos y conceptos, por lo que ese día en que nos habían invitado a un mismo evento, nos veíamos "realmente" por primera vez. Estacionamos el auto en Caminito; seguimos hablando con naturalidad de hijos y literatura también durante el rato en el que traté de dominar adoquines en tacos. En apenas unos minutos estábamos en la luminosa puerta de Proa, que esta semana se despide de Malevich y de una muestra que reproduce el espíritu de una época en la que el arte se imaginaba parte activa de los cambios sociales. Una muestra que exhibe una obra radical y determinante en la historia y en la que también se respiran las contradicciones del artista de vanguardia que impulsó un nuevo modo de percibir lo real a través de pura forma y color y que, sobre el final de su vida (¿sometido? ¿desilusionado?), retomó en su pintura las figuras humanas.

     

    Soy público inexperto para las artes plásticas, respondo a pura sensación y curiosidad. Tengo mucho más que ver con lo que señalan las líneas de tiempo que acompañan la exhibición y que marcan el período histórico y político en el que le tocó vivir y crear a Kazimir Malevich (Kiev, 1878- Leningrado, 1935) que con el conocimiento de sus principios estéticos, por lo que sigo atentamente el relato de Noemí, la guía del museo. La revolución rusa reverbera. Por momentos es una explosión de ideas sobre una nueva humanidad lo que refulge, pero enseguida abruma el clima de opresión y disciplinamiento, los límites a la creatividad de un sistema que pretendía controlar incluso el deseo. Pienso en algo que leí estos días en una gran nota publicada a propósito de la muerte de Fidel Castro, en la que Pablo Stefanoni reflexionaba acerca del desarrollo de las ciencias duras en Cuba y su déficit en las ciencias sociales o la necesidad de salir de la isla que tuvieron tantos artistas. La conocida frase de Martí "Ser cultos para ser libres", escribe Stefanoni, tiene su contracara dialéctica: "Ser libres para ser cultos".

    Nos detenemos a mirar un cuadrado negro sobre blanco que es mucho más que un cuadrado negro. Es la gran marca de arte del siglo XX, un ícono religioso para cualquier artista moderno, la representación absoluta del color y la forma, de la muerte y el vacío. Con esa obra, en 1915 Malevich llamó a pensar el arte ya no como reflejo sino como instancia única. El poder soviético no acompañaría sus ideas y elegiría al realismo socialista como la manera oficial de expresar la creatividad artística. Una vez muerto, sus obras pasarían a reposar en los depósitos del museo estatal hasta su reivindicación hacia fines de los 80, en plena Perestroika.

     

    En sus últimos cuadros, aquellos donde reaparecen las figuras humanas como cuerpos sin rostro o rostros sin alma, la firma de Malevich puede leerse como un homenaje a sí mismo o una susurrada resistencia a través de un mínimo cuadrado negro, un signo que también acompañó la exhibición de su cadáver, el carruaje que trasladó sus restos y la tumba que albergó sus cenizas bajo un roble, en las afueras de Moscú, hasta que fue destruida durante la Segunda Guerra. (En 2013, en ese mismo lugar, se levantó una espléndida y capitalista torre de departamentos.)

    La obligación por "la causa" versus la libertad de pensar, tremenda carga para un ser humano, pienso, mientras regresamos con Caro, la real, a Caballito, a diciembre del 2016, al verano porteño y caliente que se desespera por llegar.

    La muestra de Malevich sigue en Proa hasta el domingo 11 de diciembre

    Twitter: @hindelita



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  • Título: Un pintor revolucionario
    Autor: Gonzalo León
    Fecha: 20/11/2016
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    Kazimir Malevich (1878-1935) es uno de los tantos vanguardistas rusos de comienzos del siglo XX, que patentó el suprematismo y marcó al mundo del arte moderno cuando pintó un cuadrado negro que, sin proponérselo, sentó las bases del arte abstracto. En el catálogo de la muestra, Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación Proa, destacó el valor de esta obra en particular: “Con su famoso Cuadrado negro, de 1915, se abandona la figuración y es considerado el nacimiento del arte abstracto”. Pero además de esta obra, la muestra Kazimir Malevich. Una retrospectiva atraviesa distintas épocas del artista: desde el futurismo hasta los retratos populares, y constituye un hito porque es la primera vez que la obra del gran artista ruso no sólo está en Argentina, sino en Latinoamérica; antes había estado en la Bienal de San Pablo pero con otro artista más; hoy, en solitario, se realza su importancia y amenaza con convertirse en la mejor celebración de los veinte años de existencia de Proa en La Boca.

    Pero antes de llegar a Buenos Aires la muestra vivió sus peripecias; de hecho fue montada a última hora, porque llegó con un día de anticipación, por lo que su instalación concluyó a las tres de la mañana, sólo ocho horas antes de su presentación a la prensa. Estas peripecias se debieron a un embargo que pesaba sobre el Estado ruso, dado que éste había expropiado una petrolera en 2014; en otras palabras, como la muestra pertenecía al Museo del Estado Ruso y estaba el antecedente de la fragata Libertad detenida en Ghana por los fondos buitre, temían que fuera tomada como prenda de pago, cosa que hizo que se extremaran las medidas y se fuera aplazando una y otra vez la fecha de inauguración. Después de todo, las obras que llegaron están valuadas en cientos de millones de dólares, de ahí que tuvieran que contratar seguros y se recurriera al Ministerio de Cultura de Argentina y al departamento legal de Techint, del cual depende la Fundación.

    Pero más allá de los festejos, Malevich integra una tríada de pintores rusos fundamentales de principios de siglo: Kandinsky, Chagall y él revolucionaron el arte en Rusia antes de que la Revolución lo hiciera con el país. Esto no sólo se vivió en la plástica, también en la escritura con Vladimir Maikovski, Boris Pasternak y Viktor Shklovski. Todos ellos sentían que el arte y la literatura debían ser revolucionarios. Pasternak, autor de la célebre novela El doctor Zhivago, recordó, como bien consigna Laura Estrin en el prólogo de la Poesía lírica, de Maiakovski, que éste “no andaba solo, como sí pudieron hacerlo los pintores Kandinsky, Malevich y Chagall”. Agrega que a principios del siglo XX se vivía un pesimismo cultural que hubiera sido completo a no ser por las esperanzas mesiánicas del simbolismo, el futurismo y el acmeísmo: “Pero a partir del año 20 el Estado concluirá por darle órdenes al arte, que se coagulaba en miles de grupos pero también en muchos solitarios”. Malevich El futurismo El futurismo italiano de Filippo Tommaso Marinetti impactó en el mundo: en algunas partes, como en Rusia, se hizo un futurismo vernáculo y en otros lados las ideas del futurismo se tomaron tal cual. Antes de que pintara el Cuadrado negro, Marinetti fue a Rusia, más específicamente a San Petersburgo. No hay constancia de que Malevich haya asistido, pero sí asistió Maiakovski quien, como cuenta Juan Bonilla en la biografía novelada del poeta titulada Prohibido entrar sin pantalones (Premio Bienal Mario Vargas Llosa 2014), al igual que sus compañeros, estaba avisado de su visita y quería hacer algo: “Hay que destaparlo, demostrar que es un impostor, sólo un señorito que les baila a los aristócratas”. Malevich, por su parte, estaba algo más entusiasmado por la llegada del padre del futurismo italiano, de hecho el Cuadrado lo expuso en La última exhibición futurista 0.10. Maiakovski y Malevich se conocían; Malevich leyó poemas en público del autor de Poesía lírica y ambos participaron del montaje de la ópera futurista, o antiópera, La victoria sobre el sol: los trajes que hizo Malevich para esa ocasión son parte de esta retrospectiva. Bonilla reconstruye la ópera de este modo: “Era un mareo, salía un hombre con una cabeza estirada, otro sin orejas, un viejo de varios miles de años con un montón de gatos negros disecados, una mujer con lágrimas, otra mujer con lagrimones, y un montón de niños y de niñas y un montón de vendedores de periódicos”. La gran diferencia del futurismo ruso tanto en poesía como en arte era la influencia del cubismo: cubismo poético en el caso de la poesía y cubofuturismo en el caso de la pintura. Entre los principios de este futurismo estaban el desprecio a la tradición y la batalla contra la Academia, por lo que se entiende que eran antiburgueses. Quizá el himno creado por ellos podría ayudar para entender estos principios: “Estúpidos burgueses/ atracaos de piña/ masticad gelatina/ mientras llega ya llega/ vuestra última hora”. Para los escritores, sin embargo, no era una tendencia literaria, sino una forma de vida. Pese a ello, había formas reconocibles en su arte: recurrían a los eslóganes, los insultos y la propaganda política. Eran provocadores, quizá ese espíritu es lo que llevó a transgredir a Malevich y pintar ese cuadrado después de un año de la visita de Marinetti. Tenían, en definitiva, un espíritu proclive al escándalo, incluso a la payasada. Y Malevich no escapaba de esto, ya que solía diseñar estolas y sotanas para procesiones simbólicas en las que se decapitaban muñecos vestidos de obispo o Papa. Como recuerda la curadora de la muestra, Eugenia Petrova, “al igual que Mijail Larionov o David Burliuk (el padre del futurismo ruso), Malevich se suma a la movida de recorrer las calles con el rostro pintado y la cuchara en el ojal (en vez del aburrido crisantemo), para pregonar la caída del viejo arte”. Revolución y suprematismo Malevich, como algunos compañeros de ruta, aplaudió y de algún modo participó de la Revolución Rusa: el derrocamiento del zar y del zarismo fue, para ellos, el sentimiento de que el futuro, el “nuevo desorden”, habían llegado, pero a la muerte de Lenin y la llegada de Stalin no contaban con la intromisión del Estado en las decisiones artísticas, promoviendo un determinado tipo de arte, cosa que se fue acrecentando a medida que Stalin se fue asentando en el poder. Malevich llega a la cima de su carrera a mediados de los años veinte, con la publicación de sus escritos teóricos sobre arte suprematista; en esta época ya se había despegado del futurismo. El suprematismo, definido por el propio Malevich en su manifiesto, era un arte que traspasaba lo figurativo y que indagaba en una nueva sensibilidad, donde lo objetivo carecía de significado: “Decisiva es, en cambio, la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos, al suprematismo. Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”. Plantea que el arte no estará más al servicio de ninguna religión ni Estado porque “no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbres, no quiere saber nada del objeto como tal”. Quizá por esto mismo, después de su muerte su obra desapareció de la esfera pública hasta finales de los años 80, cuando se vivió una especie de primavera política conocida como Perestroika. En ese momento se encuentra su obra arrumbada en un museo y empieza a ser redescubierta. Esta retrospectiva, cuyo concepto fue ideado por Eugenia Petrova (curadora) y Joseph Kiblitsky, abarca más de veinte años en la obra de Malevich en más de cincuenta obras; hay obras geométricas típicamente futuristas, que recuerdan las de Umberto Boccioni, pero también los inicios del suprematismo con el famoso y ya mencionado Cuadrado negro, retratos de campesinos sin rostro pero muy coloridos, réplicas de su trabajo como diseñador de vestuario en la mencionada antiópera dispuestas en sendos maniquíes construidos en distintas poses, porcelana y un video de Joseph Kiblitsky que resume el contexto social en el que desarrolló su vida Malevich. Todo esto, además de un espectacular catálogo, se puede encontrar en esta muestra. Como consigna Eugenia Petrova, el color es algo fundamental en la obra del pintor ruso, no hay que olvidar que el negro es la combinación de todos los colores, otro aspecto que aborda es su gusto por la parodia (en la retrospectiva hay una Gioconda tapada por figuras geométricas y colores); además su arte es inquieto y trata de no casarse con las corrientes del momento, pero tal vez lo más importante de todo sea que “percibe al hombre del futuro, inmerso en una sociedad igualitaria, que vive tranquilo y en paz con la naturaleza y el universo. La idea de la unión entre el hombre y el universo le sirve al pintor de fundamento para pensar que la representación no objetivista es el único y correcto camino del arte del futuro”. Muestra y persecución Hay algunos cuadros de esta muestra donde se aprecia su trabajo muy ligado al diseño, de hecho resuenan como imágenes muy actuales, si no fuera porque tienen cien años. Malevich no se queda en un estilo, su instinto de búsqueda es permanente; después de los cuadrados —negro, rojo y blanco— su obra registra retratos de campesinos sin rostro, como metáforas de un pueblo. Petrova señala: “A través del ciclo campesino de 1928 y de comienzos de 1930, así como de sus otras obras, tratados artísticos y artículos, se puede dar cuenta de la constante búsqueda creativa que convertirá a Malevich en un pintor excepcional”. Malevich está convencido de su compromiso con la nueva sociedad socialista, por ello entiende que esta época necesita de un arte que pueda ser comprendido por el pueblo, sin renunciar a lo puramente artístico. Pide entonces a sus colegas “elevar al rango de una obra todo lo que se puede tematizar, y trabajarlo a partir de las nuevas gamas de colores, formas y composiciones”. Sin embargo, la obra de este pintor ruso y la de otros suprematistas no seguían los estilos tradicionales de la pintura, tampoco trasmitían mensajes sociales, lo que los alejó de cierto arte oficial. Pese a ello, el ciclo campesino de Malevich tiene una tendencia, por decirlo así, populista, ya que los retratos sin rostro y la variedad de colores exaltan la importancia del trabajador en el crisol de naciones en el que se estaba convirtiendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Si bien Malevich acompañó a la Revolución, con los años sufrió la misma suerte que otros artistas y escritores que fueron enviados a distintas cárceles. Como cuenta Joseph Kiblitsky, en 1927, y pese a que era un artista importante no sólo en Rusia, percibió esta falta de libertades y, cuando fue a Berlín, trató de radicarse allí; sin embargo fue llamado de regreso y “arrestado en San Petersburgo en una cárcel muy dura. Pese a ello nunca dejó de expresar sus ideas libremente, sobre todo en su correspondencia epistolar”. Resulta increíble que la obra de Malevich haya sobrevivido al estalinismo y haya sido redescubierta recién durante la Perestroika, hace menos de treinta años. Desde ahí el interés que ha causado en muchas partes del mundo ha sido grande. Por eso el modo en que se concretó la muestra no es menos increíble. Adriana Rosenberg vio una muestra colectiva de Malevich en Brasil, contactó a Eugenia Petrova y la invitó para que conociera Proa. Básicamente “por el espacio y por el hecho de que era la primera vez que se mostraba en Argentina decidimos que tenía ser una retrospectiva”, dijo Petrova, “y luego en conjunto tratamos de elegir las obras clave en su arte”. Después de todas las peripecias de esta retrospectiva, vale la pena visitarla. Todavía hay tiempo, ya que permanecerá abierta hasta el domingo 11 de diciembre.



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  • Título: Kazemir Malevich en la Fundación PROA.
    Autor: BAIS ARGENTINA
    Fecha: 17/11/2016
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    Por primera vez en Argentina y América Latina, la Fundación PROA expone exposición retrospectiva de Kazimir Malevich.

     

     

    Kazimir Malevich es uno de los artistas más importantes del siglo XX. Inició el movimiento del Suprematismo, un arte abstracto caracterizado por formas geométricas, un enfoque en ‘la pureza espiritual’ y las emociones evocadas por una obra.



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  • Título: Un artista histórico en el país: recorrido por la muestra de Malevich.
    Autor: Clarín
    Fecha: 15/11/2016
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    Videos de una de las grandes exposiciones del año.

     

     

    Qué nos dice el artista ruso que, con un cuadrado negro, fue pionero de la abstracción. Su obra se puede ver en Proa.

    La llegada al país de una retrospectiva de la obra de Kazimir Malevich, de la mano de la Fundación Proa, es uno de los lujos que Buenos Aires tuvo este año en materia de arte. Malevich (1878-1935) fue a la abstracción lo que Picasso a la figuración.

    Su obra más conocida es, sin duda, el Cuadrado negro, que los críticos consideran algo así como el grado cero de la pintura. Lo colgó por primera vez en 1915 en la muestra 0,10: Última Exposición Futurista, en Petrogrado. Lo puso en un ángulo superior del salón, en el lugar reservado a los íconos. A dos años de la Revolución Rusa y ya iniciada la Primera Guerra Mundial, un mundo nuevo se avizoraba en Rusia: Malevich parecía hablar de nuevas creencias, de un punto de partida que también implicaba pasar sobre lo anterior. Una de las versiones de aquel primer “Cuadrado negro” exhibía en cada uno de sus bordes blancos un texto en latín, “ et sic in infinitum ” (y así hasta el infinito). Es decir: allí estaba el origen de todo.

    Malevich se había formado en Rusia y había recibido influencia de las vanguardias europeas. Sus primeros pasos tuvieron que ver con estos movimientos: incluso Filippo Tomasso Marinetti, fundador del futurismo, había visitado Rusia en 1914. Escribió la crítica Ana María Battistozzi en Revista Ñ: "Quien visite la muestra en Proa podrá seguir este proceso, sin duda una de las más fascinantes aventuras del arte moderno."

    Malevich -escribió la critica Mercedes Pérez Bergliaffa- "sostenía no pretender un mensaje social sino tener la intención de reducir los elementos pictóricos al máximo (un plano, un cuadrado, un círculo, una cruz, simples figuras geométricas) y aun más: querer representar la nada (aunque suene paradójico)." Pero su obra ocurría en una de las más grandes transformaciones sociales conocidas. "Cuando Stalin llegó al poder en la Unión Soviética -dice Pérez Bergliaffa- los artistas que no se acercaban al realismo eran arrestados y mandados a Siberia". De alguna manera -aunque sin dejar la geometría- Malevich volvió a la figuración.

    El camino del cuadrado negro empezó en el telón de una ópera:Victoria sobre el sol se dio en 1913 y era un desafío: el texto estaba en un idioma inventado, el vestuario de los cantantes -que también diseñó Malevich- era impactante y les tapaba la boca. Vencer al sol, nada menos.

    Cuenta Battistozzi:   En aquella primera versión un telón de fondo caía cuando se lograba “la victoria sobre el sol”. Tenía en su diseño un cuadrado partido en diagonal, al parecer como símbolo de la división entre la noche y el día. Ese telón ha sido considerado el primer antecedente del cuadrado suprematista. Al parecer ni el propio Malévich se había dado cuenta entonces del alcance ni de la trascendencia de esa figura. A un punto tal que, cuando Matiushin -el creador de la música- le propone publicar una segunda versión de la ópera dos años más tarde, le recomienda muy especialmente no omitir el dibujo del telón. “Ese dibujo –advierte– será de gran importancia para la pintura".

     

    Ese cuadrado, efectivamente, marcaría el arte de ahí en más. Y también la vida del artista. A su muerte, en 1935, Malevich sería velado en una suerte de última muestra, rodeado por sus obras. El Cuadrado negro velaría su sueño eterno. También habría un cuadrado negro en el frente del vehículo que llevaría el cajón de Malevich por Moscú. Y en su tumba. 

    PARA VER LA RETROSPECTIVA DE MALEVICH

    Lugar: Fundación PROA, Av. Pedro de Mendoza 1929

    Fecha: Hasta el 11 de diciembre

    Horario: Martes a domingo, de 11 a 19.

     Entrada: $45



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  • Título: Exposición de Kazimir Malevich se abrió en la «PROA».
    Autor: Casa de Rusia
    Fecha: 14/11/2016
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    La exposición de las obras de Kazimir Malevich se abrió el 11 de septiembre en el Centro cultural porteño «PROA». Las pinturas de la colección del Museo Estatal Ruso llegaron a ser la primera retrospectiva amplia del famoso pintor vanguardista en América Latina.

     


          Según dijeron los supervisores de la exposiciuón, Eugenia Petrova y Josef Kiblitski, a Buenos Aires llegaron los cuadros que representan todos las etapas del trabajo artístico de Kazimir Malevich: desde el simbolismo hasta los paisajes urbanos y los retratos. Entre los objetos expuestos se encuentran los archivos documentales que relatan sobre la vida del pintor ruso y su época, y también los trajes para el espectáculo y la ópera «La Victoria sobre el Sol». La grabación del video de esta obra, reconstruida por el teatro Stas Namin, se proyecta en la sala del cine del Centro cultural. Los visitantes de la exposición tienen la oportunidad de ver las películas documentales dedicadas al trabajo creativo de Malevich.


          El proyecto de exposición que se realiza bajo el auspicio de la representación de Rossotrudnichestvo en Argentina, produce gran interés del público. Los lugareños críticos del arte ya nombraron la exposición «un hecho histórico» en la vida cultural de Argentina.



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  • Título: Imágenes y política.
    Autor: Damián Tabarovsky
    Fecha: 13/11/2016
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    No hace mucho, propusimos la retrospectiva de Kazimir Malévich en Proa como la muestra del año, pues no hace falta ser muy perspicaz para augurar cuál será la de 2017: Soulevements (Levantamientos), a presentarse en la Untref, actualmente en cartel en el Jeu de Paume, en París. Curada por Georges Didi-Huberman, la exposición gira en torno a los temas sobre los que Didi-Huberman viene trabajando en sus últimos dos libros (Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Manantial, Buenos Aires, 2014, y el aún inédito en castellano Peuples en larmes, peuples en armes, Minuit, París, 2016), es decir, la tensión entre imagen y política, la capacidad de las imágenes de aún producir efectos políticos de resistencia y de levantamientos, de reencontrarse con la tradición de izquierda, allí donde es necesario mantener una postura crítica frente a esa tradición noble y trágica, pero también con la convicción de que

     

    atravesamos tiempos en los que la ausencia de algún horizonte de cambio radical es una de las razones de nuestro sufrimiento y desesperanza cotidianos, y que entonces la pregunta por los levantamientos (sociales, culturales, políticos) es tan necesaria como la crítica frontal al capitalismo contemporáneo.  

     

    Pensada bajo el modo de un cierto optimismo (que remite al título de otro de los libros de Didi-Huberman: Imágenes pese a todo), organizada de un modo tan caótico como sus propios libros (bajo la égida de los Atlas de Aby Warburg, sobre los que Didi-Huberman ya había curado otra muestra y escrito más de un libro), Soulevement se estructura a partir de cinco capítulos: “Levantamientos por elementos (desencadenados)”, “... por gestos”, “... por palabras (exclamadas)”, “... por conflictos (abrazados)”, y “... por deseos (indestructibles)”. En cada una de esas etapas hay fotos, videos, cuadros, textos, colocados como un sistema de contigüidades: al evitar el orden cronológico (no haber caído en ese error es uno de los aciertos del curador), las imágenes se ordenan por roces, por contactos, por amistades, por conflictos internos. De Goya y Courbet, a Manuel Alvarez Bravo y Artaud, pasando por Tina Modotti, Man Ray y Alberto Korda, entre muchos y muchos y muchos más, ese desorden termina desembocando en una reflexión estética sobre el malestar en nuestro tiempo. Hay también dos fotos de Cartier-Bresson de 1981, una tomada en Amsterdam, otra en París, de reclamos por los artistas desaparecidos durante la dictadura argentina. Desaparecidos –así, en castellano– es el gran concepto que Argentina aportó a la discusión de la filosofía política actual.

     

    p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 12.0px Helvetica} p.p2 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 12.0px Helvetica; min-height: 14.0px}

    Soulevements parte de una pregunta, o tal vez de una convicción, o incluso más, de un deseo: que las imágenes tengan todavía la capacidad de suscitar emociones colectivas, y que esas emociones permitan crear nuevos espacios de movilización, nuevos sujetos políticos y nuevas formas de revueltas. ¿Es aún posible? Didi-Huberman, es evidente, conoce el potencial del capitalismo para hacer de las imágenes formas de control social, de dominación institucional, de disciplinamiento del deseo. Deberíamos leer sus libros y ver su muestra junto a El nuevo espíritu del capitalismo, de Luc Boltanski y Eve Chiapello, uno de los más agudos textos acerca de cómo el capitalismo lo absorbe todo, incluso las revueltas anticapitalistas. Allí reside el nudo perturbador e irresuelto de Soulevements.



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  • Título: Kazimir Malevich - A Retrospective.
    Autor: Kunst Aspekte
    Fecha: 08/11/2016
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    For the first time in Argentina and Latin America, Fundación Proa, together with the State Russian Museum, presents an exhibition devoted to the full scope of the life and works of Kazimir Malevich (Kiev, 1878 / Leningrad, 1935), radical artist, influential theorist and fundamental figure to understand the new artistic currents of the 21st century.

    The exhibition, curated by specialist Eugenia Petrova, offers a complete view of the artists' career, bringing together the initial symbolist paintings, the Cubo-Futurist works, the extraordinary art pieces portraying peasant life and urban landscapes, and the artists' famous portraits and singular geometric figures. It comprises some of his most renowned abstract works (such as the Black Circle, Black Square, and Black Cross), productions of his later iconic Suprematist period (Sportsmen, Red Cavalry) and even his "architektons" and porcelains, key elements to grasp Malevich's revolutionary projects both in art and in life.

    The exhibition is furthered enriched with an extensive archive about the development and context of the Suprematist movement and an exhaustive documental material from Professor Kiblitsky, who recreates, for the first time, the Futurist Opera "Victory over the Sun," with 15 garments that Malevich designed for that play (whose video will be presented in the Auditorium)



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  • Título: Kazimir Malévich. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso, en Proa.
    Autor: Mariana Lerner
    Fecha: 07/11/2016
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    Kazimir Malévich (1878-1935) atravesó las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX como un apóstol de lo indefinible, lo infinito y el cambio perpetuo. Este pintor nacido en Kiev comenzó a pintar paisajes al estilo impresionista para pasar luego al enorme proyecto de crear un alfabeto pictórico puro. Y entonces reventó el antiguo régimen de la pintura como mímesis, le abrió la puerta (que fue más un tajo, una especie de Lucio Fontana metafórico) a la abstracción y entendió que la pintura podía ser libre, autónoma, no depender de un tema ni responder a nada que no fuera su propia lógica y su propio lenguaje.

     

    Cuadros como “Red cross [Cruz roja]” o “Black Circle [Círculo negro]”, accesibles por primera vez en la Argentina (y Latinoamérica) en la fundamental retrospectiva que ofrece Fundación Proa, dan forma al Manifiesto Suprematista: “Decisiva es la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos (…). Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”.

     Esta sensibilidad de tipo espiritual aparece luego de una evolución que va desde sus tempranas obras de influencia simbolista, pasando por las cubo-futuristas, hasta llegar a ese nuevo alfabeto pictórico puro, la liberación definitiva (espiritual) de la pintura en su propio espacio: el suprematismo. Malévich propone una comunicación del Hombre con el Cosmos, con el Todo. No se trata solo de poner en circulación figuras geométricas sino de la voluntad de producir un nuevo sistema de símbolos puramente pictóricos (bidimensionales) a partir de los que se construye un espacio inventado. Entonces, pararse frente a un Malévich es detenerse ante a la noción de Sensibilidad (un cuadrado negro) recortado sobre la Nada, es decir, lo que está fuera de la sensibilidad (un fondo blanco). ¡Nada menos!

    En este nuevo espacio tampoco rige el autoritarismo del punto de fuga único. En la famosa exhibición de 1915 –“Última exposición futurista: 0.10”–, Malévich opta por una forma de mostrar sus cuadros absolutamente desbordante: hay lienzos colgados del techo, obras en los rincones, etc. Intenta demostrar así la independencia espacial de las “superficies-plano” proyectadas libremente. Cambiará a menudo la manera de colgar sus obras explicando que, de acuerdo con el principio de la “libre navegación”, no puede haber “arriba” y “abajo” en sus telas ya que el espacio suprematista no es el mismo que el elaborado por la perspectiva tradicional del Renacimiento. Y, para el caso, tampoco hay “adentro” ni “afuera”: ni el tema, ni la técnica, ni el mundo ni el inconsciente; solo la “no objetividad”, un fin en sí mismo que surge de una necesidad estrictamente plástica.

    En 1913 se presenta la ópera Victoria sobre el Sol en dos únicas y escandalosas funciones, en el Luna Park de San Petersburgo. Genera indignación antes de concluir. Incluso los mecenas de la obra, desde sus palcos principales, comienzan a abuchear y a silbar junto con el resto del público. Se podría pensar algo similar a lo que había expresado un jurado dos años antes frente a obras de Malévich: “O estas obras son muy buenas, o son muy malas” –y las rechazaron. Pero en esa ópera estaba el germen de todo lo que vendría, eso de lo que hablamos casi un siglo después: un cuadrado negro. El héroe principal llega a la eliminación del mundo antiguo después de haber recorrido todos los siglos. Una vez “cerrados” los “cielos podridos” también el sol (= belleza) es vencido.

    El decorado y los trajes de esta ópera son obra de Malévich. El vestuario –también exhibido en Proa, además de un video de la ópera– bien podría pertenecer a unos Kraftwerk cubistas, ser una mezcla de alienígenas y guerreros medievales, y reivindicarse como el antecedente del Mago de Oz. Se han hecho nuevas puestas de esta ópera; lo que es seguro es que la frase con la que cierra –“¡El mundo perecerá, pero no nosotros!”– fue cierta en 1913 (solo un año más y se desataría la Primera Guerra Mundial) y lo sigue siendo hoy.

    En 1916 Malévich ya estaba en condiciones de entender la pintura de un modo casi animista, como si fuera un pequeño dios presente en todas las cosas e igual a ninguna: “la pintura son los colores (…) colocados de antemano en el interior de nuestro organismo”. Los rostros y cuerpos rojos, verdes y azules en esas poses arquetípicas (“Yo, es decir, el Hombre”) delatan la progresiva liberación del color. Y esta liberación es la subversión del antiguo sistema de valores: “Quien veía a Malévich con un cucharón de palo en el ojal, a Kruchenyj con un almohadón colgado de una cuerda al cuello, a Burliuk con la cara pintarrajeada y a Maiakovski con su camisa amarilla, ni sospechaba que aquello era una bofetada a su gusto”, se lee en las memorias del pintor, compositor y líder de la vanguardia rusa, Mijaíl Matiuchin.

    El proyecto fue incomprendido desde diferentes ángulos: el acercamiento minimalista o la confusión con una de sus obras más conocidas –“Cuadrado negro” en realidad se llama “Cuadrilátero”; fue la crítica, casi de inmediato, la que comenzó a llamar a esa pieza del modo en el que hoy la conocemos, en contra de las indicaciones de Malévich– son algunos ejemplos. Ánimo. En este recorrido por tres décadas de “elevación mística” a través del color y del movimiento, que incluye además objetos, trajes y maquetas maravillosas, tenemos la oportunidad de quedarnos de pie frente a nociones que la contemporaneidad ha desechado por pretenciosas y a las que vuelve casi de rodillas, como pidiendo perdón por tanta figuración raquítica de sentido.

    Kazimir Malévich. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso
    Del domingo 11 de septiembre hasta noviembre en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA)
    Curadora: Eugenia Petrova



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  • Título: Futurismo y revolución.
    Autor: Fabián Bosoer
    Fecha: 29/10/2016
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    Un cautivante viaje a la Rusia de un siglo atrás, en la que germina y sucede la revolución bolchevique de 1917, nos propone la magnífica exposición con la obra de Kazimir Malevich en la Fundación Proa, en la Boca. La vida y obra del artista ruso, figura fundamental para comprender las vanguardias estéticas contemporáneas, nos traslada a aquellos círculos creativos de San Petersburgo, París o Berlín en los que se prefiguraba el porvenir mientras en otras partes, no lejos de allí, el mundo se consumía en grandes hecatombes

     

    Socialismo en La Boca

    ​Encontrarse con la retrospectiva de Malevich en la Boca tiene resonancias adicionales. Mientras el artista ruso modelaba su visión estética en el futurismo y el simbolismo, en el barrio del sur porteño, en 1904, era proclamado y consagrado Alfredo Palacios como primer diputado socialista de América. La República de la Boca era también por entonces una expresión “vanguardista”: la de sociedades que se modelaban con el aporte de la inmigración y las ideas que venían de Europa y adquirían aquí su propia identidad.

    El arte y los vestigios

    El espacio en el que se exhibe esta retrospectiva sobre el vanguardismo ruso, que hoy puede visitarse gratis en el marco de la Noche de los Museos, tiene su propia historia vinculada con aquellos tiempos: allí funcionó un depósito de los Talleres Vasena, metalúrgica que fue epicentro de los sucesos conocidos como “la Semana Trágica”, en diciembre del ’18, cuando una huelga obrera fue ferozmente reprimida. Quedan sus columnas de hierro con la leyenda “Pedro Vasena y Hnos.”, como vestigios, en la moderna arquitectura de la Fundación Proa.



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  • Título: Malévich, la Fiesta de Muertos del realismo.
    Autor: Matilde Sánchez
    Fecha: 29/10/2016
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    Miles de porteños pasaron en estos días ante la obra de Kazimir Malévich en Proa, ese recorrido que lleva del Cuadrado negro a las posteriores representaciones de campesinos, hechas ya bajo el dogma estético del realismo socialista, hasta la poco grandiosa foto de su muerte, en 1935. Y en ese lapso de treinta cuadros se despliega una de las tragedias culturales del siglo XX, que ordenó el borramiento oficial del torbellino de vanguardias gestadas después de la Primera Guerra.

    La foto del velorio cuenta una historia sorprendente. El artista murió en San Petersburgo. Un último retrato en vida lo muestra acostado en un diván, con una larga barba oscura, enfermo de cáncer. A su muerte, su discípulo Nikolai Suetin fue el “curador” de su despedida. Siguiendo los Architekton de Malévich - esas maquetas de edificios y rascacielos futuristas que aún inspiran a los diseñadores -, Suetin dio al ataúd las líneas rectas, los ángulos y escalones que hoy identificamos en las fachadas art decó. La escenografía consta en tres o cuatro imágenes; recuerda un altar mexicano y puede considerarse la Fiesta de Muertos del Realismo -el gurú en su estuche litúrgico, rodeado de toda su obra y, a la cabecera, el Cuadrado negro, el manifiesto de lo que él había bautizado Suprematismo. En la abstracción radical, Malévich veía la depuración del arte, necesaria para su renacimiento.

    Malévich tendría un cortejo de íntimos y artistas disidentes. Al carro fúnebre, un vulgar camión que portaba la obra funeraria de Suetin (y a su inquilino), se le colgó de la parrilla una copia del Cuadrado negro a modo de mascarón o estandarte. También tenía su Cuadrado negro la tumba, elevada en una especie de sarcófago recto, más apto para una cripta. El artista había eligido el sitio, al pie de un roble. Esta multiplicación de copias del Cuadrado anunciaba también el fin de la obra original, la que hoy luce sus soberbias quebraduras.

    En 1935 avanzaba lo que el estudioso Boris Groys, en un brillante estudio, describe como la “obra de arte total Stalin”. Este historiador del arte soviético recoge el disciplinamiento represivo de todas las corrientes vanguardistas y concluye que la era estaliniana logró concretar una verdadera “dirección escénica total de la vida”. En su audaz ensayo, interpreta: “El hombre soviético no vivió en esos años dentro de la realidad, sino dentro del arte. La autoría de esa obra de arte total se atribuía a Stalin, quien intervenía casi como un artista de tipo wagneriano” -es decir, diseñando a través normativas partidarias cada detalle de la realidad, a la manera de una gran ficción colectiva, completa con sus imágenes de utopía social alcanzada.

    En una recorrida por la muestra, la curadora Eugenia Petrova, del Museo Estatal de Moscú, contó en Proa que la totalidad de obras de Malévich -a excepción de las pocas atesoradas en museos de Europa occidental- permanecían desde los años 40 en un depósito de la institución, catalogadas como “arte G”, etiqueta que reunía los cuadros considerados de inferior calidad”. No fue hasta 1988, entrado el gobierno de Mijail Gorbachov, que se revisó el acervo etiquetado bajo esa letra.

    En 2013 una torre de departamentos lujosos borró todo indicio de la tumba de Malévich. A esa altura hacía tiempo que el roble había sido cortado y se había perdido la marca en la tierra. Triunfo total de la abstracción.



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  • Título: KAZIMIR MALEVICH EN FUNDACIÓN PROA.
    Autor: Florencia Nery
    Fecha: 25/10/2016
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    Por primera vez en Latinoamérica, Fundación Proa y el State Russian Museum presentan Kazimir Malevich: Retrospectiva. El pintor es el creador del Suprematismo, una de las vanguardias que revolucionaron el arte en el siglo XX.

     

    Con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova, la exhibición, organizada cronológicamente, abarca el panorama creativo del artista ruso (Kiev, 1878-Leningrado, 1935). Un conjunto de 60 obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el Cubofuturismo, el gran homenaje  al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

    Probablemente la estrella de la muestra es el famoso Cuadrado Negro de 1915. Con ella el pintor cambió la Historia del Arte e incluso se la considera “la zona cero de la pintura”. Se abandona la figuración y  nace el arte abstracto.

    Además, los “arquitectones” y las porcelanas son piezas clave para entender su proyecto revolucionario y la vanguardia rusa de fusionar el arte y la vida.

    Malevich buscaba reducir los elementos pictóricos al máximo (un plano, un cuadrado, un círculo, una cruz, simples figuras geométricas), y hasta representar la nada. El artista proclamó esto luego del nacimiento de la Unión Soviética y de la decisión de Lenin de unir todos los estilos artísticos para definir la nueva sociedad.

    Luego, con Stalin en el poder, los artistas que no se acercaban al realismo eran enviados a Siberia. Así, Malevich fue apresado por oponerse al arte tradicionalista. Para salvarse tuvo que volver a la pintura figurativa.

    Podés visitar la muestra hasta el 11 de diciembre en Fundación Proa: Av. Pedro de Mendoza 1929 (La Boca), Buenos Aires.



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  • Título: Sábado de superacción: cinco estaciones para un día artístico.
    Autor: Natalia Blanc
    Fecha: 22/10/2016
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    Suele suceder en una ciudad con una gran oferta cultural como Buenos Aires que en un mismo día coincidan varias propuestas interesantes en distintos museos y espacios. Hoy es uno de esos días de superacción: en barrios del norte y del sur porteño, con entrada libre o paga, al aire libre o en el interior de las salas, las opciones abarcan desde un desfile de moda inspirado en la obra de Kazimir Malévich hasta una jornada dedicada a celebrar la escena artística de Berlín.

     

    1. Diseño suprematista

     

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    La retrospectiva de Malévich, en Fundación Proa, sale a la vereda de la Vuelta de Rocha para rendir homenaje al artista ruso con un desfile de moda. En el inicio de la Semana del Diseño en Buenos Aires, la cátedra Saltzman de la UBA exhibe creaciones únicas que trasladan los colores, las técnicas y las texturas de las obras del maestro del suprematismo a vestidos y otras prendas. En Av. Pedro de Mendoza 1929, a las 16. Gratis. A las 18, en el auditorio, proyectan el video de una reconstrucción de la ópera Victoria sobre el sol, con vestuario y escenografía del artista. Cine más muestra: $ 50.



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  • Título: Del Cuadrado negro al inodoro dorado. Sobre el suprematismo de Malevich y América de Maurizio Cattelan.
    Autor: OTRA PARTE
    Fecha: 20/10/2016
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    Promediando el colorido recorrido por la obra de Kazimir Malevich que laretrospectiva de Proa regala a los porteños, brilla con su luz opaca el “Cuadrado negro”, una de las obras más radicales del arte del siglo XX, todavía viva en su osadía anárquica. El camino hacia ese despojamiento extremo se ilustra en las primeras salas. Después de un pasaje autodidacta por los ismoseuropeos del arte moderno, Malevich intenta una reducción aún más esencial, la destrucción de la representación mimética y cualquier atisbo de contenido concreto. Contra toda transparencia del lenguaje pictórico, un simple cuadrado negro sobre un fondo blanco, ni siquiera perfecto, busca el grado cero de la pintura, su centro irreductible, la nada absoluta tangible en el plano, pura textura y superficie. Pero conviene detenerse en una gran foto que documenta la muestra de Petrogrado de 1915, “0.10. La última exposición futurista de pinturas”, en que las obras suprematistas de Malevich se exhibieron por primera vez, y sobre todo en un detalle: en una esquina de la sala, el “Cuadrado negro” corona el conjunto en lo alto, irónicamente dispuesta en el lugar que los hogares rusos reservaban a los íconos religiosos. Malevich no sólo atentaba contra la pintura, sino también contra la tradición cultural rusa y europea, contra todo apego sentimental a la cultura del pasado e incluso contra el museo, guardián innecesario del arte, sujeto al poder destructor del tiempo. Algo indestructible, sin embargo, estaba destinado a pervivir. “La imagen que sobrevive a la acción de la destrucción —concluye Boris Groys en una de sus muchas lecturas de la vanguardia rusa— es la imagen de la destrucción”. La bandera del anarquismo cuyos círculos Malevich frecuentó aun después de la Revolución de Octubre, especula incluso Groys, bien podría haber inspirado la negrura anárquica del “Cuadrado”. El destino paradojal de esa audacia se intuye, aunque no se hace explícito, en las últimas salas de la muestra de Proa. En la Rusia posrevolucionaria, el ímpetu destructivo de la vanguardia cambia obligadamente de signo y el arte de Malevich, quizás como una forma de autoexclusión, “se deja infectar por el virus de  la figuración” y más tarde, empujado por la censura durante el período soviético, por “el virus del realismo socialista”. Del espíritu radical del “Cuadrado negro” (exiliado de los museos rusos hasta los ochenta), quedan apenas huellas difusas en sus últimos retratos de los treinta, pastiches renacentistas de campesinas y trabajadores rusos. Con un último eco del ideario formalista, los colores vibrantes y algunos detalles geométricos del suprematismo extrañan la pintura con cierta distancia irónica, y un minúsculo cuadrado negro en el lugar de la firma oficia de memento de la gesta destructiva.

    En los ochenta, sin embargo, un par de artistas pioneros del arte de instalación recuperan por otras vías (el argumento completo puede leerse en los ensayos de Groys) el ímpetu anárquico del “Cuadrado negro”, la búsqueda del grado cero y la batalla contra el museo, potenciada por otra desaparición. En “El hombre que voló al espacio desde su apartamento”, la primera instalación de Ilya Kabakov en Moscú (1985) y sobre todo en “10 personajes” (1988), departamentos comunales abandonados de artistas no oficiales (irónicamente distanciados y a la vez alter egos del propio Kabakov) expanden el proceso de reducción de Malevich y funcionan como metáfora crítica del museo: en los espacios abandonados no sólo desaparecen las imágenes y las cosas, sino también el artista que las creó. Lo único que queda del artista es la escena de su desaparición y es allí, parece decir Kabakov, donde se revela el contexto del arte, no ya la convivencia artificial de los artistas en el museo, sino el contexto económico, social y político de la vida real.

    Pero a la realidad, ya se sabe, le gustan las simetrías y los leves anacronismos. A un siglo casi exacto del “Cuadrado negro”, el ímpetu de reducción del arte, destrucción del museo y desaparición del artista que inspiró Malevich renace en su versión bufa en el Museo Guggenheim de Nueva York. La nada absoluta es esta vez un inodoro dorado, obra del italiano Maurizio Cattelan, sólo que la ironía del “Cuadrado”, dispuesto en el “rincón rojo” de los íconos sagrados, se multiplica con ingentes cuotas de humor y provocación dadá en el rincón más profano del museo, uno de sus minúsculos retretes. No es un inodoro dorado, en realidad, sino una copia perfecta en oro macizo 18 kilates del modelo estándar de los inodoros del Guggenheim, perfectamente funcional, que el público puede usar a voluntad. Extremando la reducción al arte sin arte del urinario de Duchamp y la provocación de “Mierda de artista” de Piero Manzoni, Cattelan, insigne Barón de Münchhausen del arte contemporáneo, corporiza esas metáforas estéticas escatológicas (en el doble sentido coprológico y final) y al mismo tiempo las desmaterializa en una soberana nada irrisoria, puramente conceptual. Si al ready-made de Duchamp le cabía al menos la elección del objeto —el mingitorio, la pala o la rueda de bicicleta— y su irrupción en el espacio cultual del museo, se trata aquí del mismo inodoro Kohler de los retretes del Guggenheim que, en su versión dorada, fabricada por un artesano italiano, reemplaza al original, ocupa su lugar prosaico y realiza su perentoria función. Del artista sólo queda una huella inmaterial en la transmutación áurea y, por supuesto, en el título de la obra, vórtice de la irrisión: “América”.

    Desde que a falta de ideas para su primera muestra individual cerró una galería con un cartel en la puerta que decía Torno súbito (Vuelvo enseguida) y más tarde intentó mostrar como propias las obras de una galería vecina bajo el título de Another Fucking Readymade, hasta sus célebres figuras hiperrealistas del papa Juan Pablo II derribado por un meteorito (“La nona hora”) o el pequeño Hitler orando arrodillado de espaldas (“Him”), toda la obra de Cattelan (autodidacta nacido en Padua en 1960, hijo de un camionero y una mujer de la limpieza) es una escalada de estafas, desapariciones y dardos provocadores a las instituciones artísticas, que la voracidad obscena del mercado del arte contemporáneo engulló y premió con un meteórico aumento en las cifras de las subastas (“Him” alcanzó este año el récord de doce millones de dólares). Pero en 2011, después de Todo, la extraordinaria retrospectiva del Guggenheim en la que “colgó” su obra casi completa en la rotonda del museo (128 obras literalmente “ahorcadas”, tendidas como la ropa en el vano de la espiral), Cattelan anunció su retiro del mundo del arte con una única excepción, el venero de imágenes provocadoras que sigue publicando en Toilet Paper, la revista que edita junto con Pierpaolo Ferrari. Cinco años más tarde, con un guiño al nombre de la revista, vuelve furtivamente al museo de la despedida para perpetrar su más completa irrisión.

    Que el arte contemporáneo se ha convertido en moneda alternativa del mercado financiero y la crítica institucional ha sido domesticada por la aplanadora neoliberal no es ninguna novedad. Las instituciones del arte resisten los embates más anárquicos y los traducen en lucro y espectáculo. Aun así, da gusto ver el Guggenheim albergando con falso aplomo la bufonada de Cattelan con tal de aumentar el número de visitantes y cosechar los réditos. Basta ver el texto que acompaña la obra para comprobar los alcances de su escarnio. Todo se vuelve desternillantemente absurdo confrontado con el objeto en cuestión y se adivinan las carcajadas del italiano, desaparecido en acción: la calificación de la pieza como obra “site-specific” e “interactiva”, por caso, considerando la naturaleza del “site” y, sobre todo, de la “interacción”; la descripción de la experiencia como de “una intimidad sin precedentes con una obra de arte”; la tarea de la “instalación”, confiada a un eximio plomero, y los rituales de la “conservación”, endilgados al personal de limpieza, que repasa la obra con paños especiales cada quince minutos y periódicos baños de vapor. Pero descuellan en el ridículo los afanes hermenéuticos de los curadores, que no dejan de advertir en la obra “un guiño a los excesos del mercado” pero, amparándose en otra chanza de Cattelan (“arte del 1% para el 99%”), elevan sus valores transcendentes, adjudicándole al inodoro una evocación “del Sueño Americano de oportunidad para todos” y de “las ineludibles realidades físicas de nuestra compartida humanidad”. Viene a la mente la muletilla que Donald Trump repitió hasta el cansancio en los debates presidenciales: “Gimme a break!”. (Prestigiosos representantes del jet-set curatorial… “¡por favor…!”). Nada se dice de la sinécdoque del título, “América”, pero en tiempos en que el multimillonario candidato republicano aspira con no pocas chances a la presidencia de Estados Unidos, tampoco hace demasiada falta. Para completar el dislate sólo faltaría incluir la obra en los kits educativos del museo, con “actividades sugeridas” para los colegiales.

    Las instituciones, con todo, son sólo un vértice del triángulo del arte y tampoco el público, adocenado por el consumo gregario del arte como espectáculo, alegremente disciplinado por los rituales mecánicos de las redes sociales, sale indemne de la payasada. Ahí están, haciendo un par de horas de cola (la más larga que hayan hecho jamás con esos fines) para evacuar en el trono dorado y, sobre todo, sacarse la infaltable selfie y “compartir” la experiencia íntima con sus amistades, que saludarán con un “Me gusta” o incluso con un “Me encanta” el autorretrato en el retrete, todos entrampados en el espejo convexo de la farsa.

    En sintonía con la sorna de Cattelan, hay quien dijo que la visión de la taza, centelleante de reflejos dorados durante la descarga, se acerca quizás a la experiencia de un “sublime posmoderno”. Si el sentimiento de lo sublime se define por un desarreglo sensible, un placer mezclado con un pesar, un absoluto que excede la imaginación y no encuentra una representación eficaz, puede que la observación resulte menos irónica de lo que parece y que la obra del inefable Cattelan, así estamos, sea el atisbo de un límite, el cáustico “Cuadrado negro” de nuestro tiempo. Pero quedan esperanzas. El arte sobrevive en la imagen de la destrucción.



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  • Título: Kazimir Malevich en Fundación Proa.
    Autor: HebeDepetrisRuiz
    Fecha: 18/10/2016
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    Con la curaduría de la especialista Dra. Eugenia Petrova, la exhibición, organizada cronológicamente, abarca el panorama creativo del artista ruso (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Un conjunto de más de 50 obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el Cubofuturismo, el gran homenaje  al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

     

     

    El Suprematismo, encabezado por Kazimir Malevich,adquiere una gran dimensión en la historia del arte cuando, con su famoso Cuadrado Negro en 1915, se abandona la figuración y es considerado el nacimiento del arte abstracto. El Suprematismo es un punto fundamental de la muestra, acompañado de una gran documentación sobre su influencia.  Los "arquitectones" y las porcelanas son piezas clave para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

     

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento primordial en la historia del arte del siglo XX.



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  • Título: Kasimir Malevich en PROA.
    Autor: TrendyTips
    Fecha: 18/10/2016
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    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica, Fundación Proa y el State Russian Museum de San Petersburgo presentanKAZIMIR MALEVICH. Retrospectiva, figura fundamental para comprender las vanguardias históricas que revolucionaron el arte en las primeras décadas del siglo XX.
     

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  • Título: Semana de Diseño en Buenos Aires: Casa FOA, visitas internacionales y mucho más.
    Autor: Viviana Urfeig.
    Fecha: 17/10/2016
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    MALEVICH + ANDREA SALTZMAN La retrospectiva del artista ruso Kazimir Malevich, en Fundación Proa será el punto de partida para una instalación a cielo abierto, a orillas de Riachuelo. El vestuario que Malevich diseñó para la ópera "La Victoria sobre el Sol" (realizada en 1913 por Matiushin, Kruchenij) marcó un hito de carácter revolucionario y rupturista. La obra está considerada como una pieza emblemática de las vanguardias. Los 15 trajes reconstruidos en 2013 se verán en la muestra organizada por Andrea Saltzman para la cátedra de Diseño de Indumentaria de la FADU UBA.
     

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  • Título: El avanzado rojo.
    Autor: Eugenia Viña
    Fecha: 17/10/2016
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    Kazimir Malevich fue una figura clave del arte en el siglo XX. Hasta diciembre Proa expone su primera muestra latinoamericana.

     

    Ir a ver cuadros que están en todos los libros y manuales de la historia del arte me resulta un desafío y un ejercicio personal. Qué sentir, qué pensar frente a hitos del arte sin caer en lugares comunes. Dejar que mi propia percepción hable, aun sin perder de vista su impronta histórica, es casi un experimento. El vanguardista ruso Kazimir Malevich (Kiev 1878 - Leningrado 1935), creador del suprematismo, llegó con una retrospectiva a Proa, la primera en Latinoamérica, y es una maravillosa oportunidad para ponerme a prueba.

    Siempre me llamó atención cómo un libro puede tener tanto poder como para generar efectos en la vida de una persona, o en la historia de un país. Particularmente en la teoría marxista, donde esa unión entre palabra y acto promete una revolución en la que la una sin la otra no tienen sentido, ni fuerza suficiente para configurar un nuevo orden de cosas. Eso también pensaba Kazimir Malevich (1878 - 1935), aunque su filosofía y sus giros se manifestarían a través de imágenes. La pintura de Malevich es como la revolución comunista: es la búsqueda de la libertad. Pero en el medio, la historia. Y al final, en los retratos que pintó antes de morir, los fondos negros como murallas. Como el retrato de su última mujer, pintado en 1934, un año antes de su muerte.

    Hay un contraste, un abismo, entre esa obra y uno de sus primeros autorretratos, de una sutileza mística, pura delicadeza de virtuoso simbolismo, rodeado de ninfas desnudas, musas delicadas y vírgenes, como él, que tenía 29 años y miraba de frente sin miedo: todo estaba por venir y él sabía que sería uno de los protagonistas.

    En medio de todo esto están la pintura y la vida del artista ruso, que pasó por todos los estadios: pura acción a través de las vanguardistas europeas, abstracto a más no poder con la creación del suprematismo, con su cuadrado negro como ícono, realista socialista, no sabemos si por convicción. A Kazimir Malevich la historia le respiraba en la nuca y tuvo que regresar al lenguaje figurativo. Antes, su teoría, la primera vanguardia rusa. ¿Cómo pintar contra la burguesía? A través de la universalidad de la abstracción. La geometría es la madre del cosmos, y el patrón explicativo de todo aquello que tiene una esencia. El grado cero, lo llamará Malevich, creando la teoría El Suprematismo. Y el cuadrado negro será su ícono.

    El cuadrado negro sobre blanco construía el universo sin objetos y permitía que la pintura se librara del exterior, de la representación, del cuentito de la narración. Supremacía de la nada, supremacía del todo, sin chocar con las pequeñeces de este mundo. Sólo las formas esenciales: círculos, cruces, cuadrados. Blanco y negro. Y una teoría compleja y filosófica que lo sustentaba.

    Pero lo que para Malevich era revolucionario, para Stalin resultó demasiado hermético y burgués, y en 1932 promulgó el decreto de reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas. A partir de ese momento, el realismo socialista se convirtió en política oficial del Estado. En la pintura, obligaba a un retorno a la figuración, de contenido político, y cuyo protagonista sólo podía ser el campesino. Sólo el genio de Malevich, en ese contexto, era capaz de pintar un cuadro como Ejército rojo, donde los campesinos, armados para la revolución, combaten contra el capitalismo sobre esos campos arados que son líneas, sobre ese cielo que se diluye sin horizonte. La geometría y la abstracción sobreviven allí, simuladas, escondidas.

    El ejército rojo, la casa roja, pinturas atravesadas por una industrialización repentina, una oleada de exilios, deportaciones y castigos. El mismo artista había sido detenido e interrogado en 1930, y echado de uno de sus puestos de trabajo institucionales. La política arrinconaba la historia de la pintura. Del optimismo liberador de la revolución de octubre y la tecnología, como vías que cambiarían la relación de los seres humanos con su entorno, del futurismo y el suprematismo, tres años antes de morir, Malevich nos regala La Casa Roja, donde mezcla todos los condimentos que había conocido.

    Pero aunque las cosas no salieron como se habían soñado, no todas, el cubo hace de casa y el rojo de corazón bolchevique, que en medio de cierto furioso desequilibrio (ese cielo como un océano, esos senderos deliciosos donde leemos el placer del artista al poner cada pincelada de óleo), ése sigue siendo el eje. Pero en el fondo, atrás, ya no se unen el blanco y el negro como en el famoso cuadrado. La nada y el todo, las formas esenciales, el equilibrio perfecto, no habían resultado posibles, al menos no en este mundo.



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  • Título: Kazimir Malévich: una de las exposiciones artísticas más importantes de América Latina en los últimos 10 años
    Autor: Sputnik
    Fecha: 14/10/2016
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    La retrospectiva de Kazimir Malévich, fundador del suprematismo y uno de los padres del arte abstracto, “es una de las más importantes de los últimos diez años” en Argentina y en América del Sur. Incluye más de la mitad de las obras del autor expuestas en el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, dijo a Sputnik el historiador Martín Baña.

    La muestra, que se desarrolla en la Fundación PROA de Buenos Aires, contiene una completa selección de más de 50 obras y permite apreciar la creación de Malévich desde sus inicios en la época zarista, pasando por la revolución y llega hasta los inicios del estalinismo. Además de la exposición, curada por Eugenia Petrova y Joseph Kiblitsky, la Fundación PROA organiza en conjunto con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) un curso en línea dictado por el historiador, sobre Malévich y las vanguardias de su país, dictado por Baña, docente de Historia Rusa en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Kazimir Malévich (1878-1935), fundador del suprematismo y considerado un padre del arte abstracto, "es un exponente muy claro" de la intelligentsia rusa, por su "actividad al servicio de los valores de la transformación social" y "una clara intención de romper con la tradición, con lo dado y con lo heredado" en el contexto del zarismo, explicó Baña. © SPUTNIK/ IGOR RUSSAK Museo Ruso inaugura en Argentina una exposición de obras de Malévich Su compromiso social lo llevó a involucrarse en el movimiento bolchevique, por lo que además de contribuir desde su producción creativa también tuvo un rol político activo. La transformación que buscaba a través de su creación se plasmó en obras abstractas que marcaron "una ruptura con el arte figurativo" y dio "un aporte significativo al ecosistema de la revolución", aseguró Baña. Por estos motivos, el pintor ruso "es una figura fundamental" para pensar "en los vínculos entre arte, sociedad y política". En una perspectiva más universal, el pintor es clave dentro de las vanguardias rusas, que marcaron un quiebre en la historia del arte. Su obra fue variando de acuerdo al contexto político de la época. Por eso la retrospectiva pasa por la figuración, el cubofuturismo y el suprematismo, la corriente que fundó y por la que se hizo conocido. La exhibición incluye pinturas emblemáticas como La carga de la caballería roja, Cuadrado negro, Cruz negra y Círculo negro. © AFP 2016/ NATALIA KOLESNIKOVA Científicos rusos encuentran dos pinturas más detrás del Cuadrado Negro El Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, de donde provienen las obras en exhibición, alberga la colección más grande del fundador del suprematismo, aunque también hay cuadros en varios museos del mundo, principalmente en Nueva York y en Holanda. La exposición se inauguró el 13 de septiembre y permanecerá abierta hasta el 11 de diciembre. Hasta el momento, ha tenido "una repercusión muy amplia" dado que se trata de un acontecimiento "significativo" no solo para el público argentino, sino para el sudamericano, concluyó el historiador.

    Más: https://mundo.sputniknews.com/cultura/201610141064107243-arte-malevich-americalatina/

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  • Título: The week in abstract art.
    Autor: IdeelArt
    Fecha: 13/10/2016
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    Thirteen years after painting his masterwork Black Square, Kazimir Malevich published The Non-Objective World: A Manifesto of Suprematism. In it, he described the experience of arriving at his iconic abstract style. “A blissful sense of liberating non-objectivity drew me forth into a desert,” he wrote, “where nothing is real except feeling.” Suprematism was a direct, structured, nonrepresentational proposition. It was the beginning of geometric abstraction. Based on that description it may sound academic and soulless. But through his manifesto Malevich validates Suprematism as soulful and spiritual, and contextualizes his paintings as living expressions of human emotion conveyed in the purest, simplest way. Until 11 December 2016, a tremendous collection of work by, and documentation about Malevich is on view at the Fundación Proa, in Buenos Aires, Argentina. It is the first time his oeuvre has been shown in South America. The show even includes several of his most famous Suprematist works, such as Black Circle, Black Cross, and Black Square. This week, in recognition of this historic exhibition, here are four other current abstract art exhibitions that speak in harmonious conversation with the legacy Malevich created. Though these artists may or may not consider themselves geometric abstractionists, like that of Malevich their visual language expresses the abstract structures of feeling in simple, direct terms.

    KAZIMIR MALEVICH, AT FUNDACIÓN PROA, BUENOS AIRES, ARGENTINA

    On view through 11 December 2016

    In conjunction with the State Russian Museum, this exhibition offers an unprecedented glimpse at the life and work of the founder of Suprematism. Works by Malevich on display include paintings from throughout his career, sculptures, porcelains, examples of his famous costumes from the play Victory Over the Sun and several architectons.



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  • Título: Malevich y Superman.
    Autor: La Herida de París.
    Fecha: 10/10/2016
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    Si se recorriera la muestra de Malevich en PROA en sentido inverso al propuesto por la curadora, nos encontraríamos ante una muestra excelente. Sin embargo, lo que resulta sorprendente, y transforma la muestra en algo extraordinario, es hacerlo tal como se nos propone.  Es decir, según una estricta cronología.

     

    Las historias, sean de artistas o de santos, parecen recorrer siempre un camino de desprendimiento, que progresivamente va de lo material hacia lo espiritual. El artista y el santo avanzan despojándose, en ruta hacia un encuentro con lo esencial. Por poner un ejemplo de los primeros basta pensar en Kandinsky o en Mondriaan, para los segundos sobran los casos, pero con nombrar a Francisco de Asís es suficiente como muestra. Este camino, por otra parte, no es otro que el del arte como Historia, recorrido desde el realismo figurativo, conquistado esforzadamente en el Renacimiento, hacia la moderna abstracción.
     
    Lo curioso y extremadamente valioso de Malevich es que precisamente es de los pocos, sino el único, que ha recorrido el camino inverso. Visitar su obra es una experiencia propia de un tiempo invertido, donde el futuro nos aparece tempranamente y el pasado nos despide al final del recorrido.
     
    Su obra emblemática, el famoso cuadrado negro y sus poderosos escuderos adláteres, se nos presentan súbitamente, luego de algunos ensayos que se muestran en la primera sala, que en nada hacían prever la imponente aparición de este tríptico arrasador. Ellos son, como siempre se ha reconocido, una revolución abismal en la historia de la pintura. Poder observarlos directamente regala la sorpresa que encierran las obras maestras, que siempre son más que su fama.
     
    La textura de la superficie negra del cuadrado y el fondo blanco donde se descubre la pincelada sutil alejan la obra de toda significación mecánica. Es notable cómo es capaz de emocionar, un efecto que supongo excede, e incluso contradice, las intenciones del artista.
     
    Sin embargo, la dificultad mayor no fue sin duda para Malevich llegar hasta allí, cosa que parece haber alcanzado fruto de una inspiración súbita, sino, por el contrario, seguir adelante. Continuar implicaba el esfuerzo supremo de hacer girar el tiempo en sentido inverso. Me recuerda a aquel viejo Superman ciclópeo, empujando la tierra al contrario, para recuperar a su amada Luisa Lane. Algo así de prodigioso es el andar de Malevich, que vuelve sus pasos a la figuración radicalmente negada. Continuar después de alcanzar esa cumbre sublime, que en definitiva se le reveló estéril.
     
    La sala siguiente repleta de campesinos multicolores, sin rostros, da cuenta de este regreso, hecho pausadamente. Los nuevos motivos, sin embargo, no olvidan la memoria de las geometrías certeras del suprematismo heroico, prontamente abandonado. De todos modos, es un regreso sin olvido, un homenaje que no esconde sus raíces ni sabe de remordimientos.
     
    La caballería bolchevique, que galopa roja a lo lejos en una tela de coloridas líneas abstractas superpuestas, es una síntesis perfecta y emocionante, en la mitad del trayecto.
     
    Luego de los maravillosos trajes de la planta superior, la muestra cierra con un autorretrato singular.
     
    La figura que mira de frente parece pintada por un artista del renacimiento, podría ser un Bronzino, si no fuera por algunas límpidas geometrías, que son como un guiño cómplice. Malevich, al final de su recorrido de temporalidad negativa, nos coloca de nuevo en el futuro, con una fina ironía posmoderna. 


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  • Título: Una exposición.
    Autor: Damián Tabarovsky
    Fecha: 09/10/2016
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    Antes de ir a visitarla, pensaba no escribir sobre la retrospectiva de Malevich en PROA. Suponía  –como finalmente ocurrió– que saldrían decenas de artículos, varios de ellos incluso notas de tapa en los diferentes suplementos culturales y secciones de arte de los periódicos. ¿Qué podría agregar yo frente a tal despliegue? No mucho (o tal vez directamente nada). Y de hecho, sigo pensando lo mismo. Pero ocurrió que visité la muestra dos veces. La primera un poco a las apuradas atrapado por compromisos sociales. La segunda bien lentamente, volviendo una y otra vez sobre mis pasos, bastante preparado habiendo releído, para la ocasión, El objeto del siglo, de Gérad Wajcman (Amorrortu, Buenos Aires, 2001), libro que me sigue pareciendo tan agudo como cuando lo leí por primera vez en aquel fatídico año, y también Kasimir Malevich. Un conflicto trágico, de Heiner Stachelhaus (Parfisal, Barcelona, 1991) biografía escrita con los codos, pero que al menos contiene un aceptable nivel de información sobre la vida del pintor. A riesgo de decir un lugar común (escribo en un diario. Mis disculpas: tengo miedo de que me despidan si no perpetro al menos un lugar común por nota) estoy convencido de que la muestra de Malevich es el acontecimiento cultural del año. Por supuesto que el Cuadrado negro es la estrella absoluta de la exposición. Ya había visto la obra otras veces en otros lugares, y cada vez que lo hago no deja de emocionarme. ¿Qué clase de recepción es la “emoción” ante una obra suprematista? Es la emoción de conocer el fin de la historia, o al menos de la historia que se engendró allí, en ese cuadro, con ese artista, en esa época: conversar con el negro sobre negro implica invocar un fantasma, el fantasma de la vanguardia por encima de toda codificación (la institución museo, el precio de la entrada,  el póster decorativo, la cultura asfixiante, el velorio del arte). Tenemos la exigencia de extraer consecuencias radicales de pensar a Malevich frente al olor a podrido del Riachuelo. El barro de la historia, allí respira el arte. 

    Más allá del Cuadrado, dos son las zonas de obras que permiten completar el mapa de Malevich como lo que fue: uno de los artistas clave del siglo XX. Una, es la que la curaduría define como “segundo ciclo campesino”, hecho de figuras de trabajadores sin rostro. Es el gran momento fallido de su trabajo, como un anticipo del fracaso del arte revolucionario que ya se acercaba. Malevich, después de la abstracción, se pregunta cómo volver a la figuración, cómo repensar el realismo, cómo unir arte con vida, o mejor dicho, arte con pueblo. Y no encuentra respuesta. Esas obras –feas, ininteresantes en relación al resto de su obra– son testimonio de la imposibilidad real de esa unión. En su desdicha, esas obras nos enseñan –como la peor poesía de Mayakovski– que no se trata de crear un arte que se dirija al pueblo, sino de esperar el momento –de militar activamente para que ese momento llegue– en que el pueblo mismo se convierta en arte: el instante sublime. 
    El segundo pasaje nodal de la muestra son las réplicas de los trajes que creó para La victoria sobre el sol, la opera estrenada en San Petersburgo en 1913. Impresiona ver cómo, hasta en el vestuario Malevich, sospecha de los modos convencionales del realismo. 

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  • Título: Sentir la noche
    Autor: Verónica Gómez
    Fecha: 09/10/2016
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    Kazimir Malévich-Retrospectiva, vigente en Fundación Proa y compuesta por algo más de medio centenar de obras pertenecientes a la colección del Museo Estatal de San Petersburgo, sin ser una exposición exhaustiva, tiene la virtud de constituir un repaso metódico y atinado de cada una de las etapas de la trayectoria del artista, acercándonos unos pocos ejemplares de cada período que tienen la virtud de refulgir como perlas extraídas a un collar que se presiente infinito. Si la didáctica clasificatoria no obnubila, es posible, al concluir la visita, arribar a la intuición de haber sido testigos de apenas una punta de iceberg de la obra de uno de los artistas más complejos del siglo XX. La exposición, con curaduría de Evguenia Petrova, logra ampliarse a través de los varios proyectos de extensión educativos que puso en marcha la Fundación, desde cursos online y desfiles, hasta clases magistrales y la presentación del catálogo más completo que se haya publicado en español sobre la obra y pensamiento del artista ruso.

    TODAS LAS VERSIONES DEL MUNDO
    Premonición complicada (Torso en una camisa amarilla), c.1932 Óleo sobre tela.

    Impresionismo, simbolismo, alogismo, cubofuturismo, neoprimitivismo. Es difícil encontrar algún movimiento artístico de finales del SXIX y principios del XX a cuyos encantos Kasimir Malévich (Kiev, 1878- Leningrado, 1935) no haya sucumbido. Sin embargo, las vicisitudes de sus cambios pictóricos no parecen obedecer al vaivén de la moda, por el contrario, como suele suceder a la embestida vanguardista, los cambios son consecuencia de la búsqueda fervorosa de instaurar un nuevo sistema para el arte, una cosmovisión capaz de echar por tierra las viejas concepciones para erigirse en Verdad y Futuro de la nueva sociedad. Este nuevo sistema debe ser superador, universal y, necesariamente, radical.

    La exhibición, ordenada cronológicamente, comienza en una sala que reúne tres obras simbolistas, bocetos para pintura al fresco, de 1907, teñidas de luz amarillo oro que se encarniza en detalles verde flúo –dándole un aspecto inusitadamente alienígena a la corriente simbolista–, dos paisajes impresionistas y un ejemplar cubista delicioso, Vaca y violín, de 1913, donde apreciamos lo poco ortodoxo que podía ser Malévich al abrazar una corriente estética: la vaca, como extraída de un libro de cuentos para niños o un pesebre, flota en el centro del cuadro, indiferente a los motivos clásicos cubistas del violín y el consabido desmantelamiento en planos yuxtapuestos del punto de vista único.

    La siguiente sala reúne los grandes éxitos: los trabajos suprematistas. El cuadrado, la cruz, el círculo negro y el cuadrado rojo. También allí, tímidamente, se nos anuncia la voracidad suprematista, la idea de un arte total, capaz de inmiscuirse en la vida cotidiana: la tetera de porcelana concebida cual edificio monumental, una taza con decoración abstracta y los “arquitectones”, proyectos de edificios utópicos que habitarían no ya la Tierra, sino la galaxia y, en palabras de Malévich, “no tenían programa alguno. Serían conquistados por una civilización futura que se los mereciese”.

    Continúa la muestra con la vuelta de Malévich a la figuración, su “segundo ciclo campesino”. Estamos a fines de 1920 y comienzos de 1930. Malévich pinta retratos de campesinos utilizando la figura prototípica de “todo hombre” (vsecheloveki) y “del hombre del futuro” (budetlane). Pero los prototipos se ablandan a medida que el artista incorpora elementos del ambiente. Una geometría que deshace su rigidez en detalles de corte naive (unas flores esbozadas con ternura en el alféizar de la ventana, un perro rojo medio descuajeringado, una gallina adustamente infantil). La ropa de los trabajadores va desde la descripción sintética a la armadura soleada; portando sus herramientas de trabajo, los campesinos posan cual marionetas de un teatro popular. A veces el rostro vacío, la supresión de rasgos, indica la posibilidad universal del personaje. Ya en 1913, en el diseño de vestuario realizado para la ópera Victoria sobre el sol, Malévich había concebido la figura humana como una especie de robot colorido en piel rústica de arpillera. El broche de oro de la muestra en Proa es la exhibición de una quincena de aquellos trajes reconstruidos que anticiparían los vestuarios orquestados por Oskar Schlemmer en 1922 para su Ballet Triádico.

    Malévich hablará entonces de “Supernaturalismo”, ya no intentará sustraerse del contexto objetivo, pero subrayará la voluntad suprematista que alienta a sus criaturas; el nuevo realismo pintoresco. En esta última fase de su pintura, en una mezcla absolutamente fascinante de estilo suprematista con detalles folk y técnica pictórica fauvista, Malévich se reencontraría, sin abandonar su empeño por instalar un arte nuevo, con algunos de aquellos recursos pictóricos denostados antaño. No debió resultar menor en este retorno a la figuración el encarcelamiento que sufrió el artista, la proscripción de sus obras y la persecución de los artistas “burgueses” y “subjetivistas” en la Rusia de Stalin, quien en 1932 promulgaría el decreto de reconstrucción de las organizaciones literarias y artísticas convirtiendo el estilo del realismo socialista en política oficial del Estado.

    LA SENSIBILIDAD PURA Y LA FELIZ CONTRADICCION

    Kazimir Malévich es apenas un adolescente cuando el psicólogo experimental y antropólogo romano Giuseppe Sergi publica, en 1894, El dolor y el placer, historia natural de los sentimientos. Intentaba Sergi ofrecer una teoría completa de las emociones, tanto las llamadas naturales, surgidas en las ocasiones de la vida diaria, como aquellas provocadas artificialmente: los sentimientos estéticos. Sin conocerse, y desde campos disímiles del saber, tanto Sergi como Malévich se preocuparían por la definición y alcance de ese espectro multiforme y multitonal que damos en llamar “sensaciones” y su relación con la realidad, el primero en tanto su origen fisiológico, como función principal de la sensibilidad y su entramado nervioso, y el segundo, por su protagonismo en la gestación y resolución filosófico-formal de una obra de arte.

    “Por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas. Los fenómenos de la naturaleza objetiva en sí misma, desde el punto de vista de los suprematistas carecen de significado; en realidad, la sensibilidad como tal es totalmente independiente del ambiente en que surgió”, escribía Kazimir Malévich en un ensayo de 1926, a más de diez años del lanzamiento del Primer Manifiesto Suprematista. De haberse conocido, posiblemente Sergi y Malévich hubieran tenido algún que otro desacuerdo con respecto al funcionamiento de la sensibilidad. Sergi señala una estrategia del artista –algo que a Malévich no se le escapa, pero hace recaer una condena moral sobre la misma– que se pone en práctica en la aparente relación de obediencia entre las formas representativas de la pintura –aquellas que Malévich se empeña en juzgar caducas para anunciar la irrupción de un arte nuevo y liberado– y la llamada realidad objetiva. Ese proceso es el del disfraz y el enmascaramiento, lo que el psicólogo romano nombrará como construcción de la ficción artística. Para Sergi entonces, la representación naturalista se diferencia sustancialmente de aquello a lo que se refiere en su forma más evidente: “Ni el mármol ni la pintura son formas reales, sino artificiales, concebidas de tal suerte que llegan a la misma impresión de verdad que las formas reales, y son capaces de suscitar un sentimiento de admiración estética muy puro.”

    Si es cierto que la importancia del suprematismo en su versión más extrema, el tan mentado Cuadrado negro, radica en cierta emoción intelectual, en su contextualización histórica y en la ruptura que tamaña empresa vanguardista implica en el relato de la historia del arte, igual de cierta es la impresión de que todo esto podría suscitar una emoción de temple frío o, incluso, un ánimo recolector de hits: quién hizo primero qué, y quién es el padre de tal o cual tendencia. ¿Podríamos acaso sembrar la sospecha de una visión inversa? ¿Podría significar el cuadrado negro, más que una liberación, un callejón sin salida? ¿Convertirse en la expresión, por restrictiva, más pobre de la sensibilidad pura? ¿No es acaso un contrasentido exigirle “pureza” a la sensibilidad? Recordemos aquí que el propio Malévich se desembarazaría de esta destilación extrema en el mismo período suprematista, otorgando dinamismo al plano al multiplicar las figuras geométricas y variar sus posiciones, recurriendo a las vibraciones cromáticas, recuperando la temperatura del tono, las relaciones de profundidad, el peso y la complejidad compositiva, en resumen, los fundamentos visuales básicos de la pintura que, en su versatilidad, hacen eco en el nervio óptico y anímico del espectador.

    El propio Malévich, en sus profusos escritos, repone poéticamente aquella “realidad” de la que ha prescindido: “Sentí solamente la noche y en ella contemplé lo nuevo, ese algo nuevo que llamé suprematismo”. El cuadrado negro se transforma entonces en la contemplación de una noche desprovista de estrellas, se transforma en ventana, en paisaje. Y a través de la alusión a la noche abismal accedemos a la intuición de lo absoluto. Cuando en 1915 pinta el cuadrado rojo (estirado en uno de sus ángulos, tendiendo muy levemente a la forma romboidal) lo titula Cuadrado rojo, realismo pictórico de una campesina en dos dimensiones, trayendo a colación, a través de la geometría y la voluntad enfática del color rojo, la falda de una campesina, y enseguida se produce la evocación completa de un personaje y la singularidad del paisaje de pertenencia.

    Uno de los abordajes dominantes de la obra de Malévich es que el artista abandona la “imitación literal” de la realidad, en una suerte de condición evolutiva de su quehacer, para “pintar sus cuadros de manera más concreta y profunda”. Relacionar la profundidad con el despojamiento o la renuncia puede ser un lugar común. La literalidad en pintura no deja de ser uno de sus más exquisitos elixires. La literalidad no está necesariamente relacionada con el género figurativo; podemos ser literales con respecto a una idea, un programa, una tendencia imperante.

    Si la contradicción es deseable en términos de fricción eléctrica, allí está Malévich como luminaria indiscutible del siglo XX. Kazimir Malévich, el artista en sintonía con la primera época de la Revolución Rusa, el mismo que escribió el 15 de febrero de 1921 y de un tirón La pereza como bien inalienable del hombre donde desafiaba el costumbrismo ideológico del socialismo reivindicando la pereza, ya no como “madre de todos los vicios”, sino como el origen del trabajo, esa ocupación “maldita” que tiene por fin último restaurar el “paraíso de la pereza”, hermanando así las ansias del socialismo y del capitalismo. “Yo llevo el nombre de pereza a la plaza pública, a esa misma plaza donde es denostada”, decía en ese texto que fuera una de las tantas lecciones dadas a sus alumnos siendo jefe de UNOVIS (Afirmación de las nuevas formas del arte), grupo formado sobre la base de la escuela de Vitebsk (hoy Bielorrusia) a finales de 1919.

    El mismo que propuso “la sensibilidad como tal es totalmente independiente del ambiente en que surgió” y no hizo otra cosa que nutrirse ávidamente de su contexto como materia convulsa de su obra. Nada más encantador en un artista; aquella capacidad de trabajar febrilmente entre la Utopía y los tropiezos de la Historia.



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  • Título: En el plano de lo posible.
    Autor: Revista Mutt
    Fecha: 04/10/2016
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    Despertaba el siglo XX. París brillaba, protagónica entre las ciudades europeas, y por sus calles se aglomeraban artistas de todos los orígenes. Explotaban las vanguardias: Matisse y sus colegas ya habían realizado una exposición fauvista, Picasso ya había pintado sus demoiselles d´Avignon, Kandinsky había dejado plasmada su Primer acuarela abstracta. El mundo se movía y con él sus imágenes. Temblor hacia adentro y también hacia afuera: circulaban publicaciones, artistas y –principalmente- obras.

    A pesar de la distancia, Rusia no se quedaba al margen. De la mano de grandes coleccionistas como Serguéi Ivánovich Shchukin, llegaban a Moscú constantemente lienzos de Cézanne, van Gogh, Gauguin, Matisse...

    Los artistas locales tenían acceso a estas obras y no sólo participaban activamente en la convulsión política, sino que la traslucían en sus imágenes. Dejado de lado el figurativismo con el que se asociaba el arte de los zares, empezaban a brillar movimientos como el rayonismo o el cubo-futurismo. Las influencias se absorbían, se miraban a través de los cristales del frío y la revolución y se transformaban en apropiaciones, dejando nacer expresiones nuevas y diferentes.

    Kazimir Malevich (1878- 1935) no era ajeno a nada de todo esto. Tenía 35 años y un camino recorrido en las artes visuales cuando en 1913 colaboró con la producción de una ópera vanguardista que se llamó La victoria sobre el sol. Para la misma diseñó los vestuarios y la escenografía, dejando ver en un telón de fondo la que sería su marca personal: un contundente cuadrado negro que (cualquier similitud metafórica con el contexto no es pura coincidencia) puede ocultar el sol.

    ¿Qué sucede cuando nos desprendemos de todo intento por engañar al ojo con una escena pintada? ¿Qué ocurre cuando evidenciamos la planitud del lienzo? ¿Qué pasa si, literalmente, quitamos a la Gioconda del centro y en su lugar ponemos simples y llanas figuras geométricas, línea y color?

    En principio, tenemos el privilegio de acercarnos hasta el 11 de diciembre de este año a la Fundación PROA para averiguarlo. La muestra (que dio que hablar también por el miedo a su ausencia) está montada con obras de la Colección State Russian Museum, de San Petersburgo. Realiza un recorrido cronológico por la obra del artista, mostrando desde sus primeras influencias impresionistas y simbolistas hasta unas reconstrucciones maravillosas de los ya mencionados vestuarios para la Victoria sobre el sol en el primer piso. El núcleo está, sin embargo, en la sala 2, donde se exhiben las obras abstractas que sellaron su nombre en la Hitoria del Arte.

    En su versión de 1923 (la original de 1913 permaneció en Alemania luego de un viaje) , podremos encontrarnos con el famoso cuadrado negro sobre fondo blanco, obra- manifiesto de lo que Malevich llamó el suprematismo, una nueva abstracción cargada de rígida teoría y metafísica. Su traducción a formas y colores se separa a simple vista del impulso sensible con el que identificamos a Kandinsky, si bien para ambos la fusión del hombre con el universo era esencial. 

    En el caso de Malevich, era el objetivo que debía tener el arte del futuro, por lo que era primordial dejar de engañar al espectador con figuras que hicieran percibir a sus ojos volúmenes que no estaban realmente allí. “Estoy feliz, porque el rostro de mi cuadrado negro no puede confundirse ni con el tiempo, ni con ningún otro maestro en particular, ¿no es verdad?” escribiría en una carta de 1916.

    A las obras suprematistas se suman en la exhibición unos interesantes objetos utilitarios (transcripciones gráficas a la necesidad de Malevich de estrechar vínculos entre el arte y la sociedad) y obras más tardías, donde hay un regreso a la figuración que muchos atribuyen tanto a su edad como al contexto político del Stalinismo. Son obras de un naturalismo extraño, en el que se entreveran pinceladas trabajadas y otras invisibles: rostros ausentes se enfrentan a otros cargados de personalidad, colores planos chocan con volúmenes, y lo espiritual convive con lo industrial; formando un conjunto hermoso que da cuenta de la versatilidad del artista.

    La firma, en las últimas obras de su vida, deja de ser el nombre del artista y se reduce a unas iniciales flanqueadas por un símbolo. El cuadrado tiene ya una entidad tan fuerte que habla por su autor, es más poderoso que su propio nombre. Es el recuerdo de cuando se atrevió a mostrarle a todos que se puede pintar un cuadro lleno de nada. Una nada en la que entra todo.

    Para ir a visitar:

    Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929 y Caminito, La Boca, Buenos Aires).

    Martes a Domingos 11 - 19 hs. Todos los días hay visitas guiadas a las 17.00hs. 
    Bono Contribución: $50 general/ $30 Estudiantes /$20 Jubilados. MARTES GRATIS para docentes y estudiantes acreditados

    ¡Y atención! De martes a viernes, a las 18 hs, el Auditorio de Proa proyecta la reconstrucción de 2013 realizada por el Museo del Estado ruso de la "antiópera" La Victoria Sobre el Sol, realizada en 1913 por Alexei Kruchenyj (libreto), Mijail Matiushin (música) y Kazimir Malévich (trajes y decorados)



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  • Título: De Rusia con amor.
    Autor: Andrea Albertano
    Fecha: 04/10/2016
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    Muestra en Proa de Kazimir Malevich. Por primera vez en la Argentina, se presenta
    una retrospectiva de este artista pionero y figura fundamental de nuevas tendencias.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realizó la mayor contribución para renovar la figura humana, Kazimir Malevich es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.

    Y por primera vez, desembarca en América latina y en Buenos Aires, ya que un gran número de sus obras estarán expuestas hasta noviembre en la Fundación Proa.
    Sus creaciones tienen influencias simbolistas e impresionistas, desde sus inicios hasta las últimas pinturas de retratos y paisajes, donde da cuenta de una vida campesina. La muestra atraviesa también el cubofuturismo, el gran homenaje al suprematismo y retratos populares.

    El suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento, incluyendo obras conocidas y no tanto, de su posterior vertiente icónica. También se incluyen en la exhibición los “arquitectotes” y las porcelanas, piezas fundamentales para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    La muestra se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, La Victoria sobre el Sol realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y Malevich, con el diseño de los 20 trajes que Malevich confecciona para la obra de teatro. El video de la ópera se presentará en el Auditorio, exhibiendo un hito de la experimentación de la vanguardia rusa y un punto de inflexión en el lenguaje abstracto de Malevich.

    Habrá además propuestas de visitas y actividades para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en los canales educativos. Junto con esto, un catálogo completamente ilustrado que acompaña la exhibición que da cuenta de la multifacética visión artística de Malevich y la radicalidad de su obra. Hay que destacar que, con la complejidad del cambio de siglo, de la creación de un mundo nuevo y las reformas que precedieron y construyeron la Revolución, la pintura de Malevich está atravesada por este espíritu de época donde también el artista proponía un nuevo mundo para el arte.

    Eugenia Petrova, curadora de la exhibición, aporta un ensayo que proporciona un marco teórico e histórico necesario para comprender la obra de Malevich y su diálogo activo con las vanguardias europeas previas al suprematismo.

    Con esta exhibición, Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: Retrospectiva de Kazimir Malevich.
    Autor: WIPE
    Fecha: 03/10/2016
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    CUANDO

     

    Todos los Domingos, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábados 11:00 hs. Hasta el 10 de NOVIEMBRE

    Por primera vez en Argentina, se presenta una retrospectiva del padre del suprematismo que recorre todo el panorama creativo del artista ruso: desde sus obras de influencias simbolistas, como eje central las obras suprematistas, hasta sus últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina.. curada por la especialista Eugenia Petrova.

    La primera retrospectiva de Kazimir Malevich en latinoamérica, producida y organizada por Fundación Proa junto al Russian Museum, con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova.

    La exhibición presenta un recorrido de toda su obra: desde los inicios de su carrera con las pinturas simbolistas, su paso por el Cubo-Futurismo, el inicio del Suprematismo y luego las extraordinarias pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos.

    La magia del artista en una única exhibición que incluye sus figurines para el teatro y una extensa documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que se desarrolló.

    Curada por Eugenia Petrova 

    DONDE

    Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA  

    De martes a domingo, de 11 a 19hs.

    www.proa.org/esp/news-nota.php?id=962



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  • Título: Kazimir Malevich, material sensible.
    Autor: Carmela Torres
    Fecha: 02/10/2016
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    Más de 50 obras, mostrando diferentes estadios y preocupaciones artísticas de Kazimir Malevich. Desde sus pinturas simbolistas, el Cubofuturismo, el Suprematismo, investigaciones para arquitectura, retratos populares hasta un sector importante dedicado al vestuario que diseña para la ópera futurista “Victoria sobre el Sol”, con una reconstrucción de los trajes. Su vida y obra son testimonio del nacimiento y recorrido que realizaron las vanguardias hace un siglo atrás.

     

    Kazimir Malevich, fue una figura fundamental del siglo pasado para las artes; que aún hoy sigue generando controversias, desde adeptos a la abstracción hasta acérrimos opositores. Su relación con las vanguardias históricas, con una época en los inicios de la transformación de toda una sociedad, y la apertura hacia un nuevo mundo expresivo le dan un carácter determinante a su obra.

    Nació en la ciudad de Kiev, Rusia en 1878, fue autodidacta desde chico, sintiéndose interesado por los paisajes y la temática campesina que lo rodeaban. En sus obras pictóricas atravesó una etapa naturalista y, a medida que se va adentrando en sus estudios en Moscú, se desarrolla en el Impresionismo. Siendo influenciado por las corrientes del arte europeo, pero sin desantender las grandes tradiciones del arte popular ruso y la utilización de sus símbolos.

    Fue parte activa de la convulsión política que vivía Rusia, en 1905 participó de las barricadas en Moscú. En búsqueda constante y con deseos de cambiar a través del arte la percepción de sus contemporáneos, formó parte del círculo vanguardista de artistas donde se relaciona con los movimientos de la época.

    Victoria sobre el Sol

    Yendo más allá del realismo práctico, Malevich pregona la caída del arte hasta ese entonces. “Victoria sobre el sol”, fue una ópera futurista que se estrenó en 1913 en el Luna Park de San Petesburgo, con música de Mijaí Matiushin y un texto vanguardista de Aleksei Kruchonyj, Malevich ideo el vestuario y la escenografía.

    Una anti-opera, que acercaría al artista hacia la representación sin objetos y representa una inflexión para los diferentes movimientos de vanguardia. El famoso “Cuadrado negro” aparece como boceto del telón y luego, en 1915 como cuadro cambiando la percepción del arte en el siglo XX, (esta obra contará con tres versiones más).
    En la retrospectiva se pueden apreciar réplicas de los trajes que el artista diseño, que fueron reconstruidos en el 2013, ya que los originales al ser construidos con cartón y alambre que el mismo Kazimir pintó, además de contar con un pobre presupuesto, no sobrevivieron. Los trajes apuestan a borrar los rasgos humanos y la personalidad. El argumento puede considerarse como absurdo, en dos actos breves, se relata la conquista del sol por parte de los hombres fuertes del futuro, contando con tres actores en escenas. Una distopía, donde el sol era un círculo negro en un extremo del fondo, plasmando la idea futurista de la emancipación de la naturaleza, que para ellos ya había sido superada por la máquina.

    Contó con innumerables críticas negativas, por ser considerado machista, por no tener argumento, por su ataque al estilo tradicional ruso, por su extraño lenguaje, por el poco ensayo, su nivel amateur y por la música. Sin embargo, cobró gran importancia después para las vanguardias.

    Sensibilidad pura en las artes figurativas

    Malevich contribuyó con el Suprematismo a expandir las posibilidades del arte abstracto con el desarrollo de sus obras adentrándonos en el mundo e la no-representación.

    La pintura, ya había sufrido varias transformaciones, de un arte que buscaba la representación de la realidad, a un arte funcional que proponían las llamadas vanguardias históricas. El Cubismo era una investigación analítica de la estructura funcional de las obras, el Futurismo italiano, que se inició como un movimiento literario declamaba la ruptura con el pasado, anunciando cambios radicales y ensalzando la figura de la máquina. Pero Rusia no es Europa, y las influencias de estas corrientes artísticas que se combinaron de diferentes maneras dieron lugar a nuevas rupturas. ElSuprematismo llevaba la abstracción a sus extremos, iba a lo elemental con cuadrados, colores planos y figuras geométricas rechazando tanto la representación gráfica como la función utilitaria.

    Hace un poco más de un siglo, publicaba el Manifiesto Suprematista, donde desarrollaba las reflexiones y su propia visión del arte. El texto que contó con la colaboración de Maiakovski, otra artista ruso de vanguardia y decía: “El arte ya no quiere estar al servicio de la religión ni del Estado; no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbres; no quiere saber nada del objeto como tal, y cree poder afirmarse sin la ‘cosa’ (por tanto, sin la ‘fuente válida y experimentada de la vida’), sino en sí y por sí”.

    Se ponía en el centro de su problemática la sensibilidad y la supremacía de la misma. La tarea del arte era entonces, correrse de la imitación literal de la realidad, el arte tenía que hacer sentir. “El suprematismo, pues, abre al arte nuevas posibilidades, ya que, al cesar la llamada consideración por la correspondencia con el objetivo, se hace posible transportar al espacio una percepción plástica reproducida en el plano de una pintura. El artista, el pintor, ya no está ligado al lienzo, al plano de la pintura, sino que es capaz de trasladar sus composiciones de la tela al espacio”.

    Al “Cuadrado Negro”, le siguieron “Circulo Negro” y “Cruz Negra”, que fueron las bases del Suprematismo.

    La exhibición cuenta con documentación sobre la muestra “0.10 Ultima exposición Futurista”, que tiene lugar en Petrogrado, en la cual Malevich presenta más de treinta obras abstractas. También se puede ver el Suprematismo en otras áreas con los “arquitectones”, una especie de maquetas de edificios, y porcelanas de uso cotidiano, como teteras y platos.

    Artista junto a la revolución

    1917 fue un antes y un después en la historia, y marcó a fuego el mundo de las artes. El entusiasmo de la construcción de una nueva sociedad, profundizó discusiones que ya estaban en el aire sobre el qué y el cómo de la producción artística, siendo la Revolución un gran material de inspiración.

    El pintor era partidario del socialismo, y lo asociaba con el Suprematismo, ya que lo sentía “anti-burgués”. En el texto curatorial encontramos una cita del artista reflexionando sobre el futuro del arte: “No habrá ideas nuevas (…). La idiosincrasia va a ser única (…). Cuando la economía se afiance, va a quedar tiempo libre para la superación personal, para la creación de un hombre (…) vamos a presenciar el perfeccionamiento del sujeto (…)”. Mostrando sus expectativas por la revolución y su confianza en el camino artístico.

    Para ese entonces, las ideas de Malevich sobre la representación no objetivistas estaban bastante avanzadas. El artista es parte en la organización del nuevo proceso creativo, fue miembro de diferentes organizaciones, formando parte activa de los comités artísticos revolucionarios, de las instituciones de enseñanza como la Universidad de Moscú, Lenningrado, Instituto Estatal de Kiev, la Escuela de Arte de Vitebsk, siendo parte además de los actos de celebración del primer aniversario de la Revolución Rusa.

    Las vanguardias rusas, en los primeros años de la revolución protagonizaron acaloradas discusiones enriqueciendo nuevas prácticas artísticas, debatiendo por ejemplo acerca de qué es un arte para el pueblo; cuestión que sufrió un gran ahogo y derramo litros de sangre por la stalinización, que tuvo su correlato en las artes con la imposición del “Realismo socialista”, coartando todo tipo de libertad.

    Vuelta a la figuración

    Su últimas obras corresponden a un período que denominó Supranaturalista, volviendo a las formas naturales.

    Con “Cabeza de un campesino”, hace alusión metafóricamente al salvador, a Dios, materializando su idea sobre santos, mártires y una nueva religión socialista. Vuelve a centrarse en el estudio del paisaje campesino, en los retratos, pero utilizando colores saturados y desarrollando un arte soviético que era profundamente simbólico.

    Hacia comienzos de 1930, sus campesinos pierden todo tipo de anclaje real, hay una constante representado dicha temática pero de manera universal, trabajando no desde el naturalismo ni el realismo tradicional, sino que sigue apostando a las nuevas gamas de colores, formas y composiciones. 
    Fallece en 1935 en San Petesburgo.

    La obra de Malevich y su recorrido muestra lo que fue el fin de un era y el comienzo de otra. La apertura a la máxima abstracción y la búsqueda constante hacia la modernidad. Desde sus primeros trabajos, pasando por su gran aporte a las vanguardias, su nueva concepción del realismo hasta volver a la figuración en su último período pero sin repetir lo ya conocido. Un artista que sigue siendo de vanguardia, después de un siglo.



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  • Título: Malevich, la muestra del momento.
    Autor: Hugo Beccacece
    Fecha: 02/10/2016
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    La retrospectiva del artista ruso Kazimir Malevich en Fundación Proa es la muestra del momento; sólo impide decir que es la exposición del año el hecho de que el año aún no ha terminado. El domingo pasado las salas de la institución estaban colmadas. En el hall de entrada, se agolpaban quienes habían ido a ver las obras del pintor suprematista y quienes hacían cola para asistir en el auditorio a un hecho totalmente distinto: la conferencia performática de la dramaturga, directora y actriz Romina Paula, que formaba parte del ciclo Direccionario, destinado a recorrer la trayectoria de directores teatrales.

    ***

     

    Los grandes artistas, aun bajo la amenaza de terribles dictaduras (Stalin. Hitler), buscan eludir las directivas oficiales y desafían las instrucciones recibidas con detalles que sus censores no llegan a advertir. En el catálogo de la muestra sobre Malevich, el crítico y curador Giacinto Di Pietrantonio se detiene en las cabezas de los campesinos o de los deportistas pintados por el artista en las década del 20 y del 30. No hay en ellas ningún rasgo, ni boca, ni nariz, ni ojos. Son como los maniquíes que aparecen en los cuadros del futurista Carlo Carrá. Esas cabezas tienen la forma de un huevo. Son máscaras ovales en las que la identidad y la expresión han desaparecido: pura potencialidad. Esas características las acercan a la tradición de los íconos rusos, al espíritu místico, a la realidad superior que había llevado a Malevich, en la década de 1910, al suprematismo, a la más absoluta abstracción. En otros casos, por ejemplo, Cabeza de un campesino, de 1928-1929, el mujik tiene ojos, nariz, pelo, pero está pintado contra un fondo de paisaje en el que el cielo es surcado por aviones cuya forma simplificada es la de una cruz. En el avión, los jerarcas soviéticos veían el símbolo de la industrialización y de la modernidad, pero era también una alusión a Jesús.

    Hace cuatro años, en Roma, se expuso una muestra monumental, Realismos socialistas, que mostraba el estallido del concepto de "realismo" aun bajo el régimen soviético. En el catálogo había un ensayo, "Fuentes religiosas en el arte del realismo socialista", de Eugenia Petrova, precisamente la curadora de la muestra de Proa. Petrova señala allí cómo Malevich, Kandinsky, Goncharov y Filonov introdujeron temas religiosos en sus obras no sólo para rendir homenaje a la tradición de los íconos, sino también porque, en distintos momentos, la práctica del arte los llevó a reflexionar sobre Dios y a acercarse a Él para acercarse a la Verdad.

     

    ***

    Subamos la escalera y vayamos al auditorio de Proa. Allí, Romina Paula hablaba sobre sus obras, Algo de ruido haceEl tiempo todo enteroFauna y Cimarrón, que aún no ha terminado de escribir. Un grupo de actrices, entre las que estaban Susana Pampín y Pilar Gamboa, leyeron fragmentos. El punto de partida de las cuatro piezas fue una obra de otro autor que Paula reescribió por completo. Algo de ruido hace nació del cuento "La intrusa", de Borges; El tiempo todo entero, de El zoo de cristal, de Tennessee Williams; Fauna, de poemas de Rilke y Cimarrón, de la pieza Late: A Cowboy Song, de la dramaturga estadounidense Sarah Ruhl. Late cuenta la historia de un matrimonio que tiene un bebé intersexual. Los esposos, que fueron novios desde el secundario, no terminan de madurar y de decidir el sexo del bebé. Al mismo tiempo, la mujer queda cautivada con una ex compañera de colegio que se ha convertido en lo que los norteamericanos llaman una lady cowboy.

     

    Las casualidades a veces son muy expresivas. Como los actores que debían interpretar los papeles masculinos faltaron a la cita, Romina Paula los reemplazó por actrices. Mientras que en el teatro isabelino todos los papeles los hacían hombres, en el de La Boca los hicieron mujeres. Sin embargo, un varón apareció en escena: el hermoso y simpatiquísimo hijo de Romina, un bebé de ¿un año y medio? que se bajó de su cochecito, se abrazó a las piernas de su madre y tiró del cable del micrófono hasta que ella se lo alcanzó. Cuando parecía que se lo iba a comer, demostró que había comprendido a la perfección para qué servía. Con voz potente, lanzó un "Bummm" explosivo que produjo una carcajada en el público. Fue el más aplaudido.



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  • Título: Malevich, el artista indiscutible.
    Autor: MARÍA JULIA BONETTO
    Fecha: 28/09/2016
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    RECORRIMOS LA MUESTRA DEL ARTISTA RUSO QUE FUNDÓ EL ARTE ABSTRACTO.

    Luego de una larga espera, la retrospectiva de Kazimir Malevich (1878-1935) llegó a Buenos Aires. La propuesta de PROA fue organizar una muestra de manera cronológica sobre esta figura fundamental de la vanguardia rusa de fines del siglo XIX y principios del XX. Desde San Petersburgo, llegaron aproximadamente 50 obras del artista que le mostró al mundo su genialidad indiscutible y estarán en Argentina hasta noviembre.

    La exhibición abarca el panorama creativo del artista ruso haciendo hincapié en elsuprematismo, el movimiento artístico que según Malevich “fundaría una nueva religión”. El cuadrado negro del artista es considerado un ícono del arte abstracto y de la historia del arte. En 1915, el visionario Kazimir Malevich, con esta obra abandona el arte figurativo y empieza a construir objetos artísticos que problematizan el mundo. El cuadrado negro acompañado del círculo negro y la cruz negra sobre fondos blancos representan la destrucción radical de la sociedad existente creando una nueva realidad, aquella que pone al espíritu por sobre las formas. Este tríptico se puede ver luego de pasar la primer sala, donde se reconstruye la historia del pintor desde sus comienzos a través de una larga línea del tiempo. Paredes blancas y poca densidad visual hacen que el espectador quiera ver más. Al mismo tiempo, la simpleza escenográfica del museo resalta la cantidad de público de diferentes edades e invita a pasear sin demasiada dirección por los pasillos.

    Luego del suspiro ante la presencia del tríptico del suprematismo en la segunda sala, pasamos al lugar donde se encuentran los retratos realizados por Malevich. En las instancias de la revolución rusa, el artista se abocó a pintar las figuras de gente común y corriente que habitaban su pueblo. Más allá de ese lapso abandónico de lo abstracto con un retorno a lo figurativo, Malevich fue considerado uno de los precursores del movimiento de vanguardia que surgió luego de la intensidad cultural y política propia de la revolución de 1917. La vanguardia actuó en concordancia con la destrucción de los viejos preceptos de la cultura europea en general y, tal como lo dijo hace unos años Boris Groys, lo que la caracterizó fuertemente fue su doble función: como crítica al sistema político, económico y estético dominante, y como movilización de la audiencia hacia un cambio de este sistema a través de una promesa utópica.

    Tiempo antes, en 1913, el genio creador diseña el vestuario de la obra “La Victoria del Sol”, realizada por Matiushin, Kruchenji y el mismìsimo Malevich. La idea que latía en esta obra era la de batallar contra todo. Tanto los obreros como los artistas abrieron paso a las revueltas culturales y políticas de la época plegándose en la construcción de la nueva sociedad. Parte de los diseños de la ópera futurista se exhiben en la última sala del museo concluyendo la línea del tiempo que reconstruye la vida del pintor. La estrategia de exhibir estas obras al final desencaja en cierto modo con el orden de la retrospectiva, pero coincide con la estética rupturista a la que apostó este artista indiscutible desde un comienzo.

    Malevich fue una de las figuras que representó ese pasaje hacia la vanguardia y hacia el cambio. Como artista, su obra no se constituyó como parte del pasado y el futuro, sino que siguió el flujo en connivencia con las condiciones materiales de existencia. En el Manifiesto suprematista, el artista escribe “Por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas (…) El artista, el pintor, ya no está ligado al lienzo, al plano de la pintura, sino que es capaz de trasladar sus composiciones de la tela al espacio”. Entonces, para el artista ruso el destino del arte no difiere del destino de las demás cosas. La realidad del arte es aquella que lleva la sensibilidad al espacio, y esa sensibilidad es para Malevich la única capaz de promover la creación de una obra artística.

    Con el minimalismo característico de las paredes de PROA, las obras del artista ruso pueden apreciarse con esa claridad sensible de la que hablaba en el Manifiesto. La muestra propone un recorrido didáctico capaz de hacernos reflexionar sobre el contexto de producción del artista.  

     La exhibición se puede ver en Fundación PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929) de Martes a Domingos (11-19 hs). El valor de la Entrada General es de $50, Estudiantes $30, Jubilados $20 y Menores de 12 años sin cargo.



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  • Título: Fundación PROA Kazimir Malevich. Retrospectiva.
    Autor: Voces PorteñasDesde este mes de Septiembre hasta el mes de Noviembre de 2016, con el auspicio de Tenaris Organización Techint, se presenta la primera retrospectiva de Kazimir Malevichen América Latina, producida y organizada por Fundación Proa junto
    Fecha: 27/09/2016
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    Desde este mes de Septiembre hasta el mes de Noviembre de 2016, con el auspicio de Tenaris – Organización Techint, se presenta la primera retrospectiva de Kazimir Malevichen América Latina, producida y organizada por Fundación Proa junto al State Russian Museum de San Petersburgo, con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova. La exhibición presenta un recorrido de toda su obra: desde los inicios de su carrera con las pinturas simbolistas, su paso por el Cubo-Futurismo, el inicio del Suprematismo y luego las extraordinarias pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos.
    La magia del artista en una única exhibición que incluye sus trajes para la obra de teatro “La Victoria Sobre el Sol” y una extensa documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que se desarrolló.

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  • Título: Kazimir Malevich en Proa: La muestra de la década.
    Autor: Victoria Verlichak
    Fecha: 27/09/2016
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    La Fundación Proa celebra sus 20 años exhibiendo la extraordinaria retrospectiva de Kazimir Malevich; difundiendo una vez más a los grandes movimientos artísticos del siglo XX. Durante la inauguración, mientras la curadora Eugenia Petrova y el profesor Joseph Kiblitsky sonreían emocionados, la presidente de Proa, Adriana Rosenberg, reiteró su agradecimiento a todos por “la paciencia, el interés y la fuerza que nos han dado para que Malevich llegue a nuestro país”. Destacó el apoyo incondicional del embajador argentino Pablo Tettamanti y equipo, en Moscú, y de Pablo Avelluto, Ministro de Cultura.
    La programación de Proa durante los últimos 20 años transitó por diferentes formas de creación artística, tanto históricas como contemporáneas, ofreciendo al público inusitadas exhibiciones. Ahora, Proa Educación y FLACSO virtual dictan un curso online sobre el artista; además, visitas guiadas, clases magistrales, audioguías y completo catálogo ilustrado.

     

     

    UNA LÍNEA DIVISORIA

    Cuando murió Kazimir Malevich (Kiev, 1878-Leningrado, 1935) fue enterrado en una tumba que en su frente tenía un cuadrado negro sobre el blanco de la piedra. Es la misma figura que inspiró al artista para crear el telón de fondo para la ópera vanguardista “Victoria sobre el sol” (Malevich, Matiushin, Maiakovsky y Kruchenykh, 1913), era un cuadrado en blanco y negro partido en diagonal. El blanco simboliza el sol viejo extinguiéndose y el negro es el caos, la fuerza de lo nuevo, aún desconocido. Imbuido de preocupaciones filosóficas, espirituales y cósmicas crea su pintura“Cuadrado negro” (1915), profundizando el camino a la abstracción: un antes y un después de la representación. Malevich encabeza el Suprematismo, movimiento vanguardista centrado en la búsqueda de la presencia subjetiva del hombre, con el que se alcanza “la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas”.
    “Kazimir Malevich. Retrospectiva” (State Russian Museum, San Petersburgo), presenta por primera vez en Latinoamérica 60 obras que recorren su trayectoria. La primera sala está dedicada a la cronología de su vida y atraviesa el contexto histórico y cultural: fin del siglo XIX y principios del XX, Revolución de 1905, Primera Guerra Mundial, Revolución de Octubre 1917. El alejamiento de la tradición representativa se hallaba unida a los cambios definitorios que conmovían a la sociedad y a la expectativa del futuro que traería la revolución. Aquí se despliegan las primeras pinturas posimpresionistas, obras simbolistas -“Estudio para pintura al fresco. Autorretrato” (1907), donde se distinguen figuras con aureolas doradas asociadas con íconos religiosos- y cubo-futuristas como la dedicada a su colega Ivan Kliun. Sala 2 exhibe trabajos suprematistas: obras cumbres como el cuadrado, la cruz y el círculo negros (pinceladas tras pinceladas resultan en variaciones de negros y blancos); el “Cuadrado rojo (Realismo pictórico de una campesina en dos dimensiones)”; óleos y collages con alguna alusión a la historia del arte; gigantografías de la muestra fundacional “0.10” (1915); un sector con las posibilidades del Suprematismo en lo cotidiano.
    En Sala 3, vuelta a la figuración en dos vías. Por un lado, obras figurativas sin elementos reales, como la magnífica “Muchachas en un campo” (1928-29). Abunda lo geométrico y el color en “Cabeza de campesino” (1928-1929) y en figuras de trabajadores, campesinos y mujeres, subrayando el interés del artista por el contexto social. Por su parte, el “Retrato de la esposa del artista” (1934) se inclina por la figuración clásica. En el socialismo, ¿el arte para el pueblo, sólo puede ser realista? ¿La pintura dedicada al Ejército Rojo es crítica o celebratoria? Pueblan la sala 4 copias de los trajes que el artista diseñó para la premonitoria anti-opera “Victoria sobre el sol”; la filmación de la reconstrucción se exhibe en el auditorio. Imágenes y material de archivo en video retratan el funeral del artista y el reconocimiento que logró entre sus pares. En un apartado, pueden verse una copia de la mano y máscara mortuoria de Malevich,
    Es preciso recalcar la importancia de la pintura del cuadrado negro (sobre blanco). El filósofo y crítico de arte alemán Boris Groys postula que aún cuando el “Cuadrado negro” de Malevich “no constituyó un gesto revolucionario activo -en el sentido de que criticó el statu quo político o promocionó una revolución por venir-, fue revolucionario en un sentido más profundo”. Porque, de manera indiscutible “fue el anuncio de la muerte de toda nostalgia cultural, de todo apego sentimental a la cultura del pasado”. Algo vivo y nuevo: el arte verdadero. Recién en 1988, el mundo entero conoció la extensión de su legado.

    * Crítica de Arte de NOTICIAS.



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  • Título: AGUJERO NEGRO.
    Autor: Ercole Lissardi
    Fecha: 26/09/2016
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    Kazimir Malevich no estaba en mi agenda. Aunque cuando uno está muy metido en sus propios rollos descubre que, en realidad, todo tiene que ver con todo. “El mundo de los mitos también es redondo”, como decía Lévi-Strauss.

     

    De manera que ¿por qué Malevich no tendría algo que decirme?

    Por supuesto que nadie razonable necesita de estos argumentos para no perderse un acontecimiento tan extraordinario –especialmente para los estándares de la vida culta rioplatense- como lo es la retrospectiva de la obra de Malevich que ofrece la Fundación Proa. En lo que sigue pongo por escrito mis impresiones antes de entregarme a las promesas del voluminoso catálogo de la exposición. 

    En la primera sala nos recibe el joven Kazimir, sometiéndose –más o menos talentosamente- a la variedad de las influencias de la pintura europea moderna de fines del siglo XIX y comienzos del XX: impresionismo, puntillismo, expresionismo, cezanismo, cubismo, abstraccionismo kandiskiano, futurismo, etc. Así era, casi inevitablemente, para la mayoría de los pintores inquietos de su generación, tanto en las metrópolis como en las periferias. Recuerdo, por ejemplo, el caligrafismo prolijo hasta el virtuosismo del primer Diego Rivera. Joaquín Torres García agregaría al menú de sus influencias al mismo Malevich.

    Después, en la segunda sala, ya metido Malevich en la creación de su propio nicho –perdón, quise decir: su propio ismo-, el suprematismo… ¡paf! comparece la Bestia Negra (negra, indeed). 

    A saber lo que signifique Suprematismo más allá de la verborrea de los Manifiestos. Supuestamente sería la suprema –por absoluta e insuperable, términos recurrentes de la mentalidad vanguardista- manera que Malevich y los suyos –armados con los chirimbolos de la geometría- encontraron de liberar al Arte de cualquier relación con la realidad “objetiva”… Ándele pues: eran los tiempos de la voluntad empecinada de cambiar al mundo y a todo lo que viniera con él.

    Fuera lo que fuese el suprematismo por lo menos sirvió de trampolín a Malevich para devenir “tel qu’en lui même l’éternité le change”. Porque de pronto, de entre los juguetes geometristas más o menos similares a los de cualquier vanguardia de la época, comparece, con toda su brutal y terminal expresividad, Su Majestad el Cuadrado Negro. Y entonces no sólo la realidad “objetiva” sino también el tracatraca vanguardista cesan ante su presencia soberana. Algo se rompió y cesó en la historia de la pintura de Occidente cuando el Cuadrado Negro de Malevich llenó casi completamente el blanco de la tela. Ahí es donde todo cesa y se acaba. La última pintura ha sido pintada.

    Lo primero que uno comprende, o más exactamente, intuye al ver esta tela de Malevich es que a esa tela no se llega razonando, no se llega rumiando ideas y conceptos. Y si se llega así, entonces no se la pinta. El Cuadrado Negro es algo que le sucede al pintor, es algo que se le impone. El Cuadrado Negro obliga al lector a pintarlo sin la menor noción de lo que está haciendo, porque si supiera qué está haciendo se cagaría del susto y abandonaría la tarea.

    Ni antes ni durante ni después el Cuadrado Negro tiene nada que ver con la conciencia del que lo pinta. Malevich le sirvió al Cuadrado Negro de pararrayos, de terreno apto para la hipóstasis, para encarnar en la real realidad. El Cuadrado Negro encontró en Malevich la absoluta disponibilidad, la ausencia de ego y de estilo, y el deseo total de absoluto necesarios para que cometiera la insensatez de dejarse seducir, de pintarlo, de someterse a la tiranía del cuadrado y a la tiranía del negro, de plantar el Cuadrado Negro sobre el blanco de la tela.

    Por intermedio de Malevich el Cuadrado Negro aterrizó, encarnó porque ya era hora de que compareciera ante los hombres para que lo último que puede ser dicho pintando, fuera dicho.

    De más está decir que sin el Cuadrado Negro Malevich no es nada. Después del Cuadrado Negro es muy poco. Pero con el Cuadrado Negro Malevich es insoslayable. Así es que sucede, en el mejor de los casos: el artista produce inconscientemente, sólo guiado por la oscuridad de su deseo, un arquetipo que resulta, de una vez y para siempre ineludible, y que le paga el parto con un cachito de eso que el artista cree que es la Eternidad.

    Malevich no supo sacar ninguna conclusión artística del Cuadrado Negro. No se atrevió a hacer nada con él. Pintó una gran cruz negra y un gran círculo negro que no son, por supuesto, más que parodias del Cuadrado Negro. 

    Golpeado por uno de los gestos más terribles y precisos jamás producidos en la historia del arte, cargadas sus espaldas con la responsabilidad de semejante gesto pictórico, Malevich no encontró en sí el sentido épico necesario para encarar las consecuencias, se apeó de las consecuencias, y con humildad un poco pueril regresó al caligrafismo. Su obra posterior juega con Léger, retrocede hasta Cézanne otra vez y por el placer de regresar intentó alcanzar las orillas seguras del realismo renacentista. Después se apagó, tan pronto como pudo, apenas a los 57 años de su edad. 

    Hoy en día, cuando ningún –o cualquier- radicalismo artístico vale un cacahuate, es muy difícil imaginar la lucha solitaria, a brazo partido, como la de Jacob con el Ángel, la lucha de Malevich intentando no pintar el Cuadrado Negro. Intentando evitar, tan suprematista como se sintiera, que fuera su propia mano la que le pusiera el punto final al noble arte de la pintura. Porque una cosa es resistirse a pintar como y para los burgueses, y otra muy distinta es ser el responsable de pintar, uno mismo, la pintura final. 



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  • Título: Malevich, el pionero ruso en Buenos Aires.
    Autor: Revista Mercado
    Fecha: 23/09/2016
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    KAZIMIR MALEVICH. RETROSPECTIVA" ES LA PRIMERA GRAN EXPOSICIÓN DEL ARTISTA RUSO, TEÓRICO INFLUYENTE Y FIGURA FUNDAMENTAL DE LOS MOVIMIENTOS ARTÍSTICOS DEL SIGLO XX, YA QUE CON EL SUPREMATISMO, MOVIMIENTO QUE INAUGURÓ, ABRIÓ EL CAMINO HACIA EL ARTE ABSTRACTO. PRESENTADA POR FUNDACIÓN PROA EN CONJUNTO CON EL MUSEO DEL ESTADO RUSO, LA MUESTRA RECORRE TODO EL PANORAMA CREATIVO DEL ARTISTA RUSO CENTRÁNDOSE EN LOS DIFERENTES ASPECTOS QUE MODELAN SU VISIÓN ARTÍSTICA. DESDE SUS INICIOS, CON SUS OBRAS DE INFLUENCIAS SIMBOLISTAS E IMPRESIONISTAS, HASTA LAS ÚLTIMAS PINTURAS DE RETRATOS Y PAISAJES, DONDE DA CUENTA DE LA VIDA CAMPESINA CON SUS SINGULARES PERSONAJES GEOMÉTRICOS. EL SUPREMATISMO ES PARTE FUNDAMENTAL DE LA EXHIBICIÓN, CON UNA AMPLIA DOCUMENTACIÓN SOBRE EL NACIMIENTO Y EL CONTEXTO DEL MOVIMIENTO, INCLUYENDO CUMBRES DE SU OBRA ABSTRACTA (CUADRADO, LA CRUZ Y EL CÍRCULO NEGROS) HASTA OBRAS MENOS CONOCIDAS DE SU POSTERIOR VERTIENTE SUPREMATISTA ICÓNICA (DEPORTISTAS, CABALLERÍA ROJA, ETC). TAMBIÉN SE INCLUYEN EN LA EXHIBICIÓN LOS "ARQUITECTONES" Y LAS PORCELANAS, PIEZAS FUNDAMENTALES PARA ENTENDER EL PROYECTO REVOLUCIONARIO DE MALEVICH Y LA VANGUARDIA RUSA DE FUSIONAR ARTE Y VIDA.

    LA EXPOSICIÓN SE ENRIQUECE CON UN EXHAUSTIVO MATERIAL DOCUMENTAL, A CARGO DEL PROFESOR KIBLITSKY, QUIEN TAMBIÉN RECREA, POR PRIMERA VEZ, LA OBRA "LA VICTORIA SOBRE EL SOL" REALIZADA EN 1913 POR MAIAKOVSKI, KRUCHENIJ Y MALEVICH, CON EL DISEÑO DE LOS 20 TRAJES QUE MALEVICH CONFECCIONA PARA LA OBRA DE TEATRO. EL VIDEO DE LA ÓPERA SE PRESENTARÁ EN EL AUDITORIO, EXHIBIENDO UN HITO DE LA EXPERIMENTACIÓN DE LA VANGUARDIA RUSA Y UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN EL LENGUAJE ABSTRACTO DE MALEVICH. UN INTENSO PROGRAMA DE EXTENSIÓN CULTURAL SE DESARROLLARÁ JUNTO AL DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN DE PROA. INCLUYE PROPUESTAS DE VISITAS Y ACTIVIDADES PARA LA FAMILIA Y LAS ESCUELAS, ASÍ COMO TODO EL MATERIAL PROVISTO EN NUESTROS CANALES EDUCATIVOS DE PROATV Y CONVERSACIONES EN PROARADIO. JUNTO CON ESTO, UN CATÁLOGO COMPLETAMENTE ILUSTRADO QUE ACOMPAÑA LA EXHIBICIÓN QUE DA CUENTA DE LA MULTIFACÉTICA VISIÓN ARTÍSTICA DE MALEVICH Y LA RADICALIDAD DE SU OBRA.

     

    "KAZIMIR MALEVICH. RETROSPECTIVA". HASTA FINES DE NOVIEMBRE EN FUNDACIÓN PROA (AV. PEDRO DE MENDOZA 1929 Y CAMINITO, LA BOCA). DE MARTES A DOMINGOS DE 11 A 19, ADMISIÓN HASTA LAS 18. BONO CONTRIBUCIÓN: $50 GENERAL, $30 ESTUDIANTES /$20 JUBILADOS. MENORES DE 12 AÑOS SIN CARGO. HTTP://PROA.ORG



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  • Título: Un genio ruso.
    Autor: Melisa Boratyn.
    Fecha: 22/09/2016
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    ¿DE QUÉ SE TRATA LA - MUY COMPLETA Y AMBICIOSA - EXPOSICIÓN DEL PADRE DEL SUPREMATISMO?/¿CUÁLES SON LAS OBRAS IMPERDIBLES?/DESDE LA FAMOSA "CRUZ NEGRA" HASTA LAS ENORMES FIGURAS COLORIDAS/¿POR QUÉ ES CONSIDERADO UN ARTISTA QUE CAMBIÓ PARA SIEMPRE EL ARTE MODERNO?

    UN GENIO RUSO: ASÍ ES LA IMPRESCINDIBLE MUESTRA DE MALEVICH EN PROA / RECORRIDA / POR MELISA BORATYN. FOTOS: NATALIA SAMAHAT. 

    Después de días de suspenso y especulación “Kasimir Malevich. Retrospectiva”,  finalmente llegó a Argentina por primera vez de la mano de Fundación Proa y State Russian Museum de San Petersburgo. Se trata de una muestra retrospectiva del artista ruso y padre del suprematismo, completa y ambiciosa, que permanecerá abierta hasta fines de noviembre, y que tuvo que ser postergada más de un mes por cuestiones legales que involucraban al gobierno de Rusia. Es por eso que el Estado argentino tuvo que prometer que  las obras no serían embargadas y regresarían a su país de origen.

    La exposición, que MALEVA recorrió de punta a punta, incluye más de cincuenta obras, entre las que se encuentran objetos de porcelana, esculturas en yeso, disfraces y principalmente pinturas. La misma navega por todas las etapas del artista, desde su paso por el simbolismo e impresionismo, cubofuturismo, el invento del suprematismo y la vuelta a la figuración en sus últimos años de vida. Es una puesta excepcional, ideal tanto para los conocedores del arte como para aquellos que se aventuran por primera vez en el descubrimiento de este maestro de las vanguardias históricas. 

    Si bien en los inicios de su carrera Malevich anhelaba imitar a la realidad de la mejor manera posible, con los años comprendió que esa forma de trabajar podría ser interpretada como imitación, y por lo tanto no era lo más valioso de lograr, sino que había más. Lentamente se alejó de la representación e instaló un nuevo lenguaje en las artes visuales.  

    A principios del siglo XX Rusia se encontraba en un momento de pleno auge y ebullición cultural, tanto en el campo del diseño, la música, el cine y las artes plásticas. Los cambios en el pensamiento social y cultural que, desembocando en la Revolución Rusa de 1917, fueron ponderados por el artista en sus comienzos. Tanto él como muchos de sus colegas, se empaparon de ese espíritu, iniciando una era de verdadera apertura y revolución.

    Como consecuencia, ya desde principios de la década de 1910, comienzan a aparecer cambios significativos en los trabajos de Malevich, como por ejemplo figuras más esquemáticas, geométricas y coloridas. A pesar de estas modificaciones estéticas, las obras aún remiten a escenas costumbristas e incluyen temáticas tradicionalistas. El artista también incursiona en el cubofuturismo, sintetizando aún más la imagen. En esta sección de la exposición se puede apreciar de manera evidente las evoluciones constantes en sus pinturas.

    En 1915 pinta su famoso “Cuadrado negro sobre fondo blanco”, llegando a la esencia más pura de la obra de arte, color, figura y fondo. De esta manera da inicio al desarrollo del movimiento que denominará suprematismo, por medio del cual se sumerge en la abstracción. Acerca de estos avances considera: “Veo en el suprematismo de los tres cuadrados y de la cruz no sólo nuevos comienzos plásticos, sino también una nueva religión“. 

    En esta cita se refiera a las obras más emblemáticas de la muestra, “Cruz negra”, “Cuadrado negro” y “Círculo negro”, las tres realizadas en 1923, que profundizan sus pensamientos y sirven como manifiesto visual. En ellas prima la idea de comenzar de cero, ya que Malevich logra crear una obra centrada en la sensación y el sentimiento expresado, más allá de la figura y la representación de la realidad. Estos trabajos son para él nuevas interpretaciones de la espiritualidad.

    “En el segundo piso de la muestra hay una serie de obras que sorprenden porque no son las más reconocidas del artista. Un grupo de enormes figuras coloridas dan la bienvenida a los espectadores que las miran asombrados. Se trata de una serie de trajes que diseñó para la obra “La Victoria sobre el Sol” realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y el propio Malevich.”

    En esta etapa presentaba sus pinturas en rincones elevados de las habitaciones como si se trataran de íconos religiosos. Un ejemplo de eso fue la exposición “0,10: Última Exposición Futurista” realizada en  San Petersburgo, donde mostró en 1915, 39 obras que denominó no objetuales. Es complejo intentar comprender cual habría sido la reacción del público del momento tan habituada a otras forma de arte, sin embargo nos podemos acercar a esa sensación gracias a una imagen ampliada de ese montaje, incluida en la exposición, que nos ayuda a comprender como el artista trabajaba y pensaba sus obras en relación al espacio.

    Se incluyen también piezas menos conocidas, como los “arquitectones” y objetos en porcelana, como teteras y platos, que demuestran que el proyecto artístico de Malevich trascendía la pintura de caballete, buscando unir el arte con la vida cotidiana.

    A partir de estos avances se logra un nivel de superioridad estética e intelectual y ya nada vuelve a ser lo mismo. Más allá de que a uno le guste o no la obra de Malevich, es difícil negar el parecido que tiene con muchas corrientes contemporáneas, por lo que podemos interpretar que este artista se adelantó a muchas cuestiones actuales, ejecutándolas cien años antes. Su desafío más arriesgado fue cuando en 1918 pintó, “Cuadro blanco sobre blanco”, una obra que si bien no forma parte de la muestra, no puede dejar de ser mencionada. 

    “Junto a artistas como Picasso y Duchamp, Malevich se encuentra dentro del reducido grupo que cambió por siempre el rumbo del arte moderno y contemporáneo.”

    Después de haber llegado a la máxima representación de la síntesis del arte, por diversos motivos Malevich fue retornando a la figuración. Algunos sostienen que ya no tenía más por explorar en el campo del suprematismo. Sin embargo ese retorno también tiene que ver con el hecho de que a pesar de su enorme influencia, no siempre fue aceptado, en especial en su país de origen, en donde por momentos se sintió perseguido y juzgado por cuestiones políticas. Primero fue Lenin el que fomentó la vuelta a la figuración y el uso del arte para fortalecer la imagen del obrero y el trabajador. Pero la etapa más difícil, una que le costó trabajo y puestos políticos, fue cuando Stalin tomó el poder, reivindicando el realismo social y sosteniendo que no comprendía al arte moderno y que por lo tanto no debía tener un lugar de relevancia.

    Después de eso se alejó de la pintura, para dedicarse a la docencia, y cuando regresó fue a través de la figuración. Aún así siempre firmó sus obras con el ícono de un pequeño cuadrado, lo que demuestra que jamás abandonó sus verdaderos ideales.

    En el segundo piso de la muestra hay una serie de obras que sorprenden porque no son las más reconocidas del artista. Un grupo de enormes figuras coloridas dan la bienvenida a los espectadores que las miran asombrados. Se trata de una serie de trajes que diseñó para la obra “La Victoria sobre el Sol” realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y el propio Malevich. Están acompañadas por un documental que relata esa historia y varias de sus pinturas más tardías.

     

    En términos generales es interesante poder apreciar el virtuosismo que Malevich tuvo a lo largo de toda su carrera y como siempre estaba en constante movimiento, atento e interesado por las cuestiones estéticas e intelectuales que sucedían a su alrededor y sin miedo al cambio. Fue un adelantado, y dueño de una sensibilidad muy profunda, con la que supo comprender las revoluciones que se avecinaban en las artes plásticas.  Junto a artistas como Picasso y Duchamp, Malevich se encuentra dentro del reducido grupo que cambió por siempre el rumbo del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: Datebook: Kazimir Malevich's 'Retrospectiva' at Fundación Proa, Buenos Aires.
    Autor: Blouin Art Info
    Fecha: 21/09/2016
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    An exhibition of radical Russian painter and art theoretician, Kazimir Malevich, titled 'Retrospectiva' is currently being held at Fundación Proa, Buenos Aires. The exhibition opened on September 13 and will continue to run through November 13, 2016.

     

    This is for the first time in Argentina and Latin America that, Fundación Proa, in collaboration with the State Russian Museum, is presenting an exhibition devoted to the full scope of the life and works of Malevich, pioneer of geometric abstract art and the originator of the avant-garde Suprematist movement to understand the new artistic trends of the 21st century.

    The exhibition, runs through the creative landscape of the Russian artist focusing on the different aspects that shape his artistic vision. It also includes key pieces to understand the revolutionary project of Malevich and the Russian avant-garde art and life merge.

    The exhibition is on view at Fundación Proa, Avenida Don Pedro de Mendoza 1929, C1169 Buenos Aires, Argentina. For details, visit, www.proa.org/esp

    Click on the Slideshow for a sneak peek at the exhibition.



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  • Título: Kazimir Malevich. Retrospectiva.
    Autor: Hipermédula
    Fecha: 20/09/2016
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    KAZIMIR MALEVICH. RETROSPECTIVA

    Colección State Russian Museum, San Petersburgo
    Septiembre – Noviembre 2016

    Concepto: Eugenia Petrova, Curadora / Jorge Kiblitsky
    Auspicia: Tenaris – Organización Techint

    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica Proa, conjuntamente con el Museo del Estado ruso presenta la primera gran exposición retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), artista pionero, teórico influyente y figura fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX.

    La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas e impresionistas hasta las últimas pinturas de retratos y paisajes, donde da cuenta de la vida campesina con sus singulares personajes geométricos. El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento, incluyendo cumbres de su obra abstracta(cuadrado, la cruz y el círculo negros) hasta obras menos conocidas de su posterior vertiente Suprematista icónica (deportistas, caballería roja, etc). También se incluyen en la exhibición los “arquitectones” y las porcelanas, piezas fundamentales para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.

    KAZIMIR MALEVICH se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Kiblinsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol” realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y Malevich, con el diseño de los 20 trajes que Malevich confecciona para la obra de teatro. El video de la ópera se presentará en el Auditorio, exhibiendo un hito de la experimentación de la vanguardia rusa y un punto de inflexión en el lenguaje abstracto de Malevich.

    Un intenso programa de extensión cultural se desarrollará junto al Departamento de Educación de Proa. Incluye propuestas de visitas y actividades para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV y conversaciones en PROARADIO. Junto con esto, un catálogo completamente ilustrado que acompaña la exhibición que da cuenta de la multifacética visión artística de Malevich y la radicalidad de su obra. Ofreciendo en conjunto una oportunidad sin precedentes en América Latina para apreciar el trabajo de uno de los maestros que definieron el lenguaje visual del siglo XX.

    Con esta exhibición Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.

     

    MALEVICH EN PROA: LA PRIMERA RETROSPECTIVA DEL ARTISTA EN NUESTRO PAÍS

    Malevich en Proa: por qué

    Kasimir Malevich traza una línea divisoria con respecto a la representación en la pintura. Este hito fundacional irradia una nueva concepción del arte, y por primera vez en nuestro país y en Latinoamérica, Proa organiza una monumental retrospectiva del artista. Un conjunto de obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el cubofuturismo, el gran homenaje al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

    A partir de sus obras y de sus escritos se puede acceder a sus pensamientos radicales en el arte, siendo Malevich un artista prolífico en sus escritos, en sus manifiestos y en sus ideas sobre la pedagogía artística.

    Desde sus inicios, en nuestro programa expositivo consideramos que la presencia de los grandes maestros de la historia del arte del siglo XX; Lucio Fontana, Marcel Duchamp, Rufino Tamayo, Giacometti, el Universo Futurista, Louise Bourgeois o Dan Flavin y Sol Lewitt, entre muchos otros a lo largo de 20 años, son fundamentales para el conocimiento de artistas y público en general. Y así año a año construimos un extenso y abarcador panorama de los movimientos artísticos destacados desde las vanguardias históricas hasta la contemporaneidad. Malevich se incorpora a esta lista en estos momentos.

    De la abstracción a la figuración y el Suprematismo.

    En sus inicios, Malevich realiza una pintura más figurativa, retratos y escenas costumbristas a la manera de las escuelas rusas tradicionales. Con la complejidad del cambio de siglo, de la creación de un mundo nuevo y las reformas que precedieron y construyeron la Revolución, la pintura de Malevich está atravesada por este espíritu de época donde también el artista proponía un nuevo mundo para el arte. Malevich es parte fundamental de este espíritu de cambio y efervescencia que sucedía tanto en lo social como en lo político.

    El Cuadrado Negro, de1915, supone un quiebre de época en la cultura occidental, ya no centrado en la representación clásica o mimética de la imagen, sino a la búsqueda de la presencia subjetiva del hombre. Posteriormente a sus experimentos Suprematistas, Malevich vuelve a una figuración pero que no es más realista, sino que relee la tradición popular y rescata escenas cotidianas de trabajadores, campesinos y mujeres, siempre con la intención de representar de una forma diferente el mundo y bajo el prisma de su técnica Suprematista.
    Este retorno está marcado por problemas políticos y sociales y por los grandes debates que se dan luego de la Revolución acerca de qué es un arte para el pueblo. Una discusión que hasta el día de hoy continúa vigente.

    Los aspectos relevantes de la exhibición

    Un extraordinario y único patrimonio del Museo del Estado Ruso, nos permite una muestra donde se puede estudiar exhaustivamente la obra de Malevich. Un conjunto histórico donde el teatro, la arquitectura y el ideal de llevar el arte Suprematista a todos los niveles de la vida se concentran alrededor del cuadrado negro, la cruz negra, y el círculo negro. Obras revolucionarias y extraordinarias en la historia.
    Para Proa, esta exhibición es un enorme orgullo y una coronación a su trabajo en estos 20 años. Un gran reconocimiento.

    Curaduría y Diseño

    El conjunto de las obras está acompañado de una gran documentación de época, de una exhaustiva cronología de acontecimientos personales del artista y de sus contexto histórico político.
    Este diálogo entre obra y documento se planteó como un punto de vista de la muestra, decidiendo diferentes lenguajes para cada uno y propone el debate sobre el valor de la obra y el valor del documento.

    El gran conjunto de imágenes que acompaña cada núcleo está digitalizado y presentado con la diversidad de recursos actuales: el video, la gigantografía, fotos y escenas de documentos, obras de teatro, escenas de cine.

    Este contexto permite al visitante conocer la historia de Rusia, así como también tener un panorama sobre las vanguardias y los diversos grupos de artistas, y sus propuestas pedagógicas.

    Sala 1

    La muestra se inaugura con una sala dedicada a la cronología de la vida de Malevich y un video realizado por Joseph Kiblitzky que resumen el contexto social que abarca desde fin del siglo XIX y principios del XX en Rusia. Aquí se podrán ver los acontecimientos que marcaron la vida de Malevich y el tránsito desde sus primeros trabajos clásicos a su nueva concepción de realismo.

    La exhibición comienza cronológicamente con sus obras de carácter simbolista y también los primeros trabajos cubofuturistas. Un Malevich más clásico, muy receptivo a las corrientes vanguardistas europeas y tratando de adaptar estos nuevos lenguajes a su forma de observar la pintura. Son obras muy importantes ya que marcan el camino futuro de su obra y su concepto de representación hacia una nueva sociedad y un nuevo arte.

    Sala 2

    La segunda sala está dedicada al gran aporte de Malevich a la historia del arte. Contiene sus trabajos Suprematistas. Nos encontraremos aquí con el cuadrado, la cruz y el círculo negros, tres obras cumbres de su producción, y una muy cuidada selección de archivos históricos que intenta dar un panorama general del movimiento suprematista encabezado por Malevich. Hay también otra sección en donde vemos el despliegue suprematisa hacia otras áreas, como el espacio y la vida cotidiana, con los “arquitectones” y las porcelanas.
    Una amplia documentación sobre la exhibición 0.10, que este año cumple 100 años. Vemos aquí cómo se plasma, de diversas maneras, la idea de la época de intentar diseñar nuevos conceptos para la vida, para el hombre y para el arte. En estos trabajos, Malevich reflexiona sobre la posibilidad de síntesis entre arquitectura, escultura y pintura.

    Sala 3

    En esta sala tenemos una vuelta a la figuración: su “segundo ciclo campesino”.
    Las obras figurativas de este período no apelan a elementos reales. Las figuras de estos trabajadores no tienen rostro y sus cabezas son reemplazadas por cuadrados negros o rojos. Los fondos son coloridos y geométricos y denotan la preocupación de Malevich por la situación social de la época, dejando abierto el debate frente al realismo clásico de cómo concebir un arte del pueblo.

    Estas preocupaciones son tratadas por artistas en diversas disciplinas como la música, el teatro, la poesía, la literatura. Esta recuperación de ideales y estéticas populares son apropiados por ellos para incluirlos dentro de las nuevas tendencias de vanguardia.

    Esta sala nos cuestiona la premisa sobre qué es el arte para el pueblo, premisa que fue fundante en la construcción de la Revolución Rusa y los ideales del proletariado.

    Sala 4

    En esta sala hay un gran despliegue con la obra La victoria sobre el sol, esta “anti-opera” que es clave para entender los diferentes movimientos de vanguardia de principio de siglo pasado y que es también la primera vez que aparece el cuadrado negro en la producción de Malevich.
    La obra es acompañada por réplicas de los trajes que el artista diseñó para los actores, reconstruidos en 2013. Un video documental sobre la reconstrucción muestra el valor y la audacia que estos artistas tuvieron en los primeros años del siglo.

    La exhibición culmina con imágenes del funeral del artista, donde sus contemporáneos le reconocen su gran aporte al arte. Aquí tenemos una copia de la mano y máscara mortuoria de Malevich y numerosas imágenes y material de archivo.

    Además, en el auditorio, se exhibirá la reconstrucción de Joseph Kiblitsky de esta controversial ópera que gestaron Matiushin, Malevich y Kruchenykh en 1913.

    Los proyectos de extensión y educativos

    Proa y FLACSO virtual presentan el primer curso online organizado desde Proa Educación sobre uno de los artistas más radicales del siglo XX. Una oportunidad única para estudiar e investigar el contexto histórico y cultural de Malevich. El curso toma como punto de partida el contexto cultural multidisciplinario de la época, atravesado por los cambios revolucionarios que buscaron generar alternativas frente a los órdenes establecidos en lo cultural, lo social y lo político.
    Docentes: Martín Baña (UBA-CONICET) y Hugo Petruschansky (UBA)
    15 de septiembre – hasta noviembre

    Artistas y Críticos

    El ciclo, coordinado por Ana Schwartzman, propone una serie de encuentros en las salas de la exposición junto a destacados creadores e intelectuales con el objetivo de ampliar el conocimiento y la reflexión sobre esta muestra tan completa y abarcadora. Diversos referentes, con lecturas propias de sus campos de experiencia, recorrerán los aspectos más destacados de la exhibición, abriendo debates y proponiendo reflexiones y cuestionamientos que puedan surgir a lo largo del recorrido. Un artista con una biografía riquísima, una producción artística prolífica y radical y un aporte teórico fundamental, que ha socavado las bases mismas de la tradición pictórica universal, son apenas uno de los varios disparadores abordados en cada uno de los encuentros.

    Clases Magistrales

    A cargo de importantes investigadores, críticos y docentes. Concebidas como plataformas de investigación que toman como punto de partida los aportes teóricos y pictóricos de Malevich, su vida como artista y docente, así como también su contexto social y cultural. Suprematismo en pintura, en arquitectura, en diseños de vestuario y en la vida cotidiana. Un legado que continúa vigente hasta nuestros días. Dirigidas a especialistas, docentes, estudiantes e interesados en este eximio artista. Se entregarán certificados de asistencia.

    Audioguía

    Para acceder rápidamente, desde la computadora o desde cualquier dispositivo móvil, el nuevo canal PROA AUDIOGUIAS en Soundcloud permite la posibilidad de tener un panorama completo de los temas más relevantes del arte internacional. En esta oportunidad, Hugo Petruschansky, Doctor en Historia del Arte y especialista en arte del siglo XX, recorre virtualmente la exhibición de Malevich.
    A disposición en: https://soundcloud.com/proa-audioguias

    Proaradio

    Un nuevo episodio con el Dr. Martin Baña, a cargo de la cátedra Historia de Rusia en la Universidad de Buenos Aires. En ocasión de la exhibición de Kazimir Malevich, “Vanguardia y Revolución” presenta el contexto de la época a través de las nuevas tendencias culturales de principio de siglo XX. Un aproximación a la historia desde las manifestaciones artísticas, que dan cuenta de la riqueza de pensamiento, ideas, conceptos tanto en el plano de lo político como en el cultural. Un panorama de la energía que creó nuevas formas de comprender la sociedad. Cien años después dialogamos sobre la herencia de las vanguardias.

    Catálogo

    El catálogo de la exhibición Kazimir Malevich: Retrospectiva del museo del Estado ruso, es una de las más completa monografía que se han publicado en español de uno de los más grandes vanguardistas del siglo XX. El libro reconstruye fielmente la trayectoria artística y el pensamiento revolucionario de Malevich. La publicación reproduce a todo color un destacado cuerpo de obras representativas de toda su producción artística y una serie de textos, incluyendo una selección de los manifiestos del suprematismo que profundizan sobre diversos aspectos de su figura y pensamiento. Una edición destacada que realza la figura preponderante y siempre influyente de Kazimir Malevich en el arte contemporáneo.

    Eugenia Petrova, curadora de la exhibición, aporta un ensayo que proporciona un marco teórico e histórico necesario para comprender la obra de Malevich y su dialogo activo con las vanguardias europeas previas al suprematismo. Un estudio sobre la reconstrucción de la opera Victoria sobre el sol de Joseph kiblitsky, y un texto de Giacinto di Pietrantonio que contextualiza la importancia de Malevich en el arte contemporáneo y sus vinculaciones a lo que hoy en día entendemos como abstracción. Además de una exhaustiva cronología completan un panorama intelectual y biográfico sobre el artista.

    Un libro fundamental para poder recorrer el camino revolucionario que inicio Kazimir Malevich y comprender el tejido intelectual de influencias que ejerce el artista en la producción actual.

    Desfile

    En base a las obras y diseños Malevich, los alumnos de primer y segundo año de la Cátedra de Diseño de Indumentaria de la UBA, a cargo de Andrea Saltzman, desarrollaron distintas piezas de indumentaria. Estampas, juegos de asimetrías, hibridación de texturas, plegados y volúmenes conforman un catálogo textil que se adapta al cuerpo de mujeres y hombres de distintas edades. Los trabajos confeccionados serán presentadas en un desfile exclusivo en La Boca.

     

     

     

     

    Evguenia Petrova
    El camino creativo de Malevich (fragmento)

    “A comienzos del siglo XX, las reflexiones sobre los temas relacionados con el Universo, el Cosmos, el lugar del Hombre en la tierra y el espacio celeste, preocupaban a los más importantes filósofos, poetas y pensadores de la época. Kazimir Malévich fue el primer pintor que supo transformar estos pensamientos en el idioma del arte plástico. Los tratados teóricos y las búsquedas artísticas de Malévich están penetrados, casi en su totalidad, por las ideas sobre el Universo, el Cosmos y la relación entre el Hombre y el Espacio circundante. En este sentido, Cuadrado negro, se convierte para Malévich en una expresión filosófico-artística de la Nada Universal, de la inexistencia completa, donde nace -sin embrago- algo Nuevo y Desconocido.
    Comenzar desde cero, correrse de la imitación literal de la realidad, salir al espacio libre, hacia el cielo y las estrellas, donde todo se diluye en una apariencia irreal: eso era para Malévich la tarea del arte del siglo XX. Hacia 1910, las categorías que construyen la realidad, tales como el peso, el volumen o la gravedad, comienzan a perder para el pintor su relevancia. Cobra fuerza la necesidad de exteriorizar el mundo de una manera diferente.

    ¿Cómo? ¿Con qué medios? Estas son las preguntas que, durante toda su vida, intentará responder Malévich, a nosotros y a sí mismo. Cuadrado negro, el “ícono de mi tiempo” como lo llamaba el pintor, no surge de la nada. Esta obra se gesta durante un periodo de veinte años. Igual que sus contemporáneos, Malévich transita distintas corrientes artísticas. A comienzos de 1900, su pintura fue “casi” realista. Unos pocos dibujos quedan de aquella etapa. A mediados de 1910, aparecen Paisaje y Paisaje con la casa amarilla, obras que corresponden a su etapa impresionista. Pinta Naturaleza muerta imitando la pintura expresionista de Cézanne. Cuando el simbolismo llega a Rusia, Malévich y sus contemporáneos no pueden sustraerse a sus encantos. Sin embargo, ya para 1907, Malévich se aparta del misticismo expresionista y pinta sus cuadros de manera más concreta y profunda.
    En este sentido, dentro del ciclo de los bocetos para la pintura al fresco, se destaca Autorretrato de 1907 Aquí Málevich representa una temática religiosa, y a sí mismo, como un dios; con lo cual va a contracorriente de las normas de representación pictórica. En este sentido, Malévich marca su posición: él no está dispuesto a sujetarse, sin más, a los límites de las corrientes del momento. No sorprende, entonces, el siguiente acontecimiento. Las obras de Malévich destinadas a la Exposición de la asociación de los pintores moscovitas, generan incomprensión por parte de los críticos, que repiten perturbados: “estos cuadros, o son muy buenos, o son muy malos”. Este fue el veredicto de la comisión que seleccionaba las obras para la exposición . El gusto de Malévich por la parodia y la agudización se refleja, especialmente, en las obras de los años 1913-1914, por ejemplo, Vaca y violín, 1913. Esto sería un claro ejemplo de alogismo (carente de lógica), una corriente literaria que Malévich aplica en la pintura”

    “Al periodo corto de alogismo (al igual que las demás corrientes, antes del suprematismo), sucede un periodo igualmente corto de cubofuturismo. La extravagancia de la etapa anterior, consumada en Vaca y violín, toma un impulso lógico con la llegada de las ideas futuristas a Rusia, hacia 1910. Malévich se convierte en la figura central de esta corriente. Al igual que Mijail Larionov o David Burliuk (el padre del futurismo ruso), Malévich se suma a la movida de recorrer las calles con el rostro pintado y la cuchara en el ojal (en vez del aburrido crisantemo), para pregonar la “caída” del viejo arte . A la vez, su energía futurista encuentra desahogo en algunos lienzos, tales como Composición con Gioconda, 1914, Retrato de Klun, 1913 y Aviador, 1914.”
    “Después de las obras Retrato de Klun, Composición con Gioconda, y algunas otras, donde todavía se adivinan figuras y objetos, Malévich ya se encontraba en el camino que lo llevará (en palabras del pintor) más allá del “realismo práctico”. En el verano de 1913, nace la idea de una ópera innovadora, llamada “Victoria sobre el sol”. Esta obra teatral será una bisagra en la actividad creativa de Malévich: lo acercará a la representación sin objetos. El Cuadrado negro aparece por primera vez en el boceto del telón; al cabo de un año, aparece sobre el lienzo, hecho que cambiará la percepción de todo el arte del siglo XX.
    Después de Cuadrado negro, aparecen los cuadrados blanco y rojo. Sin separarse de la vida real, Malévich trabaja su nueva representación, a través de las composiciones, las formas, los colores y los ritmos suprematistas. El Cuadrado rojo, 1915, tiene además, dos nombres: Realismo pintoresco de una campesina en dos dimensiones y Campesina suprematuri(smo)…Aquí ya no encontramos parecido con las formas reales, el cual según Malévich, ya no es necesario. Para transmitir el sentido de lo representado, bastan el color y las formas”

    “Malévich percibe al hombre del futuro, inmerso en una sociedad igualitaria, que vive tranquilo y en paz con la naturaleza y el Universo. La idea de la unión entre el Hombre y el Universo le sirve al pintor de fundamento para pensar que la representación no-objetivista, es el único y correcto camino del arte del futuro. En su tratado Suprematisma, el pintor describe sus visiones sobre el futuro de los viajes espaciales: “La Tierra y la Luna; entre los dos cuerpos celestes se podrá construir un satélite equipado suprematista. Su avance sobre la órbita nos marcará un nuevo camino”
    En el momento de la Revolución de 1917, que cambia el destino de las personas y del país, la concepción de Malévich sobre la representación no-objetivista estaba ya formada.
    Malévich, al igual que muchos de sus contemporáneos, abraza entusiasmado la formación de una nueva estructura social. A la par de los innovadores, que apoyan la Revolución, Malévich se involucra en la organización del proceso creativo, que se basa sobre nuevos principios . En 1919, gracias a la invitación de Marc Chagall, Malévich se traslada a Vitebsk (hoy Bielorrusia) junto a sus alumnos y colaboradores. En este lugar, Malévich funda la asociación Sostenedores del nuevo arte (UNOVIS); además, prepara a la ciudad para la conmemoración de la Revolución Rusa, escribe tratados supematistas y reflexiona sobre su propio futuro y del arte en general”

    “De acuerdo a las cartas y las obras de Malévich, hacia 1928, nacía una nueva concepción del suprematismo. Sin embargo, las ideas sobre el desarrollo de la corriente se rastrean ya a fines de 1910, y comienzos de 1920.
    En esta época, Malévich reflexiona mucho sobre la posibilidad de la síntesis entre arquitectura, escultura y pintura. Observa que las Casas y los Palacios de Cultura tienen mucho en común. Se trata del sentido de la influencia que ejercen estas instituciones sobre la gente.

    Precisamente, en aquella época el pintor comienza a producir obras dedicadas a la temática del campo. Esta etapa se va a llamar “segundo ciclo campesino”, porque anteriormente, Malévich ya había pintado a los campesinos.
    Malévich abre así un nuevo mundo expresivo; nadie lo había hecho antes. Las obras, de alguna manera figurativas, se exteriorizan sin embargo, sin apelar a los elementos reales.

    A fines de 1920 y comienzos de 1930, los retratos de los campesinos pierden todo anclaje real. Van a representar la figura prototípica de “todo hombre” (“vsecheloveki”), y del hombre del futuro (“budetlane”), tal como ya aparecieron en 1913, en los bocetos de los trajes para la ópera Victoria sobre el sol”

    “A través del ciclo campesino de 1928 y de comienzos de 1930, así como de sus otras obras, tratados artísticos y artículos, se puede dar cuenta de la constante búsqueda creativa que convertirá a Malévich en un pintor excepcional. El claro ejemplo de esta excepcionalidad resulta en los dos cuadros homónimos Cabeza de un campesino, 1928-29 (los dos se encuentran en el Museo Ruso). Un cuadro representa al campesino sobre un fondo de una cruz roja. El otro cuadro representa al campesino en el campo, junto a sus compañeros, mientras sobre sus cabezas sobrevuelan aviones. Los dos cuadros hacen recordar a uno, que sería el cuadro precursor, pintado entre 1909 y 1910, y también llamado Cabeza de un campesino. Lamentablemente, solo subsisten sus reproducciones”
    “Malévich coincide con sus colegas pintores en el deseo de cambiar, a través del arte, la psiquis “del hombre contemporáneo”. A la vez, cuando Malévich conversa con sus alumnos, les aconseja correrse del realismo, porque el arte pictórico moderno debe basarse sobre la imagen, expresada por medio del color, el ritmo y su combinación.

    Cuando Malévich pinta las temáticas deportivas o laborales, tan cercanas a los pintores soviéticos, no abandona su estilo suprematista.

    “Supernaturalismo” indica Malévich en el reverso del marco de la obra Muchachas en el campo, 1928-29. Por un lado, Malévich no oculta que las imágenes surgen de sus vivencias; por el otro, subraya la relación con el suprematismo, que se va a llamar nuevo realismo pintoresco, presente en toda su obra suprematista”

    “El color va a ser un elemento clave en la constitución de la sociedad contemporánea. Esto se demuestra por las fachadas y la decoración de los interiores de las Casas y los Palacios de Cultura, que Malévich va a llamar “fuego del color”. (…) El va a reclamar a los arquitectos y pintores la necesidad de un nuevo fuego del color, de una nueva composición colorimétrica . A fines de 1920, comienzos de 1930, Malévich crea un ciclo pictórico, donde la constante es el “fuego del color”. El pintor sigue repitiendo que “por un lado, el mundo del arte es una mundo sin objetos; por el otro, el arte soviético es un arte simbólico, no es lo mismo que un arte naturalista o realista”. Malévich está convencido de que la nueva vida de la sociedad socialista necesita un arte entendido por el pueblo; sin embargo, el arte debe permanecer artístico. A partir de esta idea, Malévich pide a los pintores “elevar al rango de una obra, todo lo que se puede tematizar, y trabajarlo a partir de las nuevas gamas de colores, formas y composiciones”.
    Sus dos lienzos Deportistas, 1930-31 y Caballería roja, 1932 y muchos otros trabajos de aquellos tiempos, son un claro ejemplo de lo que el pintor entendía por la pintura moderna.

    Para el arte soviético estos dos motivos no eran especiales. El tema del deporte en los años 1920-30, era un tema muy popular (Alexandr Deineka, Corrida; Alexandr Samojvalov, Muchacha con la pelota, y otros). Sin embargo, las obras de Deineka y Samojvalov son figurativas y realistas. Mientras que, Malévich expresó el tema del deporte de forma muy abstracta. En su obra Deportistas, las figuras -de colores muy fuertes- ni siquiera parecen tener peso y gravedad.

    El cuadro Caballería roja, como lo atestigua el “año 18”, está dedicado a la Guerra Civil. Sin embargo, no hay en él desplazamientos militares. Los contornos rojos de los jinetes cabalgan sobre un campo abstracto. Se puede percibir la caballería, pero no la vemos como tal. Gracias a los métodos pictóricos creados por Malévich, Caballería roja se diferencia de Muerte del comisario, de Petrov-Vodkin, donde el suceso narrado es palpable”

    “A fines de 1920 y comienzos de 1930, Malévich transita un nivel de abstracción que le permite, sin embargo, expresar un tema (“percepción de la imagen”) sin necesidad de una narración exacta. Lo hace solamente a través del color, el ritmo, la forma, es decir, por medio de los elementos suprematistas. Al pintor ya no le preocupa si sus obras se relacionan con la realidad soviética o no.
    De esta manera, en función de su visión de la sociedad del futuro, Malévich comienza a “reunir al hombre” en su obra. En 1932, el pintor escribe: “En este momento estoy trabajando formas, mejor dicho, imágenes humanas en sus percepciones clásicas, pero esto no significa que mis creaciones serán al estilo de Venecianos, Ivanov, Fedotov; ellas van a tener la resolución suprematista”.

    Lo confirman las obras de 1933, Retrato de la mujer del pintor, Trabajadora y otras obras. La estilización, los elementos de la abstracción y del suprematismo, llevarán a estas obras fuera del retrato convencional. Los gestos y las poses de recogimiento, la impersonalidad, van a recordar las imágenes sacras de diversas épocas, tal como lo hacía la pintura del Renacimiento.
    Se puede pensar que estos retratos estaban destinados para un proyecto (no realizado), que según Malévich debía llamarse Ciudad socialista. Es posible que Malévich representaría a sus héroes y mártires, también para este proyecto, pero en este caso, a través de imágenes-percepciones de los trabajadores y la “intelligentsia”. Malévich pinta a sus personajes a la manera de Deportista o Muchacha en el campo, distanciándose de los pintores del realismo soviético. Los personajes de Samojvalov, Deineka, Pajomov y otros, “viven” en la tierra, pertenecen a una determinada época y país. Los personajes de Malévich -campesinos, intelectuales, deportistas, pioneros- son gente que se encuentra fuera del tiempo y de la nacionalidad. Son la evocación del supernaturalismo, la corriente que crea Malévich a fines de 1920.

    Sin apoyo y sin comprensión por parte del gobierno, y tampoco de la mayoría de la “intelligentsia” artística, Malévich sigue luchando por el derecho al arte innovador. En mayo de 1930, Malevich escribe a su amigo Kiril Shutkó: “Sé bien que, a pesar de las calumnias de mis enemigos, mis obras vendrán a reemplazar el viejo arte, la ignorancia medieval y la no aceptación por parte de nuestras gente más iluminada de lo nuevo”

     

    KAZIMIR MALEVICH

    Manifiesto Suprematista (fragmento)

    Por Suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas. Los fenómenos de la naturaleza objetiva en si misma, desde el punto de vista de los Suprematistas carecen de significado; en realidad, la sensibilidad como tal es totalmente independiente del ambiente en que surgió. La llamada “concretización” de la sensibilidad en la conciencia significa, en verdad, una concretización del reflejo de la sensibilidad mediante una representación natural. Esta representación no tienen valor en el arte del Suprematismo. Y no solo en el arte del Suprematismo, sino en el arte en general, porque el valor estable y autentico de una obra de arte (sea cual sea la escuela a que pertenezca) consiste exclusivamente en la sensibilidad expresada.

    *
    Pero para el Suprematista siempre será valido aquel medio expresivo que permita que la sensibilidad se exprese de modo posiblemente pleno como tal, y que sea extraño a la objetividad habitual. Lo objetivo en si mismo no tiene significado para el Suprematismo, y las representaciones de la consciencia no tienen valor para el. Decisiva es, en cambio, la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos, al Suprematismo. Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad. El artista se ha desembarazado de todo lo que determinaba la estructura objetivo-ideal de la vida y del arte: se ha liberado de las ideas, los conceptos y las representaciones, para escuchar solamente la pura sensibilidad.

    *
    El Suprematismo es el arte puro reencontrado, ese arte que, con el andar del tiempo, se ha vuelto invisible, oculto por la multiplicación de las cosas.

    *
    Si se quiere jugar una obra de arte basándose en el virtuosismo de la representación objetiva, es decir, de la vivacidad de la ilusión, y se cree descubrir el símbolo de la sensibilidad inspiradora en la misma representación objetiva, nunca se podrá llegar al placer de fundirse con el autentico contenido de una obra de arte.

    *
    El arte ya no quiere estar al servicio de la religión ni del Estado; no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbres, no quiere saber nada del objeto como tal, y cree poder afirmarse sin la cosa (por tanto, sin la fuente valida y experimentada de la vida), sino en si y por si.

    *
    El cuadrado negro sobre fondo blanco fue la primera forma de expresión de la sensibilidad no-objetiva: cuadrado=sensibilidad; fondo blanco=la Nada, lo que esta fuera de la sensibilidad.

    *
    El Suprematismo no ha creado un mundo nuevo de la sensibilidad, sino una nueva representación inmediata del mundo de la sensibilidad en sentido general. El cuadrado se modifica para formar figuras nuevas cuyos elementos se componen de una u otra manera según las normas de la sensibilidad inspiradora. Si nos detenemos a mirar una columna antigua, cuya construcción, en el sentido de la utilidad, carece ya de significado, podemos descubrir en ella la forma de una sensibilidad pura. Ya no la consideramos como una necesidad arquitectónica, sino como una obra de arte.

    *
    En los museos se colocan y cuidan celosamente las obras de arte antiguo, no porque se las quiera conservar con fines prácticos, sino para gozar de su eterno valor artístico. La diferencia entre el arte antiguo y el nuevo, sin objeto y sin utilidad, consiste en el hecho de que el pleno valor artístico del primero solo se reconoce cuando la vida, en busca de nuevas utilidades, lo abandona, mientras que el elemento artístico no aplicado del segundo corre delante de la vida y abre de par en par al puerta a la valoración practica.

    *
    El arte nuevo del Suprematismo, que ha creado formas y relaciones de formas nuevas a base de percepciones transformadas en figuras, cuando tales formas y relaciones de formas se transmiten del plano del lienzo al espacio, se convierte en arquitectura nueva. El Suprematismo, tanto en pintura como en arquitectura, es libre de toda tendencia social o material. Toda idea social, por grande y significativa que pueda ser, nace de la sensación del hambre; toda obra de arte, por mediocre y sin significado que sea en apariencia, nace de la sensibilidad plástica. Seria hora de reconocer, por fin, que los problemas del arte, los del estomago y los del sentido común están muy alejados unos de otros.

    *
    El Suprematismo, pues, abre al arte nuevas posibilidades, ya que, al cesar la llamada consideración por la correspondencia con el objetivo, se hace posible transportar al espacio una percepción plástica reproducida en el plano de una pintura. El artista, el pintor, ya no esta ligado al lienzo, al plano de la pintura, sino que es capaz de trasladar sus composiciones de la tela al espacio.

    Kazimir Malevich
    Manifiesto Suprematista Unovis, 1924
    (Extractos)

    “A partir de ahora la pintura de cuadros queda para aquellos que, pese al esfuerzo infatigable de su conciencia, no han logrado liberarse de la superficie. La nueva morada del hombre se encuentra en el espacio. Reconocemos la grandeza de la cultura antigua. No negamos que fue grande para su época. Pero toda nueva idea requiere una nueva forma adaptada a ella. Consideramos liquidada la forma de las manifestaciones pictóricas estetizantes. El suprematismo concentra sus esfuerzos en el frente de la arquitectura y llama a todos los arquitectos revolucionarios para que se unan a él”



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  • Título: Kazimir Malevich at Fundación Proa.
    Autor: Russian Art
    Fecha: 20/09/2016
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    For the first time in Argentina and Latin America, Fundación Proa, together with the State Russian Museum, presents an exhibition devoted to the full scope of the life and works of Kazimir Malevich (Kiev, 1878 / Leningrad, 1935), radical artist, influential theorist and fundamental figure to understand the new artistic currents of the 21st century.

     

    The exhibition, curated by specialist Eugenia Petrova, offers a complete view of the artists’ career, bringing together the initial symbolist paintings, the Cubo-Futurist works, the extraordinary art pieces portraying peasant life and urban landscapes, and the artists’ famous portraits and singular geometric figures. It comprises some of his most renowned abstract works (such as the Black Circle, Black Square, and Black Cross), productions of his later iconic Suprematist period (Sportsmen, Red Cavalry) and even his “architektons” and porcelains, key elements to grasp Malevich’s revolutionary projects both in art and in life.

    The exhibition is furthered enriched with an extensive archive about the development and context of the Suprematist movement and an exhaustive archival material from Professor Kiblitsky, who recreates, for the first time, the Futurist Opera “Victory over the Sun,” with 15 garments that Malevich designed for that play (whose video will be presented in the Auditorium)

    With this exhibition, Proa launches the celebration of its 20 years of history, pursuing its mission to present the greatest artists of modern and contemporary art.

    Please visit the website for more details. 



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  • Título: KASIMIR MALEVICH. RETROSPECTIVA.
    Autor: Qué Hacemos
    Fecha: 19/09/2016
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    Del 15 de septiembre al 30 de noviembre, Fundación Proa presenta Kasimir Malevich. Retrospectiva. La primera retrospectiva de Kazimir Malevich en latinoamérica, producida y organizada por Fundación Proa junto al Russian Museum, con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova. La exhibición presenta un recorrido de toda su obra: desde los inicios de su carrera con las pinturas simbolistas, su paso por el  Cubo-Futurismo, el inicio del Suprematismo y luego las extraordinarias pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos. La magia del artista en una única exhibición que incluye sus trajes para el teatro y una extensa documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que se desarrolló.

     

    Por primera vez en Argentina y América Latina, Proa, conjuntamente con el Museo del Estado ruso, presenta la exposición monumental retrospectiva de Kazimir Malevich ( Kiev, 1878 / Leningrado, 1935 ), artista fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX. La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas,  hasta las últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina y sus singulares personajes geométricos. El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duschamp el creador del arte conceptual, Kazimir Malevich es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX. Kazimir Malevich se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Joseph Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol”, con los 15 trajes que Malevich realiza para la obra de teatro. El video de la obra también será presentado en el Auditorio. 

    Puede visitarse del 15 de septiembre hasta fines de noviembre en Fundación Proa (Pedro de Mendoza 1929) de martes a domingos de 11 a 19. 



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  • Título: El cuadrado negro de Kazimir Malevich.
    Autor: Obras Bellas Artes.
    Fecha: 19/09/2016
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    Finalmente llegó a Proa la tan esperada muestra de Kasimir Malevich (Rusia, 1878-1935).  Por primera vez se puede recorrer aquí la historia artística de un hombre que cambió la manera de ver la pintura en el siglo XX. Sus obras estaban distribuidas en diferentes museos de Europa y recién en diciembre de 1988 se pudo organizar una retrospectiva con la colaboración del Museo Stedelijk de Amsterdam, la histórica Galería Tretyakov de Moscú y el Museo del Estado Ruso.

    La exhibición comienza con una línea de tiempo que une la historia mundial con la vida del artista. En la sala siguiente, aparecen las primeras obras, aquellas en las que se verifica la influencia de otras corrientes, como el cubofuturismo (la síntesis entre las experiencias previas de los futuristas y la estética de Picasso) Malevich recrea "La Gioconda", la famosa obra de Leonardo da Vinci, en tamaño reducido sobre un fondo de cuadrados en blanco y negro. La composición sugiere la disputa entre lo geométrico y el Renacimiento. De hecho, la Mona Lisa aparece tachada con una cruz roja, convirtiendo a las formas geométricas en las nuevas obras maestras.

    En la sala principal están las tres piezas más esperadas y más emblemáticas de toda la obra pictórica del artista: el Cuadrado negro, la Cruz y el Círculo en negro.

    Con "Cuadrado Negro", Malevich lleva la pintura al punto cero, al límite de la abstracción. A partir de allí se inicia un nuevo camino en el que las formas geométricas se oponen a la tradicional intención de alcanzar la tridimensionalidad en dos dimensiones. Esta tendencia auguraba, por ese entonces, una ruptura con los siglos pasados y ofrecía al público un arte de invención más que un arte de ilustración. La revolucionaria experiencia fue bautizada por el artista con el nombre de  Suprematismo. Es aquí donde la ciencia y el arte se unen, porque para Malevich la materia es el origen de todo, la energía-origen del universo (el punto cero). En definitiva, las formas geométricas primitivas son el resultado de la reducción del mundo objetivo.

    "Dejé atrás el mundo figurativo y avancé desde lo plástico hacia lo blanco, lo colorido y lo negro. En un instante, se desvanecieron el cubismo y el futurismo. En su lugar apareció el Suprematismo, colorido y sin color.”

    Después del cuadrado negro, Malevich trabajó en el "Cuadrado rojo", que representaría a la campesina rusa vestida con el caftán rojo, un atuendo típico de la mujer de campo de la época.  Ya no era necesario el mundo de las figuras para encontrar el parecido en lo real,   para transmitir el sentido de lo representado bastan el color y las formas, según el artista.

    “Hemos visto que el problema no residía en el color ni en la forma, ni tampoco en su relación, sino que la misma esencia de todo arte residía en el vínculo del artista con el Universo, a partir de sus sentimientos”.

    (Tentativa para definir la relación entre el color y forma en la pintura, de Kasimir Malevich, 1930)

    Hacia 1929 reanuda la pintura de caballete y progresivamente vuelve a la figuración pero enmarcada en una estética Suprematista. En 1933 le diagnostican cáncer y fallece en 1935. El "Cuadrado negro" lo acompañaba en sus últimos momentos.

    Estados Unidos y Europa retoman el camino de la monocromía de Malevich,  unas décadas después de la Segunda Guerra Mundial. En nuestro país, entre los años cuarenta y cincuenta, se aplicó la ciencia al arte, un concepto proveniente de los principios básicos del Suprematismo. Raúl Loza (Argentina, 1911-2008) creaba sus obras geométricas teniendo como base los conocimientos derivados de la expansión constante del universo.

     

    Para seguir leyendo... "Kasimir Malevich Retrospectiva", Catálogo de la muestra, Fundación Proa, 2016.



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  • Título: Kazimir Malevich A Retrospective.
    Autor: E-Flux
    Fecha: 18/09/2016
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    For the first time in Argentina and Latin America, Fundación Proa, together with the State Russian Museum, presents an exhibition devoted to the full scope of the life and works of Kazimir Malevich (Kiev, 1878 / Leningrad, 1935), radical artist, influential theorist and fundamental figure to understand the new artistic currents of the 21st century.

     

    The exhibition, curated by specialist Eugenia Petrova, offers a complete view of the artists' career, bringing together the initial symbolist paintings, the Cubo-Futurist works, the extraordinary art pieces portraying peasant life and urban landscapes, and the artists' famous portraits and singular geometric figures. It comprises some of his most renowned abstract works (such as the Black CircleBlack Square, and Black Cross), productions of his later iconic Suprematist period (SportsmenRed Cavalry) and even his "architektons" and porcelains, key elements to grasp Malevich's revolutionary projects both in art and in life.

    The exhibition is furthered enriched with an extensive archive about the development and context of the Suprematist movement and an exhaustive documental material from Professor Kiblitsky, who recreates, for the first time, theFuturist Opera "Victory over the Sun," with 15 garments that Malevich designed for that play (whose video will be presented in the Auditorium)

    With this exhibition, Proa launches the celebration of its 20 years of history, pursuing its mission to present the greatest artists of modern and contemporary art. 



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  • Título: Malevich
    Autor: Laura Isola
    Fecha: 18/09/2016
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    Desde el martes pasado y hasta noviembre de este año, la Fundación Proa presenta la primera retrospectiva en Latinoamérica del artista ruso Kazimir Malevich (1878-1935), figura fundamental para comprender las tendencias artísticas del siglo XX.

     

    Se puede contar la historia política, económica y cultural del siglo XX narrando sólo la de Rusia. Esta sentencia arriesgada puede serlo aún más: se puede contar la historia del arte y la política de Rusia pasando por la vida y la obra de Kasimir Malévich. El artista nació en Kiev en 1878 y si bien murió en 1935 de cáncer, su desaparición física no impidió que los avatares de ese mismo relato siguieran operando sobre sus obras hasta bien entrado el siglo XXI.  

    La primera retrospectiva de Malévich en nuestro país es una muestra de más de sesenta obras. Un conjunto cronológicamente organizado que exhibe, entre otros, los trajes que diseñó para La victoria sobre el sol, la anti-ópera compuesta por Matiushin, Malevich y Kruchenykh en 1913, y allí está el cuadrado negro primigenio. Provenientes de la Colección del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, se inauguró por estos días en Fundación Proa, es un eslabón más en este periplo.  Porque seguir el itinerario del artista que va desde su nacimiento en el siglo XIX, sus obras impresionistas, luego un período cubista hasta que concibe el arte que va a dar comienzo al siglo XX, como es el de las vanguardias y el Suprematismo, en su caso, la tensión entre vanguardia política y vanguardia estética con el stalinismo, en particular, y finalmente, su redescubrimiento a partir de la década del 50, demuestra que para los avatares de la historia política rusa, Malévich fue un elegido. Para bien o para mal. 

    El consenso es unánime. Desde la historia política y económica hasta la filosofía, pasando por la estética, los especialistas hacen coincidir el comienzo del siglo XX (europeo) con la Primera Guerra Mundial. En el prólogo del siglo, esos primeros años desde su inicio hasta 1914, todavía la centuria anterior se derrama sobre su sucesor. El siglo XIX largo, como lo llama Eric Hobsbawn, traspasa las fechas y va a claudicar en sus intenciones decimonónicas frente al estruendo de los cañones y el fragor de las trincheras. Walter Benjamin escribe su célebre Experiencia y pobreza y hace de la guerra una suerte de grado cero de la historia del siglo pasado. No sólo en la crisis que evidencia la transmisión de la experiencia (“Entonces se pudo constatar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”), sino también a esa nueva barbarie en el arte que se presenta como tabula rasa del pasado: “Rechazan la imagen tradicional, solemne, noble del hombre, imagen adornada con todas las ofrendas del pasado, para volverse hacia el contemporáneo desnudo que grita como un recién nacido en los pañales sucios de esta época. “Según Perry Anderson: “El modernismo europeo de los primeros años de este siglo floreció pues en el espacio comprendido entre un pasado clásico todavía usable, un presente técnico todavía indeterminado y un futuro político todavía imprevisible. 0, dicho de otra manera, surgió en la Intersección entre un orden dominante semiaristocrático, una economía capitalista semi-industrializada y un movimiento obrero semiemergente o semiinsurgente.” 

    Ese pasado todavía usable es el que posibilita la aparición de la vanguardia, y en el caso ruso el futuro político tomará la forma de los diez días que estremecieron al mundo, tal como los tituló John Reed, testigo de la revolución. Es verdad que la Revolución Rusa ha corrido por muchos otros carriles, pero el arte fue uno de sus pilares. El compromiso de los artistas con ese episodio único tuvo idas y vueltas, mejores y peores momentos, pero es cierto que, en todo caso, el arte que se produjo en ese tiempo ha sobrevivido a la coyuntura y no sé si podemos decir lo mismo de ella. Además, es notable la manera en la que ese sacudón que arrasa todo lo conocido en términos políticos, sociales y económicos encuentra unos artistas preparados para ello como fueron los que pergeñaron esa vanguardia artística. El Futurismo ruso, con fuertes vínculos con el italiano, en ese ir y venir de una Rusia muy europea y de intercambios permanentes, se adelanta un poco a la Revolución del 17. 

    Malévich participa de ese gesto para recoger el guante que se habían sacado Burliuk, Alexander Kruchenykh, Maiakovski y Velimir Jlébnikov. A mano limpia propinaron “Una bofetada al gusto público”.  Ese fue el título del manifiesto inexorable  con el que los rusos daban comienzo al siglo pasado, en 1912, y pedían tirar por la borda del trasatlántico, ese con el comparaban a la literatura rusa, a varios: “Pushkin, Dostoiesvki, Tolstoi, etcétera, etcétera, deben ser tirados por la borda del vapor del Tiempo Presente… Todos los Máximos Gorkis, Kuprins, Bloks, Sologubs, Remizovs, Averchenkos, Chornys, Kuzmins, Bunins, etcétera, etcétera –sólo necesitan quintas a la orilla de un río. Así recompensa el destino a los sastres”. 

    Esa sentencia, destino de sastre, es impulso suficiente para que Kasimir Malévich quiera ir un poco más allá. Entonces, en 1915, él, que había estudiado en su ciudad natal y luego en Moscú, hizo su primer gran aporte a la historia del arte. En diciembre llenó un salón con pinturas de planos geométricos de color suspendidos en infinitos espacios blancos. En ellas convergen una dinámica espacial y un significado poderoso. El artista sintió que el futuro había llegado y que el Suprematismo, así llamó a la nueva tendencia, era con lo que podían pasar del arte ruso al nuevo arte soviético. Con esta innovación busca la representación del universo sin objetos. La pura forma geométrica, en especial, el cuadrado y el círculo. Es la no representación, la supremacía de la nada, del que “El cuadrado negro” es dechado y lo podemos ver en la muestra y “El cuadrado blanco sobre  fondo blanco”, culminación de esto. 

    Según Evguenia Petrova, curadora de la muestra: “En el momento de la Revolución de 1917, que cambia el destino de las personas y del país, la concepción de Malévich sobre la representación no-objetivista estaba ya formada. Al igual que muchos de sus contemporáneos, abraza entusiasmado la formación de una nueva estructura social. A la par de los innovadores, que apoyan la Revolución, Malévich se involucra en la organización del proceso creativo, que se basa sobre nuevos principios.”
    El viaje de Malévich a Berlín fue el comienzo del fin. Quizá un poco antes, en 1924, con el ascenso de Stalin, empezaron sus problemas. En 1927, participó de la Gran Exposición en esa ciudad. Regresó antes de que cerrara porque tampoco consiguió un puesto de profesor en la escuela que Gropius, fundador de la Bauhaus, dirigía. Estaba barajando emigrar. Setenta pinturas, dibujos y modelos quedaron al cuidado de Hugo Häring, quien los guardó, pero temiendo por ellos, al momento del ascenso del nazismo los dejó en custodia del director del Museo de Hanover. Seguir la ruta de algunas de estas piezas es volver a contar cuentos de emigrados a Estados Unidos, reclamos familiares, sucesiones varias –Malévich se casó tres veces y se cuentan 31 descendientes–, y oscuros episodios de persecución.

    Nunca más retornó a Alemania ni a ningún lado. A su vuelta fue sospechado de espionaje y en 1930 encarcelado por unos días. Los lugartenientes de Stalin estaban por todos lados; muchos, en el mundo del arte. Cinco años después ocurrió su muerte. Entre 1925 y 1953, no se pudo ver obra de Malévich en la URSS. Sobrevivieron en un depósito, olvidadas y catalogadas como arte de segundo orden, de mala calidad. 



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  • Título: INAUGURACIÓN RETROSPECTIVA KAZIMIR MALEVICH
    Autor: Artefe (Santa Fe)
    Fecha: 16/09/2016
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    Por primera vez en Argentina y América Latina, Proa, conjuntamente con el State Russiam Museum, presenta la exposición monumental retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH ( Kiev, 1878 / Leningrado, 1935 ), artista fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX.
    Sábado, 30 de julio entre 17:00 y 20:00hs, En Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929 (y Caminito), La Boca, BS.AS.
    La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas, hasta las últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina y sus singulares personajes geométricos. 
    El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento. 
    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.
    KAZIMIR MALEVICH se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Joseph Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol”, con los 20 trajes que Malevich realiza para la obra de teatro. El video de la obra también será presentado en el Auditorio.
    Un intenso programa de extensión cultural se desarrollará junto al Departamento de Educación de Proa. Incluye propuestas para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV, AUDIOGUÍAS y conversaciones en PROARADIO.
    ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
    Curaduría: Eugenia Petrova
    Organiza: Russian Museum, San Petersburgo - Fundación Proa, Buenos Aires
    Auspicia: Tenaris - Organizacion Techint

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  • Título: KAZIMIR MALEVICH en PROA.
    Autor: Cátedra Arq. Oscar De Antoni
    Fecha: 14/09/2016
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    Agosto - Noviembre 2016

    Kazimir Malevich, Retrospectiva.

    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica Proa, conjuntamente con el State Russiam Museum, presenta la primera exposición monumental retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH ( Kiev, 1878 / Leningrado, 1935 ), artista fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX. 

    fuente: http://proa.org/esp/news-nota.php?id=962



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  • Título: SUPREMATISMO WEARABLE.
    Autor: Alba Barrera
    Fecha: 14/09/2016
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    Xavi Reyes le da un giro arty a los básicos de temporada con una colección cápsula inspirada en el suprematismo de Malevich. El diseñador continua con su esencia minimalista y sportiva con cinco looks unisex que ya puedes encontrar en su tienda online.

     

    Desde que el mundo enloqueciera con el vestido Mondrian de Yves Saint Laurent en 1965, son innumerables las ocasiones en las que la abstracción y los movimientos artísticos de vanguardia han servido de gasolina para impulsar la inspiración dentro del mundo de la moda. Ahora, el arte pictórico encuentra lienzo en propuestas que recorren todo el abanico de la industria, del low cost al haute couture y de las grandes casas al talento emergente. Posiblemente sean los mismos motivos que hacen que a nadie le disguste tener una reproducción de Kandinski en el salón (su sencillez formal, su ausencia de elementos figurativos y su calidez cromática hacen que empaste a la perfección tanto en el nórdico más clean como en el kitsch más ecléctico) los que hacen que muchos encuentren un encanto particular en incorporar esta tendencia a su armario. Es por eso que fanáticos del “arty-wear” no le van a faltar a la nueva colección cápsula de Xavi Reyes. Continuando con su esencia minimalista y sportiva, el diseñador catalán presenta una colección inspirada en Kazimir Malevich, impulsor del suprematismo ruso de principios del siglo XX. Xavi traduce este lenguaje reduccionista en una propuesta de cinco looks unisex, con sólo cinco colores y con las rayas, los degradados, las asimetrías y las geometrías como únicos –y suficientes- recursos que logran reconvertir algunos must de temporada en “básicos suprematistas” (y, sobre todo, wearables). Una cápsula que juega además a favor del genderless como tendencia (¿o evolución?) necesaria para satisfacer los deseos de una sociedad cada vez más carente de etiquetas. Y lo mejor es que ya puedes hacerte con alguna de estas prendas en su tienda online.



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  • Título: Fundación Proa festeja sus 20 años con una exposición retrospectiva de Kazimir Malevich.
    Autor: Mirta Herrero
    Fecha: 14/09/2016
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    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica, Fundación Proa y el State Russian Museum de San Petersburgo presentan “Kazimir Malevich. Retrospectiva”, figura fundamental para comprender las vanguardias históricas que revolucionaron el arte en las primeras décadas del siglo XX.

    Con la curaduría de la especialista doctora Eugenia Petrova, la exhibición, organizada cronológicamente, abarca el panorama creativo del artista ruso (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Un conjunto de más de 50 obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el Cubofuturismo, el gran homenaje  al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

    El Suprematismo, encabezado por Kazimir Malevich, adquiere una gran dimensión en la historia del arte cuando, con su famoso Cuadrado Negro en 1915, se abandona la figuración y es considerado el nacimiento del arte abstracto. El Suprematismo es un punto fundamental de la muestra, acompañado de una gran documentación sobre su influencia. Los "arquitectones" y las porcelanas son piezas clave para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Vestuario diseñado por Malevich para la ópera "La Victoria sobre el Sol"

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, Kazimir Malevich es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento primordial en la historia del arte del siglo XX.

    El vestuario que Kazimir Malevich diseña para la ópera "La Victoria sobre el Sol", realizada en 1913 por Matiushin, Kruchenij y Malevich, es de vital importancia, dado su carácter revolucionario y rupturista. Esta obra es considerada un hito de la experimentación de las vanguardias.

    Joseph Kiblitsky, Eugenia Petrova y Adriana Rosenberg durante la conferencia de prensa

    “Kazimir Malevich traza una línea divisoria con respecto a la representación en la pintura. Este hito fundacional irradia una nueva concepción del arte, y por primera vez en nuestro país y en Latinoamérica, Proa organiza una monumental retrospectiva del artista. Un conjunto de obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el cubofuturismo, el gran homenaje al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

    A partir de sus obras y de sus escritos se puede acceder a sus pensamientos radicales en el arte, siendo Malevich un artista prolífico en sus escritos, en sus manifiestos y en sus ideas sobre la pedagogía artística” expresa Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa.

    El catálogo está concebido para ser una pieza relevante de estudio en español, con textos de referencia y  documentación sobre las obras y vida del artista. Además, un intenso programa de extensión cultural se desarrolla con novedosas propuestas en visitas guiadas y actividades de formación académica.

    Nuevamente, Proa ofrece la audioguía gratuita online para acompañar la visita, junto con el canal Proa TV con videos de la curadora recorriendo la exhibición y Proa Radio dialoga con especialistas sobre el contexto de la época. El nuevo diseño de la web permite acceder a un material de estudio destacado en nuestro país.

     

    La exposición permanecerá hasta noviembre de 2016 y se puede visitar de martes a domingos de 11 a 19 horas en Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Buenos Aires, Argentina.



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  • Título: BA hails abstract art pioneer Malevich exhibition.
    Autor: Silvia Rottenberg
    Fecha: 14/09/2016
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    Ver nota original (Buenos Aires Herald)

    The trailblazing artist’s iconic Black Square takes pride of place in PROA show

    After having to postpone the opening a few times, the much awaited Malevich exhibit at the PROA Foundation in La Boca has finally opened last weekend. “We are proud to be able to show this great master for the first time in Argentina, and Latin America for that matter,” said PROA director Adriana Rosenberg. It is quite an experience to see the paintings that have impacted modern art so greatly in real life: and the famous Black Square is here.

    Kazimir Malevich (1878-1935) was a revolutionary artist living in revolutionary times; lined up at the entrance of the PROA exhibition, a historic timeline contextualizes the master’s work in history. It was the era of war and revolution, which went hand in hand with revolutionary steps in the history of art, based on strong desires to abandon the old and find new languages to represent reality. Blazing his own trail, Malevich went through a period in which he was influenced by Impressionism, and subsequently by Symbolism. Three remarkable rare Symbolist works, studies for frescoes, are on display in the first room, showcasing the completeness of the collection of the State Russian Museum, a co-organizer of this show at PROA.

    Malevich would really start to stir things up when he moved on to Cubo-Futurism and aligned himself with like-minded spirits. He went to one of the artists’ meetings in 1914, wearing a red wooden spoon in the button hole of his coat — “to shift things from the bottom up and from the top to the bottom,” he would say. It became a trademark.

    At that time, he was blending Italian Futurism, dynamic in fierce colours, looking forward, with the layering composition of Cubism, deconstructing the object, reconstructing new ones built of different elements — mostly shapes and sometimes recognizable objects, such as a violin and a cow — in the painting with the same title.

    He would soon leave the object as such, introducing Suprematism, for which he became most famous. This non-object art examines the relationship between emptiness and fullness: it’s the supremacy of the sensation of form and shape in endlessness. With Suprematism, Malevich did not intend to merely make an artistic statement; it went beyond art. It’s spiritual — a philosophy in which he proposed an ideal of geometric shape floating in perfect equilibrium for eternity.

    The Black Square has become the icon of his Suprematism. It’s on view in the second room of the PROA exhibition, next to the Cross and the Circle. All painted in the pure black colour, suggesting the creation of the shape, against a stark white background, hinting at cosmic emptiness.

    The 0,10 exhibition of 1915-1916, where this work was shown for the first time, suggested a new beginning for art. It was a time when there were quite a few social changes — during World War I and a year before the Russian Revolution — which could explain its title. Yet, abandoning the representation of real objects was also a beginning in art — starting from zero, with the mathematical opposition of all or nothing included in the exhibition’s title.

    The Black Square had pride of place in 0,10 a hundred years ago, as we can tell from the photographic imagery also provided at PROA. It was hung in an upper corner, where the religious icon would commonly be placed in the household. The black square became an icon in itself. Representing the dawn of a new age, both historically as well as art historically. The object had been put aside. The artist himself proclaimed that “art in its essence is without objects.”

    At his funeral in 1935, one of the last avant-garde happenings in the Soviet Union, the black square and other iconic geometric shapes were held up in the procession to the cemetery. It wasn’t until the 1980s that Malevich’s works would be on view again in his own country.

    “The works were discovered behind closed doors,” Eugenia Petrova, curator of the exhibit and vice-director of the State Russian Museum, told the Herald. “The works were handed to the museum by the artist’s wife, but the avant-garde art was not considered apt to be shown to the public, according to Soviet guidelines. The museum preserved them anyway, realizing the value of the works for the history of art, and archived them as second-rate art works, avoiding suspicion by authorities.”

    The collection of the State Russian Museum, from where the key pieces have been chosen to display in Buenos Aires, also hosts drawings and writings of the artist. The sketches of his set and costumes of the legendary Futurist (anti-)opera Victory over the Sun (1913) show that the black square was already used there — as the Sun.

    Going to the upper floor of the museum, the players of this opera, who were fighting against the Sun, have come to life. The larger-than- life costumes, designed by Malevich in geometric shapes and primary colours, have been recreated in 2013, a century after the first performance.

    The opera, composed by Mikhail Matyushin with a libretto by poet Aleksei Kruchenykh, marks an important breakthrough for the artist and art in itself, said Joseph Kiblitsky, who has been in charge of its accurate recreation.

    “It’s a pity,” he confessed, “that we won’t be able to stage the opera here, but it will be screened daily in the auditorium.”

    “At one point,” Petrova explained when asked why Malevich returned to more recognizable representations of workers and farmers, “he just couldn’t continue with these abstract shapes anymore, and went on to Supernaturalism, in which he still uses the geometric shapes to paint the farmers.” The farmers in the works of the late 1920s and early 1930s are painted in suggestive metallic triangular cylinders or lack a realistic face. “It’s about his version of a reality,” Petrova said, “and the objects he finds within it.”

    Showing such a complete overview of Malevich’s work, from his earliest works to his last — up until a mask of the artist on his deathbed — with the highlights of his Suprematist period rightfully makes the director of the museum proud. It’s a historic exhibit that should not be missed.

    when and where

     

    Until the end of November at PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929/Caminito) Opening hours: Tuesday to Sunday from 11am to 7pm. See the website www.proa.org for side events, screenings and special tours.



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  • Título: El nacimiento del arte abstracto.
    Autor: Pagina 12
    Fecha: 13/09/2016
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    Pionero de la abstracción y el constructivismo, teórico del Suprematismo, el artista ruso es una figura crucial del arte del siglo XX. La exposición, que incluye más de medio centenar de obras, proviene del Museo del Estado Ruso.

    Anteayer se inauguró una muestra excepcional en la Fundación Proa: se trata de una antología retrospectiva del pintor ruso Kazimir Malevich (1878-1935), figura crucial en la historia del arte abstracto y pionero del constructivismo. También fue un teórico, autor del manifiesto suprematista. Su influencia transformó el diseño, la arquitectura el mobiliario y la tipografía del siglo XX.

    La exposición, que sigue hasta noviembre, proviene de la colección del Museo del Estado Ruso y su concepto es de Evgenia Petrova, curadora (quien trabaja desde 1966 en el Museo en el que actualmente se desempeña como directora adjunta de investigación) y de Joseph Kiblitsky.

    Como explica la directora de Proa, Adriana Rosenberg: “Desde sus inicios, en nuestro programa expositivo consideramos que la presencia de los grandes maestros de la historia del arte del siglo XX, Lucio Fontana, Marcel Duchamp, Rufino Tamayo, Giacometi, el Universo Futurista, Louise Bourgeois o Dan Flavin y Sol LeWitt, entre muchos otros, a lo largo de vente años, son fundamentales para el conocimiento de artistas y público en general. Y así, año a año construimos un extenso y abarcador panorama de los movimientos artísticos destacados desde las vanguardias históricas hasta la contemporaneidad. Malevich se incorpora a esta lista. Por primera vez en nuestro país y en Latinoamérica, Proa organiza una monumental retrospectiva del artista”.

    La exposición se abre con una cronobiografía del y un video realizado por Kiblitsky en donde se resume el contexto social en Rusia desde fines del siglo XIX hasta comienzos del XX.

    La muestra también traza un recorrido cronológico, empezando con el particular simbolismo de Malevich, de 1907. Por ejemplo, en tres óleos sobre cartón (un autorretrato, un estudio para pintura al fresco y un orante).

    Malevich había llegado a Moscú desde Kiev en 1905, a los 27 años, y ya era considerado un maestro del impresionismo ruso. En esta línea hay dos pequeños paisajes en óleo, de 1906. A partir de entonces tomó contacto, en los museos y a través de los libros, con el postimpresionismo francés y los pintores fauvistas.

    En esta sala puede verse el modo en que el pintor va adaptando su formación más clásica a lo que comienza a deslumbrarlo en Moscú. Hay aquí unas pinturas en las que el artista ruso reinterpreta el cubismo. Se incluye un collage en el que se advierte la acumulación y yuxtaposición de elementos compositivos (entre los que se cuenta una imagen de La Gioconda) a la manera picassiana.

    La pintura, ideas y conocimientos de artistas de vanguardia como Larionov y Natalia Goncharova maravillaron a Malevich, junto con el proceso revolucionario ruso, que en el capítulo de la estética postulaba la función social del arte. El pintor transformó la sofisticación impresionista en un primitivismo ex profeso, con motivos campesinos, combinados con aspectos de la estética cubista. En este recorrido, ciertas formas tubulares en la composición de las formas exhiben notorias huellas de la pintura de Léger, combinadas con planos que conforman un sistema y que rebaten la imagen para generar poca ilusión de profundidad y colores contrastados. Es el caso de Retrato perfeccionado de Ivan Kliun, óleo de 1913.

    La articulación de volúmenes y planos generan una abstractización de la imagen hasta conseguir que la temática quede subsumida por una sistematización del modo en que aplica los colores y las formas.

    De algún modo se ve en sus pinturas la influencia del cubismo analítico, con elementos del futurismo, en una síntesis que el artista clasifica como cubofuturismo.

    En la segunda sala se puede ver la obra suprematista.

    La velocidad de los acontecimientos políticos y sociales se entrelaza con el vértigo de la producción y la teoría artísticas. Malevich se enfoca en una serie de pinturas no objetivas que derivan en la teoría suprematista, según la cual combina elementos constructivos para generar formas geométricas no objetivas.

    Desde el suprematismo el pintor postula la construcción de formas que eluden la representación objetiva, para alcanzar un estado de pureza pictórica que, en sus palabras “desenmascare” a toda otra pintura y permita analizar la vida en profunidad. El suprematismo se opone a que el “sentimiento estético” esté en función de los social y político. El alfabeto se reduce al rectángulo, el círculo, el triángulo y la cruz. El cuadrado supone una imagen de pureza.

    En la tercera sala se muestra la vuelta a la figuración, con un nuevo ciclo campesino. Las figuras no tienen cara y sus cabezas son cuadrados negros o rojos. Los fondos geométricos y coloridos permiten inferir, de manera abierta, algo sobre el contexto y la relación de la vanguardia con la política.

    En la sala 4 hay 15 enormes réplicas de personajes con los trajes que Malevich diseñó para la “anti-ópera” futurista La victoria sobre el sol, de 1913, con textos de Kruchenyk y música de Matiushin. Allí aparece por primera vez el cuadrado negro en la producción de Malevich.

    EL MANIFIESTO SUPREMATISTA

    La pureza sensible

    En su manifiesto, de 1915, Malevich escribe, entre otras definiciones y consignas:

    “Por Suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas. Los fenómenos de la naturaleza objetiva en si misma, desde el punto de vista de los Suprematistas carecen de significado; en realidad, la sensibilidad como tal es totalmente independiente del ambiente en que surgió. La llamada ‘concretización’ de la sensibilidad en la conciencia significa, en verdad, una concretización del reflejo de la sensibilidad mediante una representación natural. Esta representación no tienen valor en el arte del Suprematismo. Y no solo en el arte del Suprematismo, sino en el arte en general, porque el valor estable y auténtico de una obra de arte (sea cual sea la escuela a que pertenezca) consiste exclusivamente en la sensibilidad expresada”. (Imagen: óleo de 1929.)

    “El arte ya no quiere estar al servicio de la religión ni del Estado; no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbres, no quiere saber nada del objeto como tal, y cree poder afirmarse sin la cosa (por tanto, sin la fuente válida y experimentada de la vida), sino en sí y por sí”.

    “El cuadrado negro sobre fondo blanco fue la primera forma de expresión de la sensibilidad no-objetiva: cuadrado=sensibilidad; fondo blanco=la Nada, lo que esta fuera de la sensibilidad”.



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  • Título: Desde ayer, ya se puede visitar la muestra de Malevich en Proa .
    Autor: La Razón
    Fecha: 12/09/2016
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    Buenos Aires estrenó ayer la primera retrospectiva en Sudamérica del artista Kazimir Malevich (Kiev, 1878-Leningrado 1935), figura fundamental para comprender las tendencias artísticas del siglo XX. La muestra, alojada en el museo Fundación Proa del barrio de la Boca, “recorre todo el panorama creativo del artista ruso”.
     

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  • Título: El hombre que cambió la pintura del siglo XX.
    Autor: Ana María Battistozzi
    Fecha: 12/09/2016
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    No deja de ser sugestivo que al promediar los años cincuenta, cuando Occidente se empeñaba en asociar la abstracción con el espíritu liberal de las democracias de posguerra, el ruso Kazimir Malévich, muerto veinte años antes, fuera reconocido en el mundo entero como una figura clave del pensamiento abstracto. Fue sin duda uno de los miembros más lúcidos de aquella vanguardia que integraron Alexander Rodchenko, Liubov Popova e Iván Kliun, entre otros que compartieron el camino filosófico-experimental de la monocromía, retomado en Europa y los Estados Unidos recién en los años sesenta.

    Con todo, el conocimiento de su obra en ese momento era escaso y fragmentario, conformado básicamente por el grupo de obras que llevó a Berlín para la muestra que realizó en 1927 y dejó bajo custodia del arquitecto Hugo Haring cuando fue obligado a regresar de urgencia para no volver. Ese conjunto, cedido luego al Museo Stedelijk de Amsterdam, viajó por distintas capitales de Europa y los Estados Unidos y resultó clave para el conocimiento de la obra de Malévich –aún limitado– que tuvo Occidente al menos hasta 1988. Fue en diciembre de ese año cuando por primera vez se pudo organizar una retrospectiva de su obra con la colaboración del Stedelijk de Amsterdam, la galería Tetriakov de Moscú y el Museo del Estado Ruso, que facilita ahora su arribo a Buenos Aires.

    Podría mencionarse como dato simbólico el hecho de que entonces dos de sus trabajos más radicales –“Composición suprematista blanco sobre blanco”, de 1918, y “Cuadrado negro” (circa 1923)– se encontraran repartidos en los polos que enfrentó la Guerra Fría. El primero, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el segundo, en el Museo Ruso de Leningrado (hoy San Petersburgo) de donde procede ahora, integrando el conjunto de la exhibición que le dedica Proa al artista.

    Repasar la historia personal de Malévich entre 1910 y 1930 es repasar de algún modo la historia de la gran aventura de las vanguardias políticas y artísticas del siglo XX. Dos décadas que liberaron el más poderoso caudal de innovaciones que marcó al arte del siglo pero nada pudieron hacer frente al avance del totalitarismo.

    Respecto de Malévich, el teórico alemán Borys Groys, gran conocedor del arte de Rusia y de la Unión Soviética, donde se formó, destaca en un ensayo de sus más recientes libros publicados en Buenos Aires el derrotero que sigue Malévich hasta llegar al “Cuadrado negro”. Lo define como uno de los más radicales planteos del programa de reducción de la imagen que llevó a cabo el arte moderno. El artista lo consumó en el tránsito que su propia obra cumplió a través del postimpresionismo, el fauvismo, el neoprimitivismo, el cubismo y el futurismo. La fundamentación teórica del suprematismo que lo condujo a la destrucción más profunda de la imagen tradicional es en gran medida resultado de eso. Y en ese sentido es considerado una de las figuras que llevó este proceso hasta sus fronteras más extremas.

    Mucho se ha hablado del “Cuadrado negro” como el momento en que la pintura es reducida a su grado cero. Pero tanto o más importante es el curso reflexivo que siguió Malévich antes y después de llegar a eso. Muy probablemente en el cruce de su adhesión al futurismo y al proceso revolucionario que protagonizó Rusia desde comienzos del siglo veinte. No debiera extrañar en esa dirección la orientación radical que Malévich asumió en el sentido de apuntar a la destrucción total de la cultura del pasado. De hecho, a pesar de que la Revolución lo designó director y conservador de los museos artísticos de Moscú, fue uno de los más fervientes opositores a que el Estado se hiciera cargo de conservar las viejas colecciones del pasado. Tampoco debiera sorprender que su proceso creativo culminara también en la más radical destrucción de la imagen tradicional. Más allá de que se hubiera iniciado en su carrera pintando íconos y que por distintas razones, que no pueden ser desligadas de los cambios políticos que sobrevinieron después de 1924, terminara restaurándola.

    Quien visite la muestra que abre mañana en Proa podrá seguir este proceso, sin duda una de las más fascinantes aventuras del arte moderno. Podrá partir del grupo de primeras pinturas que realizó al despuntar el siglo bajo influencia del postimpresionismo y el simbolismo al grupo de tres que denuncia la poderosa influencia del cubismo y el futurismo que, como es sabido, tuvo en Rusia un desarrollo tanto o más poderoso que en Italia.

    Faltan en el conjunto retrospectivo que presenta Proa algunas imágenes del capítulo primero de las escenas campesinas que realizó entre 1909 y 1911. Se trata de imágenes características, relacionadas con el universo de los íconos y las estampas populares lubok en las que las figuras son representadas como una fuerza poderosa cercana a la máquina. Hubiera sido interesante comparar estas imágenes con las que realiza después de 1928, cuando su obra produce un giro de retorno a la figuración, donde resuenan sin embargo ecos de la revolucionaria experiencia suprematista. Aunque no deja de ser un retorno problemático a los orígenes, de todos modos.

    El suprematismo o la “supremacía del sentimiento puro en el arte creativo” fue sin lugar a dudas el mayor aporte que Malévich hizo a la historia del arte moderno. Considerado por muchos el punto culminante de su obra y uno de los mayores desarrollos artísticos del siglo XX, la tesis filosófico-artística que plantea en torno del estado primigenio de la energía y el modo en que el arte puede hacerlo visible se remonta a 1913. Las primeras ideas relacionadas con esta cuestión aparecen de manera más o menos inconsciente en el artista al promediar ese año, cuando realizaba los bocetos del vestuario y la escenografía para la ópera futurista Victoria sobre el sol . El conjunto que llega ahora a Proa incluye una filmación de la reconstrucción de esa ópera que se hizo para el centenario de la presentación de 1913 en el Luna Park de San Petersburgo con música original de Mijaíl Matiushin y textos de Alexei Kruchenykh. También incluye trajes del vestuario que concibió Malévich. En aquella primera versión un telón de fondo caía cuando se lograba “la victoria sobre el sol”.  Tenía en su diseño un cuadrado partido en diagonal, al parecer como símbolo de la división entre la noche y el día. Ese telón ha sido considerado el primer antecedente del cuadrado suprematista. Al parecer ni el propio Malévich se había dado cuenta entonces del alcance ni de la trascendencia de esa figura. A un punto tal que, cuando Matiushin le propone publicar una segunda versión de la ópera dos años más tarde, le recomienda muy especialmente no omitir el dibujo del telón. “Ese dibujo –advierte– será de gran importancia para la pintura. Lo que entonces surgió de manera inconsciente hoy trae frutos inusitados”. Y como si hiciera falta algo más, le envió una nueva carta con el dibujo y el siguiente comentario: “El telón representa un cuadrado, el germen de todas las posibilidades, la forma que en el curso de su desarrollo alcanza una fuerza gigantesca. Es el padre del cubo y el círculo. Sus fragmentaciones aportarán a la pintura una cultura asombrosa”.

    Podría decirse que es allí cuando comienza la gran aventura del suprematismo que propone aplicar al arte la tesis de la ciencia según la cual la materia es energía-origen del universo y de todo. Esto es algo que el arte nunca había hecho visible y, según Malévich, debiera ser la tarea del arte moderno y del futuro. Con este objetivo en el horizonte, emprende la tarea de articular un nuevo lenguaje formal. Un lenguaje que, para que el espectador comprenda, debe empezar desde cero. Así, el cuadrado será la forma básica preparatoria para ese lenguaje hasta entonces desconocido.

    El mundo objetivo quedará así reducido a esta forma básica. A partir de ella, Malévich desarrollará todo un catálogo de formas llamadas a representar las tensiones energéticas que tienen lugar en el cosmos. Así, del cuadrado surge el círculo; de su división, dos rectángulos con los cuales se pueden formar otros rectángulos alargados y también la cruz. En la exhibición de Proa hay tres piezas realizadas entre 1915 y 1916 –“Suprematismo”; “Suprematismo Supremo 58” y “Cuadrado rojo (Realismo pictórico de una campesina en dos dimensiones)”– que ilustran de manera precisa el recorrido de ese pensamiento.

    1915 fue un año de cambios y definiciones fundamentales en la obra de Malévich. En diciembre organiza en San Petersburgo 0.10 Ultima exhibición futurista, que constituye un punto de llegada y a la vez un punto de partida. Allí hace la presentación oficial de su arte no-objetivo revolucionario con treinta y nueve piezas suprematistas que venía realizando desde 1913. Ese mismo año da a conocer también el primer texto de interés con relación a sus búsquedas: Del cubismo y el futurismo al suprematismo . Limitadas a la interacción de un puñado de formas y colores básicos, sus pinturas suprematistas ocuparon allí dos paredes enteras del piso al techo. En ese conjunto incluyó por primera vez el cuadrado negro sobre blanco, ubicándolo de manera estratégica: en lo alto en una esquina de la sala.

    La elección del lugar es por demás significativa: se trata nada más ni nada menos que de la llamada “esquina hermosa” donde la tradición ortodoxa ubicaba a los íconos. Los colores que aparecen en estas obras tendrán de aquí en más valor simbólico: el rojo es la revolución y el blanco el movimiento puro. Otro dato de época: una de las versiones de aquel primer “Cuadrado negro” exhibía en cada uno de sus bordes blancos un texto en latín, “ et sic in infinitum ” (y así hasta el infinito). Es decir: allí residía el origen de todo.

    En 1917 Malévich es designado director y conservador de todos los centros artísticos de Moscú, posición que lo pone en tensión respecto de sus propias convicciones. Enseña en los Talleres de Arte Libre y es designado en la academia de arte de Vitebsk. Pero al año siguiente empieza a separarse de la pintura para ocuparse del suprematismo espacial con los Arquitekton y Planitei . Se trata de proyectos arquitectónicos abstractos y objetivos, planteados como croquis ideales de futuros edificios o estaciones espaciales. La exhibición de Proa incluye algunos, así como algunas piezas de vajilla, todo lo cual da cuenta de la impresionante proyección futura de la mente de este artista que concibió esto en la segunda década del siglo XX.

    De todos modos, para una mejor comprensión de la relación entre la revolución artística que protagonizó Malévich y la revolución política que tuvo lugar en Rusia en 1917, resulta interesante lo que propone Boris Groys al diferenciar el momento verdaderamente revolucionario desde el punto de vista artístico que es anterior a la Revolución de Octubre. Contrariamente a lo que se ha sostenido – afirma– no se puede hablar de vanguardia en la época soviética. Básicamente, porque dejó de ser crítica y fue afirmativa del statu quo postrevolucionario. De hecho en el texto Del museo que Malévich escribe en 1919 siendo director de Museos de Moscú, se manifestó en contra de la política sostenida por el comisariado político soviético con relación a los patrimonios de museos. Si el “Cuadrado negro” representó en su obra la destrucción de la cultura tradicional, no cabe duda de que el empeño puesto en esas mismas ideas hasta avanzada la década del veinte debe haber sido el origen de sus problemas. De hecho, en 1926 fue despojado de su cargo de director del GINCHUK, el Instituto de Cultura Artística de Petrogrado, e irá perdiendo consideración. Sus últimas pinturas, el retrato de su esposa y su autorretrato, son conmovedores en el sentido de que revelan la disyuntiva que en un punto le planteó su adhesión a la revolución artística o a la revolución política.



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  • Título: La suprema abstracción de Malévich llega a Argentina.
    Autor: Mar Centera
    Fecha: 12/09/2016
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    Un Cuadrado negro pintado sobre un lienzo blanco. Esta obra del artista rusoKazimir Malévich (1878-1935), firmada en 1915 y considerada el nacimiento del arte abstracto, es la obra estrella de la primera retrospectiva en Argentina y Latinoamérica de esta figura fundamental de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. La muestra, inaugurada el domingo en la Fundación Proade Buenos Aires, está organizada de forma cronológica, a modo de introducción de Malévich para el público argentino, que podrá apreciar sus primeras pinturas simbolistas, su paso por el cubofuturismo, el suprematismo con el que consiguió renombre internacional y el "segundo ciclo campesino" de las pinturas que realizó en los últimos años de su vida.

     

     

    Se trata de más de 50 obras procedentes del Museo Estatal Ruso, en su mayoría pinturas, pero también objetos en porcelana, esculturas en yeso, vídeos y numerosa documentación. Incluye también una línea del tiempo de la obra de Malévich y de los principales acontecimientos históricos de Rusia, ya que se trayectoria artística es inseparable de los cambios vividos por el país en el siglo XX. La ruptura con la representación visual de la realidad que simbolizó elCuadrado negro estaba en sintonía con el fuerte deseo de cambio que se vivía en la Rusia prerrevolucionaria. La obra, de la que realizó cuatro versiones, se convirtió en el manifiesto visual del suprematismo, el movimiento artístico de geometría abstracta que inventó. Pretendía representar “la supremacía del color y la forma y empezar de cero”.

    El artista apoyó en un primer momento la Revolución de 1917, pero tras la llegada de Josef Stalin al poder, en 1924, comenzó a sentirse asfixiado por el régimen en medio del realismo socialista que se buscaba imponer. En 1923 había sido nombrado director del Instituto de Cultura Artística de Petrogrado (San Petesburgo), pero tres años después el centro fue cerrado por "contrarrevolucionario". La situación empeoró a partir de 1927, cuando triunfó en una retrospectiva en Berlín y a su vuelta se le prohibió volver a salir de la URSS. En sus últimos años regresó a la figuración y se apropió de la estética popular para incluirla dentro de la vanguardia. Así, sus trabajadores carecen de rostro, sus cabezas son reemplazadas por cuadrados negros o rojos y los fondos son coloridos y geométricos.

    Tras su muerte, en 1935, gran parte de la colección de Malévich en el Museo Estatal Ruso se mantuvo fuera de exposición hasta 1988. "Las obras de vanguardia estuvieron escondidas en el piso de arriba del museo e inscritas en el inventario como obras de segunda línea. De esa forma se pudo conservar la colección frente a las revisiones oficiales", detalló en rueda de prensa la comisaria de la exposición, Eugenia Petrova.

    UNA ÓPERA FUTURISTA

    Para llegar al grado cero de la forma y el sentido, la forma mínima para producir un efecto de invisibilidad, Malévich abrazó previamente numerosos estilos de sus contemporáneos: el impresionismo, el simbolismo, el fauvismo y el cubofuturismo. El origen de su pieza más emblemática, que se expone en Buenos Aires acompañada de Círculo negro y Cruz Negra, se remonta al nacimiento de la ópera futurista Victoria sobre el sol, creada en 1913 junto al músico Mikhail Matyushin y los poetas Aleksei Kruchenykh y Velimir Khlebnikov.

    El grupo abogó por la disolución del lenguaje y del pensamiento racional y la música futurista incluyó poemas fonéticos y disparos de rifle al lado de canciones convencionales. Frente a las connotaciones positivas del sol, Malévich lo substituyó por un cuadrado negro y diseñó también el vestuario geométrico de los personajes con estopa pintada sobre cartón grueso, lo que dificultaba los movimientos de los personajes. Los trajes y la ópera ocupan la cuarta y última planta de la exposición.

    "El Cuadro negro de Malévich es tan conocido como el logo de Coca-Cola", afirma el artista ruso Joseph Kiblitsky en la rueda de prensa. La frase suena exagerada en Buenos Aires, a más de 13.000 kilómetros de San Petersburgo, pero la exposición de Proa aporta su grano de arena para familiarizar al público argentino con el radical artista ruso y permitir a los amantes de Malévich a contemplarlo de cerca por primera vez en el país.



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  • Título: Por primera vez en el país se expone la obra del fundador del suprematismo, Kazimir Malevich.
    Autor: Diario Registrado
    Fecha: 12/09/2016
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    "El Suprematismo es el arte puro reencontrado, ese arte que, con el andar del tiempo, se ha vuelto invisible, oculto por la multiplicación de las cosas", escribió Kazimir Malevich en el manifiesto dado a conocer en 1915;  el mismo año en que pintó Cuadrado Negro y con el que se considera el inicio del arte abstracto. 

    Un cuadrado negro que, como indicó el especialista Joseph Kiblitsky, -  junto con la curadora de la muestra,  la Dra. Eugenia Petrova y la directora de Proa, Adriana Rosenberg- es "una marca ya tan conocida como la Coca- Cola". Si bien el movimiento artístico ruso Suprematista, que fue contemporáneo al Constructivismo, es una pieza clave del recorrido en la retrospectiva, ésta esta pensada para conocer a Malevich en sus diferentes procesos en el mundo del arte. 

    "Los tratados teóricos y las búsquedas artísticas de Malevich están penetrados, casi en su totalidad, por las ideas sobre el Universo, el Cosmos y la relación entre el Hombre y el Espacio circundante. En este sentido, Cuadrado negro, se convierte para Malevich en una expresión filosófico-artística de la Nada Universal, de la inexistencia completa, donde nace -sin embrago- algo Nuevo y Desconocido", desarrolla Petrova en "El camino creativo de Malevich". 

    La muestra se inaugura con un recorrido por la cronología en la vida del artista y un vídeo realizado por Kiblitsky para que el visitante pueda comprender el contexto social (fines del siglo XIX y principios del XX en Rusia) que atravesó la vida de este artista soviético, nacido en Kiev (Ucrania) en 1878. Malevich tuvo su primera exhibición en 1911 y una activa participación en el ambiente artístico luego de la Revolución Rusa de 1917 con publicaciones teóricas y pedagógicas que lo ubicaron en un lugar destacado de la vanguardia.

    El simbolismo y los primeros trabajos cubofuturistas impactan al visitante con su particular lenguaje visual que luego, en la segunda sala, da un salto hacia el Suprematismo. Malevich escribió, en 1915, sobre el movimiento que fundó: "El valor estable y auténtico de una obra de arte (sea cual sea la escuela a que pertenezca) consiste exclusivamente en la sensibilidad expresada". Y es esa nueva sensibilidad la que no sólo va a expresarse en los lienzos sino también en la vida cotidiana con las piezas de porcelana y los "arquitectones" (arquitectura utópica) al pensar en una nueva forma de vida en la que el arte no se encierra en una torre de marfil y se piensa "en relación con el pueblo". 

    En la tercera sala puede apreciarse la vuelta de Malevich a la figuración en su "segundo ciclo campesino" pero sin desconocer sus  experimentaciones previas con escenas rurales de trabajadores sin rostros o cuyas cabezas fueron reemplazadas por cuadrados rojos y negros.  Una explosión de colores que ofrece una nueva mirada sobre la cotidianidad y la necesidad de retomar los valores de la Revolución Rusa.

    La muestra continúa en el primer piso de la Fundación en la que el foco principal está en los trajes e idea de la anti-opera La victoria sobre el sol. La réplica de los trajes (reconstruidos en 2013) permite apreciar lo revolucionario de las ideas de Malevich. Kibilistky explica: "Se trata un tipo de ópera conocido en Rusia como misteria (ópera donde se mezclan temas religiosos y mundanos), que fue compuesta en 1913 por Alexei Kruchenyj (libreto), Mijail Matiushin (música) y Kazimir Malévich (trajes y decorados) . Debió pasar mucho tiempo antes de que fuera revalorizada la importancia de esta ópera capital, y se intentara su reconstrucción". Incluso en el día de su estreno, luego de tan solo dos ensayos, no estuvo exento de incidentes con los jóvenes actores y el escaso presupuesto para su realización. Las reconstrucciones de los  trajes exhibidos atraen por su tamaño, colores y por cierta fragilidad de los materiales junto con la visualización de otra forma de comprender las formas. 

    Continuando con la idea de presentar al visitante un orden cronológico sobre el trabajo de Malevich, la muestra finaliza con imágenes del funeral del artista (San Petersburgo, 1935) que pidió ser "velado junto a sus obras" mientras recibía el reconocimiento de sus contemporáneos. Además puede apreciarse una copia de su mano y máscara mortuoria. 

    20 años de Proa

    "Kazimir Malevich traza una línea divisoria con respecto a la presentación en la pintura", escribe Adriana Rosenberg en pleno comienzo de los festejos por los 20 años de la Fundación  donde siempre se da lugar, desde sus inicios, a la "presencia de los grandes maestros de la historia del arte del siglo XX; Lucio Fontana, Marcel Duchamp, Ruffino Tamayo, Giacometti, el Universo Futurista, Louise Bourgeois o Dan Flavin y Sol Lewitt, entre muchos otros". 

    La muestra de Malevich es una gran pieza dentro del festejo de la Fundación que además propondrá clases magistrales, ciclos, un completo catálogo contextualizador y diversas actividades educativas que pueden chequearse en su web hasta el mes de noviembre. 

    La retrospectiva de Kazimir Malevich invita a conocer, por primera vez en nuestro país, un momento único y artístico de la humanidad donde la revolución estaba a flor de cada pincel, mirada e idea.



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  • Título: Malevich o los temblores del arte y la revolución.
    Autor: Diego Rojas
    Fecha: 12/09/2016
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    Luego de un accidentado periplo debido a la posibilidad de que se incautara (tal como sucedió con nuestra fragata Sarmiento en Ghana, por una acción de los fondos buitre) la obra de Kazimir Malevich en la Argentina, finalmente se inauguró una muestra fundamental para la reflexión sobre los alcances del arte —y también su relación con la política, es decir, con la revolución social. Ya no hay peligro de embargo, sin embargo —y valga la cacofonía—, quedan todos los otros peligros de pensar al arte como un hecho vital de alcances existenciales y sociales potentes.

    La irrupción de la vanguardia artística quedará en la historia no sólo del arte, sino de las sociedades, como un gran momento de intensidad cultural y política. El derrotero de estos artistas que conmovieron la segunda década del siglo XX estaba marcado por dos mandamientos fundamentales: el "Hay que cambiar la vida", de Arthur Rimbaud y el "Es necesario transformar la sociedad", de Karl Marx. La posibilidad de la revolución latía en el espectro social y también en el artístico. La vanguardia artística quiso conjugar las dos esferas.

    Kazimir Malevich fue uno de los artistas fundantes de la era contemporánea respecto al arte. Su obra intentó llegar al grado cero del lenguaje artístico como una forma de llevar adelante un proyecto desacralizador de todas las cuestiones de la vida y la sociedad: para construir un mundo nuevo había que deconstruirlo para comprender el método de sus cimientos. Fundó el suprematismo, cuyo objetivo era plasmar la obra despojándola de la representación y buscando, en cambio, el uso de la geometría como base para el desarrollo plástico. En 1915, expuso su obra Cuadrado negro sobre cuadrado blanco, que cambiará la concepción del arte hasta nuestros días.

    Malevich desarrolló su accionar artístico en medio de un mundo convulsionado y cambiante día a día. En 1915, presentó su cuadro fundacional, pero es necesario recordar que era un tiempo atravesado por una guerra en la que participaban las principales naciones del mundo, incluida su propia Rusia. En los países centrales europeos se desarrollaba el movimiento Dadá —en Suiza y Francia—, que proclamaba el reino de la revulsión social y cultural: había que transformarlo todo. Luego, obtendría otras formas a través del surrealismo. Mientras tanto, los poderosos partidos socialdemócratas del continente se sumergían en el chauvinismo y se ponían del lado de sus naciones en la conflagración que asesinaba a trabajadores sin importar fronteras. Las mejores mentes del campo artístico y político se plantaron en el repudio hacia la guerra mundial: confluyeron los revolucionarios socialistas y la vanguardia artística, entonces (Sin embargo, debemos anotar que los futuristas italianos se embarcaron en la guerra y que muchos artistas perecieron peleando por su patria, en una línea de coherencia con su exaltación de la guerra como método para destruir todo para fundar un mundo nuevo. Luego, su movimiento decayó). Malevich, en 1914, realizó acciones artísticas antibelicistas.

    Malevich escribió junto a Vladimir Mayakovsky y Velimir Jlébnikov (que luego fundaría la poesía sonora, que intentaría romper el signo basándose en el mínimo fonema) el manifiesto "Una bofetada al gusto público". Se trataba de avanzar contra la corriente. Antes, Malevich había sido parte de la construcción de la primera ópera futurista, Victoria sobre el sol, que plantea en su mismo nombre un programa político abarcador: había que vencerlo todo, incluso a la naturaleza. Si la clase obrera se encontraba en esos momentos desarrollando su perspectiva política de gobierno, los artistas no quedaban rezagados en la misión de cambiarlo todo.

    Fue una relación productiva y conflictiva a la vez. En febrero de 1917, en Rusia, una revolución derrocó al zar Nicolás II. En octubre de ese mismo año, se instaló la república de los soviets de obreros, soldados y campesinos y, por primera vez en la historia mundial, un Estado fue dirigido por los representantes de la clase proletaria. Los miembros de la vanguardia artística rusa (un fenómeno particular que confluía con lo más desarrollado de las naciones centrales en un país atrasado y analfabeto como Rusia, en una demostración cabal de la teoría del desarrollo desigual y combinado que proponía León Trotsky) se plegaron a la tarea de la construcción de la nueva sociedad.

    Quizás con demasiado ímpetu, ya que los vanguardistas querían destruirlo todo para comenzar de cero, mientras los bolcheviques en el poder querían rescatar lo mejor de la herencia del arte burgués para imprimirlo al espíritu de los nuevos tiempos. Tal fue la discusión que se llevó adelante entre Trotsky y los representantes del Proletkult, con Bogdánov a la cabeza, que señalaban la hora de un arte proletario, mientras el dirigente de la revolución indicaba la imposibilidad lógica de un arte de esa naturaleza social que desconociera los aportes del pasado. En ese clima de debate intelectual, y mientras se desarrollaba una guerra civil y el Ejército Rojo hacía frente a catorce ejércitos extranjeros, se produjo la mayor energía del pensamiento, con su consecuencia artística.

    Todo quedó sepultado con el termidor estalinista, que impuso un arte estatal celebratorio de un supuesto comunismo, al que, falsamente, habría llegado la sociedad soviética.

    Kazimir Malevich resistió. Fue arrestado alguna vez por sus posiciones, sin embargo, nunca perdió una oficina en el Museo de Arte de Moscú, en la que pudo seguir desarrollando su arte experimental. Murió el 15 de mayo de 1935, un año antes de las purgas de los juicios de Moscú, que terminaron con el fusilamiento de miles de revolucionarios en el cénit del ascenso de la burocracia estalinista, enterradora del proceso iniciado en octubre de 1917.

    A partir del domingo se podrá apreciar la muestra retrospectiva de Kazimir Malevich en las instalaciones de la Fundación Proa, en La Boca. Es una gran oportunidad para volver a debatir las relaciones entre arte y revolución.

    El autor es periodista, publicó los libros "¿Quién mató a Mariano Ferreyra?", "Argentuits, pasiones políticas en 140 caracteres" y "El kirchnerismo feudal. La verdadera cara de Cristina en las provincias".


     

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  • Título: Buenos Aires estrena la primera retrospectiva de Kazimir Malevich en Suramérica.
    Autor: FoxNews Latino
    Fecha: 11/09/2016
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    Buenos Aires (Argentina) estrena hoy la primera retrospectiva en Suramérica del artista Kazimir Malevich (Kiev, 1878-Leningrado 1935), figura fundamental para comprender las tendencias artísticas del siglo XX, informaron fuentes de la organización.

     

     

    La muestra, alojada en el museo Fundación Proa del barrio de la Boca (parte sur de Buenos Aires), "recorre todo el panorama creativo del artista ruso centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística"

    "Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas e impresionistas, hasta las últimas pinturas de retratos y paisajes, donde da cuenta de la vida campesina con sus singulares personajes geométricos", especifica Proa en la presentación de la exposición.

    "El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento, incluyendo cumbres de su obra abstracta (cuadrado, la cruz y el círculo negros) hasta obras menos conocidas de su posterior vertiente Suprematista icónica (deportistas, caballería roja, etc)", prosigue.

    También se incluyen en la exhibición los "arquitectones" y las porcelanas, piezas fundamentales para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Las obras provienen de la colección del Museo Estatal Ruso (San Petersburgo) y se podrán visitar hasta el próximo noviembre.

    Además de la muestra, curada por Eugenia Petrova, Proa propone un extenso programa de extensión cultural con énfasis en lo educativo.



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  • Título: Malevich: la vanguardia artística y la revolución.
    Autor: Partido Obrero
    Fecha: 11/09/2016
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    Se inaugura una retrospectiva del ruso que transformó el arte contemporáneo.

     

    La retrospectiva sobre la obra del ruso Kazemir Malevich que se inaugura esta tarde en Fundación Proa, en La Boca, es sin dudas uno de los acontecimientos artísticos del año.
     
    Malevich fue uno de los protagonistas del arte de vanguardia ruso que tuvo su apogeo a mediados de la década de 1910 y que coincidió con el ascenso de la revolución obrera, que los artistas apoyaron activamente en sus primeros momentos, aunque la relación con el naciente Estado soviético no dejaría de ser conflictiva. Fundador del suprematismo, el uso de la geometría como material plástico esencial y su intención de llegar al grado cero del lenguaje artístico produciría una transformación en la percepción del arte que influiría a todo el siglo XX, sobre todo a partir de su obra fundante Cuadrado negro.
     
    Nacido en 1879 –mismo año de nacimiento de Lev Davidovich Bronstein, luego conocido como Trotski–, Malevich comenzó su inclinación por las artes plásticas desde muy temprano y adhirió al realismo, al impresionismo y al simbolismo antes de desarrollar sus propias concepciones artísticas, influido por el clima de las vanguardias artísticas que recorría las principales naciones europeas. Como todos los actores de su generación, se vio atravesado por la convulsión política de aquellos años y ya en 1905 participó de la lucha de barricadas callejeras en Moscú –ciudad en la que residiría la mayor parte de su vida– durante la revolución que se produjo ese año (la muestra en Proa comienza con una sala que presenta una muy didáctica línea temporal que muestra la biografía de Malevich en paralelo a los acontecimientos políticos que vivía Rusia y cuenta con imágenes fílmicas poco conocidas de las revoluciones de 1905 y 1917). 
     
    Malevich tomó contacto con los futuristas italianos y estrechó amistad con los artistas rusos que preparaban el caldo mismo en el que se templaría la vanguardia. En 1913 formó parte de la realización de la ópera futurista Victoria sobre el sol, compuesta a Aleksei Kruchenij en el texto (que escribió en zaum, una forma precursora de la posterior poesía sonora desarrollada por Velimir Jlebnikov –y que confluiría con los estudios literarios formalistas impulsados por Víctor Shlovsky), Mijail Matiushin en la música y con su participación en el diseño de vestuario y de la puesta. La ópera de vanguardia planteaba el secuestro del sol por parte de los protagonistas y el triunfo de la oscuridad que permitiría la realización de un mundo nuevo. En uno de los telones Malevich realizó una primera versión de Cuadrado negro, que dos años después plasmaría en el lienzo en la primera exposición suprematista. La muestra cuenta con los disfraces que usaron los actores de la ópera reconstruidos y también exhibe todos los días a las 18 una filmación de Victoria sobre el sol de reciente realización.
     
    Al iniciarse la Gran Guerra, Malevich participó de acciones de protesta antibelicista. En 1915 exhibe el Cuadrado negro y declara fundado el suprematismo, que postulaba el triunfo sobre la figuración y la vigencia de la forma geométrica y el color como medio para la realización de la obra. El intento del acercamiento a un grado cero del lenguaje artístico estaba en sincronía con los intentos de destruir el signo linguístico de Jlebnikov y, en suma, en la tendencia de la vanguardia a proponer una tabula rasa para que se construyan nuevas bases sociales y artísticas desde el comienzo. Luego del ascenso de los bolcheviques al poder, los artistas de la vanguardia adherirán al Estado soviético y considerarán que es la oportunidad de desplegar su propuesta y conjugarla con las transformaciones del nuevo tiempo político. Malevich organizó las conmemoraciones de la revolución de Octubre que tuvieron lugar en Vitebsk en 1920. Desde la revolución de Febrero de 1917 Malevich había participado como encargado artístico de la representación soviética en Moscú y, consolidada la revolución bolchevique, siguió con su participación en el ámbito estatal para la difusión del arte –que él consideraba que debía ser un arte nuevo–. 
     
    La intención de la vanguardia de un arte sostenido en la destrucción del arte viejo fue uno de los ejes de disputa con los representantes del nuevo Estado soviético, que planteaban la aprehensión de lo mejor de la herencia del arte burgués para el desarrollo de la cultura contemporánea. Sin embargo, el debate con la vanguardia artística no procuró que el Estado soviético les impusiera su criterio sino que, al contrario, permitió el desarrollo libre de la experimentación artística. Una característica que cambiaría con el ascenso del Termidor soviético y la consolidación del gobierno de Josef Stalin. En 1930 Malevich sufriría un corto arresto. ¿El retorno a la figuración por parte de Malevich estuvo relacionado con el ascenso de un arte oficial estatal que luego devendría en la consagración del “realismo socialista”? Es una de las incógnitas de la obra final de su vida. Sin embargo, en su retorno figurativista (que Malevich denominó supernaturalismo) firmó sus obras no con su nombre, sino con un cuadrado negro. Malevich falleció en 1935, un año antes de los juicios de Moscú y las purgas estalinianas, momento cúlmine de la reacción termidoriana encabezada por Stalin.
    La presencia en Buenos Aires de su obra permite la observación y reflexión sobre uno de los momentos más productivos e innovadores de la historia del arte contemporáneo, que no fue esquivo a los destinos de la revolución obrera de aquellos tiempos. 
     
     

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  • Título: Exhiben la obra de Malevich por primera vez en Sudamérica.
    Autor: El Universal
    Fecha: 10/09/2016
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    Una gran retrospectiva de la obra del pintor ruso, uno de los principales representantes del suprematismo y la vanguardia rusa, será exhibida a partir de mañana en la Fundación Proa de Buenos Aires.

     

    Buenos Aires.- Una gran retrospectiva de la obra del pintor ruso Kazimir Malevich (1878-1935), uno de los principales representantes del suprematismo y la vanguardia rusa, será exhibida a partir de mañana en la Fundación Proa de Buenos Aires, por primera vez en Sudamérica.

    La muestra abre en Buenos Aires con un mes de retraso, después de intensas negociaciones diplomáticas con el Estado ruso que pidió expresas garantías de que las obras no serían embargadas en Argentina en el marco de una demanda judicial abierta por un magnate ruso contra Moscú.

    La colección salió pocas veces de Rusia y muy pocos museos del mundo poseen alguna de sus obras.

    Más de 50 obras integran la retrospectiva que abarca desde las primeras pinturas simbolistas, el cubofuturismo, el suprematismo y varios de sus retratos populares.

    También incluye varios trajes del vestuario de su emblemática ópera Victoria sobre el sol (1913) que dio origen dos años después a la pintura Cuadrado negro (1915), una de las obras fundamentales de la pintura del siglo XX y símbolo del suprematismo ruso, con el que se abandona la figuración y da nacimiento al arte abstracto.

    "La ópera da cuenta de lo que fue el momento revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa", destacó la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg, en la presentación de la muestra. El vestuario creado por el artista ruso, como toda la ópera, es de carácter revolucionario y rupturista y la obra fue considerada un hito en la experimentación de las vanguardias.

    La serie del Cuadrado negroCírculo negro y Cruz negra pone al espectador frente a la fuerza del suprematismo ruso y permite entender la evolución del artista, cuya obra estuvo bajo llave hasta los años 80 en un salón olvidado en el piso superior del Museo Estatal ruso gracias a la iniciativa de sus colaboradores que con disimulo la escondieron allí para evitar su destrucción durante la era de la Unión Soviética.

    "El suprematismo es una metáfora sobre el futuro. El Cuadrado negro es el grado cero, el punto de partida de algo nuevo", precisó la curadora de la muestra, la rusa Eugenia Petrova, experta en arte ruso y directora de investigaciones del Museo Estatal de Rusia de San Petersburgo. "Malevich entendió que detrás del Cuadrado negro había algo más, fue el primero en encontrar el camino al diseño", agregó el experto Joseph Kiblitsky.

    El conjunto de las obras está acompañado de una extensa documentación de época, fotos, gigantografías, videos y audioguías, además de la exhibición en pantalla grande de la famosa ópera de Malevich.

    La retrospectiva abrirá sus puertas hasta noviembre en la Fundación Proa, que celebra su vigésimo aniversario desde su creación en el tradicional barrio de La Boca de Buenos Aires, junto al colorido "Caminito" y frente al Riachuelo.

    Estará acompañada además por una producción multidisciplinaria para estudiar y comprender la obra de Malevich, como por ejemplo un curso sobre el artista ruso organizado junto a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), un desfile de moda inspirado en sus creaciones, clases magistrales y ciclos de debate.



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  • Título: Pura sensación: la retrospectiva de Malévich con la que Proa festeja sus 20 años.
    Autor: José Loschi
    Fecha: 10/09/2016
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    Por primera vez llegan al país y a América Latina las obras del pintor suprematista ruso que revolucionó el arte moderno. Desde este domingo, pueden verse en La Boca.

     

     

    Mientras el museo Malba celebra por estos meses sus 15 años de existencia con la muestra de Yoko Ono, en el barrio de La Boca ya está todo listo para la inauguración, este domingo en la Fundación Proa, de una retrospectiva de igual o mayor relevancia dentro del arte moderno: la que trae por primera vez al país y a América Latina los cuadros del pintor ruso Kazimir Malévich, creador del suprematismo y uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Con esa apuesta, que incluye más de 50 cuadros, decidió el espacio de arte contemporáneo emplazado frente al Riachuelo celebrar su vigésimo aniversario.

    La exhibición estaba programada para fines de julio, pero un problema legal impidió la salida de las obras que pertenecen al Museo del Estado ruso, según explicó la directora de Proa, Adriana Rosenberg. Las razones detrás de esa demora son más que curiosas. Involucran un escándalo político con quien fuera el hombre más rico de Rusia, Mikhail Khodorkovsky, antes de que Vladimir Putin expropiara sus bienes y lo enviara a prisión hace más de una década. Ya libre, el magnate petrolero de la extinta Yukos, quien ayudó a repatriar una larga serie de obras de arte que salieron del país tras la Revolución, amenaza con embargar los bienes del Estado para recuperar su fortuna. Fue necesaria la firma del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, para destrabar la negociación y garantizar que las obras estarán a salvo.

    Durante más de medio siglo, una gran parte de la obra de Malévich permaneció a la sombra de Occidente y casi olvidada en su suelo natal,motivo acaso suficiente para que su fama no se extendiera. La influencia que ejerció, no obstante, ha sido clara en tanto uno de los precursores del arte abstracto. Su Cuadrado negro sobre fondo blanco es un hito que "cambia la percepción de todo el arte del siglo XX", según las palabras de la curadora Evgena Petrova. Y es que significó un quiebre total con la entera tradición del arte figurativa. Sobre la superficie plana del cuadro no quedan ya rastros de figuras del mundo exterior, tan solo un desierto "donde nace algo nuevo y desconocido". El pintor comprende entonces que no habrá de perseguir más los objetos de la naturaleza, el verdadero valor de su arte reside en la sensibilidad que expresa.

    Para entender mejor el origen de esta obra característica del suprematismo hay que remontarse a 1913. En una velada futurista en el Luna Park de San Petersburgo, junto a una pieza de Vladimir Mayakovski se presenta La victoria sobre el sol, una ópera escrita por Velimir Jlébnikov y Alexei Kruchenij en zaum, un raro lenguaje vacío de significado –aunque pretendidamente universal– que inventaron los poetas para destacar la potencia sonora de las palabras, lo que implicó romper todo lazo con aquello que designan. Ininteligible para el público, la ópera no fue muy bien recibida pero fue el puntapié para la representación sin objetos del suprematismo. Malevich participó del armado de la obra diseñando el vestuario y la escenografía y allí se materializó por primera vez, sobre un telón, su Cuadrado negro. La victoria sobre el sol será recreada en la exhibición que llega a la Argentina, con los 15 trajes que Malévich diseñó y además será proyectado un video de esta pieza en el auditorio de Proa.

    Contemporáneo también de los formalistas rusos, aquel grupo influyente de críticos literarios que se interrogó por lo específico de la literatura, Malevich indagó por su parte en el lenguaje pictórico y buscó en sus cuadros el grado cero, aquel punto más allá del cual dejaban de ser arte. De ahí que comenzara a reducir la pintura a sus elementos básicos: cuadrados, círculos, líneas, y una paleta limitada a los contrastes de colores primarios. Sus preocupaciones estéticas fueron también plasmadas en dos libros que publicó alrededor de 1915, Del cubismo y el futurismo al suprematismo y El mundo no objetivo, donde introdujo las bases de su arte. Allí definió al suprematismo que, como su nombre indica, buscó ser un movimiento superior a todo el arte del pasado a partir de su énfasis en la sensibilidadplástica que producen sus colores y formas puras.

    El espíritu rupturista de los suprematistas fue bienvenido durante los primeros años soviéticos. La idea del hombre nuevo recorría el arte de las vanguardias desde antes de la Revolución, y una vez realizada, Malévich puso su mejor empeño en la construcción de un arte socialista, no solo a través de sus cuadros, sino de la integración con la arquitectura, el diseño gráfico, la escultura y las artes decorativas; y a través de la enseñanza, como director de UNOVIS (abreviación en ruso de Los defensores del nuevo arte), una asociación suprematista de estudiantes, profesores y artistas. Sin embargo, cuando el realismo socialista se impone como doctrina, el movimiento es atacado y desplazado sin más opción que adaptar sus temas.

    Había comenzado la última etapa de Malévich, que fue vista como un regreso a la figuración. Sin embargo no abandonó su estilo, como se observa en los retratos de campesinos y deportistas, que siguen siendo abstractos. En mayo de 1930, le escribe a su amigo Kiril Shutkó: "Sé bien que, a pesar de las calumnias de mis enemigos, mis obras vendrán a reemplazar el viejo arte". Muere –de cáncer, en 1935– con esa convicción, y acompañado en su tumba por un cubo blanco coronado por un cuadrado negro.

     



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  • Título: Pura sensación: la retrospectiva de Malévich con la que Proa festeja sus 20 años.
    Autor: José Loschi
    Fecha: 10/09/2016
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    Por primera vez llegan al país y a América Latina las obras del pintor suprematista ruso que revolucionó el arte moderno. Desde este domingo, pueden verse en La Boca.

     

     

    Mientras el museo Malba celebra por estos meses sus 15 años de existencia con la muestra de Yoko Ono, en el barrio de La Boca ya está todo listo para la inauguración, este domingo en la Fundación Proa, de una retrospectiva de igual o mayor relevancia dentro del arte moderno: la que trae por primera vez al país y a América Latina los cuadros del pintor ruso Kazimir Malévich, creador del suprematismo y uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Con esa apuesta, que incluye más de 50 cuadros, decidió el espacio de arte contemporáneo emplazado frente al Riachuelo celebrar su vigésimo aniversario.

    La exhibición estaba programada para fines de julio, pero un problema legal impidió la salida de las obras que pertenecen al Museo del Estado ruso, según explicó la directora de Proa, Adriana Rosenberg. Las razones detrás de esa demora son más que curiosas. Involucran un escándalo político con quien fuera el hombre más rico de Rusia, Mikhail Khodorkovsky, antes de que Vladimir Putin expropiara sus bienes y lo enviara a prisión hace más de una década. Ya libre, el magnate petrolero de la extinta Yukos, quien ayudó a repatriar una larga serie de obras de arte que salieron del país tras la Revolución, amenaza con embargar los bienes del Estado para recuperar su fortuna. Fue necesaria la firma del ministro de Cultura, Pablo Avelluto, para destrabar la negociación y garantizar que las obras estarán a salvo.

    Durante más de medio siglo, una gran parte de la obra de Malévich permaneció a la sombra de Occidente y casi olvidada en su suelo natal,motivo acaso suficiente para que su fama no se extendiera. La influencia que ejerció, no obstante, ha sido clara en tanto uno de los precursores del arte abstracto. Su Cuadrado negro sobre fondo blanco es un hito que "cambia la percepción de todo el arte del siglo XX", según las palabras de la curadora Evgena Petrova. Y es que significó un quiebre total con la entera tradición del arte figurativa. Sobre la superficie plana del cuadro no quedan ya rastros de figuras del mundo exterior, tan solo un desierto "donde nace algo nuevo y desconocido". El pintor comprende entonces que no habrá de perseguir más los objetos de la naturaleza, el verdadero valor de su arte reside en la sensibilidad que expresa.

    Para entender mejor el origen de esta obra característica del suprematismo hay que remontarse a 1913. En una velada futurista en el Luna Park de San Petersburgo, junto a una pieza de Vladimir Mayakovski se presenta La victoria sobre el sol, una ópera escrita por Velimir Jlébnikov y Alexei Kruchenij en zaum, un raro lenguaje vacío de significado –aunque pretendidamente universal– que inventaron los poetas para destacar la potencia sonora de las palabras, lo que implicó romper todo lazo con aquello que designan. Ininteligible para el público, la ópera no fue muy bien recibida pero fue el puntapié para la representación sin objetos del suprematismo. Malevich participó del armado de la obra diseñando el vestuario y la escenografía y allí se materializó por primera vez, sobre un telón, su Cuadrado negro. La victoria sobre el sol será recreada en la exhibición que llega a la Argentina, con los 15 trajes que Malévich diseñó y además será proyectado un video de esta pieza en el auditorio de Proa.

    Contemporáneo también de los formalistas rusos, aquel grupo influyente de críticos literarios que se interrogó por lo específico de la literatura, Malevich indagó por su parte en el lenguaje pictórico y buscó en sus cuadros el grado cero, aquel punto más allá del cual dejaban de ser arte. De ahí que comenzara a reducir la pintura a sus elementos básicos: cuadrados, círculos, líneas, y una paleta limitada a los contrastes de colores primarios. Sus preocupaciones estéticas fueron también plasmadas en dos libros que publicó alrededor de 1915, Del cubismo y el futurismo al suprematismo y El mundo no objetivo, donde introdujo las bases de su arte. Allí definió al suprematismo que, como su nombre indica, buscó ser un movimiento superior a todo el arte del pasado a partir de su énfasis en la sensibilidadplástica que producen sus colores y formas puras.

    El espíritu rupturista de los suprematistas fue bienvenido durante los primeros años soviéticos. La idea del hombre nuevo recorría el arte de las vanguardias desde antes de la Revolución, y una vez realizada, Malévich puso su mejor empeño en la construcción de un arte socialista, no solo a través de sus cuadros, sino de la integración con la arquitectura, el diseño gráfico, la escultura y las artes decorativas; y a través de la enseñanza, como director de UNOVIS (abreviación en ruso de Los defensores del nuevo arte), una asociación suprematista de estudiantes, profesores y artistas. Sin embargo, cuando el realismo socialista se impone como doctrina, el movimiento es atacado y desplazado sin más opción que adaptar sus temas.

    Había comenzado la última etapa de Malévich, que fue vista como un regreso a la figuración. Sin embargo no abandonó su estilo, como se observa en los retratos de campesinos y deportistas, que siguen siendo abstractos. En mayo de 1930, le escribe a su amigo Kiril Shutkó: "Sé bien que, a pesar de las calumnias de mis enemigos, mis obras vendrán a reemplazar el viejo arte". Muere –de cáncer, en 1935– con esa convicción, y acompañado en su tumba por un cubo blanco coronado por un cuadrado negro.

     



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  • Título: Exhiben obra de Malevich.
    Autor: Yasmary Troconis
    Fecha: 10/09/2016
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    Ver nota original (Segundo enfoque)

    Las medidas de seguridad se deben a que la colección salió pocas veces de Rusia y muy pocos museos del mundo poseen alguna de sus obras.

    Aproximadamente son 50 obras las que conforman  la retrospectiva que abarca desde las primeras pinturas simbolistas, el cubofuturismo, el suprematismo y varios de sus retratos populares.

    De igual forma, la exposición también incluye  varios trajes del vestuario de su emblemática ópera Victoria sobre el sol (1913) que dio origen dos años después a la pintura Cuadrado negro (1915), una de las principales obras de la pintura del siglo XX y símbolo del suprematismo ruso, con el que se abandona la figuración y da nacimiento al arte abstracto.

    “La ópera da cuenta de lo que fue el momento revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa”, destacó la directora de la Fundación Proa, Adriana Rosenberg, en la presentación de la muestra.

    La presentación en conjunto de todas sus obras está acompañado de una extensa documentación de época, fotos, gigantografías, videos y audioguías, además de la exhibición en pantalla grande de la famosa ópera de Malevich.

    La exposición tendrá sus puertas abiertas hasta noviembre en la Fundación Proa, que celebra su vigésimo aniversario desde su creación en el tradicional barrio de La Boca de Buenos Aires, junto al colorido “Caminito”.

    Además de todo lo que podrán disfrutar, la retrospectiva estará acompañada por una producción multidisciplinaria para estudiar y comprender la obra de Malevich, como por ejemplo un curso sobre el artista ruso organizado junto a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, un desfile de moda inspirado en sus creaciones, clases magistrales y ciclos de debate.



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  • Título: PRIMERA RESTROSPECTIVA DE MALEVICH EN LATINOAMÉRICA.
    Autor: Artishock
    Fecha: 09/09/2016
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    Ver nota original (Artishock)

    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica, Fundación Proa y el State Russian Museum de San Petersburgopresentan Kazimir Malevich. Retrospectiva, una muestra que abarca el panorama creativo del artista ruso (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística.

    La muestra, que da inicio a los festejos del 20° aniversario de PROA, tenía fecha de inauguración para el pasado 13 de agosto, pero unos días antes la fundación anunció su postergación para este 11 de septiembre, debido a “un problema legal”  vinculado a una “amenaza de embargo por parte de un multimillonario ruso que fue expropiado y encarcelado por Putin”, según explicó al diario La Nación la directora de Fundación PROA, Adriana Rosenberg.

    Las 60 obras que conforman esta muestra, pertenecientes al Museo del Estado Ruso, en San Petersburgo, llegaron finalmente a la Argentina luego de semanas de intensas negociaciones entre PROA y autoridades de la Federación Rusa, según una carta abierta publicada por Rosenberg.

    “El Estado argentino tenía que dar garantías de que no serían embargadas y que regresarían a Rusia. Hubo que movilizar el aparato público para lograrlo”, dijo Rosenberg a La Nación.

    Figura fundamental para comprender las vanguardias históricas que revolucionaron el arte en las primeras décadas del siglo pasado, Malevich abrió los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento primordial en la historia del arte del siglo XX.

    Con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova, la exhibición, organizada cronológicamente, reúne un conjunto de obras que van desde las primeras pinturas simbolistas del artista, atravesando el Cubofuturismo, el gran homenaje al Suprematismo, hasta la importancia de la pintura de retratos populares.

    El Suprematismo, punto de inflexión y grado cero de la pintura encabezado por Kazimir Malevich, adquiere una gran dimensión en la historia del arte cuando, con su famoso Cuadrado Negro en 1915, se abandona la figuración y se profundiza en el camino de la abstracción hasta socavar las bases mismas de la tradición pictórica occidental. Su propuesta puede enmarcarse dentro de los cambios revolucionarios que buscaron generar alternativas frente a los órdenes establecidos en lo cultural, social y político.

    El Suprematismo es un componente fundamental de la muestra, y va acompañado de una gran documentación sobre su influencia.

    Los “arquitectones” y las porcelanas son piezas clave para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida. El vestuario que Kazimir Malevich diseña para la ópera La Victoria sobre el Sol, realizada en 1913 por Maiakovski, Kruchenij y Malevich, es también de vital importancia, dado su carácter revolucionario y rupturista. Esta obra es considerada un hito de la experimentación de las vanguardias.


     

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  • Título: La espera valió la pena: Proa ya colgó el Cuadrado de Malévich.
    Autor: María Paula Zacharías
    Fecha: 09/09/2016
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    Ver nota original (La Nación)

    Tras arduas negociaciones con Rusia, todo está listo para que este fin de semana abra en La Boca la primera retrospectiva del emblemático artista.

     

    El Cuadrado negro ya está aquí. Fundación Proa trabajaba ayer a todo vapor para inaugurar este domingo la primera retrospectiva en América latina de uno de los nombres clave de la historia universal del arte: Kazimir Malévich (Kiev, 1878 - Leningrado, 1935). Desde San Petersburgo, del Museo del Estado Ruso, llegó tras largas negociaciones un valioso conjunto de 60 obras de este precursor de la vanguardia rusa, que abrió la puerta al arte abstracto que vino después y sentó las bases del arte actual. Malévich divide las aguas del siglo XX.

     

    Se había anunciado para julio, se reprogramó varias veces y, ahora sí, están en la Argentina las obras que volverán en poco más de dos meses al país más grande del mundo, para el año próximo viajar a la Royal Academy de Londres. Dos meses también fue el tiempo que demandó el trámite burocrático, legal y aduanero para que las obras desembarcaran en la sala de exposición de La Boca, que comienza con esta exposición los festejos por sus 20 años.

    "El Estado argentino tenía que dar garantías de que no serían embargadas y que regresarían a Rusia. Hubo que movilizar el aparato público para lograrlo", decía anoche, aliviada, Adriana Rosenberg, ciudadana ilustre de la cultura porteña y de la República de La Boca. La muestra ya estaba diseñada imaginariamente, con afiches de papel madera y fotos de las obras pegadas en las paredes de Proa, y ese diseño virtual mantuvo latente la expectativa hasta ayer, cuando llegó el camión de mudanzas que trajo desde la Aduana, en Ezeiza, el conteneiner Malévich que arribó al país el domingo. Antes de colgar, los conservadores revisaron cada pieza para un minucioso reporte de su condición.

    "Es habitual que estas piezas se muestren en museos del mundo y pensamos que en Argentina iba a ser fácil, porque es un país amistoso: ni visa necesitábamos. Pero nos costó bastante porque las leyes argentinas y rusas tienen diferentes miradas en relación con las garantías que ofrecen. Sólo nos había pasado algo similar con Suecia", explica Eugenia Petrova, curadora de la muestra y directora de investigación en el Museo Estatal de Rusia, que custodia la mayor parte de la obra de Malévich.



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  • Título: Abstract Art Alert! Kazimir Malevichs Work Is Coming To Buenos Aires Proa Foundation.
    Autor: Luciano Lomastro
    Fecha: 08/09/2016
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    For the very first time, work from the one of the most influential geometric abstract artists, Kazimir Malevich, is coming to Argentina. The Proa Foundation’s Eugenia Petrova is curating a retrospective for the museum working hand in hand with the State Russian Museum.

     

    Malevich’s work forms a crucial part of 20th century art history. He was a pioneer of geometric abstract art and the founder of the avant-garde Suprematist Movement.

    The retrospective is built from the artist’s personal documents and pieces of art, along with video to help give insight into Malevich’s process and his suprematist manifesto. In this, the opens the road to abstract art reducing pictorial language into stripped down shapes building his imagery with circles, squares and crosses.

    The pieces brought over to Buenos Aires show the artist’s different periods: from his impressionist beginnings with neo-primitivism influences to the exposition he titled as “The Last Futurism Exposition” where he features one of his most famous pictures, The Black Square. This piece embodies his trademark representation of nothingness and is considered by many art historians as the beginning of abstraction in arts.

    This is a remarkable chance to take in one of the most influential bodies of work to come to Buenos Aires, if not the region as a whole, in 2016.  

    The exhibition will also include many specialists of 20th and 21th century art, the seminar ´Kazimir Malevich in Context´ is especially noteworthy. Registration for the seminar is open until September 10th, check their website for detailed information on signing up. 

    Malevich’s art will be available for viewing in the Proa Foundation located in Avenida Pedro de Mendoza 1929 (corner of Caminito) – La Boca scheduled to run from September 11th to November Tuesdays through Sundays from 11 AM to 7 PM.



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  • Título: La primera retrospectiva del artista ruso Kazimir Malevich llega a la Argentina.
    Autor: tñe
    Fecha: 08/09/2016
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    Se trata de casi 60 obras recién llegadas de Rusia, sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos. Se inaugura el próximo domingo 11 de septiembre a las 12 en Fundación Proa, La Boca.

     

    La primera retrospectiva del artista ruso Kazimir Malevich en la Argentina, con obras provenientes del State Russian Museum, que trazan un recorrido desde los inicios de su carrera con las pinturas simbolistas, su paso por el cubofuturismo, el inicio del Suprematismo y luego las extraordinarias pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos, inaugura el próximo domingo 11 de septiembre a las 12 en Fundación Proa, La Boca.

    Se trata de casi 60 obras recién llegadas de Rusia, en su mayoría pinturas, pero también objetos en porcelanas, esculturas en yeso, videos y numerosa documentación que da cuenta del aporte de Malevich (1875-1935), autor del famoso "Cuadrado negro" -en donde reduce los elementos pictóricos al extremo-, a la historia del arte, con la creación del Suprematismo, una vanguardia del siglo XX enfocada en formas geométricas.

    Si bien Malevich tuvo varios períodos en su recorrido artístico, se lo asocia de manera automática con el arte abstracto, antesala del nacimiento del Suprematismo, que él fundó. El arte abstracto -aquel que no representa nada, ninguna figura- surgió en la Rusia pre revolucionaria y su intención era brindar formas y belleza a la cual pudiera acceder cualquier persona. La idea de la abstracción entonces era una utopía democrática.

    Pero Malevich fue un poquito más allá: "El Suprematismo es superior a la abstracción -dice en una entrevista con Télam la rusa Eugenia Petrova, curadora y directora adjunta de investigación del Museo Estatal de Rusia-; es más democrático porque era un arte en contra de la burguesía, en contra de la clase capitalista. Y Malevich decía que, a diferencia del arte figurativo que era, a su entender, sólo para la aristocracia, su Suprematismo era para todos".

    Para Petrova, "él pensaba permanentemente en la relación entre el espacio y la gente, y de eso trataba el Suprematismo; estaba dirigido a las personas de una nueva época, de un nuevo espacio", señala la especialista.

    No es casual la alusión al espacio, en todas sus acepciones. En el texto del catálogo que acompaña la exhibición -una de las más completas monografías que se han publicado en español de este vanguardista- el curador italiano Giacinto di Pietrantonio hace una analogía entre las muchas conquistas soviéticas en el espacio entre los años 50 y 70, y la posición visionaria de Malevich, quien se autodefinió en 1915 como "presidente del espacio supremo".

    "Para Malevich -prosigue di Pietrantonio- con el Suprematismo el arte alcanza la expresión sin la representación (…), la supremacía de la pura sensación de las artes figurativas".

    "Permanentemente, Malevich pensaba en la relación entre la gente y el cosmos, tanto en el inicio como en el final de su vida. Fue un visionario", pondera y refuerza el concepto de la curadora rusa en diálogo con esta agencia.

    La muestra recibe al espectador en la planta baja de Proa con una sala dedicada a una cronología desdoblada entre la vida personal y el contexto histórico en relación al pintor ruso, pero también sus obras de carácter simbolista y los primeros trabajos cubofuturistas, donde destacan piezas como "Composition with La Gioconda" o "Study for a fresco".

    Luego, en la sala 2, el público se encontrará con el núcleo central de la exposición: el cuadrado, la cruz y el círculo negros, tres obras cumbres de su producción ("Red square", "Black Square", "Black Cross" y "Black Circle"), probablemente el que genere mayor expectativa entre los visitantes. Aquí, la muestra ofrece un panorama general del movimiento suprematista y su despliegue hacia otras áreas de la vida cotidiana, la arquitectura y algunas porcelanas pintadas por el propio Malevich.

    La sala 3, dedicada a su "segundo ciclo campesino", reúne figuras de trabajadores sin rostro, cuyas cabezas son reemplazadas por cuadrados negros o rojos, en fondos coloridos y geométricos, como "Two Male Figures", "Summer resident" y "Carpenter".

    Finalmente, la sala 4 ofrece un gran despliegue de "La victoria sobre el sol", una ópera futurista rusa estrenada en 1913 en San Petersburgo, cuyo diseño de vestuario estuvo a cargo de Malevich, quien realizó allí su primera pintura "Cuadrado negro". Además, se podrán ver réplicas de los trajes que el artista diseñó para los actores.

    La primera retrospectiva de Kazimir Malevich en la Argentina, producida y organizada por Fundación Proa junto al State Russian Museum, se podrá visitar hasta fines de noviembre en Avenida Pedro de Mendoza 1929, La Boca, de martes a domingos de 11 a 19 (lunes cerrado).



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  • Título: La vanguardia como victoria sobre el pasado.
    Autor: Pablo Gianera
    Fecha: 08/09/2016
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    El de 1913 fue el annus mirabilis de los escándalos musicales. El 31 de marzo, los detractores y los partidarios de Arnold Schönberg terminaron a las trompadas en el Musikverein de Viena en un concierto que recibió el justo nombre de Skandalkonzert. Dos meses después, el 29 de mayo, en el Théâtre des Champs-Élysées de París, La consagración de la primavera de Igor Stravinski recibió esa silbatina colosal que fue el anuncio de su éxito fulminante. Como conclusión, el 3 y el 5 de diciembre en el Teatro Luna Park de San Petersburgo se estrenó Victoria sobre el sol con idéntico tumulto. Este último caso, sin embargo, era un poco diferente.

     

     

    La ópera (la "anti-ópera) en 2 actos y un prólogo de Mijaíl Matiushin, Alexei Kucrenij, Vladimir Jlébnikov y Kazimir Malévich era, a diferencia de las de Schönberg y Stravinski, una pieza decididamente de vanguardia. Ya la música inlcuía, al lado de canciones convencionales, poemas fonéticos y disparos de rifle. En un país que tuvo a Alexander Scriabin, no sorprende que se persiguiera una obra de arte total, sin límites entre arte y arte; en rigor, Victoria sobre el sol es un temprano caso de performance y de arte colaborativo: no es una obra musical, no es una obra visual: es una y otra sin ser ninguna, y ni siquiera es una obra.

    El sol era la belleza -la "charlatanería vacía", según Matiushin- y por lo tanto el pasado, que debía asfixiarse. Ese mismo año, Kruchenij y Jlébnikov habían firmado el manifiesto "Una bofetada al gusto del público", muy en línea con la Victoria: "El pasado es estrecho [...] Quien no olvida su primer amor no vivirá el último".

    Más notas para entender este tema

    La espera valió la pena: Proa ya colgó el Cuadrado de Malévich

    "El proyecto se remonta a los años 1910 y 1911 y la elite intelectual de San Petersburgo. Esa gente mostraba ya mucho interés en el futurismo italiano y se veían como de «futuristas rusos». Pero el futurismo italiano fue la llave para una futurismo sin formas." Eso dice Joseph Kiblitsky, uno de los curadores de la muestra de Proa y responsable de la reconstrucción de Victoria sobre el sol, en su duración original de una hora y cinco minutos, que se proyectará en el auditorio de la fundación.

    Sin plata y con un piano desafinado como único instrumento, Malévich había pintado sobre el telón blanco un cuadrado negro. Era en realidad un elemento negativo: ese sol al que se quería atrapar. Cuando el cuadrado negro aparece en el segundo acto, la trama impone que se lo destroce. Detrás del decorado -del cuadrado- aparecía entonces otro sol, un segundo sol, el del futuro. Malévich se dio cuenta enseguida de las consecuencias de lo que había hecho. "Ese cuadro tendrá un gran significado para la cultura -le dijo a su amigo Matiushin-. Lo que se hizo inconscientemente está dando ahora frutos extraordinarios."

    Jean-Luc Godard creía que si se miraba mucho tiempo una pared blanca algo terminaría apareciendo. Con el Cuadrado negro de Malévich pasa lo mismo, y Victoria sobre el sol, que fue su origen, es una de esas cosas posibles.

     



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  • Título: Así será la muestra de Malevich en Proa.
    Autor: Cristina Civale
    Fecha: 08/09/2016
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    Luego de una larga espera, llega por fin a la Fundación Proa y por primera vez a Argentina y Latinoamérica,  Kasimir Malevich. Retrospectiva.  Una muestra inmensa del artista ruso, figura fundamental para comprender las vanguardias históricas que revolucionaron el arte en las primeras décadas del siglo XX. La inauguración tendrá lugar este domingo 11 al mediodía.

    Con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova, la exhibición, organizada cronológicamente, abarca el panorama creativo del artista ruso (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), centrándose en los diferentes aspectos que modelan su visión artística. Un conjunto de más de 50 obras que comienza desde las primeras pinturas simbolistas, atravesando el Cubofuturismo, el gran homenaje al Suprematismo y la importancia de la pintura de retratos populares.

    El Suprematismo, encabezado por Kazimir Malevich, adquiere una gran dimensión en la historia del arte cuando, con su famoso Cuadrado Negro en 1915, se abandona la figuración y es considerado el nacimiento del arte abstracto. El Suprematismo es un punto fundamental de la muestra, acompañado de una gran documentación sobre su influencia. Los “arquitectones” y las porcelanas son piezas clave para entender el proyecto revolucionario de Malevich y la vanguardia rusa de fusionar arte y vida.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, Malevich es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento primordial en la historia del arte del siglo XX.

    El vestuario que Kazimir Malevich diseña para la ópera “La Victoria sobre el Sol”, realizada en 1913 por Matiushin, Kruchenij y Malevich, es de vital importancia, dado su carácter revolucionario y rupturista. Esta obra es considerada un hito de la experimentación de las vanguardias.

    El Catálogo está concebido para ser una pieza relevante de estudio en español, con textos de referencia y documentación sobre las obras y vida del artista. Además, un intenso programa de extensión cultural se desarrolla con novedosas propuestas en visitas guiadas y actividades de formación académica.

    Proa ofrece la audioguía gratuita online para acompañar la visita, junto con el canal Proa TV con videos de la curadora recorriendo la exhibición y Proa Radio dialoga con especialistas sobre el contexto de la época. El nuevo diseño de la web permite acceder a un material de estudio destacado en nuestro país.

    Este conjunto es una oportunidad sin antecedentes en América Latina para apreciar el trabajo de uno de los maestros que definieron el lenguaje visual del siglo XX.

     

    Con esta exhibición Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: Malévich, el gran pintor de la vanguardia soviética.
    Autor: Julia Villaro
    Fecha: 07/09/2016
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    Entrevista a la curadora Eugenia Petrova, ante la gran Retrospectiva de Fundación Proa, que abre este domingo.

     

    Místico y revolucionario en el sentido más profundo –y austero– de la palabra, el pintor Kazimir Malévich fue también el artista de ruptura que decidió seguir pintando después de llegar al límite de la representación. Sus famosos “Cuadrado negro sobre fondo blanco” (1915) y “Cuadrado blanco sobre fondo blanco” (1918), realizados al calor de la revolución bolchevique, trazaron una bisagra entre lo que había sido y lo que sería el arte del siglo XX. “Malévich no pintó uno sino varios cuadrados negros, para él cada uno de esos cuadrados constituía un paso más en su forma de comprender el mundo”, cuenta en pleno montaje Eugenia Petrova, experta en arte ruso, directora de investigaciones del Museo Estatal de San Petersburgo y curadora de la gran muestra Retrospectiva de Malévich que podrá verse desde este domingo en Fundación Proa.

    Al mismo tiempo, Malévich no admite ser reducido a esas obras. La muestra porteña también exhibirá maniquíes con su célebre vestuario para la ópera “La victoria sobre el sol”.

    –A un siglo de sus obras más significativas, ¿cómo aborda usted esta Retrospectiva?

     –El arte ruso estuvo cerrado durante décadas y hace apenas veinte años que la obra de Malévich empezó a abrirse al mundo. Muy pocas instituciones fuera de Rusia tienen obra suya:solo piezas pequeñas en Holanda, Alemania y los EE.UU. Con esta muestra tenemos la chance de mostrar todo el desarrollo de su arte, desde sus inicios cercanos al impresionismo hasta sus últimas obras antes de morir. Su carrera realmente constituye un despliegue, porque implica diferentes etapas y lenguajes, el impresionismo, el futurismo, el cubismo, y por supuesto el suprematismo, que es la dirección más importante que toma su arte, tanto en su versión más abstracta como en la que adoptó más tarde, mucho más figurativa pero aún suprematista: Malévich toma al campesino, al deportista (los mismos tópicos con que trabajan los artistas del realismo socialista soviético) pero los aborda de un modo distinto, permanece siempre conectado al suprematismo y desarrolla en sus últimos años una forma de arte absolutamente nueva.  Malévich no es sólo el futurismo cubista ni el suprematismo de los primeros años, y dado que nuestro museo tiene la colección de obra más grande de este artista, en esta Retrospectiva veremos desplegada la trayectoria de su producción. Esta es la primera vez no sólo en Argentina, sino en toda Sudamérica, que se muestra no sólo Malévich, sino su desarrollo estético completo.

    – ¿De qué forma persiste en el arte contemporáneo la influencia de sus ideas y su estética?

    –En el arte de hoy vemos una fuerte impronta del diseño, y esto es posible después de Malévich, quien ya en 1919 creó una escuela especializada en diseño. Es también uno de los primeros artistas conceptuales, y esto puede advertirse en su gran producción escrita. Escribió muchos artículos (en su mayoría no traducidos todavía) que permiten advertir al teórico reflexivo. Desmiento la imagen del artista loco; había en él una comprensión muy profunda de lo que significaba el arte. 

    –¿Cómo y por qué seguir pintando después del cuadrado negro?

    –Es algo muy complejo y muy simple a la vez. Complejo porque el suprematismo, la corriente que él funda, es una dirección muy importante para Malévich, pero hacia 1919 –y él escribió sobre esto, no soy yo quien lo dice– él sintió que en su variante geométrica estaba terminado, que dada la coyuntura social y política soviética de ese momento, esa variante geométrica no era suficiente: la gente no la comprendía, y él entendía que su arte no era sólo para él, sino para el pueblo. Comprendió que todo lo que estaba sucediendo en la Unión Soviética era inédito y se dirigió a un arte más figurativo porque consideró que sólo en la forma figurativa podría expresar mejor lo que pensaba y sentía sobre la situación. El período del suprematismo figurativo fue muy profundo para él, de conexión y cercanía con todo lo que estaba sucediendo; esa es una de las razones por las que vuelve al color rojo, uno de los favoritos en la cultura rusa. Se siente profundamente conectado, visita iglesias, se recontacta con la religión. Ahora bien, él se vuelve figurativo, pero detrás del velo de las figuras persiste la importancia del color y los esquemas suprematistas. Y si durante su fase más geométrica, al pintar un cuadrado rojo, escribía en el dorso de la tela “Campesino con traje rojo”, al pintar años después sus deportistas o campesinos, escribiría en el dorso: “Deportista en forma suprematista”. Una vertiente podía ser más figurativa o más abstracta que la otra; pero seguía siendo lo mismo para él.



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  • Título: Malevich from the Russian Museum were lucky in Buenos-?ires.
    Autor: Art Investment (Rusia)
    Fecha: 07/09/2016
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    Ver nota original (Art Investment (Rusia))

    For the first time in Argentina held a retrospective of Kazimir Malevich. On 13 September at the Proa Foundation, you will see about 40 works of Russian avant-garde from the collection of timing.
    the Exhibition "Kazimir Malevich. From the Russian Museum collection" will be presented in Buenos-Айресе the artist's oeuvre from early work to kubofuturisticheskom and Suprematist experiments, till the return of the master to the realism. Will complement the exhibition of theatrical works and archival materials.
    In Argentina sent such masterpieces as "the Black square" "Red square (painterly realism of a peasant woman in two dimensions)", "Suprematism", the "Head farmer", "self-Portrait (Artist)", "Red cavalry".
    The Exhibition is organized by the State Russian Museum together with the Foundation Proa, Buenos-Аires.
     

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  • Título: Kazimir Malévich. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso, en Proa.
    Autor: Mariana Lerner
    Fecha: 06/09/2016
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    Ver nota original (Inrocks.)

    Kazimir Malévich (1878-1935) atravesó las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX como un apóstol de lo indefinible, lo infinito y el cambio perpetuo. Este pintor nacido en Kiev comenzó a pintar paisajes al estilo impresionista para pasar luego al enorme proyecto de crear un alfabeto pictórico puro. Y entonces reventó el antiguo régimen de la pintura como mímesis, le abrió la puerta (que fue más un tajo, una especie de Lucio Fontana metafórico) a la abstracción y entendió que la pintura podía ser libre, autónoma, no depender de un tema ni responder a nada que no fuera su propia lógica y su propio lenguaje.

     

    Cuadros como “Red cross [Cruz roja]” o “Black Circle [Círculo negro]”, accesibles por primera vez en la Argentina (y Latinoamérica) en la fundamental retrospectiva que ofrece Fundación Proa, dan forma al Manifiesto Suprematista: “Decisiva es la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos (…). Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”.

    Esta sensibilidad de tipo espiritual aparece luego de una evolución que va desde sus tempranas obras de influencia simbolista, pasando por las cubo-futuristas, hasta llegar a ese nuevo alfabeto pictórico puro, la liberación definitiva (espiritual) de la pintura en su propio espacio: el suprematismo. Malévich propone una comunicación del Hombre con el Cosmos, con el Todo. No se trata solo de poner en circulación figuras geométricas sino de la voluntad de producir un nuevo sistema de símbolos puramente pictóricos (bidimensionales) a partir de los que se construye un espacio inventado. Entonces, pararse frente a un Malévich es detenerse ante a la noción de Sensibilidad (un cuadrado negro) recortado sobre la Nada, es decir, lo que está fuera de la sensibilidad (un fondo blanco). ¡Nada menos!

    En este nuevo espacio tampoco rige el autoritarismo del punto de fuga único. En la famosa exhibición de 1915 –“Última exposición futurista: 0.10”–, Malévich opta por una forma de mostrar sus cuadros absolutamente desbordante: hay lienzos colgados del techo, obras en los rincones, etc. Intenta demostrar así la independencia espacial de las “superficies-plano” proyectadas libremente. Cambiará a menudo la manera de colgar sus obras explicando que, de acuerdo con el principio de la “libre navegación”, no puede haber “arriba” y “abajo” en sus telas ya que el espacio suprematista no es el mismo que el elaborado por la perspectiva tradicional del Renacimiento. Y, para el caso, tampoco hay “adentro” ni “afuera”: ni el tema, ni la técnica, ni el mundo ni el inconsciente; solo la “no objetividad”, un fin en sí mismo que surge de una necesidad estrictamente plástica.

    En 1913 se presenta la ópera Victoria sobre el Sol en dos únicas y escandalosas funciones, en el Luna Park de San Petersburgo. Genera indignación antes de concluir. Incluso los mecenas de la obra, desde sus palcos principales, comienzan a abuchear y a silbar junto con el resto del público. Se podría pensar algo similar a lo que había expresado un jurado dos años antes frente a obras de Malévich: “O estas obras son muy buenas, o son muy malas” –y las rechazaron. Pero en esa ópera estaba el germen de todo lo que vendría, eso de lo que hablamos casi un siglo después: un cuadrado negro. El héroe principal llega a la eliminación del mundo antiguo después de haber recorrido todos los siglos. Una vez “cerrados” los “cielos podridos” también el sol (= belleza) es vencido.

    El decorado y los trajes de esta ópera son obra de Malévich. El vestuario –también exhibido en Proa, además de un video de la ópera– bien podría pertenecer a unos Kraftwerk cubistas, ser una mezcla de alienígenas y guerreros medievales, y reivindicarse como el antecedente del Mago de Oz. Se han hecho nuevas puestas de esta ópera; lo que es seguro es que la frase con la que cierra –“¡El mundo perecerá, pero no nosotros!”– fue cierta en 1913 (solo un año más y se desataría la Primera Guerra Mundial) y lo sigue siendo hoy.

    En 1916 Malévich ya estaba en condiciones de entender la pintura de un modo casi animista, como si fuera un pequeño dios presente en todas las cosas e igual a ninguna: “la pintura son los colores (…) colocados de antemano en el interior de nuestro organismo”. Los rostros y cuerpos rojos, verdes y azules en esas poses arquetípicas (“Yo, es decir, el Hombre”) delatan la progresiva liberación del color. Y esta liberación es la subversión del antiguo sistema de valores: “Quien veía a Malévich con un cucharón de palo en el ojal, a Kruchenyj con un almohadón colgado de una cuerda al cuello, a Burliuk con la cara pintarrajeada y a Maiakovski con su camisa amarilla, ni sospechaba que aquello era una bofetada a su gusto”, se lee en las memorias del pintor, compositor y líder de la vanguardia rusa, Mijaíl Matiuchin.

    El proyecto fue incomprendido desde diferentes ángulos: el acercamiento minimalista o la confusión con una de sus obras más conocidas –“Cuadrado negro” en realidad se llama “Cuadrilátero”; fue la crítica, casi de inmediato, la que comenzó a llamar a esa pieza del modo en el que hoy la conocemos, en contra de las indicaciones de Malévich– son algunos ejemplos. Ánimo. En este recorrido por tres décadas de “elevación mística” a través del color y del movimiento, que incluye además objetos, trajes y maquetas maravillosas, tenemos la oportunidad de quedarnos de pie frente a nociones que la contemporaneidad ha desechado por pretenciosas y a las que vuelve casi de rodillas, como pidiendo perdón por tanta figuración raquítica de sentido.

    Kazimir Malévich. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso
    Del domingo 11 de septiembre hasta noviembre en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA)

    Curadora: Eugenia Petrova 


     

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  • Título: Kazimir Malévich. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso, en Proa.
    Autor: Mariana Lerner
    Fecha: 06/09/2016
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    Kazimir Malévich (1878-1935) atravesó las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX como un apóstol de lo indefinible, lo infinito y el cambio perpetuo. Este pintor nacido en Kiev comenzó a pintar paisajes al estilo impresionista para pasar luego al enorme proyecto de crear un alfabeto pictórico puro. Y entonces reventó el antiguo régimen de la pintura como mímesis, le abrió la puerta (que fue más un tajo, una especie de Lucio Fontana metafórico) a la abstracción y entendió que la pintura podía ser libre, autónoma, no depender de un tema ni responder a nada que no fuera su propia lógica y su propio lenguaje.

     

    Cuadros como “Red cross [Cruz roja]” o “Black Circle [Círculo negro]”, accesibles por primera vez en la Argentina (y Latinoamérica) en la fundamental retrospectiva que ofrece Fundación Proa, dan forma al Manifiesto Suprematista: “Decisiva es la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos (…). Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”.

    Esta sensibilidad de tipo espiritual aparece luego de una evolución que va desde sus tempranas obras de influencia simbolista, pasando por las cubo-futuristas, hasta llegar a ese nuevo alfabeto pictórico puro, la liberación definitiva (espiritual) de la pintura en su propio espacio: el suprematismo. Malévich propone una comunicación del Hombre con el Cosmos, con el Todo. No se trata solo de poner en circulación figuras geométricas sino de la voluntad de producir un nuevo sistema de símbolos puramente pictóricos (bidimensionales) a partir de los que se construye un espacio inventado. Entonces, pararse frente a un Malévich es detenerse ante a la noción de Sensibilidad (un cuadrado negro) recortado sobre la Nada, es decir, lo que está fuera de la sensibilidad (un fondo blanco). ¡Nada menos!

    En este nuevo espacio tampoco rige el autoritarismo del punto de fuga único. En la famosa exhibición de 1915 –“Última exposición futurista: 0.10”–, Malévich opta por una forma de mostrar sus cuadros absolutamente desbordante: hay lienzos colgados del techo, obras en los rincones, etc. Intenta demostrar así la independencia espacial de las “superficies-plano” proyectadas libremente. Cambiará a menudo la manera de colgar sus obras explicando que, de acuerdo con el principio de la “libre navegación”, no puede haber “arriba” y “abajo” en sus telas ya que el espacio suprematista no es el mismo que el elaborado por la perspectiva tradicional del Renacimiento. Y, para el caso, tampoco hay “adentro” ni “afuera”: ni el tema, ni la técnica, ni el mundo ni el inconsciente; solo la “no objetividad”, un fin en sí mismo que surge de una necesidad estrictamente plástica.

    En 1913 se presenta la ópera Victoria sobre el Sol en dos únicas y escandalosas funciones, en el Luna Park de San Petersburgo. Genera indignación antes de concluir. Incluso los mecenas de la obra, desde sus palcos principales, comienzan a abuchear y a silbar junto con el resto del público. Se podría pensar algo similar a lo que había expresado un jurado dos años antes frente a obras de Malévich: “O estas obras son muy buenas, o son muy malas” –y las rechazaron. Pero en esa ópera estaba el germen de todo lo que vendría, eso de lo que hablamos casi un siglo después: un cuadrado negro. El héroe principal llega a la eliminación del mundo antiguo después de haber recorrido todos los siglos. Una vez “cerrados” los “cielos podridos” también el sol (= belleza) es vencido.

    El decorado y los trajes de esta ópera son obra de Malévich. El vestuario –también exhibido en Proa, además de un video de la ópera– bien podría pertenecer a unos Kraftwerk cubistas, ser una mezcla de alienígenas y guerreros medievales, y reivindicarse como el antecedente del Mago de Oz. Se han hecho nuevas puestas de esta ópera; lo que es seguro es que la frase con la que cierra –“¡El mundo perecerá, pero no nosotros!”– fue cierta en 1913 (solo un año más y se desataría la Primera Guerra Mundial) y lo sigue siendo hoy.

    En 1916 Malévich ya estaba en condiciones de entender la pintura de un modo casi animista, como si fuera un pequeño dios presente en todas las cosas e igual a ninguna: “la pintura son los colores (…) colocados de antemano en el interior de nuestro organismo”. Los rostros y cuerpos rojos, verdes y azules en esas poses arquetípicas (“Yo, es decir, el Hombre”) delatan la progresiva liberación del color. Y esta liberación es la subversión del antiguo sistema de valores: “Quien veía a Malévich con un cucharón de palo en el ojal, a Kruchenyj con un almohadón colgado de una cuerda al cuello, a Burliuk con la cara pintarrajeada y a Maiakovski con su camisa amarilla, ni sospechaba que aquello era una bofetada a su gusto”, se lee en las memorias del pintor, compositor y líder de la vanguardia rusa, Mijaíl Matiuchin.

    El proyecto fue incomprendido desde diferentes ángulos: el acercamiento minimalista o la confusión con una de sus obras más conocidas –“Cuadrado negro” en realidad se llama “Cuadrilátero”; fue la crítica, casi de inmediato, la que comenzó a llamar a esa pieza del modo en el que hoy la conocemos, en contra de las indicaciones de Malévich– son algunos ejemplos. Ánimo. En este recorrido por tres décadas de “elevación mística” a través del color y del movimiento, que incluye además objetos, trajes y maquetas maravillosas, tenemos la oportunidad de quedarnos de pie frente a nociones que la contemporaneidad ha desechado por pretenciosas y a las que vuelve casi de rodillas, como pidiendo perdón por tanta figuración raquítica de sentido.



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  • Título: La primera retrospectiva de Kazimir Malevich en Fundación Proa.
    Autor: Carlos Martínez
    Fecha: 05/09/2016
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    La primera retrospectiva de Kazimir Malevich en Argentina, producida y organizada por Fundación Proa junto al State Russian Museum, con la curaduría de la especialista Eugenia Petrova. La exhibición presenta un recorrido de toda su obra: desde los inicios de su carrera con las pinturas simbolistas, su paso por el Cubo-Futurismo, el inicio del Suprematismo y luego las extraordinarias pinturas sobre campesinos, paisajes urbanos y sus célebres retratos.

    La magia del artista en una única exhibición que incluye sus trajes para la obra de teatro "La Victoria Sobre el Sol" y una extensa documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que se desarrolló.

    Concepto: Eugenia Petrova, curadora - Joseph Kiblitsky
    Organiza: State Russian Museum, San Petersburgo - Fundación Proa, Buenos Aires
    Auspicia: Tenaris - Organizacion Techint
    Foto: Premonición Complicada (Torso de una camisa amarilla). ca 1932.

    Inauguración: DOMINGO 11 de Setiembre de 12 a 18 hs. 
     

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  • Título: Kazimir Malevich. Retrospectiva.
    Autor: ArteHispano
    Fecha: 03/09/2016
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    Ver nota original (ArteHispano)

    Por primera vez en Argentina y América Latina, Proa, conjuntamente con el State Russiam Museum, presenta la exposición monumental retrospectiva de Kazimir Malevich ( Kiev, 1878 / Leningrado, 1935 ), artista fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX.

     

    La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas, hasta las últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina y sus singulares personajes geométricos.

    El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento.

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX.

    Kazimir Malevich se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Joseph Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, la obra “La Victoria sobre el Sol”, con los 20 trajes que Malevich realiza para la obra de teatro. El video de la obra también será presentado en el Auditorio.

    Un intenso programa de extensión cultural se desarrollará junto al Departamento de Educación de Proa. Incluye propuestas para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV, AUDIOGUÍAS y conversaciones en PROARADIO.

    Kazimir Malevich
    Retrospectiva
    Desde el 13 de septiembre al 30 de Noviembre de 2016

    Fundación Proa
    Av. Pedro de Mendoza 1929 
    Ciudad Autónoma de Buenos Aires



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  • Título: Malevich, el suprematismo llega a La Boca
    Autor: Luis Vinker
    Fecha: 02/09/2016
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    Ver nota original (La Razón)

    Para los apasionados por el arte, la llegada de 60 pinturas del ruso Kazimir Malevich a la sala de la Fundación Proa, en La Boca, es "el" acontecimiento del año. Se trata de un artista fundamental en los comienzos del último siglo, el creador del llamado "Suprematismo ruso" y cuya influencia que se extendió más allá de los avatares políticos, sociales o culturales. Los expertos consideran que el Cuadrado Negro, que Malevich presentó en la primera de sus cuatro versiones en 1915, es uno de los pilares del arte del siglo XX junto a la Bicicleta de Duchamp o "Las señoritas de Avignon", de Picasso. Hasta nosotros llegará la versión pintada en 1923 y que, para esos mismos expertos, significa un "antes y un después" en la historia del arte.

     

    Malevich nació en 1878 en Kiev, Ucrania, en el seno de una familia de emigrantes polacos. En un principio no estudió arte, sino agricultura. Pero a los 26 años se trasladó a Moscú, que había desplazado a San Petersburgo como el verdadero eje cultural de la Rusia convulsionada en los finales del zarismo. 

    El historiador británico Orlando Figes, en su monumental obra "El baile de Natacha" sobre la cultura rusa, describe aquellos años que preceden, conviven y siguen a la Revolución Rusa: "Moscú era el taller de la vanguardia, de los artistas de izquierda y la cultura proletaria. Y de constructivistas como Malévich y Rodchenko, que querían levantar una nueva sociedad soviética a través del arte. Era una ciudad cuya libertad y experimentación en la vida y en el arte no tenían precedentes". Poco después llegaría el desencanto para Malevich.

    Entre 1910 y 1914 participó del movimiento de La Rosa Azul, que patrocinaba el magnate Nikolai Riabuchnsky. Allí se reunían pintores simbolistas, escritores, compositores. "Buscaban una síntesis entre todas las artes", sostiene Figes. Era una época en la que el joven Malevich coincidía con nombres como los del compositor Scriabin, Meyerhold en el teatro, los poetas Mayakovsky, Tsviatáieva. Aquel magnate patrocinó entonces la exposición "La Jota de Diamantes": 40 artistas jóvenes y brillantes -Malevich incluido, pero también otros cuya fama se extiende hasta nuestros días como Kandinsky y Rodchenko- que "declaraban la guerra a la tradición realista y escandalizaban al público con su arte. Exhibían objetos como láminas de acero, una pata de mesa rota. Decoraban sus cuerpos desnudos y se paseaban por las calles".

    Malevich no demoró en despegarse cuando, en 1915, sus dos libros fueron el manifiesto del Suprematismo: "El mundo no objetivo" y "Del cubismo y el futurismo al suprematismo". Y apareció el primero de sus "Cuadrado Negro". Sería tan representativo de su vida, sus ideales, su fuerza cultural, que encabezó su propio cortejo fúnebre cuando murió, víctima de un cáncer, dos décadas después en San Petersburgo.                

    A esa altura, ya era un hombre desencantado con la misma Revolución a la que había abrazado. Cuando los bolcheviques llegaron al poder, y atravesaron una sangrienta Guerra Civil por más de cuatro años, el propio Lenin le concedió a Malevich cargos en el campo educativo. Pero le exigió que  que se orientara al "arte realista, para glorificar a los obreros, campesinos y héroes de la Revolución". Con Stalin, la situación empeoró y terminó perseguido. Como millones.

    En aquel manifiesto, Malevich proclamaba que "por suprematismo entiendo la sensibilidad pura en las artes figurativas". Rechazaba que el arte tuviera una "función utilitaria". Sus cuadros debían construirse a partir de figuras geométricas y una paleta reducida a sólo seis colores: blanco, negro, azul, rojo, verde y amarillo.   

    El "cuadrado negro sobre fondo blanco" fue presentado en 1915 pero no en Moscú, sino en la galería Dobichina, en San Petersburgo. Era una proclama artística, con vastos contenidos espirituales. En 1918 llegó el "cuadrado blanco sobre fondo blanco", que también medía 80 x 80 centímetros, en un intento de alcanzar el llamado "grado cero".  Junto a algunos de sus amigos como el poeta Aleksei Kurchenyk, buscaban una "revolución en la conciencia humana", un cambio que los llevara a un entendimiento superior, y que puede conectarse con muchas de las enseñanzas orientales.           

    Para Zelfira Tregulova, la directora de la Tetriakov moscovita, "Malevich trabajó con una cocnentración muy por encima de lo usual en los artistas, una energía que se proyecta en cada cuadro que pintó". Y considera que "Malevich y sus contemporáneos desarrollaron conceptos innovadores, claves para entender la evolución del arte en el último siglo".          

    Más allá de tantos conceptos y cuestiones culturales, lo cierto es que la llegada de sus obras representa un acontecimiento cultural para Proa, la Boca, y la Ciudad.



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  • Título: Malevich, el suprematismo llega a La Boca.
    Autor: Luis Vinker
    Fecha: 02/09/2016
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    Ver nota original (La Razón)

     

    Para los apasionados por el arte, la llegada de 60 pinturas del ruso Kazimir Malevich a la sala de la Fundación Proa, en La Boca, es "el" acontecimiento del año. Se trata de un artista fundamental en los comienzos del último siglo, el creador del llamado "Suprematismo ruso" y cuya influencia que se extendió más allá de los avatares políticos, sociales o culturales. Los expertos consideran que el Cuadrado Negro, que Malevich presentó en la primera de sus cuatro versiones en 1915, es uno de los pilares del arte del siglo XX junto a la Bicicleta de Duchamp o "Las señoritas de Avignon", de Picasso. Hasta nosotros llegará la versión pintada en 1923 y que, para esos mismos expertos, significa un "antes y un después" en la historia del arte.

    Malevich nació en 1878 en Kiev, Ucrania, en el seno de una familia de emigrantes polacos. En un principio no estudió arte, sino agricultura. Pero a los 26 años se trasladó a Moscú, que había desplazado a San Petersburgo como el verdadero eje cultural de la Rusia convulsionada en los finales del zarismo.

    El historiador británico Orlando Figes, en su monumental obra "El baile de Natacha" sobre la cultura rusa, describe aquellos años que preceden, conviven y siguen a la Revolución Rusa: "Moscú era el taller de la vanguardia, de los artistas de izquierda y la cultura proletaria. Y de constructivistas como Malévich y Rodchenko, que querían levantar una nueva sociedad soviética a través del arte. Era una ciudad cuya libertad y experimentación en la vida y en el arte no tenían precedentes". Poco después llegaría el desencanto para Malevich.

    Entre 1910 y 1914 participó del movimiento de La Rosa Azul, que patrocinaba el magnate Nikolai Riabuchnsky. Allí se reunían pintores simbolistas, escritores, compositores. "Buscaban una síntesis entre todas las artes", sostiene Figes. Era una época en la que el joven Malevich coincidía con nombres como los del compositor Scriabin, Meyerhold en el teatro, los poetas Mayakovsky, Tsviatáieva. Aquel magnate patrocinó entonces la exposición "La Jota de Diamantes": 40 artistas jóvenes y brillantes -Malevich incluido, pero también otros cuya fama se extiende hasta nuestros días como Kandinsky y Rodchenko- que "declaraban la guerra a la tradición realista y escandalizaban al público con su arte. Exhibían objetos como láminas de acero, una pata de mesa rota. Decoraban sus cuerpos desnudos y se paseaban por las calles".

    Malevich no demoró en despegarse cuando, en 1915, sus dos libros fueron el manifiesto del Suprematismo: "El mundo no objetivo" y "Del cubismo y el futurismo al suprematismo". Y apareció el primero de sus "Cuadrado Negro". Sería tan representativo de su vida, sus ideales, su fuerza cultural, que encabezó su propio cortejo fúnebre cuando murió, víctima de un cáncer, dos décadas después en San Petersburgo.

    A esa altura, ya era un hombre desencantado con la misma Revolución a la que había abrazado. Cuando los bolcheviques llegaron al poder, y atravesaron una sangrienta Guerra Civil por más de cuatro años, el propio Lenin le concedió a Malevich cargos en el campo educativo. Pero le exigió que  que se orientara al "arte realista, para glorificar a los obreros, campesinos y héroes de la Revolución". Con Stalin, la situación empeoró y terminó perseguido. Como millones.

    En aquel manifiesto, Malevich proclamaba que "por suprematismo entiendo la sensibilidad pura en las artes figurativas". Rechazaba que el arte tuviera una "función utilitaria". Sus cuadros debían construirse a partir de figuras geométricas y una paleta reducida a sólo seis colores: blanco, negro, azul, rojo, verde y amarillo.

    El "cuadrado negro sobre fondo blanco" fue presentado en 1915 pero no en Moscú, sino en la galería Dobichina, en San Petersburgo. Era una proclama artística, con vastos contenidos espirituales. En 1918 llegó el "cuadrado blanco sobre fondo blanco", que también medía 80 x 80 centímetros, en un intento de alcanzar el llamado "grado cero".  Junto a algunos de sus amigos como el poeta Aleksei Kurchenyk, buscaban una "revolución en la conciencia humana", un cambio que los llevara a un entendimiento superior, y que puede conectarse con muchas de las enseñanzas orientales.

    Para Zelfira Tregulova, la directora de la Tetriakov moscovita, "Malevich trabajó con una cocnentración muy por encima de lo usual en los artistas, una energía que se proyecta en cada cuadro que pintó". Y considera que "Malevich y sus contemporáneos desarrollaron conceptos innovadores, claves para entender la evolución del arte en el último siglo".

    Más allá de tantos conceptos y cuestiones culturales, lo cierto es que la llegada de sus obras representa un acontecimiento cultural para Proa, la Boca, y la Ciudad.



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  • Título: Malevich, el suprematismo llega a La Boca.
    Autor: Luis Vinker
    Fecha: 02/09/2016
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    Ver nota original (La Razón)

     

    Para los apasionados por el arte, la llegada de 60 pinturas del ruso Kazimir Malevich a la sala de la Fundación Proa, en La Boca, es "el" acontecimiento del año. Se trata de un artista fundamental en los comienzos del último siglo, el creador del llamado "Suprematismo ruso" y cuya influencia que se extendió más allá de los avatares políticos, sociales o culturales. Los expertos consideran que el Cuadrado Negro, que Malevich presentó en la primera de sus cuatro versiones en 1915, es uno de los pilares del arte del siglo XX junto a la Bicicleta de Duchamp o "Las señoritas de Avignon", de Picasso. Hasta nosotros llegará la versión pintada en 1923 y que, para esos mismos expertos, significa un "antes y un después" en la historia del arte.

    Malevich nació en 1878 en Kiev, Ucrania, en el seno de una familia de emigrantes polacos. En un principio no estudió arte, sino agricultura. Pero a los 26 años se trasladó a Moscú, que había desplazado a San Petersburgo como el verdadero eje cultural de la Rusia convulsionada en los finales del zarismo.

    El historiador británico Orlando Figes, en su monumental obra "El baile de Natacha" sobre la cultura rusa, describe aquellos años que preceden, conviven y siguen a la Revolución Rusa: "Moscú era el taller de la vanguardia, de los artistas de izquierda y la cultura proletaria. Y de constructivistas como Malévich y Rodchenko, que querían levantar una nueva sociedad soviética a través del arte. Era una ciudad cuya libertad y experimentación en la vida y en el arte no tenían precedentes". Poco después llegaría el desencanto para Malevich.

    Entre 1910 y 1914 participó del movimiento de La Rosa Azul, que patrocinaba el magnate Nikolai Riabuchnsky. Allí se reunían pintores simbolistas, escritores, compositores. "Buscaban una síntesis entre todas las artes", sostiene Figes. Era una época en la que el joven Malevich coincidía con nombres como los del compositor Scriabin, Meyerhold en el teatro, los poetas Mayakovsky, Tsviatáieva. Aquel magnate patrocinó entonces la exposición "La Jota de Diamantes": 40 artistas jóvenes y brillantes -Malevich incluido, pero también otros cuya fama se extiende hasta nuestros días como Kandinsky y Rodchenko- que "declaraban la guerra a la tradición realista y escandalizaban al público con su arte. Exhibían objetos como láminas de acero, una pata de mesa rota. Decoraban sus cuerpos desnudos y se paseaban por las calles".

    Malevich no demoró en despegarse cuando, en 1915, sus dos libros fueron el manifiesto del Suprematismo: "El mundo no objetivo" y "Del cubismo y el futurismo al suprematismo". Y apareció el primero de sus "Cuadrado Negro". Sería tan representativo de su vida, sus ideales, su fuerza cultural, que encabezó su propio cortejo fúnebre cuando murió, víctima de un cáncer, dos décadas después en San Petersburgo.

    A esa altura, ya era un hombre desencantado con la misma Revolución a la que había abrazado. Cuando los bolcheviques llegaron al poder, y atravesaron una sangrienta Guerra Civil por más de cuatro años, el propio Lenin le concedió a Malevich cargos en el campo educativo. Pero le exigió que  que se orientara al "arte realista, para glorificar a los obreros, campesinos y héroes de la Revolución". Con Stalin, la situación empeoró y terminó perseguido. Como millones.

    En aquel manifiesto, Malevich proclamaba que "por suprematismo entiendo la sensibilidad pura en las artes figurativas". Rechazaba que el arte tuviera una "función utilitaria". Sus cuadros debían construirse a partir de figuras geométricas y una paleta reducida a sólo seis colores: blanco, negro, azul, rojo, verde y amarillo.

    El "cuadrado negro sobre fondo blanco" fue presentado en 1915 pero no en Moscú, sino en la galería Dobichina, en San Petersburgo. Era una proclama artística, con vastos contenidos espirituales. En 1918 llegó el "cuadrado blanco sobre fondo blanco", que también medía 80 x 80 centímetros, en un intento de alcanzar el llamado "grado cero".  Junto a algunos de sus amigos como el poeta Aleksei Kurchenyk, buscaban una "revolución en la conciencia humana", un cambio que los llevara a un entendimiento superior, y que puede conectarse con muchas de las enseñanzas orientales.

    Para Zelfira Tregulova, la directora de la Tetriakov moscovita, "Malevich trabajó con una cocnentración muy por encima de lo usual en los artistas, una energía que se proyecta en cada cuadro que pintó". Y considera que "Malevich y sus contemporáneos desarrollaron conceptos innovadores, claves para entender la evolución del arte en el último siglo".

    Más allá de tantos conceptos y cuestiones culturales, lo cierto es que la llegada de sus obras representa un acontecimiento cultural para Proa, la Boca, y la Ciudad.



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  • Título: Kazimir Malevich Retrospectiva Fundación Proa.
    Autor: Estación Patagonia (Ushuaia)
    Fecha: 31/08/2016
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    Ver nota original (Estación Patagonia (Ushuaia))

    Por primera vez en Argentina y Latinoamérica Proa, conjuntamente con el Museo del estado ruso, presenta la monumental exposición retrospectiva de KAZIMIR MALEVICH (Kiev, 1878 / Leningrado, 1935), artista fundamental para comprender las nuevas tendencias artísticas en el siglo XX. La muestra, curada por la especialista Eugenia Petrova, recorre todo el panorama creativo del artista ruso. Desde sus inicios, con sus obras de influencias simbolistas, hasta las últimas pinturas de retratos, donde da cuenta de la vida campesina y sus singulares personajes geométricos. El Suprematismo es parte fundamental de la exhibición, con una amplia documentación sobre el nacimiento y el contexto del movimiento.

     

    Mientras Picasso es considerado el artista que realiza la mayor contribución para renovar la figura humana, y Duchamp el fundador del arte conceptual, KAZIMIR MALEVICH es quien abre los caminos hacia el arte abstracto a partir de la creación del Suprematismo, movimiento fundamental en la historia del arte del siglo XX. KAZIMIR MALEVICH se enriquece con un exhaustivo material documental, a cargo del profesor Kiblitsky, quien también recrea, por primera vez, “La Victoria sobre el Sol”, con los 15 trajes que Malevich realiza para esta obra de teatro. El video de la obra también va a estar presentado en el Auditorio. Un intenso programa de extensión cultural se desarrollara junto al Departamento de Educacion de Proa. Incluye propuestas para la familia y las escuelas, así como todo el material provisto en nuestros canales educativos de PROATV y conversaciones en PROARADIO. Con esta exhibición Proa comienza a festejar sus 20 años, prosiguiendo con su programa de presentar a los grandes creadores del arte moderno y contemporáneo.



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  • Título: Un lujo: en días llega la obra de Malévich, un artista fundamental.
    Autor: Mercedes Pérez Bergliaffa
    Fecha: 31/08/2016
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    Ver nota original (Síntesis de Prensa-Cancillería)

    Enorme renovador del arte, buscaba representar la nada. Su obra más famosa en un cuadrado negro.

    seccioncultura@clarin.com

    Ahora sí: parece que comenzó la cuenta regresiva para la inauguración de la retrospectiva del gran artista Kazimir Malevich (Rusia, 1878-1935) en la Argentina. Aunque anunciada para agosto, sin embargo la fecha de apertura de la exposición tuvo que retrasarse por conflictos con la salida de las obras de Rusia. Pero ahora se supo que inaugurará el 11 de septiembre en la Fundación Proa.

    Ayer al atardecer Adriana Rosenberg, la directora de la institución, puso una carta en el sitio web de la Fundación donde agradecía “la paciencia, el interés y la fuerza que nos han dado para que Kazimir Malévich llegue a nuestro país”.

    Y hablaba de “intensos intercambios” con la Federación Rusa en lso que intervinieron el embajadorPablo Tettamanti y el ministro de Cultura Pablo Avelluto. Las obras se habrían demorado por un embargo que pesa sobre Rusia.

    Pero ahora Proa tira la casa por la ventana y tiene sus razones: por un lado, porque con la movida festeja dos décadas de existencia. Por otro, porque están trayendo a una figura fundamental del arte de los siglos XX y XXI: Malévich fue a la abstracción lo que Picasso a la figuración y Duchamp al arte conceptual.

    Amén de esto, mover, trasladar de manera internacional 60 pinturas antiguas (algunas tienen más de 100 años y son consideradas piezas fundamentales de la historia del arte) desde Rusia a la Argentina, no es fácil ni de bajo costo.

    Uno de los grandes anuncios es que viene Cuadrado negro, uno de los trabajos nucleares de Malevich y de la historia del arte. Los críticos, historiadores y artistas llaman a este famoso cuadro “la zona cero de la pintura”, dado que Cuadrado negro está destinado a evocar “la experiencia pura de la no-objetividad en el vacío blanco de una nada liberada”, tal como escribió el mismo artista alrededor de 1915, reflexivo.

    La exposición del fundamental ruso –“la primera que se hace en la Argentina de esta magnitud y hasta donde pudimos averiguar, también en la región”, según Rosenbergla forman 60 obras peso-pesado pertenecientes a la colección del Museo Estatal de Rusia y ricos documentales históricos contextualizando la vida del artista.

    También habrá -y será un punto alto- réplicas del fantástico vestuario diseñado por Malevich para la ópera La victoria sobre el sol, presentada por primera vez en 1913 y de la que ahora se proyectará una versión. La muestra se acompañará con seminarios dictados por especialistas.

    Cuadrado negro (en realidad, una de las cuatro versiones que el ruso creó sobre la misma pintura, la que viene es la de 1923) logró cambiar la historia del arte; hay un antes y un después de ella. Tal es así que cuando Malévich murió de cáncer en 1935, esta pintura encabezó el cortejo fúnebre.

    Malévich decía no pretender un mensaje social sino tener la intención de reducir los elementos pictóricos al máximo (un plano, un cuadrado, un círculo, una cruz, simples figuras geométricas) y aun más: querer representar la nada (aunque suene paradójico).

    Todo esto Malévich lo proclamó entre 1915 y 1922, este último año. luego del nacimiento de la Unión Soviética y de que Vladimir Lenin estableciera que todas las fuerzas y estilos artísticos de ese país debían unirse para definir los parámetros de la nueva realidad social. Cuando Josef Stalin llegó al poder en la Unión Soviética, los artistas que no se acercaban al realismo eran arrestados y mandados a Siberia. Con esta situación, Malévich –quien se venía oponiendo al arte tradicionalista y apoyaba un arte de vanguardia– fue acusado, interrogado y apresado. Tuvo que volver a la pintura figurativa.

    Ahora llega lo tan esperado: Malévich nos visitará en la Argentina.

    Se avecina la posibilidad de ver de cerca una colección de obras que marcaron la historia del arte. 



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  • Título: Llegan las obras de Malevich tras sortear el embargo de un millonario enemigo de Putin.
    Autor: Belén Papa Orfano
    Fecha: 30/08/2016
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    Ver nota original (El Cronista)

    La retrospectiva del artista ruso se inaugurará finalmente el 11 de septiembre en PROA. Llega con un mes de demora, esquivando las amenazas de un empresario enfrentado con Putin que quería quedarse con las piezas.

    Finalmente, tras un mes de demora, la Fundación PROA anunció que el próximo 11 de septiembre inaugurará la retrospectiva de obras del artista ruso Kazimir Malevich, creador del suprematismo, el movimiento de vanguardia de principios del siglo XX que buscó despojarse del entorno para volver al “grado cero” de la pintura.

    A través de una carta publicada en Facebook, la directora de la fundación Adriana Rosenberg, agradeció al público “la paciencia, el interés y la fuerza que nos han dado para que Kazimir Malevich llegue a nuestro país”.

    “Luego de varios días de intensos intercambios con autoridades de la Federación Rusa y con el apoyo incondicional del Embajador Argentino Dr. Pablo Tettamanti y su equipo, y de Pablo Avelluto Ministro de Cultura de la Nación, estamos en condiciones de confirmar la inauguración de Kazimir Malevich Retrospectiva en la salas de Proa”, sostiene el texto.

    La muestra tenía fecha de inauguración para el pasado 13 de agosto, pero unos días antes PROA anunció su postergación indefinida sin brindar detalles de las razones. Durante un mes desde el edificio de Caminito guardaron estricto silencio respecto al caso. Cronista.com intentó comunicarse en reiteradas ocasiones con el departamento de prensa, quienes se negaron a brindar detalles al respecto.

    Recién el pasado fin de semana, en una entrevista concedida al diario La Nación, Rosenberg ensayó una explicación que mezcla a un supermillonario encarcelado, al presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin y al ministerio de Cultura de la Nación.

    Según explicó, la salida de las obras, unas 60 en total pertenecientes al Museo del Estado ruso, se demoró por un “problema legal” vinculado a una “amenaza de embargo por parte de un multimillonario ruso que fue expropiado y encarcelado por Putin”.

    Al parecer, al quedar libre, el hombre comenzó una lucha para recuperar sus bienes que lo habrían llevado a advertir la posibilidad de quedarse con las obras una vez fuera de territorio ruso como parte de pago.

    El Ministerio de Cultura debió intervenir en el tema para garantizar que las obras de arte, a partir de un convenio internacional, no pueden ser sujetas de embargo.  

    Malevich, padre del suprematismo, rompió con todos los esquemas de la pintura durante las dos primeras décadas del siglo XX en Rusia. Con su obra Cuadrado Negro – un lienzo pintado de negro- abrió la puerta a lo que se llamó “grado cero” de la pintura al reducir al mínimo los elementos pictóricos con los que trabajaba y dar paso a las formas geométricas simples. Nacía así la abstracción geométrica.

    La restrospectiva de PROA, curada por la experta Eugenia Petrova, recorre desde los inicios de Malevich con los simbolistas, su paso por el cubismo y futurismo, el nacimiento del suprematismo y las pinturas de campesinos y pasajes urbanos.  

    Además, se exhibirán trajes diseñados para el teatro y documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que trabajó.



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  • Título: Llegan las obras de Malevich tras sortear el embargo de un millonario enemigo de Putin.
    Autor: Belén Papa Orfano
    Fecha: 30/08/2016
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    Ver nota original (El Cronista)

    La retrospectiva del artista ruso se inaugurará finalmente el 11 de septiembre en PROA. Llega con un mes de demora, esquivando las amenazas de un empresario enfrentado con Putin que quería quedarse con las piezas.

    Finalmente, tras un mes de demora, la Fundación PROA anunció que el próximo 11 de septiembre inaugurará la retrospectiva de obras del artista ruso Kazimir Malevich, creador del suprematismo, el movimiento de vanguardia de principios del siglo XX que buscó despojarse del entorno para volver al “grado cero” de la pintura.

    A través de una carta publicada en Facebook, la directora de la fundación Adriana Rosenberg, agradeció al público “la paciencia, el interés y la fuerza que nos han dado para que Kazimir Malevich llegue a nuestro país”.

    “Luego de varios días de intensos intercambios con autoridades de la Federación Rusa y con el apoyo incondicional del Embajador Argentino Dr. Pablo Tettamanti y su equipo, y de Pablo Avelluto Ministro de Cultura de la Nación, estamos en condiciones de confirmar la inauguración de Kazimir Malevich Retrospectiva en la salas de Proa”, sostiene el texto.

    La muestra tenía fecha de inauguración para el pasado 13 de agosto, pero unos días antes PROA anunció su postergación indefinida sin brindar detalles de las razones. Durante un mes desde el edificio de Caminito guardaron estricto silencio respecto al caso. Cronista.com intentó comunicarse en reiteradas ocasiones con el departamento de prensa, quienes se negaron a brindar detalles al respecto.

    Recién el pasado fin de semana, en una entrevista concedida al diario La Nación, Rosenberg ensayó una explicación que mezcla a un supermillonario encarcelado, al presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin y al ministerio de Cultura de la Nación.

    Según explicó, la salida de las obras, unas 60 en total pertenecientes al Museo del Estado ruso, se demoró por un “problema legal” vinculado a una “amenaza de embargo por parte de un multimillonario ruso que fue expropiado y encarcelado por Putin”.

    Al parecer, al quedar libre, el hombre comenzó una lucha para recuperar sus bienes que lo habrían llevado a advertir la posibilidad de quedarse con las obras una vez fuera de territorio ruso como parte de pago.

    El Ministerio de Cultura debió intervenir en el tema para garantizar que las obras de arte, a partir de un convenio internacional, no pueden ser sujetas de embargo.  

    Malevich, padre del suprematismo, rompió con todos los esquemas de la pintura durante las dos primeras décadas del siglo XX en Rusia. Con su obra Cuadrado Negro – un lienzo pintado de negro- abrió la puerta a lo que se llamó “grado cero” de la pintura al reducir al mínimo los elementos pictóricos con los que trabajaba y dar paso a las formas geométricas simples. Nacía así la abstracción geométrica.

    La restrospectiva de PROA, curada por la experta Eugenia Petrova, recorre desde los inicios de Malevich con los simbolistas, su paso por el cubismo y futurismo, el nacimiento del suprematismo y las pinturas de campesinos y pasajes urbanos.  

    Además, se exhibirán trajes diseñados para el teatro y documentación sobre la vida y el contexto social y político en el que trabajó.



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  • Título: Un lujo: en días llega la obra de Malévich, un artista fundamental.
    Autor: Mercedes Pérez Bergliaffa
    Fecha: 30/08/2016
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    En Fundación Proa, desde el 11 de septiembre.

    Es uno de los máximos renovadores del arte. Buscaba representar la nada y su obra más famosa en un cuadrado negro.

    Ahora sí: parece que la cuenta regresiva para la inauguración de la retrospectiva del gran artista Kazimir Malevich (Rusia, 1878-1935) en la Argentina comenzó. Aunque anunciada para agosto, sin embargo la fecha de apertura de la exposición tuvo que retrasarse por conflictos con la salida de las obras de Rusia. Pero ahora se supo que inaugurará el 11 de septiembre en la Fundación Proa.

    Proa tira la casa por la ventana y tiene sus razones: por un lado, porque con la movida festeja dos décadas de existencia. Por otro, porque están trayendo a una figura fundamental del arte de los siglos XX y XXI: Malevich fue a la abstracción lo que Picasso a la figuración y Duchamp al arte conceptual. Amén de esto, mover, trasladar de manera internacional 60 pinturas antiguas (algunas tienen más de 100 años y son consideradas piezas fundamentales de la historia del arte) desde Rusia a la Argentina, no es –para nada- ni fácil ni de bajo costo.

    Uno de los grandes anuncios es que viene Cuadrado negro, uno de los trabajos nucleares de Malevich y de la historia del arte. Los críticos, historiadores y artistas llaman a este famoso cuadro “la zona cero de la pintura”, dado que Cuadrado negro está destinado a evocar la experiencia pura de la no-objetividad en el vacío blanco de una nada liberada”, tal como escribió el mismo artista alrededor de 1915, reflexivo.

    La exposición del fundamental ruso –“la primera que se hace en la Argentina de esta magnitud y hasta donde pudimos averiguar, también en la región”- la forman 60 obras peso-pesado pertenecientes a la colección del Museo Estatal de Rusia y ricos documentales históricos contextualizando la vida del artista.

    También habrá -y será un punto alto- réplicas del fantástico vestuario diseñado por Malevich para la ópera La victoria sobre el sol, presentada por primera vez en 1913 y de la que ahora se proyectará una versión. 

    La muestra se acompañará con seminarios dictados por especialistas.

    Cuadrado negro (en realidad, una de las cuatro versiones que el ruso creó sobre la misma pintura, la que viene es la versión de 1923) logró cambiar la historia del arte; hay un antes y un después de ella. Tal es así que cuando Malévich murió de cáncer en 1935, esta pintura encabezó el cortejo fúnebre.

    Malévich sostenía no pretender un mensaje social sino tener la intención de reducir los elementos pictóricos al máximo (un plano, un cuadrado, un círculo, una cruz, simples figuras geométricas) y aun más: querer representar la nada (aunque suene paradójico).

    Todo esto Malévich lo proclamó entre 1915 y 1922, este último años luego del nacimiento de la Unión Soviética y de que Lenin estableciera que todas las fuerzas y estilos artísticos de ese país debían unirse para definir los parámetros de la nueva realidad social. Cuando Stalin llegó al poder en la Unión Soviética, los artistas que no se acercaban al realismo eran arrestados y mandados a Siberia. Con esta situación, Malévich –quien se venía oponiendo al arte tradicionalista y apoyaba un arte de vanguardia- fue acusado, interrogado y apresado. Para salvarse de torturas mayores tuvo que volver a la pintura figurativa.

    Ahora pasa lo inesperado: Malévich nos visitará en la Argentina. Se avecina un momento histórico: la posibilidad de ver de cerca una colección de reliquias artísticas.



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  • Título: Kazimir Malevich. A retrospective Col. State Russian Museum.
    Autor: Artsy
    Fecha: 13/08/2016
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    Ver nota original ( Artsy)

    PRESS RELEASE

    For the first time in Argentina and Latin America, Fundación Proa, together with the State Russian Museum, presents an exhibition devoted to the full scope of the career of KAZIMIR MALEVICH (Kiev, 1878 / Leningrad, 1935), a fundamental artist to understand the new artistic tendencies of the 20th. Century.

    The exhibition, curated by specialist Eugenia Petrova, contains the initial symbolist paintings, the Cubo-Futurist works, the extraordinary paintings portraying peasant life and urban landscapes, and the artists' famous portraits and singular geometric figures. Suprematism is a key element of the presentation, with an extensive archive about the development and context of the movement.

    Whereas Picasso is considered the artist that most contributed to the renewal of the human shape, and Duchamp to the foundation of conceptual art, KAZIMIR MALEVICH can be credited with the opening of the path to abstract art with the creation of Suprematism, essential movement in the history of 20th. Century art.

    KAZIMIR MALEVICH is furthered enriched with exhaustive documental material from Professor Kiblinsky, who recreates, for the first time, the work “History over the Sun”, with 15 garments that Malevich designed for that play (whose video will be presented in the Auditorium).

    An extensive cultural extension program me will be developed together with the Education Department of Proa. It includes diverse projects for families and schools, together with multimedia material from our YOUTUBE channel and PROARADIO Soundcloud conversations.

    With this exhibition, Proa launches the celebration of its 20 years of history, continuing to pursue its mission to present the greatest creators of Modern and Contemporary art.

    Sponsored by Tenaris - Techint Organization



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  • Título: KAZIMIR MALÉVICH: VANGUARDIA AL EXTREMO.
    Autor: La Prensa Gráfica.
    Fecha: 13/08/2016
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    La primera retrospectiva del artista ruso Kazimir Malévich en América Latina permitirá acercarse a una obra que une experimentación formal e inquietud por lo trascendente.

     

    Muy citado y poco comprendido, Kazimir Malévich fue el creador y líder del suprematismo ruso y ejerció una enorme influencia entre quienes creen que el arte es un instrumento de crecimiento espiritual, y también entre los minimalistas y conceptuales que buscaron alcanzar el grado cero de la creación.

    Desde ayer Fundación Proa presenta su primera retrospectiva en América Latina.

    Abstracción contra realismo

    Nació en 1878, en Kiev, en el seno de una familia de polacos emigrados. Estudió en una escuela de agricultura y a los 26 años se mudó a Moscú para estudiar arte. Después de experimentar lenguajes como el cubismo, el futurismo o el neoprimitivismo llegó a la conclusión de que “reproducir los objetos y los reducidos lugares de la naturaleza es lo mismo que cuando un ladrón está entusiasmado con sus grilletes”.

    En 1915 editó dos libros que funcionaron como manifiestos del suprematismo: “Del cubismo y el futurismo al suprematismo” y “El mundo no objetivo”.

    Recibió con beneplácito la revolución rusa de 1917, pero los problemas para el genio de la abstracción comenzaron cuando Lenin pidió a los artistas que se orientaran hacia un arte realista que glorificara a los obreros, los campesinos y los héroes de la revolución. Con Stalin la situación empeoró.

    Malévich no tuvo otra opción que volver a la figuración. Sus obras quedaron encerradas en los depósitos de museos soviéticos. Murió de cáncer en 1935, a los 57 años.

    Pura sensibilidad

    “Por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas”, afirmó en sus escritos.

    El suprematismo plantea una “gramática básica”: los cuadros suprematistas se construyen a partir de figuras geométricas y una paleta reducida a blanco, negro, azul, amarillo, rojo y al verde.



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  • Título: ARTE MALEVICH EN PROA.
    Autor: Mundo Político
    Fecha: 05/08/2016
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    Fundación PROA es una obra magna de Buenos Aires. Es ambiciosa y refinada. Invita a visitarla, allí en el barrio de la Boca. La financia Techint y es una muestra del refinamiento de la familia Roca. En particular de Paolo Rocca. Nada de eso se difunde en el recinto. Es un caso de mecenazgo generoso. Hay otros en la Argentina: la colección Fortabat –interesante hasta ahí- y el Malba, excelente pero también destinado a la promoción comercial de Eduardo Constantini, con obras que tal vez decoren un proyecto del empresario. Pero también es bueno. Sea por principios nobles o por egos y comercio, hay empresarios que aportan a este fascinante y variado Buenos Aires- Los máximoa lauros se los lleva Proa.

     

    La primera retrospectiva de Kazimir Malevich permitirá acercarse a una obra fundamental de la pintura europea.

    Muy citado y poco comprendido, es un pintor ejerció una enorme influencia. Nació en 1878, en Kiev. Estudió en una escuela de agricultura y a los 26 años se mudó a Moscú. Después de experimentar lenguajes como el cubismo, el futurismo o el neoprimitivismo, llegó a la conclusión de que “reproducir los objetos y los reducidos lugares de la naturaleza es lo mismo que cuando un ladrón está entusiasmado con sus grilletes”. En 1915 editó dos libros que funcionaron como manifiestos del suprematismo: Del cubismo y el futurismo al suprematismo y El mundo no objetivo. Recibió con beneplácito la revolución rusa de 1917 y tuvo cargos oficiales en el área de la educación artística.  Genio de la abstracción comenzaron cuando Lenin n les pidió a los artistas que se orientaran hacia un arte realista que glorificara a los obreros, los campesinos y los héroes de la revolución. Con Stalin la situación empeoró. “No puedo elogiar las obras de los expresionistas, futuristas, cubistas y otros ismos, no los entiendo, no me gustan”, dictaminó. Sus obras quedaron encerradas en los depósitos de museos soviéticos. Murió en 1935, a los 57 años.

    “Por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas”, afirmó. Rechazaba tanto la función utilitaria como la representación gráfica, ya que proclamaba “la expresión suprema del sentimiento, sin buscar valores prácticos ni ideas ni la tierra prometida”. El suprematismo plantea una “gramática básica”: los cuadros suprematistas se construirán a partir de figuras geométricas y una paleta reducida al blanco, el negro, el azul, el amarillo, el rojo y el verde.

    Cuadrado negro

    Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1913, se convertiría en la obra fundamental y distintiva de Malevich. Es un óleo sobre tela de 80 x 80 centímetros, que sintetiza los postulados del suprematismo. La síntesis de las formas geométricas alude -entre otras interpretaciones- al principio ontológico del ser y no ser, lo manifestado y lo no manifestado, la vida y la muerte, y todos los opuestos complementarios asociados. El blanco es la suma óptica de todos los colores y el negro, su ausencia.

    Composición suprematista 1916–Suprematismo dinámico – 1916

    Un cuadrado blanco sobre fondo blanco data de 1918 y es un óleo sobre tela de 80 x 80 centímetros. Suele entenderse como una vuelta de tuerca más ajustada de la no objetividad proclamada por Malevich. En cierta manera, pretende llegar al grado cero de la obra de arte al generar -según su autor- un sentimiento en el espectador mediante los elementos más básicos. Los matices del blanco son sutiles y apenas se distingue un cuadrado levemente desplazado en diagonal. La obra se convertiría en la piedra angular de lo que la teórica Lucy Lippard llamaría la “desmaterialización de la obra de arte”, un concepto presente entre los minimalistas de los años 60 y los conceptualistas de los 70.

    Cruz negra – 1915 – La cabeza del campesino 1929

    Entre los amigos más cercanos de Malevich estaba el poeta Aleksei Kruchenykh, que postulaba una revolución en la conciencia humana; un cambio físico que llevaría esa conciencia a un estado semejante al que alcanzan los yoguis. Kruchenykh desarrolló el concepto de lenguaje zaum (“más allá de la razón”), que sería la manifestación externa de ese cambio de conciencia. “. Malevich veía en el arte un camino para la transformación personal y en la eliminación de la figuración un medio para expandir la receptividad. Y vaya si ñpp hizo. Un gran maestro.



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  • Título: Malevich en Fundación Proa.
    Autor: Viva
    Fecha: 01/08/2016
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  • Título: A la espera de las obras de Málevich.
    Autor: A la espera de las obras de Málevich.
    Fecha: 28/07/2016
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    Por Mercedes Pérez BergliaffaClarin. 28.07.16. Ver nota completa
     

    Gestiones. Se prepara una gran retrospectiva de la obra del artista ruso en Buenos Aires.

    No es sólo espíritu y buenas ideas el mundo del arte: hay intensas gestiones para concretar una gran muestra en Buenos Aires de las obras de uno de los fundadores de la vanguardia rusa y mundial del siglo XX, el gran Kasimir Malévich (1878-1935).

    La muestra inauguraba el 30 pero la nueva fecha tentativa es el 13 de agosto. La Fundación Proa, que mantiene un gran nivel en sus exposiciones, organizó con el Museo Ruso de San Petersburgo una retrospectiva llamada a ser una de las muestras clave de 2016 y quizá de la década. Pero los cuadros aun no fueron embarcados en Rusia.

    Es que pesa sobre Rusia un embargo a favor de la petrolera Yukos, expropiada en 2014. Y hay temor que esa deuda sea cobrada en parte con las obras, una vez que la nave toque otro país. Resuena en el caso algo semejante a lo ocurrido con la Fragata Libertad en Ghana pero no es idéntico.

    Desde Rusia piden que el Estado argentino garantice que los cuadros no serán embargados. En ese sentido el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, escribió una carta destacando la indudable importancia que tiene para este país la muestra, pero se pidieron más garantías. No es cualquier exposición: con su célebre Cuadrado Negro Malévich revolucionó el lenguaje de la pintura en el mundo entero.



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  • Título: Kazimir Malevich. La vanguardia al extremo.
    Autor: Julio Sánchez
    Fecha: 24/07/2016
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    LA NACION

    EN FUNDACION PROA. La primera retrospectiva de este artista en América Latina permitirá acercarse a una obra que une experimentación formal e inquietud por lo trascendente

    Muy citado y poco comprendido, Kazimir Malevich fue el creador y líder del suprematismo ruso y ejerció una enorme influencia entre quienes creen que el arte es un instrumento de crecimiento espiritual, y también entre los minimalistas y conceptuales que buscaron alcanzar el grado cero de la creación. El 13 de agosto, Fundación Proa presentará su primera retrospectiva en América Latina.

    Abstracción vs. realismo

    Nació en 1878, en Kiev, en el seno de una familia de polacos emigrados. Estudió en una escuela de agricultura y a los 26 años se mudó a Moscú para estudiar arte. Después de experimentar lenguajes como el cubismo, el futurismo o el neoprimitivismo, llegó a la conclusión de que "reproducir los objetos y los reducidos lugares de la naturaleza es lo mismo que cuando un ladrón está entusiasmado con sus grilletes". En 1915 editó dos libros que funcionaron como manifiestos del suprematismo: Del cubismo y el futurismo al suprematismo y El mundo no objetivo. Recibió con beneplácito la revolución rusa de 1917 y tuvo cargos oficiales en el área de la educación artística, pero los problemas para el genio de la abstracción comenzaron cuando Lenin les pidió a los artistas que se orientaran hacia un arte realista que glorificara a los obreros, los campesinos y los héroes de la revolución. Con Stalin la situación empeoró. "No puedo elogiar las obras de los expresionistas, futuristas, cubistas y otros ismos, no los entiendo, no me gustan", afirmó sin empacho el líder comunista. Malevich no tuvo otra opción que volver a la figuración, pero debió renunciar como funcionario. Sus obras quedaron encerradas en los depósitos de museos soviéticos. Murió de cáncer en 1935, a los 57 años, en presencia de su madre, su esposa y su hija.

    Pura sensibilidad

    "Por suprematismo entiendo la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas", afirmó en sus escritos. Rechazaba tanto la función utilitaria como la representación gráfica, ya que proclamaba "la expresión suprema del sentimiento, sin buscar valores prácticos ni ideas ni la tierra prometida". El suprematismo plantea una "gramática básica": los cuadros suprematistas se construirán a partir de figuras geométricas y una paleta reducida al blanco, el negro, el azul, el amarillo, el rojo y el verde.

    El rincón

    En la muestra 0.10 de 1915, en la galería Dobichina de San Petersburgo, Malevich presenta 39 obras "no objetivas". Ubicó su Cuadrado negro sobre fondo blanco en la parte superior de un rincón, justo debajo del techo, levemente inclinado hacia abajo. Justamente en los rincones de la casa es donde los rusos ortodoxos suelen ubicar sus altares domésticos. Malevich era consciente de esta decisión: quería investir su Cuadrado de cierto grado de sacralidad.

    Cuadrado negro

    Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1913, se convertiría en la obra fundamental y distintiva de Malevich. Es un óleo sobre tela de 80 x 80 centímetros, que sintetiza los postulados del suprematismo. La síntesis de la formas geométricas alude -entre otras interpretaciones- al principio ontológico del ser y no ser, lo manifestado y lo no manifestado, la vida y la muerte, y todos los opuestos complementarios asociados. El blanco es la suma óptica de todos los colores y el negro, su ausencia. En muchas tradiciones, ambos expresaron la dualidad del universo, tal como se verifica en el taijitu, el círculo negro y blanco que representa el yin y el yang en el taoísmo. El damero de cuadrados negros y blancos también simboliza esta alternancia de opuestos; aparece tanto en ritos iniciáticos hindúes como en templos masónicos. El indo-británico Anish Kapoor entendió el misterio del negro desde sus primeras obras y lo interpreta como el misterio insondable del origen. En la Argentina, Matilde Marín y Horacio Zabala, entre otros, han homenajeado en sus obras la geometría sagrada del ruso.

    Desmaterializar

    Cuadrado blanco sobre fondo blanco data de 1918 y es un óleo sobre tela de 80 x 80 centímetros. Suele entenderse como una vuelta de tuerca más ajustada de la no objetividad proclamada por Malevich. En cierta manera, pretende llegar al grado cero de la obra de arte al generar -según su autor- un sentimiento en el espectador mediante los elementos más básicos. Los matices del blanco son sutiles y apenas se distingue un cuadrado levemente desplazado en diagonal. La obra se convertiría en la piedra angular de lo que la teórica Lucy Lippard llamaría la "desmaterialización de la obra de arte", un concepto presente entre los minimalistas de los años 60 y los conceptualistas de los 70. En los últimos años, el alemán Wolfgang Laib recobró el sentido místico de esta obra con sus "piedras de leche", en un acto performático que consistía en volcar todos los días un litro de leche sobre una placa de mármol blanco levemente cóncava. La obra se convierte en una especie de altar blanco sobre blanco.

    Otro estado de conciencia

    Entre los amigos más cercanos de Malevich estaba el poeta Aleksei Kruchenykh, que postulaba una revolución en la conciencia humana; un cambio físico que llevaría esa conciencia a un estado semejante al que alcanzan los yoguis. Kruchenykh desarrolló el concepto de lenguaje zaum ("más allá de la razón"), que sería la manifestación externa de ese cambio de conciencia. Un nivel superior de entendimiento idéntico al samadhi, que en yoga fue definido por Swami Vivekananda como "un estado de superconciencia más allá de la razón". Malevich estaba al tanto de estos pensamientos. Veía en el arte un camino para la transformación personal y en la eliminación de la figuración un medio para expandir la receptividad. Así como el yogui aspira al estado de pura conciencia -entendida como el cese de fluctuaciones superficiales de la mente-, el pintor alcanza el mismo estado al eliminar la figuración. Malevich también conocía muy bien las ideas del escritor esotérico Piotr D. Ouspenski. En 1912 publicó Teritum organum, obra que plantea la relación entre la cuarta dimensión y la conciencia; intentaba sintetizar el legado de Kant con los descubrimientos de la física moderna. Muchos de los diagramas de Ouspenski subyacen detrás de las abstracciones geométricas de las composiciones suprematistas.



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  • Título: KAZIMIR MALÉVICH. Retrospectiva del State Russian Museum, San Petersburgo.
    Autor: La Citadina.
    Fecha: 14/07/2016
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    Fundación PROA junto al State Russian Museum presentan por primera vez en Latinoamérica la retrospectiva del pintor ruso Kazimir Malévich (1878-1935), autor de “Cuadrado negro sobre fondo blanco”, obra icónica del siglo XX.

     

    La exposición recorrerá toda su obra, desde sus inicios de influencias simbolistas hasta más allá del Suprematismo; incluyendo también paisajes urbanos, sus extraordinarias pinturas de campesinos y sus celebres retratos.

    Malévich, creador del Suprematismo, es uno de los artistas fundamentales para comprender las nuevas tendencias artísticas del siglo XX, ya que es él, quien abre caminos hacia el arte abstracto.

    Una oportunidad única para recorrer la obra de uno de los grandes artistas de la historia.
    Cuándo: Agosto-noviembre 2016
    Lugar: Fundación PROA, Av. Pedro de Mendoza 1929
    Contacto: + 5411 4104. 1000 / info@proa.org

    FUENTE: http://www.proa.org/esp/future-exhibitions.php



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  • Título: Desfile en la vereda de Proa con un invitado especial e inesperado.
    Autor: Mariana Arias
    Fecha: 26/06/2016
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    Una de las pocas tardes primaverales en este octubre que se resiste a mostrar lo mejor de sí fue el marco ideal para el desfile que organizó la cátedra Salzman de la FADU junto a la Fundación Proa en homenaje a Kazimir Malevich.

    El maestro ruso del suprematismo inspiró coloridas pasadas de vestidos estampados, monstruosas y movedizas figuras hechas de materiales reciclados como cápsulas Nespresso y vasos plásticos y finalmente, la pasada de los niños que fue la más aplaudida por el numeroso público que pobló las veredas de Pedro de Mendoza al 1900.

    Entre los espectadores, como uno más, se encontraba alguien muy especial: Jean Paul Gaultier que observó, divertido y desde lejos, como los alumnos de la FADU desplegaban su talento.

     

    p.p1 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 16.0px Times; color: #303030; -webkit-text-stroke: #303030} p.p2 {margin: 0.0px 0.0px 0.0px 0.0px; font: 16.0px Times; -webkit-text-stroke: #000000; min-height: 19.0px} span.s1 {font-kerning: none}

    No bien terminó el desfile, la entrada de Proa se llenó de gente que esperaba ansiosa ver la muestra. Una tarde única, con el particular paisaje de Caminito cerrando un marco perfecto.



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  • Título: KAZIMIR MALÉVICH. Retrospectiva del Museo del Estado Ruso, en Proa.
    Autor: Exit-Express.com.
    Fecha: 14/06/2016
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    La obra de Kazimir Malévich llega a Buenos Aires, la Fundación Proa, junto al State Russiam Museum, presentan la primera retrospectiva del artista que se desarrolla en Latinoamérica. La obra de Malévich es fundamental para entender las tendencias artísticas del siglo XX. La muestra está comisariada por Eugenia Petrova y recorre todo el panorama creativo del artista. Desde el simbolismo que impregna sus primeras obras, hasta sus últimos retratos con un estilo geométrico. También se presenta la receración de la obra La Victoria sobre el Sol para la que Malévich elaboró 20 trajes y que ahora recrea Joseph Kiblisky. Esta exposición es el inicio de las festividades de los 20 años de Proa.

     

    La exposición, aunque recorre todas las etapas de la obra del artista ruso, se centra especialmente en el Suprematismo, movimiento fundamental de la historia del arte del siglo XX y del que Malévich es padre. Este movimiento se centra en el uso de las formas geométricas de una manera abstracta. Este estilo se desliga de las reglas de los estilos tradicionales de la pintura para buscar la supremacia de la nada y la representación del universo sin objetos. En el año 1915, Malévich y el poeta Vladímir Maiakovski escriben el primer manifiesto del Suprematismo, mismo año en el que tiene lugar la primera exposición, en Moscú, de este movimiento y en la que se expusieron Cuadrado Negro y Cuadrado Rojo por primera vez, ambos de Malévich. En el año 1920 Malévich escribe El mundo de la no representación, culmen de las teorías suprematistas.

    (Retrospectiva Kazimir MalévichFundación Proa, Buenos Aires. Desde Agosto hasta Noviembre del 2016)

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  • Título: Llega el artista que pintó un cuadrado negro sobre un fondo blanco e hizo historia.
    Autor: Mercedes Pérez Bergliaffa
    Fecha: 10/05/2016
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    CLARIN

     

    10/05/16

    Exponen obras de Malevich

    EN 1913, planteó que había que separar las formas y el color de los dictados políticos y religiosos. Se verá en julio en Proa.

    Un sueño hecho realidad: una gran retrospectiva del histórico artista ruso Kazimir Malevich (Kiev, 1878- Leningrado, 1935) viene a Buenos Aires: se inaugurará en julio en la Fundación Proa. Por supuesto que podemos decirlo: es increíble pero real. Y se debe a que Proa festeja sus 20 años de vida y para el festejo no se anda con chiquitas.

    Considerado uno de los pintores fundamentales de la historia del arte occidental, el mítico Malevich fue el fundador del Suprematismo, un movimiento fundamental para las vanguardias artísticas. Surgido a principios del siglo XX, e incluyendo una pata filosófica (Malevich era, además de un original pintor, un prolífico escritor), cambiaría la forma de pensar, ver el mundo, percibir la realidad y crear. Con el Suprematismo Malevich propuso la representación de un universo abstracto, sin objetos, compuesto sólo por figuras geométricas (cuadrados, triángulos, círculos) y sus relaciones entre sí, dentro del espacio de la composición. ¿Por qué lo llamó “Suprematismo”? Porque consideraba que la verdad del color y la forma debían reinar “supremamente” por sobre la imagen, la anécdota y la narrativa.

    Claro que Malevich y los suyos rechazaban el arte tradicional: él fue el autor de la famosa pintura Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1913. Ese mismo añoel artista, junto a Maiakovski, escribió el Manifiesto del Suprematismo: “El arte del pasado, sometido (por lo menos en el extranjero) al servicio de la religión y del Estado, debe renacer a una vida nueva en el arte puro (no aplicado) del Suprematismo, y debe construir un mundo nuevo, el mundo de la sensibilidad”, decía Malévich en su texto. Provocador, seguía: “Cuando en 1913, a lo largo de mis esfuerzos desesperados por liberar al arte del lastre de la objetividad, me refugié en la forma del cuadrado y expuse una pintura que no representaba más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco, los críticos y el público se quejaron: 'Se perdió todo lo que habíamos amado. Estamos en un desierto. ¡Lo que tenemos ante nosotros no es más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco!'Y buscaban palabras aplastantes para alejar el símbolo del desierto y para reencontrar en el cuadrado muerto la imagen preferida de la realidad, la objetividad real y la sensibilidad moral. La crítica y el público consideraban a este cuadrado incomprensible y peligroso... Pero no se podía esperar otra cosa”.

    Malevich decía todo esto en la pre-Revolución rusa de 1917 y de las posteriores Revolución de Febrero y Revolución de Octubre.

    Justamente el Suprematismo va a ser una parte fundamental de la muestra que podrá verse pronto en Proa. Abarcando la producción de toda la vida de Malevich –desde sus inicios con obras simbolistas hasta sus últimos trabajos que dan cuenta de la vida campesina a través de llamativos personajes geométricos- la exposición (curada por Eugenia Petrova) viene directo desde el State Russian Museum (Museo Estatal de Rusia) y comprende alrededor de 45 obras.

    La muestra se completará con el documental que se mostrará en el auditorio de Proa, La Victoria sobre el Sol, donde se muestran los 20 trajes que Malevich realizó para el teatro.

    Prepárense, que se viene uno de esos grandes momentos para los amantes del arte: el encuentro con un genio histórico, ruso, original y rebelde. Con el embrión que dio origen a grandes cambios en la estética y el arte moderno y contemporáneo. 

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  • Título: Llega el artista que pintó un cuadrado negro sobre un fondo blanco e hizo historia.
    Autor: Mercedes Pérez Bergliaffa
    Fecha: 10/05/2016
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    CLARIN

     

    10/05/16

    Exponen obras de Malevich

    EN 1913, planteó que había que separar las formas y el color de los dictados políticos y religiosos. Se verá en julio en Proa.

    Un sueño hecho realidad: una gran retrospectiva del histórico artista ruso Kazimir Malevich (Kiev, 1878- Leningrado, 1935) viene a Buenos Aires: se inaugurará en julio en la Fundación Proa. Por supuesto que podemos decirlo: es increíble pero real. Y se debe a que Proa festeja sus 20 años de vida y para el festejo no se anda con chiquitas.

    Considerado uno de los pintores fundamentales de la historia del arte occidental, el mítico Malevich fue el fundador del Suprematismo, un movimiento fundamental para las vanguardias artísticas. Surgido a principios del siglo XX, e incluyendo una pata filosófica (Malevich era, además de un original pintor, un prolífico escritor), cambiaría la forma de pensar, ver el mundo, percibir la realidad y crear. Con el Suprematismo Malevich propuso la representación de un universo abstracto, sin objetos, compuesto sólo por figuras geométricas (cuadrados, triángulos, círculos) y sus relaciones entre sí, dentro del espacio de la composición. ¿Por qué lo llamó “Suprematismo”? Porque consideraba que la verdad del color y la forma debían reinar “supremamente” por sobre la imagen, la anécdota y la narrativa.

    Claro que Malevich y los suyos rechazaban el arte tradicional: él fue el autor de la famosa pintura Cuadrado negro sobre fondo blanco, de 1913. Ese mismo añoel artista, junto a Maiakovski, escribió el Manifiesto del Suprematismo: “El arte del pasado, sometido (por lo menos en el extranjero) al servicio de la religión y del Estado, debe renacer a una vida nueva en el arte puro (no aplicado) del Suprematismo, y debe construir un mundo nuevo, el mundo de la sensibilidad”, decía Malévich en su texto. Provocador, seguía: “Cuando en 1913, a lo largo de mis esfuerzos desesperados por liberar al arte del lastre de la objetividad, me refugié en la forma del cuadrado y expuse una pintura que no representaba más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco, los críticos y el público se quejaron: 'Se perdió todo lo que habíamos amado. Estamos en un desierto. ¡Lo que tenemos ante nosotros no es más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco!'Y buscaban palabras aplastantes para alejar el símbolo del desierto y para reencontrar en el cuadrado muerto la imagen preferida de la realidad, la objetividad real y la sensibilidad moral. La crítica y el público consideraban a este cuadrado incomprensible y peligroso... Pero no se podía esperar otra cosa”.

    Malevich decía todo esto en la pre-Revolución rusa de 1917 y de las posteriores Revolución de Febrero y Revolución de Octubre.

    Justamente el Suprematismo va a ser una parte fundamental de la muestra que podrá verse pronto en Proa. Abarcando la producción de toda la vida de Malevich –desde sus inicios con obras simbolistas hasta sus últimos trabajos que dan cuenta de la vida campesina a través de llamativos personajes geométricos- la exposición (curada por Eugenia Petrova) viene directo desde el State Russian Museum (Museo Estatal de Rusia) y comprende alrededor de 45 obras.

    La muestra se completará con el documental que se mostrará en el auditorio de Proa, La Victoria sobre el Sol, donde se muestran los 20 trajes que Malevich realizó para el teatro.

    Prepárense, que se viene uno de esos grandes momentos para los amantes del arte: el encuentro con un genio histórico, ruso, original y rebelde. Con el embrión que dio origen a grandes cambios en la estética y el arte moderno y contemporáneo. 

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