Entre Nos: Cronicas de La Boca

El grupo El Bermellón
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El año 1919 fue de grandes convulsiones políticas y sociales como la Semana Trágica, a las que La Boca no fue ajena. Por entonces nuestro viejo conocido de la calle Pedro de Mendoza 2087, aquel edificio construido por la familia Cichero hacia 1868, ya había cumplido el medio siglo y entraba en una etapa fundamental de su historia. Si bien no hay acuerdo entre los investigadores acerca de su fecha de fundación y los artistas que lo integraron, afirma Antonio J. Bucich que la primera agrupación artística boquenseEl Bermellón, nació en dicho año y tuvo su sede en uno de los tantos cuartos de aquel edificio.

Para algunos autores su inspirador fue Juan Del Prete, quien también le habría dado el nombre, pero al no existir ningún documento fundacional o, como en el caso de los movimientos de vanguardia europeos, ningún “manifiesto”, todo lo que sabemos del grupo es fruto del testimonio de sus integrantes o allegados. Bucich da como fundadores a los pintores Juan A. Chiozza, Adolfo Montero -que vivía en el mismo edificio- Juan Giordano, Roberto Pallas Pensado y el escultor Orlando Stagnaro, hermano menor del recién fallecido Santiago. A ellos se habrían pronto agregado el estudiante de Bellas Artes Adolfo Gustavino, fallecido tempranamente; el poeta y dibujante José Parodi, descendiente del precursor Francisco; José Luis Menghi, Víctor Cúnsolo, Juan Borgatello, Víctor Pissarrro, también músico, Mario Cecconi, Salvador Calí y Juan Del Prete. Lo cierto es que en 1921 se habría producido algún desacuerdo que dividió al grupo y unos se quedaron en la sede original, mientras otros se agruparon en El gato negro de Gaboto y Pedro de Mendoza. Otros autores también consignan como integrante a Guillermo Facio Hebecquer que en 1918 había trasladado su estudio a Parque Patricios, donde ahora se reunía el “grupo de los Cinco” -Facio, Arato, Riganelli, Bellocq y Vigo- que pronto entablaría relación con el “grupo de Boedo”. Es más que probable que Facio haya tenido participación pues siempre estuvo muy vinculado al ambiente artístico de La Boca, al punto de haber enseñado a Quinquela Martín la técnica del grabado al aguafuerte.

Si bien su existencia fue breve, El Bermellón fue el primer agrupamiento multidisciplinario de jóvenes artistas de La Boca, en base a un común origen barrial, social y seguramente ideológico. Algunos fallecieron prematuramente pero otros tuvieron posteriormente una larga actuación, trascendiendo algunos de ellos al plano nacional e incluso internacional. Juan Alfonso Chiozza había nacido en la Isla Maciel en 1899 y estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes, siendo además odontólogo y José Mario Cecconi, oriundo de la italiana isla de Elba, donde nació en 1894, se destacó como grabador. Víctor A. Pissarro se desempeñó como músico y docente; había estudiado, como Filiberto, con Alberto Williams y se desempeñó como maestro de grado y profesor de música. Viajó varias veces a Europa y realizó tanto allí como en nuestro país conciertos y exposiciones, falleciendo en 1937. Adolfo Montero, por su parte, pudo estudiar en la entonces Academia Nacional de Bellas Artes - sucesora de Estímulo- y fue pintor, grabador y muralista. Viajó varias veces a Europa, se desempeñó en la enseñanza artística, ganó el Primer Premio del Salón Nacional de 1941 y realizó, entre otros, los murales del gremio La Fraternidad y de los actuales ministerios de Economía y de la Producción.

José Luis Menghi, algo menor que sus compañeros pues había nacido en 1904, no sólo era de extracción obrera, sino que trabajó como herrero en el taller familiar de la calle Irala hasta su jubilación. Estudió con Adolfo Montero y concurrió al Salón Nacional por primera vez en 1927, cuyo Primer Premio obtuvo en 1969. Fundador con Fortunato Lacámera y otros de la Asociación de Gente de Artes y Letras Impulso en 1940, al año siguiente hizo lo propio en la Asociación Gente de Arte de Avellaneda, donde se había radicado y falleció en 1985. Otro integrante de extracción netamente proletaria era Orlando Stagnaro, hermano menor de Santiago, autodidacto que se dedicó a la escultura, mantuvo su taller en la casona de Pedro de Mendoza y Quinquela Martín (entonces Australia) y en su larga vida, falleció en 1977 a los 82 años, realizó numerosas exposiciones y obtuvo importantes premios.

Víctor Cúnsolo, nacido en Siracusa -Sicilia, Italia- en 1898, arribó con su familia a nuestro país en 1913. Discípulo de Mario Piccione, realizó su primera muestra individual en 1927 y en 1928, por iniciativa de Alfredo Guttero, una exposición en la Asociación Amigos del Arte, que marcó un punto de inflexión en su pintura. Este “giro”, detectable también en Lacámera y otros artistas contemporáneos a partir de esta fecha, estaría vinculado en alguna medida con los nuevos aires aportados tanto por Guttero -que había residido en países europeos veintitrés años- como por Emilio Pettoruti que desde su regreso de Europa venía haciendo una tarea de difusión del arte italiano en diversos medios gráficos. Unos meses antes de la exposición de Cúnsolo de 1928, Leonardo Estarico había organizado en Boliche de Arte una muestra de pintura italiana que incluía artistas del grupo Il Novecento y, en 1930, debemos consignar la visita de dos personalidades italianas relacionadas con Pettoruti por su vinculación con el movimiento futurista: el plástico y fotógrafo italiano Antón Giulio Bragaglia y la crítica de arte Margherita Sarfatti. Bragaglia dictó una serie de conferencias invitado por el Instituto Argentino de Cultura Italiana y expuso una serie de maquetas escenográficas en la Comisión Nacional de Bellas Artes; la Sarfatti, por su parte, traía una muestra del movimiento Novecento que se montó en Amigos del Arte. Y si bien el futurismo y en especial esta muestra tenían una connotación política fascista con la que los artistas boquenses -como hemos dicho en su mayoría de tendencia anarquista- no podían concordar, los críticos coinciden en que, no obstante, dejaron huella en la obra de muchos de ellos. En la obra que a partir de entonces desarrolla Cúnsolo “se asientan los parámetros de una nueva tradición plástica que se hace visible hacia los años 30, caracterizada por un realismo de nuevo cuño que revela un retorno a la norma figurativa del pasado, sin olvidar la experiencia de las vanguardias y fundamentalmente las búsquedas de Cézanne. Cúnsolo falleció joven, en 1937 y el Ateneo de la Boca organizó, en su homenaje, una exposición póstuma en Amigos del Arte.

Juan Del Prete, como Cúnsolo, había nacido en Italia en 1897 y arribado a la Argentina en 1909. Estudió en la Academia Perugino, donde tuvo por compañera a Raquel Forner, luego en MEEBA (Mutual de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes) y en 1926, por iniciativa del pintor y crítico Lozano Mouján realizó su primera exposición en Amigos del Arte, institucion que en 1929 le otorga una beca para instalarse en París, donde toma contacto con el grupo Abstraction Création, creado en 1931, en el que descollaban Hans Arp y Piet Mondrian y que tanta influencia tendría en el arte moderno. A su regreso en 1933 volvió a exponer en Amigos del Arte, pero sus obras no figurativas sufrieron de parte del público una indiferencia o repudio similar al que había recibido Pettoruti en 1924. Los reconocimientos llegaron más tarde, como el Primer Premio del Salón de Acuarelistas y el Gran Premio del Salón Municipal en 1957, el Premio Palanza de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1958, el Gran Premio de Honor del Salón Nacional en 1963 y el Gran Premio Internacional de Bruselas en el mismo año entre otros, falleciendo en 1987.

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Victorica, Guttero y la atracción de La Boca
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El paisaje y la vida social y artística del barrio no cautivaban solamente a los artistas residents. Algunos instalaban sus caballetes, otros actuaban como promotores de los valores locales y otros, como Miguel Ángel Victorica, se instalaban en nuestro edificio de Pedro de Mendoza y Quinquela Martín. Nacido en Buenos Aires en 1884 en el seno de una familia tradicional, Victorica estudió primeramente con el italiano Ottorino Pugnaloni e ingresó en 1901 en Estímulo, donde tuvo por maestros nada menos que a Ángel Della Valle, Reinaldo Giúdici, Ernesto de la Cárcova y Eduardo Sívori. En 1911 viaja becado a París donde estudia con Luis Desiré Lucas, recorriendo durante su estadía España, Italia y Bélgica y recibiendo la influencia de Odilon Redon y Eugéne Carrière. De esta época datan sus obras Retrato de mi madreRetrato del escultor Madariaga El collar de Venecia, que obtuvo una mención especial en la Exposición Internacional Francesa. Al término de la guerra mundial regresa al país, realiza las decoraciones del despacho del ministro de Obras Públicas y expone por primera vez en el Salón Nacional.

En 1922 toma una decisión fundamental para nuestro relato: instala su taller en el edificio de Pedro de Mendoza y Quinquela Martín (entonces Australia) donde por estas fechas hacen lo propio Lacámera y Quinquela Martín. Allí vivirá hasta su muerte en 1955, desarrollará su vasta obra y será un referente insoslayable -como lo fue más de tres décadas antes Decoroso Bonifanti- para las nuevas generaciones artísticas. Victorica incursionó en todos los géneros -retrato, desnudo, paisaje, interior, naturaleza muerta- sin atarse a ninguna corriente o estilo; sus cuadros parecen inacabados, esfumados, de colores apagados, “(...) un espíritu acogedor de una realidad nacida tanto del recuerdo como de su circunstancia ambiente (...) Un modo de no llevar a término la labor emprendida, temeroso de quebrar el secreto de las cosas y de la naturaleza, unos tonos bajos, preferentemente grises, que envuelven los objetos y las atmósferas de sus cuadros y establecen los valores a los cuales se incorporan tonos rojizos, azules, ocres, verdes, y que rebosan una luz perlada, libre ya de violencias”.

Desde su refugio boquense Victorica participó en los Salones de todo el país y en el exterior y obtuvo numerosas distinciones como el Gran Premio Adquisición del Salón Nacional de 1941, pero tiempo antes su trayectoria se cruzó con la de otro artista en cuya labor, más allá de su propia obra, se destacó la permanente promoción de nuevos valores, en especial “periféricos” como eran los artistas boquenses, en los medios consagratorios del arte “oficial” como Amigos del Arte, donde participa en 1929 del Nuevo Salón, en 1930 del Salón de Pintores y Escultores Modernos y en 1931 concreta una exposición individual. Ése artista era Alfredo Guttero, porteño nacido en 1882 que, tras estudiar música y derecho, se dedicó a la pintura bajo el estímulo de Martín Malharro y Ernesto de la Cárcova. Becado por el gobierno argentino, viajó a París a estudiar con Maurice Denis y Lucien Simon, instalándose luego en España, donde participa en una exposición con los jóvenes Guillermo Butler y Pablo Curatella Manes, y en Génova, desde donde regresa en 1927 al país después de veintitrés años. Su aceptación en el medio es inmediata y expone en Amigos del Arte, en el Boliche de Arte y su cuadro Mujeres indolentes es adquirido por el Museo Nacional de Bellas Artes.

Pero Guttero -como decíamos- también se acercó a los suburbios porteños, en especial a La Boca y ya en 1928 participa activamente en las actividades del Ateneo Popular de La Boca, participando en su segunda Exposición realizada en la Unión de La Boca. En la misma presenta seis obras propias y participan los boquenses Miguel Carlos Victorica, Juan Del Prete, Víctor Cúnsolo, Fortunato Lacámera y Víctor Pissarro junto a Héctor Basaldúa, Raquel Forner, Xul Solar y Atilio Malinverno; a partir de entonces se convierte en lo que hoy llamaríamos un “gestor cultural” desde Amigos del Arte y de la Asociacion Wagneriana, de la cual es nombrado director de la Sección de Artes Plásticas.

Guttero también realizó escenografías para el Teatro Colón y, desde sus tiempos en Génova había desarrollado la técnica que denominó “yeso cocido”, una pasta de yeso y pigmentos ligados con cola que aplicaba sobre soportes de madera. En 1932 encara otro proyecto trascendente, abre con Pedro Domínguez Neira, Raquel Forner y el escultor Alfredo Bigatti los Cursos Libres de Arte Plástica en el edificio Barolo, emprendimiento en el que lo sorprende la muerte el 1o de diciembre, a los 50 años. A raíz de la IVa Exposición Estímulo del Ateneo Popular de La Boca, en 1939, el historiador y crítico Jorge Romero Brest consignará: “De Alfredo Guttero -gran pintor y espíritu exquisito a quien tanto debe el arte nacional, no sólo por lo que pintó, sino por los principios que impuso y los estímulos que supo repartir generosamente- se expusieron seis obras conocidas. Manos piadosas y anónimas diariamente esparcieron flores bajo su autorretrato, testimonio emocionado de la perduración de su recuerdo en La Boca”.