BUENOS AIRES. LA CIUDAD Y EL RIO

Río de Imágenes
por Sergio Alberto Baur

Esta es una cita en la orilla de la ciudad, en el límite entre la tierra y el agua, donde la ciudad finaliza su discurso y se proyecta sobre una superficie siempre cambiante. Desde esta mirada los problemas de la ciudad desaparecen, su río acompaña en silencio las transformaciones del texto urbano.

Las arquitecturas sólo se reflejan, el río acepta las prácticas perturbadoras dentro del paisaje, también lo recrea.  Si las ciudades perduran en sus leyendas, los ríos que atraviesan y circunvalan sus geografías narran mitos  y fábulas.

Los artistas elegidos en esta exposición, han ampliado las fronteras del espacio urbano; estas imágenes transfiguran la vida de la ciudad en el perímetro mismo de su historia.

Los mapas antiguos que acompañan a las fotografías del Río de la Plata, del lado de la ciudad de Buenos Aires, complementan la idea de representación geográfica.

En el mapa o en la fotografía, el río es también evocación, llegada y partida.

Esta selección de fotografías fue presentada en forma de dossier en el envío argentino a la X Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia 2006.

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Vanguardia y clasicismo. Los Buenos Aires de Horacio Coppola y Facundo de Zuviría
por Adrián Gorelik

“Horacio Coppola comenzó a fotografiar Buenos Aires en un momento muy particular de la ciudad: nunca antes, y posiblemente nunca desde entonces, la ciudad estuvo tan íntimamente ligada a programas estéticos, culturales y políticos como en los años 1920. Buenos Aires funcionó entonces como un laboratorio urbano, político y cultural, en el cual se iban definiendo en simultáneo las formas de la ciudad, los modos de su ciudadanía y las representaciones que las harían cuajar en una cultura urbana específica, la del Buenos Aires moderno.
Se trató de un proceso marcado decisivamente por la transformación del suburbio...”

“Tres grandes representaciones del “barrio” compitieron durante el período: el barrio progresista del fomentismo y el reformismo político, que buscaba el avance social y la modernización urbana; el barrio reo del tango y de la literatura del arrabal, que frente a esa modernización levantaba un barrio mítico, tradicional y bohemio, con malevos de facón, faroles y organillos (…) y un tercer barrio, también mítico, el de “las involuntarias bellezas de Buenos Aires”, como llamó Borges a los objetos de afecto que la vanguardia estética ubicó en un suburbio despojado, las casas de muros encalados y desnudos, las rectas hileras de árboles difuminándose en la luz de los atardeceres. Este es la Buenos Aires que comienza a fotografiar Coppola, decíamos, y sus propias fotografías toman posición decidida en el debate: Coppola produce en imágenes la ciudad de la vanguardia, le da forma urbana a la “fundación mitológica” que contemporáneamente estaba realizando Borges en sus poemas y sus ensayos.”

“Coppola sintoniza con la vanguardia arquitectónica de Buenos Aires en su programa más característico: no ya retratando las casas tradicionales como si fueran objetos modernos, sino, especialmente, mostrando los sectores más pujantes de la ciudad como si el tiempo no pasara por ellos. Y en esa doble cara, Coppola muestra el recorrido completo del clasicismo vanguardista de Buenos Aires, desde la década de 1920 a la de 1930. Porque cuando la arquitectura moderna pueda realizar ese programa de orden anticipado por Prebisch, ya no lo hará a través de la reivindicación populista del suburbio, sino de la reapropiación aristocratizante del centro: una reconversión a los cánones de la vanguardia clasicista del centro, cuya esencia “criolla” habría sido adulterada por la modernización finisecular. Aquí las fotografías de Coppola ya no dialogan con la poesía y la ensayística de Borges, sino con los blancos edificios modernistas de Jorge Kalnay y Antonio Vilar y, especialmente, con el Gran Rex de Prebisch. O, por supuesto, con su Obelisco, tantas veces fotografiado –y hasta filmado– por Coppola, monumento que señala el momento cúlmine, en 1936, de la instalación de la vanguardia en el centro.
Como se ve, el ciclo clasicista recorre dos ciudades de la vanguardia, marcando dos tiempos en las representaciones de la ciudad, dos espacios para su localización y dos contenidos ideológicos y sociales enfrentados (…) Coppola es de los pocos que hace el recorrido completo: su programa de fotografía de Buenos Aires parece ofrecer un puente entre la vanguardia literaria y la arquitectónica…”

“Facundo De Zuviría comienza a fotografiar Buenos Aires en los años 1980 (…) Si fotografiando la infancia de la metrópoli Coppola produjo las imágenes con que cristalizaría su madurez modernista, Zuviría se encuentra con la ciudad que ha terminado lastimeramente aquel ciclo y con un archivo vastísimo de representaciones naturalizadas de aquella época mitificada que dificultan una cabal comprensión de su final. De hecho, todavía durante mucho tiempo habría de pensarse en términos de crisis hasta llegar a comprender que desde los años setenta, en realidad, Buenos Aires había terminado su ciclo expansivo, entrando en una lógica urbana y social completamente diferente que aún no ha encontrado su nombre.
Esto genera, por supuesto, un punto en común entre Coppola y Zuviría: los dos fotografían una ciudad en transición. Buenos Aires experimentaba en los años 1920 y 1930 una modernización dentro de la modernización: estaba en el medio de un proceso de expansión social y urbana que había comenzado en 1870 y que no se detendría hasta la década de 1960; pero en los años de la entre guerra, cuando Coppola produce su universo de imágenes, era difícil saber hacia dónde se encaminaba. ¿Hacia dónde se encamina la ciudad desde la década de 1980? Si el ciclo expansivo ha terminado, si las modernizaciones sucesivas (la de los años noventa, con Puerto Madero, las autopistas y los “barrios cerrados” como emblema; la actual, con el boom inmobiliario, Palermo y la “torres premium” como modelo) han erosionado gravemente el carácter integrador de aquel ciclo y nos muestran día a día una ciudad más fragmentada y desigual (…) lo cierto es que Zuviría no tiene delante suyo un universo urbano pujante que plasmar en nuevas formas, sino la mezcla indecisa de una Buenos Aires expansiva, naturalizada pero exangüe, y otra Buenos Aires de enclaves contrastantes, bolsones de riqueza y miseria, potente pero repulsiva.
Esta mezcla indecisa tiene una importancia capital para entender la ciudad que fotografía Facundo de Zuviría. Si buscando la “esencia criolla” el imaginario vanguardista clasicista en el que militó Coppola produjo, paradójicamente, la versión más celebrada de Buenos Aires como “ciudad europea”, el final del ciclo expansivo en el que aquella versión se produjo viene dejando a la vista el carácter de “ciudad latinoamericana” tanta veces negado por la cultura porteña. (…); en términos más específicamente urbanos, la ruptura de aquel carácter unitario que el proyecto modernista le asignaba a Buenos Aires (aún imaginariamente, pero en pocos casos los imaginarios han demostrado ser más poderosos forjadores de realidad), su descomposición sostenida, es lo que define una nueva estación de la modernidad en esta ciudad: la modernidad delimpasse, como acertadamente se ha definido la modernidad latinoamericana, una modernidad que nunca terminó de llegar del todo y que no termina de irse…”

“Desde los años ochenta, en el comienzo mismo de su trabajo de fotografía sobre Buenos Aires, Zuviría comenzó una relación muy íntima, afectiva y testimonial, con el patrimonio fotográfico de la ciudad, como recolector, curador e intérprete de otras miradas canónicas sobre ella. Entre esas, la de Horacio Coppola, que quizás sea de la que ha obtenido el instrumental más poderoso para aplicar en la construcción de su propia mirada. Esta doble antología pone las dos miradas en diálogo, pone a dialogar sus dos Buenos Aires.”

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