03 / 12 / 2010

Entrevista al compositor Alvin Lucier: “Siempre estoy en el filo de la navaja”

 

 

“Cuando hablo de mis obras, siempre hablo de los detalles técnicos, y no de lo que significan. Una vez le preguntaron al poeta norteamericano William Carlos Williams qué significaban sus poemas, y él dijo: no me pregunten qué significan, pregúntenme qué es lo que hice. Con mi familia pasamos los veranos en Colorado, cerca de un río. Bueno: como ese río, que cambia cada día, en cada momento, sin intención de plasmar ningún sentido, y aún así es tremendamente bello y expresivo. Así es como me gustaría que fueran mis obras”.

Así se definió el compositor estadounidense Alvin Lucier en una entrevista pública realizada en Proa el  24 de noviembre pasado en el marco del XIV Ciclo de Conciertos de  Música Contemporánea del Complejo Teatral de Buenos Aires que dirige Martín Bauer.

Nacido en 1931, Lucier ha hecho música con instrumentos tales como un fino cable que vibra (“Music On A Long Thin Wire”, 1977), un reloj que responde a las emociones de su dueño (“Clocker”, 1978), seis copas (“Small Waves”, 1997), o un pájaro de juguete (“Bird and Person Dyning”, 1976). Para algunos críticos, su obra más representativa es “I Am Sitting In A Room” (1970), que se basa en la grabación de un texto recitado por él mismo, su repetición a través de los parlantes de la sala, el registro y reproducción de ese playback, y así sucesivamente hasta que el sonido elimina cualquier rastro de voz humana.

Entrevistado por el crítico Gustavo Fernández Walker, Lucier recordó el momento en que encontró su lenguaje personal. Había estado en Alemania, en Darmstadt, asistiendo a las clases de los compositores serialistas, y al regresar a los Estados Unidos comprendió que él también, si quería, podía hacer música serialista, pero que no la llevaba en la sangre, porque era una tradición esencialmente europea.

“Tenía un amigo científico que estaba trabajando con un amplificador de ondas cerebrales, y me puse a experimentar con ese aparato. Entonces yo daba clases en una pequeña universidad y llamé a John Cage para invitarlo a dar un concierto. Cage me dijo que vendría si también había una obra mía en el programa. Yo le dije que no tenía ninguna, y se hizo un silencio incómodo en la línea. Le conté que estaba trabajando con el amplificador, pero que todavía no funcionaba. El me dijo que no importaba, que lo intentara. Lo intenté, y lo que hice fue la primera composición que consideré como propia. Era un registro de las ondas alfa del cerebro, que usé para hacer resonar distintos instrumentos de percusión”, señaló Lucier.

La fisicalidad de las ondas alfa, dijo, le permitió evitar la musicalidad del serialismo, concentrándose en las características más físicas del sonido. Lucier admitió que el proceso de composición le resulta muy trabajoso. “Me gustaría tener todos los días los tonos correctos, pero en cambio tengo que razonar muchísimo para ir eliminando componentes superfluos, dejando sólo los que son imprescindibles”, dijo.

Cuando se lo consultó sobre los cambios en su obra a lo largo del tiempo, señaló que durante los años 60 y 70 trabajó en obras basadas en la materialidad del sonido, pero que a partir de los 80 empezaron a preguntarle por qué no hacía obras para instrumentistas. “Me interesó mucho, porque siempre quise estar involucrado con la música de circulación general. Soy compositor porque amo la música clásica. Entonces empecé a escribir obras para cuerdas, para clarinete, tratando de explotar el sonido natural de los instrumentos, haciéndolos ejecutar de manera simple, sin técnicas extendidas. Si uso osciladores es para generar un ritmo más vívido. Así que ahora trabajo entre la exploración acústica y la música de cámara, esforzándome para que las composiciones tengan principio y final, y puedan llevarse a una sala de conciertos, sin que por eso la indagación sobre los sonidos pierda su importancia. Estoy siempre en el filo de la navaja”.

Después de la entrevista, la agrupación italiana Ensamble Alter Ego, integrada por destacados instrumentalistas del panorama europeo, tocó obras de Francesco Filidei, Michel van der Aa, Beat Furrer, Georges Aperghis, Rytis Mazulis, Somei Satoh, Jonathan Harvey y Jacob TV. Y, por supuesto, una del mismo Lucier: Silver Streetcar for the Orchesta, para tirángulo solo, una obra de quince minutos en la cual el percusionista golpea un simple triángulo indagando distintas resonancias, que van superponiéndose.

¿De dónde sale el título de la obra? De Luis Buñuel, dijo Lucier. “Los surrealistas odiaban la música, y se divertían poniéndoles nombres ridículos a los instrumentos”.

Integran Alter Ego Oscar Pizzo (piano), Francesco Dillon (violoncello) y Manuel Zurria (flauta). Como percusionista invitado, Antonio Caggiano.