Activo en Milán como pintor de género, el autor se especializa en la representación de animales, sobre todo de animales de corral, y de escenas de caza, temas muy apreciados por los coleccionistas italianos de la época. Inspirado de manera evidente en los pintores “animalistas” flamencos y en artistas italianos como Giovanni Agostino Cassana, Crivellone pone a la naturaleza  literalmente en movimiento, con una vena descriptiva hábil y un equilibrado dominio cromático y luminoso, de evidente derivación nórdica. Probablemente la elección de representar animales domésticos vivos se debe a la posibilidad de atribuir a ellos un carácter simbólico. En este caso, la pareja de pavos, tan prolífica, alude evidentemente a la virtud de la fidelidad conyugal y a la fecundidad, mientras el gallo es imagen de firmeza y de autoridad. El campo trabajado y el corral constituyen así la representación de un microcosmo humano, un espacio donde interactúan situaciones que remiten a los más variados comportamientos humanos. Pinturas de este tipo quizá hayan sido encargadas como regalo de bodas.