Estos dos retratos de criminales, realizados en papel a través del uso de tinta y de lápiz, son obra del ecléctico Thomas Schütte, artista conocido sobre todo por sus esculturas. A través de la representación de estos rostros, Schütte retoma un tema ya abordado por él en varias de sus obras plásticas, el individuo, del que se profundizan aquí los aspectos más oscuros y maléficos. Schütte caracteriza los dos rostros mediante pocos pero decisivos trazos, y los rodea con un fondo negro. Justamente es de esta limitación a lo esencial y de esta falta de contextualización de donde los dos retratos obtienen su fuerza expresiva.