Gilberto Zorio se incluye con todo derecho entre los mayores exponentes del Arte Povera italiano. Trabaja en el campo del arte procesual y se interesa por la energía de los materiales (en este caso, el cuero) y del pensamiento (psiquismo e inmaterialidad); como ejemplo, es suficiente un signo gráfico –como la frase “odio”– para activar el cortocircuito de tensión violenta y de agresividad. En las figuras y en las tensiones de Gilberto Zorio se reconoce la íntima relación entre la naturaleza de los fenómenos dinámicos y los atributos imaginarios. La eficacia para narrar la maldad del hombre es, en esta obra, evidente: la palabra “odio” se marca a fuego sobre la piel de buey, con lo que la violencia del gesto se imprime en la mente del espectador.