Morandi, uno de los máximos exponentes de la pintura italiana del siglo XX, vuelve a proponer en esta obra su tema predilecto: la naturaleza muerta. El artista, en todas sus obras, utiliza solamente un sobrio repertorio de elementos –botellas, jarros, cacharros, lámparas y fruteras– que se transforman en objetos omnipresentes, aunque encarados de manera siempre diferente. A través de la reiteración del mismo objeto logra transformar la naturaleza muerta en un teatro de lo existente, expresando la dinámica de las relaciones cotidianas. Aunque los objetos que utiliza son familiares, están cargados de significados siempre novedosos.