Esta pintura muestra las cualidades del pintor como retratista, y sus elecciones de purismo y de exhibición controlada y mesurada de los sentimientos. La obra ganó un concurso de coloración en 1835. Los dos muchachos muestran el lado sentimental de lo cotidiano, la poética de los afectos, el mundo de la infancia –en este caso, relacionada con el acto de dibujar, y en consecuencia, con un momento de diversión– y están presentados mediante una exhibición naturalista y no idealizada de los rostros.