Roberto Cuoghi, artista que escapa a cualquier esquema o definición, realiza obras que toman como base la exploración sistemática del propio cuerpo en términos de giro, disección, deformación y maltrato. Cuoghi, del mismo modo que Manzelli, reduce el cuerpo a lo mínimo representable y lo modifica, como si el artista tuviera el poder de actuar no sólo sobre su propio cuerpo sino también, sobre el de los otros. Cuoghi transforma y desfigura los rostros de eminentes personalidades del campo artístico interviniéndolos con herramientas como el photoshop, martirizando y “alterando los rasgos distintivos” de personas que se han transformado en íconos. Se subraya así la fragilidad del cuerpo, la inmortalidad de los personajes famosos, la pertenencia de cada uno de nosotros a una humanidad que es víctima y victimario a la vez. Luego de la metamorfosis pictórica y cosmética del cuerpo, que dialoga con la angustia de nuestra existencia, en la que todo parece haberse transformado en algo material y relacionado con la corporalidad, emerge en el artista el deseo de existir como esencia, de desaparecer y de dialogar con el concepto de ausencia-presencia.