Con su naturalismo calmo y templado, que tiene el tono de un compuesto clasicismo, Spadarino nos propone una figura de David poco convencional. El jovencito bíblico asume aquí la apariencia de un héroe clásico, un Apolo pensativo y absorto. De su lucha con el gigante Goliat, el artista capta la dimensión más íntima y psicológica, aunque toda la atención del observador se concentra en la forma de los miembros. El joven cuerpo se inunda de luz, lo que exalta las formas armoniosas y fuertes, mientras el brazo se apoya en la horrenda cabeza cercenada del gigante, cuyo cabello casi parece acariciar en un último gesto de piedad.